w SEMANARIO ILUSTRADO POR DW FERNANDEZ Y GONZÁLEZ

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ANO n.
MADRID.
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NÚH. 4.
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NOVELAS, VIAJES, LITERATURA, HISTORIA, CAUSAS CÉLEBRES. CHISTES, ETC., ETC.
SEMANARIO ILUSTRADO
ESCRITO
POR D. W. FERNANDEZ Y GONZÁLEZ, D. R. ORTEGA Y FRÍAS Y D. T. TARRAGO Y WATEOS.
PRECIO EN MADRID.
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E L R E Y DEL, P U Ñ A L .
-A-l Ver á Artal s e e s t r e m e c i ó y palideció
(pág. 51 .)
SE LlEVt i DOmClUO.
50.
EL PERIÓDICQ PARA TODOS.
-•
Además de esto, era de suponer que la
toiTO-HO seria, aunque fuese Cj^ccadadenor
che, asaltada hasta el amanecer.
Cuando avanzó doa leguas el rey refrenó
su caballo y lo puso al paso.
,
•—líemofe corrido bien,—dyo á dbn Cantoncillo,—hemos usado de esos valientes
como si hubieran sido de hierroj. ya n"b pueden alcanzarnos, Cantoncillo; yo te lo aseguro. Cuando dentro de uiia ¿ora, lleguemos al castillo de SantovaJ le cercaremos
G«A;Á]>OS.—Etlley del piiflal.—Se rifan los cabellot y •y veremos si Guilfen de Vaamonde n<>s
guarda lealtad é nos hace traición; siemiiigotes, (dos gralMdos.)—La autoridad conyugal.
pre tendremos, menos éi, á quien cortare— fa-c • C o ; ) 0 - J —
mos la cabeza sí nos vende, cincuenta buenas lanzas y doscientos ballesteros. ¡Ah!
EL REY DEL PUÑAL. todo
Aragón no está contra mi; contra
NOVEL.V HISTÓRICA
Aragón entero no puede nadie; los que
están contra mí son los ambiciosos, los
PÍR í . B-lIÜEl FERHASDür Y fiaSZAlEZ.
proceres, los prelados que no pueden resia.tír á un rey fuerte que no les deja excederse en sus tiranías. ¡Ah! esto se acabará, sí,
LIBRO PRIMERO.
sp acabará; ó muerto ó'•libre' de la vergoiizosa tutela en que quieren tenerme. Si ellos
E L R E T DE MALLOBCA.
,son aragoneses, yó soy por lo jiá^qs,aragonés y medio, y de alguna manera ha de
(Continuación.)
conocerse que yo soy digno de ser el cauMedia hora después salia silenciosaraen- dillo d§ una jiacion de héroes. Pero entrete de la Tori^B .JÍiigíá'lLii^eíiíÜáírrán 3et?es- tengamos, eñ algo,: Cantoncillo, mientras
cientos indóniiíos almogávares.
llegamos á Santoval. Tú adivinas, mal bi~EQ la lorre, para defenderla, no quedaron cho, jjr decías bien cuand me decías qu^
máff'qii&Veinte alrüóg-jtv&n'es círn'un^ de los ndiriá'yo-ésta noche k la taberna del Rey
c»b«>»ó jefe» del escuadrón. ' •
Enano., , ,.
. .. ,.i .,:, < <,
Bstc-'emprendió inmediatamente el ca—Pues mira,—dyo do»,C¡lant.oncillo,—no
min) de Calatayud, llevando delante dds lo ilecia yo por lo que ha acontecido, que.esginetes; el'ancí'e'rá el rey, el otro era don to me ha cogido taii de relance como á tí, sino
CiTirtonciHo, que no lo hacia mal para ser porque estaba seguro que ya te se "hubiera
la primera vez que montaba á caballo, em- ocurrido buscar un medio al pasar por el sanbrazaba escudo y empuñaba lanza.
tuario (le Monserrat, de meterte ;en converEn medio del escuadrón iba otro ginete sación con la penitente rubia.
armado de todas armas sobre un fuerte ca^
—Hermosa mujer, Cantoncillo, y será
bailo encubertado.
mucha lástima que por sus rebeldías tenAquel ginete que era uno de los cabos de gamos que castigarla. Pero díme, ¿no te
los almogávares, llevaba en alto el estan- inquieta el haber dejado á tu mujer en Zadarte real, que 8e guardaba en la Torre ragoza y en una casa tan rica como la de
Nueva.
Josias Datham?
—Inquietaríame yo sí esos ilustres hom'.
CAPITULO XXX.
bres
buenos y proceres de Aragón, que son
En que se ve, por mil de. nti lado, hasta qué punto era
a^daz don Cántoncíllode Ariza.
los que han encendido este fuego, no tuvieMuy pronto se perdió en el silencio el ran necesidad de estar bien con Josias
estruendo, primero de los gritos, después Datham con cuyos continuos préstamos
de las campanas, que provenia de Zaragoza. cuentan. Si la cosa viniera de abajo, de la
El eseuadroh de almogávares avanzaba plebe, seria distinto. Como á la plebe no la
hacia Calatayud, raudo como ana tempes- presta nadie, cuando encuentra la ocasión
de tomar toma, y lo más que puede y de
tad.
El rey y don Cantoncillo llevaban sus una manera dura porque está irritada á
fuertes corceles al trote largo y sostenido, fuerza de sufrir palos; pero rara vez la pley los almogávares embrázanos los escudos, be hace nada por sí misma: está sentenla ballesta á la espalda, afianzada la pica, ciada á que se sirvan de ella prometiéndola
se sostenían corriendo incansables al paso montes y montañas y dejándola después
cuando la han usado bien> más pobre y más
de los corceles.
Eran muchos hombres aquellos incompa- desesperada que antes.
—Tienes razón, Cantoncillo; pero la plerables almogávares, honrado Aragón, aquellos mismos que sostuvieron las hazafias de be no se desengañará jamás y será siemRojer de Flor en Oriente, cuando Cataluña pre un medio de trastornos; esto es lo que
y Aragón oran una misóte cosa, los dos yo quiero impedir, y estamos ya en la obra.
grande» y p ^ j i t e s miembros de un gí Me alegro. Pero mira, todo esto Ic^uJbemos
áe inemoria. Continúa tu historia del paje
gante.
'•
SUMARIO.
TEVJ»-—í" I**T del- p«n»l, novel» i)0'r do» Manuel FernrfiíJcz y González.—Fisiología de. ta mano d« la mujer,
por Airara,—Honor de esposa y corazón de madre, novela por de«Rjin(oii Ortega y Fría».—Sección do Araériitt: A orilla» del "Amízonas, (conclusión), pordonTor.
cual» t4rra(íi> .—Se rifan loí cabellos y bigotes. (hi«toria que parece cúeiilo), por don Antonio San Martin,—
Kl iwSal de oro, iio»ela por don Torcuata Tarrago.—f^a
autoridad conyusal. por el Marqué» de San Eloy .^Causas célebref—Historia de la insurreccton cartista.—
Várled.ide».—sección festiva.
Habia que evitar que.lo»^ conjurados, an
un número excesivo, aÍc«nzasdB a^uel pequeño ejército.
•' " ' •
Debia entretenerlos la Torre Nueva en
que de seguro supondrían al rey, y los cincuenta leone|S que en ella habían quedado
estaban resueltos á defender los muros
hasta perder las vidas.
-HAiü» aigx^a recéláütdo de ttr miadre?
-Yo n0 sé cdmo te ayuda Dios, porque el
itálMr escapado de una maaeifa tan extraila
dellazoique te habían tendido, ha sido una
manifiesta protección de Dios; Dios te
guarda para algo, hijo mió, porque eres
malo; y si Dios no te guardara para algo
grandísimo no te protejeria. Tu madre era
lo que tú deberlas ser, una mujer'que com-
prendía sus grandes deberes y que sabia
sacrificarse á ellos • Dígalo sino el desventurado paje Artal.
—Tienes una manera de contar que desespera, maldito,—exclamó el rey.—¿Quieres decir que mi madre amó áese paje?
—¿Quíép contraresta la tiranía del corazón? ¿Quién, es bastante poderoso para decir á: su corazón, no ames? Bastante fuerte
ea'qoienie íiiqe, como se lo dijo tu madre
..al.suyo: ama y llora; pero calla, porque tú
no puedes llegar á la satisfacción de tu
amor sin la deshonra y la infamia. Tu madre comprendió que llegaría un dia en que
no podría hacer callar á su corazón y fué
implacable consigo misma primero, y luego
con Artal de Monteagudo.
—¡Artal de Monteagudo!—exclamó con
acento sombrío y terrible el rey-—¡Ah!
ahora comprendo la enemiga que tiene contra mí Gastón de Monteagudo, ba,ron de
Monteagudo.
—Hermii.nSb segundo del ahorcado paje,
—dijo don Cantoncillo,—¿qué quieres? la
vanidad de los reyes no puede hacerles sufrir en su alta servidumbre otra cosa que
personas ilustres. Los Monteagudos han
.sido aifimpr£,,J)ii)chad|?s cpipo. pavos y aun
tienen pretensiones, por áerecho propio á la
corona de Aragón: llevan,.pues, mai-el vasallaje. Pasó ppr MpnteagudOj-en una ocasión, recien casada tu madre con tu padre,,
durmíeróli' tnia noche en el caStilío,;y(iomó
era natural y necesario, el bailón de Monteagudo con suados hijosArt^ly G^ton, y
sus escuderos y homljres de armas les fué
acompañando en guardia de honor hasta
Zaragoza.
Permanecieron allí algún tiempo.
Artal se aficionó á la corte.
Pero Hugo de Monteagudo, su padre,
que le adoraba y que no sabia negarse á su
voluntad, estaba encariñado con los viejos
muros de su castillo de Monteagudo.
Se tomó, pues, un término medio para
que ni el hijo ni el padre se contrariasen, y
para qué Artal, que solo tenia entonces
diez y seis altos, quedase on la corte y bien
acomodado, habló con el rey tu abuelo don
Hugo, y ' Artal fué destinado como paje á
causa de que su edad no le pertenecía ser
camarero en la servidumbre de la infanta
doi&a Teresa.
Yo he observado siempre lo que ha pasado á mi alrededor.
Yo he adivinado siempre la pasión que
se ha ocultado bajo una palidez repentina,
bajo un disgusto tenaz.
Al poco tiempo de pertenecer á la servidumbre de tu naadre Artal de Monteagudo,
tu madre palideció mortalmente y dejó ver
undisgusto sombrío. ,
Amaba.
Yo no tenia duda de ello; pero ora necesario saber á quién amaba.
Lo supe.
"Artal de Monteagudo era muy hermoso, mSjí alentado, encantador, hechicero,
altivo;-8Üi soberbia, y altivo como un rey.
í Y qué'era tu madre?
Tu madre no « a una persona real.
Tu madre era una Entenza, y más igual
por lo tanto de Artal de Monteagudo que
de su marido hijo de una prosapia de reyes.
Si el barón de Monteagudo hubiera solicitado para su hijo la mano de doña Te-
PEHIÓDICÓ -PAtRA T O D O S ;
51
pesa y los sóbarbiaU'EBteirzas *e ¡lia hubió-' veceg,:aun en los tiempos de su primera lio de Monteagudoj no pudo ver sin estrerail cottcfedidO/ninguiía. mujer hubiera sido' juventud, habia exclamado contemplando mecerse á Artal.má8 íeliiqao td'madreel retrato de su madre : '
Nadie reparó en el ostremecimionto do
• PeTO no! fué así: Jos Enterizas miraron á -^i Oh, y que hermosa era y que jjótén tu madre.
su ambicipn!; sin consultar la voluntad de tu murió; si viviera, seria joven aun y herA nadie revoló ella su amor, ni aun á .su
madrelft caáaTton et>n el señor infante tm mosa!
confesor, porque tu madre, á pesar de quo
patdre, dqspuesel deüorircy don Alfonso el
Por lo tanto, don Cantoncillo estaba hi- era muy cristiana, no deciá ni aun á su
B e W i g n o i i ''•:•':• Í: • '' . .:
; .!,
riendo, no'sabemos c n cuanta audacia, una confesor lo que no convenia supiese nadio,
Tu madre no pudo amar á tu padre.
délas fibras más delicadas del coraíoii del pero me lo dije yo á mí mismo.
PoerEa. es confesar -qte t u piadre!, < á pesar r e y w '' .• '1
Era á la comida.
• • ••
dfllló bemigno ¡que era, emoontraron; 70 no
Tu padre y tu madre estaban solos en un
Pero tein descuidarse un punto, prortto á
sé ísómb, era muy pooo amable i , ^
sacar su caballo de costado; si por acaso el un bufete, servido con la rica vagilla de oro
Pera no nesoples recio, no te irrites, mi rey tendia.sobre él su- lanza,^ y á escapar. y plata de la jwderosa casa de Monteagudo.
querido león.
.:.'.••:•
Mas allá estalla la larga mesa á que ss
Don Cantoneillo se complacia en revolI IHiamadwetuvo; siepipre imuy en cuenta ver el alma del rey y en irritarla.
sientan los convidados.
su dignidad y su virtud, hizo todo; lo feli?
Los hijos do las más nobles familias quo
Y el rey, que creia.quelás audacias dé
que pudoiá^M padre,;y tuvo paciencia para don Ganioncillo eran hijas de su tempera- allí asistían , servían como pajes á los insufrirle^ como,han tenido que tener pacien- mientos no desú'intenci n; elrey^ que con- fantes.
cia'Jo» que. :bnsc&ndote en éLaloázari, qiue fiaba ciegamente en su lealtad, se lo suEl primero que se acercó con una fuente
sindudatehanbuscaido en sus últimos esi fría todo y aun alg;unas veces, se lo reia.
de gigote en las manos, fué Artal.
condrijoa, no han podido eiacontrarte; ¡ah!
Yo tañía el laúd y cantaba á poca di.sPero don Cantoncillo no se fiaba.
pah! y s í han violentado e^l arijEiario secreto
Muchas veces, si no hubiera andado listo, tancia de tus padres.
«pie <tú tienes en-la sacristía dpi la capilla y á causa de «na audacia suya, más grave
Tu madre entonces estaba en cinta áo tí.
reil,'{cóibo se habrán asombrado de ver allí que otras, 1© hubiera alcanzado un furioso Al ver á Artal, tu madre se estremeció y
tu perro muerto, con el cual debíamos lia- golpe del rey.
palideció, pero de una manera tan levo,
ber cargado los dbs domo dos bigardos! ¡oh!
Don Pedro lo hubiera sentido después, que nadie se apercibió, ni aun el mismo
esta aventurar eh que nos.enopntramos, rey porque do» Cantoncillo era sú demonio fa- Artal.
y señor mió é hij:<) queridísimo, es mucho miliar, y don: Cantoncillo hubiera quedado
Nadie, nadie más que yo.
n | ^ noble y además mucho máa entreten!^ lisiado ó muerto.
Yo, quo veo y noto; todo l o q u e hay 6
da: Boé haá: obligado á desplegar nuestro
En fin, el lobo jugaba constantemente sucede junto á mí, aunque nO miré, aunqw*
estandarte real y á cabalgar en batalla: y con el lepn, por espíritu de odio y de ven- no observe.
••
digo en batalla^ porque mucho será que an- ganza, jí el león ¡ que no conocía la perverArtal se sobrecogió también; pero se
tes dei^nianecer no te^Ugamos quei cercar sidad íntima de su lobo, porque con mucha repuso y se tomó aquel sobrecogimii>nto
el bastillo de Siantoval y cambiar algunos frecuencia le hacia grandes servicios, le por respeto.
ballestaaos: ¡ira de Dios! tú no sabes que amaba.
El diablo del amor, hijo mió, el diablo
; .
yo soy un soldado viejo y,un buen capitán;
Pero como hemos visto siempre que don del amor que había cogido de improviso A
eiíando yo marchaba, detrás de tu pa- Cantoncillo se metia, respecto del rey, en aquellas dos j<')venes almas, y las habia
dre con la silla de tijera debajo del brazo un terreno peligroso, se ponia en guardia. unido.
par» que sá sentase en un lugar alto para
^er la batalla, tú eras muy niño: yo he sido
herido varia» veces, mi querido Pedro j y
Tus padres permanecieron ocho dias eh
Biás'de una batalla ganó tu padre, y más
-T-Sí, hyp mío, sí,—dijo don Cantoncillo Monteagudo,
db un castillo y de una villa tomó ppr los después do que hubo descansado,—tú maLos dias se pasaban en la montería.
óonsejos-qfue yo lardí.
Gran parte de. la noche entre el testin y
dre fué una mártir, pero una mártir.heroica; nadie conoció su martirio; todos la cre- el sarao.
Yo era el cabeza de los juglares homyeron feliz, y contenta con tu padre, aunj-1 callóse p9j: alguBos instantes, comp para que si habia algo que tu madre aborreciese bres y mujeres que, habían acudido ó que
tojoa^aír aliiCnto, el juglar, porque hay que en el mundo era tu padre.
habia buscado el barón de Monteagudo, y
advertir, que aun cuando por no pQder ser
En este momento el caballo de don Can- para cada noche, preparaba una farsa nue^canzadps por }a,s gentes que pudieran sa- toncillo dio una violenta huida de costado va que complacia á todo el mundo.
