En: XIII Congreso Latinoamericano de Transporte Público y Urbano, CIDATT Centro de Investigación y de Asesoría del Transporte, Lima, Tema III, capítulo 12, 14 pág. (en CD ROM). TRANSPORTE PUBLICO Y EXCLUSION SOCIAL. REFLEXIONES PARA UNA DISCUSION EN LATINOAMERICA TRAS LA DECADA DEL ’90. Lic. Andrea Gutiérrez. 1. INTRODUCCION. Las ciudades latinoamericanas, con sus singularidades, comparten una historia común, que incluye su transporte urbano. Comparten un crecimiento demográfico tardío y explosivo durante el siglo XX, sustentado fuertemente en el auto transporte colectivo, y acompañado por un crecimiento no tan explosivo ni sostenido de sus economías. Hoy la historia continúa compartiendo algunos aspectos. La participación del transporte público sobre el total de viajes es importante y mayor a la de ciudades de países desarrollados (en términos de porcentajes y de volúmenes), el autotransporte público es predominante y gestionado por empresas privadas bajo regulación pública. Pero comparten asimismo un crecimiento de los viajes en auto particular y de servicios de autotransporte alternativo1. Esto se manifiesta en los ’90 y captura la atención de la especialidad, encontrando un acuerdo común entorno a la idea de priorizar al transporte público. El debate se orienta hacia la competencia del auto particular y de los nuevos servicios alternativos. Sin embargo, hay otros aspectos comunes en la historia reciente de las grandes ciudades latinoamericanas. Entre ellos, el crecimiento de los problemas del empleo (precariedad y desempleo), la persistencia de problemas en la distribución del ingreso, y la profundización de las desigualdades entre los que más y los que menos tienen (aún en situaciones de fuerte crecimiento macroeconómico y reducción de la pobreza, como en Chile, o de una distribución más igualitaria, como en Uruguay). También la desaparición de empresas públicas de auto transporte, la concentración económica de las empresas privadas, y el alza de las tarifas (Figueroa, 1999; Brasileiro et al., 2000; Malbrán et al., 1998; Ocaña et al., 1996; Chavez y Orrico, 1998; Corvi, 1998; Gutiérrez, 2000, 2004; entre otros). La demanda del transporte público se estanca o contrae en Latinoamérica, pero la población de sus grandes ciudades no disminuye. Curiosamente, tampoco los habitantes que no acceden al auto particular o a su sostén económico. Entonces, ¿dónde está la demanda del transporte público?. 1 En este trabajo se ditinguen dos modelos básicos de gestión del autotransporte urbano de pasajeros. Uno denominado convencional (o tradicional), caracterizado por la producción de servicios regulares y frecuentes sobre recorridos fijos mediante tecnologías uniformes de alta capacidad a cargo de empresas mercantiles (públicas o privadas) de medianas a grandes con derechos de operación monopólicos a nivel de ruta. Otro denominado alternativo, caracterizado por la producción de servicios con una amplia varidad (tanto en recorrido como en condiciones operativas), mediante tecnologías diversas y generalmente de pequeña y media capacidad, a cargo de prestadores individuales (choferes dueños) o pequeñas empresas mercantiles artesanales reglamentadas o no por el estado, y con un grado variable de legalidad. Una restricción primaria para responder esta pregunta es que el pensamiento sobre el transporte público no ha cambiado demasiado en los últimos 30 años. Por ello las respuestas que ofrece la especialidad a los problemas del transporte urbano no son muy distintas a aquellas de los años ’70. En países con poblaciones millonarias en situación de pobreza, como Argentina, la pérdida de pasajeros del autotransporte es un problema económico. Microeconómico para los prestadores privados, pues existe una frontera delicada entre tarifa y volumen del mercado de pasajes, y macroeconómico para el estado, pues también existe una frontera delicada entre tarifas y salario medio. Pero es asimismo un problema social, que involucra la movilidad de los habitantes urbanos y su inclusión a la vida en comunidad. Hace a la sustentabilidad económica de la ciudad, y también a su sustentabilidad social, política y hasta cultural en un sentido amplio. La movilidad urbana remite a cuestiones como ciudadanía y gobernabilidad, que no son de índole económica pero que tampoco son ajenas a ella. Una agenda para el desarrollo de Argentina y de Latinoamérica en su conjunto, coloca a la inclusión social como elemento prioritario para un modelo de crecimiento económico con equidad2. El transporte de