Sobre la noción de la crisis de reproducción social (George Caffentzis) Una revisión teórica1 ¿Qué rol juegan las relaciones extramercantiles en el proceso de reproducción social cuando las relaciones mercantiles llegaron a ser el paradigma del intercambio social? ¿Son las relaciones y actividades “extramercantiles” (por ejemplo tener una conversación amistosa, o criar un niño) simplemente una sombra de la presencial central y radiante del mercado, o forman la parte principal de los asuntos sociales? ¿Se justifica poner la atención exclusiva a los fenómenos de mercado- la punta del iceberg social, o es el camino al desastre conceptual y práctico? Por mucho tiempo, estas preguntas han sido esenciales para la auto definición de la sociología en cuanto ciencia opuesta (hasta hace poco) a la economía. Para hacerse una idea concreta del alcance de la problemática, imagina las llamadas telefónicas hechas, o los correos electrónicos enviados, durante un día en cualquier ciudad de Estados Unidos. Podemos calificarlas como intercambios mercantiles, ya que la mayoría de llamadas y mensajes son comprados a una empresa telefónica, y muchos son efectuados en el contexto de actividades de mercado. Pero, ¿qué hay de los intercambios no mercantiles posibilitados por ellos? ¿Qué hay de las llamadas y los mensajes que la gente hace no para comprar o vender, sino en el contexto de relaciones familiares, de historias de amor, de luchas, incluyendo aquellos contra la misma empresa telefónica? Estas llamadas y mensajes ciertamente tienen un “valor de uso”. ¿Podemos decir que son sin relevancia para la riqueza social? Como escribe Marx, “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un 'enorme cúmulo de mercancías'” 2 En el caso de una empresa telefónica, la riqueza se presenta en la forma de sus ingresos. Pero los ingresos no revelan el tejido de información y coordinación social que se mueve a través de los cables. ¿Cuál es la relación entre esa riqueza de información, e imaginación, y la forma-mercancía? Sabemos que una huelga de los trabajadores de telecomunicaciones, o un incremento en la tasa de interés afecta la cantidad de llamadas hechas y su precio. ¿Pero qué pasa con la riqueza social producida en esos intercambios? ¿Pueden ser medidos en su conjunto por medios mercantiles? Si expandimos el ejemplo de las llamadas y mensajes para incluir todos los intercambios materiales (por ejemplo conversaciones, encuentros amorosos), comenzamos a descubrir el gran “Otro” del mercado. Esa esfera que subsiste al exterior de la circulación de mercancías y dinero ha sido, desde los años 1960, un polo de atracción para las ciencias sociales, ya que se ha caído en cuenta crecientemente que los intercambios no mercantiles pueden cuestionar y afectar la economía formal, a la vez que son esenciales para su existencia. 3 Por consiguiente, en la teoría social se ha 1 2 3 Traducción provisional hecha por Eric Meyer. Cualquier sugerencia para mejorar la traducción enviar por favor a [email protected] Karl Marx, El Capital tomo I, lib I, p. 43, Edición Siglo XXI Richard Swedberg, “Economic Sociology: Past and Present” in Current Sociology 35 (1987): 1–221; Richard Swedberg, ed., Economics and Sociology: Redefining Their Boundaries, Conversations with Economists and Sociologists. (Princeton: Princeton University Press, 1990); Neil J. Smelser and Richard Swedberg, The Handbook of Economic Sociology (Princeton: Princeton University Press, 1994) 1/20 vuelto una cuestión crucial medir su cantidad y evaluar su potencial. Eso es especialmente verdad en el estudio de las sociedades de muchas áreas de África, Asia y las Américas donde la formamercancía no es dominante, así como en el estudio del trabajo doméstico y de las demás actividades que colaboran en la reproducción de la fuerza de trabajo que, en la mayor parte del planeta, son efectuadas al exterior del espacio de los intercambios formales de mercado. Para describir la esfera de las relaciones no mercantiles, la última generación de teóricos políticos elaboró una nueva terminología: el sector del “trabajo no asalariado”4, la “fabrica social”5, la “economía-sombra”6, la “economía general”7, la economía moral”8, la “economía informal”9. Con ellos emergió un nuevo conjunto de polaridades socio-económicas: formal/informal, producción/reproducción, mercantil/moral, racional/tradicional, moderno/posmoderno, que dio inicio a un proceso de deconstrucción (teórica) de las formas sociales. Tan pronto como fueron identificadas las dicotomías aparentes, sus presuntos polos positivos y negativos fueron desplazados, o invertidos, para poner a descubierto nuevos campos de relaciones. Así, una vez que el trabajo reproductivo, incluyendo la agricultura de subsistencia, fue visibilizado, no se pudo ignorar por más tiempo que la cantidad de trabajo no remunerada hace eclipsar la de trabajo asalariado, anteriormente situado en el lugar de honor del análisis económico, tanto marxista como no marxista. La primera pregunta que nos plantea esta revolución teórica se refiere al estatus de los conceptos más antiguos a la luz de esos desarrollos. ¿Cómo transformó el reconocimiento de la importancia de las relaciones no mercantiles en la vida social el concepto de la reproducción social, analizado anteriormente por la economía política exclusivamente sobre bases mercantiles? Más específicamente, ¿cómo se relaciona la noción de la “crisis de la reproducción social”, comprendida como un rupturas en los intercambios mercantiles “normales” y asociado (por Marx y la tradición clásica de la economía) con depresiones, pánicos y burbujas especulativas con esta esfera no mercantil? ¿Podemos desarrollar una noción más general de tales crisis, mediante analogía con aquellas originadas en los intercambios de mercancías? ¿Pueden explicarse hambrunas, genocidios, guerras y otras “rupturas” en la reproducción social mediante una generalización de la noción clásica de crisis? Esas preguntas están en el centro de ese ensayo, tal como lo han sido desde los años 1980 para la teoría social, cuando se reconoció que hambrunas y muchas otras catástrofes no son de ninguna forma desastres naturales, sino consecuencias socialmente impuestos de la negación de derechos (entitlements) – a la comida, a la tierra y otros factores de subsistencia- tal como lo demostraron los trabajo de Amartya K. Sen y otros.10 4 Mariarosa Dalla Costa and Selma James, The Power of Women and the Subversion of the Community (Bristol: Falling Wall Press, 1972) 5 Mario Tronti, “Capitale Sociale,” Telos 17 (1973): 98–121. 6 Ivan Illich, Shadow Work (London: Marion Boyers, 1981). 7 Georges Bataille, The Accursed Share (New York: Zone Books, 1988) 8 E.P. Thompson, Customs in Common (New York: The New Press, 1991) 9 Serge Latouche, In the Wake of the Affluent Society: An Exploration of Post-Development (London: Zed Books, 1993) 10 Amartya K. Sen, Poverty and Famines: An Essay on Entitlement and Deprivation (Oxford: Clarendon Press, 1981); Joanna Macrae and Anthony Zwi, eds., War and Hunger: Rethinking International Responses to Complex Emergencies (London: Zed Books and Save the Children (UK), 1994); Alexander De Waal, Famine that Kills: 2/20 Mi discusión comienza con un análisis de la teoría de reproducción social de Marx, que sigue siendo la teoría económica clásica más sofisticada sobre el asunto. Luego identifico tres acercamientos alternativos que reconocen la importancia de relaciones no mercantiles, pero que difieren en la forma en que dan cuenta de ellos. El primero explica el intercambio no mercantil mediante la generalización de la forma-mercancía, el segundo generaliza la relación de intercambio social, el tercero hace énfasis en el aspecto de producción de valor de los fenómenos no mercantiles. Así mismo, cada uno ofrece una perspectiva diferente acerca del concepto de crisis de reproducción social, lo que es, a mis ojos, una prueba para su poder explicativo. Concluyo con que el tercer acercamiento tiene el potencial más grande para explicar las crisis de reproducción social como, por ejemplo, las hambrunas. Reproducción social: genealogía y crisis, una perspectiva marxiana “Reproducción social” es un término extraño. “Reproducción” evoca ciclos biológicos que ocurren recurrentemente, mientras que “social” conlleva la connotación de interacciones intencionales y voluntarias. Sin embargo, la creencia que la sociedades capitalistas modernas tienen ciclos de reproducción naturales ha sido central para el desarrollo de economía y sociología. La tensión presente en este concepto se evidencia en las tensiones continuas entre ambas disciplinas. La razón por ello puede ser ilustrada etimológicamente. “Sociología” tiene su raíz en el socius latín, que se refiere a la compañía libremente elegida con quien no se tiene lazos de sangre. “Economía”, por el contrario, deriva de la palabra del griego antiguo oikos (“fogón y hogar”) que describe las relaciones de sangre y de esclavitud. Se podía hablar de la reproducción del oikos porque la unidad doméstica no fue considerada un campo de elección y libertad, sino como un umbral entre naturaleza y convención, physis y nomos, compartiendo la automaticidad y repetitividad del mundo físico. Desde este punto de vista, las relaciones económicas se hallaban en la esfera de la necesidad. Ocurrían