Upf^raa .ellos .de taragoza,, hablan puesto y se p¿so lo menos á treinta pasos del caEl barón de Monteagudo se gastó en
sitó cab9,Up8 al pa^pi estos caba^Ps eran cor- ballo del rey.
aquellos ocho dias sus rentas de tres años.
celes de batalla aé un grai^ tronco, su porPero debia costarle mucho más caro el
—'¿Qué es eso?—preguntó don Pedro que
^41^.6.ara violento, y se hí^blaba mal yendo no habla hecho movimiento alguno..
honor de haber hospedado durante ocho
siobpíj.ellop,
—Nada, hijo mió, nada,—respondió el dias al príncipe heredero de la corona y .1
juglar,—es que este diablo de caballo es su joven y hermosa esposa y el placer de
casi arruinarse por ellos.
espantadizo. ;
Debia costarle la vida de su hijo Artal.
La verdad era, que al decir sus últimas
ElpBy se.jinpaoíentaba.
.
palabras don Cantoncillo, habia creído que
Pero guardaba un profundo silencio.'
Sin enabargo, por lo ardiente de sú re- el rey habia hecho un movimiento para
—Tu madre era una terrible virtud, mi
suello, que no podia ccmtener, se notaba, caer sobre él.
Pero don Pedro ni aun habia pensado en queridísimo hijo,—continuó el juglM" deso mas biei) nptaba don Pantoncillp, que anpués de haber compuesto á su caballo, que
.
nelaba sabéiradOTÍde iHaíáíáPsi* don Can- moverse.
—Pues cuidado, mucho cuidado, Canton- en aquel momento se habia verdaderamenio|ciUo;r(i^gBecto4 su madce. .
^í alg(í, ?¿éra- dé stis amores impuros, cülpjjá caballo es necesario estar siempre te asombrado de un matojo,—una heroína;
napia amado alaeSor reydon Pedro el Ce- muy prevenido, y, tanto más, cuando «6 ca- si yo no te pudiese certificar en la gran
virtud de tu madre, no te contarla la histobalgaron un bicho que jio sé conoce.
r—Yo itto me descuido jawás, hijo mio,-^ ria del paje ahorcado.
No debemos afligir á los que amamos, y
dijo don Cantoncillp que habia vuelto á poaunque yo no hé cónPcidó madre, ni sé si
ner su caballo al lado del.rey.—Conjtinúa, continúa con tu historia,— la he tenido, porque, como tú dices alguna
c ? s £ S . ? " „ * ° ' ' ^ , * ' W o n e s e s , catalanes,
vez, ¿s muy posible que el diablo me echara
dijo el rey.
Bentir. i f 1 A ^''^fíza se habia hecho /—Ya te he dicho que el joven y hermo- acá abajo en una noche de tormenta, comsísimo Ártal de Monteagudo, entró de paje prendo que nada puede ser tan doloroso
para un hombro como el -conocimiento do
« ¿ r a «i*^",^ '^'''í ^^^'''' ^*^^» heredado toda |8n la servidumbre de tu madre.
, Tu madre no habia intervenido en esto la infamia de su madre. : .
•M^^
""^ ^® ^" madre.
Y on tu madre, hijo y r©y mió, no hubo
^^%^^f^P'
**^ e»^'a terrible actividad ni aun se la habia consultado.
*«iá del i^ey don Pedido, quó muchas
Ella, en el tiempo que pasó en el casti- 1 infamia sino heroísmo.
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
53
El amor no se toma ó se deja á voluntad.
I'U es el <^uo nos toma ó nos deja ó nos
viii'lvtí locos ('( nos mata.
Yo no he podido vor nunca una mujer
hei'mosaó incitante sin sentir el enamoraiiiionto do la hermosura; pero te juro que
no he conocido el amor hasta que mi noble
esposa, la muy-alta, muy temida y muy
poderosa señora doña Juana Blancaflor, baronesa de Ariza y ricahembra do Aragón
por Voluntad y gracia del señor rey don
Pedro IV, (que Dios guarde), rae lo ha hecho conocer.
¡Oh, el amor! ¡clamor!
El es incontrastable, terrible: lo vence
todo; ol honor, la dignidad, la virtud, la
ausencia caen vencidos ante él.
Y tu madre am<) porque estaba escrito
([ue araasi}.
Y amó con toda su alma.
Amó como solo ella era capaz de amar.
— ¡Eh! ¡Diablo!—exclamó de pronto el
juglar,—¿estamos seguros? rae parece que
resuelh\s con más fuerza que antes.
—Sigue, sigue,—exclamó el rey,—me
irritas, y me entretienes, porque si enestos
f.istidiosos momentos no me irritase, ¿qué
me habiade hacer? aburrirme más y más:
en la duda entre si te tiendo la lanza ó
mando hacer alto y que te cuelguen de un
á.rbol, ó dejarte seguir tu larga y pesada
historia del paje ahorcado, me entretengo y
se rae hace menos enojoso este viaje, ó por
mejor decir, esta fuga, áque me han obligado mis buenos vasallos dé Aragón.
—Pues ¿por qué prolongo yo la historia y
la hago un tanto punzante para tí, si no
para ontrotonerte, hijo mió 3' señor? Pero
bueno es saber que te dan te:itaciones de
darme una lanzada, 6 de hacerme colgar
para escapar á tiempo y al primer indicio,
volver á seguida, porque tú te arrepentirías
de haber atentado á la vida de tu buen
Cafttoncillo desde que atentases á ella, es
necesario parar este primer golpe: bastante me aprovecharla te arrepintieses de
haberme herido y te sintieses inconsolable
por mi pérdida después do haberme matado...
—¿No sabes una cosa, CantonciUo?—dijo
el rey.
—¿Qué, hijo mió? ¿qué cosa sabrás tú
que yo no sepa?
—Pues .sin duda no sabes que yo duermo
perfectamente sobre los arzones como si
estuviera en mi lecho.
—Sí que losé, mi queridísimo hijo; pero
no sabia que tenias sueño.
—Sí,ymudio, CantonciUo.—dijo el rey,
—pero ahora no quiero dormirme hasta que
me cuentos por completo la historia de tu
pa'e ahorcado, te suplico que la acabes
broyemeflte.
—iAhlyocreiaqiieti'i querias entretener
el tiempo y ú pmpilsito lo prolongaba.?.
(St amtinwirá.)
FISIOLOGÍA M LA tm
II li
mm.
Todas las obras de ia oroaeion son un
misterio incomprensible para el hombre;
pero la más bella, lá más perfecta, y al
mismo lii'mpo la más frágil, es un arcano
que con toda su ciencia y toda su paciencia, bien cuidada predispone en favor de su
poseedora, y denota estudio (1), p«rseveno ka conseguido penetrar.
Muchos y muy grandes descubrimientos ranciay reflexión; las uftas desiguales <) rolso han efectuado con el andar del tiempo; das, indican mal genio, veleidad é insipilas ciencias y las artes han llegado á un dez; la mano algo gruesa, corta y rosada,
alto grado de perfección y desarrollo; y la marca bondad de carácter; la huesosa, seca
mujer, nuestra compañera de toda la vida, y pálida irrascibilidad. La mano pequeña,
blanca, algo delgada y con las uñas bien
nos es completamente desconocida.
Madre, no sabemos hasta qué punto pue- marcadas, denota constancia en amor, pero
de llegar su abnegación y cariño. Herma- celos, indecisión y debilidad de carácter;
Finalmente, la mano blanca, mórbida^
na, nos es imposible marear los límites á
que alcanza su desinterés y condescenden- de uñas ovaladas, rosadas y cortadas con
cia. Esposa, ignoramos de lo que es capaz esmero, es la que se debe desear encontrar
su amor, su valor y su osadía.
en una amiga.
Y sin embargo, es tímida, dulce, soberLa mano de la mujer no expresa nunca
bia, inaccesible, celosa y sufrida, y cual- la fidelidad.
quiera de estas cualidades se encierran sO'
El modo de dar la mano no es menos elolas, ó simultáneamente en el corazón de la cuente que su apariencia; la mujer franca
mujer.
y leal la da abierta, la palma hacia arriba;
Levantar, pues, una punta del velo que | la cautelosa la da al contrario, y solo so
encubre tanto misterio, es una empresa que siente la presión de los dedos; la amiga da
debe cautivar la atención del hombre, para la mano palma con palma; la liostil solo da
ver si consigue encontrar una base en que los dedos; la tímida apenas deja tocarla, y
poder fundar sus observaciones , para pro- la presenta con el pulgar alto y los dedos
ceder con acierto á juzgar el carácter de la medio cerrados.
mujer.
La mujer de raza da la mano de cualUna vez fija la imaginación en esta idea, quiera de los modos indicados, pero franca
es preciso buscar un lado vulnerable que y decididamente; pero la que ocupa una
poder atacar, sin despertar la desconfianza posición superior á su clase (parventie), la
del enemigo y sin darle tiempo de ponerse en da como los obispos dan el anillo á besar á
guardia contra una investigación, que tieUe los fieles.
por objeto el penetrar en lo más íntimo de
Las inglesas 7 americanas dan la mano
su ser.
¿La palabra? Tal es la maestría con que sacudiéndola con fuerza, pero la posición
la mujer se sirve de ella para ocultar sus sigue las mismas reglas, solo que al amigo
verdaderos pensamientos, que ese lado no •e la alargan, al indiferente se la dejan toofrece punto de ataque. ¿El semblante? ¡hoy mar, al que odian se la dan de bajo á alto,
dia es tan falaz! y se presta además á tan- esto es, bajando la muñeca, y al que domitas alteraciones, que no es posible ver en nan ó prótejen al contrario.
La presión de la mano significa también
él la mayor parte de líjs impresiones que
le agitan. ¿Los ojos? ¿Quién no ha sido en- algo; amistad, condescendencia, bondad, ingañado por ellos? ¿Quién no los ha visto dulgencia, intimidad y cariño; y combinaverter lagrimas estando el alma llena de da la presión con el carácter de la mano y
júbilo, mirar con amor y dulzura cuando el sus posiciones naturales, no es del todo
odio estaba detrás de ellos encubierto? ¿Y imposible el saber á qué atenerse, á res
aparecer irritados para velar los más tier- pecto de la persona que observamos. Las
mujeres entre sí nunca se equivocan, y la
nos sentimientos?
El porte del cuerpo obedece con docili- manera en que se dan la mano la primera
dad al pensamiento que le guia; y el pié vez, decide, en lo general, de sus relacioestá tan alterado por d arte, que ^cspues nes de toda la vida.
Hay, sin duda alguna, excepciones á esde reflexionar seriamente, solo nos queda
la mano en que poder buscar los indicios tas reglas, y mujeres capaces de no d.ejar8e
que nos han de conducir al resultado que sorprender ni aun en es^o; pero es muy
raro que logren estar siétapre sobre aviso
deseamos.
La mano de la mujer tiene una vida suya y más raro aun que. dominadas por los senpropia, una significación clara y termi- timientos violentos inherentes al temperanante; no se mueve con estudio y es fiel in- mento nervioso que les es peculiar, no so
térprete de sentimientos que no cree reve- hagan traición á sí mismas, á veces en el
lar. Por lo tanto, se puede sacar un gran momento en que más atención se las obpartido de su configuración y posiciones, serva.
AUIA>.
con tanta mayor facilidad, cuanto que es la
parte del cuerpo que menos se recata, y
HONOR DE KSPOSA
por decirlo así, que actúa con completa independencia de la voluntad.
Y CORAZÓN D E MADRE.
Fácil es convencerse de que la mano de
novüLi oaiowAL
la mujer dulce y afectuosaj se levanta con
los dedos algo doblados, y acompafia sus
DE DON RAMÓN 0RT16A Y FAUS.
palabras con movimientos que paretee expresar el deseo de hacer una caricia, al
(CnUmáüán.)
paso que la de la mujer altanera, irascible
—Vamos á la iglesia,—dijo don Pedro.
é imperiosa se mueve con cierta tensión
especial del pulgar y el índice.
—Supongo que nos aconlpañará Juana.
—Nadie.
La mujer descuidada y perezosa, desean
—Padre mío...
sa las manos volviéndolas exteriorm'ente y
medio abiertas, demostrando claramente el
abandono; y la hacendosa é instruida, lo
(i) Algiinu Hlenlst ktern |i*lt de tener lienipre los
hace la palma hacia abajo medio cerradas y düdos
luancludM de Unía, («liimente uo ion Ui e>|M>como preparadas á ejercitarse. La mano nobt.
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
53
—Cuando yo mando, se obedece.
do, puesto que de acuerdo obraban, habían
—Andrés se queda, y podéis hablar con
—Perdonad,—dijo María.
cometido una torpeza, pues no sé les había ól mientras yo vuelvo, pues nos aguarfian
Y se dirigió á su aposento, llamando á ocurrido que María, adivinando la verdad, y no puedo detenerme.
su doncella con pretexto do quo la ayudase encargase á Juana ó á cualquier otro cria—Nada de particular tengo que deciros,
4 vestir, aunque en realidad para decirle lo do quo la siguiese y que diese luego parte —respondió Querubín,—y por c nsiguientc,
que sucedía.
de lo sucedido al amante misterioso.
os veré otro día más despacio.
Pálida y agitada profundamente estaba la
Siempre se olvida un detallo en esta claNinguna clase de explicaciones necesitahija del comendador.
se de intrigas, siempre se deja un hilo suel- ba el m.incebn para comprender lo que suNo era menester más que mirarla para to, y Juana, con admirable habilidad, supo cedía y ,«olo pensó en averiguar adonde llecomprender su trastorno.
aprovechar la ocasión.
vaban á la joven.
—iQué pasa?—la preguntó la sirviente.
—Ahora,—dijo ladoncella,—guardad si¿De quién era aquel carruaje?
—Mi padre me manda vestirme para sa- lencio, porque si alguien nos observa, no
Si esto ]o hubiera sabido Querubín, nada
lir con él.
conviene que nos vean hablar. Algún dine- más habría necesitado; pero lo ignoraba, y
—jY adonde habéis de ir?
ro tenéis, y también alhajas, y os aconsejo pensó que el único recurso ora seguir con
—Dice que á la iglesia.
que no las dejéis aquí, pues es posible que disimulo el coche para ver dónde se de— jAla iglesia!...
las necesitéis para comprar los servicios de tenia.
—Y no ha de venir con nosotros ningún algún criado de la comunidad. Debéis tam(Se continuará.)
bién ir prevenida con papel y pluma por si
í^riido.
Juana arrugó el entrecejo y quedó silen- tenéis que escribir, y en cuanto á tinta, podéis serviros en caso necesario aunque sea
ciosa.
SECCIÓN DE AMERICA.
-—¿Qué intenta mi padre?... El corazón de vuestra misma sangre. Todo esto lo
ocultareis sobre vuestro pecho, entre vuesme anuncia una gran desgracia.
A ORILLAS DEL AMAZONAS.
-^Empezá.mos á ver el resultado de su tra ropa, ó como mejor os parezca, pues es
probable
que
os
hagan
desnudar
para
quo
reserva de estos días.
—Estoy trastornada y no acierto á dis- os pongáis el hábito de la comunidad. BasY ULTIMO.
ta de explicaciones; mucho disimulo y mucurrir sobre mi horrible situación.
cha atención á todo lo que hago.
¿ Debo decir alguna cosa sobre los senti—Vestios y entre tanto escuchadme.
—Juana, no me abandones en estos críY esto diciendo la doncella, abrió arcas mientos que se fueron despertando en
ticos momentos.
y cajones, y al mismo tiempo que Sacaba Oven-iá? ¿ Debo decir 1 > que llegó á pasar
—{Abandonaros!... jAcaso tenéis moti- las prendas de que su señora tenía necesi- eh aquel corazón juvenil, en aquella alma
vos para poner en duda mi lealtad?
dad, envolvía en un trozo de lienzo alhajas virgen, hija de la naturaleza, refractaria á
—Habla, explícate,-repuso María mien- de bastante valor, y las pocas monedas de la civilización, pero encerrada y oprimida
por las leyes del instinto, que son en los
tras se despojaba de su ropa para ponerse que podía disponer.
li que su doncella le prepai-aba.
María, secundando á su doncella, guar- pueblos salvajes, las bases de la moral y de
Algunos minutos de reflexión fueron bas- daba las joyas de modo que era imposible la conservación?
Oven-iá principió á ser el silencioso testíínto para que la traviesa doncella, hacien» encontrarlas como no la despojasen hasta
tigo de mis pesares y alegrías. Constituida
'lo deducciones, adivinase la verdad^ ó cre- de su camisa.
yese haberla adivinado.
Una pluma y algunas hojas de papel iban en mi sombra, en estudiar mis movimientos, en reproducir mis palabras, en guardar
—Vuestro padre,-*-dijo,—desconfía de también en el envoltoiio.
todo el mundo, quizá hasta del mismo AnQuince minutos después se presentó don mí sueño, en seguir mis pasos en el Í3osqne,
en sonreírse melancólicamente, rae hizo
drés.
