Clonación: avance pionero

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diciembre de 2009 / número 19
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Clonación: avance pionero
nómada
diciembre de 2009 / número 19
nómada
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Adrián Mutto y un hallazgo científico
Hugo Montero
La noticia ocupó los primeros planos de la prensa local en junio pasado: había
nacido el primer bovino clonado en el país en una universidad nacional, y el
primero del mundo de la raza Brangus. Los responsables del avance son los
integrantes del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas del Instituto Tecnológico
de Chascomús (IIB-INTECH), perteneciente a la UNSAM y CONICET y la
empresa ARG Natural Beef del grupo América, que aportó los fondos. Uno de los
artífices de la experiencia, Adrián Mutto, detalla el proceso y confirma la
importancia del factor humano aun en los procedimientos más complejos.
ació el 20 de junio de 2009, lo llamaron Manuel,
pesó 48 kilos, midió 1,35 metros de largo y es el
protagonista de este artículo. Lo extraordinario
es que Manuel es un ternero clonado a partir de las células extraídas de la oreja de un toro campeón de nombre Ciruelo y de una vaca muerta.
Se trata, nada menos, del primer clon de la raza Brangus en el mundo y el primer caso de clonación exitosa
en una universidad estatal argentina. Y el mérito tiene
nombre y apellido: el Laboratorio de Reproducción del
Instituto de Investigaciones Biotecnológicas -Instituto
Tecnológico de Chascomús, Buenos Aires-, que
pertenece a la Universidad Nacional de San Martín y al CONICET. El mismo equipo alcanzó otro logro
científico el 23 de octubre: en este caso, una hembra
Brangus clonada por transferencia nuclear de células
somáticas, a partir de una biopsia de oreja. Adrián Mutto, licenciado en Biotecnología y especialista en clonación, explica en detalle cada paso del proceso que culminó con el nacimiento de Manuel y que puede abrir una nueva etapa en el universo de la clonación en Argentina.
–¿A partir de qué pasos comenzaron a desarrollar la investigación?
–A mediados de 2007 el doctor Rodolfo Ugalde que falleció el 17 de agosto pasado, empezó con la idea. Me
preguntó si yo estaba en condiciones de clonar comercialmente animales. Acepté, pero creo que no sabía
bien en realidad todo lo que ello significaba. En colabo-
ración con otros dos investigadores, los médicos veterinarios Germán Kaiser y Nicolás Mucci, diseñamos el
sistema de clonación en el IIB-INTECH. Ahí tenemos
un campo experimental de mil hectáreas, donde se armó un laboratorio de última generación y una unidad
de neonatología que no tiene nada que envidiarle a la de
un hospital para humanos.
Empezamos a trabajar a principios de 2008. El conflicto agropecuario que duró diez meses nos condicionó
muchísimo porque en un sistema de clonación la materia prima principal son los óvulos que sacamos a partir
de ovarios de matadero, de vacas de faena. Como no
había faena o era muy errática, no podíamos programar
las maniobras y eso nos retrasaba. Pero cuando logramos sincronizar con la faena y las vacas en el campo
como receptoras, agilizamos la tarea: la primera transferencia embrionaria fue durante los primeros días de
agosto de 2008 y la primera parición fue el 24 de marzo,
cuando nació nuestro primer ternero clon nacido vivo,
al que llamamos Eureka. Desgraciadamente, por problemas metabólicos, falleció a las 36 horas. Eso nos
abatió, fue un golpe durísimo para todos. Y el 20 de junio, el Día de la Bandera –por eso lo llamamos Manuel–,
nace este clon, un Brangus colorado. Nació con varios
problemas metabólicos, muy típicos de los clones.
