El fenómeno campaniforme: un siglo de debates sobre un enigma sin resolver Rafael Garrido-Pena* The bell beaker phenomenon: a century of debate on an unsolved enigma Resumen Se ofrece un resumen de la historia de las investigaciones desarrolladas sobre este interesante fenómeno de la Prehistoria de la Península Ibérica, y en general de Europa occidental, con una revisión de las aportaciones más importantes de cada etapa, desde las tradicionales a los últimos enfoques teóricos. Se proponen asimismo las incógnitas que aún permanecen pendientes de resolver en el estado actual de las investigaciones, muchas de ellas derivadas de los datos proporcionados por las más recientes técnicas de análisis (calibración de las fechas de C14, análisis de isótopos de estroncio y oxígeno, análisis de pastas cerámicas, análisis de contenidos). Abstract An outline is presented about research on the interesting Beaker phenomenon in Iberian and Western European prehistory, with a review of the most important contributions, from the more traditional to the latest theoretical approaches. The still unsolved enigmas in the current state of research are also pointed out; many of these are derived from recent analytical techniques (14C calibration, strontium and oxygen isotopes, and ceramic content and paste analyses). Palabras clave: Campaniforme. Calcolítico. Historia de las investigaciones. Últimas propuestas teóricas. Recientes técnicas de análisis. Key words: Bell Beakers. Copper Age. Research history. Last theoretical approaches. Recent analysis techniques. When old age shall this generation waste, Thou shalt remain, in midst of other woe Than ours, a friend to man, to whom thou say’st “Beauty is truth, truth beauty.”-that is all Ye know on earth, and all ye need to know. Ode on a Grecian Urn, John Keats En memoria de Andrew Sherratt 1. ¿Qué es el campaniforme? Se trata de una manifestación arqueológica de la Edad del Cobre en Europa occidental, que ocupa un periodo cronológico relativamente restringido, entre el 2700/2600 y el 2000 AC aproximadamente, y que se caracteriza por la presencia de una serie de cerámicas ricamente decoradas y con un repertorio de formas restringido (vasos campaniformes, cuencos, cazuelas, etc.), que aparecen, junto a diversos objetos acompañantes tales como adornos de oro (diademas, pendientes, plaquitas, etc.), elementos de cobre, ya sea armas (puñales de lengüeta, puntas de tipo Palmela, alabardas, hachas planas, etc.) o instrumentos (leznas), y otros objetos de alto valor simbólico (botones de hueso de perforación en V, brazaletes de arquero de piedra) (Fig.1). Los contextos arqueológicos principales donde se documentan materiales campaniformes son, por un * Instituto Arcadia. FUNGE. Universidad de Valladolid. Correo electrónico: [email protected] 1 Fig. 1. Elementos materiales que componen el complejo campaniforme (dibujo Luis Pascual, Aratikos, S.L.). 2 Fig. 2. Planta del poblado calcolítico de El Ventorro (Madrid) (según Priego y Quero, 1992). lado, los lugares de hábitat, que resultan tan variados como las diferentes regiones donde aparece este fenómeno. Así en áreas como el Sureste de la Península o el centro de Portugal se relaciona con espectaculares poblados fortificados como Zambujal o Los Millares, mientras en el interior peninsular se documenta en los conocidos como poblados de “fondos de cabañas”, caracterizados por la presencia de cabañas ovales y hoyos de diferente tipología dispuestos a su alrededor (Fig. 2). Por otro lado, se documenta también la presencia de estos elementos campaniformes en lugares funerarios. Es, sin duda, en las tumbas donde se recuperan los materiales mejor conservados y más vistosos (Lám. I), especialmente si los comparamos con los que se encuentran en los hábitats, casi siempre en estado muy fragmentario. La variedad de estructuras funerarias donde se han recuperado materiales campaniformes es tan grande como la de los poblados, en función de las lógicas diferencias existentes