Pedro.
Ocupábase la doncella en recoger y guar- comprender bien pronto, que yo, hombre do
—No lo creo, porque siempre ha sido su
confidente y en realidad no tiene motivos dar lais prendas que se había quitado su se- la moderna cultura, había impresionado
aquella hija de las pampas americanas, y
para suponer qué sea capaz do cometer una flora.
—¿Ya estás dispuesta*—dijo el comen- que en aquel' corazón se engendr.aba una
traición.
pasión inmensa, que podía producir en mi
— Entonces Andrés desconfla de mí, dador.
difícil posición, graves y serias complica—Sí, padre mío,-respondió la joven.
puesto que asegura que ignora' lo quo proResonó en aquellos momentos el ruido ciones.
yecta vuestro padre; pero afortunadamente
de un carruaje que se detuvo á la puerta
Además, debo decirlo todo. Ante la belleyo lo adivino.
de la casa.
za salvaje, generosa y poética de Oven-ía,
-^¡Que lo adivinas.'
¿Quién iba á visitarlos?
no tenia en mí voluntad fuerzas suficien• ' —Sí. .
Abrigó Maríalaesperjwíza de que su padre tes para resistir; sentía en mí una atracción
' —¿Y qué piensas hacer?
'
so viese obligado á recibir á cualquiera de cada vez más fuerte, y experimentaba esa
'•^Desdo aquí vais á un convento.
sus amigos, en cuyo caso tendría ella más aspecie de compasión quo.bíen pronto dege—¡Juárial...
—No tembléis, que en un convento ten- tiemiw para reflexionar y conferenciar con nera en una pasión sin límites.
sü doncella.
Las casualidades suelen ser sorpresas indréis más libertad que en esta; cassi.
' >—Pero ignorando Querubín dónde meenEmpero la infeliz se equivocó, porque su voluntarias que llegan á dominar el pensamiento y la voluntad. Oven-iá merecía ser
cuentro...
padre dijo:
amada, porque nunca se habia presentado
—No lo ignorará.
—Vamos.
á la imaginación humana un tipo semeObedeció María.
—¿Quién ha de decírselo, si tú no lo sabes? •
En una antecámara esperaba Andrés que jante. Es prebiso reírse do las creaciones
fantásticas de Chateaubriand ante aquella
—Vueáti-o padre comete nna torpoza, y los siguió.
aprovecharé la ocasión. '
Ningún criado se presentaba para anun-- realidad que reproducía sin querer ei recuerdo de la sensible Átala, y de las mujo—No te comprendo.
ciar la supuesta visita.
' 'f'^"*"'!*'"algais, yo saldré, os sofrniró
Bajaron y salioroa déla casii, encontran4 res de los Natchez. ' •
disimulaflamehte,;.;
Oven-iá era algo más aun. Buscad en ésas
do el carruaje, cuya portezuela abría un la" ^lAM.v.- . • . ; , , .
pinturas; llenas do encanto, de juventud y de
cayo.
—¿Entendéis ahora?
Todo lo comprendió entonces María. Su belleza con que muchos artistas nos han
—¡Nosi hemos salvado!
i
padre íiatóa podido el coche é.'- uno de suspresentado la imagen de la América; recor—Cuando vuelva vuestro padre aquí lad amigos.
dad aquellos modelos blancos ó Ijronceaencontrará.
'.
dos quo formaban la corto de Alcivhualpa,
¿I/legaría Juana á tiempo?
—Yluego..i.' ;
—Entra,—dijo el comendador á la joven. aquellas hijas del sol que consagraban á la
—El señor Querubín sabrá todo lo quo
Poro ésta se detuvo, 'porque de lépente pureza de la luz la pureza virginal de su
lecosita saber, de manera que debéis cspo- se presentó Querubín.
hermosura, y podréis formar una idea do lo
'"arlo, ó por lo menos esperar noticias suHizo el anciano un gesto de contrariedad; que era la divina Oveh-iá.
y*s, pues habéis do recibirlas cuando mé- por.') esforzándose, saludó cortcsmente al
Creo que ora imposible, de todo punto
'"*8 lo penséis.
im[)osible, dejar de amarla. Como llegué á
mancebo.
afectivamente, el comendador y su criaá sucumbir ante aquella fascinación, ante
Luego dijo:
EL PJSRIPDÍGO PARA TODOS.
51
;^UG1 prestigio, ante aquella muda espec- lución suprema, puso su. mano sobre mi peY sin esperar nuevas explicaciones," mancho y dijo;.
taoion, tié aquí lo que voy á explicar.
dó á sus hombres qué se dispusiesen á marYa he dicho que Oveu-iá espiaba y se—Yo quiero vivir en tu corazón.
chai" ai día;siguiente contra la tribu délos
guía todos mis movimientos; también he
¿Qué pasó entonces por mí? No sabré ex- Plumas Negras. Todo aquel dia sé advirtió
referido qae al abrir los ojos, en el instan- plicarlo, pero yo estreché frejiéticamenté eñ el campamento ürta agitación extraordinate en que el primer rayo deia aurora heria aquella mano y contesté : ; .
ria. Se trataba de vengar antiguaS'y recienmis>p«pilas,- me encontraba, al pié de,mi
-:-Este corazón :será tuyo, .siempre tuyo. tés ofensas'en uíios 'vecinoí I inquietos y pelilecho, de hojas de plátano, á la hermosa salDesde aquel dia idolatré á Ovea»i;i. Era grosos, y todo era movimiento, animarioa y
vaje que eíjtaba allí siempre, ó para yela,r imposible dejar diei amarla.:En ios aíomeni- vida. Los hombros foi'mabain duizias guermi sueño ó recoger mi priqjera mirada.-, tos de nuestra soledad le preguntaba: , reras en donde se veia la vertigihosa i'apiPues bien; al cuarto dia de mi estancia
—¿Te acuerdas de mí ? í
dezide sus aptitudes fantásticas y caprichoen la cabana de los hombrea rojos, Oveniá
—¡Oh! demasiado,—me contestaba. ,
sas: las mt)geres cantaban & compás y bajo
dejó verter algunas lágrimas al tiempo de
Nadie ?abe lo que es esta palabra hasta una melodía extraña, ritmos singulares
mirarme.
tanto que uno la escucha,
que animaban la sangre'dé los'éombatíen- —¿Es , verdad que no te irás ?—me pre- , Quince días pasaron en egta felicidad.
tes, mientras que miichoá ágiles gi'netes
guntó con un acento dulcísimo fijando sus
Goafleso que me babia casi olvidado de ejercitaban á sus indómitos ea'ballQS.á toda
ojos en los mios.
mis amíg(;ifl: que todo tomaba para mí un elasie: de-saltos y carreras. ••'•• li
Yo la contemplé en silencio por algunos carácter de instabilidad extraordinaria, y
A la caida de la tarde la multitud se ha;instantes y exclamé:
que Oven-iá, dueña cadü vea de mí alma y bia aumentado prodigiosamente; numero—¿Y qué debo hacpriaíiuí, Oven-iá? Debe de JU). voluntad, era la úaica que tenia po- sas bandadas de hombres rojos acudían á
llegar el momento de separarme de tu lado der bastante para qua no pensase jais en l'a los diversos aduares y encendían hogueras
si iwi lie detenido ha sidp por si llegaba á re8plan.deci<snte hermosura cada,vez más en torno de la cabana del sakaáij Yo a^dtener noticias de miiS' pobres amigos:'*
seductora.
• i ••' .
vertia qué en n>cdio de aquella .-^oníusion
Oven-iá inclinó la Cabeza, y acabó por
Cutindo principié á olvidar acerca de lan había cierto orden y .cierta soleiiíne gravemurmurar:
. - '
circu9staB<fias que me habian llevado á dad, especialmente entre los,ancianos.
—Ya sabes que Tucapelo, mi padre, ha aquella tribu de indios, cuand<) á fuerza
La noche vinoiy ¡con ella la llegada ide
mandado lioinbres rojos para que eiploren de estar deslumhrado por los encantos de nuevos soiladosí Tan luego .comose estartoda la orilla izquierda del Amaaonas.';
Oven-ii,.oiyidíiba patria, amigo» y hasta el blecían -formaban' grandes círoulosiy: .éacen-Al dia siguiente tae dirigí al YOCÍBO, bos- término lejano de mi peligrosa excursión, dian en el centro una hoguera quedaba á
<}uey mo senté soibre un peñasco. Meditaba me llamó de repente el jefe de los hombres sus gr-upos 'una viaualidad; completamente
acaso ea aquella mujer salvaje, a,nte la cual .rojos'., . -I .: . ' . , • . , - • .
, , • • ' : - ., . .^.,
fantástica. -El JaiAí?» daíba diferentes dispome sentía subyugado, cuando aiii saber , , En el rostro se^vero, pera, siempre gene- siciones, y aunque me admitía en su i(tonsecóruB se ma preseiító' (le repente entr^ roso de Tucapelo, existia algo que parecía jousabapor lo regula* el dialecto de su
abriendo: unas ramas jóvenes cargadas de violento; pero' dominando sus impresiimes tribu y no me era.posible bomprenderlo. :
ñores de magnolia.
:
' : ••
exclamó:
íAh! aquella ¿oche dejó eternos recuer• Ella llevó un dedo á lo? Iabio8-«oiao si
—Hombre blanco, mi cabana y mi tribu dos en mi corazón. Hacia una luna explenrtio suplicíise el silencio y la inmovilidad, y te han dado franca y cordial hospitalidad^ dente;.él cielo brillaba con las más hef mosás
;VÍno ú seatarise á ilai lado. A viecea.ptirecia; desdé que el Anwízona» te trajo á nuestra constelaciones, y las brisas aromatiaa<las
temblar, y. otras, entregarse á una ^ciega; tierra, envuelto en Sus amenazadoras espu- de los bosques-lieiyabau hasta mí esoS perconfianza.
. i • ^ I i mas. Aquí: estarías toda la yidd< á la sombra fumes 'voli^uosos que-despiCTÉatten eí al,Í)e pronto me señaló un punto lejanodei cariñosa de nuestros bosques, y bajo «l:oui- ma las emociones más vivas y apasionadas.
hi selva y la corriente cada vez má» grande dado de nuestraseapioaas é hijos. Pero «abe
Lá enaeicion exitraftaj melanoólioa á veces
üiuoponente-del Amazonas.
,
que hay otros deberes que cumplir. La tri- y fantástica otras de Idsbontbres rojos, aae
• •—ijCtjnoees aquel sitio?—mepraguntó.
bu de los Plumas Neffras, enemiga etepnfi producía una extraña soñolencíai;<]a8Í prin•if—Noj—coüttiesté despuas de haberlo exa- de la nüestT;á, tieae en su- poder'cuatro cipiaba á olvidar mi situación y mis amirminadoi• ; ,• ¡• .n. '•.., '^.^ hombres blancos y un negro, recogidoB ifln gos cuando sentí;unes leirtos^ pasos que se
-~iPues allíiv... eerca <ie aquel árbol, te la inundación id^ rio madm (li)..E$tp»hüm-: aoerca\>aii. Volvila c^eza y^ví á Qven-iá,
salvó de la corriente del rio. Tu caballo es- bres deben aer tus amigo^* y habiéndolos^ másj hérmosaf que > nunca, pila no me' dijo
taba ahogado; llevabas Una sierpiente ver- reclamado me han sido negados. Faltaría una palabra y se sentó á mí lado.-:: • . •• •
de enroscada á tu ctierpo. Mi flauta mató á mi deber si no te manifestase q.ue como
Asi permanecimos largo JtiemJjOj La luna
a laserpiento. : '
/ ' ,
.•
venganza á mi reolaimacion ti'ataalQS,,í'/«-' hería con sus rayos la hermosa frehte de
La hermosa indiáme recordaba aquel mas iW^r»* sacrificar á tus.oómpañeros, la joven salvaje, y estos rayos'penetraban
primer lazo de íelicidad, en que ella había que ya son' los míos y por los vínculos de la á través de las hojas á& nnaakt'ws, d cuyo
encontrado clamor á trueque do;,híí)>erme hospitalidad, y ante una negativa semejan- pié nos encontrábamos. Yo temblabí^ ante
salvado la vidaí Yo entonces mo acerqué, á; te he resuelto que mis guerreros sailga;B: hoy aquella diviiíídad de la natüiíaleza. • • /
mismo á hacer la guerra á mis implicables' Cuando hubo termiíjado el lóanto eintíe
(Jveo-iái la tomé diela mimo y exidamó:
—Yásé todo loque te I debo... es dfts, ve- enemigos.. Yo parto al frente de eUos,:Tú, -lastribüSj me dijo con tina seriedad impoces la vida... íNunea podré Olvidar aquellos mientras tanto, quedarás en la <j.áil»añi» «í,^ nente:
.. ':í'l',!'
mi padre y cuidarás de mi hija. ' -•
instantes', • •••. A ••- •
••;•:• , _. i ,. .,;
—Mañana, hombre blanoocjta ivsií-á la
La india se sonrié.Beipuso de pié, t{»m(í
Cuando escuché este .noble razoníkmíonto guerra,! ó mejor dióhoivamofe juntos, poruna; tlorí deliéadísiuaa de. oolov, de púrpura i s^nti renAcer en,mí toda la amistad,^ti- que yo estaré cerca de tí, para evitarvquie
la- colocó sileneiosiaiiiente en la palma de gua, toda la gratitud presente, yi lodo él las flechasemrenenadas &e\oaPlmríts Nesa laano lequiérda^ y ujja ráfaga deíviento amor >que profesaba á OveA-iá. • ••.\K ;•
ffras, puedan herir tu cuerpos inaflaBa acacpmo «traído por Ift voluntad de la joven
—¡Ah!—exclamé,rfrno iréis soloi, Tuca- so sea el último día.dé-'nuestra diohíl, porsalvaje, la arrebató imaedíatameate.:
pelo,' mi deber es acompañaros y oompairtir que si mi padre salva áttas x8m{»8ñeros, tú
Despue» ntb dijo can tono misterioso Í
con vos de las glorías ló'de los deeastiíeS' de te alejarás con ellos de la choza 'hospitala-^Hé aquí lo que; son los recuerdos y las la empresa. ¡Cómo! vos tan generoso con- ria que te ha guardado después. ;d!el inforpromesas, '
' ' : ':
;'i! I,]'
migó queréis exponer vuestra exisfcénoia y tunio.
la d« vuestros toldados únícafmjeBte.'por salLa alegoría ertí toa queya y repliqué :
Y haciendo una ipauísa repentina^ prosivar á mis compañeros! Mi gratitud será guió pooc después:
—Oven-iá, yo to oltFÍdo jamás.
,
eterna y mi reconocimiento rio tendrá iími—¿Ni á, mí tampoco?—preguntó ella.
— ¡Ah! ¿por qué no te ahogaste,ea el rio
—A tí, nunca; yiviráis siempre en mi
madre? ¿por qué la serpiente verde lío aca• meJit©.'
•
•
• •'.
, ' . . • ' .
•—La ho»pitalidad del sakom de los hom- bó con tu existencia? porqtie yoú....
• • — ¡Ah! no, no,-+-ex^e]iainó la india,—la bres rojos,—me contestó Tucapelo,-^comEnmudeció de nuevo, bajó lo» ojós.y se
mente es fría, todo lo qne sala de la cabezai prende estos deberes.
hecho á llorar;
produce hielo, yoiquiero vivirenotraparte.
Yo comprendí el irilstísímo^ drama que
—rDónde! —exclamé alsombíado.
pasaba en aquel corazón, y seducido, dosOven-iá vacüó, pero tomando una reso- (1) Amazona»,
lumbrado por tanta bplleza.exclant"?;
t e s v
•
' ••
•>'
,
•
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
55
—Yo no quiero más que una gracia,—le
'-^lOren-iá... Oven-iá! Yo también hubie- alejaré de tu lado, yo no te separar ó de mi
ra deseado no haberte conocido... Yo tam- jamás, sino que le diréá tu padre el sakem dije con profunda emoción.
—¿Cual?—me dijo.
bién hubiera q[uerido morir bajo los anillos do la tribu de los hombres rojos. «Yo amo
— i Tu hija!
de aquella serpien+a. ¿Por qué me salvaste á tu hija, yo adoro átu hija, yo debo la vida
Excuso describir la escena que se sila vida?
á tu hija y quiero que sea mi esposa, quie.,EUa ¡me miró intensamente y después ro que viva á mi lado, unida por mí con los guió después, la emocionde aquel salvaje
copitipuó midiendo sus palabras.
vínculos sagrad s de mi fe. ¿Lo deseas así? generoso, y la alegría de la hermosa Oveni
r^ha, vieja Eartiiíi, la bruja.de la montaLa hermosa salvaje dio un grito de ale- iá.Mis compañeros se quedaron con la boca
abierta; pero yo les expliqué en muy 'pocas
ña negra me dijo que el hombre blanco de- gría y exclamó:
cidiria de mi deptino. El hombre blanco ha
—Mi vida es tu vida, hombre blanco: yo palabras mi situación.
