1 Presentación Soy feliz de poder presentar la primera biografía de nuestra amadísima e inolvidable Madre M. Riccarda Beauchamp Hambrough (+1966). Entre nosotras, hijas de Santa Brígida de Suecia (+1373) y de la Beata Madre M. Isabel Hesselblad (+1957), era conocida como la “Mamita” por su exquisita delicadeza de ánimo y sensibilidad maternal. Ha sido introducida y presentada su causa de Canonización a la Congregación para las Causas de los Santos. Madre M. Riccarda ha sido la que, habiendo vivido junto a la Madre Fundadora, encarnó su espíritu y trasmitió a la vez el carisma compartido. A su muerte se escribió sobre ella: “Nos ha dejado el ejemplo del inmenso tesoro de las virtudes vividas por ella: fe inquebrantable, piedad verdadera, íntima unión con Dios de la que emanaba su animo dulce y sensible, rectitud, humildad sincera, delicada comprensión y caridad sin límites. En ella el don del Intelecto se unió en perfecta armonía con el de la ciencia de los Santos y dio como resultado una admirable fusión. Fue investida de todos los cargos: Maestra de novicias, Superiora local, Consejera y Secretaria de la Madre Fundadora, con la cual compartió durante 43 años el trabajo, los sacrificios, las preocupaciones y las angustias propias de la fundación de la Orden, y finalmente Madre General, pero sobretodo fue religiosa ejemplar por más de 52 años”. Me parece que este es el retrato que más corresponde a la noble y humilde figura de esta fiel hija espiritual de la Fundadora, de la que mereció el dulce nombre de “San Juan”, para indicar aquella predilección y aquella devoción que distinguieron al Apóstol predilecto de Jesús, así como también el de “Cirineo” por la ayuda constante, inteligente, constructiva en la expansión de la Orden. La autora, la Profesora María Rosaria Del Genio, ha descrito magistralmente la vida y la espiritualidad de nuestra amada Madre 2 Riccarda, haciendo resaltar todos aquellos aspectos que la hicieron, a los ojos de los que la conocieron, una pequeña-grande Madre, una “Mamita”, en pocas palabras: ¡La ternura de Dios! A Maria Rosaria Del Genio, por lo tanto, ofrecemos los sentimientos de gratitud mios y de toda la Orden Brigidina por haber trazado, en calidad de experta biógrafa, todo lo que constituye ahora la herencia de esta gran mujer, religiosa y madre. MADRE M. TEKLA FAMIGLIETTI, O. SS.S. Abadesa General 3 LA TERNURA DE DIOS 4 5 Premisa Para quien llega hoy a Roma es casi imprescindible hacer una visita a una famosa plaza en el centro de la ciudad que se llama Campo dei Fiori (Campo de las flores), famosa porque es el punto de encuentro de los que se identifican con Giordano Bruno, un fraile dominico quemado en la hoguera por hereje, precisamente en esta plaza, el 17 de febrero de 1600. Es el punto de encuentro sobretodo de los anticlericales o de las personas para las cuales Dio es un desconocido, pero no faltan los visitantes, los puestos o bancos de flores y de artículos de cuero como zapatos, bolsos, vestidos o artículos de música: CD ect. Junto a esta plaza hay otra: Plaza Farnese, con una gran fuente y bancos de marmol que permiten un descanso agradable durante la visita a esta zona del Renacimiento, rica de palacios y de obras de arte. En esta plaza y precisamente en el Palacio Farnese, tiene su sede la embajada de Francia, por lo que durante los conflictos mundiales del ‘900 la plaza se vio invadida por soldados y policias encargados de proteger el cuerpo diplomático que vive y trabaja allí. Junto a la embajada, hay un monasterio que ocupa un antiguo palacio medieval donde Santa Brígida de Suecia transcurrió los últimos años de su vida y donde murió. Las habitaciones son, todavía hoy, después de tantos siglos, meta de peregrinos que son acogidos y acompañados durante la visita por las Hermanas Brigidinas. En aquel monasterio no existe solamente el recuerdo de Santa Brígida, en él están sepultados los cuerpos de dos mujeres, que terminaron sus vidas allí. Son la Beata María Isabel Hesselblad y la Sierva de Dios Riccarda Beauchamp Hambrough, una inglesa trasplantada a Roma. 6 Las dos vivieron entre los siglos XIX y XX, las dos enamoradas de Dios, siguieron las huellas de santa Brígida. Las dos fueron las columnas de aquella experiencia espiritual que quiso el renacer del mensaje de santa Brígida, del cual, como fuego entre cenizas, durante tantos siglos, había quedado solo una pequeña semilla custodiada en algunos paises de Europa. El ideal brigidino había sido plantado en el corazón de Madre María Isabel Hesselblad una luterana sueca la cual, despues de una experiencia de trabajo en América, había escogido Roma como residencia. Junto a ella Madre Riccarda compartió el carisma fundacional. Las dos procedían de los paises del Norte y las dos se habían convertido al catolicismo después de haber vivido la experiencia religiosa luterana, Madre Elisabetta en edad adulta y Madre Riccarda siendo todavía una niña. Las dos han vivido trazos comunes que las han llevado a una gran fe y a un amor hacia la Palabra de Dios y hacia la Liturgia bien preparada, algo que habían respirado desde pequeñas en sus familias de origen. Desde el sepulcro de ambas que se conserva en un claustro con un gran olivo al centro, como signo de fecundidad y de perpetuidad, por el cual pasan tantos visitadores cristianos y de otras religiones, hoy las dos hermanas velan no solo sobre las demás hermanas que viven allí, sino sobre todo la Orden extendida en varias partes del mundo, y sobre todos los hombres, también sobre aquellos que no las conocen, pidiendo gracias y más gracias porque la fe nos dice que en el paraiso los santos interceden por todos los hijos de Dios. En este volumen trazaremos una semblanza de la joven inglesa, más tarde Madre Riccarda, cuyo cuerpo ahora está esperando la resurrección final entre jarrones de flores en un claustro al centro de Roma, junto a la sueca, que la Iglesia ha reconocido beata, Madre M. Isabel Hesselblad. 7 PARTE I: DESDE INGLATERRA A ROMA 8 1 9 Katharine Beauchamp Hambrough En la Ciudad de Londres de su tiempo La familia La niña que será más tarde Madre Riccarda nació en Londres el 10 de septiembre de 1887, en un palacio de Park Village East. Fue bautizada en la iglesia anglicana de San Pancracio nuevo el 20 de noviembre de 1887 con el nombre de Katharine Marie Clarice. Una antigua iglesia de Londres, dedicada al mártir romano Pancracio, de principios del siglo IV d.C. a través de los siglos se había ido convirtiendo en ruinas. Poco a poco se fue reconstruyendo durante el siglo XX, mientras que en el 1822 se construyó una nueva iglesia dedicada a San Pancracio, llamada por este motivo “nueva”. Los padres de esta niña se llaman Windsor John Beauchamp Hambrough, del que no se conoce la fecha de la muerte y de Louisa Frances Lettson, fallecida en el 1932. El doble apellido del padre, Beauchamp Hambrough, en ese tiempo muy común en Inglaterra, indica que él descendía de una estirpe noble. El de la madre, Fisher, nos habla también de una antigua nobleza que la misma Madre Riccarda recuerda cuando presentando una petición al Papa Pio XI para la canonización de los beatos John Fisher y Tomás Moro, afirma ser una descendiente de la familia del Beato John Fisher, nacido en Beverley en el 1469 y que fue decapitado en Londres el 22 de Junio de 1535 por el Rey Enrique VIII por su oposición a la anulación del matrimonio del Rey con Catalina de Aragón. 10 John Fisher había estudiado a Cambridge entre el 1484 y el 1501, donde consiguió el doctorado en teologia. El 17 de diciembre de 1491 fue ordenado sacerdote en York y en el 1504 obispo de Richmond. Era muy estimado del Rey, hasta tal punto, que fue el representante de Inglaterra en el Concilio Lateranense V del 1512. El 13 de abril del 1534, sin embargo, a causa de su oposición al repudio de su esposa Catalina, habia sido arrestado junto a Tomás Moro, el canciller del rey, también contrario a la anulación del matrimonio del rey. Encerrados en la torre de Londres, el 17 de junio de 1535, los dos fueron condenados a muerte. En el tentativo de salvar a Fisher, el Papa Pablo III lo ordenó cardenal, llamándolo a Roma, pero Enrique VIII le negó el permiso para viajar a Italia. De este modo fué cumplida la sentencia de muerte el 22 de junio de 1535 en la torre de Londres: su cabeza, como de costumbre, fue expuesta a la entrada del puente de Londres durante quince dias y después fue tirada al río Támesis, sustituida por la de Tomás Moro, también ajusticiado. Fisher es uno de los cincuenta y cuatro mártires ingleses proclamados beatos por el Papa León XIII el 29 de diciembre de 1886 y canonizado, junto a Tomás Moro, el 19 de mayo de 1935 por el Papa Pio XI. Madre Ricarda fue muy feliz con este hecho. Sobre ella vela ahora este antepasado suyo el cual, por amor de Cristo y de su Iglesia, no dudó en dar su vida. Debió sentirlo muy cercano si, más tarde, enfrentará las pruebas de su vida dificil con una serenidad desarmante, como se deduce de sus cartas. Antes de entrar entre las brigidinas, con el nombre de Riccarda, todos la llaman Katalina, su primer nombre de bautismo. La niña crece con sus dos hermanos, Dudley Granow Windsor e Basil Tudor Vincent. 11 Cuando nace, la suya es una familia anglicana che se convertirá al catolicismo cuando ella tenía unos cuatro años. No conocemos los particulares de la conversión de la familia Beauchamp Hambrough al catolicismo, quizás coincide con el traslado de Londres a la ciudad de Brighton, en el territorio de la parroquia de santa María Magdalena. De hecho, en el archivo de esta parroquia, muchos años después, el 7 de agosto de 1913 fue emanado un certificado que confirmaba que la niña, nacida el 10 de septiembre de 1887, fue bautizada el 6 de mayo de 1891 con el nombre de Magdalena Catalina Maria Clarice Beauchamp Hambrough. El bautizo fue administrado “bajo condición”, dado que antes le habia sido administrado en la Iglesia anglicana. El nombre Magdalena le fue añadido en honor de la patrona de la parroquia, pero ella seguirá siendo para la familia y amigos Catalina, y de esa manera seguirá firmando en adelante. Vivió en Brighton, ciudad bastante grande y estación balnearia de notable importancia, con numerosos parques que dejaron en su corazón el amor hacia la naturaleza. Aquí crece y estudia entre los años 1800 y 1900, en un periodo socialmente bastante dificil, que ve en la Iglesia el nacimiento del Modernismo y en la sociedad civil la afirmación de la industrialización y la preparación de los Estados hacia la primera guerra mundial, con los impresionantes desórdenes políticos y económicos che seguirán. Pero nos limitaremos, por el momento, a Inglaterra y a su capital. Londres e Inglaterra a principio del ‘900 12 Londres e Inglaterra en la primera mitad del ‘900 sufren todavía, en el ambiente religioso, por el conflicto entre Enrique VIII y la Iglesia de Roma, conflicto que no llega a la persecución cruenta como hemos visto en el tiempo del antepasado de Madre Riccarda, pero que considera a los católicos como ciudadanos de serie B. No obstante, la familia Beauchamp Hambrough decide pasar al cattolicismo. Probablemente la familia deja Londres después de la gran carestía que en el 1860 golpea la ciudad por lo que muchos londinenses creen oportuno marchar a otro sitio, sobretodo porque Londres se convierte en meta de todos aquellos que se vienen a vivir a la ciudad desde sus tierras de origen, cercano Oriente y ex colonias inglesas, así como también de las aldeas londinenses , en busca de una vida mejor que, de todas formas, no se presenta como tal. La familia Beauchamp Hambrough busca un sitio más tranquilo donde habitar y hacer crecer a sus hijos. Esta familia pertenece al grupo de familias acomodadas, y puede permitirse el lujo de llevar a sus hijos a colegios de prestigio como el del Sagrado Corazón, donde Catalina estudia música y canto. De la educación refinada recibida emana de ella un toque de señorío que la distinguirá a lo largo de su vida. El caos de Londres, además, no es solo de tipo social. Son los años en que se difunden las teorías de Darwin, On The Origin of Species (1859) y The Discent of Man (1871), que en el campo científico y religioso llevan a debates y polémicas sobre la creación del hombre, así como viene presentada por la Biblia, y habla de una normal evolución de la especie animal que habría sido el origen de la aparición del hombre sobre la tierra. Los monos, según él, son los inmediatos predecesores del hombre que de ellos ha ido desarrollando el cerebro capaz de darle las actuales dotes de inteligencia. Naturalmente quien admite tal doctrina no considera la presencia en el hombre de un alma imagen de Dios. De aquí nacen las violentas disputas entre estudiosos de escuelas distintas, o sea, 13 entre aquellos que ven el evolucionismo como única causa del origen del hombre, aquellos que niegan totalmente tal origen, basándose en la Biblia, y aquellos que aceptan algunos principios, pero después hipotizan una intervención de Dios en el camino de evolución de la especie imprimiendo en el “mono evolucionado” un alma inmortal. De todas formas, tales discusiones ayudan a los cristianos que sienten la exigencia de profundizar en la propia identidad. En el camino de tal profundización muchos descubren el catolicismo y todo lo que la Iglesia católica ofrece a nivel de pensamiento y de atención a las nuevas pobrezas sociales y que no encuentran en las otras confesiones, sobretodo en la anglicana y luterana, tan difundidas en Inglaterra. De este modo muchos adhirieron. Podemos hipotizar que también la familia Beauchamp Hambrough se haya convertido al catolicismo bajo los impulsos de las mencionadas tensiones sociales y religiosas. Las vicisitudes del inicio del Novecientos que golpean a Londres y a Inglaterra, sin embargo, no anulan su notable y secular historia. De hecho sabemos que Londres, Londinium en latín, fundada por los Romanos como una fortaleza, tenía ya, a finales del siglo III un puente sobre el Támesis, templos y edificios majestuosos y contaba con unos 30.000 habitantes, una cifra enorme para aquellos tiempos. Con la decadencia del Imperio Romano y las invasiones de los Scoti y de los Sajones, la ciudad decae hasta que en el 1066 Guillermo el Conquistador, Duque de Normandía, conquista toda Inglaterra y lo coronan rey en la Westminster Abbey en Londres, considerada desde siempre capital de aquel territorio. Con él y con sus sucesores Londres adquiere su antigua belleza que conserva durante los siguientes cinco siglos. En el 1666, sin embargo, un incendio destruye los cuatro quintos de la ciudad, que viene golpeada también por una grave pestilencia. 14 Reconstruida no en madera como antes, sino con ladrillos, en el 1770 toma el aspecto actual con parques y jardines. La sucesiva época victoriana (1837-1901) será recordada por la grandeza y esplendor alcanzados por Inglaterra. La economía británica, de hecho, adquiere una superioridad aplastante sobre la de los otros paises. Las naves inglesas dominan en todos los mares haciendo del estado Inglés, transformado en estado nacional, uno de los más florecientes y no solo de Europa. Muchos se favorecen y en particular la burguesía que se enriquece notablemente sobretodo porque está implicada en las empresas del gobierno desde hace ya tiempo, estando Inglaterra gobernada por una monarquía institucional en la que los ciudadanos tienen voz y sobretodo un estilo de vida y una concepción firmemente democrática. Esto explica también muchas de las actuaciones de la Madre Riccarda religiosa y sobretodo Abadesa. De hecho ella no absolutiza su poder de vicaria primero y de Madre general después, sino que escucha con atención e interés el parecer de los otros sin temor de tener que retroceder sobre sus decisiones cuando adquiere con detalle más elementos de juicio. Pero no todos comprenden esta característica suya. La Orden en la que vive está hecha de personas que provienen de paises distintos y por lo tanto de diversa mentalidad y de un estilo de vida completa y decisivamente diferente y estas personas, mientras le reconocen lo positivo de su mentalidad “democrática”, atenta a las necesidades de los otros, no siempre le reconocen aquello que ellos juzgan negativo, o sea, cambian por autoritarismo lo que es solo firmeza en la guía de la Comunidad y por debilidad su sentido democrático. Veremos que esto, con el pasar de los años, le creará problemas. Pero volvamos a Inglaterra. 15 Con la victoria en la primera guerra mundial Inglaterra alcanza una notable expansión colonial que no crea sin embargo riqueza para todos. De hecho la pobreza es mucha porque las diferencias sociales no han sido eliminadas por el esplendor del gobierno y la divergencia entre la clase pobre y la rica continúa a existir no solo en Londres, sino en las demás ciudades. A la miseria material se añade la moral con la que probablemente se encuentra también Catalina y quizás esto la llevará a abrazar una vida mixta de oración y de servicio al prójimo más necesitado, como veremos. Adolescencia y juventud No conocemos mucho, sobre la adolescencia y la juventud de Madre Riccarda y de como tales sucesos hayan influido en ella aunque sea a nivel inconsciente. Ciertamente su sensibilidad la hace capaz de penetrar en todo cuanto sucede a su alrededor y tales elementos vienen sintetizados en lo más profundo de su ser para después hacerlos resurgir en actitudes propias. Hemos dicho que había estudiado canto y música en el colegio de las Damas del Sagrado Corazón y esto había dejado en ella una gran sensibilidad hacia la música y el canto, sensibilidad que la joven había demostrado ya desde pequeña. Mencionamos un solo episodio, contado por ella misma a la hermana Teresa Perciaccante: cuando tenía cuatro años: un día, se había acercado al piano de casa sintiendo un gran deseo de tocarlo. Había empezado a “tocar”, según ella, pero a un cierto momento su padre había preguntado en voz alta que quién estaba haciendo tanto ruido. Ella se había asustado a tal punto que corrió a esconderse, por miedo a la reacción de su padre. Sin embargo el padre no pareció dar ninguna 16 importancia a la cosa dado que además la niña, única hija entre dos chicos, era su hija “muy querida” como se evidencia en la carta que escrive a Madre Isabel muchos años después de este episodio. Boguor 20 de julio de 1914 Querida y Rev.ma Madre, Siento la necesidad de escribirle unas letras para darle gracias mil veces por su amable mensaje, por la bonita imagen que me ha mandado y por las oraciones de las que le estoy profunda y verdaderamente agradecido. También quiero agradecerle con profunda gratitud por las atenciones que le dispensa a mi querida hija. Espero que nos podamos encontrar de nuevo. Hoy me duelen los ojos de tanto escribir cartas. Por favor, perdóneme la grafía. Con todo mi afecto, créame, Suyo afectísimo W. B. Hambrough. El ya anciano señor Hambrough esconde el dolor por la lejanía de la hija con el estilo sobrio del que sabe que otro se cuidará de ella y expresa todo su afecto por la hija en la expresión “profunda gratitud por el amable cuidado”. Cada sustantivo se acompaña a un adjetivo: profunda, amable, que abren un espacio en su ánimo. 