Adelanto Jacobo Reloaded

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Jacobo reloaded
Mario Bellatin
Ilustraciones de Zsu Szkurka
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Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,
transmitida o almacenada de manera alguna sin el permiso previo del editor.
© Mario Bellatin, 2014
Ilustraciones
© Zsu Szkurka, 2014
Primera edición: 2014
Ilustración de portada
Zsu Szkurka
Copyright © Editorial Sexto Piso, S.A. de C.V., 2014
París #35-A
Colonia Del Carmen,
Coyoacán, C.P. 04100, México, D.F.
Sexto Piso España, S. L.
c/ Los Madrazo, 24, bajo A
28014, Madrid, España.
www.sextopiso.com
Diseño
Estudio Joaquín Gallego
Formación
Quinta del Agua Ediciones
ISBN: 978-607-7781-84-4
Impreso en México
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Para Tadeo
Para Margo Glantz, que sabe de estas cosas...
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La Rueda de
Transformaciones
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LA ESPERA
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La piel de los hombres
perpetuamente mojada
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Un Golem…
Una docena de huevos
Ovejas y roquedal…
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Las figuras quedaron en suspenso. La piel de los
hombres perpetuamente mojada. Un Golem. Una
docena de huevos cocidos. No se produjo ninguna mutación. Tan sólo apareció la imagen de unas
ovejas pastando en un roquedal.
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LA FRONTERA
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Jacobo Pliniak se presenta al lector como uno de los seres
más elementales del universo. Considerado como rabino
en su pequeña comunidad, dedica buena parte de la jornada a enseñar las Escrituras a los hijos de las familias
del poblado. Está casado con Julia, y juntos poseen una
taberna llamada La Frontera. Los ayuda en las tareas
el joven Anselm. Las jornadas son agitadas. Jacobo Pliniak se levanta al amanecer. Luego de las oraciones
rituales, y de sus baños —vestido y con agua fría a manera de penitencia personal—, espera la llegada de sus
pupilos, quienes ingresan en silencio al cobertizo que se
ha construido en la parte trasera. Poco antes, ha terminado la animación en la taberna. Muchos de los asistentes —soldados y campesinos en fuga o mujeres de
origen desconocido, la mayor parte—, duermen entre las
mesas un sueño producido por los excesos nocturnos. Julia y el joven Anselm han regentado la taberna hasta la
madrugada. Brindaron atención a los huéspedes, tratando de inmiscuirse lo menos posible en sus conductas.
Julia se ha acostado, al alba, en la cama que Jacobo
Pliniak acaba de abandonar. La mujer no se levantará
sino hasta el mediodía. Antes de dormirse, mientras escucha el sonido que produce el singular baño de Jacobo
Pliniak, Julia suele preguntarse por aquella manera tan
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especial que tiene su marido de hacer penitencia. A veces
se cuestiona, también, las razones por las que nunca ha
sido visto como un rabino genuino. En realidad, no era
un rabino en todo el sentido de la palabra. De haberlo
sido, su mujer no hubiera podido regentar la taberna,
menos hasta tan altas horas de la madrugada. La frontera quizá sea una de las obras menos conocidas del
escritor austriaco Joseph Roth. No se dispone aún
de una traducción en regla, pero han aparecido fragmentos, como el ofrecido líneas antes, en revistas
especializadas, tanto de París como de la costa oeste
de los Estados Unidos. En Frankfurt, la editorial
Stroemfeld posee en sus archivos una antigua edición que se supone íntegra de la obra, y la editorial
independiente Kieperheuer&Witsh tiene otra versión, que para muchos está compuesta sólo por una
serie de fragmentos. Nadie sabe por qué, pero hasta
ahora no se ha publicado ninguna de las dos. Muchos exégetas aseguran que falta un trabajo de investigación más riguroso, que permita recolectar la
inmensa cantidad de papeles dispersos que, se
piensa, componen el libro en su totalidad. Se desconoce lo que pensaba Joseph Roth acerca de esta
novela que, por no haber terminado nunca, no vio
publicada jamás. Una de las mujeres que lo acompañó en los años finales —cierta investigadora inglesa radicada en París—, asegura que el escritor
jamás se separó del texto y que lo escribía siempre sumergido en un estado de total embriaguez. De
alguna manera, parece tratarse de la novela que…
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Nueva York
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Costa Oeste
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…se reservó para redactar cuando estaba ebrio. Es
curioso comprobar, según los testimonios de la misma investigadora, que cuando creó La leyenda del
santo bebedor y otros libros relacionados de manera
directa con el alcohol no se permitió, durante el
tiempo en el que los estuvo redactando, ni una pinta
de cerveza. Es por eso que se puede considerar este
texto, La frontera, como una especie de tratado hecho
a través del inconsciente del autor. No existe nadie en
el pequeño condado de Korsiakov que no conozca la taberna de Jacobo Pliniak, dice uno de los comienzos