En suma: hoy, en que escribo'estas lí'
llegado, y así ha sido en efecto. Dime: quie- seré tu esclava.
neas, hace ya cuatro años que sucedieron
ro aabér de ti una cosa. Nosotras, las mujeres que desechamos los lazos' de la civiliPasó la noche y la aurora anunció á los las escenas que acabo de describir. Vito en
zación, amam.bs todo aquello que debemos hombres rojos que habia llegado la hora de una preciosa casa rústica, en los fronteras
amar. Esta noche es la noche de los miste- partir. Más de rail guerreros estaban dis- del Brasil; he hecho hermosas plantaciones
rioa,.iy quiero &aJbeC;lo que,pasa en el fon- puestos y el sakeiú acompañado de Oven-iá á orillas de nn rio caudaloso* y recojo pinido de tu corazón.
y de. mí se unió al frente de sus soldados. gües cosechas de frotos abundantes y es'
;.
Yb estreché entre mis brazos á Oven-iá, Oven-iá era feliz y no se separaba de mi cogidos.
Oven-iá es mi esposa. Ha recibido los
porque era- impos^ible dejar de idolatrar lado. Montaba en unas andas ' parecidas á
aquel candor y aquella belleza resplande- las que usábanlos antiguos incas, y dos es- conocimientos de la fe cristiana, y mé''ha
ciente.
clavos con abanicos de plumas le hacían dado un hermoso niño y una preciosa «iña
airey le defendían de los rayos del sol. A que llenan mi casa de alegría. OveÍMáse
—Bien; hablfti—-exclamé:
! —-Qjjiero que me digas qué es lo que ha- mí se miS habia dado un caballo y nuevas ha cambiado su noitibre salvaje porel-de
María, y puedo decir que soy un hOfiíbte
céis vosotros ©uando una mvyer os ha dé armas.
'" "
amar por toda la vida; quiero que me cuen- - Cruzamo» unos extensos bosques, y á la verdaderamente feliz.
tes si el amor entro vuestras tribus es eter- caida de la tarde descubrimos unas nuevas
Mis amigos se han establecido ert lá íluna como el nuestro j porque aqui, cuando lle- llanuras en cuyo fondo se descubrían las yána francesa, y:álM han entablado el íav
gamos á amará un hombre, ya no vplye- cába¿á»j3 esparcidas de tUi Bumeroso pueblo. moso comercio de pieles y de plumás'qu*
raos á amar á- otro dorante el cuíáo de .—Hé allí en dónde están Xo&Pl'Umas Ne-convenimos en las'orillas del Amaronas.
nuestra vida.
gras: hé allí donde están presos ó muertos Yo recibo de ellos'HOt'icias muy favorable».
• >t*Ijo 4>ie:noflótro» hacemos,—contesta,— tus amigos. La última palabra. Campeche e? mi üoes unir nuestra suerte por medlo^^de un " Tembló á esta última predicción, pero cinero y Gur-Gvr ¡ayo dé mis hijos ; ambos
vínculo st^grado á la muerte de la uaujér la esperanza, vino á reanimarme. ¡Quién se han casado y no lo pasan mal'. '
qiie «e aftia; es vivir bajo un mismo teclio, sabe! A)>rig3Í>a el convencimiento de que
Tucapelo viene de tiempo entieitpOá
es gozar de unas mismas alegrías, es llorar todo saldría perfectamente. Las sombras ver á su hija. En virtud á estas visitas,
con lagrimáis idénticas, es, en. una palabra, de la noche nos envolvieron bien pr nto y hoy la tribu -de los Hombres rojos está pródos seres en uno hasta que la muerte vie- pudimos avanzar bajo la seguridad de no; xima á ser un pueblo industrial y florééiénne á separarlos.
ser vistos. A medida que el peligro se acer- te, abandonando la vida de los bosques.
¿Qué debo decir de mí? Nada más que una
, —Eso es poco,^—contestó Oven-iá con caba Oven-iá no se separaba de mi lado.
acento melancólico.—Nosotros cuandoamaCuando nos aproximamos la lumbre de palabra. Cuándo se ama como yo he llegado
mos; nosotros, cuando queremos á yn hom- nuestros enemigos, descubrimos que danza- á amar á María, es iniposible que háyft en
bre, vivimos con él en la soledad ,"í)órqhe ban alegremente en torno de grandes ho- la tierra, ni una felicidad más completa, ni
aquel hombre es nuestro y fio pertenece gueras. La principal de todas reflejaba so- una dicha selttejante.' - • •''' '
nada más que á nuestro corazón. Su vjijda, bre.,una cabana y en ia puerta de ella estaTORtl ATU .TARRASQ.
su aliento, los latidos de. su-pecho, sus pa- ban agarrotados y expuestos á ser sacrifilabras, sus miradas, todo, en ftn, es para cados de un momento á otro mis dignos y
nosotras. Si un pájaro roba por un instan- cariñosos amigos.
,SE: 111 ™ LOS CÁBELOS Y B l € O m . . . . o
t e ! ^ atención, el pájaro muere. Nosotras
ÍJÓ que pasó por mí éií aquel iilstante no
•
("HlSItlRU'QlF. PABEM CCENTO.) ^
tenemos celos de las flores, del viento, do lo sabré explicar: miré á Tücapeló y le sela luna, de las estrellas, de todo, en'fin. Si ñalé todo lo que estaba viendo.
este hombre se a^isenta, nosotras morimos; ^—Descuida,—me contestó.—Ha llegado
El café Suizo de la hermosa y noble villa
si ese hombre vuelve, nosotras ;pesucita- la hora de la venganza.
raos; si él ha muerto, entonces una'misma •Di^valgunas órdenes y loS. hombres rojo* do Madrid estaba'sumamente concurrido
tumba cubm nuestros despojos. iH¿ aqiií á se precipitaron sobre los Plnmas. Negras en la noche del 20 de Diciembre del -año
:' '; ;.'
la mujer salvaje. Ahora; espúchaTifiW, hom^ con un vozerío espantoso. Ovén-iá habiá de 18661 • :
El murmullo de las diferentes conversabre blanco. Yo te amo... porque te' amó... montado á bat^allo y avanzó á ini lado en
Máftaiia, si te marchas. ^. yo moriré, poique Medio de aquella horrible confusión, hasta ciones, las TOces agudas! y>diecordantestíe
los monos del estabíecimieiítO', y las'palraalá flor qrae se arranca del talla que la "sos* qtiepildimoS llegar cerca de mis amigos.
tiene no puede vivir.
> '
— ¡Norton! ¡Josué! ¡Bustillo!—exclamé ilas que sonaban aquí y allá, formaí»antm
ruido atronador. .
—Oven-iá,—excFamé,—¿cree* tú que yo desatando los lazos que los sujetaba.
Sentados ante una mesa de las más indeje de amarte?... ¿Crees tú q'ie yo pueda
—¡Bertdin!—gritaron ellosdominados por
olTídarto?
i
la más viva emoción y cubriéndome con sus mediatas á la puerta del café, habiá coatío
jóvenes elegantes y distinguidos.
•
'"+—No lo sé, pero si salvas á tus amigos abrazos.
Tres de ellos saboreaban senda» tazas de
¿qué piensas hacer? ¿Mai'charte com ello»?
No sabré expl'car lo que pasó d<»spues.
feVolvtír a l a tribu de los hombres rojos? El combate "^eguia y las Plumas Mffras sabroso y aromático moka, mientras el t*»' E r a » tan severo y exacto el dilema que fueron destrozados completamente. A Cam- cero tomaba á pequeños sorbos una oopade
k^ül* delanté'de m< la joven salvaje, que peche le encontramos atado dé Un árbol, y marrasquino.
Uno de aquellos jóvenes' se distin^ia <te
iMttaera' sidi> una crueldad en mí faltar á á Gwr-Gur próximo á una gran caldera de
mi deber, .- . .,,,
agua hirviendo, donde lo iban á meter para sus compañeros por su abundante y ensorPues bien; ya que quieres saber lia lavarle el cutis. Las aventuras sucedidas tijada cabellera, y por sus retórcidoe bi•Terdad, te ladiró -tal como la dicta mi co- ^ mis amigos eran muy parecidas á las gotes.
irazon. Si encuentro á piis amigos me mar- mias, en cuanto al modo de haber escapado
Pálido y delicado como una mujer ner•obaré con elloe.
viosa contestaba casi por monosílabos & Ifis
do'la corriente del Amazonas.
Oven-iá inclinó su desfallecida cabeza soCoando terminó la refriega, Tucapelo, preguntas que le dirigían, y afectaba tm
^riQ BU pecho.
dueño absoluto del campamento, nos reci- aire de superioridad que no dudamos en ca' ' - ' H é aquí el ?rolpe de la muerte,-^con- bió como un éonquistador. Quiso darnos lificar de ridículo.
Uno de sus compañeros le dijo:
testó.
parte del botin: pero nosotros lo rehusamos
—Mucha fortuna es latuya.'Ricardo.En
''''**iEscúchame, repliqué, pero y© ñame I generosamente.
56
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
migo declarado de los calummás de una ocasión te he teniSE RIFAN LOS CABELLOS Y BIGOTES.
niadores.
do envidia.
e(íi)
Antonio al decir esto se le—¿Mi fortuna?
vantó de la banqueta en que
—Sí, tu fortuna. No hay
estaba sentado.
ttiujer en todo Madrid que al
Los demás hicieron lo prorerte, no sienta por tí vivísipio, y en seguida salieron simas simpatías.
lenciosamente del café Suizo.
Tus conquistas amorosas son
infinitas.
II.
—¡Se pasa el tiempo!—dijo el joven á quien llamaremos
Han trascurrido algunos.
Ricardo, puesto que con este
dias.
nombre lo oimos designar.—
Durante ellos Ricardo perSi una mujer me agrada, se
maneció encerrado en su casa,
lo digo con la mayor frescura;
protestando una grave indisy si la fortuna consiste en ser
posición.
.nmado por las bellas, yo .soy su
Ya habrán comprendido
niño mimado, pues hasta ahonuestros lectores que el jora ninguna me hizo un desven era uno de esos entes peAire.
tulantes que tanto abundan en
Si una mujer es coqueta y
el dia para raengua de nuestro
Teleidosa, yo me manifiesto á
sexo, y que son el hazme reir
ella voluble y ligero. Si es afide las gentes .«ensatas.
cionada á oir sermones y no—Voy á quedar en ridículo,
venas, yo voy á los mi.smo8
— pensaba.—Si no cumplo
templos que suele frecuentar,
cuanto he prometido en el cay á su vista me doy golpes de
fé, ese diablo de Antonio o»
pecho, y.. .
capaz hasta de batirse con— Ya sabemos todos que
migo.
eres un verdadero camaleón,
Pensemos en lo que hay qno
que á cada instante muda de
hacer.
eolores,—dijo uno de los jóPero por más que pensaba el
venes que hasta entonces hapobre diablo, no hallabas mebla permanecido silencioso.—
dio alguno que lo sacara del
Dime, chico, ¿en política, sueatolladero en que, merced á su
les cambiar de opiniones tan
presunción, se kabia metido.
fácilmente?
Emilia, de quien tan ligera—¿Por qué rae dices eso,
mente hablara, era una linda
Antonio?
y hermosa joven que no hacia
Este eludió contostar á la
caso alguno de sus reiteradas
pregunta, y prosiguió con soprotestas de amor, y que hacarronería:
bla sabido tenerle siempre á ra—Aun cuando eres un terya merced á una gran reserva
rible seductor, no me negarás,
Antonio, al decir esto, se levantó de la banqueta en que
y auna seria dignidad.
amigo mió, que en ciertas ocaestaba sentado, (pág. 56.)
¿Cómo intentar do nuevo
siones has recibido algunas
que contestai"a á una carta sudocenas de esa amarga fruta
Perdona, amigo mió, esta dura califica- ya» y que Contestara en términos satisfacque se llama calabazas. Dígalo si no
— [.Jamás!—exclamó Ricardo interrum- ción, hija de mi ruda franqueza, y de la toriost
Sin embargo, este era el único medio que
piéndole.—No hay una sola mujer que pue- amistad que nos une.
El fatuo joven que acababa de recibir se presentó á la imaginación de Ricardo, y
da jactarse de haber rechazado mis pretentan dura lección, guardó silencio durante en seguida lo puso en práctica escribiendo
siones amorosas.
—¿Ninguna?—preguntó Antonio con bur- un buen rato, y después, aparentando un á Emilia una tierna misiva.
aplomo y una seguridad que estaba muy
En ella le decia que sus desdenes lo telona sonrisa.
nían enfermo, y que una lenta agonía lo lle—¡Ninguna!—afirmó Ricardo dando un lejos de sentir, dijo:
— ¡Antonio! Acabas- de herirme en mi vaba poco á poco al sepulcro.
puñetazo sobre la mesa.—¡Las calabazas
amor propio, do una muñera bien cruel por
«No deje usted de contestarme, anadia,
están reservadas para los imbéciles!
—¿Y Emilia? la encantadora Emilia á cierto. Sin embargo; te aseguro que no te pues su carta será el bálsamo que puedo
curar mi espíritu enfermo. ¡Ah! ¡qué feliz
quien perseguías tan tenazmente, ¿no te en- guardo rencor.
Más como deseo quedar con mis amigos me haria el retrato de usted, señorita!...
vió á paseo más de cien veces?
La carta de Ricardo llegi'i á su destino,
—Pero, señores, ¿á qué conduce esta dis- en el lugar que mo corresponde, probando
cusión?—preguntó el que tanto envidiaba hasta la evidencia que esa Emilia que tan- pero fué despreciada por Emilia, la cual, sin
to has encomiado, está perdidamente cna- acabar de leerla, la arrojó desdeñosamente
la buena fortuna de Ricardo.
—Esta discusión conduce,—añadió Anto- moraila de mí, enseñaré cartas suyas, car- sobre una mesa.
nio con gravedad,—á manifestar que soy tas de esas que comprometen el honor de
Un hermano de Emilia, joven capitán do
enemigo declarado de los hombres que se una mujer.
ingoniero>-cogió aquella carta, y se enteró
alaban de haber vendido el corazón de una
Siento mucho, que me hayas obligado á detenidamente de su contenido.
pobre mujer, como si en esto hubiera gran hablar de este modo.
—Esas tenemos,—murmuró frunciendo
mérito.
— ¡No lo creo! ¡No es posible!—exclamó el ceño.—Yo haré que este necio no vuelva
á las andadas.
La alabanza propia, según mi modo do Antonio.
ver las cosas, envilece.
—Pues si lo es ó no,—añadió Ricardo,—
Tales palabras prueban que el capitán
Si alguna mujer que valga la pena, con- mañana lo veremos.
conocía á Ricardo, y que estaba además entinuó dirigiéndose á Ricardo, te hace caso,
—A pesar de que aun continuo dudando terado de sus pretensiones amorosas acercierra «1 pico, y, á fuer de buen caballero, de tus palabras,—dijo Antonio,—á la prue- ca de su hermana.
no pregones por todas partes tu buena suer- ba me remito; en la inteligencia de que si
Guardó la carta en el bolsillo y aquel
te; pero si continuas siendo un verdadero no sales airoso del lance difícil en que te mismo dia se la enseñó á Antonio, que era
trompeta de la fama, todas llegarán á te- has colocado, por mi jiarte no volveré á íntimo amigo suyo.
nerte por un canalla.
darte jamás los buenos dias, pues soy eneEntonces este le dio cuenta do la conver-
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
sacion que habia tenido lugar
en el cafó Suizo.
Juan, que asi se llamaba el
hermano de Emilia, so puso
furioso en extremo, y quiso
desafiar al hombre vil que calumniaba á su hermana.
Gran trabajo le costó á Antonio el calmarle.
—¡ Pero yo no puedo dejar
esto así!—gritó Juan.
—Tienes la venganza en tu
mano, sin necesidad de derramar la sangre de ese mentecato,—le dijo Antonio.—
Yo, en lugar tuyo, lo castigaría
—¡Pues eso deseo!
—Óyeme; lo castigarla con
el ridículo... ¿Crees que soy tu
amigo?
—Sí,—afirmó el capitán.
—Pues bien,—continuó Antonio;—fíate de mí, y sigue al
pié de la letra las instrucciones
quo voy a darte.
Y ambos se pusieron á hablar en voz baja.
Poco después recibía Ricardo la siguiente carta:
«Caballero: Convencida como lo estoy do que su indisposición procede del amor que
por mí siente, deseo premiar
tanta constancia, concediendo
á usted una entrevi ta.
«Como ésta no puede tener
lugar en mi casa, mañana á
las nueve de la noche en la calle del Olivar, número
en
donde vive una íntima amiga
inia, tendré el gusto de repetir á usted de palabra el aprecio que hago de sus delicados
obsequios. Discreción y pun-
57
copa,—pero vos habéis de hacer lo mismo. De ese modo alzareis el velo y podré admirar
vuestro rostro peregrino.
La dama movió la cabeza
con dulce coquetería.
Do este modo permanecieron algún tiempo.
La dama le estimulaba do
continuo á beber; poro guardando siempre el más profundo silencio.
De pronto Ricardo pareció
algo inquieto, y se pasó las
manos por la frente.
— i^s muy extraño lo quo
me sucede!—murmuró.