17 2 En busca de su vocación En la congregación benedictina Los orígenes de la familia y la educación recibida nos hacen pensar que la joven tuvo una “buena educación”, como se suele decir, pero esta dote humana fue perfeccionada con el tiempo por la caridad. Del plan natural, de hecho, ella pasa al plan sobrenatural, por lo que la buena educación recibida se transforma en una exquisita delicadeza de trato y de sentimientos, alimentada de humildad. La vida con Dios, que se respira en familia, con la convicción que comporta, trasmite toda la importancia de ser criaturas, amadas y amantes de Dios, algo que ha caracterizado otras vidas a través de la historia de la Iglesia donde encontramos hijos de reyes, caballeros o damas de corte, como santa Inés de Praga, santa Luisa de Francia, la misma Brígida de Suecia, san Nuno de Portugal, que tomando en serio el Evangelio se han hecho pequeños y humildes en el seguimiento de Cristo. Estos han elegido, en tiempos distintos, vivir la pequeñez que el mismo Jesucristo vivió con su encarnación, como nos recuerda Él mismo en el Evangelio de san Juán: “De Dios he salido y vengo” (Jn 8,43). De Dios, o sea, de la máxima gloria, ha venido a la humildad de ser hombre y llama a otros para que le sigan de una manera misteriosa y sublime. Así le sucede también a la joven inglesa la cual, habiendo descubierto la llamada a una vida de intimidad con Dios, comienza a ponerse el problema de dar una forma concreta a su vida para seguir al Verbo encarnado en la forma más adecuada a sus personales aspiraciones. Se enfrenta así, a lo que generalmente llamamos búsqueda de la propia vocación. La persona, de hecho, después de haber sido 18 llamada a la existencia, es llamada también a realizar el proyecto que Dios tiene para ella y que no es algo externo a ella misma, sino la respuesta a sus aspiraciones más profundas. Vivir en un convento o no, no es algo que Dios quiere como un capricho, sino la realización exterior de un deseo interior, como diremos más adelante. En tal búsqueda, tambien la joven mira a su alrededor. Encuentra a las monjas Benedictinas que en el apartamiento exterior del mundo viven la alabanza a Dios y la acogida de todos aquellos que llaman a sus monasterios y piden vivir con ellas la experiencia de Dios, aunque sea por un breve periodo de tiempo, y viene aceptada. Ella sabe bien que abrazar un estilo de vida en vez de otro la ayudará a alcanzar la plena realización personal. Decir sí o no en libertad total significa sentirse realizados o no. De hecho cada opción de vida, conforme a la gracia divina, adquiere el valor di un instrumento que la persona acoge en respuesta a las indicaciones del mismo Dios que conoce las exigencias más íntimas de cada uno. Usando una serie de ejemplos, podemos entender mejor este tema que tiene como fondo el amor de Dios Padre. Él, que ama a cada uno de sus hijos y quiere para ellos la felicidad, sabe qué es lo que necesita cada uno y poco a poco los guía, si la persona se abandona en Él. La grandeza de Madre Riccarda está en haber entendido que la vida religiosa es el modo en que ella puede responder al deseo de Dios en su realización personal. Como ella, otros muchos viven la vida religiosa y otros tipos de vida, no como una cadena que los oprime, sino como el modo para ser felices en la tierra y en la eternidad. ¿No ha dicho Jesús a los que lo seguían (y no eran solo los Apóstoles) y le preguntaban: “¿Nosotros que hemos dejado todo qué tendremos a cambio?” “El ciento por uno en esta vida y después la vida eterna”. En este “todo” no están solo los bienes materiales o los 19 afectos que nos bloquean, sino toda la persona, el yo que ha puesto Lucifer contra Dios, el querer estar al centro del ser y del mundo y no criatura de Dios, el querer brillar de luz propia y no como un reflejo de la luz de Dios. Por este motivo quien vive su vocación con autenticidad, como ha hecho Madre Riccarda que fue considerada una santa ya en vida, vive sereno, contento, aún dentro de las dificultades. A menudo los otros no se lo explican. Muchas veces quien vive con los criterios del mundo y no con los de Dios se maravilla y se escandaliza y los critica con una punta sutil de envidia. Sin embargo sería tan fácil estar serenos. Bastaría entrar, día a día, siempre más en la óptica de Dios y convencerse de que “todo concurre al bien de aquellos que aman a Dios” (Rm 8,28) y que lo que se está haciendo en aquel momento es un pequeño refuerzo de una realización eterna, como repite a menudo Madre Riccarda en sus cartas a las hermanas. Cierto, no siempre todo es fácil porque se trata de tener la mirada fija en el misterio de Dios y sabemos que el misterio, generalmente, se revela entre rayos de luz y murallas de oscuridad, pero Él es siempre como el sol el cual, si te paras bajo sus rayos, te ilumina y te calienta. Por este motivo, cuando una joven mujer, reflexionando sobre su vida, descubre esto, vive su búsqueda vocacional con serenidad y con desapego tanto que la Superiora del Tyburn Convent de Londres, Madre María de S. Pedro, o sea María Adele Garnier, en una carta del 4 de noviembre de 1914 a la Madre Isabel habla de Madre Riccarda, que en ese momento tiene 27 años, como de una persona que se hace notar por su dócil obediencia, por la generosidad y la buena disposición y dice con seguridad que podrá ser una santa religiosa. La Superiora que escribe esto sabe bien qué cosa significa la vocación. Su carta deja entrever una mujer serena, aunque sabemos que tampoco para ella ha sido fácil. 20 Ella nacida en Borgoña (Francia), desde su juventud ha cultivado un intenso amor por la Eucaristía y por el Corazón de Jesús, por eso funda en París en el 1898 las “Adoratrices del Sagrado Corazón Corazón de Jesús de Montmartre”. En el 1901, a causa de las leyes intolerantes del gobierno francés la Comunidad tiene que marcharse a Inglaterra y se establece en Tyburn en el corazón de Londres, donde vive, los primeros años del 1900. La futura Madre Riccarda, que ha descubierto la vida religiosa, escribirà más tarde a la abadesa de Syon el domingo de Ramos de 1916, que en ella hay “gozo y consolación” y que siente no solo vivir “para la verdadera y sólida realidad eterna”, sino de poder ayudar a los demás a lo largo del camino. Mirando a su alrededor, ella se había dirigido a este monasterio atraida por la vida benedictina, aquella vida que en el “ora et labora”, o sea, en la unión con Dios y también con el trabajo manual, había experimentado siglos antes un joven noble, que más tarde será san Benito de Norcia. En esta Orden la joven, mientras madura la convicción de vivir la vida religiosa, tiene una cierta dificultad para vivir aquel estilo de vida que le parece demasiado alejado del mundo. De hecho las monjas benedictinas viven la caridad hacia el prójimo en la oración y en la acogida de todos aquellos que vienen a llamar a las puertas de sus monasterios para pedir hospitalidad. No las encontramos entre la gente y tampoco ellas abren las rejas que las separan del mundo. Riccarda está atraida por su vida de oración, pero siente que las rejas son demasiado gruesas. Quisiera una clausura solo del corazón, pero en aquel momento no encuentra nada mejor. Habría quedado por siempre en aquel monasterio de Londres si Dios no la hubiese ofrecido algo más adecuado a su ser y veamos como. 21 El encuentro con el carisma brigidino Dios, que vela por aquellos que le buscan, le pone en su camino al padre Benedicto Williamson che le habla de una religiosa, Isabel Hesselblad, que cultiva el sueño de hacer renacer la antigua Orden de santa Brígida hecha de intensos momentos con Dios y de muchos momentos al servicio del prójimo más diversificado. Pero ¿Quienes son Isabel Hesselblad, padre Benedicto Williamson y santa Brígida, nombres nuevos en su vida? Damos un breve perfil de sus figuras dado el impacto que han tenido en la vida de Katharine, más tarde hermana Riccarda. Isabel Hesselblad, nace en Suecia, el 4 de junio de 1870, quinta de trece hijos en una familia de religión luterana. Fue bautizada con el nombre de María. Quando era poco más que adolescente, su padre enfermo y, no obstante esté enferma también ella desde que tenía doce años, de una enfermedad que le causaba graves úlceras intestinales con hemorragias internas, María decide marcharse, a diecisiete años, a América para encontrar trabajo. Se hace enfermera y en el hospital conoce a algunos católicos que le causan admiración por el modo en que aceptan el sufrimiento. En realidad ella, que no ha sido nunca practicante aunque fue bautizada en la religión luterana, está en busca de una religión y de una Iglesia que le muestren el rostro de Cristo. Se interesa por santa Brígida de Suecia, de la cual ya conoce la historia. Y será propio esta santa a realizar un papel importante en su vida, nosotros ahora presentamos brevemente su figura. 22 Brígida nace en junio de 1303 en el castillo de Finsta cerca de Uppsala, en Suecia. A los catorce años, según las costumbres de la época, el padre la dio por esposa a Ulf Gudmarsson, hijo del gobernador de Västergötland y Brígida, no obstante hubiera tenido ocho hijos, con la ayuda del marido que como ella era terciario franciscano, se dedicó a los pobres y a los enfermos. Fue dama de corte pero no resistió a la vida frívola de los soberanos y regresó a su casa. La vida de Brígida cambió cuando comenzó a tener visiones de Cristo, el cual en una de éstas la escogió como “su esposa” y “mensajera del gran Señor”. Durante las visiones, Cristo le pedía trabajar por el bien de su País, de Europa y de la Iglesia. Ella, entonces, envió cartas y mensajes a los soberanos y al Papa. Mientras tanto fundaba una Orden Religiosa, llamada del Santísimo Salvador que quería inspirarse a la Iglesia primitiva unida en el Cenáculo junto a María. La nueva Orden fue aprobada en 1370. Brígida había obtenido como regalo del rey, el 1º de mayo 1346, el castillo de Vadstena, y había comenzado los trabajos de restructuración. Este lugar será más tarde la cuna de la nueva Orden. En otoño de 1349, Brígida viajó a Roma con motivo del Año Santo del 1350. Desde entonces Roma fue su segunda patria. A los 70 años, Brígida fue a Tierra Santa donde contrajo una enfermedad che la llevó a la muerte el 23 de julio de 1373. Antes de morir recibió el velo de monja de la Orden fundada por ella. Brígida de Suecia fue proclamada santa el 7 de octubre de 1391 por el Papa Bonifacio IX. De ella nos han quedado las “Revelaciones” con las que Brígida enseñó el Evangelio al pueblo, con un lenguaje sencillo e inmediato. 23 El Papa Juan Pablo II la proclamó compatrona de Europa el 1 de octubre 1999. Santa Brígida es también la patrona de Suecia. Además de las noticias que nos llegan a través de la historia, sabemos otras muchas cosas por una carta que Madre Riccarda escribió a la Condesa de Sparre, muy amiga de las brigidinas, en la que nos narra el discurso del Obispo de Estocolmo sobre santa Brígida. Para él ella “fue una madre ejemplar y una esposa fiel”. Su Orden tuvo una gran influencia en la vida religiosa de los Paises Escandinavos. Fue disuelta primero con la Reforma Protestante luterana, después con la Revolución Francesa, mientras que una semilla quedó en los nueve monasterios esparcidos por Europa los cuales fueron visitados por Madre Isabel. De esta figura se enamora Maria Hesselblad y empieza a concebir la idea de convertirse al catolicismo. Habla de esto con el padre J.G. Hagen, el cual, después de varios encuentros, en la fiesta de la Asunción de la Bianventurada Virgen la acepta en la Iglesia católica. Vuelve a Roma y en la casa de santa Brígida encuentra a las monjas Carmelitas. Vive con ellas durante cuatro años. Mientras tanto tomó contacto y visitó las nueve comunidades brigidinas que sobrevivieron en Europa desde la época medieval. Eran las de Syon, no lejos de Londres, Altomünster en Alemania, dos en Holanda, cinco en España. En este tiempo María, ya religiosa con el nombre de Isabel, había conocido a Benedicto Williamson, un joven arquitecto de Londres que había venido a Roma en 1904, para hacerse sacerdote, pero que, aconsejado por un amigo de la abadía de Syon, quería trabajar para dar vida a los hermanos de santa Brígida. Padre Williamson había nacido en Londres el 6 de junio de 1868 en una familia Anglicana. 24 Se hizo amigo del padre jesuita William Eyve y le pidió entrar en la Iglesia Católica. Fue acogido en el 1896, a los 28 años. Había sentido la llamada a la vida religiosa y había entrado en la Abadía de Farnborough el 15 de agosto de 1903. En el 1906 lo encontramos en Roma donde fue ordenado sacerdote el 6 de junio de 1909. Regresó a su patria, pero no a su Abadía, sino que lo hicieron párroco de Earlsfield (Londres). Aquí se unió al padre Charles Murphy che había sido ordenado sacerdote con él en Roma y los dos habían tomado la decisión de hacerse hermanos de santa Brígida. Tenían numerosos jóvenes postulantes que estudiaban y vivían con ellos en la casa parroquial. De esta realidad parroquial saldrán las tres primeras vocaciones brigidinas inglesas que llegarán a Roma en 1911. En 1914 llegará también la futura Madre Riccarda. Después de algunas vicisitudes, se establece en Roma. A lo largo de los años padre Williamson siguió los acontecimientos de la Orden y las anotó en su diario. Sabemos de este modo que en 1939 había vuelto a Roma y había encontrado en la Plaza Farnese a Madre Isabel y a Madre Riccarda. Murió en Roma el 27 de octubre de 1948. El renacer de la Orden Brigidina Madre Isabel quería reavivar la antigua Orden brigidina, no fundar una nueva, sobretodo porque conocía bien los límites de su salud que la acompañarán durante toda su vida, tanto que en 1948 Madre Riccarda escribirá a la hermana Francesca Lalli: “Pobre Madre, verdaderamente es una víctima, son pocos los días del año en los que se encuentra un poquito mejor”. Sin embargo, sucedieron dos hechos que la obligaron a recapacitar sobre el proyecto: la muerte repentina de la Madre Hedwig, la carmelita que la había acogido en el monasterio de 25 Plaza Farnese, y la llegada a Roma, para compartir su vida, de las jóvenes inglesas. A la muerte de Madre Hedwig la nueva superiora de las Carmelitas le hizo notar que no podía estar en el monasterio porque no estaba integrada con ellas en La Orden carmelita y le ofrece el alquiler de un piso en la parte del edificio que daba a la calle Monserrato y que después tuvieron que dejar en 1912. Entretanto el padre Benedicto Williamson había encontrado tres jóvenes que querían venir a Roma para vivir la experiencia brigidina, como la que había vivido Hermana Isabel. Las jóvenes eran Caterina Flanagan, después Hna. Caterina, y Amy Davis que tomó el nombre de Hna. Reginalda. La tercera volverá enseguida a Inglaterra habiéndose dado cuenta de que no era aquella la vida que buscaba. Las tres llegaron a Roma a primeros de septiembre de 1911 y Madre Isabel las acogió con gozo y entusiasmo. En marzo del año siguiente, 1912, llegó de Inglaterra otra joven, mandada por el padre Benedicto, que tomó el nombre de Hna. Brígida y poco tiempo después, en 1914, llegó Katharine Beauchamp Hambrough, que cambiará su nombre por el de Hna. Riccarda. Katharine se demuestra una persona de “estatura imponente y al mismo tiempo de gran dignidad”, como recuerda en sus declaraciones para la causa de beatificación Madre Famiglietti. Volverá a Inglaterra solo después de muchos años y desde su tierra escribirá a Hna. Francesca Lalli el 19 de julio de 1937: “Me parece un sueño estar en Inglaterra después de una ausencia de más de 23 años; pensaba que no volvería a ver mi patria nunca más en esta vida”. Más tarde la pequeña comunidad junto con Madre Isabel, a finales de 1912, deja la casa de la calle Monserrato y encuentra una nueva casa 26 en la Via Aurelia, 133. Cuando el propietario les pide un alquiler demasiado alto para ellas, estas se trasladan a Via Corsica y después, en 1919, en Via delle Isole. Trabajan sobre todo cosiendo y haciendo bordados y así empiezan a tener contactos externos, sobretodo con los suecos, a los cuales ofrecen hospitalidad y alojamiento a precios bajos, como hacían los antiguos monasterios medievales. Madre Riccarda en la carta a las Hermanas del 5 de enero de 1925 nos hace saber que su conventito “está separado de la casa de los huéspedes”, pero que están atendidos por las Hermanas. Los Huéspedes, de este modo, viven de manera económica y al mismo tiempo adquieren espiritualmente otra riqueza porque las Hermanas con su estilo de acogida testimonian los valores evangélicos de pobreza y de caridad, algo que sorprende favorablemente a todos los que acogen en sus casas. A este trabajo se añade la oración litúrgica y personal. En los primeros tiempos la comunidad sigue el antiguo Oficio brigidino que cambian después con el romano. 27 3 Katharine Beauchamp Hambrough en Roma Katharine Beauchamp Hambrough e Isabel Hesselblad Hemos dicho Katharine llega a Roma en el 1914 para hacer una experiencia de vida claustral junto a la Madre Isabel Hesselblad, acompañada de las referencias del padre Williamson. Además de éstas tenemos una carta de la Abadesa del monasterio benedictino que adjuntamos como testimonio directo de su personalidad. Tyburn Convent A.S.H. 6 Hyde Park Place, London, W. 4 de noviembre de 1914 Querida y Reverenda Madre, 28 Hna. Richard ha sido nuestra postulante durante dos meses más o menos y nos ha dejado por voluntad propia, porque no se sentía llamada para nuestra Congregación. Durante el tiempo que ha estado con nosotras la hemos encontrado muy obediente, generosa, afable y siempre dispuesta a sacrificarse por los demás. Nos alegramos de saber que ha encontrado su vocación entre vosotras y tenga la seguridad de que será una excelente religiosa. Pidiendo sus oraciones, querida y Reverenda Madre, sinceramente suya en el S. C Hna. María de S. Pierre Sup. G.le Venir a Roma no tuvo que ser fácil para Katherine ni para su familia que estaba más contenta de tenerla en el monasterio de Londres, junto a su casa y en su tierra. Muchos años después, el 11 de noviembre de 1953, Madre Isabel recordando los primerísimos tiempos de la fundación habla de la Hna. Riccarda en estos términos: “Cuando llegó de su elegante casa de Inglaterra, ella era la más humilde entre las hermanas. Yo estaba muy enferma, vivía en la pequeña casa detrás de San Pedro, allí no había electricidad ni estufa de gas. El invierno era muy frio y nosotras no teníamos la posibilidad de calentar la casa. Ella se levantaba a las dos de la madrugada, iba a la cocina, encendía un poco de carbón y calentaba agua para ponerla en mi cama. Todas las demás dormían”. Recuerda también la fatiga para encontrar una casa mejor: “El Señor nos había bendecido, permitiendo que nuestra Comunidad alcanzase el número de catorce miembros, pero era muy dificil, después de una larga 29 guerra, encontrar una casa más conveniente. Muchas veces Madre Riccarda y yo teníamos que caminar durante mucho tiempo en el calor de Roma hasta las afueras de la ciudad; allí nos habían informado que habríamos encontrado algo más conveniente, una pequeña casa de campo. Muchas veces el calor era tan fuerte que al regreso, cuando nos quitábamos las medias, también la piel se arrancaba. En estas y otras muchas dificultades ella fue de gran ayuda para la Obra a gloria de Dios”. La Hermana Clara Colasanto, que entró en las brigidinas en 1919 recuerda: “En esta nueva casa entró, en febrero de 1914, hna. Riccarda la cual ocupó rapidamente el lugar más cercano a la Madre y, como ella misma la llamó, fue su Cirineo porque con ella compartió las pocas alegrías y las muchas pruebas y sacrificios que tuvo que sostener para obtener de nuevo en propiedad la casa de la Santa Madre y consolidar la Obra que el Señor le había confiado. Fueron años de oración, ansias, sufrimientos físicos y morales que nuestra querida y generosa madre acogió y abrazó con amor, al final su deseo fue atendido y las fatigas y los sacrificios fueron coronados”. Con el pasar del tiempo llegó