entre esposo y esposa, padres e hijos, señores y esclavos, y su reproducción se anclaba en ritmos aparentemente “naturales”. Por el contrario, las relaciones sociales estaban en la esfera de la libertad al ser establecido entre iguales por medio de un acuerdo mutuo, y libre de lazos “naturales”. Era inconcebible que esas relaciones únicas, edificadas sobre coincidencias deseadas pueden ser reproducidas. A lo mejor (como en la Ética de Aristóteles) se puede plantear reglas para su preservación. Sin embargo, la distinción greco-romana entre socius y oikos erosionó con el desarrollo del capitalismo, cuando la producción familiar de subsistencia fue remplazada por la dependencia de intercambios mercantiles (el fundamento del concepto burgués de la “libertad”). De este desarrollo, que afectó tanto el proletariado (después de los cercamientos) como los rentistas (que estuvieron acostumbrados a consumir bienes producidos en sus propias haciendas) se originó el concepto mismo de “sociedad”, como un término que describe la coexistencia humana, y luego el concepto de “economía política” donde el politikon griego se puso como sinónimo con el socius latín. La teoría del “contrato social” de Locke formalizó percepción ampliamente difundida entre la burguesía del siglo diecisiete que las relaciones “naturales” del oikos (esposo-mujer, padre-hijos, señor-sirviente) estaban haciéndose “social”, es decir, objeto de decisión individual y de contrato entre iguales. Pero un reconocimiento inverso, que giraba alrededor de la idea de que la sociedad también tiene un metabolismo biológico y ciclo natural, también se estaba formando. Este Darfur, Sudan,1984–1985 (Oxford: Clarendon Press, 1989). 3/20 reconocimiento llevó al concepto de “reproducción social”, el objeto de estudio principal para la economía política en el periodo de la ilustración. La primera teoría de reproducción social fue presentada por Quesnay en el Tableau économique, en el siglo dieciocho. De manera novedosa, Quesnay preguntaba cómo una colección de individuos asociados, miembros de clases específicos (rentistas, capitalistas, trabajadores) y conectadas solamente por contratos, pueden reproducirse de tal manera que, después de un ciclo de producción y circulación, los mismos individuos y clases volvieran a aparecer. Como Marx iba a argumentar, el poder analítico de la perspectiva de Quesnay derivaba del hecho de que anclaba su análisis en el mismo ámbito del oikos: tierra y producción agrícola. Sin embargo, eso era también lo limitado del Tableau, con las manufacturas apareciendo solamente como un embarazoso “misceláneo”, a pesar de que la producción industrial comenzaba a superar la agricultura a los finales del siglo dieciocho en Europa Occidental. En el camino de Quesnay a Marx, el desarrollo más importante en el análisis de la reproducción social fue la teoría de Adam Smith que la producción de valor tiene que incluir el trabajo industrial11. Pero fue Marx, el teórico de la crisis capitalista y revolución proletaria, quien elaboró el análisis más definitivo sobre las condiciones de reproducción del capitalismo. Este tema es tratado en el tomo II de El Capital, en el que Marx pasa del análisis de la lucha de clases (el centro de la atención del tomo I) a aquellos fenómenos sociales del capitalismo que regresan a sí mismos: circulación, rotación, retorno, circuito, reproducción. En vez de los cambios en las variables lineares (p.ej. aumento salarial, caída de la ganancia), en el tomo II Marx examina aquellos cambios que devuelven un sistema a su punto de partida, mostrando cómo las transformaciones sufridas son cruciales tanto para la reproducción como para la subversión del sistema. Para analizar la reproducción del capital en el tomo II, Marx usó como modelo la teoría mecánica de calor, desarrollada por la física de mitades del siglo diecinueve, que explica los fenómenos macroscópicos como producto de millones de eventos y entidades microscópicos. 12 En conformidad con este método, Marx describía los aspectos macroscópicos del capitalismo como producto de millones de microeventos, y explicaba la reproducción del capital social sobre la base de circuitos de capitales individuales, con sus orbitas microfísicas, sus velocidades y periodos diferentes. Marx ofreció una descripción gráfica del movimiento desde el nivel micro al macro en la introducción a la parte III que trata sobre “la reproducción y circulación del capital social”: El movimiento del capital social se compone de la totalidad de los movimientos descritos por sus fracciones autonomizadas, de las rotaciones de los capitales individuales. Así como la metamorfosis de la mercancía singular es un eslabón en la serie de metamorfosis experimentada por el mundo de las mercancías-- la circulación de las mercancías--, la metamorfosis del capital individual, su rotación, es un eslabón en el 11 Ver Joseph Schumpeter, Economic Doctrine and Method (New York: Oxford University Press, 1967) para la discusión más amplia sobre la relación entre los fisiócratas y Smith. 12 Físicos como Maxwell demostraron que se puede explicar matemáticamente porque un gas se calienta de manera perceptible cuando se reduce su volumen asumiendo que el gas está compuesta por millones de moléculas microscópicas invisibles en movimiento constante que chocan con otros moléculas y las paredes del recipiente del gas. 4/20 ciclo del capital social13. La visión de Marx de la economía capitalista es la de una enorme colección de intercambios, con circuitos coherentes a nivel individual donde el valor es conservado, aumentado o reducido, y donde las mercancías y el dinero saltan de un circuito a otro en el curso de cada intercambio, transmitiendo impulsos en cada dirección14. Es una imagen reminiscente del juego de los átomos en los diagramas de la química orgánica tan popular en los tiempos de Marx. Podemos imaginar al capitalista A i) vendiendo la mercancía producida a otro capitalista B que la usa como un medio de producción, ii) tomando una parte del dinero realizada de esa manera y comprando bienes de lujo del capitalista C, iii) comprando fuerza de trabajo del trabajador D y nuevos medios de producción del capitalista E que, por su lado, energetiza nuevos circuitos de otros capitales individuales. Sin embargo, el intercambio tiene que ser rentable para que el sistema se reproduzca a sí mismo, tanto a nivel micro como macro. Así, “[l]o que es común a los tres ciclos es la valorización del valor como objetivo determinante, como motivo impulsor”15. Pero ningún intercambio es necesario o garantizado, cada conexión puede ser rota, o su propósito puede no realizarse; por eso la posibilidad permanente de una microcrisis e incluso de la disolución del sistema en su conjunto. 16 Marx atribuía una importancia tremenda al posible quiebre de la simetría de intercambio. De esta ruptura de los microvínculos del circuito del capital depende, a sus ojos, la posibilidad de la crisis y del fin del capitalismo, como podemos ver de los siguientes pasajes publicadas (respectivamente) en 1859 y 1867. “La división del intercambio en compra y venta... contiene la posibilidad general de las crisis comerciales... porque la contradicción entre mercancía y dinero es la forma abstracta y general de todas las contradicciones inherentes al modo burgués de trabajo”.17 Y nuevamente: Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno no son autónomos, y no lo son porque se complementa uno a otros, se prolonga hasta cierto punto, la unidad interna se abre paso violentamente, se impone por medio de la crisis. La antítesis inmanente a la mercancía --valor de uso y valor, trabajo privado que a la vez tiene que presentarse como trabajo directamente social, trabajo específico y concreto que al mismo tiempo cuenta únicamente como general y abstracto, personificación de la cosa y cosificación de las personas--- esa contradicción inmanente, adopta sus formas más evolucionadas de movimiento en las antítesis 13 Marx, El capital, tomo II, p. 430, edición siglo xxi 14 El estudio de Marx de este sistema de microcircuitos de valor condujo a la comprensión de muchos aspectos importantes del capital, como por ejemplo la deducción de la relación matemática entre tiempo de rotación y tasa de ganancia. Pero más importante, el modelo apuntaba a una reformulación de la historia de la sociedad y su reproducción. Marx rechazaba el cuento de Locke acerca de los individuos racionales que aceptaban tácitamente de cambiar sus derechos naturales por un sistema que protege su propiedad. A su lugar ponía una historia más compleja pero realista de millones de intercambios mercantiles cada día entre capitalistas y trabajadores armando la trama de la sociedad. 