entre los distintos contextos regionales. En general, podríamos decir que se trata tanto de tumbas realizadas en este momento (fosas simples o bajo túmulo de piedras, cuevas artificiales, etc.), como de reutilizaciones de sepulcros colectivos anteriores, ya sea neolíticos o calcolíticos precampaniformes (cuevas, dólmenes, etc.). Entre las primeras, además de algunos hallazgos recientes en la región de Madrid (Lám. II), se puede destacar el espectacular hallazgo vallisoletano de Fuente Olmedo, donde a un solo individuo le acompañaba un impresionante ajuar fúnebre compuesto por tres recipientes campaniformes, un puñal de lengüeta y once puntas Palmela de cobre, una diadema de oro y un brazal de arquero de piedra (Martín Valls y Delibes 1989) (Fig. 3). Entre las reutilizaciones de sepulcros neolíticos destaca por su espectacularidad el caso del reciente hallazgo del Túmulo de La Sima en Soria, donde se ha podido documentar una intensa reutilización campaniforme del sepulcro tipo tholos del Neolítico final, con cerca de una veintena de recipientes cerámicos, tres puñales de lengüeta, dos fragmentos de leznas, dos puntas de tipo Palmela, una hacha plana, todos ellos de cobre, así como dos brazaletes de arquero, tres puntas de flecha de sílex de pedúnculo y aletas, y un botón de perforación en V (Rojo, Kunst, Garrido, García y Morán 2005) (Lám. III). En cualquier caso en todos estos distintos tipos de sepulcros los cuerpos son depositados siempre en posición fetal, aunque con variadas orientaciones, rodeados de los elementos de ajuar. Se han documentado materiales campaniformes, con las lógicas variantes regionales, en una amplísima área geográfica que abarca desde la fachada atlántica europea hasta los Cárpatos y desde las Islas Británicas y el sur del Báltico hasta el Mediterráneo y el norte de África. (Fig. 4). 3 Lám. I. Cerámicas campaniformes de la necrópolis de Ciempozuelos (Madrid) (fotografía Museo Arqueológico Nacional). La sorprendente semejanza y extensión geográfica de buena parte de estas manifestaciones arqueológicas ha constituido, desde finales del siglo XIX, cuando se descubrieron las primeras vasijas campaniformes (Riaño et al. 1894), un reto para los investigadores de este periodo. En cada etapa de la historia de estas investigaciones se ha ofrecido una hipótesis diferente, de acuerdo con los esquemas teóricos vigentes en cada una de ellas. Curiosamente, todas estas distintas interpretaciones guardan un sospechoso parecido con los respectivos marcos históricos donde los investigadores desarrollaron su labor en cada momento. Así, mientras la Europa de entreguerras veía involucradas a las cerámicas campaniformes con el desplazamiento de pueblos nómadas y belicosos expansivos, la del Mercado Común, desde los años 70 en adelante, las verá circulando por las fecundas y extensas redes de intercambios desarrolladas ya desde los tiempos prehistóricos (Garrido-Pena 2001). Pero ni la multiplicación de los hallazgos arqueológicos ni las distintas explicaciones que se han ido proponiendo a lo largo de casi un siglo han conseguido resolver un problema que aún en la actualidad constituye un enigma, en torno al cual existen más preguntas que respuestas (Garrido-Pena 2005). Lám. II. Recientes hallazgos funerarios campaniformes en la región de Madrid: A la izquierda La Salmedina, Madrid (según Berzosa y Flores, 2005). A la derecha Camino de las Yeseras, San Fernando de Henares (según Blasco et al. 2005). 4 Fig. 3. Reconstrucción del ritual funerario desarrollado en el enterramiento campaniforme de Fuente Olmedo (Valladolid) (dibujo Luis Pascual, Aratikos, S.L.). 