Reproducción social

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Sobre la noción de la crisis de reproducción social (George Caffentzis)
Una revisión teórica1
¿Qué rol juegan las relaciones extramercantiles en el proceso de reproducción social cuando las
relaciones mercantiles llegaron a ser el paradigma del intercambio social? ¿Son las relaciones y
actividades “extramercantiles” (por ejemplo tener una conversación amistosa, o criar un niño)
simplemente una sombra de la presencial central y radiante del mercado, o forman la parte principal
de los asuntos sociales? ¿Se justifica poner la atención exclusiva a los fenómenos de mercado- la
punta del iceberg social, o es el camino al desastre conceptual y práctico? Por mucho tiempo, estas
preguntas han sido esenciales para la auto definición de la sociología en cuanto ciencia opuesta
(hasta hace poco) a la economía.
Para hacerse una idea concreta del alcance de la problemática, imagina las llamadas telefónicas
hechas, o los correos electrónicos enviados, durante un día en cualquier ciudad de Estados Unidos.
Podemos calificarlas como intercambios mercantiles, ya que la mayoría de llamadas y mensajes son
comprados a una empresa telefónica, y muchos son efectuados en el contexto de actividades de
mercado. Pero, ¿qué hay de los intercambios no mercantiles posibilitados por ellos? ¿Qué hay de las
llamadas y los mensajes que la gente hace no para comprar o vender, sino en el contexto de
relaciones familiares, de historias de amor, de luchas, incluyendo aquellos contra la misma empresa
telefónica? Estas llamadas y mensajes ciertamente tienen un “valor de uso”. ¿Podemos decir que
son sin relevancia para la riqueza social?
Como escribe Marx, “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción
capitalista se presenta como un 'enorme cúmulo de mercancías'” 2 En el caso de una empresa
telefónica, la riqueza se presenta en la forma de sus ingresos. Pero los ingresos no revelan el tejido
de información y coordinación social que se mueve a través de los cables. ¿Cuál es la relación entre
esa riqueza de información, e imaginación, y la forma-mercancía? Sabemos que una huelga de los
trabajadores de telecomunicaciones, o un incremento en la tasa de interés afecta la cantidad de
llamadas hechas y su precio. ¿Pero qué pasa con la riqueza social producida en esos intercambios?
¿Pueden ser medidos en su conjunto por medios mercantiles?
Si expandimos el ejemplo de las llamadas y mensajes para incluir todos los intercambios
materiales (por ejemplo conversaciones, encuentros amorosos), comenzamos a descubrir el gran
“Otro” del mercado. Esa esfera que subsiste al exterior de la circulación de mercancías y dinero ha
sido, desde los años 1960, un polo de atracción para las ciencias sociales, ya que se ha caído en
cuenta crecientemente que los intercambios no mercantiles pueden cuestionar y afectar la economía
formal, a la vez que son esenciales para su existencia. 3 Por consiguiente, en la teoría social se ha
1
2
3
Traducción provisional hecha por Eric Meyer. Cualquier sugerencia para mejorar la traducción enviar por favor a
[email protected]
Karl Marx, El Capital tomo I, lib I, p. 43, Edición Siglo XXI
Richard Swedberg, “Economic Sociology: Past and Present” in Current Sociology 35 (1987): 1–221; Richard
Swedberg, ed., Economics and Sociology: Redefining Their Boundaries, Conversations with Economists and
Sociologists. (Princeton: Princeton University Press, 1990); Neil J. Smelser and Richard Swedberg, The Handbook
of Economic Sociology (Princeton: Princeton University Press, 1994)
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vuelto una cuestión crucial medir su cantidad y evaluar su potencial. Eso es especialmente verdad
en el estudio de las sociedades de muchas áreas de África, Asia y las Américas donde la formamercancía no es dominante, así como en el estudio del trabajo doméstico y de las demás actividades
que colaboran en la reproducción de la fuerza de trabajo que, en la mayor parte del planeta, son
efectuadas al exterior del espacio de los intercambios formales de mercado.
Para describir la esfera de las relaciones no mercantiles, la última generación de teóricos
políticos elaboró una nueva terminología: el sector del “trabajo no asalariado”4, la “fabrica social”5,
la “economía-sombra”6, la “economía general”7, la economía moral”8, la “economía informal”9.
Con ellos emergió un nuevo conjunto de polaridades socio-económicas: formal/informal,
producción/reproducción, mercantil/moral, racional/tradicional, moderno/posmoderno, que dio
inicio a un proceso de deconstrucción (teórica) de las formas sociales. Tan pronto como fueron
identificadas las dicotomías aparentes, sus presuntos polos positivos y negativos fueron
desplazados, o invertidos, para poner a descubierto nuevos campos de relaciones. Así, una vez que
el trabajo reproductivo, incluyendo la agricultura de subsistencia, fue visibilizado, no se pudo
ignorar por más tiempo que la cantidad de trabajo no remunerada hace eclipsar la de trabajo
asalariado, anteriormente situado en el lugar de honor del análisis económico, tanto marxista como
no marxista.
La primera pregunta que nos plantea esta revolución teórica se refiere al estatus de los conceptos
más antiguos a la luz de esos desarrollos. ¿Cómo transformó el reconocimiento de la importancia de
las relaciones no mercantiles en la vida social el concepto de la reproducción social, analizado
anteriormente por la economía política exclusivamente sobre bases mercantiles? Más
específicamente, ¿cómo se relaciona la noción de la “crisis de la reproducción social”, comprendida
como un rupturas en los intercambios mercantiles “normales” y asociado (por Marx y la tradición
clásica de la economía) con depresiones, pánicos y burbujas especulativas con esta esfera no
mercantil? ¿Podemos desarrollar una noción más general de tales crisis, mediante analogía con
aquellas originadas en los intercambios de mercancías? ¿Pueden explicarse hambrunas, genocidios,
guerras y otras “rupturas” en la reproducción social mediante una generalización de la noción
clásica de crisis?
Esas preguntas están en el centro de ese ensayo, tal como lo han sido desde los años 1980 para la
teoría social, cuando se reconoció que hambrunas y muchas otras catástrofes no son de ninguna
forma desastres naturales, sino consecuencias socialmente impuestos de la negación de derechos
(entitlements) – a la comida, a la tierra y otros factores de subsistencia- tal como lo demostraron los
trabajo de Amartya K. Sen y otros.10
4
Mariarosa Dalla Costa and Selma James, The Power of Women and the Subversion of the Community (Bristol:
Falling Wall Press, 1972)
5 Mario Tronti, “Capitale Sociale,” Telos 17 (1973): 98–121.
6 Ivan Illich, Shadow Work (London: Marion Boyers, 1981).
7 Georges Bataille, The Accursed Share (New York: Zone Books, 1988)
8 E.P. Thompson, Customs in Common (New York: The New Press, 1991)
9 Serge Latouche, In the Wake of the Affluent Society: An Exploration of Post-Development (London: Zed Books,
1993)
10 Amartya K. Sen, Poverty and Famines: An Essay on Entitlement and Deprivation (Oxford: Clarendon Press, 1981);
Joanna Macrae and Anthony Zwi, eds., War and Hunger: Rethinking International Responses to Complex
Emergencies (London: Zed Books and Save the Children (UK), 1994); Alexander De Waal, Famine that Kills:
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Mi discusión comienza con un análisis de la teoría de reproducción social de Marx, que sigue
siendo la teoría económica clásica más sofisticada sobre el asunto. Luego identifico tres
acercamientos alternativos que reconocen la importancia de relaciones no mercantiles, pero que
difieren en la forma en que dan cuenta de ellos. El primero explica el intercambio no mercantil
mediante la generalización de la forma-mercancía, el segundo generaliza la relación de intercambio
social, el tercero hace énfasis en el aspecto de producción de valor de los fenómenos no mercantiles.
Así mismo, cada uno ofrece una perspectiva diferente acerca del concepto de crisis de reproducción
social, lo que es, a mis ojos, una prueba para su poder explicativo. Concluyo con que el tercer
acercamiento tiene el potencial más grande para explicar las crisis de reproducción social como, por
ejemplo, las hambrunas.
Reproducción social: genealogía y crisis, una perspectiva marxiana
“Reproducción social” es un término extraño. “Reproducción” evoca ciclos biológicos que
ocurren recurrentemente, mientras que “social” conlleva la connotación de interacciones
intencionales y voluntarias. Sin embargo, la creencia que la sociedades capitalistas modernas tienen
ciclos de reproducción naturales ha sido central para el desarrollo de economía y sociología. La
tensión presente en este concepto se evidencia en las tensiones continuas entre ambas disciplinas.
La razón por ello puede ser ilustrada etimológicamente. “Sociología” tiene su raíz en el socius latín,
que se refiere a la compañía libremente elegida con quien no se tiene lazos de sangre. “Economía”,
por el contrario, deriva de la palabra del griego antiguo oikos (“fogón y hogar”) que describe las
relaciones de sangre y de esclavitud. Se podía hablar de la reproducción del oikos porque la unidad
doméstica no fue considerada un campo de elección y libertad, sino como un umbral entre
naturaleza y convención, physis y nomos, compartiendo la automaticidad y repetitividad del mundo
físico. Desde este punto de vista, las relaciones económicas se hallaban en la esfera de la necesidad.
