Un niño mexicano de nueve años estudia Química en la

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Un niño mexicano de nueve años estudia
Química en la universidad
Carlos Santamaría cursará la primaria en línea para seguir con sus clases universitarias
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La UNAM acepta para este curso a más de 46.000 alumnos
In English: The Mexican nine-year-old studying chemistry at university
MARINA GÓMEZ-ROBLEDO MÉXICO 31 AGO 2015 - 18:33 CEST
Carlos Santamaría, de nueve años, en la UNAM. / Saúl Ruiz
Los pies de Carlos Santamaría Díaz no tocan el suelo cuando se sienta en el pupitre del
salón. En el pizarrón se entrevé una explicación sobre la composición de la proteína. Y
todos sus compañeros parecen haber terminado, al menos, la licenciatura. Carlos tiene
nueve años y está sentado en un aula de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM). Todos los días, de cinco a nueve de la tarde, acude al diplomado de
bioquímica y energía molecular en la Facultad de Química.
Yo nunca me consideré el mejor de mi clase, pero sabía que era bueno
Aprendió a leer a los tres años y a los cinco empezó su interés por la química. “Tiene
facilidad para procesar la información. Desde que tenía año y medio entró a maternal.
Cuando le daban una letra, él quería todas, cuando le enseñaban un planeta, él buscaba
todos”, cuenta Fabián Santamaría, el padre del niño universitario. Sus progenitores
evitan utilizar la palabra "genio", y prefieren remitirse a los hechos: “Desde los cinco
años era capaz de asimilar un libro completo de ciencia de nivel secundaria y aprendió
la tabla periódica en un par de semanas”.
Carlos se quedaba dormido en sus clases normales y aun así, sacaba buena nota en
todas las asignaturas, fue ahí cuando sus padres se dieron cuenta de que necesitaban
encontrar algo más para su hijo. Así lo cuenta el propio niño con risa tímida: “Ninguna
materia me costaba trabajo, pero ninguna me gustaba. Me aburría mucho”. Carlos aún
no entiende por qué hay tantas cámaras que quieren escuchar su testimonio. “Estoy
estudiando química porque es lo que me gusta... aunque a los tres años me gustaba
más la astronomía”, puntualiza, sin ningún aire de grandeza.
Desde los cinco años mi hijo era capaz de asimilar un libro de ciencia de nivel
secundaria
El camino para encontrar un lugar donde Carlos pudiera sentirse realizado no fue fácil.
Los padres sentían que las escuelas mexicanas le cerraban las puertas, les aseguraban
que su hijo tenía una memoria fuera de lo normal, pero que no estaba comprendiendo
sobre lo que hablaba. Así que decidieron viajar a Valencia, España, durante un año. La
respuesta no fue muy diferente, salvo por una profesora de química que era jefa de un
laboratorio en el pueblo valenciano de Alboraya. Esta mujer recibía a Carlos una hora a
la semana y le ofrecía temas científicos elevados, los cuales devoraba. Fabián
Santamaría recuerda las palabras que le dijo esta investigadora: “Me sabe mal que
pierda el gusto por la escuela porque tiene la mente de un científico y en el colegio se
va a aburrir. Tampoco es culpa de los maestros de primaria, no esperes que ellos
entiendan temas de química que él ya sabe”.
Su ingreso a la UNAM
Con las palabras de la valenciana en la cabeza regresaron a su país natal, y fue cuando
decidieron probar suerte en la UNAM. El padre acudió a la presentación de los
diplomados donde solicitó poder inscribir a su hijo. El examen de admisión fue una
entrevista con el doctor en ciencias químicas, Eduardo Rodríguez de San Miguel, a
quien le bastaron 15 minutos para aceptarlo en el diplomado. “Me quedé
impresionado. Le pregunté aspectos genéricos para intentar determinar qué tan capaz
era. No es que sea un genio que sabe todo, sino que enfoca su atención en lo que le
interesa. Cuando lo cuestioné sobre sus inquietudes, inmediatamente sacó temas de
bioquímica”, cuenta el investigador.
Los padres han decidido sacarlo de la escuela tradicional. Carlos comenzará a estudiar
en línea su cuarto año de primaria, a través de un programa que encontraron
en España. El 50% de la calificación son ejercicios trimestrales, y el resto, un examen
que deberá presentar en la embajada española. Así, podrá seguir en el diplomado de la
UNAM. “No sé qué quiero ser de grande, sólo sé que algo relacionado con la ciencia”,
cuenta Carlos a quien también le gusta jugar con sus primos, andar en bicicleta y los
videojuegos. “Sobre todo los de Mario Bros”, dice mostrando sus dientes que apenas
terminaron de crecer. Juan Carlos Manrrique, de 38 años, ingeniero en bioquímica
industrial y a punto de obtener el grado de doctor en ciencias nucleares, fue compañero
de Carlos en el módulo de química analítica: “Entendía todo como cualquiera de
nosotros, participaba y preguntaba como uno más”.
Carlos, a quien le interesa sobre todo el origen de la vida, sabe que estudia temas que
no son acorde a su edad: “Algunas cosas las entiendo muy rápido, pero en otras, como
las operaciones algebraicas, me tardo un poco más”. Inquieto porque no sabe si le dará
tiempo de comer su choco rol (bizcocho industrial) antes de entrar a clase, confiesa que
siente muchos nervios durante las entrevistas, aunque, poco a poco, las cámaras
comienzan a sacarle más risas. “Yo nunca me consideré el mejor de mi clase, pero sabía
que era bueno”, concluye el niño universitario.
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