del libro. Todos saben que, a través de su única ventana, es posible apreciar el panorama que va desde el centro del poblado, con las torres del extraño y anónimo
castillo como fondo, hasta la pequeña caseta que sirve
de hito fronterizo. Tanto en los días de verano como de
invierno se puede ver, especialmente en las noches, la
caseta iluminada con una débil luz amarilla —que parece acercarse y alejarse en forma constante—, lo que
transforma la frontera en un punto de engañosa existencia, señala el autor en otro de los inicios. Ambos
comienzos parecen haber sido escritos durante los
años de juventud de Joseph Roth, cuando no abandonaba aún su Galitzia natal. No obstante, sería algo
apresurado considerar a este texto como una obra
de aprendizaje pues, de alguna manera, los libros posteriores se encuentran marcados por las líneas narrativas presentes en esta novela. Se trata, además,
de un texto que el autor jamás dejó de escribir. Para
algunos, las acciones de Jacobo Pliniak presentan un
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tono sumamente básico. Creen que se trata sólo de
la historia de un comerciante, dueño de una taberna
fronteriza. La taberna, en realidad, parecía ser sólo
una pantalla que servía como vía de escape a decenas
de judíos que huían de los pogroms rusos. Esos lectores no parecen reparar en las aventuras que Jacobo
Pliniak iría a protagonizar en América años después,
cuando incluso se transforma en una anciana mujer:
la piadosa dama Rosa Plinianson. Pero, regresando
a los orígenes, la tranquilidad en la vida de Jacobo
Pliniak —representada, principalmente, tanto en las
clases de religión que impartía a los niños de la comarca como en sus incursiones a cierto paraje de la
frontera para ayudar a cruzar, una vez por semana,
a sus compañeros de religión— se ve alterada, de
manera definitiva, como se verá más adelante, cuando descubre que Julia, su mujer, es la amante del
joven Anselm. Ambos, incluso han planeado huir
juntos. Cuando Jacobo Pliniak se entera de los sucesos, orientado por las pistas que adrede va dejando su propia esposa, aparenta no tener conocimiento
de aquella relación. Guarda silencio, y todas las mañanas se enfrenta solitario al desayuno que su mujer
le prepara antes de irse a dormir. Una taza de borsch
colocada sobre la mesa y una tetera colgada del fogón
es lo que, día tras día, acostumbra hallar Jacobo Pliniak al despertar. En ciertas ocasiones encuentra,
también, un emparedado hecho con el arenque ahumado que la noche anterior algún viajero trajo del
Báltico. Joseph Roth, en su calidad de creador, va…
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Korsiakov,
vista de la taberna
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Torres del extraño y
anónimo castillo
Caseta iluminada,
frontera
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«La Frontera»,
taberna de Jacobo
Pliniak
Hombres
embrutecidos
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Anselm
Animales
salvajes
Julia
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Tetera colgada
del fogón
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Borsch
Jacobo
Arenque ahumado
de un viajero
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…señalando diversas realidades a medida que avanza con su escritura. Tal vez, en La frontera se encuentre más claro este cometido. Posiblemente, aquella
sea la razón por la que se trata de una de las obras
más crípticas y de estructura más compleja del
autor. Quizá por eso también, el personaje Jacobo
Pliniak, que a mitad del relato se transforma en una
mujer, a la manera del Orlando de la escritora inglesa Virginia Woolf, sea uno de los más curiosos de
la historia de la literatura. No cabe duda de que se
trata, al menos, del más extraño creado por nuestro
autor. Algunos piensan que es un personaje no acabado del todo —que le sirvió al escritor como inspiración para componer otros héroes más completos
como el memorable Isaac de Job, el comerciante
Nissen de Leviatán, o el inspector Anschelbum, famoso por su celo en el control de las pesas y medidas
de la región—, y otros que es, en definitiva, una innovación de lo que tradicionalmente suele conocerse como personaje. Esta apreciación puede verse
con más claridad apreciando cómo Jacobo Pliniak
logra que los judíos rusos pasen de uno a otro lado
de la frontera. Se reserva los jueves para llevar a cabo aquel éxodo. Durante esos días no espera la llegada de los alumnos para que estudien en su casa. La
gente de los alrededores sabe que, aparte del sábado
tradicional, los jueves también han sido convertidos
en días sagrados. Jacobo Pliniak se dirige al atardecer a un punto de la frontera que nadie más conoce,
ubicado en el vado de un río poco caudaloso, que
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cruza sin quitarse las ropas. El asunto de las aguas y
las ropas forma parte de su ritual personal. Según
Jacobo Pliniak, cada vez que alguien se baña vestido
está reiterando su comunión con Dios. No es común
que alguien considerado el rabino de su comunidad
se permita este tipo de interpretaciones. Sin embargo,
la conducta de Jacobo Pliniak está llena de acciones
que, de alguna manera, contravienen las Escrituras.
