Anorexia, bulimia, obesidad: experiencia y reflexión con pacientes y familias COMENTARIO DE LIBROS Anorexia, bulimia, obesidad: experiencia y reflexión con pacientes y familias1 Autora: Patricia Cordella Editorial: Ediciones UC, Santiago de Chile, 2010, 260 pp. (Rev GPU 2010; 6; 4: 390-391) César Ojeda P resentar un libro es como presentar a un amigo: ustedes no lo conocen pero yo sí, y se los presento porque los aprecio, a él y a ustedes, y pienso que pueden también ser buenos amigos. Dicho esto, les presento el libro de la Dra. Cordella: existe, aquí está, y su nombre es “Anorexia, Bulimia, Obesidad: Experiencia y reflexión con pacientes y familias”. El resto depende de ustedes, y esta presentación debiera terminar aquí. Pero yo no quiero sólo presentar este libro sino que, además, quiero contarles algo de lo que su lectura me ha sugerido e inspirado. El libro trata de un fenómeno conocido, habitual y, por lo mismo, inadvertido: la búsqueda e ingestión de alimentos. Esta conducta, repetida incesantemente, es tal vez la característica más importante de todos los seres vivos: sin alimento los seres vivos consumen su estructura hasta perder su organización, es decir, hasta morir en una especie de autofagia. Esto ocurre porque los sistemas vivos son sistemas autopoiéticos (que se generan a sí mismos), pero también autolíticos (que se destruyen a sí mismos). Es decir, ingieren substancias relativamente simples desde el medio ambiente y las complejizan o asimilan (anabolismo), es decir, las 1 hacen ser parte del “sí mismo” y, luego, degradan su estructura y eliminan al ambiente moléculas también más simples que aquellas que componen tal estructura (catabolismo). Este proceso incesante consume energía. Es por ello que los seres vivos se han integrado a lo que los físicos llaman “estructuras disipativas”: concepto termodinámico esencial a la vida, y que consiste en “disipar” gradientes energéticas mediante el cambio permanente de los componentes que la constituyen, manteniendo estable la organización y consumiendo energía en el proceso. Así, el apetito y la ingestión de alimentos y la eliminación de los desechos metabólicos al ambiente son, sin duda, los fenómenos más destacados de la vida. El libro de la Dra. Cordella nos muestra algo sorprendente: los seres humanos somos capaces de pervertir (palabra que ella no usa) esta condición esencial de la vida. Pervertir significa: “por medio” (per) de un “giro” (versus) provocar un cambio que modifica las cosas y las relaciones entre ellas. Ante la abundancia de alimentos las bacterias, con la sabiduría que pueden dar tres mil quinientos millones de años viviendo sobre el planeta, crecen, y luego, en un momento preciso de Presentación realizada en la sesión inaugural del XXVIII Congreso de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia, el 20 de octubre de 2010. Hotel Ritz Carlton, Santiago de Chile. 390 | Psiquiatría universitaria César Ojeda la relación entre su superficie y su volumen corporal, se dividen. En cambio, ante la abundancia de alimentos, el ser humano puede no sólo no reproducirse sino que engordar, dejar de comer, o comer y vomitar. ¿Qué intermedia para que esta perversión ocurra? Intermedia el cuerpo. Pero no sólo el cuerpo como materia orgánica operando biológica y termodinámicamente, sino el cuerpo como la simbolización, significativa y compleja, que llamamos fisonomía. ¿Qué es fisonomía? Permítanme un rebuscamiento: “Mi pueblo está rodeado de colinas y campos de cereales, y hoy una leve bruma, ligera y azulada, perfila sus contornos y suaviza la fisonomía de su paisaje”. La fisonomía es estrictamente un rasgo característico del rostro de mi pueblo, de un paisaje o de una persona y que, como tal, le da su peculiaridad irrepetible. Pero, curiosamente, el rostro humano no se ve a sí mismo sino que existe esencialmente en la mirada de otro, de los otros, desde esos cercanos (familia) hasta los transeúntes desconocidos que nos miran. Los demás, con su mirada, constituyen nuestro rostro, reciben su expresividad y sus rasgos definitorios. Luego, la fisonomía del rostro es esencialmente intersubjetiva. Al intentar reproducirla frente al espejo, vemos tan sólo una mueca, una máscara que no puede reconstruir el rasgo vivo que nos constituye ante el otro que mira, quedando solamente una cáscara, una estructura muerta que nada dice o que, definitivamente, es ilusoria. Pues bien, como mediador en los trastornos alimentarios, el cuerpo completo se hace rostro y fisonomía, y por lo mismo queda al juicio de la mirada de los otros. Aparece entonces ahora como gesto, como palabra y como metáfora: por ejemplo, como belleza o fealdad, como deseable o rechazable, como individualizado o difuso y, ya en medio de los trastornos alimentarios desarrollados, como la única fuente de significado y de valor. Dependiendo de la interpretación que los pacientes hagan de este cuerpo metonímico, es decir, que ya no es parte de lo que somos sino “todo” lo que somos, se camina hacia el ocultamiento en la obesidad, hacia la exhibición en la bulimia en su etapa expansiva y hacia la percepción delirante y alucinatoria en la anorexia. Este cuerpo fisonómico, este ser ineludiblemente construido a través de la mirada de los otros, para y con los otros, hace de los trastornos alimentarios una condición inevitablemente ontológica, pues tiene que ver con nuestro definitorio ser social e intersubjetivo. Podríamos seguir desarrollando la inspiración que la lectura del libro de la Dra. Cordella nos sugiere. No obstante, hay otro punto imposible de dejar en la penumbra. La autora se mueve con soltura, elegancia y sabiduría entre creaciones teóricas contundentes y originales, agudeza clínica, conocimiento biológico, y –cosa sorprendente en nuestro medio– plantea consistentes modelos clínicos, lingüísticos, biológicos y terapéuticos. Sólo un ejemplo: lo que ella llama “la solución anoréctica”. Consiste en la proposición de un modelo de cinco fases, de menor a mayor severidad, que explica la “construcción” de esta patología, donde incluye hitos como la identidad, la autoestima, la individuación, la fisiología y el deseo delirante. Y además, propone un uso clínico del modelo en el que sugiere su aplicación al diagnóstico y a sorprendentes intervenciones específicas. Este modelo bien podría ser comparado a la Prognosis hipocrática, en la cual se incluía, en un solo término, el cómo las enfermedades se generan, cómo se presentan y cómo cursan. La Dra. Cordella agrega, además, el cómo se tratan. No es extraño que la Dra. Cordella termine su libro, en su conjunto una obra científica, clínica y terapéutica, con un cuento. Este cuento nos muestra la forma en la que los trastornos alimentarios se constituyen. Y no es extraño, porque las palabras no son aquí un invitado de segunda mano o tan sólo un instrumento de comunicación científica, sino que rescatan el lenguaje de la fisonomía corporal, centro de gravedad de todo lo anterior. Un breve párrafo, el primero de la narración: “La nítida línea que separa el agua de la tierra cortaba la foto en dos y ahí, en primer plano, estaban la sonrisa, la trenza, el sombrero alerón y las pulseras de colores en la playa ventosa. El sol y el olor a mar inundaban la burbuja estival donde ella, con elegancia desgarbada de nueva adolescente, se ha dejado contener….” Muchas gracias Psiquiatría universitaria | 391