2. Las interpretaciones tradicionales En los dos primeros tercios del siglo XX triunfa la Escuela Histórico-Cultural alemana tanto en Antropología como en Prehistoria (Trigger 1992: capítulo 5; Hernando 1992; Jones 1997: 45-51). Los mapas de distribución de los hallazgos arqueológicos se convierten en mosaicos de culturas ( Jones 1997: 18). Las culturas se entienden entonces como sinónimos de etnias, de Pueblos o incluso de razas, en un contexto sociopolítico de auge generalizado del nacionalismo en toda Europa ( Jones 1997: 15). Estas culturas se erigen en los auténticos actores de la Historia, y desempeñan un papel semejante al de los individuos y grupos en la historia escrita (Shennan 1989: 5). Así, la Prehistoria se convierte en el relato de las andanzas y correrías de estos pueblos, sus migraciones e invasiones. En este contexto el fenómeno campaniforme pasa a ser considerado como una cultura, e incluso como un Pueblo o una raza concreta, unos grupos nómadas, de mercaderes y metalúrgicos (Pericot 1950: 180; Savory 1968: 166-189), con actividades semejantes a las que “... todavía en Europa realizan los caldereros gitanos” (Pericot 1978: 87). Otra característica de esta forma tradicional de hacer Prehistoria es la obsesión por la búsqueda del lugar de origen de estas culturas, como la Campaniforme. A comienzos de siglo autores como Montelius (1900), Petrie (1901) o Déchelette (1908), defendieron que las cerámicas campaniformes procedían de Egipto y Asia Menor. Esta línea de investigación apenas rebasó los primeros años del siglo y pronto se vio sustituida por la abrumadora mayoría de autores que defienden un origen local, en Occidente. Pronto triunfa la tesis que sitúa en la Península Ibérica el hogar primigenio del Campaniforme, y que, desde entonces, presidirá las investigaciones hasta épocas bien recientes. Aunque ya Siret (1913: 205210) había sugerido el carácter hispano autóctono de los que él llamaba vasos caliciformes, fueron los trabajos de Schmidt (1913, traducido en 1915) y sobre todo de Bosch Gimpera (1919; 1920; 1940) los que plantearon la cuestión de forma sistemática. Bosch ubicó en el “círculo cultural de las cuevas del centro y sur peninsular” el núcleo originario de esta cultura, ámbito desde el cual se habría extendido por el resto de la Península y Europa (Fig. 5). 5 Lám. III. El Túmulo de La Sima (Miño de Medinaceli, Soria) (según Rojo, Kunst, Garrido, García y Morán, 2005). En este marco teórico se sitúan los primeros trabajos de Castillo (1922; 1928), que por su repercusión internacional, especialmente su tesis (1928), supuso la consagración del modelo que situaba en España la cuna del Campaniforme. Mediante un análisis comparativo entre las decoraciones campaniformes y las propias de las cerámicas incisas neolíticas hispánicas, este investigador situó concretamente en el valle del Guadalquivir el foco original donde se habría gestado esta cultura (Castillo 1928: 29). Sin embargo, aunque esta visión tuvo una buena acogida entre los investigadores europeos, ya desde los primeros momentos surgieron críticas, especialmente por parte de célebres prehistoriadores del ámbito británico, muy remisos a aceptar un origen hispánico para el Vaso Campaniforme, frente a otras regiones que, como Centroeuropa, presentaban, en su criterio, mejores posibilidades (Childe 1930; Piggott 1947). 6 Además, la proliferación de trabajos de ámbito local y regional en los años posteriores, va mostrando una realidad crecientemente compleja, que ofrece numerosos problemas a los esquemas globales y uniformes de Bosch y Castillo. Los tipos físicos asociados al Campaniforme y otros elementos como los brazales de arquero, los botones de perforación en V, o la técnica cordada, que son unánimemente considerados de origen no peninsular, arrojan serias dudas sobre los esquemas iberistas. Por ello cada vez ganan más adeptos las tesis de los prehistoriadores del Norte de Europa, que ponían en duda el viejo modelo ibérico, y optaban por Centroeuropa y el complejo de la Cerámica Cordada como cuna, en una región donde todos esos elementos no ibéricos del complejo campaniforme tenían muy antiguos precedentes. Pero hay que esperar, hasta la célebre “Teoría del Reflujo” de Sangmeister (1963) para que ello se concrete en un modelo alternativo, que mantiene, sin embargo, parte de la importancia