para Katherine el día de la vestición religiosa. Madre Isabel recuerda así ese día: “La ceremonia es presidida por el Reverendísimo Padre Hagen S.J. El oratorio, adornado con flores de los jardines vaticanos, es bellísimo. Dos grandes candelabros de bronce sostienen las velas, adornadas con un lazo blanco, que arden junto a las nuevas hermanas. Después de la vestición tuvieron un encuentro con el Papa Benedicto XV. Durante la audiencia el Papa quiso saber dónde vivían. Madre Elisabetta respondió que les hubiera gustado vivir en la antigua casa de santa Brígida, en la Plaza Farnese, pero la casa estaba 30 habitada por las monjas Carmelitas. Aquella casa era el sueño de sus vidas, sueño que se realizará solo muchos años después. La vestición religiosa Antes de la vestición religiosa Katharine tuvo que escoger un nombre y eligió el de Riccarda en honor del mártir inglés que vivió en la abadía de Syon, Riccardo Reynolds, uno de los más notables estudiosos y eclesiásticos del tiempo que, con Tomás Moro y otros, se opuso a las pretensiones del rey Enrique VIII. En el 1535 fue encarcelado y, pocos meses después, asesinado. La Abadía de Syon fue oficialmente clausurada en 1539. La Comunidad de hermanas tuvo que escapar a Flandes, después se estableció en Rouen, cerca del rio Sena, y finalmente en Lisboa, Portugal. Muchas jóvenes dejaron Londres en secreto para unirse a ellas. A finales del siglo XIX, regresaron de nuevo a Inglaterra. En estos años de exilio, habían llevado con ellas una preciosa reliquia de Richard Reynolds. Era un capitel gótico manchado con su sangre. De hecho, Richard después de ser ahorcado, según la costumbre de aquel tiempo, fue “descuartizado” y los restos fueron colgados en la reja de la Abadía de Syon de la que formaba parte aquel capitel y que volvió a Inglaterra con el regreso de las monjas de Syon. Este mártir es el que quiere recordar Catherine y por eso escoge su nombre. Antes de la vestición ella escribe una carta a Madre Isabel. Es el 8 de de septiembre de 1914: 31 Reverenda y querida Madre, Quiero escribirle una carta a la vigilia del día en que seré revestida “del hábito de Nuestro Señor”. Antes de nada, mi querida Madre, quiero decirle con toda humildad, que siento muchísimo todas las penas y desilusiones que le he causado desde que llegué aquí, a causa de mi debilidad y de mi egoismo: siento muchísimo mi ingratitud y todas las preocupaciones y molestias que os he causado. Le ruego, querida Madre, que me perdone y le pido que continúe a tener paciencia conmigo. Yo prometo, delante de Dios Omnipotente, de hacer todo lo posible en adelante, para no pensar en mi misma. Le pido, Madre, que rece mucho para que Nuestro Señor tenga piedad de mi y me de fuerza y valentía, fe fuerte y amor grande. Sobretodo pida a la Virgen y a nuestra Santa Madre que me ayuden. Quiero también agradecerle mucho, con todo mi corazón, querida Madre, por todo lo que ha hecho por mi. Usted ha sido muy buena conmigo y ha hecho todo lo que hubiera podido hacer mi misma madre, habiendo sido tan paciente conmigo. Soy indigna de todo, pero procuraré demostrar mi gratitud con mis actos. Le agradezco mucho todo lo que ha hecho para prepararnos a nuestra vestición. Yo rezaré mucho por Usted mañana, por sus intenciones y pediré al Señor, si es su santísima voluntad, querida Madre, que Él haga que mejore en su salud. De su devota y agradecida, pero indigna hija Hna. Riccarda P.S. Le ruego, Madre, que pida a nuestra Santa Madre para mi un gran amor a mi vocación y la gracia de ser siempre digna de ella. 32 En esta carta la joven inglesa, mientras está para comenzar el noviciado, se confía con humildad a la guía y oración de la Madre Isabel. Ella, que ha experimentado la vida religiosa, sabe que su vida con Dios, ahora pasará a través de sus superiores, que son la expresión del rostro de Dios sea en la ternura que en la severidad. A menudo, más adelante, escribiendo sobre la vida en común a las religiosas de los otros conventos, volverá sobre este tema subrayando que si los superiores hacen sufrir son solo instrumentos en las manos de Dios para una purificación más profunda. Por su parte Madre Isabel comprende el valor de la joven inglesa y le reconoce una participación en su carisma fundacional y hace de ella, como dice hna. Clara, su Cirineo. En realidad hna. Riccarda es más que un Cirineo. Acoge toda la fuerza de un carisma que es oficialmente reconocido a Madre Isabel, pero que ella siente la necesidad de compartir en la penumbra, en una vida de profunda humildad, aunque hoy, a distancia de años, podemos decir que el carisma fundacional que le fue dado como un don a Madre Isabel, le fue dado también a ella. Es como si Dios hubiese mandado primero a Madre Isabel a una obra que Madre Riccarda tenía que realizar eficazmente, dadas las particulares condiciones de salud de Madre Isabel. Por este motivo, reflexionemos aquí sobre el carisma fundacional, propio de aquí comienza una experiencia nueva en la Iglesia, como lo es para Madre Riccarda. El carisma fundacional 33 Antes de ir adelante aclaremos el significado de un término que ya hemos usado sin detenernos a comprender todo su significado en términos teológicos. Se trata del término “carisma”. Este deriva del griego “charis” y significa “gracia” es decir “don gratuito”. San Pablo lo usa en sus cartas cuando quiere hablar del don de la vida eterna (“El don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Nuestro Señor” = Rm 6, 23), o de la gracia (cf Rm 5, 15). En este caso, “carisma” indica la salvación de Dios manifestada en Jesucristo. Sobretodo San Pablo lo usa cuando quiere indicar el don de una vida entregada al servicio de los hermanos. Entonces escribe: “Existen diversidad de carismas, aspirad a los carismas más grandes” (1 Cor 12, 4. 31), retomando cuanto escribe San Pablo en su primera carta: “Cada cual ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pt 4, 10). El creyente, por lo tanto, ha recibido el carisma de la gracia para poder él mismo dar a los demás el don o los dones recibidos. Cuáles son estos dones y estos servicios que el creyente está llamado a dar a los hermanos? San Pablo ofrece ejemplos concretos en 1 Cor 12 y Rm 12: El apostolado, las curaciones, la profecía, el don de las lenguas, la misma fe, pero quiere indicar una multiplicidad enorme de posibilidades de servicios, todos necesarios. De hecho, cada carisma es una expresión válida de la potencia de Cristo, pero ningún carisma puede pensar que es el único instrumento del Espíritu o un instrumento privilegiado. A este propósito San Pablo usa la metáfora del cuerpo humano que necesita la eficiencia de todos los miembros para estar sano. Llevado a lo concreto, su ejemplo significa que en la Iglesia debe existir una unidad orgánica de los diversos servicios, cada uno con su específico y auténtico modo de expresar la riqueza del rostro de Dios. Cuando se tiene delante la vida de una o más fundadoras, lo primero que se nota es que en aquella persona Dios quiere mostrar un aspecto del rostro de Cristo que hasta aquel momento no había salido a la 34 luz o se había desatendido u olvidado. Se busca qué cosa Dios, en aquel tiempo y en aquella historia, quiere decir a toda la Iglesia, a través de una o más personas que se dejen conducir por el Espíritu Santo y se pierdan en el misterio de Dios. A veces todo está claro desde el principio de una fundación, otras veces se necesita un largo periodo de tiempo para clarificarse y leer los signos humanos o divinos que involucran a las personas. Las experiencias anteriores de Madre Isabel la han llevado a hacer resurgir la Orden de santa Brígida, las de Madre Riccarda le han hecho comprender mejor la relación entre la vida contemplativa y la vida activa, propio de la santa sueca, que ha pasado a la historia como una grande contemplativa al servicio concreto del prójimo. Recordamos que, por este motivo, ella había dejado a las benedictinas cuya vida procedía solo entre los muros de su convento. Pero Madre Isabel y hna. Riccarda sienten la necesidad de actuar el mismo carisma y en las dos asistimos a un fenómeno que podemos definir inusual en los conventos. Hna. Riccarda nunca será destinada por mucho tiempo fuera de Roma, a otros monasterios, para ejercer cargos de duración y vivirá junto a Madre Isabel. Este hecho podría parecer extraño desde el punto de vista humano, porque están implicadas dos personas que habiendo vivido siempre juntas podrían haber tenido actitudes de dependencia recíproca, pero visto desde el plano sobrenatural adquiere otra tonalidad completamente diversa que las dos hermanas comprenden muy bien, tanto que Madre Isabel llama a hna. Riccarda su san Juan refiriéndose al discípulo “amado” de Jesús, además de “Cirineo” por la ayuda en llevar adelante el proyecto de Dios. Más allá de la estima recíproca entre las dos hermanas, se nota una complementariedad: Madre Isabel es fuerte, pero siempre enfermiza, y hna. Riccarda posee las dotes naturales para 35 gestionar con delicadeza situaciones difíciles y complejas. Hemos visto que proviene de una familia de origen noble, que posee una humildad que es reconocida por la Abadesa del monasterio de las benedictinas donde ha hecho su primera experiencia religiosa, que tiene la delicadeza de una educación fuera de lo común, que sabe ser “Cirineo” como la define la cronista del monasterio de la época sin hacerlo notar. Y, añade Madre Tekla Famiglietti, actual Abadesa de la Orden, que ha conocido bien Madre Riccarda, que su colaboración la ofrece “con total humildad, obediencia y caridad siempre con la sonrisa en los labios”. Madre Tekla añade: “Sin ofender a nuestra beata fundadora: si ella era considerada ciertamente una santa, Madre Riccarda era considerada dos veces santa”. De hecho, su vida estará estrechamente entrelazada con el desarrollo de la Orden y ella aceptará con naturalidad su misión, unida con aquel Dios en cuya intimidad vive día a día y del que proviene su personalidad típica de mujer entregada a Dios y al prójimo. 36 PARTE II: SUMERGIDA EN DIOS POR LOS HERMANOS 37 1 La vida con Dios La vida mística Para entender a Madre Riccarda, se tiene que entender antes su específica relación con Dios, hecha de fe, de comunión, de abandono y de tantas virtudes comunes en la vida de los cristianos, pero que cada uno vive a su manera. Ciertamente la suya es una vida mística, hecha de la conciencia de estar movida por el Espíritu Santo e introducida, a través de Cristo, en la dinámica trinitaria. Esta tiene unas características que se entrelazan en su naturaleza humana y en su educación específica. De todas formas, para evitar cualquier malentendido sobre Madre Riccarda, mujer mística, se necesita antes que nada aclarar los terminos usados porque no resulta que ella haya tenido aquellas manifestaciones 38 sobrenaturales físicas o psíquicas che, en general, permiten considerar a una persona un místico o una mística. Todos, de hecho, sabemos que cuando se habla de mística se piensa enseguida en fenomenos como los estigmas, por ejemplo, o sea a fenómenos físicos visibles y extraordinarios. No sabemos, siquiera si ha tenido experiencias místicas, o sea aquellos breves contactos sensibles con la Trinidad que dejan una señal en el espíritu y que generalmente, quien los tiene, los cuenta en los diarios espirituales con pudor, pero que no se olvidan jamás en la vida. Madre Riccarda vivía lo que por definición es la “vida mística” che no se ve, pero de la que se ven los frutos del Espíritu que San Pablo nos indica: “Amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5, 22). También ella, con la creación, ha tenido la imagen de Dios y con el bautismo la participación a la vida divina. A estos dones ha añadido su deseo de una vida siempre más íntima con Dios. Como en los amores humanos el pensamiento va continuamente hacia la persona amada y el corazón la tiene presente en cada momento aunque esté ocupada en otras actividades propias de la vida diaria, así la vida mística es vivir conscientemente el “Para que velando o durmiendo, vivamos juntos con Él. (1 Ts 5, 10). Es un don que Dios ofrece a todos los bautizados y a todos los hombres creados a su imagen (cf Gn 1, 27), pero del que, en general, no se tiene conciencia o no se quiere tener, porque “fuerte como la muerte es el amor” (Ct 8, 6) y tiene siempre una dimensión de sufrimiento que no se quiere aceptar, o porque nadie nos ha dicho que dentro de cada uno se esconde, adormecido, un místico, como afirma Bergson, y que se despierta solo con la presencia y las palabras de quien se ha abandonado totalmente al Dios presente, lejano y cercano, como decía Margherita Porete, una mística del 1300. Lejano porque es Dios, cercano porque en Cristo Jesús ha revelado su Rostro y en él nos ha “hecho reyes”, como afirman los Padres de la Iglesia, pero nos deja libres 39 de acoger o rechazar este don que no es automático, recibido una vez para siempre, sino que movidos por su gracia, sentimos el deseo de unirnos a Él día a día. Este que parece un discurso difícil se vuelve sencillo si pensamos en el paraiso terrestre. Antes del pecado Dios paseaba con Adán, había una relación de amistad e intimidad continua entre ellos. Cuando Adán y Eva quisieron, no por gracia sino por soberbia, ser como Dios, pecaron y se escondieron, no pudiendo soportar la presencia del Dios amigo. Ha sido necesaria la Encarnación del Verbo, venido a reparar el pecado original y personal, para que tuviéramos de nuevo la posibilidad de “pasear” con Dios. Pero como de todas formas permanece un poco del veneno del pecado original, se necesita limpiar la imagen de Dios en el hombre hasta llegar a ser conformes a Cristo, el cual revelándose (cf GS 22), hace capaz al hombre de ahondar en lo más profundo de su ser donde vive Dios, respetando la voluntad de ruptura definitiva con Él, que después lleva al infierno. Esto no significa que no se cometerán ya más pecados mientras se vive, al contrario la fragilidad personal se experimenta día a día, pero exige volver a levantarse después de cada caída para hacernos abrazar de nuevo por el Padre, como el hijo pródigo y comprender que el bien supremo es aquel al que el hijo mayor de la parábola, que quería un cabrito para hacer fiesta con sus amigos, no había pensado nunca mientras el Padre le dice: “Tu has estado siempre conmigo y todo lo mio es tuyo” (cf Lc 15, 31). Pero él no lo acepta y no lo entiende y no entra en la casa del Padre para participar en la fiesta. A todos nos puede suceder lo mismo: trabajar tanto, rezar tanto, porque se piensa que así se está con Dios, que así nos hacemos santos, pero en realidad nos convertimos en “cisternas resquebrajadas” (Jer 2, 13) que a simple vista parece que están bién, pero después no sirven para 40 nada. También nos podemos dejar llevar por el orgullo, como Lucifer, de ser como Dios. El hecho que Madre Riccarda recomiende siempre la humildad y la viva ella misma, como podemos notar en algunas expresiones de sus cartas, de las que citamos algunos fragmentos, en las que nos dice que había entendido bien la esencia de la vida cristiana. Por ejemplo, escribiendo a la Abadesa de Syon el 13 de diciembre de 1917 afirma: “Nuestra queridisima Madre hubiera querido escribirle personalmente, pero desgraciadamente, está delicada en cama, y me ha pedido que la escriba de su parte”. Se hace así instrumento de otra, mientras hubiera podido ponerse en el lugar de la Madre, o también cuando en el 1924 escribe que ha tenido el “gran privilegio ... de ser su compañera de viaje”. No ponerse al centro de la atención es típico de su profunda humildad que nos hace percibir que su vida con Dios era auténtica. Por este motivo, en lo cotidiano, en sus acciones se podían reconocer las virtudes teologales y las cardinales además de la delicadeza, la acogida y el valor del apostolado del sufrimiento, cosas todas de las que nace después la fecundidad de sus obras, que nos recuerdan la espresión de Jesús: “Cada árbol se reconoce por sus frutos” (Lc 6, 44). El don de la vocación religiosa En la carta escrita el día anterior a la vesticion, que ya hemos mencionado, se evidencia la certidumbre de que su vocación es el don que Dios le hace para que ella pueda ser feliz por siempre, o sea, tener intimidad con Él. Años después, en el 1946, escribe: “La vocación viene de Dios y no de los hombres”, lo que nos hace entender que ella considera su vida como religiosa un gran don de Dios. 41 Ante este don toma la responsabilidad de acogerlo, como afirma en la siguiente carta dirigida al padre Federici en la que pide, junto a las demás, “recibir el velo”: Rev. Padre, Nosotras, las hijas de S. Brígida, pedimos humildemente a Su Reverencia que tenga la bondad de pedir al Ilustrísimo señor Cardenal Vicario que nos conceda la gracia de recibir el velo negro en la fiesta de nuestra Santa Madre, - 23 de julio – o en la fiesta de la Asunción, 15 de agosto. Nuestro confesor, Padre Hattais, General de los Sacerdotes de la Misericordia, está muy bien dispuesto, y piensa que aquella grande gracia de unirnos más fuertemente a nuestro Divino Esposo, hará mucho bien a nuestras almas. Será también una gran consolación para nuestra querida Madre Superiora. Pensamos que sería una gran ayuda para caminar con entusiasmo por la via de la perfección. Comprendemos que nuestra responsabilidad será mayor, pero para esta, con la gracia de Dios, estamos preparadas. Con profundo respeto, se lo agradecemos anticipadamente; pedimos también sus oraciones y su santa bendición para nuestra querida Madre y para todas nosotras. Sus humildes hijas en Corde Jesu Sor Maria Bridget Sor Maria Catherine Sor Maria Reginalda 42 Sor Maria Richard. Sor Riccarda, como las otras, sabe que la confirmación por parte de la Iglesia trae consigo la aceptación de una gran responsabilidad y lo subraya escribiendo a una hermana, sor Clara Colasanto, años después, el 14 de noviembre de 1923: “Queridísima hermana Clara mia... Finalmente ha amnecido para ti aquel día glorioso y tan solemne de tus desposorios con el Esposo Divino. Estoy segura, querida, que durante estos meses has preparado de manera diligente tu vestido nupcial”. No se puede acoger el día solemne de las bodas con superficialidad o solo por un deseo personal de “colocarse”. La vida religiosa tiene sentido si se vive “solamente por Dios, para darle más gloria”, aceptando, todo aquello “que Él quiere y permite” para que al final de la vida se pueda tener conciencia de no “haber desaprovechado la gracia”, como ella escribe en la misma carta. De todas formas, no hay que sentir la responsabilidad como un gran peso que nos aplasta. De hecho, a la misma hermana escribe el 18 de noviembre de 1926: “Pediré a Jesús que le conceda la gracia de estar siempre enamorada de Él para que su vida sea un continuo acto de amor”. Será propio este continuo acto de amor el que permitirá a hna. Clara ser santa, “pero de la manera que Él quiere y con los instrumentos que Él crea necesario utilizar”, por eso a hna. Clara no le queda más remedio que someterse “con humildad y dulzura, y sobretodo con amor tierno a lo que Jesús quiere hacer de ella”, sin rebelarse “a los toques de este divino Maestro y Esposo”. Estos toques pueden ser , como escribirá a hna. Agata Ranieri el 7 de novembre de 1941, “una grandísima gracia” gozosa, pero también dolorosa, dado que “Él mismo nos ha dicho: “Si alguien quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8, 34). En este vaivén de luz y de dolor Madre Riccarda dice que se llegará a la unión con Dios y en la realización de Su Divina Voluntad, momento por 43 momento, se encontrará la felicidad”, como escribe en la misma carta. Y para ser felices es necesario, según ella, que Dios sea el único fin de su vida por lo que puede escribir a Hna. Rosaria Cariglia el 21 de noviembre de 1941: “Querida hija, nosotras las religiosas, y esposas de Jesús tenemos una gran responsabilidad y de esta responsabilidad tendremos que dar cuenta un día, pero no debemos desalentarnos, amor y confianza serán las dos alas con las cuales volaremos en alto y superaremos los obstáculos; pidamos a nuestro esposo Divino los dones sublimes de un amor ardiente y una confianza indestructible”. Madre Riccarda enseña con dulzura la conciencia del don y la responsabilidad de tal don, pero también que es Dios el que llena el corazón de amor ardiente. Dios está siempre al centro, un Dios que ofrece dones gratuitos y que es fiel, como recuerda continuamente la Sagrada Escritura. El camino a la santidad: confianza y deseo, obediencia Y unión de voluntad La segunda característica de su experiencia con Dios es para Madre Riccarda el caminar hacia la santidad en fe pura y deseo ardiente. Para ella la santidad se identifica con “el mayor progreso en el camino de la virtud y de la perfección religiosa, meta última de nuestra vocación”, como escribe el 26 de mayo de 1961 a la Madre Mechtildis y como repite a hna. Maria Grazia Compagnoni el 27 de mayo de 1961: “No hemos por ventura venido a la religión para practicar la virtud y crecer día por día en la perfección?”