15 Karl Marx, El Capital Vol II, p. 117. Ed. Siglo XXI 16 J.B. Say descartaba la posibilidad de una crisis de reproducción social del tipo descrito posteriormente por Marx. Describió lo que después fue nombrado “la ley de Say” en su Tratado de Economía Política en las siguientes palabras: “Vale la pena notar que un producto, tan pronto como ha sido creado, crea un mercado para otros productos en la completa amplitud de su propio valor. Cuando el productor ha dado a su producto el toque final, está lo más ansioso para vender de forma inmediata, por temor de que en sus manos pierda valor. Y no es menos ansioso para usar el dinero que pueda recibir por el, ya que el valor del dinero también es perecedero. Pero la única manera para deshacerse del dinero consiste en la compra de uno u otro producto. Así, la mera circunstancia de la creación de un producto inmediatamente abre la posibilidad de venta para otros productos. Jean-Baptiste Say, A Treatise on Political Economy or the Production, Distribution and Consumption of Wealth (New York: Augustus M. Kelly Reprints of Economic Classics, 1964), 134–35 17 Karl Marx, Contribution to a Critique of Political Economy (New York: International Publishers, 1970), 96 5/20 de la metamorfosis mercantil.18 Para Marx, la crisis revela la verdad del sistema capitalista de reproducción social. La metamorfosis de la mercancía en dinero y ganancia exige una supresión contínua de necesidades y contradicciones notorias. Pero una vez que el vínculo entre mercancía y dinero se afloja temporalmente, se abre un espacio que puede hacer estallar todas las contradicciones de la vida capitalista. Como sabemos, la contradicción principal yace para Marx en el “modo de trabajo burgués”. Eso puede aparecer sin relevancia en la esfera de circulación, dado que la gente generalmente compra bienes para satisfacer sus necesidades, y no por la persona que los fabricó. Pero el objetivo primario del intercambio de mercado es la expansión de valor, y aquí el trabajo que entra en la mercancía se vuele el factor clave. Sus “contradicciones comienzan con las luchas de los trabajadores, pueden afectar la ganancia del capitalista y empujan el proceso de circulación a la crisis. Como indicó Marx, el proceso de reproducción social lleva todo de regreso al punto de partida--dinero, mercancía, producción. Pero ese regreso no está garantizado, ya que al reproducirse, el capitalismo también reproduce sus contradicciones. “El proceso capitalista de producción… no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el capitalista, por el otro el asalariado.19 Lejos de ser natural, la reproducción de la relación capitalista, conflictual y contradictoria, está constantemente expuesto a la posibilidad de crisis y catástrofe. La crisis de la teoría de reproducción social de Marx No sorprende entonces que la “teoría de crisis” ha sido, desde la publicación del primer tomo de El Capital en 1867 hasta el fin de los años 1960, un componente clave en el desarrollo del pensamiento marxista, mientras que el intento de exorcizar el peligro de la crisis, tanto en la teoría como en la práctica, ha sido la fuerza impulsora de la teoría económica burguesa. Los marxistas aceptaban y reexaminaban con frecuencia la presentación de Marx sobre la reproducción social. 20 Pero su preocupación principal era establecer las posibles causas de su crisis, y para eso no brindaba gran servicio la explicación de Marx. ¿Surgían las crisis de la desproporcionalidad entre la producción de bienes de consumo y aquella de los bienes de inversión? ¿Eran causadas por una insuficiencia crónica de la demanda agregada o eran respuestas a la caída de la tasa de ganancia durante los periodos de expansión e inversión?21 A pesar de haber sido reinterpretado múltiples veces, el texto de El Capital no pudo resolver el problema. Aún así, la “teoría de crisis” generó algunas hipótesis sugerentes. Desde la explicación del imperialismo por el subconsumo de Luxemburgo, Hilferding, Lenin y Bukharin hasta la teoría del “origen político de los ciclos económicos” (“political business cycle”) de Kalecki durante la Segunda Guerra mundial hasta la perspectiva de Baran y Sweezy sobre los problemas de “realización” y la réplica de Paul Mattick en los años 1960 que se trataba más bien de problemas 18 Karl Marx, El Capital tomo I, p. 138-139. Ed. Siglo XXI 19 Karl Marx, El Capital, tomo I, p. 712 20 Christian Palloix, Les firmes multinationales et le procès d’internationalisation (Paris:Francois Maspero, 1973); De Brunhoff, Suzanne. Marx on Money. (New York: Urizen Books, 1976) 21 Duncan Foley, Understanding Capital: Marx’s Economic Theory (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1986). 6/20 vinculados a la “tasa de ganancia”, el campo de la teoría de crisis fue peleada.22 Poco después de la publicación del tomo I de El Capital, la economía política burguesa sufrió ella misma un cambio mayor. Bajo el nombre recientemente adoptado de “economics” abandonó todos los intentos para explicar la totalidad de los intercambios sociales, y desplazó su atención a la manera en la que “campos de deseo” y modos de cálculo racional conducen a la maximización de utilidad en un sujeto individual (sea consumidor o empresa) a un instante determinado. Preguntas anteriores acerca de la reproducción social o bien fueron refractadas en las categorías del discurso nuevo, o se volvieron desprovisto de sentido para los economistas. Para los economistas del final del siglo diecinueve como Walras, Pareto, Jevons y Menger, no podría haber algo así como una crisis. Se suponía que el mercado tendía hacia un equilibrio, garantizando el pleno empleo de todos los factores de producción, y maximizando el deseo de todos y cada uno (aunque bajo restricción presupuestaria). De manera que cualquier movimiento que se aparte del equilibrio tenía que tomar la forma de un “choque”, es decir, tenía que ser un fenómeno exógeno a la esfera de las relaciones económicas, como un cambio de costumbres y gustos, un terremoto, o un decreto gubernamental. El resultado fue que, en la economía, la problemática marxiana de reproducción y crisis quedó en su mayor parte envuelto en un siglo de olvido. Esta situación terminó, sin embargo, en los años de 1960 cuando el crecimiento de nuevos movimientos sociales en todo el mundo amenazó la fundación del capitalismo e impuso una revalorización tanto del análisis marxista del vínculo reproducción/crisis como de su evasión en la economía burguesa. El problema con la teoría marxista era que solamente podía explicar la reproducción de la relación entre capitalista y trabajador asalariado. Pero los sujetos revolucionarios de los años 60 eran mayoritariamente no asalariados. Eran agricultores de subsistencia en el Tercer Mundo, amas de casa, estudiantes, y todas las “minorías” que forman la mayor parte de la población mundial. La teoría de Marx era prácticamente silenciosa con respecto a esas personas, lo que condujo a muchos marxistas a subestimar el potencial político del movimiento anticolonial, de los movimientos de welfare mothers (madres que dependen de la asistencia social) y del Black power, del movimiento estudiantil, del movimiento de mujeres y, hoy día, de los movimientos de pueblos indígenas. 22 Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital (New York: Monthly Review Press, 1968); Nikolai Bukharin. Imperialism and World Economy (New York: Howard Fertig, 1966); Michal Kalecki, Selected Essays on the Dynamics of the Capitalist Economy, 1933–1970 (Cambridge: Cambridge University Press, 1971); Baran, Paul, and Paul Sweezy. Monopoly Capital: An Essay on the American Economy and Social Order. (New York: Monthly Review Press, 1966); Paul Mattick, Marx and Keynes: The Limits of a Mixed Economy (Boston: F. Porter Sargent, 1969). Una breve descripción de esas teorías de crisis parece justificada. Las explicaciones “subconsumistas” identifican como causa de la crisis capitalista la incapacidad de la clase trabajadora para comprar bienes de consumo, y la sobreproducción de los medios de producción. La versión de Rosa Luxemburgo de esta teoría es la que más sugestiva para los años finales del siglo veinte. Ella argumentaba que el capitalismo necesita un mundo no capitalista para la absorción de su producción excedente (y así realizar el plusvalor encarnada en ella). A sus ojos, el control de las regiones no capitalistas de África, Asia y Oceanía era crucial para la supervivencia de una variedad de capitales nacionales. Por ende, las guerras interimperialistas eran una consecuencia inevitable de un capitalismo que absorbió ampliamente la tierra y el trabajo de Europa y de las Américas. Para Luxemburgo, el capital entra en una crisis final cuando fueron absorbidos las últimas regiones no capitalistas del mundo en el modo de producción capitalista. “Tan pronto como la realidad comienza a corresponder al diagrama de Marx sobre la producción ampliada, se acerca el final de la acumulación, alcanzó sus límites, y la producción capitalista está in extremis. Para el capital, la interrupción de la acumulación significa que el desarrollo de las fuerzas productivas se ha parado, y el colapso del capitalismo sigue inevitablemente, como una necesidad histórica objetiva.” (Accumulation of Capital, 417). La teoría de Luxemburgo encontrará su prueba definitiva en la próxima década de “globalización” Por contraste, la teoría sobre los ciclos económicos de Kalecki ve la crisis como una elección política del estado para controlar las demandas salariales. 