EL INDIVIDUO Y EL ESTADO EN PLATÓN

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EL INDIVIDUO Y EL ESTADO EN PLATÓN
El individuo y el estado, o –de otro modo- la ética personal y la política, están
íntimamente conectados en Platón, como en general en toda la Grecia antigua: la buena
polis depende de la virtud de las almas individuales, y estas, a su vez, sólo pueden
desarrollarse en una polis que sea justa.
El término Justicia (DIKE) es clave en el pensamiento de Platón. Su principal sentido
consiste en dar a cada uno lo suyo, estar cada cosa en el sitio que le corresponde en
función de lo que cada cosa es. Se alza como la estructura sobre la que descansa la
ciudad, manteniendo los estratos separados pero, al mismo tiempo, articulados y
vinculados entre sí. Podemos hablar de una justicia individual (donde las distintas
partes del alma están supeditadas a la parte más noble (alma racional) y de una justicia
social que establece el mismo mecanismo personal pero referido a las clases: cada una
cumpliendo su función bajo la guía del guardián.
Señalamos al inicio de esta exposición la vinculación individuo/sociedad. Notemos por
tanto las partes que componen el alma humana para referirlas después a la sociedad en
perfecta sintonía. Platón distingue entre la dimensión intelectual del alma -Alma
racional-, a la que asigna la indivisibilidad y la inmortalidad, el alma irascible, fuente
de las pasiones nobles y generosas, y el alma concupiscible, fuente de las bajas
pasiones. Es al “alma racional” como refleja en el mito del carro alado en forma de
auriga, a quien compete el “gobierno” y control de los aspectos relacionados con la
corporalidad: el alma irascible y el alma concupiscible. Es decir, es la razón la que debe
guiar al hombre, que no puede estar sometido a las pasiones.
Al alma racional corresponde en el plano social los guardianes; al alma irascible los
guerreros (o auxiliares) y al alma concupiscible los artesanos. Los guardianes
mejor preparados, poseedores del saber auténtico, un saber que nunca lo es de cosas y
que Platón llama dialéctica (Filosofía) serán los encargados de dirigir la polis. Serán los
únicos que harán posible un Estado “Justo”, entendiendo por justicia la jerarquía de los
gobernantes sobre los otros dos estamentos sociales.
Por ello es para Platón tan importante preocuparse por la educación de los gobernantes o
de los guardianes; es decir, preocuparse porque adquieran ese saber que se identifica
con la filosofía y que permitirá un gobierno justo. El proceso educativo será exigente,
donde la música ocupará un lugar importante, también la matemática, la astronomía y
la gimnasia, aunque el cuidado del cuerpo, tratándose de los que habrán de ser
custodios del Estado, será de carácter ascético, buscando conseguir atletas aguerridos ,
bien despiertos y agudísimos de vista y oído. Los gobernantes serán escogidos en la
clase de los guardianes. No han de ser jóvenes: deben ser los hombres mejores de su
clase, inteligentes y fuertes, solícitos del bien del Estado, amantes de él, y que procuren
los intereses públicos por encima de los suyos propios (de hecho no se les permite la
propiedad privada y se les regula el matrimonio). Toda su instrucción es un preludio de
la dialéctica, por la cual el hombre parte al descubrimiento del Ser absoluto mediante la
luz de la sola razón y sin ninguna asistencia de los sentidos. Los seleccionados como
candidatos a la posición de guardianes, sanos de cuerpo y de espíritu y dotados de valor,
pasarán gradualmente por este curso educativo, y los que al llegar a la edad de treinta
años hayan dado pruebas satisfactorias de sí, serán destinados a recibir la instrucción
especial de la dialéctica.
Transcurridos cinco años de tal estudio, “se les enviará al interior de la caverna y se les
confiará algún cargo militar o de otros que los jóvenes pueden desempeñar”, con el fin
de que vayan adquiriendo la necesaria experiencia de la vida y den pruebas de si,
cuando les asalten diversas tentaciones, “se mantendrán firmes o flaquearán”. Esta
prueba durará quince años, y, después de ella, los que se hayan distinguido superándola
(que tendrán ya 50 años) habrán llegado a la época “en la que deben levantar los ojos
del alma hacia la luz universal, que ilumina todas las cosas, y contemplar el Bien
absoluto, porque éste es el modelo al que han de atenerse en la ordenación del Estado y
de las vidas de los individuos.
El Estado ideal constará, pues, de tres grandes clases de ciudadanos (excluimos a los
esclavos). En el fondo, los artesanos; sobre éstos los “auxiliares” o clase militar; y por
encima de todos, los “guardianes” o el guardián. Aunque los auxiliares ocupen una
posición más honrosa que los artesanos , no deben comportarse despóticamente, con
violencia, sobre los que están debajo. La sabiduría del Estado reside en la reducida clase
de los gobernantes; el coraje o la valentía del Estado reside en los auxiliares y el temple
y la templanza (moderación de apetitos y pasiones) en los artesanos o productores.
La Justicia del Estado consiste en que cada ciudadano se ocupe de la tarea que le
corresponde, sin interferir en la de los demás. Así como el individuo es justo cuando
todos los elementos de su alma funcionan en la debida armonía y con la subordinación
propia de lo inferior a lo superior, así también el Estado es justo y conforme a derecho
cuando todas las clases y los individuos que las componen cumplen debidamente sus
cometidos.
En el Estado ideal no tendrán cabida los poetas porque con la belleza y encanto de sus
palabras corre peligro la Verdad y pueden ser ejemplo de perversas costumbres. Ya
conocemos que el interés de Platón es primordialmente ético.
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