Vigilancia y participación - Toma los datos, toma la calle y

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VIGILANCIA Y PARTICIPACIÓN SOCIAL
Roxana García-Bedoya1
Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza
1. El concepto
La vigilancia social o ciudadana es un concepto que se sustenta en el derecho a la
participación en la vida política, social, económica y cultural de toda persona,
orientada al ejercicio del control ciudadano sobre la gestión pública. Bajo el nombre
de control ciudadano se introducen en la Constitución de 1993, mecanismos como la
revocatoria de autoridades, remoción de autoridades y demanda de rendición de
cuentas, a nivel municipal y regional, entre otros.
La vigilancia social toma forma a partir de la decisión de diversas instancias de la
sociedad civil que se organizan para hacer seguimiento al cumplimiento de
determinados compromisos que los gobiernos han adquirido en diversos campos.
Los movimientos de derechos humanos y los movimientos feministas son los que
tienen una trayectoria importante en este campo. En diversas partes del mundo han
surgido iniciativas por ejemplo en relación a la vigilancia del cumplimiento de los
acuerdos y compromisos firmados en las diversas cumbres: la Cumbre de la
Infancia, la Cumbre Social, la de Población, la de los Derechos Humanos etc.
Es un concepto que cobra importancia al verificarse que el secreto respecto de la
gestión del Estado contribuye a la consolidación de formas de gobierno
burocráticas, ineficientes, con despilfarro presupuestal y propensas a la
manipulación política y a la corrupción. En el Perú hemos tenido una experiencia
aleccionadora al respecto.
De alguna manera el concepto de vigilancia complementa el de fiscalización que es
una atribución institucionalizada en la división de poderes del Estado, al abrir un
canal a la sociedad civil para ejercer una labor de seguimiento más específico sobre
el cumplimiento o no de acuerdos, compromisos, decisiones que el Estado ha
asumido.
Constituye un canal de participación, no excluye ni reemplaza otros canales, los
complementa y permite ejercer una función en la que el control se combina con una
acción más propositiva.
Estos dos conceptos, vigilancia y participación, están en la intuición que da origen a
la Mesa de Concertación durante el gobierno transitorio. La Mesa surge del
convencimiento de que se requiere la participación del conjunto de los sectores
públicos y privados para poder superar los profundos problemas de desigualdad y
exclusión social que vive el país, recuperar sobre bases sólidas la institucionalidad
democrática y darle gobernabilidad al país, así como lograr los niveles de bienestar
y justicia social a los que aspiramos todos los peruanos y peruanas.
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Presentación en Taller de la Defensoría del Pueblo
Para que se pueda concertar las políticas sociales entre el sector público y la
sociedad civil en una perspectiva de desarrollo humano con enfoque de equidad y de
género (primer objetivo de la Mesa), se reconoce entonces la necesidad de
institucionalizar la participación de la ciudadanía en el diseño, toma de decisiones y
fiscalización de la política social del Estado (tercer objetivo), como forma a su vez
de lograr la eficiencia, transparencia e integridad de los programas de lucha contra la
pobreza (segundo y cuarto objetivos).
2. Condiciones de la vigilancia
Por parte del Estado supone:
una capacidad de formular políticas de manera tal que sus metas y sus resultados
puedan ser verificables y que los medios con los que se propone llegar a ellos
sean de fácil acceso en términos de información.
Si no se tiene políticas bien formuladas y no hay disponibilidad de información,
en términos de oportunidad de acceso a ella, facilidad para manejarla y
comprenderla y que no suponga un alto costo para quien busca informarse, será
muy difícil ejercer una labor de vigilancia.
Una valoración de la acción de vigilancia de la sociedad como herramienta que
complementa sus propias acciones de monitoreo.
Por parte de la población supone:
una conciencia ciudadana en términos de conciencia de derecho que tiene todo
ciudadano/a a conocer cómo cumple el gobierno el mandato que se le ha
confiado. La crisis de la política de los últimos años, añadida a una débil
conciencia ciudadana o la imposibilidad de ejercerla, ha generado una cultura
de la delegación total de responsabilidades en el mandatario al que sólo se lo
elige y luego se lo deja gobernar para finalmente aprobarlo o condenarlo.