Ocurrían entre esposo y esposa, padres e hijos, señores y esclavos, y su reproducción se anclaba en
ritmos aparentemente “naturales”. Por el contrario, las relaciones sociales estaban en la esfera de la
libertad al ser establecido entre iguales por medio de un acuerdo mutuo, y libre de lazos “naturales”.
Era inconcebible que esas relaciones únicas, edificadas sobre coincidencias deseadas pueden ser
reproducidas. A lo mejor (como en la Ética de Aristóteles) se puede plantear reglas para su
preservación.
Sin embargo, la distinción greco-romana entre socius y oikos erosionó con el desarrollo del
capitalismo, cuando la producción familiar de subsistencia fue remplazada por la dependencia de
intercambios mercantiles (el fundamento del concepto burgués de la “libertad”). De este desarrollo,
que afectó tanto el proletariado (después de los cercamientos) como los rentistas (que estuvieron
acostumbrados a consumir bienes producidos en sus propias haciendas) se originó el concepto
mismo de “sociedad”, como un término que describe la coexistencia humana, y luego el concepto
de “economía política” donde el politikon griego se puso como sinónimo con el socius latín. La
teoría del “contrato social” de Locke formalizó percepción ampliamente difundida entre la
burguesía del siglo diecisiete que las relaciones “naturales” del oikos (esposo-mujer, padre-hijos,
señor-sirviente) estaban haciéndose “social”, es decir, objeto de decisión individual y de contrato
entre iguales. Pero un reconocimiento inverso, que giraba alrededor de la idea de que la sociedad
también tiene un metabolismo biológico y ciclo natural, también se estaba formando. Este
Darfur, Sudan,1984–1985 (Oxford: Clarendon Press, 1989).
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reconocimiento llevó al concepto de “reproducción social”, el objeto de estudio principal para la
economía política en el periodo de la ilustración.
La primera teoría de reproducción social fue presentada por Quesnay en el Tableau économique,
en el siglo dieciocho. De manera novedosa, Quesnay preguntaba cómo una colección de individuos
asociados, miembros de clases específicos (rentistas, capitalistas, trabajadores) y conectadas
solamente por contratos, pueden reproducirse de tal manera que, después de un ciclo de producción
y circulación, los mismos individuos y clases volvieran a aparecer. Como Marx iba a argumentar, el
poder analítico de la perspectiva de Quesnay derivaba del hecho de que anclaba su análisis en el
mismo ámbito del oikos: tierra y producción agrícola. Sin embargo, eso era también lo limitado del
Tableau, con las manufacturas apareciendo solamente como un embarazoso “misceláneo”, a pesar
de que la producción industrial comenzaba a superar la agricultura a los finales del siglo dieciocho
en Europa Occidental.
En el camino de Quesnay a Marx, el desarrollo más importante en el análisis de la reproducción
social fue la teoría de Adam Smith que la producción de valor tiene que incluir el trabajo
industrial11. Pero fue Marx, el teórico de la crisis capitalista y revolución proletaria, quien elaboró el
análisis más definitivo sobre las condiciones de reproducción del capitalismo.
Este tema es tratado en el tomo II de El Capital, en el que Marx pasa del análisis de la lucha de
clases (el centro de la atención del tomo I) a aquellos fenómenos sociales del capitalismo que
regresan a sí mismos: circulación, rotación, retorno, circuito, reproducción. En vez de los cambios
en las variables lineares (p.ej. aumento salarial, caída de la ganancia), en el tomo II Marx examina
aquellos cambios que devuelven un sistema a su punto de partida, mostrando cómo las
transformaciones sufridas son cruciales tanto para la reproducción como para la subversión del
sistema.
Para analizar la reproducción del capital en el tomo II, Marx usó como modelo la teoría
mecánica de calor, desarrollada por la física de mitades del siglo diecinueve, que explica los
fenómenos macroscópicos como producto de millones de eventos y entidades microscópicos. 12 En
conformidad con este método, Marx describía los aspectos macroscópicos del capitalismo como
producto de millones de microeventos, y explicaba la reproducción del capital social sobre la base
de circuitos de capitales individuales, con sus orbitas microfísicas, sus velocidades y periodos
diferentes. Marx ofreció una descripción gráfica del movimiento desde el nivel micro al macro en la
introducción a la parte III que trata sobre “la reproducción y circulación del capital social”:
El movimiento del capital social se compone de la totalidad de los movimientos descritos
por sus fracciones autonomizadas, de las rotaciones de los capitales individuales. Así
como la metamorfosis de la mercancía singular es un eslabón en la serie de
metamorfosis experimentada por el mundo de las mercancías-- la circulación de las
mercancías--, la metamorfosis del capital individual, su rotación, es un eslabón en el
11 Ver Joseph Schumpeter, Economic Doctrine and Method (New York: Oxford University Press, 1967) para la
discusión más amplia sobre la relación entre los fisiócratas y Smith.
12 Físicos como Maxwell demostraron que se puede explicar matemáticamente porque un gas se calienta de manera
perceptible cuando se reduce su volumen asumiendo que el gas está compuesta por millones de moléculas
microscópicas invisibles en movimiento constante que chocan con otros moléculas y las paredes del recipiente del
gas.
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ciclo del capital social13.
La visión de Marx de la economía capitalista es la de una enorme colección de intercambios, con
circuitos coherentes a nivel individual donde el valor es conservado, aumentado o reducido, y donde
las mercancías y el dinero saltan de un circuito a otro en el curso de cada intercambio, transmitiendo
impulsos en cada dirección14. Es una imagen reminiscente del juego de los átomos en los diagramas
de la química orgánica tan popular en los tiempos de Marx. Podemos imaginar al capitalista A i)
vendiendo la mercancía producida a otro capitalista B que la usa como un medio de producción, ii)
tomando una parte del dinero realizada de esa manera y comprando bienes de lujo del capitalista C,
iii) comprando fuerza de trabajo del trabajador D y nuevos medios de producción del capitalista E
que, por su lado, energetiza nuevos circuitos de otros capitales individuales.
Sin embargo, el intercambio tiene que ser rentable para que el sistema se reproduzca a sí mismo,
tanto a nivel micro como macro. Así, “[l]o que es común a los tres ciclos es la valorización del
valor como objetivo determinante, como motivo impulsor”15. Pero ningún intercambio es necesario
o garantizado, cada conexión puede ser rota, o su propósito puede no realizarse; por eso la
posibilidad permanente de una microcrisis e incluso de la disolución del sistema en su conjunto. 16
Marx atribuía una importancia tremenda al posible quiebre de la simetría de intercambio. De esta
ruptura de los microvínculos del circuito del capital depende, a sus ojos, la posibilidad de la crisis y
del fin del capitalismo, como podemos ver de los siguientes pasajes publicadas (respectivamente) en
1859 y 1867. “La división del intercambio en compra y venta... contiene la posibilidad general de
las crisis comerciales... porque la contradicción entre mercancía y dinero es la forma abstracta y
general de todas las contradicciones inherentes al modo burgués de trabajo”.17 Y nuevamente:
Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno no son autónomos, y no lo son
porque se complementa uno a otros, se prolonga hasta cierto punto, la unidad interna se abre
paso violentamente, se impone por medio de la crisis. La antítesis inmanente a la mercancía --valor de uso y valor, trabajo privado que a la vez tiene que presentarse como trabajo
directamente social, trabajo específico y concreto que al mismo tiempo cuenta únicamente como
general y abstracto, personificación de la cosa y cosificación de las personas--- esa
contradicción inmanente, adopta sus formas más evolucionadas de movimiento en las antítesis
13 Marx, El capital, tomo II, p. 430, edición siglo xxi
14 El estudio de Marx de este sistema de microcircuitos de valor condujo a la comprensión de muchos aspectos
importantes del capital, como por ejemplo la deducción de la relación matemática entre tiempo de rotación y tasa de
ganancia. Pero más importante, el modelo apuntaba a una reformulación de la historia de la sociedad y su
reproducción. Marx rechazaba el cuento de Locke acerca de los individuos racionales que aceptaban tácitamente de
cambiar sus derechos naturales por un sistema que protege su propiedad. A su lugar ponía una historia más
compleja pero realista de millones de intercambios mercantiles cada día entre capitalistas y trabajadores armando la
trama de la sociedad.