inicial de la Península Ibérica en este proceso. Recogiendo las ideas de Smith y Blance, propone el origen de los campaniformes de Estilo Marítimo (los más antiguos) en el centro de Portugal, a partir de una evolución desde las decoraciones neolíticas locales. Desde ese lugar de origen un movimiento de “flujo” habría llevado estos primeros tipos por la costa atlántica hasta Bretaña, y desde allí a los Países Bajos, donde se desarrolló un grupo híbrido con la cerámica cordada (Fig. 6). En Bohemia y Moravia surgiría un centro precoz, como consecuencia de los efectos directos de los tipos holandeses híbridos a través del Rin, con una serie de elementos singulares (puñales de cobre, brazales de arquero, botones de perforación en V, decoraciones cerámicas incisas y pseudoexcisas en amplias franjas, tumbas individuales en fosa, etc.). Un movimiento de “reflujo” se encargaría de llevar estas novedades hasta los restantes grupos campaniformes europeos, definiendo así las características de los complejos incisos más tardíos como los peninsulares de Carmona o Ciempozuelos, tenidos por los más antiguos en los esquemas clásicos de Bosch y Castillo. Una combinación de migraciones de grupos étnicos concretos y comercio sería para este autor el mecanismo de difusión en ambos procesos (Sangmeister 1963: 51-53) (Fig. 7). Otros autores como Neustupny (1963), Guilaine (1966: 292) o Treinen (1970) rechazan las tesis respecto al origen ibérico, y proponen, asimismo, a Centroeuropa como el candidato adecuado. A mediados de los años 70, R.J. Harrison (1977), uno de los mejores especialistas recientes en el estudio de este complejo problema, desarrolla este esquema dual con un elaborado trabajo que busca los orígenes del estilo Marítimo en las decoraciones calcolíticas precampaniformes del centro de Portugal. Fig. 4. Mapa de dispersión del Fenómeno Campaniforme. Sin embargo, la teoría del “Reflujo”, pese a contarse desde luego entre los modelos más citados y utilizados en los años posteriores, comienza a recibir en la década de los 70 las primeras críticas y matizaciones. No obstante, hay que esperar hasta la celebración del Congreso de Oberried en 1974, para que se ofrezca un modelo alternativo. Dos prehistoriadores holandeses, Lanting y van der Waals (1976), aplicando por primera vez procedimientos de cronología absoluta de una forma sistemática (el C14 concretamente), sitúan en la desembocadura del Rin el lugar de origen del Campaniforme, a partir de la evolución de los tipos cerámicos de la Cultura Cordada, eliminando el último resto que perduraba de las teorías iberistas en el modelo de Sangmeister. Su trabajo iba a erigirse en nueva teoría triunfante sobre los orígenes del Campaniforme, el llamado Modelo Holandés (Fig. 8). De hecho, la última síntesis publicada sobre el Campaniforme en Europa a cargo de R.J. Harrison (1980) recoge el Modelo Holandés como teoría vigente sobre sus orígenes. Desde entonces se han celebrado multitud de congresos, donde predominan los trabajos de tipo regional, que escapan del espinoso asunto de la explicación general del fenómeno. El último publicado hasta la fecha se celebró en mayo de 2005 en España (Rojo, Garrido y García 2005). Para mayor confusión las últimas investigaciones están cuestionando seriamente el Modelo Holandés, que ha permanecido vigente durante más de 20 años, tras la revisión de la secuencia cronológica con la aplicación sistemática de la calibración a las fechas de C14 a un corpus cada vez más amplio de dataciones disponibles en toda Europa occidental (Müller y Van Willigen 2001). Además, investigadores como Laure Salanova (2005) están volviendo de nuevo sus ojos al centro de Portugal para buscar los orígenes de este complejo fenómeno, otra vez sobre la base de la cerámica de Estilo Marítimo. Pero al margen de estos debates sobre los orígenes, que nunca terminarán, la aportación más significativa para la consideración e interpretación del por qué, de las causas de la aparición y difusión de este fenómeno en una región tan amplia ya la proporcionó Clarke en 1976 en el Congreso de Oberried. Desde mi punto de vista, y al margen de que puedan y deban realizarse las convenientes matizaciones y modificaciones al mismo (Garrido-Pena 2005), sigue siendo la hipótesis más convincente y completa que se ha propuesto hasta la fecha para explicar las causas de este complejo problema de nuestra Prehistoria. 