Una posibilidad de convocar presencias múltiples y con capacidades
complementarias en orden a contar con:
-
-
una capacidad técnica para acceder a la información más especializada que
sustenta el diseño de las políticas públicas que da curso a ese servicio
concreto, para analizar la información, sistematizarla y hacer una valoración
de ella.
una capacidad de contacto directo y de primera mano del ciudadano/a de
base, destinatario de lo servicios que generan las políticas públicas.
una capacidad comunicativa que pueda formar una corriente de opinión que
fortalezca y dé peso a los resultados de la vigilancia.
una capacidad organizativa que articule las voluntades individuales y
colectivas para establecer una red que manteniendo su flexibilidad pueda
sostener la tarea en un plazo suficientemente largo como para obtener un
resultado consistente.
Pedir cuentas, reclamar información sobre cómo se emplea el dinero público, y
cómo se cumplen las promesas o los acuerdos firmados no ha sido una labor
habitual en el Perú. Sin embargo, poco a poco han ido surgiendo diversas iniciativas
para revertir esta pasividad. En el terreno de la alimentación, tanto las
organizaciones de mujeres como las Ongs han hecho una vigilancia sobre los
programas de apoyo alimentario, en el campo de la salud, los enfermos de TBC y
también la Red Nacional de Promoción de la Mujer han vigilado servicios de salud,
en el campo de los derechos humanos igualmente. En las zonas rurales el equipo
consultor que ha preparado el informe preliminar del SIVISO para la Defensoría del
Pueblo ha encontrado formas propias que la población campesina ha creado para
vigilar obras o proyectos que se han realizado en sus zonas.
Sin embargo estos esfuerzos han enfrentado múltiples dificultades y no han tenido
un acceso fácil a la información.
3. La experiencia de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la pobreza.
La experiencia de La Mesa de Concertación para la Lucha contra la pobreza ha
generado un espacio muy interesante pues sienta una de las bases importantes para
institucionalizar la labor de vigilancia social: crea un espacio de concertación entre
Estado y sociedad civil, repito entre Estado y sociedad civil, para poder ponerse de
acuerdo en los lineamientos de política, en las prioridades que deben orientar las
decisiones respecto de las políticas más específicas para superar la pobreza y poner
las bases para el desarrollo.
Quiero compartir lo que se trabajó en el Taller de coordinadores de las mesas
departamentales respecto a este tema:
un rol propositivo: el rol de seguimiento y vigilancia es clave en el periodo que
se inicia para las mesas de concertación (nuevo gobierno, elecciones). No se
orienta a la confrontación o denuncia sino a la solución de los problemas.
del conjunto de la ciudadanía: el rol de vigilancia es una función que
compromete no sólo a los Comités Ejecutivos Departamentales o a los grupos
de seguimiento conformados a partir de la Mesa, sino que es un rol que debe
involucrar al conjunto de la ciudadanía y sus organizaciones. El rol de la Mesa
como instancia orgánica es el de instrumentar, facilitar y coordinar estos
procesos que por propia iniciativa vienen impulsando diferentes instancias de la
sociedad civil.
Un espacio y un proceso Es importante valorar el espacio creado por las Mesas a
nivel cada vez más local. A la fecha se han instalado más de 800 mesas de
concertación para la lucha contra la pobreza en todo el país, en los 24
departamentos, en más de 160 provincias y 600 distritos, la mayoría de zonas
rurales. Y como bien lo demuestra el Informe preliminar del SIVISO hay una
serie de condiciones previas que se tienen que ir creando para que la vigilancia
se pueda llevar a cabo en forma consistente. Esas condiciones configuran una
cierta institucionalidad que es indispensable para superar limitaciones seculares.
