3. Expón la filosofía de Platón. (2,5) (Aquí se te pide una exposición ordenada de su pensamiento. No es posible ponerlo todo, pero se pide que expongas ideas relevantes, bien enlazadas. Una redacción coherente que dé una idea de lo que decía Platón, no una sucesión de ideas sueltas. Se puede uno centrar también en una parte importante de su filosofía, explicándola y sacando consecuencias para el resto de su pensamiento (es decir, si expones la teoría tripartita del alma, no te quedes ahí, sino enlázala con algo de la política, por ejemplo). Te pondrán máximo 2 si saltas de idea en idea sin enlazarlas. Hasta 2,5 si hay coherencia. Lo que sigue es un ejemplo de panorama general de su pensamiento) El fundamento de la filosofía de Platón es la teoría de las Ideas. Según esta doctrina la realidad plena no es este mundo sensible (cosmos aisthetós), el cosmos perceptible en el que nacemos y en el cual no puede haber conocimiento pleno, sino sólo opinión (doxa) en diversos grados (pistis y eikasía), por ser este el mundo del movimiento y el cambio, donde nada es nunca lo que es, sino sólo un reflejo o copia (mímesis) imperfecta (una participación) de otro mundo plenamente real, el cosmos noetós o mundo de las Ideas, compuesto por una estructura piramidal jerarquizada de Formas subsistentes por sí, esencias puras eternas e inmateriales accesibles a la mente tras un largo esfuerzo. Las Ideas o Formas son verdades absolutas, a cuyo contacto nuestra mente se liberaría de la esclavitud que el apego a lo material y su escasa realidad produce en nosotros. El camino a las Ideas es por tanto un proceso de liberación de la mente, y de trascendencia de este mundo apariencial. En este mundo perceptible en el que vivimos nuestra alma (la parte racional de ella, pues se divide en tres, según Platón: racional, irascible y concupiscible, según persiga el conocimiento, las nobles o las bajas pasiones, respectivamente) se pasa el tiempo en que está encarnada en un cuerpo (gran desgracia para ella, por eso el propósito último de la Filosofía será liberar al alma racional de su cárcel corporal y de este mundo escasamente real; es decir, preparar al hombre para la muerte, para otro mundo más plenamente real) buscando el auténtico conocimiento, a partir del recuerdo (anamnesis) que en ella despiertan los entes perceptibles, que se parecen más o menos a las Ideas o Formas a las que ella es naturalmente afín y que contempló antes de entrar en el ciclo de las reencarnaciones (según cuenta Platón en el mito del carro alado). Movida por ese deseo (eros) de conocimiento, que es una “sed de realidad”, el alma racional puede llegar a movilizar a su favor al alma irascible y vencer al alma concupiscible, y hacer salir al individuo de lo más profundo de esta cavernacosmos aisthetós en la que se encuentra prisionero (metáfora usada por Platón en el “mito de la caverna” para referirse a la relación entre los dos cosmos). Con la salida al cosmos noetós (el mundo de las ideas, o mundo inteligible), donde hay realidad plena, donde hay ser verdadero y no devenir, el alma accederá al conocimiento (primero dianoia, ascendiendo a través de la relación dialéctica de las ideas entre sí; y luego con el conocimiento súbito de la realidad ultima, noesis). Al hilo de esta dúplice ontología, Platón plantea un Estado ideal en el cual sea imposible cometer injusticias como la muerte de su maestro Sócrates en la democracia ateniense: el Estado deberá estar comandado por un grupo de personas que hayan accedido a ese cosmos noetós, a esa realidad plena, al Ser pleno. Ese grupo de gobernantes (o uno solo, puede ser) serán merecedores de ser llamados filósofos, o sabios en el pleno sentido de la palabra, y serán quienes organicen las leyes de la polis, pues al conocer el Bien y la Justicia, tendrán derecho incluso a mentir conscientemente al resto de las clases sociales (los “guardianes”, aquellas personas en las cuales la parte más fuerte es el alma irascible; y los “trabajadores”, el grueso de la población, que se deja manejar por su alma concupiscible, y sólo busca el goce que puedan proporcionarle sus sentidos), y a tomar las medidas que sean necesarias para la estabilidad política (pena de muerte para los ateos, destierro para los poetas, comunidad de bienes y de familia para ellos mismos y para los guardianes, etc). Será un gobierno aristocrático basado en la excelencia demostrada en el conocimiento. Para encontrar a estas mentes privilegiadas, será necesario organizar pormenorizadamente la educación de la población, especialmente de estos gobernantes-filósofos, que raramente comenzarán a ejercer antes de los 50 años, y que deberán abandonar sus deseos de dedicarse sólo al conocimiento y devolver a la comunidad un servicio por la educación que han recibido y que ha despertado su mente. No importa que no quieran gobernar, que su alma racional les empuje a la pura teoría, no a la política, porque en este Estado ideal lo importante nunca será el bienestar individual de los ciudadanos (ni siquiera de los gobernantes: así evitamos que degenere en una tiranía), sino el bienestar de la comunidad, del sistema total (es esto un planteamiento holista en política). Platón compara este Estado ideal con los regímenes que observa en su época, y establece una “ley de degeneración histórica”, según la cual será muy difícil o imposible evitar la degeneración de esta “Aristocracia” hacia una Oligarquía (en la cual ya los pocos que gobiernen no destacarán por su excelencia, sino por otros motivos más espurios), después hacia una Democracia (un régimen especialmente odiado por Platón, pues le parece a él el gobierno de la masa ignorante que no sabe a dónde va ni lo que quiere y acaba manipulada por los sofistas, que tampoco saben, sólo son hábiles en la demagogia), y tras esta el grupo acabaría en el mayor de los males políticos: la Tiranía (“de la extrema libertad nace la extrema esclavitud”, afirma, la anarquía en la que acaba la democracia engendra una autoridad arbitraria y egoísta), donde todos son utilizados (no puede emplearse correctamente el verbo “gobernar” para un tirano) por un ser infeliz y confuso que arruina su existencia dejándose llevar hasta la muerte por sus bajas pasiones, por su alma concupiscible. De esta manera, la metafísica idealista de Platón origina un planteamiento político basado en ese conocimiento absoluto de cuya posibilidad este filósofo nunca dudó.