El camino de la Ventilla de don Juan Natalio Camarero Solana H ay caminos que ya no conducen a ninguna parte. Se aprietan y se encajan en la tierra y se convierten en una línea de maleza que se desliza como simple lindero entre olivos y campos de cereal. Es el caso del camino de la Ventilla de Don Juan, que otrora fue camino real sobre una antigua calzada romana. Citado en numerosas ocasiones por distintas fuentes históricas, no debemos silenciar su pasado ahora que la propia expansión de Linares lo está haciendo desaparecer. El camino, en su trazado local, era conocido como el camino de la Ventilla de D. Juan (también aparece como el camino de Linares a Andújar, el camino de la Vega o camino real de Linares a Córdoba). Su entrada en nuestro término municipal se hacía por la venta de don Juan Benavides, junto al río Guadiel. Esta venta sirvió como punto de referencia inicial y final para el amojonamiento del término de Linares en el Real Privilegio por el que Felipe II concede jurisdicción propia a la ciudad, entonces naciente villa. Partiendo de ella, y andando el camino, se llegaba a Linares por el oeste, se atravesaba la población y se salía por el este, camino del puente romano del Piélago. Este tramo formaba parte de un trazado mucho más extenso que conectaba el sur de la península con el levante y formaba parte de la antigua calzada romana que unía Cádiz con Roma. Este camino que, como todos, llevaba a Roma se desdibuja en nuestro término municipal y desaparece bajo el viario de nuevos polígonos industriales. El tramo más próximo a Linares ya no existe. Nuevas construcciones ocupan su trazado y el antiguo emplazamiento de la ermita de San Cristóbal que se levantaba junto a él, allá donde se separaba el camino que iba a las Piedras de Tobaruela. Esta ermita era una de las muchas que se construyeron en los ejidos de Linares y tanto su emplazamiento como su advocación expanden un halo protector para el viajero. También sirvió de lugar de enterramiento para algunas víctimas de la epidemia de cólera de 1835-36. Nuestro camino fue pues, también, un camino fúnebre, triste, tocado por la muerte. Ya lo había sido antes cuando los restos mortales de Isabel la Católica, que en vida lo había transitado, pasaron en cortejo mortuorio hacia Granada. El camino se recupera, se hace transitable, en la antigua dehesa de la Vega. Es un trazado suave, sobre un suelo rojo. Tierra de barro que se torna blanco en el paraje de Cuestablanca donde el camino asciende ligeramente hasta la Ceja de la Mesta, lugar de resonancias trashumantes seculares. Aquí, en la pequeña cuesta, brotan algunos hilos de agua, con vocación de fuente o manantial, que lentamente buscan, la mayor parte del año sin conseguirlo, el El camino de la ventilla de Don Juan orilla de este camino las flores de las adelfas que tanto llamaron la atención de Magalotti: blancas, rojas, rosas. Nuestro camino también participó del esplendor minero linarense. El filón de la Tortilla se le acerca en diagonal, alineando las chimeneas de los pozos de los lores. Son las explotaciones mineras situadas más al sur del término municipal. El sendero traza la línea de separación entre el Linares minero y el agrícola. Más allá de Cuestablanca el camino se hace intransitable. Un lecho de maleza anclado con acebuches y retamas cobija ratones campestres, culebras y lagartos verdes amarillentos, que corren y reptan por este itinerario que ya fue grabado en plata en aquellos llamados Vasos Apolinares (en las Acquae Apollinares) y que nos hacen interrogar sobre la mansión ad Aras y el propio nombre de Linares. arroyo de los Rubiales. Este arroyo, que el camino cruza unas decenas de metros antes, escaso cuando no estiado, crea una pequeña muralla de cañas que como línea vegetal delimita el final del llano y el comienzo de la subida. Linares en el horizonte y entre la bruma de la Historia, personajes que vienen y van por estas leguas de camino que ya no llevan a ninguna parte. Nos queda aún un tramo de imaginación en el que podemos cruzarnos con reyes, artistas, mendigos, místicos y toda una pléyade de personajes que la Historia se tragó. La modernidad se traga el camino, que ya ni viene ni va. Que no se trague el recuerdo ni la memoria del pasado Desde arriba de la cuesta se divisa Linares en lontananza. Linares recostado en suaves lomas. Esta sería la imagen que tuvieron Felipe IV y su séquito cuando la abandonaban en su accidentado paso por la villa en 1624 y que D. Francisco de Quevedo relata en la carta que envía desde Andújar al marqués de la Velada y de San Román. Tormenta, viento, lluvia, barro. También anduvieron este camino Cosme de Médici, Magalotti y Pier María Baldi. El futuro Duque de Toscana se hizo acompañar del escritor y dibujante para dejar descripciones e imágenes de su largo periplo por España y Portugal. Cuando abandonaron Linares por este camino la acuarela color sepia que guarda la primera imagen de nuestra población ya se habría realizado. Posiblemente también encontraron a la 98 Natalio Camarero Solana Trazado del camino desde Linares hacia la antigua venta de D. Juan Benavides (sobre MTN50 del Instituto Geográfico Nacional). En página anterior distintas vistas del camino de la ventilla, con Linares al fondo en la de final de página. 99