Comunicación - Beneficios del ejercicio en las

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Con la financiación de:
AD-0008/2011
Beneficios
del ejercicio
en las enfermedades
cardiovasculares
¿Qué se consideran beneficios del ejercicio en las enfermedades
cardiovasculares?
Se entiende por beneficios del ejercicio todas aquellas adaptaciones fisiológicas que
se producen como consecuencia de la práctica regular de ejercicio físico que reducen
el riesgo de padecer un trastorno cardiovascular (infarto de miocardio o accidente cerebrovascular - ictus) o, en el caso de que este ya se haya producido, los cambios que
permiten una mejor recuperación y calidad de vida y que disminuyen el riesgo de
padecer un segundo evento.
Está ampliamente demostrado que el nivel de actividad física está directamente relacionado con la esperanza de vida, y más concretamente, con los años que podemos
disfrutar sin que aparezca un evento cardiovascular. Evitar un estilo de vida sedentario
no sólo previene la enfermedad cardiovascular independientemente de la existencia
de otros factores de riesgo, sino que además aumenta la esperanza de vida y dilata
el tiempo de vida sin padecer una enfermedad cardiovascular tanto en varones como
en mujeres.
¿Por qué el ejercicio regular ayuda a prevenir las enfermedades
cardiovasculares?
Las personas físicamente activas presentan menor incidencia de infarto de miocardio o
ictus si se comparan con las personas de la misma edad y características generales que
no son activas físicamente. El sedentarismo o falta de actividad física en los hábitos de
vida, constituye uno de los cinco factores principales de riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, junto con la hipertensión arterial, niveles altos de colesterol,
tabaquismo y obesidad). Por fortuna, es un factor de riesgo modificable.
Además de ser un factor protector por sí mismo, el ejercicio reduce la incidencia o
gravedad de algunos de los restantes factores de riesgo que hemos mencionado. Por
ejemplo, la práctica habitual de ejercicio ayuda a controlar el peso corporal y también
puede ayudar a reducir la tensión arterial en las personas hipertensas. También reduce
los niveles del colesterol que denominamos “malo” (LDL-colesterol) y del colesterol
total, mientras que aumenta los niveles sanguíneos de colesterol “bueno” (HDLcolesterol) el cual tiene un efecto protector para el desarrollo de las enfermedades
cardiovasculares.
¿Cuáles son los principales beneficios que se obtienen con el
ejercicio para prevenir las enfermedades cardiovasculares?
En primer lugar, se observa una mejora de la capacidad funcional o de la tolerancia al
ejercicio. Esto se debe a dos mecanismos adaptativos: mejora de la función muscular y
mejora de la capacidad del organismo para utilizar el oxígeno transportado por la sangre. Otras adaptaciones son: la reducción del peso corporal, la reducción de la tensión
arterial, la reducción del LDL-colesterol, el aumento del HDL-colesterol, y el aumento
de la sensibilidad a la insulina. Tampoco debemos olvidar la reducción del estrés.
¿Cuánta cantidad de ejercicio ���������������������������������
se tiene que realizar para conse�
guir estos efectos de prevención?
El efecto de un programa de ejercicio sobre un único factor de riesgo de los anteriormente citados, puede ser relativamente bajo. Sin embargo el impacto del
ejercicio moderado sobre el conjunto de los factores de riesgo cardiovasculares
puede llegar a ser muy importante, debido a los cambios de hábitos de vida que
se asocian con la práctica regular de ejercicio, como dejar de fumar, modificar los
hábitos dietéticos, etc…
Inicialmente se consideró que los beneficios del ejercicio se obtenían realizan do una
actividad física moderada durante 30 minutos diarios, al menos 5 días a la semana.
Se entiende por una actividad moderada la equivalente a caminar de forma vigorosa
(a 5-6 km/hora). Este tipo de actividades incluye también montar en bicicleta, correr,
nadar, etc… En términos generales, lo importante es gastar una cantidad “extra” de
calorías a la semana, equivalente a unas 1.000 calorías aproximadamente. Actualmente se sabe que el ejercicio diario puede ser acumulado, y puede ser en pequeñas
sesiones de 10 minutos, no siendo necesario realizar los 30-45 minutos que se recomiendan diariamente de forma ininterrumpida. Con respecto a la frecuencia, aunque
parece suficiente realizar ejercicio cinco días a la semana, si se realiza todos los días, los
beneficios serán aún mayores.
No se debe olvidar que las personas que ya incluyen esta cantidad de actividad física
en sus hábitos de vida, obtendrán mayores beneficios si le añaden un programa de
ejercicio. Las personas físicamente activas pueden conseguir beneficios aún mayores
incrementando su actividad con los programas de ejercicio.
¿Cuáles son los beneficios del ejercicio en el tratamiento de las
enfermedades cardiovasculares?