Quiso ponerse en pié, más
no le fué posible.
— ¡Es muy extraño!—repitió.—Apenas he bebido, y sin
embargo, parece que estoy
borracho.
—Sí; parece que está usted
borracho,—dijo la dama rompiendo al fin el silencio, y
echando el velo á la espalda
con aire varonil;—pero tranquilícese usted, pues esos efectos no son producidos por el
licor.
lia horrible cabeza de IMedusa no causarla más efecto en
ol joven., qve el que experimentó al ver el rostro de la
tapada.
En vez del blanco y sonrosado semblante de Emilia, so
encontró con un rostro moreno, que ostentaba un par de
bigotes tremendos.
La encubierta era ni más ni
menos que Juan, el capitán do
Aquella mujer pr.)sentaba á Ricardo una copa do cristal tallado '¿d ^^S^^^^^'^^,.. ,
,,
, ,.
, , _„ ,
-"•"™' —Lastimaos,—diio este,—
llena
de
l.c
-r.
(pag.
57.)
^^^
^^
^^^
¿^
^^^
-^^^^ j ^ ^ ^ .
tualidad.—EMILIA.»
perta é inocente, se haya enIII.
mentos después penetraban con gran mis-1 contrado usted conmigo.
terioenla casa número..... de la calle del| —¡Esto es horrible!-exclamó Ricardo;
Esta, carta puso loco de contento á Ri- Olivar.
—pero yo me vengaré de esta infame burla.
cardo.
Sigámoslos.
Mas ¿este S^efio?...
Sanó en seguida de su supuesta enfermeAntonio y los que le acompañaban se ins
—Ese sueño procede de un narcóticomuy
d'id, y salió á la calle con la satisfacción talaron en un pequeño gabinete cuya puer- eficaz, pero sumamente inofensivo.
pintada en el rostro.
ta con cristales les permitía ver y oir lo
—¿Un narcótico?
•'í,
Por la noche fué al cafó Suizo, y allí en- que pasaba en la habitación inmediata.
—Sí; pronto dormirá usted como una
contró reunidos á sus amigos.
En esta habitación habia do? personas: marmota, y entonces .. pero, entren uste—Hace pocos dias,—le dijo á Antonio,— un hombre y una mujer. El hombre era Ri- des, señores,—añadió poniéndose eií pié y
que en este mismo sitio has pretendido po- cardo. La mujer, que estaba sentada en un abriendo de par on par la puerta del gabi-\
nerme en ridículo delante de mis amigos. sillón, tenia el rostro cubierto con un es- nete, en el cual se hallaban ^condidos log';
Una grave indisposición me impidió hasta peso velo.
amigos de Ricardo.—PIIMJJBK^^ la ofensa
hoy probarte que no soy un vil calumnia—Bella Emilia,—dijo Ricardo,—¿por qué hecha á mi hermana, y i n ^ i c a ^ c n e que sor
dor. Lee esto, y aprende á conocer á las me priváis del inefable placer de contemplar también mi ven gaiiza.-..»* '-'"'
gentes.
ese rostro hechicero y de oir vuestra dulce
—¿Poro qué va ^ujáfc- á hacer?—le preAl decir estas palabras le presentó un voz?.... ¿Calláis, hermosa mia?..'.. ¡Oh! guntaron.
" •
-,-;/
papel, que era ni más ni menos la carta que vedme á vuestros pies.
Juaa';»o respondió, y agifó una campaacabamos de copiar. Esta corrió de mano
Los que estaban ocultos en el gabinete nilla».»
°" ™^"0' y un poco antes de las nueve, Ri- escucharon el ruido que produce un vaso ó
Un lacftiento dospues*cntró un hombre
carao abandonó el café con airo de conquis- una copa de cristal al rozai'se suavemente con una na\aja de bar-bero en la mano, un*s
tarior para dirigirse al lugar de la cita.
con un plato.
[jtijeras, y todo 15'hecGsario para-afeitar.
¡ imbécil ¡-^exclamó Antonio sonrienLlenos do la más viva curiosidad, se aproRicardo continuaba luchando inútilmen
dose con lastimH.-¡Corre en bisca de una ximaron 'á los cristales y vieron á su amigo te con su sueño, hasta que se quedi) aletarsevera lección!
Ricardo arrodillado álos pies de una mujer gado, inmóvil cual si estuviera muerto.
_ Los demás jóvenes quisioron saber loque que tenia el rostro cubierto con un velo,
—Cumpla usted con lo que tengo ensignificaban aquellas palabras, pero él tan conforme llevamos dicho. Su traje era rico cargado;—dijo entonces el capiian de ingeSolo les dijo poniéndose en pié ;
y elegante.
nieros que ya se habia despojado de su tra—Seguidme, y de seguro pasareis un
Aquella mujer presentaba á Ricardo una je de mujer, al hombre de la navaja.
buen rato. Necesito que me acompañéis.
copa do cristal tallado llena de'licor.
Esta se aproximó á Ricardo, y empozó
Obedecieron los jóvenes, y algunos mo—Bien, beberé,-^dijo este cogiendo la por despojarle do su magnífica cabellera.
SE RIFAN LOS CABELLOS Y BIGOTES.
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
58
Poco después, la cabeza del fatuo joven
estaba perfectamente afeitada.
Sus bigotes y sus cejas desaparecieron
también al contacto de la naraja del impasible batbero.
Los espectadores de aquella escena guardaban el más profundo silencio, sin comprender en qué vendría á parar todo aquello.
Al dia siguiente, en una de las mejores
tiendas de comercio do la Carrera de San
Jerijnimo, se veia detrás del mostrador una
magnífica bandeja de plata, que contenia
una hermosa y ensortijada cabellera atada
con una cinta, y unos bigotes cuidadosamente peinados. Encima podia verse también un elegante tarjetou, en el cual se
leian estas palabras:
«Ss. rifan los cabellos y bigotes de Aon
Ricardo N....»
Tal era la venganza del hermano de Elvira.
La pesada burla circuló coa rapidez por
la capital, pues Ricardoerasumamenteconocido.
El presuntuoso joven estuvo esta vez
verdaderamente enfermo, y él pesar que le
causó el verse objeto de todas las conversaciones, hubo de conducirlo ala eternidad.
Hoy que ya le han crecido otra vez los
cabellos y los bigotes, es el primero eñ burlarse de sus antiguas preteflsiones de Tenoifio.
,
•
,
Réstanos decir que Juan es uno de sus
mejores amigos, y que muy pronto el sagrado nudo del matrimonio lo unirá con la
encantadora Elvira, d ) ia cuaJ está verdaderamente apasionando.
A N T O M Ó DE SAM MlüTl?!.
EL PUÑAL DE ORO,
NOVeLA ORtGT!Í(AL
PGR TDRCUATO TARRAGO.
SEGUNDA P A R T E :
(Conlin-jacioti.).
Así trascurrió una hora: el silencio era
solemne, lá oscuridad píofiímlá. Oíanse los
pasos,,,ó el rastreo mejor dicho,,del,hombre ó la flera que andaba..' .
l*9i;'o,es,ta fiera no óiañi uhá palabra.
BtiFl estaíia muy,ajeno' del áta^uo que se
le estaba, preparando. 'Seguía'en,su perpó.tua.vigilancia, sin apercibirse dé jó que, estaba pasí^rdo a dos pasos dé (JistaRcía,. ,,'„ ;
Como réinata' una oscuridad prof^ii.da,
no percibía sino la va,ga sonifera de, la "tóbala, caso de qué esta péi'cépcion no fuese, el
recuerdo del objeto,que,durfuite el imperio
de lá luz hería sus pupilas '
. .
La Tóbala jpor su parte, resistiéndolo»
primeros arrebatas del vértigo que la poseía, soló yeia cosas extrañas y fantasmagóricas en el fondo de' su mente; Su alma.,
más bien que pu cuerpo,; era la que flotaba
en aquellas olas de sombra, que parocian
conducirla á través de un Océaifp desconocido.
,,
;
Mientras tapto, lasordalimakde.lDapi^aiji,
agitada diestramente por su robust,Q'brazo,
seguía lai operación de corta,r los hierros de
la reja»
Esta operación quedó perfectamente.concluida en el término de dos horas.
Eran las ddce cuando el negro fingió el
rápido y casi imperceptible silbido de la víbora.
Saturno comprendió que todo estaba hecho.
Peío quedaba lo más difícil.
Era esto introducirse por el espacio practicado en la reja; llegar al lado de la Tobala sin que su extraño guardián pudiera apercibirse de lo que se trataba; hacerse entender de aquella, y sacarla por último de
aquel lugar.
Todo lo difícil y arriesgado de la empresa se hallaba reducido en lo que se trataba
de llevar á cabo.
Damián guardó todos sus instrumentos,
y arrastrándose siempre coino una culebra,
llegó adonde estaba Saturno.
Aquellos doS h o n r e s se entendían por
señas tan bien como poi;' palabras.
—•Ya estáj^dijo «I negro en este idioma
silencioso.
—Corriente,—contestó Saturno.—¿Qué
vas á hacer?
—Entrar.
—¿Esperas, no ser visto?
conocido é inesperado, había llegado hasta
el fondo de su alma.
•; -•, ', ¡ •,
Hill hubo de sentir algo, pues so detuvo
y volvió la cabeza. Buenamente creyó que su prisionera i se
agitaba.
,
•,
No hizo caso y siguió'andando.
Entonces Datnian tómó la mano de laTobala, haciéndola volver á la Vida real'. Í;;'
Por medio desuna ^pantomimi de signos,
ésta comprendió de lo que'se trataba.
' '
Todos sus fieros iflütintos Se despertaron
en aquel momento.
Hill volvió,- y entonces una inamovilidad
profundísima se extendió por el cuerpo do
ella.
Cuando regresó de (luevQ, los dos actores de aquella escena siguíéróji sü diálogo
entablado por inédib de las manos.
—¡Ah! ¿eres t\í;Dá'ft>íah?—preguntó olla.'
—Sí, yo soy,—contestó éste.
—¿Y el tío Saturno? ' " ' ' ' "" \ '
—Afuera nVi^'eápéra.''.'
' '.,' '•'
—¿Cómo has éhtrádó? .'
• , "'"' '•
—A fuerza'dé ástiitíia. ' ' ' / ' • ' •
—¿Y qué pretendes?
'
. ''
' '.
— Que nos escapemos.
'
'
—¿Por dónde? ,
-rSÍ.
—Por donde acabo dé e'iítrár.
' ' '
—¿Sácaris á lü Tóbala?
—¿Es posible? .
—La saoíiíé.
—Sí.
—¿Y qué debo hatJerr
,(
—¿Vas 5i»veoi4o?
—Imitarme^-'
"'
y
-Voy.
—¿Cuándo*. •
. . : •>
—Pues aquí espero. Avísame si hay al—Ahora mismo. '
'^
guna novedad.
Damián no volvió á dééirníia palabra, se
EÍ negro no replicó una palabra: se descalzó, se puso él cuchillo entre los dientes, había dejado entender y esto bastaba.
La pantomima; 'raSs bien que el lenguametióae^na pistola en el pecho y avanzó.
' ' > ''
No podían conapreaderse los movimien- je, quedó en susjtenSó.
Entonces solo se pensó én burlar á Hill.
tos de este hombre: mejor dicho, no podían
:,' Este se paseaba en lá óscurldítd hacienestudiarse.
• ' •; , , ;
Saturno lo víó tan pegado á la tierra, do resonar sus páisóSl '
A veces, un '$ófdo''refánfuño er^'lft'séffiár
que casi lo perdió de vista, y eso que
de que, ó meditará ó se im|iÉtcient&W«i¡ ' '
estaba á dos pasos de distancia.
Damián espero él'-níóriieh'íó favorable"
Luego ni sintió ni vio nada.
Damián sabia lo que estaba haciendo. Se para efectuar la evasión. -Bstü debía 'tener
dirigió do este modo en línea recta hacia la lugar en el instante en que Hill volvía las
espaldas para dirigirse^ al fond -y de la habí- •
reja.
'''"']
•
La empresa era uñ golpe supremo de agi- tacion.
Era preciso, absolutamente preciso, JJLQ
lidad y de maestría. Cuando llegó á la boóa
,,„,,,
de la abertura que había practicado se .de- hacer, el ruido, más .pequeño..
, .,Dainian,diÓ!eli;eyemplo: a.v^nzó' bápía I*
tuvo.
..'.'.;
Entonces avanzó la cabeza, y con su .fino reja con un silencio y,una. prontitud .eí^
y delicado ,oid(j, percibió el paso del extra- trasordinaria, 7.- se. escurrió ,por ^l ^ ^ c ó
ñe guardián de fiíi Tóbala.
:
' que habían dejadp^.lps Jiierrosilimí^^os.: ,,
,Cuando los sittijiáa,lej.a.rse. .hacia el.ícMido . La, Tóbala ^d/íjuiiirió toda^u. ast^tvif para
y,COI} díreccáon cpntrariaá ía qüeopupaba, seguir á Damián. ¡^ j : , , ,,,,,,,, i ; , , , , ,.
Cuando Hili regrpsó de;s¡u,ji^eo, ,^l,.péhizo uno .deesQS naovimientos que, ondulam,
se empinó, penetró por el hueco pra,ctíci^do gro y la;inuj,er eataban en el^s^rdiJa,'..,, !
con-ía, suavidad de. un repti^,.y arrastrán- . No s^ .hábia sentido Bielmaaleypruifjo^
dose animismo, lle^gó adonde la Tóbala
no víó ni cómpi'en4íó ,Ía,evfisión,de
permanecía envuelta en el aturdimientpdel la Tóbala. Pasó por cerca' de su silla sí»
hambre y en la^ irritación, suprema de su apercibirse de lo ¡que^ acababa de,suceder.
carácter.
•-••>•
.
Mientras tanto,, reneido el príncjip£Í.l,in.. ,La¡Tohala, no lo sintió; pero cpmQ.Hill cohveniente, todo lo demás era fápil y sen, ,, ,'., ,
vQlyia en, aquel mpmento á su siempre ¿jo cillo. .' ,
y ,cpnsta,nte paso, no dio lugar á Damiají
Se unieron, á Saturnq,, y eíitonce», los
sino para replegarse en sí mismo y,escon- tres marcharon adonde hftbian dejado I)en^
derse, detrás de .la. silla de la Tóbala. '<
diente la escala;
: , -^ •
., ,,
Allí estaba seguro de no ser visto.,
La Tóbala tenia que asceader por ella;
,, En esta situación, tau atrevida conio ven- pero la mujer que ha sabido resistir.heroitajosa, permaneció sin respirar, hasta que camente el hambretíosdiag, bien podía su:Hi](l.le volvióla espald-i. ÉntonceiS se em- bir a l o largo de la pared.
pinó rápidamente, y acercándose 4 la TóDamián le ayudó.
bala, le deslizó estas palabras,al oído: ,
Cuando llegaron al caballete de la tapia,
—Soy yo.
Saturno se apoderó de la cuerda y subió á
. La Tóbala se estremeció. Aquel acento su vez.
EL PERIÓDICO PAUA TODOS.
5!)
Entonces' principió á descender hacia la estiró de repente con la elasticidad de una
Acercóse más y pudo oír la conversación
parte de la callea
rana, y saltó.
de los tres.
La Tóbala estaba tan débil, que su ma- . Hill se encontró colocado, p T medio de • -^jTengó hambre, tengo hiUül)ro!—decía
rido la cargó k sus éspkldas y bajó con este poderoso esfuerzo, en lo alto de la la Tóbala.
e l l a . - >• •
. ; . ; • ; .
tapia.
...
—Oh, yo te daré de comer,—contestó
Cuando Damián iba á descender; en el
Entonces, una ve2 en este sitio, se hizo Saturno»—¿Pero no has comido?
mi»mb instante-que. trataba de escurrirse una especie de bola enorme, y se dejó caer - -f-No.-«ílo lar^o de la cue da, sintió Un formida- e» la calle.
• ¿Por qué?
ble rugido, como si un tigre exhalara en él
Híll no corría, sino volaba. De este modo
-—Porque el horrible demonio que putoda Su cólera y todo su furor.
í
se eniíoníróen la costanilla de Leganítos. sieron á mi lado quería: que declarara
Allí se detuvo, miró á todas partes, .y no adonde tenia á la niña de Rosa Floi-es.
vio nada. Ni el más ligero rumor llegaba á
—¿Y lo lias dícho?-'*e.xclamó Saturno
CAPITULO XIV.
sus oídos. La Tóbala y los autores de su alarmado.
El cuino,
evasión habían desaparecido.
—Antes hubiera muerto de hambre.
¿Quiénes
eran
e
tos?
¿Qué
dirección
ha—Eres una valiente.
Ilill era el que rugía.
bían
tomado?
¿Por
dónde
se
habían
ido?
— ¡Ah! sí hubiera silbido—
Cuando á los dos ó tres paseos que dio en
Estas
tres
preguntas
brillaron
como
tros
—¿Qué?
la sala,, echó de yer que la Tóbala no estarelámpagos
en
la
mente
delónano.