pasajeros tiene un rol a cumplir al respecto. Para ello es necesario un modelo de desarrollo para el transporte urbano capaz de discernir un nueva movilidad para una nueva ciudad y una nueva sociedad. Un transporte sustentable, no sólo ambientalmente, sino también económica y socialmente. La hipótesis que se coloca es que en la actualidad hay nuevos requerimientos de movilidad que no pueden ser satisfechos sólo con modelos “viejos” de transporte público (de empresas, de regulación, de gestión). Estos presentan una vigencia relativa (para cierto mercado de pasajeros urbanos) y una obsolescencia relativa (para otros mercados de pasajeros, y grupos de viajeros). Aunque los lineamientos genéricos del trabajo son aplicables al transporte público, se hace especial referencia al auto transporte colectivo, modo predominante en Latinoamérica. 2. EL TRANSPORTE MERCANTIL DE PASAJEROS URBANOS. Buscando responder dónde está la demanda del transporte público latinoamericano, una posibilidad es partir de los enfoques sobre su pensamiento. Las grandes ciudades pueden entenderse como enormes lugares de viajes. Todos sus habitantes son “viajeros”. Realizan viajes de diferente tipo y por distintos medios, y no todos son “pasajeros” del transporte público ni del autotransporte en particular (sea de los servicios “convencionales” o de los “alternativos”). Esto es, no toda la demanda de viajes urbanos es capaz de manifestarse como tal en un mercado, ni constituye un mercado. No obstante, la producción mercantil del transporte de personas (por empresas públicas o privadas) lleva a concebir los viajes urbanos como un mercado. En estos términos, las metrópolis son enormes mercados de viajes cuyas necesidades están mejor o peor satisfechas en un gradiente de posibilidades que va desde la caminata 2 En este trabajo la inclusión social refiere a la integración de individuos cuya existencia en una sociedad es contingencial, debido a la mínima capacidad de elección poseída para satisfacer las necesidades de producción y reproducción de su vida. Por consiguiente, la inclusión refiere a una integración social mediante una ampliación de la estructura de oportunidades. hasta el auto particular. Siendo un mercado, su alcance está definido por la capacidad de pago de los viajeros. El transporte público atiende una franja de ese mercado metropolitano de viajes. Por encima de ella quedan viajeros con requerimientos de movilidad mejor satisfechos y por debajo viajeros con requerimientos de movilidad peor satisfechos. Por esta razón el precio es clave en la definición del piso del mercado del transporte público, pues define la inclusión por accesibilidad económica al servicio. Los cambios en el precio cambian el perfil de los viajeros incluidos por la política de transporte público. Sólo considerando la población indigente de la RMBA (no los pobres), es posible afirmar que existen 2 millones de personas excluidas del “mercado” de pasajeros. El nuevo mapa de la pobreza urbana emergente tras los ’90 no es una situación transitoria. Comprender esto es relevante para contemplar respuestas de fondo y de largo plazo. La distinción entre viajeros y pasajeros es útil también desde un punto de vista microeconómico. El tamaño del “mercado” para empresas mercantiles de transporte urbano se mide en dinero, no en personas transportadas. Las empresas pueden tener mercado (ingresos) aún sin una cantidad expansiva de pasajeros. Y los pasajeros pueden ser “consumidores intensivos” en precio, y no necesariamente en viajes. En el caso del autotransporte público de la RMBA, las estadísticas de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte indican que mientras los pasajeros transportados caen un 40% entre 1992 y 2001, el ingreso por kilómetro sube un 60% y por vehículo un 35%. Al mismo tiempo, la tarifa aumenta de $0.38 a $0.80 en situación de estabilidad macroeconómica de precios. En 2004 (tras la devaluación monetaria) el mercado sostiene un volúmen superior a los u$s 500 millones anuales (Gutiérrez, 2000, 2004; 2005a)3. ¿ Q u é d em a n d a e s m á s fá cil d e a tra e r? ¿ Q u é s e n e c e s ita p a ra a tra e r d e m a n d a ? S a tis facc ió n d e la m o vilid a d M e jo ra r la o fe rta MEJO R E QUI LI BRI O AUTO P R E C IO , C A L ID A D , C A N T ID A D (IN V E R S IO N E S ) L E V AN T A R E L TEC H O P AS A J E R O S M ER C AD O D E AU T O TR AN SPO R TE U R B AN O B AJ AR E L P IS O P R E C IO (C A P A C ID A D D E P A G O ) DES E QUI LI B R IO B A J A R E L P R E C IO PEOR C A M IN A T A