15 Karl Marx, El Capital Vol II, p. 117. Ed. Siglo XXI
16 J.B. Say descartaba la posibilidad de una crisis de reproducción social del tipo descrito posteriormente por Marx.
Describió lo que después fue nombrado “la ley de Say” en su Tratado de Economía Política en las siguientes
palabras: “Vale la pena notar que un producto, tan pronto como ha sido creado, crea un mercado para otros
productos en la completa amplitud de su propio valor. Cuando el productor ha dado a su producto el toque final,
está lo más ansioso para vender de forma inmediata, por temor de que en sus manos pierda valor. Y no es menos
ansioso para usar el dinero que pueda recibir por el, ya que el valor del dinero también es perecedero. Pero la única
manera para deshacerse del dinero consiste en la compra de uno u otro producto. Así, la mera circunstancia de la
creación de un producto inmediatamente abre la posibilidad de venta para otros productos. Jean-Baptiste Say, A
Treatise on Political Economy or the Production, Distribution and Consumption of Wealth (New York: Augustus
M. Kelly Reprints of Economic Classics, 1964), 134–35
17 Karl Marx, Contribution to a Critique of Political Economy (New York: International Publishers, 1970), 96
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de la metamorfosis mercantil.18
Para Marx, la crisis revela la verdad del sistema capitalista de reproducción social. La
metamorfosis de la mercancía en dinero y ganancia exige una supresión contínua de necesidades y
contradicciones notorias. Pero una vez que el vínculo entre mercancía y dinero se afloja
temporalmente, se abre un espacio que puede hacer estallar todas las contradicciones de la vida
capitalista. Como sabemos, la contradicción principal yace para Marx en el “modo de trabajo
burgués”. Eso puede aparecer sin relevancia en la esfera de circulación, dado que la gente
generalmente compra bienes para satisfacer sus necesidades, y no por la persona que los fabricó.
Pero el objetivo primario del intercambio de mercado es la expansión de valor, y aquí el trabajo que
entra en la mercancía se vuele el factor clave. Sus “contradicciones comienzan con las luchas de los
trabajadores, pueden afectar la ganancia del capitalista y empujan el proceso de circulación a la
crisis.
Como indicó Marx, el proceso de reproducción social lleva todo de regreso al punto de partida--dinero, mercancía, producción. Pero ese regreso no está garantizado, ya que al reproducirse, el
capitalismo también reproduce sus contradicciones. “El proceso capitalista de producción… no sólo
produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación
capitalista misma: por un lado el capitalista, por el otro el asalariado.19 Lejos de ser natural, la
reproducción de la relación capitalista, conflictual y contradictoria, está constantemente expuesto a
la posibilidad de crisis y catástrofe.
La crisis de la teoría de reproducción social de Marx
No sorprende entonces que la “teoría de crisis” ha sido, desde la publicación del primer tomo de
El Capital en 1867 hasta el fin de los años 1960, un componente clave en el desarrollo del
pensamiento marxista, mientras que el intento de exorcizar el peligro de la crisis, tanto en la teoría
como en la práctica, ha sido la fuerza impulsora de la teoría económica burguesa. Los marxistas
aceptaban y reexaminaban con frecuencia la presentación de Marx sobre la reproducción social. 20
Pero su preocupación principal era establecer las posibles causas de su crisis, y para eso no brindaba
gran servicio la explicación de Marx. ¿Surgían las crisis de la desproporcionalidad entre la
producción de bienes de consumo y aquella de los bienes de inversión? ¿Eran causadas por una
insuficiencia crónica de la demanda agregada o eran respuestas a la caída de la tasa de ganancia
durante los periodos de expansión e inversión?21 A pesar de haber sido reinterpretado múltiples
veces, el texto de El Capital no pudo resolver el problema.
Aún así, la “teoría de crisis” generó algunas hipótesis sugerentes. Desde la explicación del
imperialismo por el subconsumo de Luxemburgo, Hilferding, Lenin y Bukharin hasta la teoría del
“origen político de los ciclos económicos” (“political business cycle”) de Kalecki durante la
Segunda Guerra mundial hasta la perspectiva de Baran y Sweezy sobre los problemas de
“realización” y la réplica de Paul Mattick en los años 1960 que se trataba más bien de problemas
18 Karl Marx, El Capital tomo I, p. 138-139. Ed. Siglo XXI
19 Karl Marx, El Capital, tomo I, p. 712
20 Christian Palloix, Les firmes multinationales et le procès d’internationalisation (Paris:Francois Maspero, 1973); De
Brunhoff, Suzanne. Marx on Money. (New York: Urizen Books, 1976)
21 Duncan Foley, Understanding Capital: Marx’s Economic Theory (Cambridge, MA: Harvard University Press,
1986).
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vinculados a la “tasa de ganancia”, el campo de la teoría de crisis fue peleada.22
Poco después de la publicación del tomo I de El Capital, la economía política burguesa sufrió
ella misma un cambio mayor. Bajo el nombre recientemente adoptado de “economics” abandonó
todos los intentos para explicar la totalidad de los intercambios sociales, y desplazó su atención a la
manera en la que “campos de deseo” y modos de cálculo racional conducen a la maximización de
utilidad en un sujeto individual (sea consumidor o empresa) a un instante determinado. Preguntas
anteriores acerca de la reproducción social o bien fueron refractadas en las categorías del discurso
nuevo, o se volvieron desprovisto de sentido para los economistas. Para los economistas del final
del siglo diecinueve como Walras, Pareto, Jevons y Menger, no podría haber algo así como una
crisis. Se suponía que el mercado tendía hacia un equilibrio, garantizando el pleno empleo de todos
los factores de producción, y maximizando el deseo de todos y cada uno (aunque bajo restricción
presupuestaria). De manera que cualquier movimiento que se aparte del equilibrio tenía que tomar
la forma de un “choque”, es decir, tenía que ser un fenómeno exógeno a la esfera de las relaciones
económicas, como un cambio de costumbres y gustos, un terremoto, o un decreto gubernamental. El
resultado fue que, en la economía, la problemática marxiana de reproducción y crisis quedó en su
mayor parte envuelto en un siglo de olvido. Esta situación terminó, sin embargo, en los años de
1960 cuando el crecimiento de nuevos movimientos sociales en todo el mundo amenazó la
fundación del capitalismo e impuso una revalorización tanto del análisis marxista del vínculo
reproducción/crisis como de su evasión en la economía burguesa.
El problema con la teoría marxista era que solamente podía explicar la reproducción de la
relación entre capitalista y trabajador asalariado. Pero los sujetos revolucionarios de los años 60
eran mayoritariamente no asalariados. Eran agricultores de subsistencia en el Tercer Mundo, amas
de casa, estudiantes, y todas las “minorías” que forman la mayor parte de la población mundial. La
teoría de Marx era prácticamente silenciosa con respecto a esas personas, lo que condujo a muchos
marxistas a subestimar el potencial político del movimiento anticolonial, de los movimientos de
welfare mothers (madres que dependen de la asistencia social) y del Black power, del movimiento
estudiantil, del movimiento de mujeres y, hoy día, de los movimientos de pueblos indígenas.
22 Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital (New York: Monthly Review Press, 1968); Nikolai Bukharin.
Imperialism and World Economy (New York: Howard Fertig, 1966); Michal Kalecki, Selected Essays on the
Dynamics of the Capitalist Economy, 1933–1970 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971); Baran, Paul, and
Paul Sweezy. Monopoly Capital: An Essay on the American Economy and Social Order. (New York: Monthly
Review Press, 1966); Paul Mattick, Marx and Keynes: The Limits of a Mixed Economy (Boston: F. Porter Sargent,
1969). Una breve descripción de esas teorías de crisis parece justificada. Las explicaciones “subconsumistas”
identifican como causa de la crisis capitalista la incapacidad de la clase trabajadora para comprar bienes de
consumo, y la sobreproducción de los medios de producción. La versión de Rosa Luxemburgo de esta teoría es la
que más sugestiva para los años finales del siglo veinte. Ella argumentaba que el capitalismo necesita un mundo no
capitalista para la absorción de su producción excedente (y así realizar el plusvalor encarnada en ella). A sus ojos,
el control de las regiones no capitalistas de África, Asia y Oceanía era crucial para la supervivencia de una variedad
de capitales nacionales. Por ende, las guerras interimperialistas eran una consecuencia inevitable de un capitalismo
que absorbió ampliamente la tierra y el trabajo de Europa y de las Américas. Para Luxemburgo, el capital entra en
una crisis final cuando fueron absorbidos las últimas regiones no capitalistas del mundo en el modo de producción
capitalista. “Tan pronto como la realidad comienza a corresponder al diagrama de Marx sobre la producción
ampliada, se acerca el final de la acumulación, alcanzó sus límites, y la producción capitalista está in extremis. Para
el capital, la interrupción de la acumulación significa que el desarrollo de las fuerzas productivas se ha parado, y el
colapso del capitalismo sigue inevitablemente, como una necesidad histórica objetiva.” (Accumulation of Capital,
417). La teoría de Luxemburgo encontrará su prueba definitiva en la próxima década de “globalización” Por
contraste, la teoría sobre los ciclos económicos de Kalecki ve la crisis como una elección política del estado para
controlar las demandas salariales.