. Esta santidad se apoya en la fe en Dios el “único que nos puede dar felicidad”, como escribe el 2 de julio de 1924 a la Condesa von Rosen y que sabe que cosa se necesita “para nuestro bien presente y para nuestro Eterno bien” como añade a la misma el día 8 de julio de 1927. 44 Madre Riccarda es hija de su tiempo, cuando la teología anticonciliar ponía el acento no tanto en que es Dios el que nos hace partícipes de su santidad a través de Cristo, respetando nuestra voluntad, sino que es sobretodo el hombre quien se prepara en esta vida “para la vida que dura para siempre”, como escribe el 6 de febrero de 1926 a la Condesa. Por eso ella repite a menudo frases como “tener que caminar en santidad”, “llegar a la santidad”, “ me tengo que hacer santa”, según el lenguaje propio de la religiosidad de su tiempo. Con el tiempo, sin embargo, después de casi 25 años de vida religiosa, en el 1937, anticipando el Concilio, mientras escribe a hna. Francesca el 17 de noviembre de 1937 intuirá que “para dar Jesús a las almas, tenemos primero que cultivar, con la gracia divina, una vida interior muy profunda, la vida de Jesús en nosotros”, que Él “pone en nosotros un grandisimo amor por Él – Su Santidad – su fuerza y el amor por el sacrificio”. Parece que haya experimentado que, en el fondo, lo importante es acoger la santidad de Jesús aún en las cosas pequeñas y sencillas: Jesús quiere “nuestra fe, nuestra confianza y perseverancia en el pedir”, dice a Hna. Gema el 26 de agosto de 1936, porque “cuando Jesús ha destinado una cosa, Él nos da todo lo necesario , espera de nosotros solamente el consentimiento de nuestra voluntad y nuestra confianza en Él”, dice a Hna. Francisca el 1 de diciembre de 1937. Después recomienda a esta última el 8 de diciembre de 1937 no soñar grandes cosas, sino confiar ciegamente en Él, porque “Nuestro Señor es bueno y nos escucha siempre”, come escribe a la condesa von Rosen el 11 de julio de 1947. La fe le hace ver a Dios no solo como el misericordioso y el dador de todo bien, sino el “Omnipotente”, como escribe el 6 de febrero de 1946 a la amiga Eva, hermana de Madre Isabel y “puede 45 darnos lo que necesitamos para nuestro bien”, por eso le tenemos que demostrar “nuestra gratitud con una vida virtuosa”, como subraya el 26 de noviembre de 1948 a las Hermanas de Lugano, en nombre de Madre Isabel. Tal fe, don de Dios, exige un deseo de unión, el “deseo de que su amor se encienda cada vez más en nuestros corazones”, como escribe el 2 de junio de 1961 a las Hermanas que viven en la India, y en ocasión de una Navidad recomienda: “Pedid al Señor que llene vuestros corazones de amor por Él y con el deseo de darle todo”, mientras ella, en la fórmula de la profesión muchos años atrás había recitado: “Impulsada por el deseo de servirte”. Para subrayar como este deseo sea necesario para vivir con Dios, añadimos otros tres escritos. El primero del 23 de abril de 1924 a Sor Clara que ella afectuosamente llama “mi monaguilla” y donde dice: “espero que te hagas una verdadera santa por la gloria de Dios, no es fácil, pero teniendo un tan gran deseo en tu alma, quiere decir que Jesús te ha destinado para serlo, y Él no te hará faltar nada de lo que necesites con todos los medios posibles” y todavía algunos meses después, el 2 de julio de 1924, le recuerda: “De joven novicia tenías siempre un vivo y fuerte deseo de la perfección religiosa, y Jesús dándote este deseo (porque es un don del Buen Jesús) te da también los medios para llegar poco e poco a la plena realización de este deseo que Él mismo ha sembrado en tu alma” y ella lo puede decir con razón pues fue su maestra de novicias. El último fragmento ha sido tomado de una circular del 5 de enero de 1925 en el cual hace constar llena de alegría, junto a Madre Isabel, que sus “hermanitas” del convento en Via delle Isole están movidas “por el deseo de crecer en santidad”. 46 Tal santidad exige, según ella, la obediencia y la unión de voluntad. Por lo que se refiere a la obediencia, nos remitimos primeramente a Cristo Nuestro Señor. De Él se pueden decir muchas cosas, pero quizás la que más impacta es la obediencia (cf Jn 5, 30) que coincide con la perfecta unión de voluntad. Madre Riccarda parece haber entendido, más allá de las distintas facetas de la personalidad humana de Cristo, propio ésta, que es la esencia de su ser. El fiat parte de María, se desarrolla en la vida del Hijo hasta el fiat del Getsemaní como el medio mejor para poder decir: “todo está cumplido” (Jn 19, 30). ¿Qué cosa se ha cumplido? El proyecto del Padre que crea al hombre para la intimidad con Él, intimidad rota por el pecado original y reconstruida por Cristo que puede decir: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn, 4, 34). Sin alimento no se puede vivir, por eso, también en la vida cristiana, si se quiere vivir, se necesita tomar de este alimento. Riccarda lo ha entendido bien por eso lo repite en muchas cartas. Nosotras presentamos solo algunas. A Sor Francisca el 27 de marzo de 1950 escribe: “ Solo en la adhesión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios está el verdadero amor al Señor y la verdadera santidad”. A la Condesa von Rosen el 9 de enero de 1943: “Sabemos que Nuestro Divino Salvador hace bien todo aquello que permite o quiere directamente; que su Divina Voluntad, actuada perfecta y amablemente, sea la meta y el deseo de sus hijos. Solo en ésto encontramos la verdadera paz y felicidad”. El 13 de agosto de 1936 escribe a una hermana: “La única felicidad es la unión con Dios, uno con Él en la perfecta uniformidad de nuestra voluntad a la voluntad Divina en todo”. Esta unión de voluntad que identifica a Cristo no quita “amarguras, dificultades y sufrimientos” pero “hace que nuestra vida sea una oblación 47 a Jesús para su gloria y para su Reino en las almas”. Por eso la oblación, que es la abnegación de si, le hace escribir desde el 25 de octubre de 1915 a la Abadesa brigidina de Syon que rece por ella y por las hermanas que se preparan a la vestición con ella “para que puedan crecer en fervor y abnegación”. A las hermanas de Lugano el 16 de julio de 1930 escribe que es necesario “abandonarse en Él, y ... renovar el sacrificio de todas nosotras a nuestro Señor”. Aquí Madre Riccarda no se dirige solamente a las hermanas, sino que se hace partícipe con ellas. Al principio habla de abandono total de cada una, después continúa con el “nosotros” para expresar una tensión hacia la santidad que es también la suya. El 19 de agosto de 1933 a Sor Teresa, le hace recordar todo lo que vivió la pequeña S. Teresa de Lisieux que “deseaba ser una pelotita en las manos de Dios. Este deseo debe ser también el suyo de modo que Jesús pueda hacer lo que quiera, casi como en un juego entre niños que se divierten a jugar con una pelotita”. La infancia espiritual, una actitud que no tiene nada de infantil, al contrario, pide una fuerza fuera de lo común, hace ser “como una pelotita de Jesús” que nos purifica y nos hace vivir solo para la gloria de Dios. 48 2 La imitación de Cristo pobre y crucificado y de María El espíritu de pobreza y la oración Como se ve, la abnegación es la pobreza de sí en el modo más completo. Y aquí Madre Riccarda lleva adelante este otro aspecto de la vida de Cristo, la pobreza, que ella considera en un ámbito más amplio y que encierra en sí también la material de la cual, como religiosos, se hace voto. Veamos que cosa dice a Hna. Zita en algunos apuntes sin fecha: “El voto de “pobreza” es una ofrenda a Dios, por la que renunciamos por siempre a qualquier tipo de dominio, - propiedad, derecho – o pretensión de bienes temporales, pero podemos hacer uso de estos, según la voluntad y una completa dependencia de los superiores, despojándonos de este modo de todas las cosas exteriores, para ser solo revestidas del 49 Espíritu de Cristo Crucificado”. En las cosas exteriores están incluidas todas las cosas, las personas, y las actitudes que no entran en “la ofrenda irrevocable hecha a Dios”. Volveremos sobre este punto. Por ahora nos detenemos sobre la pobreza material porque la nueva Orden vive concretamente esta pobreza. Sobretodo al principio, se necesita de todo y no se tienen los medios ni siquiera para celebrar la misa en la propia casa. Madre Riccarda lo sabe y no tiene dificultad en escribir el 25 de octubre de 1915 a la Abadesa de Syon para agradecerle la oferta recibida de aquel monasterio para las misas de cada día celebradas en su capilla de Vía Corsica, a la cual participan muchas personas de fuera, tanto es así que las hermanas han tenido que destinar como capilla una habitación más grande. La pobreza material se extiende a los vestidos, como se deduce de la carta a Hna. Teresa Pellegrini escrita el 17 de marzo de 1938: “ Nuestra venerada Madre me encarga que le diga que siente mucho haber tenido que mandar el viejo hábito para Hna. María Elena sin haberlo antes arreglado, pero no había tiempo y nuestra querida Madre dice que se fía de su hija Teresa para que haga un buen trabajo, girando el escapulario de arriba para abajo”. Se extiende también a los medios de transporte como el tren por lo que Madre Riccarda está feliz de escribir el 28 de agosto de 1931 a Hna. Clara alegrándose con ella “por haber logrado convencer a nuestra Venerada Madre a viajar en primera clase, cosa que yo no he podido nunca lograr!!”. Esta pobreza radical no la asusta. Sabe que Dios provee a los pájaros y a las flores del campo (cf Mt 6, 28) por eso su fe en Él no disminuye. El 2 de noviembre de 1939 escribe a Hna. Francesca que tienen pocos huéspedes y que la vida está muy cara. Pero añade: “tenemos que agradecer a la Divina Providencia por todo lo que tenemos”. 50 Estamos a la vigilia de la segunda guerra mundial y se acaba de salir de una crisis económica, la de los años treinta, que ha traído miseria a todo el mundo. Madre Riccarda, sin embargo, repite que la providencia no faltará, pero se necesita trabajar mucho, porque, como escribe a la Condesa von Rosen el 23 de enero de 1947: “El trabajo puede ser una oración muy intensa cuando se hace en la presencia de Dios – por Él”. Así el trabajo que sirve para atenuar la falta de todo, se transforma en un don en el momento en que las Hermanas de Suiza se quejan porque las fiestas organizadas en las casas dan más trabajo del normal. Ella, el 5 de junio de 1949 escribe: “Que pena, queridas hermanas, que en cada carta que escriben ... en ocasión de alguna fiesta, hay siempre murmuraciones y lamentos por el trabajo que hay que hacer, pero también aquí hay mucho trabajo siempre, tenemos treinta y tres huéspedes continuamente, y estamos contentas, porque de otra manera en estos tiempos difíciles sería imposible ir adelante. Además de la ayuda económica, al mismo tiempo podemos hacer bien a las almas, que es el objetivo principal por el que tenemos huéspedes en la casa. Con nuestro buen ejemplo y nuestra paciencia podemos hacer un gran apostolado, obtener bendiciones y gracias especiales para las almas. Nuestra amada Madre en su bondad y amor ha recibido a muchas jóvenes sin dote, por lo que no tenemos un gran capital, tenemos que trabajar para vivir, como nos ha dado ejemplo la Sagrada Familia de Nazaret” y conduce la fatiga de cada una al verdadero significado para la Orden: un modo para salvar al mundo, para testimoniar la acogida, para pedir gracias y bendiciones. También durante la segunda guerra mundial a las mismas hermanas que viven en Suiza recuerda el 5 de junio de 1948: “Si nosotros viéramos las cosas (los eventos de cada día) desde el punto de vista sobrenatural estaríamos más contentas, más felices. Es muy fácil para nosotros los religiosos, no tenemos ninguna preocupación, ya sea para comer que para dormir y vivir! ¡Si solo conocieran la pobreza y la miseria de este 51 País, les impresionaría! Cuanta pobre gente sin casa, sin ocupación, tres o cuatro familias que duermen juntas en pequeñas habitaciones, peor que las bestias y sin embargo tienen mucha paciencia, sufren en silencio. Si tenemos que trabajar mucho y nos sentimos cansadas, ¿Qué importa si lo hacemos por Jesús, por sus divinas intenciones? “No hacemos grandes penitencias, ayunos, vigilias, levantarnos por la noche, por lo tanto algo tenemos que hacer por Jesús, de otra manera seremos solo mujeres vestidas con el hábito religioso”. De esta manera el recuerdo de lo esencial tendría que evitar toda protesta y todo deseo de bienestar material al que se había renunciado pronunciando el voto de pobreza. En esta carta Madre Riccarda, generalmente muy dulce y persuasiva, se vuelve dura: “Somos solamente mujeres vestidas con hábito religioso”. Dificilmente encontraremos en sus cartas una expresión tan fuerte y determinada. Tambien escribiendo a los laicos subraya el malestar de la población. El 23 de enero de 1947 escribe a la Condesa von Rosen, amiga de ellas: “Existe todavía una terrible pobreza y un gran sufrimiento en la “pobre Italia”, especialmente entre las personas de la clase media. Hay una inmensa necesidad de oración de reparación en estos tiempos terribles. Se vive una gran tragedia en millones de familias. Debemos tener los ojos fijos en la Eternidad!”. La pobreza impulsa de todas formas hacia actitudes de solidariedad. Una parte de las ofrendas de las misas se la damos a un Padre Capuchino, que no es solamente pobre personalmente, sino que tiene una parroquia todavía más pobre que él. Madre Riccarda se hace aboga por él y pide la ofrenda para las misas a la Abadesa de Syon el 17 de octubre de 1921 añadiendo que lo hace porque en el cambio de la moneda actual, las misas de Inglaterra valen más”. Después, con su habitual delicadeza, subraya en la misma carta: 52 “Nuestra rev.da y querida Madre dice que ella sabe que si es posible a la Rev.da y querida Señora Abadesa mandarnos más, ella será la primera en ayudar, porque es muy caritativa. Si Usted, querida hermana, no puede mandarnos más, nuestra Madre y nosotros lo comprenderemos bien y será porque simplemente no pueden. Nosotros solo pedimos porque estamos entre “hermanas”, pero no tenéis que preocuparos si no podéis”. Las palabras que usa Madre Riccarda nos dan a entender que le tiene que costar mucho pedir. Es algo a lo que no está acostumbrada. Su familia natural se coloca a un nivel social más alto por lo que esto no entra en sus costumbres. Si lo hace es porque con su respuesta a la vocación religiosa ella sabe que ha elegido a Cristo pobre y que tiene que seguir sus huellas y no solo en la pobreza, como veremos. Junto a la pobreza Madre Riccarda recuerda una actitud de reparación como colaboradora de la misión de Cristo pobre y crucificado. De hecho, si Jesús ha aceptado una vida de pobreza no ha sido por la pobreza en sí, como un estilo de vida que muestra exhibicionismo o desprecio de los bienes terrenos. Al contrario, para ella, como para las hermanas, la pobreza es un instrumento para vivir más a fondo la misión propia de Cristo: participar en la suerte de los más débiles y reparar el pecado del mundo. Por este motivo Madre Riccarda quiere que las hermanas pongan la pobreza en su justo lugar en el seguimiento de Cristo y no la absolutiza pero hace de ella un instrumento educativo para un fin más radical, o sea, el seguimiento de Jesús que ha venido para reparar el pecado del hombre. Quien quiere ir detrás de Él no puede no compartir su reparación. Por este motivo, desde Lugano, el 5 de enero de 1925 Madre Riccarda escribe a las hermanas de Roma: “Nos toca precisamente a nosotras, sus esposas, hacer reparación al dulce Corazón de Jesús, si sus esposas no Lo consolasen, ¿Quién Lo consolaría?”