Si bien es posible ir chequeando por ecografía o contacto ginecológico la evolución de la preñez, cuando el
ternero nace tiene que arreglárselas por sí sólo, y allí la
situación es una lotería. Es posible encontrar a muchos
Adrián Mutto, Germán Kaiser y Nicolás Mucci, responsables del proyecto de clonación.
que no tienen ningún problema o a otros tantos que tienen millones, que se te mueren indefectiblemente. Estábamos preparados para eso, incluso hicimos cursos
de neonatología de emergencia en el Hospital Italiano...
–Esos cursos tienen una aplicación para
seres humanos…
–Claro, es que en realidad la neonatología veterinaria
se desprende de los conocimientos sobre seres humanos. Hicimos varios de esos cursos. Trasladamos terneros al INTECH. Después nace Manuel, el clon de Ciruelo, con 48 kilos de peso cuando un ternero normal pesa
entre 28 y 32. El exceso de masa corporal es muy normal
en los clones. Nació con sufrimiento fetal y no sabíamos
por qué. Hicimos esquemas de antibióticos previniendo
posibles infecciones y, a partir del segundo día, el ternero empezó a comer, se paró solo –los terneros normales
se paran generalmente a las dos o tres horas–. Éste se
paró después de las 24 horas del nacimiento. Así que algún problema tenía. Con el equipo de neonatología vivimos cuatro días sin dormir, prácticamente al lado del
ternero hasta que se recuperó. Estuvo diez días con oxígeno nasal, con un esquema de antibióticos serio, todo
por catéter central cortado por cirugía. Por eso puedo
decir que nosotros, hoy en día, somos el primer equipo
de clonación y transgénesis que depende netamente de
una universidad nacional, que cubre todas las áreas:
desde la capacidad de hacer embriones transgénicos y clonados, hasta desarrollar las asistencias
neonatológicas después del parto. Todo el proceso completo.
–¿Qué puede representar la comercialización de
este tipo de emprendimientos?
– No es lo más rentable pero es lo que asegura un
resultado exitoso. Igualmente lo más rentable siguen
siendo los equinos. Los caballos, especialmente de
polo, siguen siendo los más rentables y a su vez son
los más difíciles de clonar, pero estamos trabajando
en eso también.
Es muy importante porque, por ejemplo en el caso de
Ciruelo, un bovino de competición, tuvo un golpe en
uno de los dos testículos que condicionó sus capacidades reproductivas. Por eso, clonando ese animal se recupera a un toro que puede quedar afuera de un sistema reproductivo convencional, como dador de semen o
una monta natural a campo. Otro de los problemas es
que no puede ingresar a ninguna exposición ganadera
por el defecto. Por lo tanto, teniendo el clon se estaría
exento de este problema.
Después, va a ser la primera vez que una universidad
pública tenga un servicio a terceros para generar animales. El impacto social, lo ignoro. Lo cierto es que ya
hay clones nacidos en el país, pero cuando nació Manuel fue un revuelo tremendo. Nunca pensé que el tema
iba a salir en La Nación junto a una noticia sobre el presidente Obama. No sé cómo lo va a tomar la sociedad.
Pero nosotros lo vamos a hacer porque vemos una ne-
Manuel, el primer ternero de la raza Brangus clonado en el mundo.
El factor humano
–¿Qué le sorprendió de este trabajo?
–Mi tesis de doctorado fue hacer una cabra transgénica por clonación. Ya veníamos desarrollando la técnica
en otro laboratorio, en Balcarce, donde aprendí a clonar. Es impresionante; uno a veces está tan cerca de la
técnica o tan sumergido en los detalles reproductivos,
que pierde la percepción de lo que está haciendo. Se da
cuenta cuando los demás le dicen: “¿Sabías que hiciste
un bicho vivo a partir de la oreja de otro o de una célula de oreja?”. Y es así, de una oreja suge un animal vivo.
Ahí uno comprende que el trabajo le permite devolver
un animal vivo a un productor al que se le murió una vaca hace cuatro años.
–¿En qué se diferenció la metodología entre el
primer y el segundo ternero clonado?