E X C L U S IO N S O C IA L 3 M I C R O E C O N O M I C O V IA JE R O S M A C R O S O C I A L Datos correspondientes a las líneas que ingresan a la ciudad central de la región desde la periferia (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Estos datos ilustran que la pérdida de demanda puede no ser un problema microeconómico, esto es, para su atención por parte de empresas mercantiles. Indican asimismo que, aún con márgenes de ganancia inferiores, las empresas de mercados de grandes volumenes pueden obtener rentabilidades iguales o superiores a las de mercados menores. Considerar que el transporte público está en crisis porque pierde pasajeros, no significa que necesariamente lo estén las empresas mercantiles (públicas o privadas) que prestan el servicio. Esta distinción es básica, pero pertinente para orientar una discusión sobre contenidos y no sobre enunciados respecto a la defensa del transporte público latinoamericano. 3. EL TRANSPORTE MERCANTIL DE PASAJEROS Y LOS NUEVOS REQUERIMIENTOS DE MOVILIDAD. Un aspecto llamativo del debate acerca de la pérdida de demanda del transporte público, es la tardía inclusión de los cambios registrados por la estructura urbana durante los últimos veinte años. Las grandes ciudades son el principal territorio de la reciente transformación económica y social definida como globalización. Esto es, son el lugar donde se realiza la globalización. La ciudad territorialmente expandida, como una región urbanizada con límites difusos e internamente discontinua, es un patrón extendido por todo el mundo, y también compartido por las grandes ciudades latinoamericanas. Los estudios sobre los cambios territoriales registrados a partir de los ’80 en las grandes metrópolis del mundo (ricas y pobres), coinciden en señalar dos fenómenos simultáneos: uno, la difusión de actividades en la periferia urbana, una periferia más lejana y de menor densidad pero perteneciente a la región urbanizada; otro, la revalorización del espacio central histórico, mediante la instalación de actividades del terciario avanzado, financieras, y procesos de gentrificación, entre otros (Castells, 1995; Borja et al., 1997; Sassen, 2002; Fernández Durán, 1993; de Mattos, 1997; Veltz, 1999; Torres, 2001; Cariola y Lacabana, 2003; Taschner et al., 2001; Barrios, 2001; Méndez, 2001; Rodríguez et al., 2001). La consideración de los cambios en la estructura urbana habilita interpretaciones sobre la pérdida de pasajeros del transporte público. El primer fenómeno aporta a sostener su obselecencia, en especial la del auto transporte convencional, destinado a desplazamientos masivos y de tipo troncal. El segundo, en cambio, aporta a sostener su vigencia. Los estudios de orígenes y destinos de viajes realizados en distintas metrópolis de Latinoamérica muestran que trabajo y estudio siguen siendo los principales motivos de viaje, y el área central de la ciudad el principal nodo generador de los mismos. La última proyección efectuada para Buenos Aires en 1997 indica que la movilidad principal de la región es por corredores, con sentido radial centro periferia, siendo la movilidad intercorredores de muy escasa significación. El área central sigue siendo el principal foco de atracción de viajes, y el trabajo su principal motivo (viajes por trabajo 59,7%, estudio 14,9%, recreación 6,7%, y compras 5,7%) (Strambi y Van de Bilt, 2001; SECTRA, 2001; Henry, 2002; Yanes, 2003; Queirolo, 2003). El debate sobre la pérdida de pasajeros del transporte público considerando los cambios territoriales restringidos a la estructura urbana, podría agotarse rápidamente pues, al parecer, nada cambio demasiado desde los ’70. La matriz básica de viajes por grandes corredores “centro – periferia” con motivo trabajo, que estructura la movilidad de las regiones urbanas y que es atendida por el transporte masivo convencional, aún perdura. Subyace a esta consideración un enfoque todavía “subsocializado” de la movilidad. La transformación aparejada por la globalización no sólo cambia la localización de las actividades y la población, sino especialmente la forma de “uso” o consumo de la ciudad. Un cambio de “uso” de la ciudad va más allá de lo que en ella se localiza. La instalación de un shopping no sólo significa un reemplazo de usos del suelo que puede implicar la desconcentración del espacio central (o de servicios). Implica otros cambios derivados de lo que en él se compra o consume, y que también involucran al “mercado” del transporte urbano. En sociedades que acentúan situaciones de