7/20 La economía burguesa enfrentaba un problema similar cuando los “desempleados”, “subempleados” y “no productivos” de la “síntesis neoclásica” estaban haciendo historia, y comenzaban a ser sujetos de políticas gubernamentales e de inversiones empresariales. Se necesitaba nuevos paradigmas, los gobiernos y las empresas pedían nuevos informes. Los economistas llegaban muy atentamente al rescate con nuevas teorías que revalorizaban el significado económico de las esferas no mercantiles, desde la familia hacia la sexualidad, la discriminación racial, la educación y la salud. En los programas de investigación, tanto marxistas como burgueses, el análisis de lo que fue dejado a las demás ciencias sociales, sobre todo a la sociología, devino prioritario. En el corazón de esta nueva actividad estaba la revisión del concepto de la reproducción social. Tres nuevos programas de investigación orientados a la reproducción social emergieron en ese periodo como respuesta a las limitaciones de la economía política burguesa y marxista. Cada una puede ser comprendida como generalización de uno u otro momento del circuito mercancía-dineroproducción presentado por Marx. Como sabemos, ese proceso comienza con la mercancía M que es intercambiada por el dinero D con el que se compran los medios para producir las mercancías que son puestos en acción en el proceso productivo P que conduce a la nueva mercancía M' que incorpora más valor de lo que fue invertido en el proceso productivo. Cada momento de ese proceso que lleva desde la mercancía M a través de una serie de intercambios (D y P) a la mercancía M' (que incorpora el plusvalor producido) posibilita la generalización de la economía a lo social. Las nuevas teorías de la reproducción y crisis se distinguen entre sí con respecto a la parte del circuito de reproducción social que generalizan. La totalización de la forma-mercancía: el mercado es todo El primer enfoque explica la reproducción social mediante la generalización de la formamercancía. La economía política clásica define una mercancía como algo que es poseído y puede ser intercambiado legalmente. Pero inclusive en las economías monetarias “avanzadas” en las que la forma-mercancía parece dominar todos los aspectos de la vida hay mucho que escape a su control. Mucho del trabajo doméstico no es pagado, ni lo son la mayoría de las relaciones sexuales, ni tampoco se produce la mayoría de los bebes a cambio de dinero, ni son comprados de manera directa la mayoría de los votos. Además, una gran parte de la población de Estados Unidos no consiste ni en asalariados, ni en capitalistas privados, y la mayor parte del dia de una persona promedia no está involucrada directamente en actividades salariales o de persecución de ganancias. El vasto terreno del amor y amistad, del dormir y de los sueños, de la enfermedad y de la muerte, así como muchas actividades religiosas, científicas o artísticas son aspectos cruciales de la reproducción social, aunque escapan al dominio de la forma-mercancía. O así parece. Porque hay economistas como Gary Becker que están dispuestos a impugnar que podemos alguna vez salir del mundo de las mercancías. Como mostraba Blaise Pascal en el siglo diecisiete, la lógica del mercado puede incluso aplicarse a la cuestión de la salvación del alma, al argumentar que una persona racional debería creer en Dios y apostar sus energías en llevar una vida cristiana aunque hubiera solamente una probabilidad infinitamente pequeña que las creencias cristianas fueran verdaderas. Porque el dolor infinito por ir al infierno multiplicado por la pequeña probabilidad de que las creencias cristianas sean verdaderas es aún mucho mayor que las molestias de llevar una vida moral multiplicada por la probabilidad 8/20 amplia que las creencias cristianas fueran falsas. La famosa apuesta de Pascal ofrece un modelo para lo que algunos llamaron “la perspectiva económica del comportamiento humano” o la “teoría de la elección racional”, el “neoliberalismo” y que otros han descrito como una forma de “imperialismo económico”. 23 Si el alma puede ser tratada como si fuese una mercancía en la que se tiene que invertir, entonces nuestro tiempo libre, nuestros hijos, nuestros deseos sexuales, incluso nuestro gusto por la revolución están abiertas al mismo tratamiento bajo el dominio del capitalismo. Esto por lo menos ha afirmado el ganador del “Premio Nobel” Gary S. Becker que alega que esta perspectiva económica deriva de la: “asunción combinada de comportamiento maximizador, equilibrio de mercado y preferencias estables, usados continua e inquebrantablemente, forman el corazón de la perspectiva económica como yo la entiendo”24 El objeto ideal del análisis de Becker es el “comportamiento” de un conjunto de “agentes” (por ejemplo una pareja casada que se comporta como una empresa ideal) que tratan cada decisión que hacen (si tener un niño o no, dormir y quedar despierto, cepillar sus dientes) como si fueran consumidores racionales eligiendo comprar un carro nuevo. En efecto, el modelo de Becker aplica la lógica de mercancías a cosas y actividades que son legal o moralmente inalienable, por ejemplo niños, votos, vida, sexualidad, o a las que no se da un valor económico explícito (pocas veces se paga a alguien por soñar, por ejemplo). Becker y otros teóricos de la “elección racional” toman como modelo el mercado para explicar cómo las personas toman decisiones acerca de sus vidas. Un agente racional trataría todas las alternativas “como sí” fueran mercancías con su etiqueta de precio, calculado por ejemplo por el tiempo y dinero que tomaría criar un hijo, o pasar una noche con el amante, donde el valor del tiempo de uno es medido por la cantidad de dinero que se podría ganar en el mercado laboral formal durante el mismo periodo. El “agente racional” probablemente tendría una restricción presupuestaria, calculada como cantidad de tiempo evaluado a su valor de mercado, y tendría que elegir la combinación de las mercancías ficticias (“como sí”) que maximizarían su utilidad. Becker no afirma que los seres humanos reales se comportan según esos “supuestos económicos, pero cree que todo “comportamiento” real puede ser comparado con lo que haría un ser racional ideal, encarnando los supuestos “económicos” del mercado, y que la distancia entre el resultado real y el ideal puede ser calculado. La perspectiva de la “elección racional” permitió a los economistas aplicar sus análisis a aquellas regiones de la vida social que esta había ignorada en gran medida (por las consideraba económicamente irrelevante o por las restricciones a su mercantilización). A la vez, la hegemonía creciente de la perspectiva neoliberal en los años 1980 que hace del mercado el arbitro de todas las tomas de decisiones sociales dio a esta teoría un uso nuevo. La maternidad sustituta, el mercado de la adopción, el trafico legal de órganos-- todos la han utilizado en su intento de alcanzar un estatus legal25. Los neoliberales quieren que se legalice completamente estos nuevos “oficios”, quieren que 23 Richard McKenzie and Gordon Tullock, The New World of Economics: Explorations into the Human Experience (Homewood, IL: Richard D. Irwin Inc., 1978); Gordon Tull-ock, “Economic Imperialism,” en The Theory of Public Choice, ed. James M. Buchanan and Robert D. Tollison (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1972); Kenneth Boulding, “Economics as a Moral Science,” American Economic Review 59, no. 1 (1969): 1–12. 24 Gary Becker, The Economic Approach to Human Behavior (Chicago: University of Chicago Press, 1976), 5 25 Para una discusión sobre la perspectiva neoliberal de la “escasez de órganos” ver Paul Menzel, Strong Medicine: The Ethical Rationing of Health Care (New York: Oxford University Press, 1990), 182–86; y Arthur Caplan, “Beg, Borrow, or Steal: The Ethics of Solid Organ Procurement,” en Organ Substitution Technology: Ethical, Legal, and 9/20 se diseñe políticas para que los cuellos de botella que existen en estas áreas sean eliminados (por ejemplo la resistencia de una madre sustituta a abandonar “su” niño encomendado), y la utilidad social de esos intercambios sea máximizada. También quieren borrar el estigma todavía relacionado a la comercialización de esas esferas de la vida, razón por la que la “teoría de la elección racional” se vuelve importante. La conclusión lógica y la aspiración de la política neoliberal es aplicar la “perspectiva económica” de Becker a todos los aspectos de la vida social e individual, para que la lógica de mercancía puede prevalecer incluso en los campos en las que los prejuicios morales o psicológicos han impedido hasta ahora su aplicación26. Una vez que la teoría de la “elección racional” es aplicada a campos como la demografía, entonces puede pretender de ofrecer una teoría general de la reproducción social que toma en cuenta tanto los intercambios formales como los no formales. No es coincidencia, por consiguiente, que esta generalización de la lógica de mercancía condujo a una “nueva economía institucional” que intenta brindar una “explicación racional” (y justificación) para la existencia misma de las mercancías, del dinero, de las empresas y del propio capitalismo (dando de esa manera al capitalismo el mismo impulso como lo hizo la filosofía medieval a la iglesia cuando elaboraba “demostraciones” de la existencia de Dios). Una de las preguntas fundamentales para la “economía institucional” es como explicar la existencia y reproducción de estructuras supraindividuales, dado los cambios dramáticos en las preferencias de los individuos que los crean.27 Si todo aspecto de la vida es determinado por la lógica de mercancía basada en deseos de seres humanos atomizados, y si las preferencias humanas cambian constantemente, ¿por qué sobreviven algunas instituciones, por ejemplo el sistema monetario, por largos periodos históricos? La respuesta dada se basa en el concepto de los “costos de transacción”, que son costos adicionales implicadas en la realización de intercambios, producción y consumo. Un ejemplo clásico de los “costos de transacción” son costos de transporte, pero hay otros costos también, por ejemplo los costos de adquirir información acerca de los precios de mercado. Una explicación ya hecha clásica argumenta que los “costos de transacción” del intercambio monetario son inferiores que aquellos de su alternativa, el sistema de trueque, porque los costos de transporte e información para encontrar alguien que tiene lo que nosotros queremos y quiere lo que nosotros tenemos son muy elevado en un sistema de trueque. 