. A un Padre encargado 53 de la revista ‘Civiltà Cattolica’ escribe el 4 de febrero de 1936: “Parece que Jesús pida expiación, amor, sacrificio, abandono”. Y el 29 de noviembre de 1949 a Hna. Francesca escribe: “Jesús protege a sus elegidos, a sus esposas para que oren y se ofrezcan, en unión con Él, por las almas de los hombres. Tendría que ser una gran consolación y estímulo para nosotros el hecho de que Él permita que unamos nuestros pequeños, pobres sacrificios a los inmensos sufrimientos de su Pasión por la salvación de las almas”. Después de la guerra el sacrificio más grande y más duro para las hermanas fue precisamente la aceptación de la pobreza. De todas formas, como siempre, Madre Riccarda da un salto de calidad y se detiene sobre lo positivo más que sobre lo negativo, en el bien que trae consigo el sacrificio más que en el sacrificio mismo, aún en cosas concretas que la pobreza del momento exige. De hecho, escribe a Hna. Rosaria el 21 de septiembre de 1914: “Con las virtudes que procuramos practicar podemos obtener gracias de conversión para los pecadores, descanso y conforto para las almas atribuladas, luz para aquellas que están en las tinieblas y buscan la luz verdadera”. Así la pobreza encuentra su valor y la imitación de Cristo, reparador del pecado que ha desintegrado al hombre, su función primaria: redescubre la luz del mundo que es Dios mismo para sí y para los otros y en el seguimiento de Cristo nos hace capaces de acoger la santidad de Dios. Esta santidad que, con otras palabras se llama unión consciente y constante con Dios a través de nuestra conformidad con Jesucristo, el cual, encarnándose, nos ha dado la posibilidad de participar a la vida 54 trinitaria como cabeza de todo el Cuerpo Místico que somos nosotros, se nutre de actos de amor y de momentos de oración personal y litúrgica. Madre Riccarda lo repite a menudo en sus cartas. Por lo que se refiere a la oración personal ella recuerda a su amiga Eva escribiendo desde Roma el 29 de mayo de 1952: “La oración es la fuerza más grande que tenemos”, mientras que a una hermana del monasterio de Syon escribe el dia 4 de octubre de 1922: “La oración es el arma más fuerte y la mejor” y a Hna. Francesca el 27 de septiembre de 1938: “La oración es el arma más potente del mundo: cuando se ora con verdadera fe y perseverancia, con la oración si obtiene todo”. A Hna. Clara el 15 de febrero de 1924 escribe: “Desde que estuve en Suecia veo más que nunca la gran necesidad y valor de la vida de oración, lo necesaria que es la oración” y a Hna. María Philomena el 25 de agosto del 1939: “La oración es la más grande potencia que tenemos, con la cual caminamos derechos al corazón de Dios”. Durante la guerra, el 14 de diciembre de 1916, escribe a la Condesa von Rosen: tenemos que orar mucho con una completa resignación por todo lo que el Señor Dios Omnipotente nos manda, sabemos que Él nos dirigirá a todos para nuestro bien”. No siempre es fácil, placentero o espontáneo rezar porque este coloquio con Dios es, a veces, obstáculo procurado por nosotros mismos, por preocupaciones o por otras causas, por eso Usted, que debe saberlo bien porque quizás lo haya experimentado como todos, puede decir escribiendo a Hna. Clara el 7 de noviembre de 1924: “Pobre pequeña Hna. Clara, se ve que sufres en el alma, pero no permitas que el demonio te haga perder la fuerza o la confianza en el Buen Dios, y no olvides el gran valor de la oración hecha con voluntad. No hay nada que pueda impedir la oración de la voluntad. Del resto, nuestra vida de cada día 55 debe ser la oración más importante, con la pureza de intención, haciendo todo por amor de Jesús. Cada acción, por pequeña que sea, tendría que ser una oración. Tu debes imaginar un pequeño incensario del que asciende al cielo, cada momento del día, una continua oración y un acto de amor incesante. La voluntad será el incienso, la voluntad que quiere hacer todo bien por amor del Divino Esposo, aunque no sienta este amor, y que quiere ser humilde y paciente, llena de caridad”. En este fragmento las fórmulas de oración se entrelazan con el amor que las vivifica. Este tema vuelve a tomarlo en la carta a Hna. Zita Afferrante: “Pediremos a Jesús que te conceda la gracia de crecer cada vez más en el amor de tu Divino Esposo. Tu vida será un continuo acto de amor haciendo todo por su amor, ya sea en la cocina, en la lavandería, o trabajando en el jardín, cada ocupación debe ser una oración (cuando está hecha por amor a Jesús), y así nuestra vida será una continua oración”. El amor que da sustancia a la oración no tiene confines espaciales y Madre Riccarda lo recuerda el 9 de agosto de 1927 a la Condesa von Rosen, la gran amiga de las brigidinas: “Qué maravillosa consolación es la oración. La oración atrae a las almas que están lejos y las acerca unas a otras”. Y en otra carta a la Condesa escribe el 9 de enero de 1928: “Si, esta unión de oración es maravillosa, y la distancia no existe donde hay oración”. Pero la oración no solo sirve para consolar, como resulta de las expresiones que hemos mencionado, también tiene la función de salvar el mundo con Cristo. Esta es la finalidad de la vocación de cada bautizado y mucho más de una religiosa que une la oración a la mortificación. En una carta a Hna. Teresa escribe el 19 de agosto de 1933: “Darnos del todo a Jesús en una vida de mortificación y de oración, para la propia santificación, y para bien del mundo, ¡para salvar almas!”. Y a la misma hermana el 17 de marzo 1938: “estemos unidas en la oración 56 espiritualmente para el fin de nuestra sublime vocación”, que como había dicho a la misma Hna. Teresa Pellegrini el 19 de agosto de 1933: “Una vida de mortificación continua en el sacrificio de nosotras mismas en todas las cosas”. A Hna. Rosaria Cariglia el 22 de noviembre de 1939: “Ahora vivimos en tiempos muy tristes e impetuosos, guerra y amenazas de guerra en toda Europa, por lo que nos toca a nosotras, Esposas de Jesús, debemos orar y sacrificarnos, sufrir para obtener la gracia, tanto deseada, de la Paz”. Para animarlas a aceptar el sacrificio por la redención del mundo escribe el 23 de noviembre de 1949 a Hna Agata Ranieri: “Jesús ha permitido esta pequeña mortificación para Hna. Agueda ... Él quería un pequeño sacrificio. La pequeña S. Teresa del Niño Jesús llamaba estos pequeños sacrificios besos para Jesús, ¿Bonito, verdad?”. Junto a la oración personal tenemos también la Litúrgica, señalada particularmente en las últimas Constituciones de la Orden aprobadas el 9 de noviembre de 1986. A Madre Riccarda se le recuerda por su amor a la Litúrgia, con gozo escribe a la Condesa von Rosen el 12 de noviembre de 1924: “Somos una comunidad de siete hermanas, hay bastantes hermanas coristas para celebrar el Oficio Divino, cantamos las Vísperas cada día por la tarde como en todos nuestros conventos”. Y el 28 de agosto de 1949 a Hna. Francesca Lalli: “¿Cómo va el canto y el rezo del Oficio Divino, las queridas hermanas de la India lo han aprendido ya ¿Les gusta?” Mientras recuerda a Hna. Philomena el 3 de mayo de 1940: “Ayer, en la fiesta de la Ascensión, hemos cantado (= la hora Nona) solemnemente a las 12,00. Ésta es una antigua costumbre brigidina. A propósito, Usted ¿tiene un libro sobre las costumbres brigidinas? Porque sería importante para Usted tener uno”. A Hna. Teresa Pellegrini escribe el 1 de noviembre de 1940: “Estoy contenta de saber que ha recibido 57 como regalo de su hermano el breviario, latino e italiano, hay una gran diferencia en el rezo del Oficio Divino poder entender cada palabra”. La oración personal y litúrgica crea un continuo “tu a tu” con Dios que lleva a la identificación con Cristo muerto y resucitado. Al culmen de su relación con Dios está la Eucaristia. Si quisiéramos señalar todos los pasos relativos a la Eucaristía, no terminaríamos nunca. Por otra parte, después de todo lo que hemos dicho sobre la vida de unión con Dios, parece normal subrayar que el amor al Dios con nosotros presente en la Eucaristía era el fondo de su ser. No hablamos aquí de las horas de adoración previstas por la Regla, sino de aquella mirada del corazón fija en la Eucaristía aunque no estuviera en la iglesia. Sabemos que aquel trocito de pan sin levadura atrae a las almas amantes, pero sabemos también que vivir bajo el mismo techo con Jesús sacramentado trae consigo un continuo acto de amor. Madre Riccarda hace mención en sus cartas sobre su relación con Jesús vivo en la Eucaristía. Seguidamente lo notaremos con facilidad. A la Abadesa de Syon escribe el Domingo de Ramos de 1916: Usted se alegrará con nosotras al saber que ahora tenemos la exposición del Santísimo Sacramento todos los Domingos, las fiestas y los primeros viernes. Nuestro queridísimo Señor tiene sus audiencias desde la una hasta las cinco de la tarde ... La gente de este barrio parece que aprecia el privilegio de traer velas para ayudar con los gastos”. El 29 de diciembre de 1923 escribe a Hna. Isabel Cisneros, amiga de Madre Isabel: “Aquí en Djursholm, nuestra pequeña capilla es el primer pequeño rincón donde nuestro bendito Señor ha estado en su Santísimo Sacramento, y ha sido una noche de gran consolación para todas nosotras”. Y continúa escribiendo a Hna. Clara el 7 de noviembre de 1924: “Mañana tendremos la primera Santa Misa en nuestra pequeña Capilla, que alegría tan grande tener finalmente en casa a Jesús; cuando se debe estar en casa sin Jesús 58 entonces se aprecia el gran privilegio de tenerLo siempre en el Santísimo Sacramento”. Todo esto porque como escribe a Hna. Francesca el 6 de mayo de 1938, “De Jesús Sacramentado sacamos la fuerza para enfrentarnos con las tribulaciones de nuestra vida terrena y perseverar en el bien hasta la muerte”. Escribiendo a la misma hermana el 26 de marzo de 1947 le comunica que en Roma la devoción a las Cuarenta Horas es perpetua: “Cuando se reserva el Santísimo Sacramento en una iglesia, inmediatamente viene expuesto en otra”. Cerramos con un episodio muy tierno a Hna. Teresa, escrito el 1 de noviembre de 1940: “Un pajarito ha volado desde Lugano hasta Roma y nos ha contado que Hna. Teresa se ocupa ahora de la preparación de los niños ¡la Primera Comunión! ¡Qué apostolado tan bello, sublime! Ha sido llamada por Jesús (por medio de las superioras) a preparar esas pequeñas almas para recibir a Jesús por primera vez. Muy bien. ¡Que Jesús le conceda la luz y la gracia necesaria para una misión tan divina!”. Preparar a los niños para la Primera Comunión es un encargo que viene, según ella, directamente de Jesús como un privilegio y es un don que hace pensar en la gestación que prepara una vida escondida. La maternidad espiritual Por otra parte, Madre Riccarda, a la que las hermanas llaman no Madre, sino “Mamita” por su ternura, apelativo que le fue dado directamente por Madre Isabel, como nos dice Madre Tekla Famiglietti, vive en sí un atributo de la vida mística que los estudiosos llaman mistica esponsal y que se encuentra también en la vida de santa Brígida. 59 Hoy sabemos que la vida mística en sí no tendría que tener adjetivos. Por motivos didácticos usamos adjetivos en relación al misterio de Cristo particularmente vivido por cada uno de nosotros porque la mística, como conciencia plena de inserción en el misterio trinitario a través de Cristo, abraza todo el misterio. La tierra, decía santa Teresita es como un gran jardín lleno de flores y cada persona es una flor. En el Paraiso Dios será todo en todos, pero mientras estamos en la tierra sería una presunción querer ser todo el jardín y no solo una flor, pequeña o grande. La misma santa Teresa de Lisieux, cuando vivía se comparaba con una violeta. Ahora que vive en el Paraiso, nosotros la reconocemos como doctor de la Iglesia, por lo tanto rica de toda la sabiduría de Dios. No sabemos en qué flor se haya reconocido Madre Riccarda, pero en sus cartas emerge la dimensión de la esponsalidad, que hace de fondo a su relación con los demás sobretodo, como es evidente, con las hermanas que perciben su sensibilidad materna con una devoción y una confianza afectuosa. Parecería normal que en una mujer que ha escogido no tener una familia propia, y no tener hijos, se realizase una maternidad espiritual que acoge todos los hijos de Dios como hijos propios, sin embargo, ¡cuántas frustraciones y cuantas compensaciones se ven por ahí! ¡No siempre se logra superar el egoismo propio que hace escoger la comodidad y los lujos! Del resto cada uno lleva consigo una gota de veneno, herencia del pecado original, por lo que no nos maravilla si no siempre estamos en la dinámica del amor. Madre Riccarda no ha llegado de golpe a realizar esta maternidad espiritual delicada y exquisita que las hermanas reconocen coralmente. Hemos dicho que las hermanas la llaman la Mamita para distinguirla de Madre Isabel y la primera vez que ella misma se define así es el 14 de noviembre de 1923, en una carta a Hna. Clara: “He aquí el gran día de tu profesión solemne, tu mamita viene para felicitarte con los deseos más 60 santos y sinceros”. Han transcurrido apenas nueve años desde que llegó a Roma y es de las más jóvenes. Parecerían pocos años, pero están llenos de virtud y de superación continua de si misma. Nueve largos años en los cuales las hermanas, que poco a poco van llegando a Roma, han experimentado como estar al servicio de las personas. No tendrán que pasar todavía muchos años para que viva como una cosa natural su maternidad espiritual. Como podemos notar, ella ha cultivado rapidamente la conciencia de ser esposas, como se deduce de la siguiente carta: A Hna. Clara el 14 de noviembre de 1923 escribe: “Finalmente ha surgido para ti el día glorioso y solemne de tus desposorios místicos con el Esposo Divino”. Con este espíritu escribe el 22 de mayo de 1939 a Hna. Theodora Andrews: “La vida parece larga, pero en realidad pasa como un rayo. La única cosa que verdaderamente cuenta es que busquemos complacer al Señor en todo lo que hacemos y que consultemos con Él todo antes de hablar o de actuar, y tengamos la voluntad de vivir para Su mayor Honor y Gloria, y así después de la muerte podamos oir estas palabras de “bienvenida”: “Veni Sponsa Christi, Veni, accipe coronam’”. En una especie de circular escribe el 5 de enero de 1925 a las hermanas llamándolas hermanitas en el Corazón de Jesús: “No tenemos que olvidar nunca que somos “esposas de Cristo” y tenemos que comportarnos como se comportaría una esposa del Rey de reyes, siempre y en cualquier ocasión” para “ser madres de las almas” como escribe a las hermanas de la India el 28 de mayo de 1939. Regresa aquí la Mamita. Quizás este apelativo le cause alegría, pero solo el 4 de diciembre de 1930, cuando tiene 43 años, escribe por la primera vez a Hna. Zita 61 llamándola hija: “Que nuestro Esposo Divino le conceda la gracia de ser toda suya, es mi oración, querida hija”, y el año sucesivo lo repite a Hna. Teresa Pellegrini. Esto quiere decir que, no obstante todas las cualidades naturales que le hemos reconocido hasta aquí, estas no son suficientes. Se necesita una larga ascesis, una heroicidad de vida que la pone hoy como ejemplo para otras personas. Cierto, nadie puede imitar pasivamente otra persona, ni siquiera de Jesúcristo se dice hoy que hay que imitarlo, porque cada uno tiene su temperamento, su carácter, su historia, que no son las de Cristo hecho hombre, sino que a Cristo se Le sigue, nos ponemos detrás de Él, como nos ponemos al seguimiento de los cristianos maduros que son como lámparas en el camino que cada uno sigue y que nos hacen decir: Si ella es así, ¿por qué yo no? Esta feliz competición es la que hace válida la vida de los santos. Nadie será idéntico a otro porque Dios no nos hace en serie o en fotocopias. Él respeta la individualidad de cada uno y así el Paraiso se llena de tipologías distintas, se hace rico de la riqueza infinita de Dios cuyo rostro resplandece en el de sus criaturas. Para Madre Riccarda, la maternidad espiritual se esposa con la maternidad natural o, si queremos, la maternidad natural es un signo de la espiritual. A la Condesa von Rosen que espera un hijo, el 29 de diciembre de 1925, escribe: “Somos felices de saber que nuestro Divino Señor le va a regalar otra pequeña alma para que la cuide, para que la haga crecer en el conocimiento y en amor hacia Él, para que Él pueda venir y habitar en ese pequeño templo y pueda ser amado por esta pequeña alma como Usted Lo ama, querida Condesa”. La fuerza que ella ofrece a una mamá natural pone a esta última en un nivel todavía más alto. Las mamás naturales deben saber que sus hijos son almas pequeñitas que esperan ser educadas para la gloria de Dios y para el propio eterno gozo.. Del 62 amor de la madre el niño tiene que crecer, según Madre Riccarda, en al amor inmenso de Dios, Padre de todos los hombres. Con una pincelada magistral, ella hace su catequesis a la Condesa, recordándole que su hijo será un pequeño “templo”. Recordamos la experiencia de Elisabetta Leseur que se arrodillaba delante de la cuna de sus hijos y adoraba en ellos a la Santisima Trinidad como en la iglesia, porque estaba segura que con el bautismo sus hijos no solo se hacían hijos de Dios, sino que eran “templo santo” como decía San Pablo y, antes que él, el Antiguo Testamento había definido dioses a los miembros del pueblo santo de Dios. La carta a la Condesa que espera un hijo está impregnada de afecto. Riccarda no tiene miedo de amar y tampoco de hacer sentir tal amor a los demás. Sabe que en Dios todo está transfigurado por eso no teme expresar sus sentimientos. No es fácil mantener la pureza del estilo de vida y de las expresiones si no se está vigilante con las pasiones que se insinúan, como un sutil veneno, para intentar demoler los sentimientos más limpios. Con la vigilancia y la prudencia Hna. Riccarda ha aprendido a controlar todo lo que su corazón le aconseja, por eso puede expresarse siempre con claridad. Sus cartas están llenas no solo de palabras afectuosas, sino de gestos de verdadera simpatía por los demás. Casi todas sus cartas terminan con la expresión: “con todo mi afecto en Jesús de tu Hna. Maria Riccarda O.SS.S.”. También manda su amor a las novicias escribiendo a Hna. Clara el 7 de noviembre de 1924: “Todo mi afecto a las queridas novicias, las escribiré cuando tenga un poco de tiempo”. 63 Y no se dirige solo a las hermanas. A la Condesa von Rosen el 10 de abril de 1927 escribe: “Con amor de mi parte, querida Condesa, y con tanto afecto en C. J. Quedo siempre afectuosamente suya, queridisima Condesa, Hna. Riccarda O.SS.S.”. No tiene miedo ni siquiera de pedir afecto: “Espero que Usted me mande siempre su afecto”, como escribe a la Condesa el 9 de enero de 1928. A menudo une a las expresiones afectuosas a la oración: “Siempre, con profundo afecto en Él y en unión de oraciones. Su devota, Madre Riccarda, O.SS.S.”. Y a la fuente del amor que es el Corazón de Jesús: “ Con mucho afecto in Corde Jesu y deseándole una calurosa bienvenida a nuestra Familia espiritual. Dios la bendiga. Su devota, Madre Riccarda, O.SS.S.”. A Eva manda expresiones tiernas principalmente en momentos de dificultad como cuando la mujer sufre por la ausencia de seres queridos: “Todas la recordamos con afecto”. Y a las hermanas lejanas que en la India viven dificultades enormes escribe: “Con mucho afecto la abrazo, querida hija, y a todas las queridas hijas de Bangalore. Vuestra queridísima Madre en C. J. , Madre Riccarda, Ab. Gen.” Cuando más tarde debe comunicar la división que ha sufrido la Orden y la separación de la comunidad de Vadstena, a todas hace llegar su pensamiento con una carta circular el 3 de diciembre de 1962: “ Como cuando un dolor golpea a toda una familia, todos los que la forman se unen más en el afecto, así tiene que ser entre nosotras”. 