desigualdad (socioeconómica y espacial), el consumo o uso de la ciudad define requerimientos diferentes de movilidad, que trascienden la dirección de los viajes (en función de la localización de sus orígenes y destinos). El crecimiento de la riqueza apareja un crecimiento de la movilidad. Este crecimiento puede ser en cantidad de viajes y no de viajeros. El crecimiento de la pobreza apareja un decrecimiento de la movilidad. Este decrecimiento puede ser en cantidad de viajeros y de viajes. En una sociedad polarizada ambas tendencias pueden conjugar un decrecimiento o estancamiento global de la movilidad (los ricos pueden ser menos pero viajar más, y los pobres pueden ser más pero viajar menos). Estudios recientes de ciudades latinoamericanas con crecimiento poblacional, muestran un estancamiento de la movilidad (como Sao Paulo o México, por ejemplo) (Henry, 2002). ¿Es que disminuye la necesidad o la posibilidad de viajar?. Las posibilidades de viajar pueden disminuir tanto por un defecto o como por un exceso de movilidad (piénsese en el incremento del tráfico y la congestión vehicular). Desde un enfoque social sobre el espacio y el transporte, este trabajo sostiene que hay una mayor movilidad en términos de requerimientos de movilidad. Los requerimientos de movilidad actuales son mayores, entre otras razones, porque los ricos crecen en movilidad y los pobres en cantidad. La movilidad creciente de la riqueza genera viajes sólo parcialmente capturados por el transporte público, porque difieren fundamentalmente en cualidad de servicio (tipo). Los requerimientos de movilidad de la pobreza no crecen en cualidad y sí en cantidad, sin embargo tampoco estos viajes son completamente capturados por el trasporte público, porque difieren en precio. Ambos crecimientos son al margen de la franja de “mercado” del transporte público. Estos cambios no sólo tienen relación con los orígenes y destinos de los viajes, sino con diferentes requerimientos de movilidad, fundamentalmente “cualitativos” para unos (ricos) y económicos para otros (pobres). Cambia la cualidad y cambia la cantidad de gente que accede a ella. Hay una visión ampliada de las diferencias, de los extremos. La capacidad de captura de mercado del transporte público, por definición “igualador” (masivo y estandarizado), decrece en una sociedad con estas características. La ampliación de la brecha social se asocia con una movilidad que se fragmenta, se hace más compleja, menos homogénea, y que no alcanza a ser satisfecha por el transporte mercantil de pasajeros, gestado por el capitalismo industrial y consolidado por el capitalismo monopolista como un transporte generalizado y estandarizado. El mercado del transporte público se altera, aún permanenciendo el requerimiento de una movilidad masiva. Masiva, pero no generalizada ni estandarizada. 4. EL TRANSPORTE MERCANTIL DE PASAJEROS Y SUS RESTRICCIONES. La producción mercantil del transporte urbano de pasajeros tiene restricciones para resolver la tensión generada entre pobreza y rentabilidad. Una fundamental es el precio. Un precio de equilibrio entre la capacidad de pago de los viajeros (viajeros desempleados, o con empleos discontinuos y precarios, o con salarios que no alcanzan a cubrir los gastos para la supervivencia del grupo familiar), por un lado; y la rentabilidad necesaria para prestar un servicio bajo una gestión comercial, por el otro. Desde el punto de vista de la rentabilidad, la conservación del mercado de las empresas de transporte público convencional mediante un “consumo intensivo” tiene un alcance limitado, pues la suba de la tarifa del aumenta la competencia. Una tarifa más elevada para el autotransporte convencional aumenta la competencia del transporte alternativo, pues hace más atractivo el mercado para competidores dispuestos a operar con menores niveles de rentabilidad. También aumenta la competencia del automóvil, pues hace menos atractivo el mercado para pasajeros con capacidad de pago (suficiente o insuficiente) y mejores condiciones de movilidad. En países pobres los pasajeros perdidos por el autotransporte público convencional en favor del automóvil, pueden pertenecer a estratos socioeconómicos medios o altos (consumidores “convencionales” del automóvil), o a estratos socioeconómicos bajos. En la actualidad su uso puede resolver necesidades de desplazamiento en condiciones de pobreza debido a las características de los nuevos pobres urbanos (gradiente de situaciones que incluyen antiguas clases medias empobrecidas y antiguas clases