28 Un sistema monetario que nos permite intercambiar mercancía por dinero elimina esos costos y eso (se nos cuenta) es lo que vuelve la institución de un sistema monetario razonable para todos los que participan en el mercado. Según esta perspectiva “institucionalista”, una vez que un sistema monetario llega a existir sus características positivas se vuelven evidentes para todos, y es por eso que sobrevive y es reproducido a lo largo del tiempo. Es fácil ver porque esta “perspectiva económica” es una expresión perfecta de la ideología neoliberal. Al explicar las estructuras supraindividuales como resultado de elecciones racionales de individuos, generaliza la forma-mercancía hacia todos los aspectos de la vida, y presenta los Public Policy Issues, ed. Deborah Mathieu (Boulder: Westview Press, 1988). 26 Richard Posner, Sex and Reason (Cambridge, MA: Harvard University Press 1992), 3–4. 27 Oliver Williamson, “Transaction Cost Economics and Organization Theory” in TheHandbook of Economic Sociology, ed. Neil Smelser and Richard Swedberg (Princeton: Princeton University Press, 1994). 28 Clower, Robert W. “A Reconsideration of the Microfoundations of Monetary Theory.” Western Economic Journal 6 (December 1967): 1–8. 10/20 componentes básicos del capitalismo como la encarnación de la Razón en el mundo social. Sin embargo, esta perspectiva ignora las creencias y deseos de los mismos sujetos cuyo comportamiento supuestamente explica. Muchas mujeres, por ejemplo, han exigido salarios por el trabajo doméstico, no porque querían hacerse pequeñas empresarias, sino para rechazar más trabajo y mayor dependencia económica.29 De forma similar, agricultores de subsistencia han luchado a lo largo de este siglo bajo el lema “Tierra y Libertad”. Pero eso no equivalía a “Real Estate and Cash Crops” (bienes raíces y cultivos comerciales). La reivindicación de tierra, como en la Revolución Mexicana de 1910 a 1917 y del movimiento Zapatista de 1994 expresaba el deseo de desmercantilizar la tierra y disociarla del negocio de bienes raíces y del control del agribusiness.30 Un problema adicional con la teoría de la “elección racional” consiste en que no puede conceptualizar las crisis de reproducción social sino como choque exógeno al sistema de mercancías. Los choques tienen que venir desde “afuera” porque todos los procesos de “adentro” son impulsados por la decisión de agentes racionales que enfrentan sus restricciones presupuestarias y por una distribución predeterminada de las mercancías que supuestamente lleva a un equilibrio. Esta explicación es similar a la manera en que las crisis estándares son explicadas en la economía neoclásica. Según esta, cambios en los gustos y en el entorno natural o social (desde una manía para los chocolates hasta el descubrimiento de nuevos campos petroleros) transmiten por medio del mecanismo de precios información acerca de nuevos deseos, nuevas existencias de mercancías, o nuevas restricciones. Siguiendo esa explicación, los agentes económicos racionales interpretan la nueva estructura de preciso con sus presupuestos en mente para después modificar sus patrones de intercambio. Al propagarse a través del mercado, ese cambio puede, al inicio, causar resultados catastróficos, por ejemplo repentinos focos de desempleo, o existencias grandes de mercancías que no se vendieron. Pero con el tiempo, el equilibrio se restablece, presumiblemente: los desempleados se mudan a áreas con empleos disponibles, o aceptan salarios más bajos en los existentes, y las mercancías sin vender son abaratadas o destruidas, si los costos de almacenamiento son mayores al ingreso futuro probable si la venta tiene lugar. Un nuevo equilibrio es alcanzado, con todos los participantes del mercado (o por lo menos aquellos que lograron sobrevivir) satisfechos al máximo al final del ajuste, tal como lo fueron anterior al mismo. Sin embargo, una vez que se ha generalizado este modelo neoclásico para abarcar todas las áreas de la vida social que anteriormente estaba excluido del estudio de las relaciones formales de mercado, un problema lógico aparece. Una vez que la lógica de mercancía está generalizada, por ejemplo a las esferas de la psicología y la política, entonces los cambios en estas esferas ya no pueden ser tratados como exógenos, ni pueden funcionar como orígen de los choques que explican el origen de las crisis. Si un nuevo conjunto de deseos o una nueva política gubernamental es el producto de la elección racional, entonces no puede ser una fuente extrasistémica de crisis. Se vuelve parte del mercado formal. Por consiguiente, o bien se tiene que inventar una nueva esfera extrasistémica, o se acepta la posibilidad que el sistema de elección racional no tiende a un equilibrio, sino que crea en su seno fuerzas perturbadoras. En otras palabras, la generalización de la lógica de mercancía hacia la esfera de la reproducción social ponen en crisis el propio marco lógico de la teoría neoclásica. 29 Ver Federici, “Wages against Housework,” en Revolution at Point Zero (Oakland: PM Press, 2012), 15–22 30 George Collier and Elizabeth Lowery Quaratiello, Basta! Land and the Zapatista Rebellion in Chiapas (Oakland: Food First, 1994) 11/20 El intercambio generalizado La segunda perspectiva sobre la reproducción social entiende el intercambio de mercancías como un caso particular de una relación de intercambio social más general. Los principales voceros de esta teoría que voy a discutir aquí son Granovetter y Foucault, quienes argumentan que las relaciones de mercado están “encastradas” (embedded) en una red más amplia de relaciones sociales. Granovetter, haciendo resonar el trabajo de Karl Polanyi, enfatiza la importancia de la confianza y las obligaciones como condición esencial para la existencia de relaciones mercantiles y la formación de mercados. Argumenta que incluso la transacción mercantil más sencilla no sería posible sin algún tipo de protección contra oportunismo y conducta indebida generalizada y algunas garantías de confianza mutua. ¿Cómo podemos acudir a un mercado-- dice el argumento-- si no podemos obtener ninguna información digna de confianza, ni poder apartar por un momento nuestra vista de nuestras posesiones sin temor a perderlas? El argumento es que la protección y las garantías son proporcionadas por el “encastramiento” de las relaciones mercantiles en “redes” de relaciones personales concretas. 31 En otras palabras, la reproducción social se basa en relaciones de reciprocidad y redistribución tanto como en intercambios mercantiles.32 Siguiendo a Granovetter, solamente podemos entender el comportamiento “altruista” necesario para el funcionamiento de un mercado de mercancías impulsado por compradores y vendedores egoístas en el contexto de relaciones personales no utilitarias de lealtad y reconocimiento mutuo. La existencia de un agente económico capaz de cumplir un contrato depende paradójicamente de formas no económicas de comportamiento social que solamente puede ser aprendido en un ambiente preexistente y exterior al mercado. En efecto, Granovetter “humaniza al mercado” al argumentar que la confianza, la solidaridad de la comunidad y la reciprocidad son precondiciones y no consecuencias de una sociedad de mercado. Sin embargo, esta posición enfrenta una contradicción mayor: la tendencia de destruir las relaciones mismas de confianza, solidaridad y reciprocidad de las que el mercado presumiblemente depende es inherente al avance de las relaciones de mercado. Tanto para Granovetter como para Polanyi, esta tendencia es responsable por la crisis de la reproducción social. Polanyi por ejemplo describió como el auge del capitalismo del sigo dieciséis al dieciocho-- la “Gran Transformación” de Tierra, Trabajo y Dinero en mercancías-- destruyó la sociabilidad que estaba a la base de las relaciones mercantiles en la Europa medieval. 33 Pero ¿cómo pudo producirse la “Gran Transformación”, y por qué destruiría el mercado lo que es vital para su propia supervivencia? Si aceptamos los supuestos de Granovetter y Polanyi, tales fenómenos están destinados a quedar incomprensibles. Este impasse se evidencia en las políticas de “comunitarismo”, el movimiento en que las ideas de Granovetter y Polanyi encontraron su expresión política. Con su revalorización del voluntariado, su elogio de las “organizaciones no gubernamentales” y su promoción del “sector sin fines de lucro”, el comunitarismo argumenta a favor de la economía de mercado, pero con “cara humana”. 