7 Fig. 5. Extensión y distintos grupos del Campaniforme en las teorías de Alberto del Castillo (1947). Fig. 6. Teoría del Reflujo de Sangmeister (1963). 3. La renovación teórica Decía Clarke (1976) que él no veía pueblos campaniformes sino pueblos con campaniforme. En esta frase se resume perfectamente la hipótesis de este autor. Los elementos integrantes del complejo campaniforme no serían los distintivos de un pueblo determinado sino elementos materiales que se intercambiarían entre los distintos grupos de la Europa prehistórica. De hecho, estos objetos son siempre minoritarios en los repertorios materiales de los yacimientos calcolíticos europeos (por ejemplo en los poblados las cerámicas campaniformes rara vez superan el 5% del total de la cerámica recuperada en ellos). Pero ¿por qué se intercambiaban estos elementos entre grupos humanos tan distantes y por qué en este momento precisamente? 8 Clarke ofrece una doble respuesta: 1) Las cerámicas campaniformes y sus objetos acompañantes no son vulgares objetos domésticos sino preciados y lujosos productos, muy costosos de elaborar. Es muy probable que fuesen poseídos únicamente por ciertos personajes de elevado estatus social y económico en estos grupos, en suma elementos de prestigio de alto valor simbólico. No serían por ello los distintivos de un Pueblo sino de ciertos individuos de alto estatus que detentarían el poder en estas primitivas sociedades y los exhibirían para reforzar su prestigio y posición. Para explicar su amplia dispersión geográfica no sería necesario acudir al movimiento migratorio de pueblos, sino que se podía atribuir al desarrollo de los sistemas de intercambios, y diversos mecanismos útiles para estos personajes como los pactos políticos, las alianzas matrimoniales, etc. Esas tupidas redes sociales serían el canal de dispersión de este fenómeno. 2) Pero ¿qué explicaría que fuese precisamente en este momento, y no antes ni después, cuando surgiese un circuito de intercambios de bienes de prestigio a larga distancia como el campaniforme? La respuesta es que coincidiría con un determinado contexto social y económico, fruto de una serie de transformaciones desarrolladas desde finales del Neolítico, que desembocarían en el surgimiento de incipientes diferencias sociales en forma de líderes que tratan de apuntalar su posición y consolidar su poder manipulando estas valiosas mercancías. En este sentido, el modelo de Clarke que se encuentra claramente incluido dentro de los enfoques de la arqueología procesual, se apoya en el concepto de “bien de prestigio”. Según esta concepción pueden surgir diferencias sociales a través de la distribución diferencial de los elementos de prestigio, pues estos objetos tienen la capacidad de conferir poder a quien los posea, o sobre todo, a quien consiga controlar las redes por las que circulan (Thorpe y Richards 1984). Sin embargo, y en la línea de lo propuesto en su día por Thomas (1987), quizás sería interesante, señalar que los elementos que componen el complejo campaniforme probablemente no conferirían prestigio por sí solos, sino que probablemente simbolizarían un estatus social y económico previamente alcanzado, y que hunde sus raíces en la producción. Sólo unos determinados personajes dentro del grupo, los que ostentasen una destacada posición socioeconómica, estarían autorizados para portarlos y exhibirlos, quedando los demás expuestos al ridículo o la sanción social si intentaban hacer lo propio sin tener “derecho” a ello. En este sentido no podemos olvidar que durante los siglos previos a la aparición del Campaniforme Europa occidental asiste a una serie de importantes Fig. 7. Ejemplos de cerámicas campaniformes de Estilo Marítimo y Ciempozuelos en La Meseta (según Garrido, 2000). 