En la actualidad, el ejercicio físico regular constituye uno de los pilares del tratamiento
y de la rehabilitación cardiaca en las enfermedades cardiovasculares, y concretamente
en el infarto de miocardio. Si bien el ejercicio probablemente no sea capaz de resolver
la lesión cardiaca que se ha producido como consecuencia de la oclusión de una arteria
coronaria, sí que es cierto que la calidad del vida, la capacidad funcional o tolerancia al
ejercicio del paciente mejora de forma significativa con un programa de ejercicio físico,
y que se reduce la posibilidad de padecer un segundo evento.
Por lo tanto, es muy recomendable que las personas que han sufrido un infarto
de miocardio se incorporen a programas de ejercicio individualizados y supervisados en las primeras fases de la rehabilitación que posteriormente, en ausencia
de complicaciones, podrán realizarse en el domicilio o en las instalaciones de la
comunidad.
Como consecuencia de la realización de ejercicio de forma rutinaria, los pacientes experimentan las siguientes adaptaciones:
Percibirán menos fatiga al realizar las actividades de su vida cotidiana, ya que el ejercicio mejora la capacidad de nuestros músculos para extraer el oxígeno, reduciendo de
esta manera el trabajo que tiene que realizar el corazón para distribuir el oxígeno por
todo el cuerpo: por tanto, se reduce la sensación de fatiga y mejora la calidad de vida.
Los vasos sanguíneos se dilatan con más facilidad en las personas que hacen ejercicio,
permitiendo que la llegada de oxígeno a las células sea más fácil y contribuyendo por
tanto a reducir el trabajo cardiaco.
Mejora de la fuerza y la flexibilidad muscular, además de mejorar la masa ósea: este
efecto también contribuye a reducir la fatiga y a prevenir otras patologías como los
trastornos musculoesqueléticos especialmente en los adultos de mayor edad.
Las personas que han padecido un infarto de miocardio recuperan antes su salud laboral y mejoran su calidad de vida de una forma más significativa que las personas que
siguen manteniendo un hábito de vida sedentario. Además mejoran su autoestima y
autoconfianza, reducen sus niveles de estrés y reducen la ansiedad y la posibilidad de
desarrollar cuadros depresivos.
En general, con los programas de ejercicio las personas que ya han padecido un infarto
de miocardio reducen la mortalidad de un 20% a un 25%.
¿Se tiene riesgo de padecer un accidente cardiovascular durante
la práctica de ejercicio?
No se puede afirmar rotundamente que no existen riesgos de padecer un evento cardiovascular durante la realización de actividad física moderada o intensa. Existe un
aumento transitorio del riesgo en comparación con la situación de reposo. Este riesgo
es diferente en las personas sanas y en las personas que ya han padecido previamente
un evento cardiovascular. Lo que sí se puede afirmar, es que dicho riesgo es extremadamente bajo. En las personas sanas (o por lo menos sin enfermedad conocida) el
riesgo de tener una complicación cardiaca durante la práctica de ejercicio es de 1 en
400.000-800.000 horas de ejercicio. En los pacientes con enfermedad cardiaca previa,
este riesgo aumenta a una media de 1 cada 60.000-65.000 horas de ejercicio. Es importante destacar que el riesgo es mucho menor en los pacientes que realizan ejercicio
de forma regular que en los que no lo practican. Se estima que en una persona sedentaria, el riesgo de tener un accidente cardiovascular mientras hacen ejercicio es 50
veces mayor que en las personas físicamente activas.
Es importante destacar, por otra parte, que al contrario de lo que se pueda pensar,
casi el 90% de los ataques al corazón se producen estando la persona en situación de
reposo, y no durante la realización de actividad física.
¿Existe alguna forma de reducir ese riesgo?
Es importante que las personas que reúnen dos o más factores de riesgo para padecer
patología cardiovascular, así como las personas que ya la padecen, sepan identificar
los signos o síntomas que pueden aparecer durante el ejercicio y que indican que algo
va mal. Estos son:
»» Dolor con sensación de opresión en el pecho, que puede irradiarse a un brazo, el
hombro, la espalda o hacia la mandíbula
»» Palpitaciones
»» Sensación de mareo y sudoración fría
»» Aumento de la frecuencia cardiaca en comparación con la que tenemos en otras
sesiones similares (especialmente si está habituado a realizar el ejercicio con
pulsómetro)
»» Percepción de mayor fatiga con una intensidad a la que estamos habituados
Si aparece cualquiera de estos signos o síntomas, debe abandonar el ejercicio y pedir
ayuda; en cualquier caso aunque se recupere de este episodio, debe acudir a su médico.
¿Cómo puede usted comenzar a ser físicamente activo y disfru�
tar de estos beneficios?
Si padece ya una enfermedad cardiovascular y ya ha sido dado de alta, o tiene más de 45
año y presenta dos o más factores de riesgo* debe someterse a un reconocimiento médico antes de iniciar un programa de ejercicio. Idealmente, un especialista en medicina de la
educación física y el deporte, le indicará algunas pautas para individualizar su programa.