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La economía burguesa enfrentaba un problema similar cuando los “desempleados”,
“subempleados” y “no productivos” de la “síntesis neoclásica” estaban haciendo historia, y
comenzaban a ser sujetos de políticas gubernamentales e de inversiones empresariales. Se
necesitaba nuevos paradigmas, los gobiernos y las empresas pedían nuevos informes. Los
economistas llegaban muy atentamente al rescate con nuevas teorías que revalorizaban el
significado económico de las esferas no mercantiles, desde la familia hacia la sexualidad, la
discriminación racial, la educación y la salud. En los programas de investigación, tanto marxistas
como burgueses, el análisis de lo que fue dejado a las demás ciencias sociales, sobre todo a la
sociología, devino prioritario. En el corazón de esta nueva actividad estaba la revisión del concepto
de la reproducción social.
Tres nuevos programas de investigación orientados a la reproducción social emergieron en ese
periodo como respuesta a las limitaciones de la economía política burguesa y marxista. Cada una
puede ser comprendida como generalización de uno u otro momento del circuito mercancía-dineroproducción presentado por Marx. Como sabemos, ese proceso comienza con la mercancía M que es
intercambiada por el dinero D con el que se compran los medios para producir las mercancías que
son puestos en acción en el proceso productivo P que conduce a la nueva mercancía M' que
incorpora más valor de lo que fue invertido en el proceso productivo. Cada momento de ese proceso
que lleva desde la mercancía M a través de una serie de intercambios (D y P) a la mercancía M'
(que incorpora el plusvalor producido) posibilita la generalización de la economía a lo social. Las
nuevas teorías de la reproducción y crisis se distinguen entre sí con respecto a la parte del circuito
de reproducción social que generalizan.
La totalización de la forma-mercancía: el mercado es todo
El primer enfoque explica la reproducción social mediante la generalización de la formamercancía. La economía política clásica define una mercancía como algo que es poseído y puede
ser intercambiado legalmente. Pero inclusive en las economías monetarias “avanzadas” en las que la
forma-mercancía parece dominar todos los aspectos de la vida hay mucho que escape a su control.
Mucho del trabajo doméstico no es pagado, ni lo son la mayoría de las relaciones sexuales, ni
tampoco se produce la mayoría de los bebes a cambio de dinero, ni son comprados de manera
directa la mayoría de los votos. Además, una gran parte de la población de Estados Unidos no
consiste ni en asalariados, ni en capitalistas privados, y la mayor parte del dia de una persona
promedia no está involucrada directamente en actividades salariales o de persecución de ganancias.
El vasto terreno del amor y amistad, del dormir y de los sueños, de la enfermedad y de la muerte,
así como muchas actividades religiosas, científicas o artísticas son aspectos cruciales de la
reproducción social, aunque escapan al dominio de la forma-mercancía. O así parece. Porque hay
economistas como Gary Becker que están dispuestos a impugnar que podemos alguna vez salir del
mundo de las mercancías.
Como mostraba Blaise Pascal en el siglo diecisiete, la lógica del mercado puede incluso aplicarse
a la cuestión de la salvación del alma, al argumentar que una persona racional debería creer en Dios
y apostar sus energías en llevar una vida cristiana aunque hubiera solamente una probabilidad
infinitamente pequeña que las creencias cristianas fueran verdaderas. Porque el dolor infinito por ir
al infierno multiplicado por la pequeña probabilidad de que las creencias cristianas sean verdaderas
es aún mucho mayor que las molestias de llevar una vida moral multiplicada por la probabilidad
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amplia que las creencias cristianas fueran falsas.
La famosa apuesta de Pascal ofrece un modelo para lo que algunos llamaron “la perspectiva
económica del comportamiento humano” o la “teoría de la elección racional”, el “neoliberalismo” y
que otros han descrito como una forma de “imperialismo económico”. 23 Si el alma puede ser tratada
como si fuese una mercancía en la que se tiene que invertir, entonces nuestro tiempo libre, nuestros
hijos, nuestros deseos sexuales, incluso nuestro gusto por la revolución están abiertas al mismo
tratamiento bajo el dominio del capitalismo. Esto por lo menos ha afirmado el ganador del “Premio
Nobel” Gary S. Becker que alega que esta perspectiva económica deriva de la: “asunción
combinada de comportamiento maximizador, equilibrio de mercado y preferencias estables, usados
continua e inquebrantablemente, forman el corazón de la perspectiva económica como yo la
entiendo”24
El objeto ideal del análisis de Becker es el “comportamiento” de un conjunto de “agentes” (por
ejemplo una pareja casada que se comporta como una empresa ideal) que tratan cada decisión que
hacen (si tener un niño o no, dormir y quedar despierto, cepillar sus dientes) como si fueran
consumidores racionales eligiendo comprar un carro nuevo. En efecto, el modelo de Becker aplica
la lógica de mercancías a cosas y actividades que son legal o moralmente inalienable, por ejemplo
niños, votos, vida, sexualidad, o a las que no se da un valor económico explícito (pocas veces se
paga a alguien por soñar, por ejemplo). Becker y otros teóricos de la “elección racional” toman
como modelo el mercado para explicar cómo las personas toman decisiones acerca de sus vidas. Un
agente racional trataría todas las alternativas “como sí” fueran mercancías con su etiqueta de precio,
calculado por ejemplo por el tiempo y dinero que tomaría criar un hijo, o pasar una noche con el
amante, donde el valor del tiempo de uno es medido por la cantidad de dinero que se podría ganar
en el mercado laboral formal durante el mismo periodo. El “agente racional” probablemente tendría
una restricción presupuestaria, calculada como cantidad de tiempo evaluado a su valor de mercado,
y tendría que elegir la combinación de las mercancías ficticias (“como sí”) que maximizarían su
utilidad. Becker no afirma que los seres humanos reales se comportan según esos “supuestos
económicos, pero cree que todo “comportamiento” real puede ser comparado con lo que haría un
ser racional ideal, encarnando los supuestos “económicos” del mercado, y que la distancia entre el
resultado real y el ideal puede ser calculado.
La perspectiva de la “elección racional” permitió a los economistas aplicar sus análisis a aquellas
regiones de la vida social que esta había ignorada en gran medida (por las consideraba
económicamente irrelevante o por las restricciones a su mercantilización). A la vez, la hegemonía
creciente de la perspectiva neoliberal en los años 1980 que hace del mercado el arbitro de todas las
tomas de decisiones sociales dio a esta teoría un uso nuevo. La maternidad sustituta, el mercado de
la adopción, el trafico legal de órganos-- todos la han utilizado en su intento de alcanzar un estatus
legal25. Los neoliberales quieren que se legalice completamente estos nuevos “oficios”, quieren que
23 Richard McKenzie and Gordon Tullock, The New World of Economics: Explorations into the Human Experience
(Homewood, IL: Richard D. Irwin Inc., 1978); Gordon Tull-ock, “Economic Imperialism,” en The Theory of Public
Choice, ed. James M. Buchanan and Robert D. Tollison (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1972); Kenneth
Boulding, “Economics as a Moral Science,” American Economic Review 59, no. 1 (1969): 1–12.
24 Gary Becker, The Economic Approach to Human Behavior (Chicago: University of Chicago Press, 1976), 5
25 Para una discusión sobre la perspectiva neoliberal de la “escasez de órganos” ver Paul Menzel, Strong Medicine:
The Ethical Rationing of Health Care (New York: Oxford University Press, 1990), 182–86; y Arthur Caplan, “Beg,
Borrow, or Steal: The Ethics of Solid Organ Procurement,” en Organ Substitution Technology: Ethical, Legal, and
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se diseñe políticas para que los cuellos de botella que existen en estas áreas sean eliminados (por
ejemplo la resistencia de una madre sustituta a abandonar “su” niño encomendado), y la utilidad
social de esos intercambios sea máximizada. También quieren borrar el estigma todavía relacionado
a la comercialización de esas esferas de la vida, razón por la que la “teoría de la elección racional”
se vuelve importante. La conclusión lógica y la aspiración de la política neoliberal es aplicar la
“perspectiva económica” de Becker a todos los aspectos de la vida social e individual, para que la
lógica de mercancía puede prevalecer incluso en los campos en las que los prejuicios morales o
psicológicos han impedido hasta ahora su aplicación26.
Una vez que la teoría de la “elección racional” es aplicada a campos como la demografía,
entonces puede pretender de ofrecer una teoría general de la reproducción social que toma en cuenta
tanto los intercambios formales como los no formales. No es coincidencia, por consiguiente, que
esta generalización de la lógica de mercancía condujo a una “nueva economía institucional” que
intenta brindar una “explicación racional” (y justificación) para la existencia misma de las
mercancías, del dinero, de las empresas y del propio capitalismo (dando de esa manera al
capitalismo el mismo impulso como lo hizo la filosofía medieval a la iglesia cuando elaboraba
“demostraciones” de la existencia de Dios).