–En el primer proceso estábamos aprendiendo, sin
mucha conciencia de lo que iba a pasar. Al final no anduvo nada bien. Aprendimos de esos errores, se incorporó una veterinaria del Hospital de Rehabilitación Equina del Cahuel, que trabajó siete años en el Hospital de
Emergencias Veterinarias en Pensilvania. Esta persona
tenía nuestro mismo espíritu y la misma postura frente a
los clones. Es decir, identificar prematuramente el o los
problemas que surgen, y decidir si actuar o no en consecuencia. En nuestro caso, siempre es preferible intervenir con métodos agresivos e invasivos, saber
dónde uno está parado para después poder solucionar los problemas. Eso prefiero: si el ternero tiene problemas respiratorios o cardíacos, no quedarse de brazos cruzados a ver si
se revierte. Es preferible atacarlo, intervenir
por catéteres, antibióticos, darle oxigeno, medicina; es decir, las atenciones primarias; y los
análisis que permitan saber qué hacer. En este
caso, creo que los análisis en sangre completos, los de orina, los electrocardiogramas y toda la batalla que libramos durante diez días,
nos ayudaron a tener a Manuel con vida. Por
lo tanto, vamos a optar por actuar. Es muchísimo más costoso que cruzarse de brazos y esperar, pero uno se asegura que el ternero viva.
Eso hacen los hospitales con los humanos,
exactamente: cuando ven un neonato recién nacido
con problemas no esperan, directamente actúan
apelando a todos los recursos posibles.
–Es clave el factor humano…
–Sí, y eso es netamente aprendizaje. Nosotros aprendimos y hasta ahora nos fue bien.
Por otra parte, con el sistema más invasivo e
intervencionista los clones viven, con el sistema, más pasivo, se mueren. Adicionalmente, si
se observan todas las etapas que hay durante el proceso –y son muchísimas–, uno entiende la fragilidad del
sistema dado que una falla no puede recomponerse. Se
cayó una y se cayó todo. Si hay una falla en el último esquema de administración de antibióticos, hay un error
y el animal se muere de una infección después, todo lo
que se hizo dos años para atrás, está perdido. Si te equivocaste al principio, todo el sistema de clonación está
perdido, todas las maniobras se pierden. Son puntos en
los que hay que poner mucha atención. Tiene que estar
muy aceitado todo el personal que trabaja y manejar con
atención muchos factores. Por eso somos un equipo.
–¿Cuánta gente estuvo vinculada al proceso?
–Unas diez personas. El sistema se divide en varias
partes: el laboratorio, que trata el cultivo in vitro, la
transferencia de embriones, la sincronización en celo
de esas vacas receptoras y su alimentación. La nutri-
ción de las vacas receptoras es esencial para esto. Tienen que estar en buen estado físico y de salud. Por lo
tanto, tiene que haber un veterinario que se encargue
exclusivamente de su sanidad. Nutrición, buena sincronización, cuidados pre-parto hasta el octavo mes. Desde el octavo hasta el noveno se encarga otro veterinario
que es el obstetra, que va a practicar la cesárea. El equipo de cirugía se encarga de la cesárea, de sacar el ternero y de brindarle cuidados a la madre. Y toda la parte de neonatología.
Es un trabajo arduo, nada fácil. Uno ve el ternerito
ahora… pero es desgastante. El día del nacimiento, después de volver a casa, me acosté a dormir a las 2 de la
tarde y me desperté el otro día, a las 6; pero la satisfacción del ternero vivo es indescriptible. Uno, tan inmerso en todo el sistema, festeja cualquier avance, por mínimo que sea. Hay satisfacción cuando muge, tiene reflejos, mueve el intestino, se para...
Detrás de una clonación
–¿Qué cambió, de un año a esta parte, en la forma de ver tu propio trabajo?