9 transformaciones económicas, que Sherratt (1981) trató de definir en su célebre modelo de la así llamada Revolución de los Productos Secundarios. 4. Últimas aportaciones Entre las últimas hipótesis formuladas sobre este fenómeno destacaremos, por su repercusión posterior, las que interpretan las cerámicas campaniformes como lujosos contenedores de bebidas muy especiales de tipo alcohólico. Se trata de una vieja teoría del célebre prehistoriador Gordon Childe, quien especuló con la posibilidad de que los vasos campaniformes contuvieran una bebida alcohólica preciada, probablemente cerveza, que incluso según este autor podría haber sido utilizada por el Pueblo Campaniforme para someter a las sociedades “indígenas” con que se topaba en su expansión por Europa, tal y como hicieron los colonos europeos modernos en África y Siberia, con la ginebra y el vodka respectivamente (Childe 1947: 218). Esta teoría durmió el sueño de los justos hasta que en 1986, en el marco de un congreso sobre Campaniforme celebrado en Oxford, el célebre prehistoriador británico Andrew Sherratt (1987), tristemente desaparecido en fechas recientes, recoge la intuición de Childe y le da forma en el marco del modelo general de su maestro Clarke sobre el campaniforme como elemento de prestigio. Según Sherratt el papel que habrían tenido las bebidas alcohólicas consumidas en los vasos campaniformes (probablemente aguamiel pensaba él), sería crucial en un momento en el que estos líderes incipientes buscaban sostener su posición y buscar partidarios. El desarrollo de ritos de hospitalidad y fiestas donde se invitaría a comida y alcohol a una serie de personas habría sido un poderoso medio de ganar tan necesarios apoyos en ese contexto (Fig. 9). Esta teoría fue contemplada con notable escepticismo (Harrison y Mederos 2001: 122), especialmente en España, y sólo unos pocos intentamos buscar apoyo empírico para contrastarla. A falta de análisis químicos de contenidos, que sólo se han desarrollado muy recientemente, el estudio de las proporciones entre las capacidades volumétricas de los recipientes nos proporcionó pistas interesantes que demostraban que estos autores estaban en la buena dirección (GarridoPena 1995; 1997: 203-204; 2000: 69-74, 208-211; Garrido y Muñoz 2001). El famoso trío Ciempozuelos compuesto por un vaso, una cazuela y un cuenco (en muchas ocasiones descubierto en el interior de ésta), tan frecuente en los ajuares funerarios campaniformes peninsulares, podría estar reflejando el desarrollo de estas ceremonias de alto valor simbólico y social, en las que la bebida alcohólica, y quizás también algunos 10 alimentos sólidos (como sugiere la forma abierta de la cazuela), habrían sido consumidos en un ritual relativamente estandarizado (Lám. IV). Recientes análisis microscópicos y químicos de contenidos realizados en vasos campaniformes de toda la Península a cargo de los Dres. Juan-Treserras y Matamala están demostrando que efectivamente muchos vasos campaniformes, descubiertos tanto en poblados como tumbas contenían distintos tipos de cerveza (Rojo, Garrido y García 2006; Rojo, Garrido, García, Juan-Treserras y Matamala 2006). ¿Pero si Clarke y Sherratt explicaron la difusión de las cerámicas campaniformes por Europa occidental en el contexto del desarrollo de los sistemas de intercambios, por qué los análisis de pastas cerámicas muestran, en cambio, que se trata en la mayoría de los casos de producciones locales (Clop 2005: 302-303)? Por otro lado, y para complicar más el asunto, podemos señalar que las ricas y complejas decoraciones campaniformes encierran una valiosa información sobre estos aspectos que no suele abordarse en profundidad. El análisis estadístico que realicé de una amplia muestra de ejemplares del interior peninsular para mi tesis doctoral (Garrido-Pena 