Una de las preguntas fundamentales para la “economía institucional” es como explicar la
existencia y reproducción de estructuras supraindividuales, dado los cambios dramáticos en las
preferencias de los individuos que los crean.27 Si todo aspecto de la vida es determinado por la
lógica de mercancía basada en deseos de seres humanos atomizados, y si las preferencias humanas
cambian constantemente, ¿por qué sobreviven algunas instituciones, por ejemplo el sistema
monetario, por largos periodos históricos? La respuesta dada se basa en el concepto de los “costos
de transacción”, que son costos adicionales implicadas en la realización de intercambios,
producción y consumo. Un ejemplo clásico de los “costos de transacción” son costos de transporte,
pero hay otros costos también, por ejemplo los costos de adquirir información acerca de los precios
de mercado. Una explicación ya hecha clásica argumenta que los “costos de transacción” del
intercambio monetario son inferiores que aquellos de su alternativa, el sistema de trueque, porque
los costos de transporte e información para encontrar alguien que tiene lo que nosotros queremos y
quiere lo que nosotros tenemos son muy elevado en un sistema de trueque. 28 Un sistema monetario
que nos permite intercambiar mercancía por dinero elimina esos costos y eso (se nos cuenta) es lo
que vuelve la institución de un sistema monetario razonable para todos los que participan en el
mercado. Según esta perspectiva “institucionalista”, una vez que un sistema monetario llega a
existir sus características positivas se vuelven evidentes para todos, y es por eso que sobrevive y es
reproducido a lo largo del tiempo.
Es fácil ver porque esta “perspectiva económica” es una expresión perfecta de la ideología
neoliberal. Al explicar las estructuras supraindividuales como resultado de elecciones racionales de
individuos, generaliza la forma-mercancía hacia todos los aspectos de la vida, y presenta los
Public Policy Issues, ed. Deborah Mathieu (Boulder: Westview Press, 1988).
26 Richard Posner, Sex and Reason (Cambridge, MA: Harvard University Press 1992), 3–4.
27 Oliver Williamson, “Transaction Cost Economics and Organization Theory” in TheHandbook of Economic
Sociology, ed. Neil Smelser and Richard Swedberg (Princeton: Princeton University Press, 1994).
28 Clower, Robert W. “A Reconsideration of the Microfoundations of Monetary Theory.” Western Economic Journal
6 (December 1967): 1–8.
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componentes básicos del capitalismo como la encarnación de la Razón en el mundo social. Sin
embargo, esta perspectiva ignora las creencias y deseos de los mismos sujetos cuyo comportamiento
supuestamente explica. Muchas mujeres, por ejemplo, han exigido salarios por el trabajo doméstico,
no porque querían hacerse pequeñas empresarias, sino para rechazar más trabajo y mayor
dependencia económica.29 De forma similar, agricultores de subsistencia han luchado a lo largo de
este siglo bajo el lema “Tierra y Libertad”. Pero eso no equivalía a “Real Estate and Cash Crops”
(bienes raíces y cultivos comerciales). La reivindicación de tierra, como en la Revolución Mexicana
de 1910 a 1917 y del movimiento Zapatista de 1994 expresaba el deseo de desmercantilizar la tierra
y disociarla del negocio de bienes raíces y del control del agribusiness.30
Un problema adicional con la teoría de la “elección racional” consiste en que no puede
conceptualizar las crisis de reproducción social sino como choque exógeno al sistema de
mercancías. Los choques tienen que venir desde “afuera” porque todos los procesos de “adentro”
son impulsados por la decisión de agentes racionales que enfrentan sus restricciones presupuestarias
y por una distribución predeterminada de las mercancías que supuestamente lleva a un equilibrio.
Esta explicación es similar a la manera en que las crisis estándares son explicadas en la economía
neoclásica. Según esta, cambios en los gustos y en el entorno natural o social (desde una manía para
los chocolates hasta el descubrimiento de nuevos campos petroleros) transmiten por medio del
mecanismo de precios información acerca de nuevos deseos, nuevas existencias de mercancías, o
nuevas restricciones. Siguiendo esa explicación, los agentes económicos racionales interpretan la
nueva estructura de preciso con sus presupuestos en mente para después modificar sus patrones de
intercambio. Al propagarse a través del mercado, ese cambio puede, al inicio, causar resultados
catastróficos, por ejemplo repentinos focos de desempleo, o existencias grandes de mercancías que
no se vendieron. Pero con el tiempo, el equilibrio se restablece, presumiblemente: los desempleados
se mudan a áreas con empleos disponibles, o aceptan salarios más bajos en los existentes, y las
mercancías sin vender son abaratadas o destruidas, si los costos de almacenamiento son mayores al
ingreso futuro probable si la venta tiene lugar. Un nuevo equilibrio es alcanzado, con todos los
participantes del mercado (o por lo menos aquellos que lograron sobrevivir) satisfechos al máximo
al final del ajuste, tal como lo fueron anterior al mismo.
Sin embargo, una vez que se ha generalizado este modelo neoclásico para abarcar todas las áreas
de la vida social que anteriormente estaba excluido del estudio de las relaciones formales de
mercado, un problema lógico aparece. Una vez que la lógica de mercancía está generalizada, por
ejemplo a las esferas de la psicología y la política, entonces los cambios en estas esferas ya no
pueden ser tratados como exógenos, ni pueden funcionar como orígen de los choques que explican
el origen de las crisis. Si un nuevo conjunto de deseos o una nueva política gubernamental es el
producto de la elección racional, entonces no puede ser una fuente extrasistémica de crisis. Se
vuelve parte del mercado formal. Por consiguiente, o bien se tiene que inventar una nueva esfera
extrasistémica, o se acepta la posibilidad que el sistema de elección racional no tiende a un
equilibrio, sino que crea en su seno fuerzas perturbadoras. En otras palabras, la generalización de la
lógica de mercancía hacia la esfera de la reproducción social ponen en crisis el propio marco
lógico de la teoría neoclásica.
29 Ver Federici, “Wages against Housework,” en Revolution at Point Zero (Oakland: PM Press, 2012), 15–22
30 George Collier and Elizabeth Lowery Quaratiello, Basta! Land and the Zapatista Rebellion in Chiapas (Oakland:
Food First, 1994)
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El intercambio generalizado
La segunda perspectiva sobre la reproducción social entiende el intercambio de mercancías como
un caso particular de una relación de intercambio social más general. Los principales voceros de
esta teoría que voy a discutir aquí son Granovetter y Foucault, quienes argumentan que las
relaciones de mercado están “encastradas” (embedded) en una red más amplia de relaciones
sociales. Granovetter, haciendo resonar el trabajo de Karl Polanyi, enfatiza la importancia de la
confianza y las obligaciones como condición esencial para la existencia de relaciones mercantiles y
la formación de mercados. Argumenta que incluso la transacción mercantil más sencilla no sería
posible sin algún tipo de protección contra oportunismo y conducta indebida generalizada y algunas
garantías de confianza mutua. ¿Cómo podemos acudir a un mercado-- dice el argumento-- si no
podemos obtener ninguna información digna de confianza, ni poder apartar por un momento nuestra
vista de nuestras posesiones sin temor a perderlas?
El argumento es que la protección y las garantías son proporcionadas por el “encastramiento” de
las relaciones mercantiles en “redes” de relaciones personales concretas. 31 En otras palabras, la
reproducción social se basa en relaciones de reciprocidad y redistribución tanto como en
intercambios mercantiles.32 Siguiendo a Granovetter, solamente podemos entender el
comportamiento “altruista” necesario para el funcionamiento de un mercado de mercancías
impulsado por compradores y vendedores egoístas en el contexto de relaciones personales no
utilitarias de lealtad y reconocimiento mutuo. La existencia de un agente económico capaz de
cumplir un contrato depende paradójicamente de formas no económicas de comportamiento social
que solamente puede ser aprendido en un ambiente preexistente y exterior al mercado. En efecto,
Granovetter “humaniza al mercado” al argumentar que la confianza, la solidaridad de la comunidad
y la reciprocidad son precondiciones y no consecuencias de una sociedad de mercado. Sin embargo,
esta posición enfrenta una contradicción mayor: la tendencia de destruir las relaciones mismas de
confianza, solidaridad y reciprocidad de las que el mercado presumiblemente depende es inherente
al avance de las relaciones de mercado.
Tanto para Granovetter como para Polanyi, esta tendencia es responsable por la crisis de la
reproducción social. Polanyi por ejemplo describió como el auge del capitalismo del sigo dieciséis
al dieciocho-- la “Gran Transformación” de Tierra, Trabajo y Dinero en mercancías-- destruyó la
sociabilidad que estaba a la base de las relaciones mercantiles en la Europa medieval. 33 Pero ¿cómo
pudo producirse la “Gran Transformación”, y por qué destruiría el mercado lo que es vital para su
propia supervivencia? Si aceptamos los supuestos de Granovetter y Polanyi, tales fenómenos están
destinados a quedar incomprensibles.
Este impasse se evidencia en las políticas de “comunitarismo”, el movimiento en que las ideas de
Granovetter y Polanyi encontraron su expresión política. Con su revalorización del voluntariado, su
elogio de las “organizaciones no gubernamentales” y su promoción del “sector sin fines de lucro”,
el comunitarismo argumenta a favor de la economía de mercado, pero con “cara humana”. 34 Al
31 Mark Granovetter, “Economic Action and Social Structure: The Problem of Embeddedness,” en The Sociology of
Economic Life, ed. Mark Granovetter and Richard Swedberg (Boulder: Westview Press, 1992), 60.