Una vez que se han descartado las posibles contraindicaciones a la práctica del ejercicio,
y con las pautas que nos haya proporcionado el médico, podemos diseñar el programa.
* Factores de riesgo de padecer enfermedad cardiovascular:
»» Factores genéticos: antecedentes en familiares de primera generación antes de
55 años
»» Tabaquismo
»» Hipertensión arterial
»» Hipercolesterolemia
»» Diabetes
»» Obesidad
»» Sedentarismo
La mayor parte de la población obtendrá beneficios significativos realizando media
hora de ejercicio moderado cada día. Si usted no puede o no es capaz de realizar 30
minutos seguidos de ejercicio, puede utilizar otras estrategias, como realizar determinadas actividades a lo largo del días: subir y bajar escaleras en lugar de utilizar el
ascensor o las escaleras mecánicas, aparcar el coche lejos del lugar al que se dirige,
o bajarse alguna parada antes para caminar una distancia mayor,… Puede realizar
periodos breves de 10 minutos: el efecto del ejercicio es acumulable. Elija actividades
que le gusten, y, si lo prefiere, busque compañía para que le sea más agradable acudir
a su cita con el ejercicio. Lo más importante es comenzar.
¿Se puede hacer otro tipo de ejercicio, que no sea ejercicio ae�
róbico?
Si bien la mayor parte de los estudios sobre la relación entre la actividad física y las enfermedades cardiovasculares se han realizado con programas de ejercicio que incluían
ejercicio de actividad moderada o ejercicio aeróbico, ya existen en la literatura que
demuestras que el ejercicio intenso proporciona los mismos, e incluso mayores beneficios. La realización de programas que incluyen ejercicios de más elevada intensidad no
está tan extendida, ya que es necesaria cierta condición física del sujeto que los realiza.
Pero podemos comenzar con ejercicios más moderados para, poco a poco, ir elevando
la intensidad. No se ha demostrado que la realización de ejercicios intensos suponga
un mayor riesgo de padecer accidentes cardiovasculares durante su ejecución.
La duración de las sesiones de trabajo intenso será menor. También se pueden realizar
ejercicios interválicos, que consisten en realizar ciclos de ejercicio intenso durante un
breve periodo (por ejemplo 30 segundos) seguidos de una pausa o periodo de recuperación (por ejemplo de 1 minuto) y repetir estos ciclos durante 30 minutos. Estos
programas también han demostrado ser eficaces en la consecución de los beneficios
sobre la salud cardiovascular.
Finalmente, también podemos recomendar ejercicios con pesas, especialmente en
diseños de circuitos. Elegir una serie de 10-12 ejercicios que alternen diferentes grupos
musculares, con un número de 10 a 15 repeticiones y cargas de trabajo moderadas,
consiguen un efecto similar al del ejercicio aeróbico puro como correr, montar en bicicleta, nadar… La ventaja de estos circuitos es la posibilidad de poder trabajar con
todos los grupos musculares, especialmente si nos interesa alguno en concreto por
las características del trabajador, y que en los ejercicios aeróbicos clásicos no se incluyen. Los pacientes cardiópatas o las personas con riesgo cardiovascular elevado,
deben tener en cuenta algunas consideraciones con respecto al manejo de las pesas y
los aparatos. Las más importantes consisten en evitar cargas altas, evitar las fases de
trabajo isométrico y evitar siempre la maniobra de Valsalva (aguantar la respiración).
¿El ejercicio interfiere con los fármacos?
Las personas que ya han padecido un infarto tendrán que tomar medicación probablemente para el resto de su vida. Tendremos que estar atentos, pues algunos de los
fármacos más utilizados en estos pacientes pueden de alguna manera interferir con
el ejercicio.
Los fármacos vasodilatadores no deben administrarse justo antes de la sesión de ejercicio. El motivo es que el ejercicio por sí mismo consigue de forma inmediata un efecto
vasodilatador; si añadimos el efecto de los fármacos podemos correr el riesgo que el
paciente experimente síntomas de hipotensión. Por ello, recomendamos administrar
los fármacos al menos una o dos horas antes de la sesión de ejercicio.
Por otra parte, hay otros fármacos como los beta-bloqueantes o los antagonistas del
calcio que pueden interferir con la respuesta de la frecuencia cardiaca al ejercicio. Esto
significa que en estos pacientes no es muy aconsejable utilizar la frecuencia cardiaca
para controlar la intensidad del ejercicio realizado; es preferible aplicar otros criterios,
como la percepción subjetiva del esfuerzo en las escalas de Borg que ofrecen una alternativa sencilla y precisa.
En cualquier caso, debe consultar con su médico antes de planificar las sesiones de
ejercicio acerca de todos estos temas.
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