64 De todas formas Madre Riccarda no es la Hermana suave para la que todo va bien y que establece las relaciones sobre unas relaciones falsas y de complacencia. Tiene una personalidad fuerte que en su manera de actuar se presenta con dulzura, pero que sabe ser firme e inflexible. Además sabe que el clima de familia entre las hermanas y las diversas comunidades se agita gravemente a causa del demonio y mientras escribe el 16 de marzo de 1919 a la Abadesa de Syon: “Estemos estrechamente unidas en el espíritu y en la oración”. Recuerda que las hermanas son instrumentos de Dios para la purificación interior y Dios puede también permitir al demonio, que está al acecho, para que pruebe su fe y su amor. Mencionamos solo algunos parágrafos a este propósito como en la carta de Hna. Clara del 7 de noviembre de 1924: “Pobre y pequeña Hna. Clara, se ve que sufre en el alma, pero no permita al demonio que le haga perder el ánimo o la confianza en el Buen Dios”. El 28 de diciembre de 1923 a Hna. Raffaella y a Hna. Zita escribe: “ No dejen que el demonio venga a molestar sus corazones con sugerencias superfluas, sino que con la oración y con la continua vigilancia mantengan sus almas en una profunda paz ... vivan siempre en una perfecta unión”. La última expresión nos recuerda la Sagrada Escritura cuando se dice que dos amigos son como una ciudad fortificada contra los ataques de los enemigos entre los que se encuentra “nuestro Yo” y que es el mayor enemigo que tenemos y nos hace padecer más que con todo lo que nos manda el demonio”, como escribe a Hna. Rosaria el 21 de noviembre de 1941. A un sacerdote amigo le cuenta en una carta del 20 de diciembre de 1925 sobre una postulante noruega: “Es la primera Brigidina noruega después de la llamada Reforma. No es muy joven, tiene 38 años, pero es un alma bella, muy seria y sincera. Estas dos últimas postulantes han tenido que sufrir persecuciones de los más cercanos a ellas y de sus 65 personas queridas para dar este paso, y las dos son convertidas. Ciertamente el diablo no las dejará solas ahora, sino que hará todo lo posible para destruir el bién que han hecho”. A las hermanas de la casa de Via delle Isole el 23 de noviembre de 1926 escribe: “El demonio quisiera destruir esta santa y bella Obra para la conversión de Suecia y está haciendo de todo ... pero esto no nos amedranta, todas las Obras de Dios tienen que pasar por el camino de las persecuciones por parte de los demás, y por medio de estas pruebas quedan purificadas. La Epístola de S. Pablo, 2 Tim 2, 8-10 y 3, 10-12 confirman esta verdad y el Evangelio de San Mateo 10, 26-32 nos consuela mucho, porque nos asegura la continua vigilancia de nuestro Divino Señor sobre nosotros, nos dice que Él está por encima de todo y que nadie nos puede tocar si Él no se lo permite”. Por este motivo, ella recuerda también a los ángeles que están siempre dispuestos para preparar el camino para las nuevas fundaciones de Lugano, de Djursholm y de Roma. Así, según ella, los ángeles están muy ocupados, como escribe a la Condesa von Rosen el 12 de octubre de 1924 “Es bello tener a estos invisibles mensajeros que llegan a su destino en el mismo momento en que los mandan”. Siendo espíritus no tienen necesidad de trenes ni de coches para realizar su trabajo! Pero los ángeles no están ocupados solo en las cosas de la nueva Orden. A la Condesa von Rosen el 23 de enero de 1947 escribe: “Nuestra amada Madre manda a sus ángeles para ayudarle”. Esta maternidad insidiada por el demonio nos recuerda a María Virgen, el otro gran amor de Madre Riccarda. Como Brígida de Suecia, que atribuía a la Virgen haber sido liberada del fuego porque el pueblo la consideraba herética, y por la que ella había 66 tenido siempre una gran devoción, también Riccarda se acerca a la Virgen en las circunstancias más importantes de su vida. Ya en 1918, en la fiesta del Santísimo Nombre de María, cuando lee la fórmula de los votos perpetuos repite: “Solemnemente prometo, en presencia de la Beata Virgen María Nuestra Señora”. Los votos se hacen a Dios omnipotente, pero la presencia de María es garantía de asistencia y de ayuda perpetua. A menudo a las hermanas las repite: “Vive tu vida sola con Jesús y María”. Y, pidiendo noticias de las novicias de Lugano a Roma, el 5 de enero de 1924 se expresa de esta forma: “Cómo están, queridas hermanitas en Jesús, pequeña Hna. María Angela, Teodorina, Teresa, Luigia, Domenica, Antonia, pequeña y querida familia del Noviciado, sois siete con la querida Hna. Maria Clara, ¡mi querida monaguilla! Son los 7 gozos de María Santísima y de San José”. María, para ella, es su querida Madre, como escribe a las hermanas de Djursholm el 12 de noviembre de 1928: “Que hermoso será estar siempre junto a María Santísima, nuestra Santa Madre”. En los momentos de fiesta por las hermanas o en los aniversarios subraya escribiendo a Hna. Clara el 18 de noviembre de 1935: “Mi comunión la ofreceré por Usted el jueves por la mañana. Que bonita fiesta es la Presentación de María Santísima en el Templo, Hna. Clara ha sido afortunada de haber hecho su profesión perpetua en esta fiesta. Tiene que pedir a nuestra Madre del Cielo que la presente a su Divino Hijo aquel día de nuevo, y ella renovará en el momento de la Santa Comunión la ofrenda de sí misma a Jesús, pidiéndo a Jesús que la haga ser toda para Él, no solo con palabras y con sentimientos sino principalmente con la intención de aceptar todo lo que Él disponga para ella, sia dulce o amargo, y con silencio y paz de alma. Es este abandono a la voluntad de 67 Dios, en todas las circunstancias con humildad y dulzura, lo que nos hace santas”. Cuando Madre Isabel está mal, organiza novenas especiales y después le dice a Hna. Francesca el 6 de marzo de 1938: “Hemos estado muy preocupadas pero hemos rezado mucho, haciendo novenas especiales y hemos traido a la Virgen de Lourdes en procesión con velas encendidas por toda la clausura, cantando el Ave María de Lourdes; nuestra querida Madre ha sufrido mucho y ha ofrecido una buena parte de sus sufrimientos por la fundación y por sus queridas hijas de la India; el apostolado del sufrimiento es muy eficaz. Esta Obra ha sido fundada sobre los sufrimientos de nuestra querida Madre. A Hna. Francesca, encargada de preparar a los niños para la Primera Comunión, le cuenta los Ejercicios espirituales y le comunica el 2 de noviembre de 1939 los puntos fundamentales del curso de Ejercicios. Dice que está segura de que la Virgen le mandará otros niños para que los prepare: “Hemos tenido nuestros Ejercicios espirituales en estos dias. Los ha predicado un Padre Redentorista, las conferencias fueron muy bonitas, cosas útiles y prácticas. El Padre nos ha dejado su recuerdo en cuatro puntos especiales. 1º La vida regular, fidelidad a nuestra S. Regla 2º La visita al Santísimo Sacramento 3º Espíritu de sacrificio 4º Grande amor a Jesús y a María ¿Ha tenído otros niños para prepararlos a la Primera Comunión? Seguro que María Santísima le mandará otras pequeñas y queridas almas”. A Hna. Francesca, que ha perdido a un hermano y que sufre mucho por esto, escribe el 30 de agosto de 1947, para consolarle, que ahora el 68 hermano está en la Patria Celestial, la verdadera Patria en la visión de Dios y en compañia de la gloriosa Virgen María Santísima y de todos los ángeles y Santos; él nos causa envidia por esto, nos da pena por su esposa y sus dos hijas, pero Francisco rezará por ellas y las cuidará desde lo alto.” También a Hna. Teresa Pellegrini le habla del Paraiso, en una carta sin fecha, donde está ahora su querido difunto y donde “nos encontraremos todos un día en la felicidad Eterna y en la presencia Eterna de Jesús, María Santísima, todos los ángeles, los Santos, todas las personas queridas y estaremos siempre juntos, siempre, siempre”. A Stella, en aquel tiempo aspirante a la vida regiosa, escribe el 28 de octubre de 1947: “Nuestra Madre está muy contenta de que Usted haya elegido la fiesta de la Inmaculada Concepción para entrar; póngase completamente bajo la protección de nuestra Madre Celestial y pídale que no la deje vacilar en la tribulación. Las tribulaciones tienen que venir, la vocación se refuerza y se purifica con la tribulación y son estos los momentos en los cuales demostramos nuestro amor por Jesús. La recordaremos y rezaremos por Usted”. Después de la derrota del partido comunista en las elecciones del 1948 en Italia, comunica a Hna. Francesca el 24 de abril de 1948: “¡Qué gracia tan grande el resultado de las votaciones, ha sido un verdadero milagro – la Virgen fue sacada en procesión en toda Italia – La Virgen del Divino Amor traida a Roma a la iglesia de San Ignacio – La Virgen de Pompeya en Nápoles – de Fátima en el Norte de Italia, en fin, han querido que Maria Santisima votase – y de aquí la victoria! Deo gratias et Mariae”. La Virgen obtiene “la gracia de perseverar en los buenos propósitos, hechos en su honor”, como escribe a Madre Lucia Kock el 3 de mayo de 1949, miestras desea a Hna. Francesca el 14 de agosto de 1952 “una 69 fiesta muy feliz con Nuestro Divino Salvador y Su Bendita Madre María”. En otra carta escribe a Hna. Francesca el 6 de noviembre de 1952 por la fiesta del nacimiento de María Santisima las “felicitaciones para que sea una feliz fiesta y que Nuestra Madre Celeste obtenga para cada una de nosotras las gracias que ella sabe que necesitamos”. A Eva, hermana de Madre Isabel, le comunica que el dinero que han mandado a Roma ha llegado propio el día de la Virgen. Para ella todo es un signo del amor del buen Dios que piensa en sus hermanas con delicadeza extrema, hasta el punto de hacer coincidir las cartas “con el día de María” como en el caso de la carta a Eva enviada el 26 de febrero de 1957. A menudo termina sus cartas con estas expresiones: “Nuestra Celeste Madre María nos bendiga a todas y cada una”. “Con mucho afecto en el Señor y pidiendo a María Santísima que la acoja bajo su manto”. Como se ve Madre Riccarda ha comprendido bien toda potencia medianera de María en el proyecto de la redención. Su amor por la naturaleza Unida a Dios, Riccarda lo percibe tambien como el maravilloso creador de la naturaleza. Con una imagen muy sugestiva escribe a la Condesa von Rosen el 10 de abril de 1927: “En este momento Jesús está caminando en medio del bosque y la espesura, y así todos los árboles y los matorrales están germinando y ha llegado la primavera” y siempre a la misma, el 9 de agosto de 1927, habla del calor que atormenta Roma, tanto que “en el jardín se ha quemado todo” y el 18 de noviembre de 1935 a Hna. Clara escribe: “Durante la noche ha nevado sobre los montes, están todos blancos como grandes masas de azucar”. Después con la misma el 24 de agosto de 1937 se improvisa jardinera: “Estoy muy contenta con el buen resultado de las semillas que hemos traido de Lugano el año pasado, esté 70 atenta con las semillas que hará este año. Ya he puesto en la maleta algunas semillas de flores para el jardín”, mientras que con el entusiasmo de una niña siempre a Hna. Clara escribe el 4 de septiembre de 1937: “Esta mañana hemos cogido “zarzamoras” dentro de nuestra propiedadhay muchas”. La naturaleza le habla de Dios y la pone en comunión con Él. Como se ve, para Madre Riccarda las realidades temporales y sobrenaturales se entrelazan en una única visión, en un único proyecto de Dios hacia el hombre y hacia la historia y nos invitan a vivir siempre unidos a Él. Nos parece ver en esto, el famoso afresco de Miguel Ángel sobre la creación del hombre en el techo de la Capilla Sistina en el Vaticano: Dios extiende un dedo hacia el hombre, un dedo totalmente extendido, mientras que el hombre tiene el dedo un poco doblado y los dos dedos no se tocan, parece casi que Miguel Ángel haya comprendido el sentido verdadero de la libertad del hombre. Solo si el hombre extiende el dedo hacia Dios tendrá el respiro vital, por eso podemos concluir con las siguientes palabras que parecen la síntesis de la relación de Dios con la Hna. Brigidina como escribe a Hna. Francesca el 11 de mayo de 1950: “El verdadero espíritu de abandono a la voluntad de Dios es la única felicidad”. En la unión de voluntad con su Dios, Riccarda ha encontrado el gozo o la felicidad, como se expresa ella misma. Por este motivo, ella recuerda a las hermanas de Lugano y de Djursholm el 14 de noviembre de 1927 todo lo que la Regla indica: “ Momento por momento, como dice nuestra Santa Regla, todo lo que Él quiere, donde Él quiere, como Él quiere y por el tiempo que Él quiere solamente en el cumplimiento de la voluntad de Dios encontramos la verdadera felicidad, y la paz perfecta. No solo, sino que como dicen las Constituciones de la Orden, aprobadas en el año 1986, en el n.17: “Los religiosos se unen a la 71 voluntad salvífica de Dios” y como Jesús, el Cristo, se hacen “causa de salvación para todo el género humano”. 2 La vida con los otros Humildad y delicadeza Antes de nada queremos recordar que cuando se habla de humildad, en sentido cristiano, se quiere indicar sobretodo la actitud de aquel o de aquella que se hace pequeño, no que se sienta pequeño, porque no se trata de una sensación, sino de la certidumbre auténtica de ser grandes porque somos imagen de Dios, pero que no actuamos como “grandes”, o sea, con un acto de la voluntad y de la razón se reconoce 72 que todo lo que somos, de grande y de bello, nos viene de Dios. Por este motivo, solo poniéndonos delante de Dios se aprende la verdadera humildad como se aprenden las otras actitudes cristianas. De hecho es de nuestra vida con Dios, o sea, desde la vivencia en la presencia de Dios, de donde surgen las actitudes cristianas de la vida con los demás. Jesucristo es el primero que se ha hecho “pequeño” y, después de Él, la expresión más auténtica de humildad la encontramos en la Virgen María que canta su Magnificat partiendo de la convicción de que Dios hace cosas grandes en sus criaturas. Reconocer esta grandeza, recibida como un don, es agradable al corazón de Dios, si queremos expresarnos así por exigencias didácticas. De hecho, sabemos que Dios es espíritu puro, no tiene un corazón, pero haciendo la transposición con Jesús, el Cristo, imagen visible de Dios Padre, encarnado y hecho uno de nosotros, podemos hablar del corazón de Dios como del Corazón de Jesús. En efecto, no solo en Madre Riccarda, sino también en otros escritos de la Orden, vemos que muchas cartas y documentos llevan la sigla “in corde Jesu” que manifiesta la atención de las hermanas a la Encarnación del Verbo. Madre Riccarda está en la misma línea. Vive la actitud de la humildad de modo auténtico y lo enseña a quienes la rodean. Muchas son las expresiones que usa: A Hna. Zita el 18 de octubre de 1927 escribe: “Crezca siempre en la virtud, humildad sobretodo, porque es el fundamento de todas las virtudes”. Es esta idea la que hace colocar su humildad sobre el plano de la extraordinariedad, por lo que puede decir a Hna. Francesca el 4 de diciembre de 1946: “No es la magnitud del don que hacemos al Señor lo que Él mira, sino el amor con que se lo hacemos, y a la humildad de nuestra nada”. Recuerda a Hna. Grazia Compagnoni el 15 de octubre de 1960 que “sin humildad no somos nada”. Este sentirse nada sin Dios es de lo que quiere hablar. En realidad es poner a Dios y no 73 a nosotros en el centro de nuestra vida. Ella no sabe hacer un regalo mejor a Hna. Clara el 14 de noviembre de 1923 sino el de pedir a Jesús “que le haga el precioso don de una verdadera y profunda humildad” porque abandonarse “a la voluntad de Dios en todas las circunstancias con humildad y dulzura”, dice el 18 de noviembre de 1935 a Hna. Clara, “nos hace santas”. No todos parecen reconocer su verdadero espíritu de humildad y la confunden con una especie de deseo de pasar desapercibida. Sin embargo, la verdadera humildad, la que Madre Riccarda ha vivido, es el saber reconocer sus talentos como regalo de Dios y que ella ha sabido hacer fructificar. Sabemos que tenía una bonita voz y no la escondía. Sabemos que conocía la música y la usaba para cuidar la liturgia y ayudaba a las demás a hacerlo. Quien la recuerda todavía, por ejemplo Madre Elisa Famiglietti, testimonia: “Tenía una voz suave y cuando cantaba en el coro todos quedábamos encantados”. Muchas hermanas dicen que le deben a ella el amor que sienten por la liturgia. De su humildad, de su no ponerse en lugar de Dios ni sobre los demás y en particular de las hermanas, surgen de ella actitudes de delicadeza. No es fácil definir la delicadeza. Es algo que existe, se ve y se percibe. Es como una caricia que toca delicadamente la vida. Nos recuerda la experiencia que ha vivido Elias y que nos cuenta la Biblia en el Libro de los Reyes (cfr 1 Reyes 19, 9ss). Elias está en el ingreso de una cueva y espera al Señor que pasa. Llega un fuerte viento, pero Dios no está en el viento, llega un terremoto, pero Dios no está en el terremoto, llega un fuego impetuoso, pero Dios no está en el fuego. Después del fuego llega una brisa ligera, Elias se cubre el rostro porque en la brisa ligera está Dios. 74 Como brisa ligera es Riccarda para el corazón de las hermanas y de los amigos, según nos cuentan en sus declaraciones. Su delicadeza se encarna en actitudes que van ya sea a las hermanas del convento, como también mandando pequeños detalles a las hermanas de otras comunidades, porque sabe que estarán contentas de recibirlos. Por ejemplo a las hermanas de la India escribe el 5 de agosto de 1937: “Nuestra venerada y querida Madre os ha mandado casi 4 kg de caramelos y de chocolate a través de un Padre Jesuita que salía ayer de Bríndisi hacia Calcuta” y a Hna. Francesca en vísperas de la segunda guerra mundial, el 6 de enero de 1938, manda algunos caramelos con motivo de la Navidad”. Si se piensa que los caramelos y el chocolate eran artículos imposibles de encontrar en Roma, se entiende toda la delicadeza que la ha llevado a encontrarlos para dar un poco de felicidad a las hermanas lejanas. Con delicadeza consuela, el 28 de enero de 1924, Agnes, hermana de Madre Isabel, que tiene a su madre enferma, y lo hace con palabras que nos permiten intuir también su experiencia personal junto a Madre Elisabetta, casi siempre enferma: “Rezamos por tu querida madre enferma y también por ti, querida Agnes, debes estar muy triste. Es algo durísimo ver sufrir a las personas que amamos”. El adjetivo puesto al superlativo es como una gota de rocío para quien sufre y se siente comprendida y percibe que ella comparte el dolor, estando casi de puntillas, junto a la mujer que sufre. Y no termina ahí. Su espíritu religioso le sugiere palabras que lanzan hacia el infinito. En la misma carta, por tanto, prepara a la amiga para aceptar la muerte haciéndola poner su mirada de lo humano a lo sobrenatural. “Si él la lleva consigo, querida Agnes, significa que la quiere llevar a su Casa Celestial, para una vida de felicidad eterna y recompensarla por su vida buena”. ¡Qué consoladoras son estas palabras para quien asiste a una persona que está cercana a la 75 muerte, verdaderamente es como la brisa de primavera que da alivio al corazón destrozado! Después de la muerte de esta señora le recuerda a Eva, la otra hermana de Madre Isabel el 17 de febrero de 1924, la comunión de los santos y la eternidad del Paraiso: “Tú no has dicho ‘adios’ a tu querida madre, porque esta vida transcurre rápidamente y muy pronto todos nosotros estaremos en la Casa Celestial junto a nuestros seres queridos y ya no nos separaremos nunca más”. Nada más consolante cuando se vive el abandono, que saber que la separación no será para siempre! Riccarda está atenta en recordar todas las fiestas de las hermanas y de los amigos de la Orden, sobretodo los onomásticos, y para las hermanas las fechas de la profesión. Aprovecha todas las ocasiones para llevar a las personas hacia el núcleo central de la propia vida. Por ejemplo a Hna. Zita por el tercer aniversario de su profesión religiosa ... Mientras tanto, querida mia, ¿No es verdad que te estás preparando con un bonito vestido nupcial, con lindos bordados de oro, bordados hechos con pequeños actos de virtud, humildad, paciencia, obediencia ciega, mortificación? Si, Hna. Zita, para ti el dia 6 es un día memorable y lo será para siempre. Tu vida será un continuo acto de amor haciendo todo por amor de Jesús, ya sea en la cocina, en la lavandería o trabajando en el jardín, cada trabajo debe ser una oración (cuando lo hacemos por amor de Jesús), y nuestra vida será una continua oración”. Madre Riccarda da por descontado que la Hna. se esté preparando. Quizás no es así, pero en vez de escribir ‘tienes que prepararte’ se lo pide como si fuese una cosa normal prepararse de esa manera. De este modo, en lugar de un “sermón” como de costumbre, le propone cosas que quizás ya haga y por las cuales la felicita, pero en el caso de que no fuera así, se lo recuerda con elegancia. 