34 Al 31 Mark Granovetter, “Economic Action and Social Structure: The Problem of Embeddedness,” en The Sociology of Economic Life, ed. Mark Granovetter and Richard Swedberg (Boulder: Westview Press, 1992), 60. 32 Karl Polanyi, “The Economy as Instituted Process,” en ibid. 33 Karl Polanyi, The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Times. (Boston: Beacon Press, 1957 [1944]) 34 Amitai Etzioni, The Moral Dimension: Towards a New Economics (New York: Free Press, 1988). Amitai Etzioni, 12/20 igual que Granovetter, los comunitaristas piensas que el triunfo de la lógica de mercado-- tal como se encuentra en la aspiración de los neoliberales-- socava la misma sociedad de mercado que quiere consolidar. Organizaciones no gubernamentales inspiradas por esta perspectiva se han entonces precipitado hacia las diversas catástrofes causadas por las políticas de ajuste estructural neoliberal alrededor del planeta (desde Detroit hasta Somalia) para salvar “la humanidad”. Pero en ese proceso han también ayudado a salvar “el mercado” y, a la vez, las mismas políticas que permitieron el desarrollo de tales catástrofes. Estas contradicciones pueden explicar en parte porque, en las corrientes intelectuales pos-1968, los análisis de Granovetter (y Polanyi) fueron eclipsados por el trabajo de Michel Foucault. Como otros teóricos de la “sociología de la vida económica”, Foucault acuerda que las relaciones no mercantilizables condicionan la posibilidad del intercambio capitalista. Pero mientras que Granovetter subraya las virtudes morales necesarias para la vida del homo economicus, Foucault cuestiona el concepto mismo de “racionalidad” y del “agente económico racional”. En una serie de obras históricas escritas entre el inicio de los años 1960 y los inicios de 1980, argumentaba que la racionalidad no solamente es una construcción social, sino que es formado en un campo de relaciones de poder que forman una “economía general” que no funciona según los cálculos de un ego racional preexistente (como creen los teóricos de la lógica de mercancías), porque justamente son estas relaciones de poder que definen lo que debe ser “racionalidad” y “ego” en cualquier época particular.35 Al igual que para Marx, las relaciones de poder son esenciales para la explicación de Foucault de la reproducción social. En vez del cuadro optimista presentado por Granovetter y Polanyi acerca de la red de relaciones de reciprocidad que rodean a cualquier agente económico, su obra nos enfrenta con un escenario sombrío donde la racionalidad económica es en su génesis descendiente de los regímenes organizados para producir dolor, aislamiento, control y de tecnologías con las que se ejerce poder sobre sus “Otros” (el loco, el enfermo, el criminal, el desviado sexual). Sin embargo, Foucault rechaza la visión tradicional sobre el poder. En primer lugar, critica el modelo “jurídico/monárquico” del poder que plantea un eje estabilizador central (el imperio de la ley, o el rey santificado por orden divino) como cúspide de la jerarquía social que legisla y reprime cualquier desviación de la norma. Haciendo eco del lema “Dios está muerto” de Nietzsche, afirmaba que no hay una Clase dirigente, Juez o Rey que impone la ley a todos los agentes sociales y que castiga su transgresión con la muerte. Ni tampoco hay una lucha de clases que se opone contra sus reglas y prohibiciones. En el lugar de la “oposición binaria y todo-abarcadora entre gobernantes y gobernados” que sirve como matriz general para todas las relaciones de poder, identifica una variedad de de “relaciones de fuerza” omnipresentes que “entran en juego en la maquinaria de producción, en familias, grupos, instituciones y son la base de efectos amplios de ed., New Communitarian Thinking: Persons, Virtues, Institutions and Communities (Charlottesville: University Press of Virginia, 1995); Rifkin, End of Work. 35 Michel Foucault, Madness and Civilization: A History of Insanity in the Age of Reason (New York: New American Library, 1971); Foucault, The Order of Things: An Archeology of the Human Sciences (New York:Random House, 1970); Foucault, The Birth of the Clinic: An Archeology of Medical Perception (New York: Pantheon Books, 1973); Foucault, Discipline and Punish (London: Allen Lane, 1977); Barry Smart, Foucault, Marxism and Critique (London: Routledge and Kegan Paul, 1983), 123–37 13/20 divisiones que atraviesan el cuerpo social.36 Foucault rechazaba también la idea de que “el poder” operaba solo o principalmente a través de estructuras de prohibiciones, y enfatizaba por el contrario su carácter productivo. Las relaciones de poder no solamente prohíben o restringen posibilidades sociales o individuales, sino que también producen nuevas estrategias, técnicas de control (como lo ejemplifica el desarrollo de “la Razón” y “la racionalidad económica” y, por correspondiente, nuevas capacidades en el individuo social. Como es bien conocido, mucho de la obra de Foucault se dedica a la descripción de la emergencia de nuevos regímenes de poder. Particularmente influyente ha sido en este contexto su análisis del desarrollo del “biopoder” que identifica como la característica distintiva de las sociedades europeas en la “era moderna”, comenzando con el siglo dieciocho. Con este término describe Foucault las fuerzas de las que dependía históricamente la reproducción social de las relaciones capitalistas, y sobre las que se desarrolló el capitalismo. De este modo, el “biopoder” (biopower) es largamente reminiscente de la “fuerza de trabajo” (laborpower), y ciertamente Foucault reconocía que el capitalismo no hubiera sido posible sin la inserción controlada de los cuerpos en la maquinaria de producción y la ajuste del fenómeno de la población al proceso económico.37 Pero agregaba que “no era lo único que se requería, también se necesitaba el crecimiento de ambos de estos factores, su potenciación tanto como su disponibilidad y docilidad; tenía que tener métodos de poder capaces de optimizar fuerzas, aptitudes y la vida en general sin hacerlas al mismo tiempo más difícil de gobernar.”38 De manera que, mientras que Marx se concentraba en las relaciones de poder en la fabrica, Foucault estudiaba el desarrollo de las ciencias de la sexualidad (desde la demografía al psicoanálisis) que surgían en el siglo diecinueve para controlar y desarrollar este componente principal del biopoder: la sexualidad. De esta manera, su teoría anticipaba algunas de las comprensiones de los movimientos gay y feministas que de la misma manera han enfatizado la sexualidad y la familia como terrenos de relaciones de poder. Este es sin duda una de las razones por la popularidad que disfrutó su teoría entre los radicales pos-68. Sin embargo, su preocupación por desentrañar las relaciones de poder de cualquier estructura política y económica específica, su insistencia en la omnipresencia de las relaciones de poder, y ante todo su desconfianza hacia todo proyecto de liberación ha impedido que jugara un rol para la generación pos-68 similar al que Marcuse jugaba para los activistas de los 1960. En su esfuerzo de enfatizar el carácter productivo (en vez del represivo) de las relaciones de poder, Foucault parece a menudo haber ignorado el hecho de que a) la “producción de vida” en la “era moderna” ha tenido un carácter puramente instrumental, orientado hacia el desarrollo de la capacidad de trabajo y b) que la producción de muerte ha sido un componente permanente de la economía política capitalista en todas sus etapas, tan imprescindible para sus objetivos como “la producción de vida”, tal como lo demuestra la historia de las conquistas coloniales, las carnicerías mecanizadas de la primera y segunda Guerra Mundial, la amenaza continua de la aniquilación nuclear, y las catástrofes económicas y ecológicas que atormentan con creciente frecuencia gente al rededor del mundo entero. 36 Michel Foucault, The History of Sexuality, Volume One (Harmondsworth: Penguin Books, 1981), 94. 37 Ibid., 140–41. 