Centro de Investigaciones White, UNADECA ¿QUÉ PASÓ CON LA DIVINIDAD DE CRISTO EN LA CRUZ? Por favor, oriénteme en un debate que he tenido con respecto a dos declaraciones de Elena G. de White. Las declaraciones son las siguientes: «Cuando Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó ni murió; esto habría sido imposible» (Manuscript Releases [Manuscritos publicados], t. 21, p. 418). «"Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11: 25). El que había dicho: "Yo pongo mi vida, para volverla a tomar" (Juan 10: 17), salió de la tumba por la vida que estaba en él mismo. Murió la humanidad, no murió la divinidad. En su divinidad, Cristo poseía el poder de romper las ataduras de la muerte. Declara que tiene vida en sí mismo para resucitar a quien quiera» (Mensajes selectos, t. 1, p. 354). ¿Pudiera referirme algunas fuentes adventistas contemporáneas que comenten este concepto de que la deidad/divinidad de Cristo no murió? Y por favor, dígame si el Patrimonio White tiene algún comentario, sobre estas declaraciones. No conozco fuentes adventistas contemporáneas que comenten sobre este concepto, aunque, ciertamente, puede que haya algunas. Creo que estamos tratando simplemente con uno de los misterios de la encarnación. Jesús era perfectamente Dios y plenamente humano, con sus dos naturalezas combinadas en una sola. He encontrado varias declaraciones más de las que usted citó al respecto en el Comentario bíblico adventista, (t. 5, p. 1088) en la sección «Comentarios de E. G. de White» en Marcos 16: 6: Centro de Investigaciones White, UNADECA La Deidad no murió. La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron misteriosamente en una sola persona: el hombre Cristo Jesús. En él moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no disminuyó y murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado, salvará a cada hijo e hija de Adán que acepte la salvación que se le ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de Dios. El Salvador ha comprado a la raza caída con su propia sangre. Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido plena y completamente, en toda su grandeza, hasta que los redimidos sean trasladados. Entonces se comprenderán el poder, la grandeza y la eficacia de la dádiva de Dios para el hombre. Pero el enemigo ha decidido que esta dádiva sea oscurecida hasta el punto de que quede reducida a nada (Carta 280, 1904) [...]. «Yo soy la resurrección y la vida». El que había dicho: «Pongo mi vida, para volverla a tomar» salió de la tumba por la vida que estaba en él mismo. La humanidad murió: la divinidad no murió. Por su divinidad Cristo tenía poder para romper las ataduras de la muerte. Él declara que tiene vida en sí mismo para dar vida a quienes les plazca. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, no importa cuán grandes sean sus aptitudes, reciben nuevamente la vida de la Fuente de toda vida. Él es el origen, la fuente de vida. Solo Aquel que es el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podía decir: «Tengo poder para ponerla [su vida] , y tengo poder para volverla a tomar» [ ... ] . Centro de Investigaciones White, UNADECA Cristo fue investido con el derecho de dar inmortalidad. La vida que había entregado en su humanidad, la tomó otra vez y la dio a la humanidad. «Yo he venido», dice él, «para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». — Youth Instructor [El instructor juvenil] 4 de agosto de 1898. Si Dios es por definición inmortal, ¿cómo puede morir la Deidad? Como dijo la señora White: «Eso habría sido imposible». Sin embargo, Jesús murió, y su muerte afectó incluso su divinidad. No murió, pero al menos estaba inerte en la tumba. No entiendo todo esto, pero creo que algo al respecto debe haber pasado. Tal vez este será uno de los temas de la salvación que examinaremos por la eternidad. Obtenido de: 101 Preguntas Sobre Elena G. White y sus escritos Autor: William Fagal ISBN 978-1-61161-130-4 1era Edición: mayo 2013 Página: 156-157