76 Con delicadeza llega a consolar a un sacerdote en Inglaterra el 20 de diciembre de 1925 que espera una pensión que le ha sido negada y con aire deprimido piensa que morirá pronto y así ya no la necesitará. A este sacerdote escribe Madre Riccarda: “Reverendísimo y queridísimo Padre en C. J. Esperemos que Usted se equivoque al suponer que, habiendo recibido la carta del rechazo de su pensión el día de la fiesta de nuestra Bendita Señora, Ella quiera demostrarle que no lo necesita, nosotras preferimos pensar que quiera demostrarle que Ella misma se cuidará de Usted, aún en las cosas materiales y proveerá a su pensión”. ¡Quién sabe como se habrá consolado el sacerdote que ya se consideraba muerto! Madre Riccarda sabe dar confianza apuntando a lo positivo y recordandole que se debe fiar de la Providencia, en este caso a través de la Virgen, como actitud sustancial de vida para no caer en la depresión. Ciertamente, el sacerdote es realista: la pensión no ha llegado y la noticia viene justo en el dia dedicado a la Virgen, pero esta última ¿No puede hacerse cargo directamente del anciano sacerdote? Madre Riccarda está segura de la presencia de María en la historia de sus hijos, especialmente cuando estos, repondiendo a una vocación especial, han dedicado sus vidas a hacer bien al prójimo. Pero tampoco aquí Madre Ricarda no da “sermones” da por descontado que la Virgen se cuidará de él y se lo dice con una delicadeza extrema que hace pensar más que a una hija que se dirige al “reverendo padre” a una madre que consuela al hijo abriéndole la prospectiva de la confianza en María Santísima. Hemos visto la relación de Madre Riccarda con la naturaleza. Nos parece encontrar en ella un fragmento de la carta de San Pablo a los Romanos en la que dice que toda la creación “sufre” esperando la redención y el hombre “voz de todas las criaturas” como dice el prefacio del canon de la Misa, se la ofrezca para hacer descender sobre ella la 77 redención de Cristo. Por esto, atenta a todas las criaturas, se alegra y pide noticias, el 23 de noviembre de 1926, hasta de los gatos que se pasean por el convento de las hermanas suecas: “Estamos contentas de tener buenas noticias de Tinello, Tonduccio, y del pequeño Nini. ¿Nini ha crecido? Os ruego que deis a los tres, unas caricias de parte de nuestra venerada Madre y también de mi parte. Esperemos que Nini comience a apreciar más la clausura, no sea que le vaya a pasar alguna cosa mala, pobre pequeño”. En la palabra “pequeño” se puede apreciar todo el afecto que demuestra con todos. Madre Riccarda no es la animalista que se preocupa solo de un gatito perdido en medio de la calle, sino la mujer que se preocupa de todas las criaturas de Dios. Quien sabe si ella había leido el episodio de las Fuentes Franciscanas en las que se cuenta que San Francisco cogía las lombrices del centro de la calle y las ponía en la acera para que ningún hombre distraido las pisara! Lo cierto es que solo una persona con una grande sensibilidad y delicadeza dedicaría su atención a unos gatos, como si fueran parte de la familia de las hermanas y tuvieran que “acostumbrarse a la clausura” para ser protegidos. Acogida y gratitud La delicadeza la demuestra también en la acogida de las postulantes. Ella misma nos cuenta como fue acogida una de ellas escribiendo el 29 de diciembre de 1925 a la Condesa von Rosen: “ Todas las novicias han esperado a Margit a la puerta de la clausura y la han acompañado en procesión hasta el noviciado. Cada hermana llevaba una vela encendida, cantando el antiguo himno a nuestra Santa Madre Brígida ‘O Birgitta’. Margit ahora se llama Hna. Mary Ansgaria y demuestra ser muy feliz. En el día de la vestición aparecía radiosa”. Estamos en los inicios de la nueva fundación y postulantes y novicias están juntas. Las novicias hacen de hermanas mayores a la joven 78 postulante y no les basta con acoger a la recién llegada en la puerta, sino que organizan una procesión solemne, con velas encendidas, para acompañarla hasta el lugar donde comenzará una nueva vida. Toda esta acogida es fruto de los estímulos que Madre Riccarda, Maestra de novicias, ha inculcado en la mente de sus jóvenes novicias a las cuales ofrece algunas instrucciones que las hermanas recuerdan después de haber pasado tantos años. Cierto es que la Hna. inglesa, que había venido a Roma hacía algunos años, que es el “Cirineo” de la fundadora, fundadora también ella con la madre superiora, hace crecer la Orden en el corazón de las hermanas, como Madre Isabel la hace crecer con sus contactos oficiales. La acogida, uno de los fundamentos de la nueva Orden, no la siente como un peso. Con gozo nos cuenta el entrar y salir de las personas en la casa de Plaza Farnese y con particularidades que pueden dar gusto y hacer partícipes en la obra de las hermanas de Roma a quien las lee. En este parágrafo que presentamos son las hermanas que viven en la India a recibir informaciones el 11 de mayo de 1950: “Hemos tenido una visita del R. Padre Fernández, S. J. ...Esta semana pasada hemos tenido la peregrinación de Escandinavia y por lo tanto cada día, y muchas veces al día, visitas a las habitaciones de nuestra S. Madre. El martes, dia 9 de este mes, a las 7 a.m., todos los suecos han venido a la Santa Misa, eran unos 60, el Obispo Auxiliar ha celebrado la S. Misa y hemos cantado motetes. Después de la Santa Misa, mientras el Obispo se quitaba la casulla, hemos cantado en sueco un himno: el Te Deum y todos los peregrinos se han unido a nosotros en el canto. Era muy emocionante. Después del canto, hemos ido al salón a tomar café y ‘sandwichs’ y después todos han ido a la audiencia especial del Santo Padre”. A Hna. Francisca en la misma fecha escribe: “ Estamos muy ocupadas con los peregrinos, el día 4 de este mes ha llegado la 79 peregrinación de Escandinavia, han estado en Roma solo 6 días. Los suecos han asistido a la Santa Misa celebrada por el Obispo en nuestra iglesia el día 9 del mes en curso a las 7 de la mañana, han cantado con nosotras en sueco! Era muy emocionante. Después de la Santa Misa todos han ido al salón a tomar sandwichs y café y más tarde han tenido la audiencia con el Santo Padre. Hemos tenido también la peregrinación de California, y el Padre Villas, S.J. ha celebrado para ellos la S. Misa”. Madre Riccarda ha recibido una buena educación humana en su familia por lo que parecería normal oirle decir gracias hasta el último instante de su vida, en el lecho de muerte. El haberse hecho religiosa ha afinado esta actitud suya por lo que, cuando habla de gratitud con las hermanas, lo hace con un estilo muy personal. Ponemos solo un ejemplo, la carta a Hna. Clara del 15 de febrero de 1924 escrita para agradecerle la nueva cufia que le ha confeccionado: “Queridísima monaguilla mia, Hna. Clara, habría querido escribirle una cartita antes, pero hermano tiempo ha huido demasiado de prisa, y me deja siempre sin haber podido hacer las cosas que yo hubiera querido. Te tengo que agradecer por dos queridas cartas, ¿Verdad? Además ayer por la tarde nuestra Rev.da y querida Madre ha venido para probar una nueva cufia sobre mi cabeza, y me dijo que la había hecho en Roma mi monaguilla, ha sido una gran sorpresa! Cuando la he puesto sobre mi cabeza habría adivinado que era un trabajo de la monaguilla, porque me quedaba muy bién, era muy suave alrededor de la cara y se podía abrir la boca muy facilmente. Muchas gracias, querida hermanita, pido al buen Dios que te recompense por tanto trabajo hecho para una nulidad como yo”. Esta carta es una pequeña obra de arte. Mientras tanto el uso de los diminutivos: cartita, monagilla, hermanita, son como una caricia para Hna. Clara, como lo es la expresión “hubiera adivinado” que era un 80 trabajo suyo. Ciertamente no es un agradecimiento formal el que la Madre Riccarda expresa. Las gracias salen del fondo de un corazón lleno de gratitud no solo por el trabajo hecho, sino por como ha sido hecho. No sabemos si Hna. Clara haya puesto todo su amor cosiendo la cufia, pero Madre Riccarda lo da por descontado, porque ella habría puesto todo su amor en aquel trabajo como lo ponía en todo aquello que hacía. Y se detiene en notar todos los detalles de la cufia: es suave, no aprieta, la deja comer sin fatiga ... hermana Clara es propio la hermanita a la que tenemos tanto que agradecer y no sabemos como! Vida común y comunión de las santos Hemos visto come Madre Riccarda hace partícipes a las hermanas en la vida de la Orden ofreciendo particulares y detalles, a veces demasiados, pero esto permite a todas las hermanas sentirse parte viva de un organismo en el que los contactos epistolares son en aquel tiempo los únicos y más sencillos, dado que el teléfono cuesta mucho: ¡Queridísimas hermanas! Estareis contentas de saber que vuestros queridos trabajitos han llegado bien y a tiempo para la fiesta, nuestra querida Madre era muy feliz cuando ha recibido estos trabajos de sus hijas de la lejana Suecia y de Lugano, señal de afecto filial hacia una Madre muy querida; cuanto amor habeis puesto en todos estos puntos”, escribe a las hermanas de Lugano y de Djursholm el 16 de junio de 1927. Los regalos no son solo para la Madre, sino también para los benefactores, los sacerdotes, para toda la comunidad, sin olvidar a los pobres. Después, al momento de agradecer, continúa en la misma carta: “Como siempre en este día hemos tenido la renovación de la consagración de las familias de este barrio al Corazón de Jesús, la capilla 81 estaba llena, y hemos tenido un bonito sermón del reverendo Padre Maria Angelo, O.M. Capp. Por sus palabras se veía que estaba acostumbrado a hablar de este tema: el Corazón de Jesús. Por la tarde tuvimos la cena en la terraza, estábamos seguras de que vosotras estábais aquí en espíritu. En estos días hemos tenido la visita del Obispo de Noruega, y el domingo la del buen Obispo de Suecia, este último vendrá el próximo domingo para celebrar la Santa Misa en nuestra capilla. Nuestra querida Madre Reginalda está verdaderamente bien ahora, envía para todas mucho amor en C. J.”. A las hermanas que viven en la India el 17 de septiembre de 1937 les da a conocer la crónica de la Orden y pide oraciones: “En Roma tenemos dos postulantes italianas para el coro. En Vadstena tienen una postulante holandesa, tenemos que rezar de manera especial por todas nuestras postulantes, para que el Señor las ayude con su gracia, para conocer la belleza de su vocación, y para que perseveren en la vocación”. También les recuerda las difuntas y escribe el 6 de enero de 1938 recordando la muerte de Hna. Brígida: “Por Hna. Brígida todas hemos ofrecido la S. Comunión – y como dice nuestra S. Regla – tre días enteros de obras buenas, la S. Misa y el Ufficio Defunctorum”. Lo mismo hace por las hermanas de la India escribiendo el 11 de junio de 1946: “No me acuerdo si les hemos dicho que han muerto cuatro queridas hermanas después de la muerte de Madre Caterina! Hna. María Mercedes, Hna. María Ignatius, Hna. Gabriela, Hna. Gerarda, y la pobre Ada Fabris. No creo que hayais conocido a la querida Hna. María Ignatius, que fue verdaderamente una querida hija, era una convertida inglesa, pero ya, antes de hacerse católica deseaba siempre pasar desapercibida y esconderse en un lugar donde poder orar siempre y rezar en particular por los enfermos y los locos. Ella se había sacrificado mucho para responder a la vocación religiosa. Su vida era muy edificante, era muy 82 fervorosa y su gozo era el de hacer los servicios más humildes, de barrer, secar o lavar los platos, quería siempre ayudar a las hermanas. Ha muerto después de una grave operación. Faltaban todavía dos años para emitir los últimos votos. En su última enfermedad decía que quería hacer todavía muchos sacrificios por Jesús y que quería ser sorda, muda y ciega por Jesús. La querida Madre Caterina ha recogido una pequeña comunidad de brigidinas en el cielo”. Riccarda sabe lo dificil que es vivir juntas si no hay un estilo de obediencia que, como hemos dicho, es el núcleo de la vida cristiana siguiendo el ejemplo de Jesucristo, por lo tanto más expuesta a los ataques del demonio. Por este motivo, con dulzura y a veces con una pizca de diplomacia, escribe sobretodo a las hermanas que han sido trasladadas de una casa a otra y no solo cuando es Madre Abadesa General, como en la carta a Hna. Barbara Mattana, escrita el dia 1 de febrero de 1963, pero ya antes como en la de Hna. Clara, escrita el 18 de noviembre de 1926: “Rezaré mucho por la pequeña Hna. María Clara, muy querida, para que se someta con humildad y dulzura, y sobretodo con amor tierno, a lo que Jesús quiera hacer con ella y no sea rebelde a los toques de este Divino Maestro y Esposo” y la pone en guardia sobre las dificultades que podrían surgir en una nueva comunidad. En la misma carta: “Tiene que recordar, Hermana querida, que las acciones de los dem y también sus palabras no las dicen para hacernos mal, sino que la mayor parte de las veces, y siempre se puede decir, son el resultado del temperamento de la persona y no tenemos que preocuparnos por los defectos de los otros ya que también nosotras tenemos tantos. Si algunas personas parece que son un obstáculo para nosotros, entonces hagamos todo lo posible para no ir en su contra, al contrario, tenemos que probar a movernos cerca de ellas, mirando el bien que hay en cada una y no sus defectos; ¿Comprende Hna. Clara?”. 83 Casi con una sonrisa escribe a Hna. Raffaella y a Hna. Zita el dia 1 de enero de 1927: “Han tenido una bonita sorpresa cuando han visto a la querida Madre Caterina, ¿No es verdad? Han perdido a la querida Hna. Veronica!! Pero así es nuestra vida, queridísimas, nos hemos ofrecido a Jesús para darLe lo que Él quiere de nosotras, por lo tanto tenemos que ser como soldados, listos en todo momento para ir, venir, estar, ¿No es verdad?”. Y a Hna. Teresa Pellegrini el 26 de febrero de 1935: “¡No nos tenemos que escandalizar por el comportamiento de nuestras hermanas o de las Madres! Nunca! Todas somos criaturas humanas y cada uno tiene sus defectos y también momentos en los cuales nuestras caidas son grandes, pero no queremos que los otros se escandalicen, al contrario, quisieramos que fueran muy indulgentes con nosotros en sus juicios, ¿No es verdad? Tenemos que procurar excusar siempre, aunque veamos culpas grandes, no conocemos las causas de muchas cosas, tantos carácteres diversos que nos dan la ocasión de practicar la virtud. Recordemos lo que San Francisco de Sales nos enseña, que el convento es un hospital para las enfermedades del alma”. Y continúa: “Muchas veces las faltas vienen cuando una persona está muy tentada por el demonio, y al mismo tiempo está cansada y nerviosa. Vivimos por Jesús solo, mirémos solo a Él y no juzguemos para no ser juzgadas! Si la caridad no reina en una comunidad es un infierno, y tenemos que saber perdonar”. Cerramos este parágrafo con un largo fragmento de una circular a todas las hermanas escrita el día 8 de julio de 1946: “Qué hermosa es esta unión de nuestras Casas, fundadas por nuestra querida Madre. Es importante que haya siempre esta unión, “la Unión hace la fuerza”, tenemos que estar siempre unidas, como un cuerpo y un alma sola, no importa la distancia, o que no nos veamos, la unión debe estar fundada sobretodo en el Señor y sobre nuestra hermosa vocación; venimos de 84 diferentes naciones y tenemos carácteres muy diversos las unas de las otras, pero esto no importa, al contrario, nel procurar soportarnos reciprocamente con paciencia, nos acercamos cada vez más al gran ideal para el cual el Señor nos ha llamado a su Servicio Divino ... soportar carácteres con paciencia es un gran paso hacia la santidad”. De la vida común se pasa a la comunión de los Santos Hasta este momento hemos traido sobre el argumento solo algunos fragmentos que se refieren al paraiso y a la muerte de personas queridas y de las hermanas. Ahora nos detendremos en la comunión no solo fraternal, sino de todos los Santos. Refiriéndose al tiempo que pasa escribe a las hermanas de Djursholm el 12 de noviembre de 1928: “¡Un año pasa como nada, estamos en un tren express para el Cielo, nuestra casa, pronto estaremos todas juntas en el Cielo!” Que hermoso será estar siempre con María Santísima, nuestra Santa Madre, y nuestra querida Madre, siempre junto a Jesús, y siempre juntas, ya sin “adios” y sin “separaciones” que me hacen envejecer diez años cada vez, pero todo sea por Él. Estas separaciones nos unen cada vez más a nuestro Esposo Divino, ¿No es verdad? Y nos hacen anhelar más fuertemente el Cielo. Muchos besos y saludos afectuosos mios y de todas las queridas hermanas de Roma, que aunque estén lejos, están siempre unidas con vosotras en espíritu y en la oración, tenemos el mismo horario, por lo tanto, estamos juntas en cierto modo”. En esta comunión entran los amigos del convento como escribe a Hna. Teresa Pellegrini il 17 de diciembre de 1934: “La narración de la muerte de Sergio nos ha edificado a todas, y he leido la descripción a las hermanas esta tarde durante la recreación, una bella muerte propia de un 85 santo; la pobre mamá sufrirá por su falta, pero se consolará al pensar que su hijo está en el cielo junto a su papá”. Y a Hna. Teresa Pellegrini: “Bienaventurada la abuela que finalmente ha ido a nuestra verdadera patria para gozar de la presencia de Dios, cara a cara, en una felicidad eterna, junto con todos sus seres queridos”. “La pérdida de una persona querida, especialmente de los padres – deja un gran vacío en principio – pero después los sentimos muy cercanos – y percibimos su ayuda”, como escribe a Hna. Gemma La Porta el 15 de noviembre de 1936. A la Condesa von Rosen, más tarde, por la muerte del marido escribe cosas maravillosas el 29 de abril de 1948. Logra expresar todo el valor de una vida de pareja fiel y la consuela propio con el recuerdo del tiempo que pasa velozmente y que nos lleva a todos unidos al paraiso: “¡Somos conscientes del inmenso vacío que la pérdida del buen y amable conde Le ha causado, de hecho se habrá sentido como partida en dos mitades! Pero, gracias a Dios, Usted tiene una fe muy fuerte y esta fe será el apoyo que la sostenga. El querido conde continuará a consolarle y a darle su ayuda con sus oraciones: la seguridad de que vamos a encontrarnos de nuevo con nuestros seres queridos mucho tiempo antes, es un gran consuelo; he dicho “mucho tiempo antes” porque la vida corre hacia adelante a gran velocidad y todos nos encontraremos y nunca más nos separaremos en la gloriosa felicidad eterna del Cielo, en la visión de Dios cara a cara”. Este capítulo se cierra con una reflexión de Madre Riccarda altamente espiritual formulada con una expresión a menudo repetida: “nuestra venerada Madre está con ustedes siempre con la oración y con el espíritu; la lejanía no disminuye para nada el afecto y la unión – al contrario, la lejanía, siendo una cosa material, desaparece delante de una cosa tan profundamente espiritual como es la llamada divina”. 86 PARTE III SU OBRA EN LA ORDEN HASTA LA MUERTE DE MADRE ISABEL HESSELBLAD 87 1 Durante la primera guerra mundial E inmediatamente después de la guerra La vida en Roma Ya hemos dicho que desde el momento en el que Madre Riccarda llega a Roma en el 1914 su vida está entrelazada con la de Madre Isabel y con La expansión de la Orden en la que ella ocupa un lugar fundamental. 