38 Ibid. 14/20 Por contraste, él asume firmemente que desde el siglo dieciocho objetivo del estado es la “producción de la vida”, y su descripción de la emergencia del biopoder en la escena histórica recuerda, sino los cuentos de manuales de enseñanza, por lo menos un mito de origen tantas veces ensayado para establecer el carácter progresivo del capitalismo: Al contrario, la presión de lo biológico sobre lo histórico, durante milenios, fue extremadamente fuerte; la epidemia y el hambre constituían las dos grandes formas dram ticas de esa relación que permanecía así colocada bajo el signo de la muerte; por un proceso circular, el desarrollo económico y principalmente agrícola del siglo XVIII, el aumento de la productividad y los recursos más rápido aún que el crecimiento demográfico al que favorecía, permitieron que se aflojaran un poco esas amenazas profundas: la era de los grandes estragos del hambre y la peste -salvo algunas resurgencias- se cerró antes de la Revolución francesa; la muerte dejó, o comenzó a dejar, de 39 hostigar directamente a la vida. Aquí no hay rastro de las hambrunas, masacres, ejecuciones que han sido las señas del capitalismo desde su comienzo hasta el presente. No se dice nada acerca del comercio de esclavos, de la conquista imperial del antiguo y del nuevo mundo que transfería tremendas cantidades de recursos vitales a Europa; en vez de eso es la productividad que juega el papel principal en el supuesto desplazamiento de la muerte de la historia. Nuevamente, no se hace ninguna mención de la hambruna Irlandesa de 1846. La preocupación con el crecimiento poblacional y las técnicas para estimularlo bajo el Ancien Regime, como constataron los mercantilistas, pasa también desapercibido.40 La teoría de Foucault también fracasa en explicar las crisis de reproducción social, porque para él crisis y discontinuidad son condiciones permanentes de la reproducción social. Como mencionado, Foucault descarta tanto la idea neoclásica de que la reproducción social es gobernada por un mercado centrípeto con tendencias hacia el equilibrio como la perspectiva marxiana de la crisis como producto del conflicto de clases. Más bien lo describe como el resultado de “relaciones de fuerza no balanceados, heterogéneas, inestables y tensas.” Eso significa que la crisis está literalmente en todos lados, es otra palabra para el poder mismo, es la norma en una sociedad donde, al estilo de Hobbes, la guerra es omnipresente de manera que no necesita explicación especial. Sin embargo, esta visión nominalista conduce a dificultades teóricas. ¿Cómo son posible los quiebres grandes, “la ruptura radical [y] divisiones binarios masivos” posibles? ¿Cómo se desarrolló por ejemplo la gran transformación del siglo dieciocho del “derecho sobre la muerte al poder sobre la vida”? ¿Como comenzó a reproducirse el régimen del biopoder? Foucault no lo dice. En vez de eso recurre a expresiones heideggerianas que proyectan la problemática entera al mundo de la metafísica. Así por ejemplo la afirmación que la emergencia del biopoder representa “la entrada de la vida en la historia” 41 y que “el hombre moderno es un animal cuya política pone su existencia como ser vivo en cuestión”42. Eso recuerda a Heráclito el viejo quien, obligado a explicar las características a gran escala del universo, recurrió a “armonías en tensión” y al Logos. 39 40 41 42 p. 171-172 historia de la sexualidad, (revisar versión) Eli Heckscher, Mercantilism. Volume Two (London: George Allen & Unwin Ltd., 1955). Foucault, History of Sexuality, 141–42. Ibid., 143. 15/20 El proceso de producción generalizado La tercera perspectiva que caracterizo como el resultado de una generalización de la idea marxiana de la producción, es aquel desarrollado por las teóricas y activistas feministas vinculadas políticamente, en los años 1970, con la campaña de “salario por trabajo doméstico” y el “debate sobre el trabajo doméstico”. 43 En el centro de esta perspectiva se encuentra el argumento de que no solamente el trabajo necesario para la producción de mercancías produce valor, sino también el trabajo necesario para producir y reproducir la fuerza de trabajo.44 Eso contrasta con la perspectiva de Marx que el valor solamente se crea en el proceso de producción de mercancías. Para Marx, el valor de la fuerza de trabajo se mide por el valor de las mercancías consumidas en su producción, es decir por un conjunto de “bienes salariales”. Marx rechazaba dar alguna determinación ontológica del valor del trabajo y rechazaba toda teoría de la determinación de los salarios por la oferta y demanda. El valor de la fuerza de trabajo es para él producto de una lucha “histórica y moral”, como aquella sobre la extensión de la jornada laboral. Sin embargo, no reconoció el trabajo no remunerado que es consumido en la producción de la fuerza de trabajo y no lo incluyó en el mundo del “trabajo productivo”. Aparte de algunos pasajes excepcionales, apenas tomaba nota del trabajo involucrado en el parto de un niño y en su educación, en el trabajo domestico, en el cuidado de enfermos y mayores. Esta adversidad para reconocer la productividad del trabajo domestico ha persistido por casi un siglo en la tradición marxista, a pesar de que la “cuestión de mujeres” fue crucial para el desarrollo de la ideología y la planificación estatal socialista y comunista. Aunque no fueron las primeras en cuestionar esta omisión marxista, las feministas al comienzo de los años 1970 como Dalla Costa y James argumentaban convincentemente que el trabajo domestico es una actividad que produce valor, y que la fuerza de trabajo no es un regalo de la naturaleza, sino algo que tiene que ser producido y reproducido como condición esencial para la reproducción social. El trabajo temprano de El poder de las mujeres y la subversión de la comunidad fue desarrollado a continuación por James, Dalla Costa y otras al interior del mismo marco político y teórico.45 Esta perspectiva fue debatida calurosamente en los círculos feministas a lo largo de los años 1970, y muchos de sus percepciones llegaron a ser los puntos de partida para la economía feminista y la teoría social. Sin embargo, aunque esta perspectiva fue desarrollada al 43 Ellen Malos, ed., The Politics of Housework (London: Allison and Busby, 1982). En los años 1960 e inicios de los años 1970, un cierto número de antropólogos marxistas Franceses utilizaban un análisis del tipo “modo de producción” de sociedades Africanas en formas paralelas a la obra de Dalla Costa y James. Entre ellos destacaba Claude Meillasoux que veía la coexistencia de dos sistemas de producción en la África colonial. Uno era un sistema de producción y reproducción doméstica de la fuerza de trabajo explotada por el régimen colonial, y el otro era un modo de producción mercantil. Ver Claude Meillassoux, Maidens, Meal and Money: Capitalism ad the Domestic Community (Cambridge: Cambridge University Press, 1981) 44 Dalla Costa and James, The Power of Women. 45 Mariarosa Dalla Costa, “Riproduzione e emigrazione” in L’operaio multinazionale in Europa, ed. Alessandro Serafini (Milan: Feltrinelli, 1974); Mariarosa Dalla Costa, Famiglia, Welfare e Stato tra Progressismo e New Deal (Milan: FrancoAngeli, 1983); Leopoldina Fortunati, The Arcane of Reproduction. Housework, Prostitution, Labor and Capital (Brooklyn: Autonomedia, 1995); Silvia Federici and Leopoldina Fortunati, Il Grande Calibano (Milan: FrancoAngeli, 1984); Mariarosa Dalla Costa and Giovanna Franca Dalla Costa, “Development and Economic Crisis: Women’s Labor and Social Policies in Venezuela in the Context of International Indebtedness” in Paying the Price: Women and the Politics of International Economic Strategy. eds. Dalla Costa and Dalla Costa (London: Zed Books, 1995) 16/20 mismo tiempo que las teorías sobre la reproducción social de Becker y Foucault, había muy poca confrontación directa entre ellos.46 Dalla Costa y James argumentaban que los sujetos principales del proceso reproductivo-comúnmente llamado “trabajo doméstico”-- son mujeres que no reciben ninguna remuneración directa por su trabajo, a pesar de que este trabajo es directamente productivo de valor. Estos hechos explican la invisibilidad del trabajo domestico, el estatus dependiente de mujeres en el capitalismo, la preocupación persistente tanto de los empleadores como del estado por la estabilidad de “la familia”. Dado que el trabajo domestico ha sido generalmente no pagado, y que el valor de las actividades de los trabajadores es medido por su salario, necesariamente se ha visto las mujeres como marginal al proceso de la producción social. La invisibilidad del trabajo domestico esconde el secreto de toda vida capitalista: la fuente del excedente social-- trabajo no remunerado– tiene que ser degradado, naturalizado, transformado en un aspecto marginal del sistema para que sus productores pueden ser controlados y explotados más fácilmente. Marx reconocía ese fenómeno en el caso del proletariado europeo asalariado del siglo diecinueve. Pero la generación de feministas posterior a 1968 que identificaban el trabajo de reproducir la fuerza de trabajo como una fuente no pagada de valor, generalizaba su análisis para abarcar el trabajo de las amas de casa. Con el tiempo, los trabajadores, agricultores de subsistencia, niños trabajadores y el creciente número de trabajadores en condiciones cercanas a la esclavitud (especialmente trabajadoras sexuales) fueron incluidos en la misma categoría.47 Todas las actividades reproductivas no remuneradas que la economía ortodoxa o bien ignoró, o bien incluyó en los “bienes salariales”, o bien colocó en la esfera de los “costos indirectos”, fueron introducidos por las teóricas feministas como una variable oculta esencial para explicar el proceso de reproducción social. Eso no significa que la reproducción social sea reducible a la reproducción de la fuerza de trabajo. La reproducción de mercancías M, de dinero D, y de los procesos productivos mismos necesitan fuerza de trabajo, pero no son definidos por ello. Los complejos circuitos de intercambio que Marx describe en el segundo tomo de El Capital siguen cruciales para la explicación de la reproducción social. Sin embargo, agregar la producción y reproducción de la fuerza de trabajo a la teoría de Marx sobre la reproducción social cambia el paradigma marxista entero al nivel práctico y teórico. A nivel práctico, cambia el concepto de “lucha de trabajadores”. El lugar del conflicto de clase era, para Marx, la fábrica, el lugar ejemplar de la producción de valor. Pero si los no remunerados también producen valor, entonces sus luchas son un aspecto fundamental de la lucha de clases, y pueden amenazar la producción de valor. Por consiguiente los “movimientos sociales”-cuyas negociaciones/antagonismo con el capital (público y privado) han conformado mucho de las luchas sociales abiertas de los últimos veinte años (desde el movimiento de “welfare women” 46 Con la excepción de Federici y Fortunati, Il Grande Calibano. 