Sin un espacio donde todos, Estado y sociedad civil se ejerciten en expresarse
con libertad, en escucharse, en comparar intereses de unos y otros, en asumir
responsabilidades de concertación, no será fácil superar la discriminación
secular, el olvido, el hábito de canjear servicios a cambio de favores, y también
la poca costumbre de generar información, la no previsión de los costos que
conlleva poner la información al alcance de la ciudadanía, la inexistencia de
canales que garanticen la transparencia en el manejo de recursos y
contrataciones. Ese es un proceso lento que no puede constreñirse a las
urgencias de la implementación de los programas, que debe poder diferenciar
entre lo urgente y la necesidad de aprender de la experiencia.
En el tiempo inmediato, las Mesas tienen previsto en su estructura organizativa
Grupos de trabajo que contribuyan por un lado, a un diseño cada vez más
consistente de la política social, y por otro, a ejercer una labor de seguimiento de
los programas sociales. En este segundo grupo, nos hemos propuesto en la
presente etapa hacer un seguimiento del Programa A Trabajar Rural y hemos
firmado un convenio con el Ministerio de Trabajo para, desde el Comité
interinstitucional del Programa A Trabajar Urbano, generar mecanismos de
vigilancia. En el PESP Rural hemos focalizado este proceso de vigilancia en tres
aspectos:
-
El grado de Concertación y Participación en la gestión de los proyectos.
La Neutralidad política en la ejecución y entrega de las obras
La Transparencia en el uso de recursos del Proyecto y en el acceso a la
información.
Pero además de esta labor de vigilancia de los programas sociales, la Mesa de
Concertación se propone también hacer el seguimiento al cumplimiento de
acuerdos producto de la concertación en los cuales están comprometidos
fundamentalmente el Estado pero también todos los actores que participamos en
estos procesos. Los compromisos planteados en la Carta Social, documento que
expresa el acuerdo básico de los participantes en la Mesa de Concertación, así
como las propuestas contenidas en los planes concertados de desarrollo
departamental en proceso de elaboración y los presupuestos departamentales
participativos, así como en la Carta de Política Social 2002-2006 del actual
gobierno, son instrumentos que ordenan el trabajo de vigilancia: atención a
derechos fundamentales, empoderamiento de la ciudadanía, transparencia en la
información y la
descentralización, creando un círculo virtuoso entre
participación y vigilancia.<
Vigilar la coherencia entre los principios que orientan la política social, las y los
resultados. Y vigilar también la coherencia al interior de los programas
implementados en un determinado sector y entre sectores del Estado.
La vigilancia entonces es una forma de participación que supone esfuerzos
convergentes desde el Estado y desde la sociedad. Contribuye a un manejo más
responsable de la gestión pública y se orienta a que ésta no sea sólo sancionada
en los procesos electorales, sino durante el tiempo que se gobierna, para generar
políticas públicas que trasciendan los períodos de una gestión de gobierno en
particular.
El diálogo para el Acuerdo Nacional que se está iniciando en el país y los
compromisos que allí van a asumir todos los sectores que están participando en
él, constituyen otro instrumento valioso para procesos de vigilancia social, más
aún en la medida que está planteado incorporar indicadores y metas que
permitan el seguimiento. Ello deberá ayudar a potenciar este rol de la sociedad
civil y la Mesa de Concertación espera ser uno de los espacios en que Estado y
sociedad civil compartan sus resultados.
Finalmente, las mesas de concertación pueden significar un camino de solución
a una cierta práctica caracterizada por la presencia cíclica de movimientos de
protesta que no buscan institucionalizar la participación sino elevar una demanda
al Estado. En ese sentido, las mesas pueden cumplir una doble función: por un
lado, la canalización institucionalizada de las demandas de los grupos sociales,
pasando de la calle a la mesa y de la protesta a la propuesta, y por el otro la
priorización concertada de las demandas lo que contribuye a una mayor
gobernabilidad del régimen democrático. Ejemplo de ambas cosas son los
presupuestos participativos (en los que se ha logrado comprometer al MEF para
desarrollar una experiencia piloto en algunos departamentos que tendrá impacto
en el proyecto de presupuesto del 2003) y la propuesta del sistema permanente
de diálogo y concertación que está proponiendo la Mesa.
Esto no implica necesariamente una visión optimista o idealizada de la sociedad
civil sino que constituye una apuesta que pretende contribuir a su propia
organización.
Lima, marzo 2002
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