Por
des—Que es.T, niña está en una casa de la
ija en su s^tío, creyó que ésta habia variagracia,
la
inteligencia
de
éste
no
estaba
en
calle
de Gitanos.
do de posición y siguió paseando. Pero iaIba ácontestar Saturno, cuando el mísqifieto por np haber sentido nada, sacó luia armonía con su prodigiosa fuerza. Pero se
caja de fósforos, encendió uno y entonces ha dicho muchas veces que la astucia suple mio rugido que; oyera al tiempo de la ova: ' ción, resonó á sus espaldas.
se.í^percibió que ^u prisionera no estaba al talento.
Este rugido era espantoso, horrible.
Híll
volvió
como
un
perro
al
punto
exaj.ií: habia;desaparecido.
Los tres se estremecieron y tuvieron
terior por donde se habia evadid* la TobaEl enano dió un salto como puede darlo la y sus cómplices; miró el terreno, lo exa- qué volver la cabeza; poro antes de quo
un mono. Súbitamente estuvo en un extre- minó con todo cuidado, y enseguidarecogíó pudieran hacer este movimiento Saturno
mo y otro de la sala, pero en Ijalde comple- los fracmentos de pared que habían, derri- recibió un terrible puñetazo y Damián sintamente.
,. ^
bado. Pío había luz ni prueba en nada de tió en los ojos tan formidable golpe, quo
Entonces, sin compreíider lo que no es- esto.
ambos -cayeron al suelo al mismo tiempo,
taba dentro de la imaginación, por instinto
Un poco más lejos rió estampados unos sin comprender el rayo que los hería.
más bien que por miedo, se dirigió á la
Entonces, y en el mismo instante, la Tópies
en un poco de terreno hflmedo: los pies
puerta; la puerta estaba intacta.
bala se sintió levantada por el aire, vio una
tenían
la
dirección
hacía
Ja
calle
de
Lega. Dió otro salto más formidable, rechinacabeza espantosa cerca de la suya, oyó una
ron sus dientes, sus ojos lanzaron uha mi- nítos.
horrible carcajada y se sintió llevar como
HiU se encontró en ella con extraordina- sí un torbellino la arrebatase, como si fuerada de fueg,ú y se precipitó sobre la reja.
"Entonces vio los dos hierros limados, por ria prontitud.
ra arrastrada por un espíritu infernal.
Allí encontró un sereno. Le preguntó, y
cuyos Hierros se había escapado la Tóbala.
En su desesperada resistencia, en su exéste
contestó
que
hacia
rato
quo
habían
paQuiso sá|lír por'él, pero su cuerpo, pertraño estupor, mir('> al ser que se habia apofdctamcníe cuadlrado, era mayor que el diá- sado por allí, una mujer y dos hombres.
derado de ella.
Él enano corrió hacia la plaza de Santo
ínett'O de la abertura. .^
'
Era Híll.
' -Vio el inconveniente.y no pronunció una Domín,",o.
— ¡Saturno! ¡Damián!—gritó aquella muAquí
sé
abrían
una
porción
de
calles.
palabra. Retiróse, tomó él hierro inmedia-,
j
e
r
angustiosamente.
to, y len'táaiénie, pero de: un modo pro^rei-i IIíU olfateó como olfatean-los sabuesos, y
Pero una nuev!" carcajada la aterró.
tomó
la,
de
Preciados.;'
siyó, prínci|jÍ9 á rétorcei'lb con las' manos.;
— ¡Já... já... já!... ¡Calle de Gitanos...
El hierro resistió al p'riácípio,.pero poco! Así llegó á la Puerta d,el Sol-, .
calle dé Gitanos!...
.
Preguntó
á
¿tro
serebo,
y
la
mujer
y
los;
á po¿b cinpezó' á desquebrajarse. Hérculéis
Y
desapareció
con
la
Tóbala por el fondo
dos honjbres, habían penetrado po]^ laCarreLivipo mi pu'do liacer otto tanto. ,
de las sombrías alamedas ijel Prado, como
rá
de
San
.Jerónimo,
segunól
vigilante
nocSi hubiera sido posible veraq^ielierrible
• .'
' '
• ; , .. Tina enoi-me araña desaparece! llevándose á
monstruo, ^concentrado eú sí mismo bajo turno.,. • ,
ün.á méstía.
el peso de su fuerza, sé hubiera visto algo' . .Entonces so oentuplicarou las fuerzas de • :•
fSe «ominiiárii.J
paré'cicío al ti't^n qiié sostiene, una montaña' Híll y llegó ú la plaza del Congreso.
;
apoyada.en su'espalda.
., '
;Allí le,paiicció oír un .lejano y extraño,
^, • Ultimameíité',.el hierro cedió.'.
rumor.
; . . i,
_,P^ro pl.obstáculo ijio solamente ,era ver-: . Este; rumor sopaba hacia, la fícente de|
LA AUTORIDAD COK YUGAL,
tícál.si'iió horízóntái.'
. ' ' ."'
N^eptunO;.;
'.,,
,.,;
, , •,;;
' Entonces se éjjipinó, coó;ió el hierro trás-i • Sin, darse íregu^, llegó ;i la esquina,|Íel:
Vérs'ál' con la, majió, y. lo hi'ko iomaií' ía ñ^'u- palacio de Medinuceli, que .forma, lungulo! lyluy respetables, son los imstepiosde la
í?. de rin arcó. .
'
'": ' : con, 1?), calle de T'^aijineros, y el rumor se ^alcoba. No hemos de sor nosotros, quienes
. ííill tiiVo el camino''abierto "pít.ra paíiiái'. hizo más perceptible.
; '
, ¡ .iiirevei-eptes alcemos el v^lo, de su pudor;
'Corrió'entonces saltando por el jaidin, y
Entonces no anduvo, sino rodó:m,\s; bien: ,pe,ro,,,'SÍn necps'.dad.de Hogar ,á tal extremo,
cuando llegó al Sitio de la evasión', lanzó pero rpdiü cpn.ufla prontitud y agilidad ex-' biea;Se nos puede: pcrmitii; que sentemos
algunas afirmaciones,.. m3.i,rimonÍales.
éJ'r\igi,tlo' ¿spaiitoso que'j'á hemos oidó eii t,ruordifl,'aa'is,., ,
: ¡
el ínsÍ0.nte eü qu^ .Damiah 'se descolgaba
Cuando se detuvo fué para mirar uft gruPor regla general,, el marido forma á la
.í»»r líl J)arte''íntérlof.''
' . .
po dotr.as pevsonas que íba;n delantft.de él. mujer, consciente ó incosi^iputemeute. En
• Híll adivinó'lo ^ué sucedía. , , ' '
^ fe^tas .trica persom^s.hablaban bajo é iba,n| él, rpside ol poder ,ejecutÍYo; en ella la v; m^iy deprisa. .
presentacipii. doméstica.
^^a prosa sé le es'éá^iiBá. dé las maiiói?.
-.u^íjf P<íí''l9.'puerta éta iraiposible. Había .HiU las miró y .solo conoció a una,: á la
I^onde quiera que existe este buen sistema gubprujamental, y en el poder supremo
•, ^
\ ; ^ t ' - l - ' . f>*^r toda la'casa,' despertar al Tóbala,.
Vuír 1--^i-^¿íi<=ars*e con él, y esto ei-a perBAtonccs se, ensancharon sus pulmones reiiie un espíritu de sensatez y justicia, allí
der la pista. '•-•
. :1 *' !.'
^
brillaron sus ojos, crujieron sus dientes y habrá orden, libertad razonad^ y algo sePerderiá ürt'tiempo preciosoJ
¡S.aeó la lengua como íiace una fiera ante dei .mpjaptc á la dicha. Donde ««tos requisitos
falten, sólo ])Uode encontrarse la anarquía,
Entonces el enano ge convirtió en duen- devorar á su yictiipa.
de. Sé'acercó & Wái*bdlnü¿ estaba cerca , Así continuó agazapado, andando á gatas un .conjunto ,de.desgracias flotando en el
,.
déla tapia, y se én^cai^iiüÓ ¿'or el tronco como tina tortuga; pero con una precipita- eaos del pervertido hogar.
Cpmo objeción, á, estas premisas políticocon la agilidad de Urta ardilla.
ción .inconcetbible.
Al llegar á La cruz del arbusto miró ha(cualquiera le hubiera tenido por un por domésticas, so nos citai.nn los casos,en que
cia el caballete de la tapia, distante como roj por un duende, por un ser ex,lrafto, y la mujer lleva el pesp del gobierno, pero
esto nada significa; las premisas quedan en
ti'es varas, encogió todos sus miembros, los problemático.
60
pió ; todo es cuestión de que esté ó no vigente la ley Sálica.
El tacto, el discernimiento, la moderación, la dulzura son condiciones en ambos cónyuges aun más esenciales que el
amor y la fidelidad para conservar la dicha
doméstica, y estas condiciones son independientes de la condición social. Sin neg ir á la educación su legítima influencia,
bien puede afirmarse que están en la naturaleza y el carácter del individuo.
En prueT)a de ello, vamos á citar un hecho bastante conocido en Madrid, y aun en
el rosto de España, por los aficionados á
periódicos.
El duque de Villalta pertenecia á una de
1 is estirpes más nobles é ilustres de la aristocracia española. Sus abuelos, haciendo
honor á su nombre, habian prestado grandes servicios á la patria, así en las ciencias como en los campos de batalla. Mas el
duque de que nos ocupamos, vino al mundo
con la gloria de sus antepasados, y por esto
no se creyó obligado á aumentarla con acciones propias y dignas de su nombre esclarecido.
Vivió sus primeros treinta años entregado al lujo y los placeres, raimado por sus
padres que le adoraban, y sin preocuparse
de la tenebrosa oscuridad del porvenir, que
él, desde Isi cumbre de su elevada posición,
vislumbraba claro, brillante y risueño.
Mas un dia llegó á Madrid, donde el duque de Villalta residía, una familia noble
también, y que venia de hacer un dilatado
viajo por el extranjero. Los condes de la
Almodina habian querido dar á su hija Julia una educación esencialmente inglesa, y
no queriendo separarse de ella, decidieron
permanecer en Londres todo el tiempo que
duró la educación de la joven.
Julia, en la época en que la presentamos
á nuestros lectores, fr.saba en los 18 años;
era una hermosa y delicada criatura. Sus
cabellos y aus ojos eran de un negro intenso y brillante, su frente tersa y blanca como el alabastro, retrataba la pureza y la
inocencia de sus pensamientos, así como la
viveza de su mirada, expresaba la claridad de su inteligencia.
Su aparición en Madrid produjo gran sensación en los círculos aristocráticos de la
corte; porque su extraordinaria belleza, su
actitud digna y su aire sencillo y elegante, atraían la vista y la admiración de todo
el mundo.
.
ES daqué de Villalta, cuya familia habla
estado íntimamente unida con la de los nobles condes, no fué de los últimos quo los
visitaron, ni tampoco fué de los que iriónos
impresión sufrieron oon la rara belleza y el
candor de Julia.
No sabemos cómo fué, aun cuando nos
parezca natural, que el buen duque se enamorara de la futura condesa de la Almodina; pero es ló cierto que pidió su mano y
que le fué otorg^ada sin que ella opusiera
obstáculo alguno a aquél enlace.
Dos meses después Julia era ya la duquesa de V Ualta.
Olvidáronse desde aqtíel momento las ah. tiguas calaveradas, las alegres partidas de
campo, las lujosas comidas éiltfe amigos
licenciosos. El nohle joven amaba entrañablemente á su esposa; por olla se arrepentía de sus'pasados yerros, y en prueba de su
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
enmienda á. ella consagraba todos los ins- carácter si aceptara: ya que lo has compratantes de su vida. Julia, tie na y sensible do haz de ello el uso que te parezca menos
por naturaleza, agradeció este cambio y ofrecérmelo. .
'.
concluyó por amar á su marido con verdaFernando, picadodel tono frío de su es*
dera pasión. Así empezó para ambos tina posa, y resentido de que una muestra de
vida de amor dulce y tranquila que solo la afecto fuera de tal modo deaprtíciadaj quemuerte debiera interrumpir.
dó un momento pálido y silencioso: luego
Un dia Julia se hallaba sentada en un cerró eJ. estuche ^ se levantó y salió-sin miconfidente de su tocador, aguardando á su rar siquiera á Julia.
esposo, que habia salido con un pretexto
Tal vez creyó que ésta, al advertir su
cualquiera, pero en reálidud con el objeto enojo, le detendría tratando con algunas cade comprar un aderezó que el dia anterior ricias de disiparlo; .pero si tal creyó, su
habia visto en un escaparate de la calle de chasco fué solemne. Julia no se movió, ni
la Montera. Estaba pálida; sus manos, tan le miró tampoco. Grcia humillada su digniblancas como dos copos de nieve, descansa- dad de esposa y su autoridad de amante.
ban entrelazadas sobre sus-rodillas; su mi- En su opinión era Fernando quien'debía
rada, fija en el pavimento de la estancia, re- hacerse perdonar.
velaba con su misma.inmovilidad la activiEste fué el primer disgusto de aquel madad de la inteligencia. De euando en cuan- trimonio, que por la juventud, la fortuna y
do una dulce son isa vagaba por sus labios la belleza, parecía destinado á una eterna
purpurinos; sonrisa que so iba extinguien- felicidad. Pero este primer disgusto fué
do poco á poco para reaparecer de nuevo, también el primer eslabón de una cadena
iluminando su hermosura con los resplan- dé males; la bola de nieve que engrosando
dores de la dicha, como los últimos resplan* cfida día levantó una montaña de hielo endores de un crepúsculo en un cielo sereno tre los dos jóvenes.
y despejado.
Do pronto Julia fué interrumpida en sus
reflexiones por un golpeeito dado discretaCuatro años han pasado. Para dos persomente en la puerta del cuarto. Era Fernan- nas que viven juntas y en hostilidad latendo de VillaltM, duque de Villalta.
te son cuatro eternidades.
Fernando ^ t r ó y dando k. mano á su esFernando está siempre enamorado de
posa se sonto a su lado en el confidente. Sü Julia.
'
dicha se traducía en la expresión de su
Julia ha llegado á aboi-recer á Fernando
semblante: sentado al lado de Julia la mi- secretamente.
raba sin hablar, como si fuera la ]ir¡mera
Él siempre ha cedido en todas sus reyervez que admiraba la peregrina belleza de tas; él es el débil. Ella, á pesar do, todo, no
su'esposa: su pecho se ensanchaba y Su res- le perdona la menor contradicción: su capiración se volvía anhelante y precipitada rácter se ha viciado: se ha hecho imperioal sentir la suave-presión de las manos de so, dominante y algo hipócrita. Allá en sus
Julia en sus manos temblorosas.
adentros ha ido formando á su esposo/ un
Más bien que dos esposos parecían dos enorme capítulo de culpáis que necesita
amantes,
para saldarse una horrible venganza.
Al fin Julia rompió el silencio:
En efecto, Julia se vengó: la crónica es—Son las diez,—dijo,—¿vas á trabajar candalosa se ocupó de ella y Fernando tuvo
en tu despacho antes de almorzar?
celos y . déseSperacionea que concluyeron
—No; prefiero estar á tu lado.
por vergonzosas transigencias.
—Es que sí descuidas de esa manera tus
E|n al palacio de los duques de Villalta se
negocios,' y al mismo tiempo haces tanto representaba un drama continuo cuyo desgasto de amor, vas a arruinarte presto, de eiüace ^e&nitiyo no podía proveerse.
corazón y de bolsillo,—objetó Julia sonPor último, al finalízarestos cuatro años,
riendo.
una mañana los periódicos de la corte sor—Soy demasiado rico de ambas cosas, prendieron al públÍQo con un^ extraña noespecialmente de la primera, para abrigar ticia. Cierta, dama de I3, aristocracia, en
semejante temor,—replicó Femando en el que por las sefias se adivinaba á ju}ia, había
mismo tono.—¿A que no aciertas,—aña- intentado asesinar i su esposo. Las círdió,—lo que he hecho hoy por, la mañana? punstancias eran exti;aordinarias y propias
—Pensar en mí.
para llamar la atención. Figuraos ^ue una
- E s o , siempre; pero pensando en tí te mujer joven y hermosa pide á su, .marido,
he desobedecido.
con no sabemos qué pretexto, una navaja
—Lo siento.
dé afeitar y que algunas jigras después, esFernando entonces le mostró' el aderezó tando los do8¡en ÍBI lecÜo, qi|iizá entre carique justamente le había prohibido Julia cias tiernas,'lafisipcjpjálevsinta airada la facomprar.
íal cuchilla que guardaba escondida l^ajo
Aunque la vista de esos dijes brillantes la almohada, y, ?i9esta. dos ó tris tajjjos al
agrada siempre á las mujeres, taintó como cuello dql^orprendj4,9esposo,
, ,, . ;
les lisonjea ostentarlos, Julja no duiao dar
Así erfi como el láncese, referial.,', 1
su brazo & torcer manifestando satisfiíccion giegun ,B?^rec¿, Fernando había logrado
alguna. Como niña mimada era voluntéjio- arrancarle, el arma., acuclierpn los criados,
sa, y la debilidad de Fernando aumentaba, se huscóun médico, y resultó que las hericada día este dcffecto; así ei qtío sobi^dpuso das, aunqu^ graves,, no ocasionarrián la
á todo el disgustó de que su voluntad no muerte. ,
,',
hubiera sido fielmente cumplida.