Solía luego caminar cerca de media hora, hasta
la casa de su cómplice, una mujer conocida como la
rubia Macaca, la misma que años más tarde, y en
la ciudad de Nueva York, se convertirá en la actriz
de tendencia hasídica Norah Kimberly. Regresaba a
medianoche, llevando detrás suyo a una fila de inmigrantes. Macaca le había pagado en rublos parte
del dinero que aquellos hombres, a su vez, le entregaron para que los ayudara a escapar del país. Al día
siguiente tendría que ser Julia, la mujer de Jacobo
Pliniak, la que los cambiara en una tienda de granos,
cuyos propietarios acostumbraban especular con las
fluctuaciones de moneda entre ambas regiones. Los
inmigrantes permanecían por lo general dos noches
ocultos en la taberna. Durante la mañana del sábado
el grupo de refugiados era subido, sigilosamente, a
un carretón conducido por un hombre delgado. En
esos momentos, Jacobo Pliniak solía abandonar su
cuarto de oración, situado a pocos metros de la taberna, y salía a desearles a los infelices suerte en
el viaje. Uno de los descubrimientos más sorprendentes para la literatura, no sólo para la del escritor
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Joseph Roth sino para la del siglo xx, parece estar
contenido en la mecánica de cómo un rol asignado
a determinado personaje deriva, de pronto, en el de
otro totalmente distinto. Precisamente cuando el
lector asume, de una manera verosímil además, no
sólo la presencia en el texto de Jacobo Pliniak sino,
sobre todo, su derecho a permanecer dentro de su
propia estructura narrativa, nuestro personaje se
transforma, sin mayor trámite, en su supuesta hija
adoptiva, Rosa Plinianson, máxima autoridad del
comité de damas del poblado que habita. Todo comienza cuando, sin ninguna solución de continuidad, en cierto punto de la trama, Jacobo Pliniak se
encuentra viviendo en América. Se halla en la ciudad
de Nueva York, indagando por el paradero de la actriz Norah Kimberly —la antigua Macaca que ayudó
a transportar a los inmigrantes clandestinos—, famosa en ese momento por sus presentaciones en los
teatros ambulantes de la zona. Jacobo trabaja en un
almacén que comercializa granos, cuyo propietario
es uno de los hombres a los que ayudó a cruzar la
frontera años atrás. Jacobo Pliniak está agradecido
con Dios, entre otras cosas porque su barco fue el
último al que se le permitió ingresar al país sin solicitar visa de entrada a sus ocupantes. Durante el
viaje, que estuvo a punto de terminar en tragedia, ya
que a la mitad del océano se estropearon los instrumentos de navegación, se hizo hermano espiritual
de un tal Abraham. Ese muchacho, proveniente de
la región caucásica, había atestiguado, escondido
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detrás de un roquedal donde solían pastar sus ovejas, cómo era saqueado su poblado mientras los habitantes eran encerrados en la pequeña sinagoga. En
este pasaje llama la atención no sólo la presencia de
este hermano espiritual, Abraham, sino de las ovejas
y, sobre todo, el hecho de que pastaran en un roquedal. Es evidente que en esta parte del relato Joseph
Roth pone de manifiesto, de manera directa, el carácter místico de su obra. Aunque no deja de ser extraño que, durante el pasaje de peligro que sufrió el
barco en altamar, no apareciese ninguna referencia
al miedo al Leviatán, el monstruo de los océanos,
presente en la mayoría de los relatos de esta naturaleza. Pese a todo, la mención del roquedal y las
ovejas es un elemento que no puede pasar inadvertido. Dos años después de su llegada, Jacobo Pliniak
encuentra en una de las calles más transitadas no a
la actriz Norah Kimberly sino a Julia, su antigua esposa. Ha sido abandonada por el joven Anselm y tiene una hija llamada Rosa. La mujer realiza trabajos
menores para gente de la comunidad, pero vive
prácticamente de la caridad pública. Jacobo se apiada de su mujer. Propone que viajen juntos a la costa
oeste. En aquella región vive Abraham Pliniak, el
hermano espiritual, quien más de una vez le ha pedido por carta que se reúna con él. En muy poco
tiempo Abraham había logrado amasar una especie
de fortuna, comprando tierras al reducido número de
colonos que todavía quedaban en una región que en
apariencia era poco productiva. Luego las había…
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Casa de la cómplice:
Macaca
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Fila de
inmigrantes
Jacobo
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Jacobo sale a desearle a los
infelices suerte en el viaje
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Grupo de
refugiados
Carretón conducido por
un hombre delgado
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