47 Selma James, “Wageless of the World,” en Sex, Race, and Class—The Perspective of Winning: A Selection of Writings 1952–2011 (Oakland: PM Press/Common Notions, 2011); Maria Mies, Patriarch and Accumulation on a World Scale (London: Zed Books, 1986); Caffentzis, “The Work/Energy Crisis and the Apocalypse,” 11 en In Letters of Blood and Fire: Work, Machines, and the Crisis of Capitalism (Oakland: PM Press/Common Notions, 2011); Silvia Federici, “The Debt Crisis: Africa and the New Enclosures,” in Midnight Oil: Work, Energy, War, 1973–1992, ed. Midnight Notes Collective (Brooklyn: Autonomedia, 1992); Mariarosa Dalla Costa, “Capitalism and Reproduction,” en Emancipating Marx, Open Marxism 3, eds. Werner Bonefeld et al. (London: Pluto Press, 1995). 17/20 (mujeres dependientes de la previsión social),pasando por el movimiento gay, el movimiento de pueblos indígenas, hasta el movimiento ambiental y antinuclear) se convierten en movimientos de clase. A nivel teórico, la “adición” del trabajo domestico y del circuito de la reproducción de la fuerza de trabajo cambia nuestra perspectiva acerca de la reproducción social. Es bien conocido que dinero (D), mercancías (M) y el proceso productivo (P) pueden tener significados opuestos para trabajadores asalariados y capitalistas.48 Para el capitalista, el dinero es un medio de inversión, mientras que para el trabajador el acceso principal a los medios de subsistencia. La inclusión del circuito del trabajo doméstico (H) aporta una nueva “perspectiva” acerca de D, M y P: la perspectiva de la trabajadora no asalariada, mayoritariamente femenina. Esta perspectiva revela las relaciones de poder y las divisiones en el seno de la clase trabajadora. Por ejemplo, el dinero es un medio de control de su comportamiento por los trabajadores asalariados que no reconoces el trabajo doméstico como objeto de intercambio. El “dinero para los gastos del hogar” (houshold money) que la trabajadora del hogar gasta no le da la misma autonomía que un salario, que es el resultado de un intercambio socialmente reconocido entre capitalistas y trabajadores. Toda una red de relaciones de poder “informales”, pero determinantes y a menudo violentos entre los trabajadores está inscrita en este dinero “cargado de condiciones”. La exploración de las relaciones de poder que operan en el proceso de reproducción social generalizado (M, P, D) desde la perspectiva de la trabajadora no remunerada transforma el análisis de clase marxista y permite analizar racismo y sexismo (en todas sus encarnaciones materiales) como fenómenos de clase. También ofrece un fundamento más sutil para la explicación de las crisis de reproducción social. Un marxista clásico puede fácilmente explicar como una serie de huelgas exitosas en las grandes fábricas de un país capitalista puede producir una “crisis económica”. Pero la perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo permite ver como “la subversión de la comunidad” mediante, por ejemplo, el rechazo en masa de mujeres a concebir hijos o adiestrar sus hijos a aceptar cierto tipo de trabajos y salarios, también puede llevar a una crisis de reproducción social. Una ruptura en el circuito H provocado por una lucha a gran escala (aunque a menudo silenciosa) de las trabajadoras domésticas no remuneradas puede tener efectos más graves sobre el capitalismo que miles de huelgas. Las grandes luchas fabriles de los finales de 1960 y de los años 1970 en Italia afectaban indudablemente el capital, pero la decisión de las mujeres italianas desde los finales de los años 1960 por un tamaño de familia inferior al nivel de renovación de la población probablemente tuvo un impacto mucho mayor.49 El problema con esta perspectiva sobre las crisis de reproducción social es que la metodología que necesita ser aplicada es más sutil, y los datos requeridos no se encuentran en los volúmenes estándares de las estadísticas sobre las economías nacionales recogidos por gobiernos o instituciones internacionales. El programa de desarrollo de las Naciones Unidas recién está comenzando a registrar la cantidad de trabajo doméstico no remunerado efectuado en muchos países como parte de su “índice de desarrollo humano”. Hay poco estudio sobre la relación entre variables como la extensión de la “jornada laboral de reproducción de la fuerza de trabajo” y otras medidas mejor conocidas sobre las crisis económicas y sociales. Pero esos problemas prácticos son 48 Harry Cleaver Jr., Reading Capital Politically (Oakland: AK Press, 2000 [1979]). 49 Dalla Costa, “Riproduzione e emigrazione.” 18/20 compensados por la contribución de esta perspectiva para la comprensión de la crisis de reproducción social. En primer lugar, no se necesita encontrar una fuente exógena de las crisis. La crisis es endógena al sistema capitalista no solamente por la asimetría entre comprar y vender (como lo notó Marx), la crisis es también causada por la incapacidad del capitalista individual para completar de manera satisfactoria la metamorfosis de sus capitales a una tasa de ganancia apropiada, es decir, debido a una contradicción entre las expectativas en la esfera de la circulación y las realidades conflictivas en el terreno de la producción. La perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo revela también otro conflicto en el seno del capitalismo, uno que Marx ignoró: el conflicto entre las necesidades de la producción capitalista y las demandas de aquellos cuyo trabajo está centrado en el campo de la reproducción social de la fuerza de trabajo. Este conflicto puede conducir a crisis de reproducción mayores que se manifiesta en tasas de fecundidad dramáticamente reducidas (o incrementadas), disturbios urbanos, o revueltas agrarias. Estas crisis son percibidas, desde el punto de vista del mercado, a menudo como exógenos, pero una vez que las actividades de la reproducción social están introducidas en el ciclo del capitalismo, se hacen tan relevantes como las huelgas de trabajadores sindicalizados. La reproducción de la fuerza de trabajo no es una variable que puede ser determinada por la “planificación de la mano de obra” keynesiana o por las teorías neoclásicas del mercado laboral: exactamente tal como el mercado de mercancías ordinarias tiene inscrito en su seno la lucha de sus productores, así el mercado laboral lleva inscrito la lucha de aquellas que producen la fuerza de trabajo. Y esta lucha no es dictada por el carácter mercantil de su resultado, ni por la demanda de sus compradores. Ciertamente, no hay armonía preestablecida que conduce al mejor de los mundos posibles cuando se encuentran compradores y vendedores, ni si quiera cuando es en la mesa de la cocina. La perspectiva de la producción de fuerza de trabajo comparte por consiguiente el reconocimiento de Foucault de la posibilidad permanente de crisis, pero rechaza su afirmación de su actualidad permanente. El capitalismo tiene leyes, precondiciones materiales y divisiones de clase que son patrones del sistema, y por consiguiente tiene formas históricas que se reproducen a lo largo de siglos y continentes. Sin duda, mucho de la estandarización social que es aspecto tan marcado de la realidad contemporánea (y que es erróneamente llamada “occidentalización”) es simplemente la repetición de esa forma a lo largo del planeta a muchas escalas diferentes. Las formas específicas del capitalismo son tan reproducibles que las agencias internacionales como el Banco mundial y el FMI aplican plantillas preestablecidas del capitalismo neoliberal para su realización en lugares tan diferentes como son Guinea Ecuatorial y Tadjikistan. La realidad aparente de una infinidad de microvariaciones del modelo de poder que utiliza Foucault es vacuo ya que hay un impulso hacia la totalización en el seno del modo de producción capitalista que extingue estas variaciones incluso antes de llegar a tener una existencia virtual. Una de las leyes del capital es, por supuesto, hacer la reproducción de la fuerza de trabajo completamente dependiente de la forma salarial y así mantener las reproductoras de la fuerza laboral a la vez invisibles y controladas por el sistema. Esto es la razón por el ataque incesante a cualquier garantía de subsistencia, especialmente hacia aquellas que reproducen la fuerza laboral, ataques a los que se ha dado recientemente el nombre de Nuevos Cercamientos.50 La teoría de Foucault de relaciones de fuerza polivalentes, 50 Midnight Notes Collective, Midnight Oil, 317–33. 19/20 descentradas y fragmentadas no puede explicar las crisis causadas por la capacidad de las y los trabajadores de luchar exitosamente en contra de la expropiación de sus “bienes comunes” (commons) de subsistencia. Así, la perspectiva de la producción de la fuerza de trabajo escapa a las debilidades metafísicas tanto del Parmenidismo de Becker y del Heraclitismo de Foucault y ofrece una explicación endógena de las crisis porque sostiene que el antagonismo entre circulación/producción y acumulación/reproducción es esencial a la existencia del capitalismo. 20/20