Ignoramos elñ^de 1^ historia; pero su—¿Y qué piensas hacer de eso?—pregun- pópemos, fundadamente, que los tiernos estó con frialdad.
V
posos, sí -viven, se mantendrán á una pru—Regalártelo, — contestó Fernando con dente distancia.
rendimiento.
- M i l gracias. Ya sabes que te prohibí
hacer semejante gasto: creería vender mi
EL PERIÓDICO PAEA TODOS.
61
—Todo eso es completamente inútil, seDejando á salvo los principios republica- can porque se las juzga apasionadamente y
nos, y haciendo excepción de las semíramis, con ligereza? Pues qué, ¿nada han de influir ñor Manuel; y en verdad que no me conoce
nosotros creemos que casos como el ante- en el ánimo de esos seres la exacta descrip- si cree quo voy á intentar fugarme metido
rior nó ocurren ni pue len ocurrir donde la ción, la historia de los más conocid s crimi- aquí, entre la mesa y la pared, y al lado de
autoridad marital hacen cumplir en su le- nales, cuya vida, llena de peligros, tumul- estos desvalientes, que tardarían muj' poco
tra y en su espíritu la constitución domés- tuosa, odiad s de todos, rechazados por la en dar cuenta de mí. Además, ¿no ve usted
tica. Por desgracia, la Escritura lo dice, el socieflad, tiene siempre un fin terrible, ya la gente que se agolpa á la puerta? Pues
número de los necios y de los tontos es in- sea la justicia de los hombres, ya la de para romper esa muralla se necesita la lifinito, y de aquí nace que sea también in- Dios, la que se encargue de hacerlos des- bertad de movimiento quo yo no puedo tefinito el número de los matrimonios des- aparecer? Pues qué, ¿es perjudicial ni puede ner con el hierro que llevo encima. Es usgraciados. ¿Qué otra cosa puede esperarse serlo bajo ningún punt') de vista, decir al ted demasiado previsor.
El cabo de serenos no contestó á estas
de un gobierno estúpido, sino la desgracia hombre:—«Mira, hé ahíturetrato, si sigues
el camino de ese desgraciado?» Al apostatar palabras más que con una sonrisa, y dispude la nación que rige ?
Hay muchos marido.s, que por abandono, de la virtud te colocarás en la posición de so que la pareja de Guardia civil que hacia
dejan las riendas del gobierno en manos de eáe hombre, y tu muerto será como la suya, el servicio en la estación, aconsejara á la
su consorte, y cuando se convencen de que porque es ley ineludible del Eterno: Como gente que se agolpaba ala puerta de la fones necesario recuperarlas, se estrellan en es la vida es la muerte; quien á cuchillo da que se retirase.
Los guardias obedecieron, y algo lograuna resistencia inconcebible. Sobre este mata, á cuchillo ha de morir.
punto nos vamos á permitir la narración do
¡Ah! Si pudiéramos concretar, traducir ron, pero no del todo, porque no pudieron
un cuento que nos viene á la memoria, y con en hechos, estampar en números este re- evitar que se ocuparan todas las mesas de
el cual terminaremos, dejando amplia li- sultado beneficioso, el éxito nos daría la la fonda con muchas personas que, bajo el
bertad de aplicación.
victoria. Si hasta aquí se han considerado pretexto de tomar un vaso de agua con un
Dos turcos, am'gos inseparables desde la útiles y morales las obras de imaginación azucarillo, ya que no podían ó no querían
niñez, casáronse á un tiempo mismo con en que se ataca al vicio haciendo la historia tomar otra cosa, deseaban .ser testigos de
dos mujeres (se entienda, cada cual con la del vicioso, analizando y poniendo de relieve la cena de aquel preso tan guardado.
Momentos después, lacena fué servidaá
suya), que parecían nacidas para labrar la los azares do su vida y de sa desastroso fin,
¿por qué no ha de ejercer la misma benéfica Felipe y sus tres guardianes, cena que terfelicidad de ambos.
A los pocos dias de casados, el primero influencia atacar al crimen por medio del minó con un buen cigarro puro que el Toparecía en efecto completamente feliz ; pero ejemplo histórico, por medio de la historia ledo dio al preso, y el cual pareció agradeel segundo, llevaba impresas en el rostro de seres que han existido en realidad? ¿Se cer aquel obsequio como hombre que sabe
las señales de una profunda pena; su mujer cree que esta influencia puede ser mayor, apreciar el valor de un buen cigarro destenia un carácter endemoniado. Cierto dia, cuando el lector sabe que lo que leo es solo pués deuna abundante comida.
(S* continuari.)
contando sus cuitas al otro, preguntóle có- un cuento, quo cuando le consta que está lemo se habla manejado para alcanzar la fe- yendo un hecho exacto y verídico? ¿Desde
cuándo se ha concedido á la ficción mayor
licidad que disfrutaba.
SECCIÓN DE ACTUALIDADES.
—Do una manera muy sencilla,—contes- fuerza que á la verdad para convencer?
Mucho más pudiéramos añadir, tanto,
tó el turco feliz;—mi mujer tenia un gato
HISTORIA
í'i quien queria mucho; el dia de la boda, que tenemos que hacer un violento esfuerzo
quise separarla de él, pero no lo consintió, para detener nuestra pluma; pero basta lo
DE LA
poniéndose hecha una furia; entonces saqué dicho como un siuiplo desahog) nuestro, ó
gravemente el alfanje, abrí al gato en ca- si se quiere como una protesta contra la ten- INSURRECCIÓN CARLISTA DE 1873.
nal y lo arrojé por la ventana. Desde aquel dencia que combatimos.
momento no hay en la casa más autoridad
Con siniestros síntomas y tristes novedaXX VL
que la mia, y soy dichoso.
Dueño de tal secreto el turco desgraciaFelipe Pardo, al verse rodeado de gente, des terminó la semana pasada, sin que en
do, vuela á su casa. Un hermoso gato de se acordó de su papel, que había olvidado ella pudiera columbrarse la esperanza de la
angola, al verlo entrar, va á refregar el por un momento, y do aquí sus Viltimas pa- terminación de la lucha fratricida que se
lomo contra sus pantorriílas, cuando de im- labras, palabras pronunciadas con exaltada extiende por nuestras más bellas, ricas é
proviso, su amo saca el alfanje y lo divide voz y con el único deseo de que todos ha- industriosas provincias. Extendido el grito
de sedición por las montañas, volviendo, por
en dos !pedazos. La mujer, que aparece en- blasen de él y las comentasen.
decirlo así, á aquellas épocas en donde el
tonces, se lanza sobre él increpándole á
Y en efecto, el público que le oia, asom- guerrillero se convierte en soldado, y en dongritos por semejante acto de brutalidad, y brado verdaderamente de la serenidad y
eon las uñas lo labra un mapa-raundi en audacia de aquel hombre que, aherrojado y de el espíritu de nuestra sangre meridional
se enardece ante la idea do los peligros, de
mejillas y narices.
preso, tenia todavía valor para pedir de co- los comliates y do las pasiones, podemos
Chorreando sangre torna el turco des- mer mucho y dueno (1), comenzó á murmugraciado á su amigo, y le refiere cuanto rar algún tanto indignado, porque aquel decir que asistimos á aquellas pare alidaacaba de ocurrir, lamentándose de que la fingido cinismo era un insulto que se le in- des de los siglos XIV y XV, en donde laley
del más fuerte era la que, en postrer resuimisma receta no haya operado en los dos fería.
tado,
venia á regir los desventurados destiigual efecto.
El cabo de serenos lo comprendió así, y
Oyólo el turco feliz y replicó atusándose se apresuró á llevar al preso á la fonda, en nos de la patria.
Dicho esto, bajo la impresión de lo que
majestuosamente la barba:
la cual dispuso una buena comida para
—Eso consiste orí que el gato ha de ma- cuatro cubiertos, é hizo sentar á Felipe en estamos viendo, de los rumores que se extarse el dia de la boda.
uno de los ángulos más retirados del salón, tienden, y de las noticias de nuestros actiarrimado a l a pared, colocando á los dos vos corresponsales, proseguiremos la cróEL MARQUES S E SAN ELOY.
guardias uno á la derecha y otro á la iz- nica de los sucesos, que bien merecen llamar la atención de aquellos que aprenden
quierda del preso.
en las desgracias del país, puesto que su fúC A U S A S OKL-EBRES.
Hecho así, aflojó las esposas á Felipe nebre elocuencia está sobre los partidos y
Pardo, y ordenó al camarero que no pusie- sobre los hombres.
JOSÉ Y F E I I P I PARDO MARTIX. ra en la mesa cuchillos ni tenedores al alEl lunes se supo que en Castilla la Nueva
cance del preso, encargándose él de partirrok
le el pan y las viandas para que pudiese co- había habido un combate entre la columna
mandada por el capitán de caballería, don
DON CARLOS PttOKERA Y FERRER.
merlas.
Felipe Fardo se sonreia al escuchar to- Francisco Cuadrado contra la facción deCridas esta« prevenciones, y no pudo menos santo Gómez, en los olivares de Calatrava;
(Continacion.)
que el cura de Santa Cruz había quemado
de decir á Manuel Toledo:
En cambio, ¿cuántas inteUg«icias, acaso
la estación de Hernani, y que la columpa
IW'edispuestas al crimen, retrocederán ante
Arrando habia perseguido á las facciones
^^Ueyendo esta clase de obras, que g^ ata- (I) Uiüiúrico, según un icstlfro ocular.
reunidas do Nasarre, Calmant-, Pinol y
62
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
Oapdevila, en> las inmediaciones ' dé Cu- mil hombres, sin contar los ginetes. Por- cialmente en el salón dé conferencias del
oeÜHi En el mismo di* el capitán Jiarriga. otro lado, personas llegadas de la parte de Congreso^ Contribuía á este estado de cosas
sorprendió, á Apolinar González en un pua- Vich, decían que,hacia los Hostalets, pró- la paralización de las líneas telegráficas,
blecillo de la provincia de León, j en cujo ximos á Centellas, se hallaban Savalls, Hu- la no llegada de los correos y el retraso
tenaz combato quedó preso dicho cabecilla, guet, Vila de Prat y otros con una fuerza de los trenes. La verdad es, que es insostcimientras que en Navarra j las Provincias de mil doscientos hombres; por lo que, con nible la siniestra situación que atravesamos,
Vascongadas, el brij^adier Catalán alcanza- razón, preocupaba la reunión de todos los pues comercio, industria, agricultura, estas
))á j batía á la facción Rada.
partidos, creyéndose que esto: obedecía á tres fuentes de la abundancia y prosperi-'
Pero esta serie de combates, sin resulta- un plan estratégico dirigido por Savalls. dad de las naciones, agonizarán muy pron-*
do definitivo, no hacen masque enconar los Todo esto, unido ái las noticias que recibi- tocón tal estado de cosas. Nunca.creiamos
ánimos y embravecer las pasiones, cada vez mos de la frontera, no- daban indicios! de que, como en tiempos de ciertos recuerdos
por desgracia, más inflamadas y enardeci- que el drama sangriento de la guerra civil, tradicionales, el surco del labrador, estéril,
das. Lo-cierto es, á pesar de la lucha, que tuviese un desenlace próximo y favorable no por el trabajo, sino por el estrago dé la
es una destrucción material de españoles á los intereses generales del país. Decíase guerra, se viese regado por la sangre de
contra españoles, seguia otro género de que en la provincia de Oerona estaba ál 15 nuestros hermanos y de nuestr s compadestrucción. Rotos los ferro-carriles y te- del corriente don Alfonso de Borbon y Este, triotas; pero ya lo hemos indicado, y no
légrafos,y amenazados los trenes, se ha de- acompañado de su joven esposa, doña María será la liltima vez que aduzcamos pruebas
cidido que la circulación so haga solo de délas Nieves, de Braganza, que venia á sobre nuestro aserto. Nuestra índole, nuesdia. El jofe de. partida Lizárraga, dirigién- compartir con su esposo de los peligros; de tro temperamento, todo contribuye áque nos
dose á los jefes y empleados de los caminos la campaña; que doscientos propietarios, de lancemos á esta serio de aventuras, en donde hierro de Guipúzcoa, les ordenó que los principales de Cataluña, los acompaña- de se reproducen las epopeyas de la Edad
quedaran desocupadas y cerradas todas las ban , y que entre su estado mayor estaban Media, y los heroicos y casi invencibles heestaciones de la vía, bajo pena de la vida; los hijos del infortunado infante don Enri- chos de la Edad Moderna. En la guerra de
y esto sin duda fué lo que obligó al gene- que- Respecto de movtimientos militares, de Cataluña, si es que podemos dar el nombre
ral Mariones á. permanecer en Pamplona in- las numerosas columnas del ejército, no se dé guerra á las algaradas, á los somatenes,
comunicado.
sabia una palabra.
á las sorpresas f á los combates parciales,
Ya digimos en la semana anterior que
En Navarra y las Provincias Vasconga- solo vemos algo parecido á los antiguos alno era el cabecilla Velasco el prisionero das las cosas seguían casi en el mismo es- mogávares , cuando á la voz de ¡Disperta
que se habia hecho en xm túnel del ferro- tado. El general en jefe, señor Moriones, fen'o! estaban en la cumbre de la montaña
carril del Norte, y confirmando nuestra no- se disponía á recorrer los puntos más ame- siempre dispuestos á pelear; en la guerra del
ticia se supo después que éste habia eji- nazados por los carlistas, y distribuir sus Nprte, creemos presenciar aquellos, somtrado en España al frente'de algunas parti- fuerzas convenientemente para el mejor re- bríos episodios en qué el euskaro luchaba,
das, disponiéndose á operar con las demás sultado de la campaña, en tanto que las si era posible, hasta contra los elementos,
facciones vasco-navarras. También indica- partidas se presentaran en diversos puntos. con tal de no doblar la cabeza á otras immos que el general Moriones habia pedido La aduana de Darcbarinea fué atacada por posiciones sino á las suyas propias.
refuerzos, y en su virtud" salieron á princi- la facción mandada por Oscariz, pero fué
Pero dejando á un lado romancescas repio de la semana paraNavarra el'regimien- bravamente rechazada por los carabineros; membranzas , vengamos simplemente á los
to coraceros jdel Rey y un batallón del de las partidas de Lizárraga é Iturbe, entra- heohos concretos.
la Constitución, esperándose al segundo ron en Elgoibar, llevándose treinta y ocho
Que la guerra va tomando un carácter
para que saliera en seguida. Por orden de mil reales; en Echalar. se habían unido sangriento, lo prueba el hecho de haberse
dicho general se suspendió Ih salida; de ló8 seiscientos facciosos, mientras otras fuer- puesto precio de 2.000 pesetas á la cabeza
correos de Pamplona á Tafalla, mientras zas insurrectas se dirigían á la frontei:a.
del cura Santa Cruz, de cuyas resultas este
que por igual fecha quedaban cortadas por
La noticia más importante que llegó eft ha respondido enviando á, los alcaldes notas
los carlistas la vía férrea entre Rentería é ol dia de que nos vamos ocupando, fué el. severas, imponiendo pena de la vida á todos
Irun, y«ntre Alsaisua y Pamplona.
quo el cabecilla Rada habia derrotado una los que den parte del movimiento de los
En Catalufia estaban las cosas al princi- columna de trescientos carabineros, hacién- carlistas. Además, un acontecimiento que
pio de la semana del mismo modo que que- dola treinta prisioneros. Después, á decif el miércoles pasó como un rumor casi desdaron en la anterior. Desde luego y como lo de varios conductos, dicho cabecilla supo autorizadov ha tomado cusrpo el jueves en
presumíamos, GástellSj lejos de haber muer- que dos columnas, reunidas para batirlo, se talea términos, que no podemos menos de
to ó estar herido, se encontraba en Bañólas hallaban cerca de él, y trabó un combate referirlo, valiéndose para ello de la relabueno y sano, esperando á su príncipe don del que, al parecer, salió victorioso. Estos ción de un periódico liberal para no poner
Alfonso de Borbon y Este. Habíase ex- golpes de audacia, extendidos con bastan- de nuestra parte nada que menoscabe la
tendido la noticia de la muerte de Savalls; te crédito, y la nueva noticia de que Mo- severa imparcialidad que nos hemos imperón ada podía decirse de cierto respecto riones pedia con urgencia refuerzos consi- puesto.
á un acontecimiento tan importante. Tam- derables, daban incremento á que los par«Cartas de San Sebastian dan cuenta de
poco se conocian combates concretos ó im- tidos, en que por desgracia están divididos un grave revés sufrido por nuestras tropas
portantes en el Principado. La causa de los españoles, sacasen todos las ventajas po- en las inmediaciones de aquella ciudad.