2000: 136-167) consiguió demostrar que las decoraciones campaniformes no son un mero ornamento. Están compuestas por una serie reducida y estandarizada de diseños que se combinan de acuerdo con esquemas de ordenación regulares asimismo reducidos (21 patrones en toda la Meseta) (Lám. V). Estos complejos patrones de combinación ordenada de los diseños se documentan en regiones alejadas entre sí por centenares de kilómetros. Por ello, resulta muy poco probable que este tipo de complejas estructuras pudiesen ser elaboradas por cualquiera. Las cerámicas campaniformes son, en suma, producciones elaboradas y especializadas, no sólo desde el punto de vista puramente material, en función de las horas invertidas en su fabricación (Clarke 1976), sino sobre todo y especialmente en el plano simbólico, o si se quiere intelectual, en función de los conocimientos simbólicos necesarios para ejecutar su compleja y sofisticada decoración. Pero más aún, el estudio estadístico de la frecuencia de utilización de los motivos decorativos me permitió identificar tanto el funcionamiento de las redes sociales de intercambios a nivel local, con el hallazgo de patrones y convenciones decorativas de reducida extensión geográfica (Fig. 10), como el funcionamiento de redes mucho más amplias, con motivos y patrones muy concretos y complejos que aparecen en buena parte del interior peninsular (Fig. 11). Se trata, en suma, de un corpus de diseños y esquemas estructurales estandarizados, que decoran unas formas cerámicas igualmente estandarizadas (GarridoPena 2000: 81-100), que son compartidos por poblaciones muy distantes geográficamente. Dichas semejanzas en aspectos tan sumamente complejos y deta- Fig. 8. Modelo Holandés (según Lanting y Van der Waals, 1976). 11 Fig. 9. Recreación de un banquete o rito de hospitalidad en época campaniforme (según Rojo, Garrido y García, 2006) (dibujo Luis Pascual, Aratikos, S.L.). llados como la estructuración de las decoraciones, exigen necesariamente la existencia de intensos contactos sociales entre esos grupos tan distanciados en el espacio. ¿Entonces si no viajaron las cerámicas lo hicieron las personas? No se trata de resucitar las correrías del Pueblo campaniforme por Europa, volviendo a teorías invasionistas o migracionistas ya caducas y suficientemente criticadas, a pesar de algunos intentos recientes de resucitarlas de nuevo (Brodie 1994), pero no podemos descartar el movimiento de algunos individuos o pequeños grupos en el curso de diversas redes sociales (como por ejemplo intercambios matrimoniales). Estos individuos llevarían consigo los conocimientos para realizar esas cerámicas y quizás también los objetos que las acompañan. Sólo ello podría explicar ciertas evidencias de enorme interés descubiertas por los análisis de los isótopos de estroncio aplicados a los huesos de numerosos individuos que se hicieron enterrar con cerámicas campaniformes. Estos análisis permiten estimar si el individuo allí enterrado nació en esa región o sólo vivió los últimos años de su vida, tras comparar el contenido en estos isótopos de sus dientes (fijado en la infancia) con el documentado en sus huesos (que reflejaría el del lugar donde vivió sus últimos momen- 12 tos), así como con muestras de tierra recogidas en el lugar de su descubrimiento. Price ha realizado en los últimos años interesantes descubrimientos con este tipo de análisis (Price et al. 1998; Price et al. 2004). Entre ellos estudió una buena muestra de restos humanos procedentes de tumbas campaniformes centroeuropeas, localizando varios individuos que procedían de regiones externas, sobre todo mujeres. Según algunos investigadores la difusión de ciertos diseños en las decoraciones cerámicas se relaciona con la de las mujeres, que suelen ser además las alfareras en las sociedades preindustriales, que pasarían estos diseños de madres a hijas, de tal forma que cuando son dadas en matrimonio a varones de otras zonas llevan consigo estos esquemas (Whallon 