32 Karl Polanyi, “The Economy as Instituted Process,” en ibid.
33 Karl Polanyi, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Times. (Boston: Beacon
Press, 1957 [1944])
34 Amitai Etzioni, The Moral Dimension: Towards a New Economics (New York: Free Press, 1988). Amitai Etzioni,
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igual que Granovetter, los comunitaristas piensas que el triunfo de la lógica de mercado-- tal como
se encuentra en la aspiración de los neoliberales-- socava la misma sociedad de mercado que quiere
consolidar. Organizaciones no gubernamentales inspiradas por esta perspectiva se han entonces
precipitado hacia las diversas catástrofes causadas por las políticas de ajuste estructural neoliberal
alrededor del planeta (desde Detroit hasta Somalia) para salvar “la humanidad”. Pero en ese proceso
han también ayudado a salvar “el mercado” y, a la vez, las mismas políticas que permitieron el
desarrollo de tales catástrofes.
Estas contradicciones pueden explicar en parte porque, en las corrientes intelectuales pos-1968,
los análisis de Granovetter (y Polanyi) fueron eclipsados por el trabajo de Michel Foucault. Como
otros teóricos de la “sociología de la vida económica”, Foucault acuerda que las relaciones no
mercantilizables condicionan la posibilidad del intercambio capitalista. Pero mientras que
Granovetter subraya las virtudes morales necesarias para la vida del homo economicus, Foucault
cuestiona el concepto mismo de “racionalidad” y del “agente económico racional”. En una serie de
obras históricas escritas entre el inicio de los años 1960 y los inicios de 1980, argumentaba que la
racionalidad no solamente es una construcción social, sino que es formado en un campo de
relaciones de poder que forman una “economía general” que no funciona según los cálculos de un
ego racional preexistente (como creen los teóricos de la lógica de mercancías), porque justamente
son estas relaciones de poder que definen lo que debe ser “racionalidad” y “ego” en cualquier época
particular.35
Al igual que para Marx, las relaciones de poder son esenciales para la explicación de Foucault de
la reproducción social. En vez del cuadro optimista presentado por Granovetter y Polanyi acerca de
la red de relaciones de reciprocidad que rodean a cualquier agente económico, su obra nos enfrenta
con un escenario sombrío donde la racionalidad económica es en su génesis descendiente de los
regímenes organizados para producir dolor, aislamiento, control y de tecnologías con las que se
ejerce poder sobre sus “Otros” (el loco, el enfermo, el criminal, el desviado sexual).
Sin embargo, Foucault rechaza la visión tradicional sobre el poder. En primer lugar, critica el
modelo “jurídico/monárquico” del poder que plantea un eje estabilizador central (el imperio de la
ley, o el rey santificado por orden divino) como cúspide de la jerarquía social que legisla y reprime
cualquier desviación de la norma. Haciendo eco del lema “Dios está muerto” de Nietzsche,
afirmaba que no hay una Clase dirigente, Juez o Rey que impone la ley a todos los agentes sociales
y que castiga su transgresión con la muerte. Ni tampoco hay una lucha de clases que se opone
contra sus reglas y prohibiciones. En el lugar de la “oposición binaria y todo-abarcadora entre
gobernantes y gobernados” que sirve como matriz general para todas las relaciones de poder,
identifica una variedad de de “relaciones de fuerza” omnipresentes que “entran en juego en la
maquinaria de producción, en familias, grupos, instituciones y son la base de efectos amplios de
ed., New Communitarian Thinking: Persons, Virtues, Institutions and Communities (Charlottesville: University
Press of Virginia, 1995); Rifkin, End of Work.
35 Michel Foucault, Madness and Civilization: A History of Insanity in the Age of Reason (New York: New American
Library, 1971); Foucault, The Order of Things: An Archeology of the Human Sciences (New York:Random House,
1970); Foucault, The Birth of the Clinic: An Archeology of Medical Perception (New York: Pantheon Books,
1973); Foucault, Discipline and Punish (London: Allen Lane, 1977); Barry Smart, Foucault, Marxism and Critique
(London: Routledge and Kegan Paul, 1983), 123–37
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divisiones que atraviesan el cuerpo social.36
Foucault rechazaba también la idea de que “el poder” operaba solo o principalmente a través de
estructuras de prohibiciones, y enfatizaba por el contrario su carácter productivo. Las relaciones de
poder no solamente prohíben o restringen posibilidades sociales o individuales, sino que también
producen nuevas estrategias, técnicas de control (como lo ejemplifica el desarrollo de “la Razón” y
“la racionalidad económica” y, por correspondiente, nuevas capacidades en el individuo social.
Como es bien conocido, mucho de la obra de Foucault se dedica a la descripción de la
emergencia de nuevos regímenes de poder. Particularmente influyente ha sido en este contexto su
análisis del desarrollo del “biopoder” que identifica como la característica distintiva de las
sociedades europeas en la “era moderna”, comenzando con el siglo dieciocho. Con este término
describe Foucault las fuerzas de las que dependía históricamente la reproducción social de las
relaciones capitalistas, y sobre las que se desarrolló el capitalismo. De este modo, el “biopoder”
(biopower) es largamente reminiscente de la “fuerza de trabajo” (laborpower), y ciertamente
Foucault reconocía que el capitalismo no hubiera sido posible sin la inserción controlada de los
cuerpos en la maquinaria de producción y la ajuste del fenómeno de la población al proceso
económico.37 Pero agregaba que “no era lo único que se requería, también se necesitaba el
crecimiento de ambos de estos factores, su potenciación tanto como su disponibilidad y docilidad;
tenía que tener métodos de poder capaces de optimizar fuerzas, aptitudes y la vida en general sin
hacerlas al mismo tiempo más difícil de gobernar.”38
De manera que, mientras que Marx se concentraba en las relaciones de poder en la fabrica,
Foucault estudiaba el desarrollo de las ciencias de la sexualidad (desde la demografía al
psicoanálisis) que surgían en el siglo diecinueve para controlar y desarrollar este componente
principal del biopoder: la sexualidad. De esta manera, su teoría anticipaba algunas de las
comprensiones de los movimientos gay y feministas que de la misma manera han enfatizado la
sexualidad y la familia como terrenos de relaciones de poder. Este es sin duda una de las razones
por la popularidad que disfrutó su teoría entre los radicales pos-68. Sin embargo, su preocupación
por desentrañar las relaciones de poder de cualquier estructura política y económica específica, su
insistencia en la omnipresencia de las relaciones de poder, y ante todo su desconfianza hacia todo
proyecto de liberación ha impedido que jugara un rol para la generación pos-68 similar al que
Marcuse jugaba para los activistas de los 1960.
En su esfuerzo de enfatizar el carácter productivo (en vez del represivo) de las relaciones de
poder, Foucault parece a menudo haber ignorado el hecho de que a) la “producción de vida” en la
“era moderna” ha tenido un carácter puramente instrumental, orientado hacia el desarrollo de la
capacidad de trabajo y b) que la producción de muerte ha sido un componente permanente de la
economía política capitalista en todas sus etapas, tan imprescindible para sus objetivos como “la
producción de vida”, tal como lo demuestra la historia de las conquistas coloniales, las carnicerías
mecanizadas de la primera y segunda Guerra Mundial, la amenaza continua de la aniquilación
nuclear, y las catástrofes económicas y ecológicas que atormentan con creciente frecuencia gente al
rededor del mundo entero.
36 Michel Foucault, The History of Sexuality, Volume One (Harmondsworth: Penguin Books, 1981), 94.
37 Ibid., 140–41.
38 Ibid.
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Por contraste, él asume firmemente que desde el siglo dieciocho objetivo del estado es la
“producción de la vida”, y su descripción de la emergencia del biopoder en la escena histórica
recuerda, sino los cuentos de manuales de enseñanza, por lo menos un mito de origen tantas veces
ensayado para establecer el carácter progresivo del capitalismo:
Al contrario, la presión de lo biológico sobre lo histórico, durante milenios, fue extremadamente
fuerte; la epidemia y el hambre constituían las dos grandes formas dram ticas de esa relación que
permanecía así colocada bajo el signo de la muerte; por un proceso circular, el desarrollo económico y principalmente agrícola del siglo XVIII, el aumento de la productividad y los recursos más
rápido aún que el crecimiento demográfico al que favorecía, permitieron que se aflojaran un poco
esas amenazas profundas: la era de los grandes estragos del hambre y la peste -salvo algunas
resurgencias- se cerró antes de la Revolución francesa; la muerte dejó, o comenzó a dejar, de
39
hostigar directamente a la vida.