ésta escasez de noticias era motivada al sibles de las, para ellos, torpes disposicio- Una noticia de que una facción bien orgafuerte temporal que estaba reinando á, prin- nes del gobierno. Sin comentarios por nizada y amaestrada hacia la parte Oyarcipio de la semana, de cuyas resultas esta- nuestra parte, porque nuestro deber no es zun, se hallaba cerca de Uiurbil, pueblo
ban interrumpidas todas las líneas tele- otro qu© ser simples cronistas de los suce- situado á legua y medía de San Sebastian,
gráficas.
sos, exponiéndolos con estricta imparciali- en el camino que va á Zarauz; la autoridad
El martes continuaron las cosas casi en dad , solo añadiremos á los acontecimientos militar dispuso la salida de una columna
el mismo estado. Interrumpidas, á cansa del dia, loque llegó á nuestras noticias, compuesta de ocho compañías del regimiendel temporal, las líneas generales, poco era como complemento del cuadro que estamos de Luchana, algunas escuadras de miguelo que adelantaron las noticias acerca do bosquejando.
letes y 33 guardias civiles, entre todos 500
los acontecimientos de la guerra. Sin emSe aseguraba, pues, que en la provincia hombres al mando del 'coronel de dicho rebargo, á, esta fecha el brigadier Arrando de Burgos reinaba gran agitación; se decía gimiento señor Olta.
habia hecho en Cubells un reconocimiento, que el regimiento de Cantabria se hallaba
«Al-llagar .á, UzurbiL; esta columna, su
habiendo dado por resraltado un prisionero en una situación muy comprometida, que jefe sopo de que la facción de 4"^' áiites
oariista, velintisletefusiles y veintiséis rail Segorbe habia sido teatro de sangrientas hemos hablado se hallaba situada en la ercápsulas. Efi este mismo dia quedaba des- escenas, promovidas por los carlistas, y que mita de San Esteban,'posición muy fuerte,
mentida de un modo completo la muerte de en la ribera de Valencia se h^ibia alzado una en lo alto de un cerro cubierto de breñas y
Oastells, sabiéndose, por conductos autori- partida de más de cien hombres. Todas es- zarzales, en la que 100 hombres podrían hazados, que las facciones ibaní creciendo, y tas noticias, aumentadaspor el instinto de cer frente con gran ventaja á 1.000.
que se verificaba una gran coneentracion oposición á todo gobierno, que tan innato
»Sin reparar en lo formidable de esa pode la mayor parte de las fuerzais insurrec- es en nosotros, creaba una atmósfera de sición, sin hacerse cargo de que los faecio.
tas «n Carme, hasta el número de unos dos duda y ansiedad en todos los centros, espe- sos tenían asegurada la retirada por el
EL PEftlOÜICO PARA- TODOS.
63
puenté^ntfr-Andaraaí'ú'Iá.espalfla de ella, ra la g>ttérra hace dos meses y aun todavía
Su copa daría sombra á laaglij'íi'flelcatoMíitómarprecanaion alguna estr.itógicay no se ha movido de Barcelona.
panario más elevado del'mundo', al do la
sin acompjiñarse más' qu» -d©' su valor, en
En resumen, las últimas noticias de la catedral de Str.isburgó, y aventajaria en
vea idiSi tomar por el puente de Zubieta, de semana son la confirmación del desastre de elevación á la pirámide ChooJ)s.
flanquearla montaña y do hacerse preceder Uzurbil, desastre cuyos detalles causan proROBVJSTUSA. AllHlSo,
de guerrilla^, el jefe de la columna tomó fundo y doloroso pesar, puesto que todo
por elpuentede Uzurbily bíibia de frente queda oscurecido ante semejante escena.
con toda su íuerza el cerro, cuando de la Los nobles soldados españoles, bajo un temSECCIÓN FESTIVA.
espesura dé ói se'hicieron tres ó cuatro des- poral horrible, teniendo al retirarse que
éargas segáidas, "con la certera puntería penetrar en un rio en donde el agua les lledel que está, apostado' acechando sa presíl gaba al pecho, han sufpido espantosamente.
Yamo.iü á dar ú nuestras lectoras algupara disparar sobre ella.
'
, Y para que se vea lo que son los funestos nas detalles sobre el canastillo de boda de
i »A ia primera des&argá- cayeron al suelo azares de la guerra civil; nótese esta cir- la futura esposa de S. E. Khalils-Sherifmortídmente heridos, el desgraciado coro- cunstancia fatal. El jefe de las partidas Bajá.
nel Olta 'y un sargento de ímigueletes que carlistas que han batido á las compañías de
La primogénita de S. A. Mústafú-Bajá
iba ííon él delante^ y * la segunda varios Luchana se llama don Antonio Lizarraga, ha recibido un canastillo de boda digno de
guardias civiles y soldados;' Hubo algunos y en 1868 era intimo amigo y compañero una princesa. Sfe han enviado'de París á
mOmfentos de d^dí^ y aun de dispersión. Re- de^ coronel Olta, muerto en el campo del Constantinopla cuatro carretelas y sois cahecha la columna en üzurbil, los oficiales hOBor. Mientras el primero mandaba el re- ballos para completar su tren, y so han eny soldados querían volver a l a carga; pero gimiento de Aragón el segundo se hallaba cargado treinta trajes á las modistas más
el jofo'.dte'aiásgráduacion^uetomó el man- en igual caso en el regimiento del Príncipe. afamadas.
do de aquella, no lo consideró prudente y
Amigos fueron estos dos militares hasta
La princesa estrenará el día de su casavolvió con. su. fuerza en orden regular á que la discordia de los partidos los separa- miento un velo de encaje de Brusela.s, que
San Sebastian, donde la noticia del suceso ron para llevar á cabo la triste tragedia ha costado la friolera de veinte mil francausó tanta impresión, cuanto que durante que. acabamos de describir.
cos.
la guerra de los siete años nunca se atrePor estos detalles puede adivinarse lo
TOKCÜATO T A K R Á C O .
vieron los carlistas á aproximarse tanto á
que serán las habitaciones dj la princesa.
sd^el-'pujehlo, y á: dar acciones á sus misEl mueblaje completo de dos salas ha
flias puertas.»
i.i'
sido comprado, á un tapicero de París por
.Hasta ftquí.r.pues, larélacion del periódiVARIEDADEIS.
setenta mil francos; pero es preciso tener
co citado. Aiiora ampliaremos las mismas
en cuenta que se han pagado aparte los remanifestando que el cabecilla que mandaba
lojes, lámparas, bronces y otros objetos
las.fuerzas de la fcrtaita dé San Esteban, es DE&kSUBROIIENTOS É INVENCIONES. de arte.
don Antonio Lizárraga.
En cuanto al resto del canastillo de boda
Otro combate ha habido entre la facción
bastará que sepan nuestras lectoras que
Rada y .la columna del brigadier Catalán
Eucaliplus coiossla.
todos los objetos han sido comprados por
cuyos detalles son imperfectos todavía.
gruesas.
Los árboles de la Australia, y en partiSe sabe que la lucha fué. sangrienta,
Además de sus joyas y de los adornos
lue Rada perdió su caballo en la hui- cular los de la provincia de Victoria, ad- que le ha regalado Khalil-Bajá, la princesa
quieren
proporciones
verdaderamente
mada, que en él montó el referido brigallevará el dia de la boda una diadema de
_;
dier .Siendo éste derribado poco después, y ravillosas.
diamantes que le ha regalado su padre, al
Un eucalipttis colossia, medido pormon- mismo tiempo que un collar, que es una
sufriendo de resultas del golpe una grave lésio¿. Estos detalles suministrados, sieur Pemberton Walcott, en un valle de joya valorada en medio millón de franpor decirlo asi, en 9I momento que escribi- la Australia oriental, tenia cuatrocientos cos.
•
mos éstas' líneas,, no especifican más, y por pies de elevación, y podían entrar cuatro
Según la costumbre oriental, se dan á
hombres
á
caballo
dentro
del
tronco
y
moconsiguiente, para ampliar el hecho, espelos hijos délas familias ricas, esclavos desfáfñós mayores y ínáS interesantes detalles verse con facilidad y holgura.
de su nacimiento, y estos esclavos se eduMr.
Boyle
ha
medido
un
eucaliptus
ie nuestros corresponsales.
can con ellos. Laprimogénita de S. A.MusLas noticias de Cataluña no avanzan en amigdalina que habia hecho cortar en una tafá-Bajatiene doce esclavas ásu servicio:
sino iñüy poco sobre lo que ya dejamos ma- de las gargantas profundas de las ' monta- son circasianas ó georgianas que se han
hifóstado: seguia la reconcentración de las ñas de Daudohoug, y tenia cuatrocientos! educado con la princesa y siguen ahora á la
partidas, haciéndolas subir algunos al nú- veinte pies de longitud y una corpulencia; esposado Khalil-Bajá. Pues bien, cada una
niero de se.s ó siete, mil hombres, A cuyo proporcional.
de estas esclavas tiene su canastillo de boda
Un árbol de la misma especie ha presen- y sus galas, y además, cuando se casen, la
írenté trataba de ponerse don Alfonso, el
hermano del Pretendiente. En vista, pues, tado las mismas dimensiones siguientes: princesa se enéargará de dotarlas y poner<le, esto, del estado en que se encuentran longitud del tronco hasta la base de la pri- las casa.
las provincias del Principado, de que aun mera rama, doscientos tres pies.
Diámetro del tronco á la altura de la pri- —jQuú tiene H8te<l, doña Jaana?
en los mismos alrededores de Barcelona,
—Estoy inconsolable.
habia temores de llegada de carlistas ó de mera rama, cuatro pies.
Longitud del tronco desde la primera
—¿Pero por qué?
otras noticias que todavía no estiln bajo
^Jiestra jurisdicción, parece que don Ama- rama hasta la cima, setenta pies.
—Se me ha perdido el guarda-pelo.
Diámetro del tronco á esta, altura, tres
deo de Saboya ha consultado con el gobierno
—¿Era de oro?
sobre la conveniencia de ir á Cataluña á pies.
—No señor, de cartón.
cóítohátif 'contria los enemigos dé su dinasLongitud total del tronco, trecientos se—¡lie visto al diablo! ]he VIBIÁ al diaV*' P«ro según se asegura ao se há consi- senta y cinco pies. .
blo!—decía un hombre que venia-huyendo.
cuanto ®°''^®'*iente esta determinación, por
Perímetro del tronco á tres pies del sue—¿Cómo ha visto usted al diablo?
iirflwí2rit®^.***'^í^cter de lá «ampafla no se lo, cuarenta y un pies.
—En figura de borrico.
' •
Dos encaliptus amigdalina, medidos á
—¡Bah! se asusta usted hasté, de su
i„- «^^^2^ **^*° la inquietud continúa, y cuatro pies del suelo, han dado una circun-; sombra.
. :
, T i t r ^ ' « ' * o « ó s ' , sirvan de medio á fereoicia, uno de cincuenta y tres pies y
Un lugareño, de<ieoüo de cararse dpi
los partidos para atacar al poder. Nadase otro de ochenta y uno; en IsW comarcas del
sahia a ultima hora del general Moriones; Rarra y de Lalatroche, se han encontrado vicio de la embriaguez, fué á consultar á
pero es. - de ^ ^s^^^-fpx^^ronte.
se tengan,árboles.de esta especie que median quinien- su confesor y preguntarle qué haría para
corregirse.
notipias de las primeras operaciones de este tos pies de elevación.
jefe. No dejan de sacSr ^rtfdo las opósi^
—Abstente del primer vasO,—I© dJjo el
Los árboles de la Australia rivalizan en
clones de la ya prolongada estancia del altura, ya que no en grosor, con los céle- clérigo.
mismo en Pamplona, y con ñi&s 0 menos bres gigantes de los bosques dé la Califor—Me absfendré del primer •vaso,—repuintención recuerdan que CVamirtde'pártió pa- nia, llamados Sequoia Wellingtonia.
so,-^pero'no respondo del segundo.
64
EL PERIÓDICO PARA TODOS.
, IJn sacristán deoierto pueblo, que no debía ser tonto, se
puso un dia festivo ú tocar á
misa después de la tarde, y al
oir la campana, acudicj tanta
gente que se llenó la iglesia.
Cuando todos esperaban ver salir al sacerdote para empezar
á decirla, oyeron al sacristán
desde el pulpito, adonde habia
subido, que exclamó en alta
voz:
—Señores, sepan ustedes que
todos los que han venido ahora
á oir misa, se han quedado hoy
sin oiría.
•
•
En ana reunión se contaban varios chascarrillos propios de la vida de cada narrador.
Un militar habia contado sus
campañas.
Un viudo su luna de miel.
Un actor sus silbas.
—Vamos, ¿y usted no cuenta
nada?—dijo la señora de la casa, á un cesante que oia á todos con la más imperturbable
calma.
—Señora, respondió por fin,
—yo no tengo nada que contar
ni una peseta.
|]icre]>an<!a á uno porque
no respondía á lo que un necio
le decía, replicó:
—Soy como tordo yiejo en
campanario, que no hago caso
de las badajadas que oigo.
ISií>|intnni!o un s;riego con
un napolitano sobre las excelencias di! su país, decía:
—De Grecia han salido todos
los sabios y todos los filósofos.
—Pues por eso no ha quedado ninguno.
CHARADA.
Mí primera es una lotrji,
otra letra mí segunda,
otra letra raí tercera,
y os muy agradable fruta
mi primera con mi cuarta,
y el todo también me gusta,
y en el tocador lo tienen
las más elegantes turcas,
y la gente de buen tono,
que se acicala y perfuma.
—¿De dónde es nsted?
—Yo, señora, alcarreña, pa
servir á Dios y á usted.
—¿Y está usted resuelta á
criarme mis gemelos?
— ¡Yo, señora! Yo he venido
á Madrid á dar mi sangre á las
criaturas, y no á las alimañas.
—¿Y por qué llama usted
alimañas á mis pobres niños?
¿ Porque han nacido do un
parto?
—¿Qué te parece? ¡Vaya un
paso! ¿Por qué no me dice usted desde el en jirencipio que
tenia un par de mellizos, y estamos despachaos?
—¡Mozo! ¡mozo! —gritaba
un pollo desaforadamente en un
cafó.—¡Mozo! ¿No oye usted
que le estoy llamando hace una
hora?
—¿Qué quiero usted señorito?
—Un vaso de agua.
—¿Solo?
—No, con un plato.
—Ayer vino ñ casa don Jacinto, y dijo á mamá que era
usted muy ancho de manga.
¿ Qué quiere decir ancho do
manga?
—Nada, hija mía, nada, es
una gana de hablar de ese picaro don Jacinto.
—Pues eso decía yo; ya ve
usted, antes de ayer también
dijo que tenia usted las uñas
muy largas, y yo las veo como
las de otros.
—¿Qué lince usted todo el
día en su asiento?—preguntaron á un joven empleado.
.se levantó y salió sin mirar siquiera á Julia, (pág. 60.)
—Ya lo ve usted, esperando
que den las cinco.
Solución del salió de caballo-acertijo,
Un periodista francés, hnstnnie pobre,
inserto en el niím. 1."
defendía calurosamente la conveniencia y
Carta de francés me dieron,
la justicia de la prisión por deudas.
aunque diz soy español,
—He ahí,—le dijo un amigo,—un procey quien se dice mi padre
dimiento ingenioso para adquirir crédito.
dicen que no me engemlró.
Un lord lnj;lés ÜH casó con una corineFui estudiante, fui andariego,
ra, y aunque la pulió mucho, á lo mejor de
fui sirviente y fui ladrón.
cualquiera conversación sacaba la pata.
Do ¡)relados y ministros
—¿Qué os parece lord X y lady su espofui valido y servidor,
sa?—preguntaron á uno.
y he sido cuanto ser puedo
—Que él pertenece á la Cámara de los
quien va de la muerte en pos.
Lores, y ella á la do los Comunes.
LA AUTORIDAD CONYUGAL.
Solución del acertijo,
Lista de los señores que nos lian remitido
GIL BLAS DE SANTILLANA.
Solución d la charada del número aníer lor,
la solución al Salto de caballo y acertijo
Don Paco escribió á la novia
Í^Lis LEFEBVKE T ZABAM.
inserto en el número 1."
contestando á su charada
DE MADRID. —Don Ramón Gimeno Bayon.
dicíóndola de este modo:
Un znpnlpro nrudió ni jiicz de paz,
Doña Luisa Hernández.
—«Señora doña Tomasa:
diciendo que el sastre del portal, su veci¡Vive Dios, que si la suelta
no, so reía en sus barbas siempre que paD. S. H.
mi lengua un solemne taco,
saba por delante de su casa.
Don Mariano Ureña.
es probable que no vuelva
El juez dijo al sastre:
DE CELANOVA.—Don Rafael Camaño Mará llamarme PAJARRACO.»
—¿Por qué hace usted eso?
quina.
—Porque el señor se ha empeñado en
JUAUI'IN xCCDO.
El acertijo solo lo ha descifrado este úL
pasar siempre'que yo me rio
timo señor.
Siendo eslo Semanario propiedad exclusiva de la Cuso editorial de I). Jesús Gruciú, so prohibe sá reproducción y traducción, para lo cual queda hecho e^dcpúsilo que
marca la ley.
MADRID, lS7r..—Imprenta de EL PERIÓDICO PARA TODOS, í cargo de Manuel Martínez: Hiedra, 9.
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