–Mucho cambió. Cuando empecé el doctorado pensé: “Hacés el doctorado para, después de unos cinco
o siete años, tener un título de doctor y entrar en carrera”. Pero no, el doctorado no sirve para eso. Sirve
para abrirte la cabeza, para darte otro nivel de visión. Y en este último año a mí me ha cambiado muchísimo la visión con todo esto. Nosotros hemos ido
con las vacas para conseguir ovarios desde Buenos
Aires a Malargüe, en Mendoza, y de allí sin dormir a
Balcarce y después a Chascomús. Todo eso en una
semana. Y durante tres años, semana por medio. Así
que trabajamos mucho y todas esas posibilidades las
dio Rodolfo Ugalde. Todas esas cosas, después de
que las pasaste, te sirven.
–¿Cómo está hoy Manuel, el ternero?
–Está perfecto. Tiene tres meses y diez días, ¡pesa 146
kilos! Al no tener madre, criarlo a mamadera y no tener
contacto con otros animales –recién ahora estamos empezando a largarlo por temor a que se contagie alguna
enfermedad, porque no está vacunado– nos reconoce
como sus padres. Cuando era más chiquito no había
problema; venía, se apoyaba en tus piernas y te empujaba y uno entonces lo acariciaba. Pero ahora pesa 146
kilos. Viene corriendo y te pasa por arriba. Está tan
acostumbrado al contacto con humanos que se comporta como un perro. Ya tiene el pelo colorado permanente y está funcionando como un rumiante: come pasto
y alimento balanceado, está destetado y esperamos que
ARG lo lleve al Chaco, para que esté con otros animales
de su raza.
Va a ir al lugar que corresponde. El donante pesa 1.200
kilos, así que suponemos que Manuel va a llegar a ese kilaje. Va a ser una satisfacción verlo de grande al lado del
donante; van a ser idénticos. Así que dentro de un par de
años voy a viajar al Chaco. Ahora llevé a mi hijo para que
lo conociera. Le saqué una foto al nene abrazando al ternero. En un informe del seminario que presenté puse al final la foto de los dos. Todos se reían, claro: mi hijo y mi
otro hijo bovino, decían.
El legado de Rodolfo Ugalde
l legado de un científico puede medirse de diversas maneras: por la generación de conocimiento y su impacto en la
sociedad, como producción científica de alta calidad, acumulación de premios y distinciones, formación de recursos
humanos y creación de instituciones. Rodolfo Ugalde, sin lugar a dudas, aportó en todas ellas y con una honda impronta.
Fue un reconocido científico que generó conocimientos en una amplia variedad de áreas como la bioquímica de azúcares, la microbiología y la biotecnología; generó patentes; recibió diversos premios de renombre; formó una gran cantidad de recursos humanos y fue el alma creadora y principal propulsor de dos instituciones (el Instituto Tecnológico de
Chascomús, INTECH, y el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM, IIB) para las cuales participó activamente tanto en su diseño y edificación, como en el enfoque temático que se les dio y que continúan teniendo en la actualidad. A pesar de todo, el legado del cual él estaría más orgulloso es, sin lugar a dudas, haber logrado transmitir e inculcar en sus estudiantes y discípulos el espíritu edificador que lo motivó a estar constantemente en un proceso constructor, siempre con nuevas ideas y proyectos desafiantes. Estas enseñanzas, transmitidas a las próximas generaciones de
científicos, serán su obra más importante y perdurable en el tiempo.
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cesidad, una demanda que crece de parte de los productores agropecuarios y cabañeros.
Con el paso de los años surge la tecnología nueva para programas de mejoramiento genético, producción in
vitro, transferencia, producción de embriones baratos
para producir rodeos a partir de dos embriones congelados. No tanto transgénesis pero sí, por ejemplo, la vaca muerta, animales que tienen problemas por golpes,
fracturas…, creo que vamos a trabajar mucho.
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Adrián Mutto y un hallazgo científico
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