Aquí no hay rastro de las hambrunas, masacres, ejecuciones que han sido las señas del
capitalismo desde su comienzo hasta el presente. No se dice nada acerca del comercio de esclavos,
de la conquista imperial del antiguo y del nuevo mundo que transfería tremendas cantidades de
recursos vitales a Europa; en vez de eso es la productividad que juega el papel principal en el
supuesto desplazamiento de la muerte de la historia. Nuevamente, no se hace ninguna mención de la
hambruna Irlandesa de 1846. La preocupación con el crecimiento poblacional y las técnicas para
estimularlo bajo el Ancien Regime, como constataron los mercantilistas, pasa también
desapercibido.40
La teoría de Foucault también fracasa en explicar las crisis de reproducción social, porque para
él crisis y discontinuidad son condiciones permanentes de la reproducción social. Como
mencionado, Foucault descarta tanto la idea neoclásica de que la reproducción social es gobernada
por un mercado centrípeto con tendencias hacia el equilibrio como la perspectiva marxiana de la
crisis como producto del conflicto de clases. Más bien lo describe como el resultado de “relaciones
de fuerza no balanceados, heterogéneas, inestables y tensas.” Eso significa que la crisis está
literalmente en todos lados, es otra palabra para el poder mismo, es la norma en una sociedad
donde, al estilo de Hobbes, la guerra es omnipresente de manera que no necesita explicación
especial.
Sin embargo, esta visión nominalista conduce a dificultades teóricas. ¿Cómo son posible los
quiebres grandes, “la ruptura radical [y] divisiones binarios masivos” posibles? ¿Cómo se desarrolló
por ejemplo la gran transformación del siglo dieciocho del “derecho sobre la muerte al poder sobre
la vida”? ¿Como comenzó a reproducirse el régimen del biopoder?
Foucault no lo dice. En vez de eso recurre a expresiones heideggerianas que proyectan la
problemática entera al mundo de la metafísica. Así por ejemplo la afirmación que la emergencia del
biopoder representa “la entrada de la vida en la historia” 41 y que “el hombre moderno es un animal
cuya política pone su existencia como ser vivo en cuestión”42. Eso recuerda a Heráclito el viejo
quien, obligado a explicar las características a gran escala del universo, recurrió a “armonías en
tensión” y al Logos.
39
40
41
42
p. 171-172 historia de la sexualidad, (revisar versión)
Eli Heckscher, Mercantilism. Volume Two (London: George Allen & Unwin Ltd., 1955).
Foucault, History of Sexuality, 141–42.
Ibid., 143.
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El proceso de producción generalizado
La tercera perspectiva que caracterizo como el resultado de una generalización de la idea
marxiana de la producción, es aquel desarrollado por las teóricas y activistas feministas vinculadas
políticamente, en los años 1970, con la campaña de “salario por trabajo doméstico” y el “debate
sobre el trabajo doméstico”. 43
En el centro de esta perspectiva se encuentra el argumento de que no solamente el trabajo
necesario para la producción de mercancías produce valor, sino también el trabajo necesario para
producir y reproducir la fuerza de trabajo.44 Eso contrasta con la perspectiva de Marx que el valor
solamente se crea en el proceso de producción de mercancías.
Para Marx, el valor de la fuerza de trabajo se mide por el valor de las mercancías consumidas en
su producción, es decir por un conjunto de “bienes salariales”. Marx rechazaba dar alguna
determinación ontológica del valor del trabajo y rechazaba toda teoría de la determinación de los
salarios por la oferta y demanda. El valor de la fuerza de trabajo es para él producto de una lucha
“histórica y moral”, como aquella sobre la extensión de la jornada laboral. Sin embargo, no
reconoció el trabajo no remunerado que es consumido en la producción de la fuerza de trabajo y no
lo incluyó en el mundo del “trabajo productivo”. Aparte de algunos pasajes excepcionales, apenas
tomaba nota del trabajo involucrado en el parto de un niño y en su educación, en el trabajo
domestico, en el cuidado de enfermos y mayores. Esta adversidad para reconocer la productividad
del trabajo domestico ha persistido por casi un siglo en la tradición marxista, a pesar de que la
“cuestión de mujeres” fue crucial para el desarrollo de la ideología y la planificación estatal
socialista y comunista.
Aunque no fueron las primeras en cuestionar esta omisión marxista, las feministas al comienzo
de los años 1970 como Dalla Costa y James argumentaban convincentemente que el trabajo
domestico es una actividad que produce valor, y que la fuerza de trabajo no es un regalo de la
naturaleza, sino algo que tiene que ser producido y reproducido como condición esencial para la
reproducción social. El trabajo temprano de El poder de las mujeres y la subversión de la
comunidad fue desarrollado a continuación por James, Dalla Costa y otras al interior del mismo
marco político y teórico.45 Esta perspectiva fue debatida calurosamente en los círculos feministas a
lo largo de los años 1970, y muchos de sus percepciones llegaron a ser los puntos de partida para la
economía feminista y la teoría social. Sin embargo, aunque esta perspectiva fue desarrollada al
43 Ellen Malos, ed., The Politics of Housework (London: Allison and Busby, 1982). En los años 1960 e inicios de los
años 1970, un cierto número de antropólogos marxistas Franceses utilizaban un análisis del tipo “modo de
producción” de sociedades Africanas en formas paralelas a la obra de Dalla Costa y James. Entre ellos destacaba
Claude Meillasoux que veía la coexistencia de dos sistemas de producción en la África colonial. Uno era un sistema
de producción y reproducción doméstica de la fuerza de trabajo explotada por el régimen colonial, y el otro era un
modo de producción mercantil. Ver Claude Meillassoux, Maidens, Meal and Money: Capitalism ad the Domestic
Community (Cambridge: Cambridge University Press, 1981)
44 Dalla Costa and James, The Power of Women.
45 Mariarosa Dalla Costa, “Riproduzione e emigrazione” in L’operaio multinazionale in Europa, ed. Alessandro
Serafini (Milan: Feltrinelli, 1974); Mariarosa Dalla Costa, Famiglia, Welfare e Stato tra Progressismo e New Deal
(Milan: FrancoAngeli, 1983); Leopoldina Fortunati, The Arcane of Reproduction. Housework, Prostitution, Labor
and Capital (Brooklyn: Autonomedia, 1995); Silvia Federici and Leopoldina Fortunati, Il Grande Calibano (Milan:
FrancoAngeli, 1984); Mariarosa Dalla Costa and Giovanna Franca Dalla Costa, “Development and Economic
Crisis: Women’s Labor and Social Policies in Venezuela in the Context of International Indebtedness” in Paying
the Price: Women and the Politics of International Economic Strategy. eds. Dalla Costa and Dalla Costa (London:
Zed Books, 1995)
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mismo tiempo que las teorías sobre la reproducción social de Becker y Foucault, había muy poca
confrontación directa entre ellos.46
Dalla Costa y James argumentaban que los sujetos principales del proceso reproductivo-comúnmente llamado “trabajo doméstico”-- son mujeres que no reciben ninguna remuneración
directa por su trabajo, a pesar de que este trabajo es directamente productivo de valor. Estos hechos
explican la invisibilidad del trabajo domestico, el estatus dependiente de mujeres en el capitalismo,
la preocupación persistente tanto de los empleadores como del estado por la estabilidad de “la
familia”. Dado que el trabajo domestico ha sido generalmente no pagado, y que el valor de las
actividades de los trabajadores es medido por su salario, necesariamente se ha visto las mujeres
como marginal al proceso de la producción social.
La invisibilidad del trabajo domestico esconde el secreto de toda vida capitalista: la fuente del
excedente social-- trabajo no remunerado– tiene que ser degradado, naturalizado, transformado en
un aspecto marginal del sistema para que sus productores pueden ser controlados y explotados más
fácilmente. Marx reconocía ese fenómeno en el caso del proletariado europeo asalariado del siglo
diecinueve. Pero la generación de feministas posterior a 1968 que identificaban el trabajo de
reproducir la fuerza de trabajo como una fuente no pagada de valor, generalizaba su análisis para
abarcar el trabajo de las amas de casa. Con el tiempo, los trabajadores, agricultores de subsistencia,
niños trabajadores y el creciente número de trabajadores en condiciones cercanas a la esclavitud
(especialmente trabajadoras sexuales) fueron incluidos en la misma categoría.47 Todas las
actividades reproductivas no remuneradas que la economía ortodoxa o bien ignoró, o bien incluyó
en los “bienes salariales”, o bien colocó en la esfera de los “costos indirectos”, fueron introducidos
por las teóricas feministas como una variable oculta esencial para explicar el proceso de
reproducción social.