1968; Garrido-Pena 2000: 102-104). Quizás el establecimiento de alianzas y pactos políticos entre los líderes de los grupos calcolíticos europeos, como propuso Clarke (1976), pudo verse acompañado o sellado por medio de alianzas e intercambios matrimoniales. Éste podría ser, quizás, uno de los factores que ayudarían a explicar estas interesantes evidencias. Pero otros resultados de análisis químicos resultan mucho más sorprendentes y enigmáticos. Tal es el caso del así llamado príncipe de Stonehenge. Un indi- Lám. V. Ejemplo de la estructuración ordenada de las decoraciones campaniformes tomado de un vaso campaniforme de la necrópolis de Ciempozuelos en Madrid depositado en el Museo Arqueológico Nacional (según Garrido, 2000). viduo que fue enterrado en Avebury (Inglaterra) acompañado de un espectacular ajuar funerario (varios puñales y numerosas puntas de flecha entre otros elementos como joyas de oro) no muy lejos del famoso monumento megalítico. El análisis químico realizado a sus huesos (no de isótopos de estroncio sino de oxígeno, otra técnica) ha demostrado, al parecer, que se trata de un individuo nacido en Centroeuropa (Fitzpatrik 2003). Cuál fue la razón que le llevó a abandonar su lugar de origen y alcanzar las costas de Inglaterra, donde al parecer tuvo una alta consideración social es una incógnita difícil de resolver. ¿Se trataría del viaje iniciático de algún individuo de especiales cualidades (un chamán, quizás), que venido de tierras tan lejanas sería observado con admiración y casi con temor por el grupo que lo acogió? No olvidemos que numerosas evidencias etnográficas y etnohistóricas de todo el mundo ponen de manifiesto que la distancia geográfica adquiere connotaciones auténticamente cosmológicas. Por ello, en las sociedades preindustriales los individuos solían morir en el mismo lugar donde habían nacido, y eran pocos los que se atrevían a desplazarse de la región natal hasta otras zonas desconocidas, que, en las mitologías primitivas suelen vincularse con el final del mundo conocido, y por ello, con el más allá donde Fig. 10. Motivos decorativos de dispersión marcadamente local (según Garrido, 2000). Fig. 11. Motivos decorativos de amplia dispersión por el interior peninsular (según Garrido, 2000). Lám. IV. Trío cerámico (vaso, cuenco y cazuela) característico del Campaniforme Ciempozuelos procedente del yacimiento epónimo. 13 habitan entes imbuidos de poderes sobrenaturales. Por ello, los contactos con dichas regiones suelen ser considerados actividades excepcionales, y por tanto aquellos que pueden realizarlos o dirigirlos serán considerados personas extraordinarias. El viajero que se desplazaba por esos pagos sin daño habría conseguido con ello salir indemne de un rito iniciático de primer orden, obteniendo así materiales muy útiles desde el punto de vista ideológico y político, así como conocimientos esotéricos sobre la naturaleza del cosmos, y con ello un aura personal. Por estas razones, estos individuos serían contemplados en este tipo de sociedades como personajes dotados de grandes poderes y sabiduría. Curiosamente en muchas sociedades preindustriales existen tradiciones mitológicas que asocian a los jefes o caudillos locales con la llegada de extranjeros que fundaron los linajes dirigentes al casar con princesas locales, y trajeron conocimientos y técnicas nuevas (Helms 1992: 159-162). Desconocemos si el así llamado “Príncipe de Stonehenge” pudo ser un “viajero” de este tipo, y quizás no lo sepamos nunca. Este enigma se une a muchos otros, como el del propio origen del Campaniforme, que aún rodean un fenómeno tan apasionante de nuestra Prehistoria como éste. Por ello, a pesar de todas las nuevas técnicas analíticas disponibles y del desarrollo de multitud de investigaciones que se acometen en toda Europa sobre este asunto, sigue constituyendo un reto intelectual de primer orden y un constante estímulo para quienes nos dedicamos a estudiarlo. 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