pobres pauperizadas) y del parque automotor. Y también aumenta la competencia de los viajes a pie o en bicicleta, pues excluye del mercado a pasajeros con insuficiente capacidad de pago y peores condiciones de movilidad. En este caso los “pasajeros” son convertidos en “viajeros”. El alza de tarifas de autotransporte público convencional lleva a la perdida de pasajeros en favor del automóvil, del transporte alternativo, y de la caminata o la bicicleta. Desde el punto de vista de la inclusión social, si la capacidad de pago de los viajeros (o la densidad de tráfico) no es suficiente para producir servicios de autotransporte con niveles de rentabilidad iguales o superiores a los del mercado de pasajeros atendido (sea de autotransporte convencional o alternativo), es muy probable que no haya empresas mercantiles interesadas en ellos, aún si el mercado está en contracción. De hecho, las empresas de autotransporte convencional de Buenos Aires no muestran interés en operar otros servicios por fuera de su mercado (de transporte alternativo, por ejemplo). Este trabajo sostiene que, en ciudades con las condiciones descriptas, el problema del autotransporte público no es de demanda sino de oferta. Hay viajeros para las empresas, pero no empresas para los viajeros. El orden de las prioridades habla de las prioridades del debate (Gutiérrez, 2003). 5. PROPUESTAS DE SUPERACION TRANSPORTE MERCANTIL. A LAS RESTRICCIONES DEL Buscando resolver la tensión entre tarifa, capacidad de pago de la población y rentabilidad dentro del modelo de gestión mercantil privada bajo regulación pública, regresan viejas alternativas para el transporte urbano de pasajeros. Una de ellas, las subvenciones. En Buenos Aires se aplican desde 2001 por primera vez en la historia del autotransporte local. Otra, la troncalización de recorridos del auto transporte convencional, al estilo de Bogotá y Santiago de Chile. Ambas pueden tratarse de respuestas acertadas, pero seguramente insuficientes. Atienden una manifestación del problema, no su fondo. Pretenden influenciar lo social a través de lo físico o lo económico, resultando en visiones subsocializadas de la movilidad. El mercado no alcanza a dar cuenta del universo de viajeros urbanos de la ciudad pos industrial. Perseguir incrementos en la eficiencia de las empresas mercantiles de transporte urbano no alcanza para incrementar su eficacia. La alternativa de gestión por empresas mercantiles privadas bajo regulación pública, mira un recorte de la realidad urbana y social actual. Lo que queda fuera de ese recorte es una parte importante, en magnitud y significado. Ampliar el mercado del autotransporte subiendo su techo no plantea restricciones de precio (ni de rentabilidad), pero implica una tarea difícil pues apunta a capturar viajeros con necesidades de movilidad mejor satisfechas. Esto requiere mejorar la oferta en precio, calidad y/o cantidad, y generalmente inversiones. En América Latina las inversiones suelen ser promesas de calidad y certezas de gasto público (y muy posiblemente, endeudamiento). Sólo el costo de los estudios es millonario. Las políticas recientes de transporte de la ciudad latinoamericana apuntan a ampliar el mercado “levantando su techo” (integración física y operacional, por ejemplo). Ampliar el mercado del autotransporte bajando su piso es una tarea más fácil pues apunta a capturar viajeros con necesidades de movilidad peor satisfechas, pero plantea restricciones de precio y de rentabilidad. El piso del mercado de autotransporte convencional lo define su precio. Debajo del mismo quedan viajeros con necesidades de movilidad peor satisfechas, que son pasajeros potenciales de mercados con diferentes niveles de rentabilidad. Si se apunta a la inclusión social es necesario bajar el piso del mercado de autotransporte. Esto incumbe a las empresas mercantiles de gestión convencional y de transporte alternativo, pues ambas atienden segmentos diferentes de un mismo mercado, el de los "pasajeros" con una cierta capacidad de pago. El propósito del trabajo es plantear esta restricción y dejar abierta una nueva discusión. Para iniciarla se colocan algunas propuestas. 