Eso no significa que la reproducción social sea reducible a la reproducción de la fuerza de
trabajo. La reproducción de mercancías M, de dinero D, y de los procesos productivos mismos
necesitan fuerza de trabajo, pero no son definidos por ello. Los complejos circuitos de intercambio
que Marx describe en el segundo tomo de El Capital siguen cruciales para la explicación de la
reproducción social. Sin embargo, agregar la producción y reproducción de la fuerza de trabajo a la
teoría de Marx sobre la reproducción social cambia el paradigma marxista entero al nivel práctico y
teórico. A nivel práctico, cambia el concepto de “lucha de trabajadores”. El lugar del conflicto de
clase era, para Marx, la fábrica, el lugar ejemplar de la producción de valor. Pero si los no
remunerados también producen valor, entonces sus luchas son un aspecto fundamental de la lucha
de clases, y pueden amenazar la producción de valor. Por consiguiente los “movimientos sociales”-cuyas negociaciones/antagonismo con el capital (público y privado) han conformado mucho de las
luchas sociales abiertas de los últimos veinte años (desde el movimiento de “welfare women”
46 Con la excepción de Federici y Fortunati, Il Grande Calibano.
47 Selma James, “Wageless of the World,” en Sex, Race, and Class—The Perspective of Winning: A Selection of
Writings 1952–2011 (Oakland: PM Press/Common Notions, 2011); Maria Mies, Patriarch and Accumulation on a
World Scale (London: Zed Books, 1986); Caffentzis, “The Work/Energy Crisis and the Apocalypse,” 11 en In
Letters of Blood and Fire: Work, Machines, and the Crisis of Capitalism (Oakland: PM Press/Common Notions,
2011); Silvia Federici, “The Debt Crisis: Africa and the New Enclosures,” in Midnight Oil: Work, Energy, War,
1973–1992, ed. Midnight Notes Collective (Brooklyn: Autonomedia, 1992); Mariarosa Dalla Costa, “Capitalism
and Reproduction,” en Emancipating Marx, Open Marxism 3, eds. Werner Bonefeld et al. (London: Pluto Press,
1995).
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(mujeres dependientes de la previsión social),pasando por el movimiento gay, el movimiento de
pueblos indígenas, hasta el movimiento ambiental y antinuclear) se convierten en movimientos de
clase.
A nivel teórico, la “adición” del trabajo domestico y del circuito de la reproducción de la fuerza
de trabajo cambia nuestra perspectiva acerca de la reproducción social. Es bien conocido que dinero
(D), mercancías (M) y el proceso productivo (P) pueden tener significados opuestos para
trabajadores asalariados y capitalistas.48 Para el capitalista, el dinero es un medio de inversión,
mientras que para el trabajador el acceso principal a los medios de subsistencia. La inclusión del
circuito del trabajo doméstico (H) aporta una nueva “perspectiva” acerca de D, M y P: la
perspectiva de la trabajadora no asalariada, mayoritariamente femenina. Esta perspectiva revela las
relaciones de poder y las divisiones en el seno de la clase trabajadora. Por ejemplo, el dinero es un
medio de control de su comportamiento por los trabajadores asalariados que no reconoces el trabajo
doméstico como objeto de intercambio. El “dinero para los gastos del hogar” (houshold money) que
la trabajadora del hogar gasta no le da la misma autonomía que un salario, que es el resultado de un
intercambio socialmente reconocido entre capitalistas y trabajadores. Toda una red de relaciones de
poder “informales”, pero determinantes y a menudo violentos entre los trabajadores está inscrita en
este dinero “cargado de condiciones”.
La exploración de las relaciones de poder que operan en el proceso de reproducción social
generalizado (M, P, D) desde la perspectiva de la trabajadora no remunerada transforma el análisis
de clase marxista y permite analizar racismo y sexismo (en todas sus encarnaciones materiales)
como fenómenos de clase. También ofrece un fundamento más sutil para la explicación de las crisis
de reproducción social. Un marxista clásico puede fácilmente explicar como una serie de huelgas
exitosas en las grandes fábricas de un país capitalista puede producir una “crisis económica”. Pero
la perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo permite ver como “la subversión de la
comunidad” mediante, por ejemplo, el rechazo en masa de mujeres a concebir hijos o adiestrar sus
hijos a aceptar cierto tipo de trabajos y salarios, también puede llevar a una crisis de reproducción
social. Una ruptura en el circuito H provocado por una lucha a gran escala (aunque a menudo
silenciosa) de las trabajadoras domésticas no remuneradas puede tener efectos más graves sobre el
capitalismo que miles de huelgas. Las grandes luchas fabriles de los finales de 1960 y de los años
1970 en Italia afectaban indudablemente el capital, pero la decisión de las mujeres italianas desde
los finales de los años 1960 por un tamaño de familia inferior al nivel de renovación de la población
probablemente tuvo un impacto mucho mayor.49
El problema con esta perspectiva sobre las crisis de reproducción social es que la metodología
que necesita ser aplicada es más sutil, y los datos requeridos no se encuentran en los volúmenes
estándares de las estadísticas sobre las economías nacionales recogidos por gobiernos o
instituciones internacionales. El programa de desarrollo de las Naciones Unidas recién está
comenzando a registrar la cantidad de trabajo doméstico no remunerado efectuado en muchos
países como parte de su “índice de desarrollo humano”. Hay poco estudio sobre la relación entre
variables como la extensión de la “jornada laboral de reproducción de la fuerza de trabajo” y otras
medidas mejor conocidas sobre las crisis económicas y sociales. Pero esos problemas prácticos son
48 Harry Cleaver Jr., Reading Capital Politically (Oakland: AK Press, 2000 [1979]).
49 Dalla Costa, “Riproduzione e emigrazione.”
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compensados por la contribución de esta perspectiva para la comprensión de la crisis de
reproducción social. En primer lugar, no se necesita encontrar una fuente exógena de las crisis. La
crisis es endógena al sistema capitalista no solamente por la asimetría entre comprar y vender
(como lo notó Marx), la crisis es también causada por la incapacidad del capitalista individual para
completar de manera satisfactoria la metamorfosis de sus capitales a una tasa de ganancia
apropiada, es decir, debido a una contradicción entre las expectativas en la esfera de la circulación y
las realidades conflictivas en el terreno de la producción.
La perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo revela también otro conflicto en el seno
del capitalismo, uno que Marx ignoró: el conflicto entre las necesidades de la producción capitalista
y las demandas de aquellos cuyo trabajo está centrado en el campo de la reproducción social de la
fuerza de trabajo. Este conflicto puede conducir a crisis de reproducción mayores que se manifiesta
en tasas de fecundidad dramáticamente reducidas (o incrementadas), disturbios urbanos, o revueltas
agrarias. Estas crisis son percibidas, desde el punto de vista del mercado, a menudo como exógenos,
pero una vez que las actividades de la reproducción social están introducidas en el ciclo del
capitalismo, se hacen tan relevantes como las huelgas de trabajadores sindicalizados. La
reproducción de la fuerza de trabajo no es una variable que puede ser determinada por la
“planificación de la mano de obra” keynesiana o por las teorías neoclásicas del mercado laboral:
exactamente tal como el mercado de mercancías ordinarias tiene inscrito en su seno la lucha de sus
productores, así el mercado laboral lleva inscrito la lucha de aquellas que producen la fuerza de
trabajo. Y esta lucha no es dictada por el carácter mercantil de su resultado, ni por la demanda de
sus compradores. Ciertamente, no hay armonía preestablecida que conduce al mejor de los mundos
posibles cuando se encuentran compradores y vendedores, ni si quiera cuando es en la mesa de la
cocina.
La perspectiva de la producción de fuerza de trabajo comparte por consiguiente el
reconocimiento de Foucault de la posibilidad permanente de crisis, pero rechaza su afirmación de su
actualidad permanente. El capitalismo tiene leyes, precondiciones materiales y divisiones de clase
que son patrones del sistema, y por consiguiente tiene formas históricas que se reproducen a lo
largo de siglos y continentes. Sin duda, mucho de la estandarización social que es aspecto tan
marcado de la realidad contemporánea (y que es erróneamente llamada “occidentalización”) es
simplemente la repetición de esa forma a lo largo del planeta a muchas escalas diferentes. Las
formas específicas del capitalismo son tan reproducibles que las agencias internacionales como el
Banco mundial y el FMI aplican plantillas preestablecidas del capitalismo neoliberal para su
realización en lugares tan diferentes como son Guinea Ecuatorial y Tadjikistan. La realidad aparente
de una infinidad de microvariaciones del modelo de poder que utiliza Foucault es vacuo ya que hay
un impulso hacia la totalización en el seno del modo de producción capitalista que extingue estas
variaciones incluso antes de llegar a tener una existencia virtual. Una de las leyes del capital es, por
supuesto, hacer la reproducción de la fuerza de trabajo completamente dependiente de la forma
salarial y así mantener las reproductoras de la fuerza laboral a la vez invisibles y controladas por el
sistema. Esto es la razón por el ataque incesante a cualquier garantía de subsistencia, especialmente
hacia aquellas que reproducen la fuerza laboral, ataques a los que se ha dado recientemente el
nombre de Nuevos Cercamientos.50 La teoría de Foucault de relaciones de fuerza polivalentes,
50 Midnight Notes Collective, Midnight Oil, 317–33.
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descentradas y fragmentadas no puede explicar las crisis causadas por la capacidad de las y los
trabajadores de luchar exitosamente en contra de la expropiación de sus “bienes comunes”
(commons) de subsistencia.
Así, la perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo escapa a las debilidades metafísicas
tanto del Parmenidismo de Becker y del Heraclitismo de Foucault y ofrece una explicación
endógena de las crisis porque sostiene que el antagonismo entre circulación/producción y
acumulación/reproducción es esencial a la existencia del capitalismo.
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