6. UN ABANICO DE PROPUESTAS PARA UN ABANICO DE REALIDADES. ¿Cómo satisfacer las necesidades de desplazamiento de millones de viajeros “no pasajeros” del transporte urbano?. ¿Cómo llegar a aquellos con necesidades de movilidad peor satisfechas?. ¿Cómo hacerlo desde el transporte público?. Por sí sólo el transporte mercantil convencional no puede, y no sólo por cuestiones relativas a la estructura urbana. Esto es aplicable a la periurbanización lejana y dispersa (de la riqueza, y también de la pobreza), y asimismo a urbanizaciones densas y contínuas pero no “industrializables”, sea por situaciones de inseguridad (inaccesibilidad física) o marginalidad (inaccesibilidad económica), entre otras. Las favelas de Río de Janeiro ofrecen ejemplos de inaccesibilidad física en áreas “compactas” y centrales de la ciudad (las empresas no ingresan por razones de seguridad). Ampliar la oferta de empresas, creando un abanico capaz de atender mercados de viajes con diferentes niveles de rentabilidad, e incluso con ausencia de lucro, permite ampliar el mercado del autotransporte bajando su piso, esto es, apuntado a la inclusión de viajeros con necesidades de movilidad peor satisfechas. Incluso para viajes “no industrializables”. Se incorporan a la discusión tres primeras posibilidades: un modelo de empresa pública estatal, un modelo de empresa pública no estatal, un modelo de empresa social (sin fines de lucro). Una vuelta al estado puede significar una vuelta al estado como productor directo de servicios públicos, pero no necesariamente una vuelta a la producción del viejo estado monopolista de los años ‘70, sea bajo la forma de la "gran fábrica" pública, o de fábricas más pequeñas pero gestionadas según formas antiguas (estructura administrativa fragmentada y mal comunicada, mecanismos de control rígidos y formales, etc.). Lo público tampoco se agota en lo estatal o gubernamental. El retroceso del estado en Argentina y el mundo tiene como contrapartida el avance paulatino de una diversidad de organizaciones comunitarias no gubernamentales que ya son una realidad, y que ofrecen un panorama rico de posibilidades a estudiar. Así como es preciso recrear “otro estado dentro del estado”, en el sentido de recuperar viejas funciones dándoles nuevos contenidos, también es preciso recrear “otra economía dentro de la economía”, en el sentido de recuperar el trabajo, buscando superar la restricción estructural de la economía convencional para generar empleo. El objetivo de las empresas sociales es construir un sistema productivo más allá del sistema económico (Coraggio, 1998). Este último aspecto merece una breve aclaración. Fuera del mercado hay otra economía cuyo fin es el consumo, un consumo de supervivencia, no la acumulación (es decir, el lucro). En esta economía la inversión (doméstica) no entra en competencia con el consumo pues está destinada a sustituir el salario. Es posible sostener que la población excluida lo está del mercado y del sistema económico, pero no del sistema productivo. El transporte puede ser un ámbito de acumulación y también un ámbito de producción para la supervivencia económica y social. Esto abre posibilidades para el autotransporte urbano: empresas mercantiles y empresas sociales para satisfacer necesidades de desplazamiento (Gutiérrez, 2005a). El desarrollo de estas propuestas excede el alcance del trabajo. Su objetivo es abrir la discusión hacia posibilidades de prestación de los servicios urbanos en red que trasciendan el modelo convencional, más allá de lo estatal y más allá de lo económico. El autotransporte urbano puede ser prestado por empresas, pero no sólo por empresas mercantiles. El autotransporte urbano puede ser prestado por empresas públicas, pero no necesariamente estatales. Ningún caso como sustituto del modelo de gestión convencional por empresas mercantiles bajo regulación pública, sino como complementos destinados a atender segmentos de viajeros (dentro o fuera del mercado) que no son de su interés. 7. CONCLUSIONES. En los últimos años se discute sobre la crisis del transporte público en las grandes ciudades latinoamericanas , pero poco se avanza sobre su contenido. Definir cuál es el contenido de la crisis de demanda del transporte público, y del auto transporte en particular, es el primer paso para construir un diagnóstico y formular respuestas correctas. Proseguir con pensamientos antiguos y aplicarlos sin mayores reflexiones a la resolución de problemas nuevos puede acarrear diferentes errores. Desde un punto de vista microeconómico, pensar en un mercado de autotransporte urbano es pensar en cantidades de dinero, y no de personas transportadas. Perseguir incrementos en la eficiencia de las empresas mercantiles de autotransporte es insuficiente para incrementar su eficacia. Desde un punto de vista macroeconómico, pensar en un “mercado” de autotransporte urbano es pensar en “pasajeros”, y no en “viajeros”. Hoy son muchos los viajeros que quedan fuera del mercado, pues éste no consigue aprehender la diversidad económica, social y cultural de la ciudad de la globalización. Comprender la pérdida de pasajeros del autotransporte público de pasajeros requiere considerar las características territoriales de la ciudad pos industrial, y también sus características socioeconómicas. El problema del autotransporte urbano es más de oferta que de demanda. Es necesario crear un abanico de servicios capaz de atender mercados de viajes con diferentes niveles de rentabilidad, e incluso con ausencia de lucro. Esto permite ampliar el mercado de autotransporte bajando su piso, esto es, apuntado a la inclusión de viajeros con necesidades de movilidad peor satisfechas. El autotransporte de gestión convencional presenta una validez relativa (para ciertos mercados de pasajeros) y una obsolescencia relativa (para otros mercados, y para grupos crecientes de viajeros) y necesita ser flexibilizado. Flexibilizar los modelos de gestión del autotransporte urbano lleva a pensar alternativas para cada segmento de viajeros, considerando una renovada vuelta a lo público (estatal o no) y una renovada vuelta a la producción (económica o no), sin por ello renunciar a una prestación organizada y regulada. Reflexionar sobre "modelos de empresa" y "modelos de regulación" complementarios apuntando a la inclusión de los viajeros urbanos, por dentro y por fuera del mercado. El hecho de que las empresas tengan mercado (ingresos) y los viajeros no tengan empresas, habla de las prioridades de una discusión. Esta discusión es política, pues por su intermedio es que se concilian intereses en conflicto. Es una discusion sobre modelos de desarrollo para el transporte latinoamericano. Una nueva hipótesis es que las actividades económicas populares pueden resultar una vía de superación de la exclusión social de la ciudad “post industrial”. La exlusión refiere a la existencia meramente contingencial de un individuo en una sociedad. Esto es, refiere a una capacidad de elección minima en relación a las condiciones de producción (materiales) y reproducción de su vida (calidad). La movilidad es una performance en el espacio, y también una capacidad que garantiza el derecho a la ciudad. La movilidad fisica es una posibilidad de movilidad social (ascendente o descendente), aún en situaciones de restricción económica. La transformacion social de los ’90 fue rápida, y enseña que la desigualdad se consolida y que las posiciones no están aseguradas. Surgen sentimientos de vulnerabilidad para algunos, y de “condena” para otros (minimo margen de maniobra). La polarizacion social habla de un refuerzo de diferencias que se contrapone a la mixtura social. Si la cohesión social es un objetivo, son pertinentes políticas de integración más allá de las tarifarias, operativas o físicas de las redes. Son pertinentes políticas orientadas a ampliar las posibilidades de elección en la satisfacción de las necesidades de movilidad. La integración o inclusión social (no sólo económica) fomenta la interacción, el “consumo” de ciudadanía, el sentido de pertenencia. La ciudad es reunión y es encuentro. Por lo tanto, buscar la inclusión ciudadana es ante todo permitirlo, y en esto el papel de de transporte de pasajeros sigue tanto o más vigente e importante que en los años ‘80. La importancia de la diversidad en las políticas de integración crece en sociedades que amplifican las diferencias y desigualdades. Por fuera de las formas convencionales de gestión del transporte urbano hay otras opciones además de la "ecológica" bicicleta o las millonarias inversiones. Cultivar una política de lo posible es más que nada una cuestión de formas de pensar el problema y de estrategias de organización para instrumentar las acciones. La distancia critica, la capacidad reflexiva más alla de lo convencional y de la utilidad, y la creatividad, son los mayores desafíos de la especialidad para construir modelos de desarrollo para el transporte urbano en sociedades desiguales, como las latinoamericanas. 8. BIBLIOGRAFIA. Agosta, R.; M. Ayerza y P. Nadal (2003). Pobreza y transporte: encuadre metodológico y evidencia empírica de Buenos Aires. En: XII CLATPU, Bogotá (actas electrónicas). Borja, J. and M. Castells (1997). Local y Global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Taurus, Madrid. Brasileiro, A., E. Henry & TURMA (eds.) (2000). Viaçao ilimitada. Ônibus das cidades brasileras. 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