88 Ahora trazaremos brevemente las líneas esenciales de la vida de la Orden y sus vicisitudes hasta la muerte de Madre Isabel, cuando le tocará a ella tomar las redes habiendo sido elegida Abadesa General. Riccarda llega a Roma en 1914, año de la muerte del Papa Pio X y del comienzo de la primera guerra mundial. En relación a esta guerra comienza la actividad caritativa de Hna. Riccarda. No obstante las hermanas se sientan bastante tranquilas en su modo de vida, viven de todas formas en una gran pobreza. Hemos visto que esta palabra se repite a menudo en los escritos de Madre Riccarda y tiene varios significados. En estos momentos ella piensa a la pobreza moral y pide oraciones por Italia. Citamos un fragmento de la carta a la Abadesa de Syon el 26 de diciembre de 1919: “Por favor, rece mucho por Italia, las cosas van mal y crece mucho el odio hacia la religión y los religiosos”. En Italia, a principios del siglo XX, las cosas van verdaderamente mal, ya sea por los contrastes socio-políticos, ya sea por la pobreza material reinante (es el periodo de los grandes éxodos hacia América) y también por la difusión del socialismo que promueve el odio entre las clases sociales. Hna. Riccarda procede de Inglaterra donde el odio surge entre personas de confesiones religiosas distintas, sin embargo aquí se trata de un sistema estructural que proclama robar a los ricos para darlo a los pobres, pero que en realidad solo crea una lucha de clases que no disminuye ni siquiera con la guerra. El remedio es la oración. Por este motivo encontramos una carta a la misma Abadesa para agradecerle los donativos enviados para la celebración de las misas. También las hermanas son pobres y no pueden permitirse los donativos para celebrar misas en su capilla por vivos y difuntos. De hecho ella expresa su dolor por los miles de almas que mueren y por las que nadie se preocupa. A la Abadesa comunica también la tristeza de p. Williamson: dos de sus 89 novicios han ido a la guerra y no se sabe nada de ellos. Otro dolor está unido al hecho de que algunas jóvenes italianas quisieran entrar en la Orden, pero no pueden hacerlo porque no tienen la dote requerida. De hecho el Vicario no quiere que entren en el convento sin la dote, como era costumbre en aquellos tiempos, y Riccarda comenta que son tiempos muy duros a causa de la guerra y del hecho que la fundación está en sus inicios y no puede garantizar por las jóvenes pobres. La gente sufre el hambre. Los hombres están en el frente y los campos desiertos. Los huérfanos y las viudas se multiplican y algunos están empleados en las fábricas que construyen armas en lugar de telas u otros géneros de primera necesidad. Muchos llaman a las puertas del convento, pero también las hermanas sufren el frio y el hambre. Además de las privaciones de la guerra en enero de 1915 un terremoto golpea bastantes ciudades italianas, además de Roma. Las hermanas estaban recitando la Hora Sexta, y la cronista del convento escribirá que sintieron moverse la casa. Pero esto fue lo de menos. Ninguna de las hermanas tuvo heridas, pero centenares de heridos fueron traidos a Roma. Muchos niños que habían quedado huérfanos fueron dados en custodia a las hermanas. No había pasado un mes cuando Madre Isabel recibió la noticia de que tenían que abandonar la casa de via Aurelia, que ellas habían adaptado para convento. Padre Federici S.J., amigo de la Orden, propuso que fueran a ver una casa situada en el n.1 de via Córsica, una callecita que desembocaba en via Nomentana. Madre Isabel en compagnia de Madre Riccarda fueron a verla y como les pareció adecuada se decidieron a comprarla. Entre tanto las cuatro novicias: Hna. Reginalda, Hna. Caterina, Hna. Brígida y Hna. Richard, tenían que hacer la primera profesión y necesitaban el permiso del Cardenal vicario. Las novicias entonces le 90 enviaron una carta, citada anteriormente, para pedirle la posibilidad de emitir sus votos dado que la Orden no tenía todavia el reconocimiento oficial de la Iglesia. Obtenido el permiso fue establecida la fecha para el dia 8 de septiembre de 1915. La Crónica de la Casa nos cuenta: “Fue un día solemne y bellísimo después de muchos años, muchas penas y tribulaciones. Madre Isabel acompañó al altar a las cuatro jóvenes coronadas con las cintas blancas con cinco señales rojos, simbolo de las Llagas Santas del Señor”. Poco después de la profesión, Madre Isabel, el 25 de octubre del 1915, encarga a Hna. Riccarda que escriba una carta en su nombre, la primera carta, a la Abadesa del monasterio de Syon. La citamos por entero porque es la primera que ella escribe y se nota enseguida que el contenido ha sido sugerido por la Madre Isabel, pero el estilo es el suyo, delicado y amable, humilde y firme, respetuoso y atento a los problemas de los otros. 25 octubre 1915 Muy Rev.da Señora Abadesa. Nuestra queridísima Madre quería escribirle ella misma pero, desgraciadamente, está delicada en cama y me ha pedido a mi que escriba de su parte para gradecerle los últimos donativos para las Misas y añadir los resguardos (cuatro) de las Misas ofrecidas. La semana pasada hemos tenido que cambiar nuestra capilla porque muchas personas de fuera vienen para la Misa y la Bendición, y no había sitio. Creemos que nuestra Madre ha trabajado muy duramente, pero teníamos que hacerlo con rapidez para no interrumpir las Misas. 91 Nuestra Madre espera que pronto sus ojos, querida Señora Abadesa, estén bien. Estábamos muy apenadas de saber que estaba sufriendo, porque todo lo que se refiere a los ojos es muy doloroso. Nos gustaría mucho saber cómo está Hna. Maria Bridget: hemos rezado mucho por ella, esperamos que haya superado bien la operación y que ahora esté reponiéndo sus fuerzas. ¡Como habrá deseado volver a Syon! Estamos muy contentas de saber que el Padre Benedict ahora vive en Cobhem y que se dedicará por entero a sus novicios; esperamos que tenga éxito haciendo aquello por lo que tan seriamente hemos rezado. Aprovecho esta ocasión, Rev.da querida señora Abadesa, para pedirle que rece mucho por mi queridísima amiga señora Corballis (Hermana S. Paul). He sabido por ella hace unos días que hará la profesión el 24 de noviembre. Por favor ¿Puede decir a Hna. M. Aloysius y a todas nuestras hermanas de Syon que pidan por ella? Con amor de parte de nuestra querida Madre y con respeto de mi parte la saludo en nombre de todas nosotras y le ruego que rece por nosotras para que crezcamos en fervor y abnegación. Su respetuosa y humilde hija Hna. Riccarda P.S. Nuestra querida Madre me ha pedido que le diga que ha rezado de manera especial por Madre Ignatius ayer en el día de su fiesta, espera que esté bien y que rece por nosotras. 92 Muchísimas de sus cartas están dirigidas a personas internas o cercanas a la Orden y ella siempre lanza mensajes que abren una pequeña brecha en su vida con Dios. Y lo mismo cuando tiene que contar las cosas que conciernen a la Orden, las peticiones y también los reproches a las hermanas, es delicada y llena de la misericordia de Dios, mientras su historia personal continúa en paralelo con la de la Orden hasta la muerte de Madre Isabel. Estamos en 1915, Madre Isabel sigue siempre enferma y la guerra continúa. A la Condesa von Rosen el 14 de diciembre de 1916, Riccarda escribe: “Esta será una Navidad muy triste para muchos, porque en sus familias faltarán el padre o los hijos o quizás los dos. Para aquellos que elevan sus corazones a Dios será una fuente de aliento y consolación la fiesta de Navidad, día en el que celebramos el aniversario del inicio de nuestra Redención. Este pequeño niño, el Rey que adoramos en el pesebre, ha nacido en la pobreza y en la miseria y ha muerto con una muerte humillante y cruel después de una vida intensa de trabajo y sufrimiento, para adquirirnos una vida de eterna felicidad. Si aquellos que han perdido a sus amigos o a sus seres queridos van a adorar al Rey Niño con fe y con el corazón lleno de amor, El les dirá que no lloren y que no se lamenten porque con su venida ha merecido la vida de felicidad eterna para todos sus seres queridos. Estos no han sido separados de ellos para siempre, sino por un breve tiempo y se encontrarán una vez más en la ciudad celeste, donde estarán juntos para siempre en la felicidad que no puede destruir ningún dolor”. No obstante la guerra la Orden sigue adelante. A primeros del año 1916 entra en el convento de via Corsica la primera sueca, que será después Hna. Elena. En este mismo periodo se cambia el Oficio brigidino por el Oficio Romano porque los antiguos Breviarios se han terminado y es imposible encontrarlos mientras que el 93 Breviario Romano es más fácil encontrarlo y permite a las hermanas sentirse más en comunión con la oración universal de Iglesia. En el convento son diez en este momento. La vida es dura. Queda el sueño de tener la casa de santa Brígida en la Plaza Farnese y Madre Elisabetta, acompañada por Madre Riccarda, se presentan ante la madre superiora de las Carmelitas de Plaza Farnese y ante el procurador general de la Orden Carmelitana para ver qué se podía hacer. Las Carmelitas quisieran dejar aquella casa, pero necesitan un monasterio y para obtenerlo tendrían que disponer de una fuerte suma de dinero, que las brigidinas no tienen. Entonces Madre Isabel hace escribir a Madre Riccarda a la Abadía de Syon, y a los monasterios de España y de Holanda para pedir una consistente ayuda económica, pero la respuesta es siempre negativa. ¡Se puede mandar solo una pequeña cantidad! En el 1919 tienen que volver a cambiar nuevamente de casa. Los propietarios de la casa de via Córsica piden un fuerte aumento por el alquiler de la casa. Las hermanas no pueden pagarlo. Se necesita buscar otra casa y posiblemente comprarla. Propio junto a su convento se vende una casa, pero el precio es altísimo. Madre Isabel piensa en dirigirse directamente al Papa y el 19 de febrero de 1919 visita a Benedicto XV con Madre Riccarda la cual narra este encuentro a la Abadesa de Syon en una carta del 13 de marzo de 1919. Presentamos un fragmento: “El 19 de febrero nuestra querida Rev.da Madre ha tenido una audiencia privada con el Santo Padre. Su Santidad la ha recibido en su estudio privado ... y ha preguntado muchas cosas sobre “esta obra” que Dios le ha confiado y ha demostrado mucho interés. Su Santidad ha dicho ya a un amigo nuestro que ésta sería una de las cosas que le gustaría restablecer en Roma para los Paises Escandinavos’. Piense, rev.da y querida señora Abadesa que el mismo Santo Padre nos ha prestado el dinero para comprar la casa que queríamos, y que nosotras tendremos que restituir 94 gradualmente ... Él mismo ha cogido los billetes de un cajón de su escritorio. Todo es maravilloso”. En efecto el Papa les había dado 200.000 liras que más tarde le fueron donadas a la fundadora por un señor sueco y ella se las restituyó al Papa, como recuerda Madre Elisa Famiglietti. El dinero prestado por el Papa ofreció la posibilidad de comprar la casa y fue restituido en el arco de cinco años. El 31 de marzo de 1919 Madre Riccarda y Madre Isabel van a un notario para formalizar el contrato. Las hermanas hacen solas el cambio de casa en la calle via delle Isole, 34, porque los jardines de via Corsica y de via delle Isole eran confinantes. Los trabajos para adaptar la casa a convento fueron realizados por las mismas hermanas que se improvisaron albañiles, pintores y carpinteros. En la carta del 16 de marzo de 1919 a la Abadesa de Syon Riccarda espera que “con la entrada en la nueva casa podamos también entrar en una vida nueva de renovado fervor, sacrificio y amor para ser entera y totalmente para Él solo y para todo aquello que Él quiera de nosotras”. El 16 de abril de 1919, el padre Hattais celebra la Misa de inauguración de la nueva capilla, en presencia de muchas personas y entre ellas bastantes escandinavos. Están presentes los cónsules de Noruega, Suecia y Dinamarca, el señor Solmon, un hebreo danés convertido, el conde Wrangel, famosísimo escritor sueco. A todos se les ofrece un té en el recibidor del convento. ¡Parece que el sueño del Papa de tener una obra para los escandinavos se haya realizado! Hna. Riccarda, mientras tanto, ha sido nombrada maestra de novicias y una de ellas nos cuenta el primer encuentro con esta hermana. Es el 10 de mayo de 1919, llega una joven a via delle Isole que recuerda su entrada de esta manera: “La querida Hna. Michela amablemente nos acompañó a un bonito recibidor y se fue a avisar a la Rev.ma Madre. Pasados unos minutos se abrió la puerta, entraron dos Hermanas, una 95 más anciana, majestuosa, la otra más joven y delgada; las dos, con una sonrisa angélical, saludaron al padre que enseguida me dijo: “Es la Rev. Madre Abadesa”. Me puse de rodillas y le besé la mano. Yo sabía que cerca de la superiora está la vicaria, y simplemente me dí la vuelta hacia la más joven y le pregunté: “¿Usted es la vicaria?’’ Ella respondió enseguida: “Hna. Riccarda”, y la querida Madre añadió: “Es la Madre Maestra”. Besé también su mano ... Madre Riccarda se puso roja, bella como un capullo de rosa. “Hablaban con el Padre y con mi papá y yo los miraba complacida”. Esta hermana tomará más tarde el nombre de Clara y nos contará en sus memorias: “Después del retiro, con las enseñanzas de la Madre Maestra, nuestra dulce mamita, la víspera de la vestición pedí perdón delante de toda la comunidad”. Hna. Riccarda cronista de la Orden Terminada la guerra, el 4 de marzo de 1920 llega el Decreto de la aprobación canónica de la Orden. Madre Riccarda tiene el encargo de llevar un diario de la vida de cada día a partir de octubre de 1920. De este modo sabemos que algunas hermanas ursulinas martirizadas en Valenciennes durante la revolución Francesa, fueron beatificadas. Dos de ella eran hermanas brigidinas francesas, que eran huéspedes de las ursulinas, y fueron martirizadas con ellas. Se llamaban Hna. Anna-Maria Erraux y Hna. Maria Francesca La Croix. Sabemos también que el 3 de abril de 1921 Invitados por Madre Isabel, el hermano del rey de Suecia, príncipe Oscar Bernadotte, con su esposa y sus dos hijas, vinieron a visitar el monasterio. Madre Elisabetta sabiendo que los suecos pensaban que los católicos no leían nunca la Biblia, hizo colocar todas las Biblias que había en la casa sobre una mesa. 96 Algunas estabas escritas en italiano, otras en inglés y en sueco. Eran estos pequeños gestos los que creaban simpatia hacia las brigidinas, simpatia basada no solo en la conciudadanía, sino también sobre algunos elementos religiosos comunes. Era propio lo que algunos años antes había soñado Benedicto XV. Mientras tanto en Suecia, la Condesa Mary von Rosen, que en el 1911 había venido a Roma y había conocido a Madre Isabel cuando vivia en la Plaza Farnese huésped de las Carmelitas, fundò la “Societas Sanctae Birgittae”. Los miembros se reunían cada año en Vadstena en el aniversario de la muerte de S. Brígida. Para el encuentro del 1923 las brigidinas de Roma fueron invitadas a Suecia. El 19 de junio de 1923 Madre Isabel mandó a Hna. Caterina y a Hna. Riccarda al Vicariato para consultarse con las autoridades eclesiásticas sobre la oportunidad de la visita a Suecia. Obtenido el parecer favorable, el 8 de julio de 1923 viajó con Hna. Reginalda. En el 1923 la iglesia de Vadstena estaba bien conservada. En el Ábside había una preciosa caja o relicario, que contenía los huesos de la santa. De todas formas los católicos no eran bien vistos. De hecho Eva, hermana de la Madre Isabel cuando supo que las hermanas habrían ido a Suecia les aconsejó que no lo hicieran, dada la gran hostilidad de los suecos hacia los católicos. Mientras Madre Isabel está en Suecia, Hna. Riccarda en Roma se ocupa de la comunidad. El 16 de septiembre de 1923 sustituye a la Madre en la vestición religiosa de una joven. Diez días después con Hna. Margherita, viaja ella también a Suecia porque está para nacer la primera casa de las brigidinas romanas en Suecia, en Djursholm, cerca de Estocolmo, y la Madre la quiere cerca para establecer una casa de reposo bajo el nombre de S. Brígida (St. Birgitta’s Vilohem). Es la primera fundación nacida del ramo romano propio en aquella Suecia de la que 97 años antes había marchado Madre Isabel y es considerada un milagro de la gracia por intercesión de santa Brígida. Cuando la casa comienza a funcionar, después de un año de trabajo, el 17 de septiembre de 1924 Madre Isabel y Hna. Riccarda dejan allí como superiora a Hna. Reginalda y parten de Estocolmo para Roma. Se detienen en Lugano donde también aquí, casi por milagro, parece que es posible abrir una nueva fundación con el apoyo del Obispo de Lugano. Efectivamente, las hermanas encuentran una casa y hacen venir de Roma a Hna. Giuseppina, Hna. Erica y a Hna. Raffaella. Más tarde llegarán otras dos para ayudarles. Estas fundaciones son un verdadero don de Dios después de tantos sufrimientos, pero las hermanas no están todavía satisfechas porque queda el problema de Plaza Farnese: la casa de Santa Brígida en Roma. De todas formas las hermanas tienen el apoyo del Papa y el 20 de diciembre de 1925 Madre Riccarda escribe a un sacerdote amigo de Inglaterra: “El Santo Padre nos ha prometido que restituirá la casa de Santa Brígida en la Plaza Farnese a la obra de nuestra Madre para la Escandinavia pero hasta que no se haya encontrado un lugar adecuado para las Carmelitas, la cuestión no se puede resolver. El Santo Padre ha dado una gran suma de dinero para la compra de nuestro querido Santuario y el conde sueco ha hecho una donación al Santo Padre para esta intención. ¡Se puede imaginar cuanto deseamos vivir en la casa de nuestra Santa Madre!”. Dias antes, el 3 de noviembre de 1925, Madre Isabel, acompañada por Madre Riccarda, habían ido a hablar con el Cardenal Von Rossum del Colegio de Propaganda Fide, para ver cómo podían hacer para obtener esta casa. Como se ve, en todas las cuestiones más importantes y delicadas encontramos siempre juntas a las dos hermanas, menos cuando Madre Riccarda tiene que sustituir a la Fundadora en Roma. 98 Un año rico de sucesos para Madre Riccarda es el 1930: el 17 de mayo va a una audiencia privada con el Santo Padre; la acompaña Madre Isabel. El 17 de septiembre de 1930, muere el padre Giovanni Hagen de la Compañía de Jesús, que había estado siempre muy cercano a las hermanas. Madre Riccarda llora y se justifica con una hermana: “He recibido el hábito de sus manos”. En el 1931 Madre Riccarda tiene una gran alegría. Una vieja amiga de Madre Isabel, Maria Potter Cisneros, le ofrece la casa donde ella ha vivido con su marido, a las afueras de Londres. Madre Caterina queda como responsable de la fundación, una de las primeras hermanas inglesas que habían venido a Roma con padre Benedicto. Plaza Farnese Entre el 1930 y el 1931 se resuelve también el problema con las Carmelitas de Plaza Farnese que han encontrado una nueva casa en Roma, en el barrio de Parioli y el 8 de abril de 1931, miércoles de Pascua, las brigidinas reciben las llaves. La casa es finalmente y oficialmente su casa. El 16 de noviembre se celebra la inauguración y se convierte en el punto de referencia de los escandinavos en Roma. Cada año, el día de San Esteban, los escandinavos reciben una invitación para un encuentro. Son siempre muchos los que pasan por esta casa de larga historia. Esta casa había sido regalada a las hermanas suecas el dia 8 de enero de 1383 por una amiga romana Francesca Papazzurri, que se había conservado el derecho de habitarla. Tenía dos pisos y un jardín. Se entraba por la actual calle Monserrato. En el siglo XV el ingreso fue 99 cambiado a la Plaza Farnese. Después de la muerte de Santa Brígida la habitación donde había vivido fue convertida en capilla. Solo en el siglo XVI se construyó una capilla más grande. La casa, siguiendo las costumbres de santa Brígida, se convirtió en un hospicio para los peregrinos suecos y no solo para ellos. De hecho algunos testimonios de la época recuerdan que en aquella casa vivieron la hija de santa Brígida, la beata Caterina y santa Caterina de Siena durante casi dos años. Cuando murió Francesca Papazzurri, la casa fué encomendada al monasterio de Vadstena que la dirigía a través de dos procuradores. Con la Reforma protestante del siglo XVI, la casa se convirtió en refugio de los prófugos católicos suecos y fue interrumpida la relación con Vadstena. La casa fue encomendada a los Cardenales romanos de la familia Farnese, después a los Orsini y a otros y fue considerada propiedad pontificia. Durante un tiempo vivió allí la reina Cristina de Suecia después de su conversión al catolicismo y a su muerte el prior del monasterio brigidino de Altomünster, en Baviera, la tuvo para su uso hasta el momento de la Revolución Francesa cuando los monjes tuvieron que abandonar Roma. En el 1828 el Papa León XII la regaló a los canónigos de Santa María en Trastevere. Después de unos veinte años, dado que la casa necesitaba una manutención extraordinaria, fue dada en custodia a los padres franciscanos de la Santa Cruz y de estos pasó en usufructo a las monjas Carmelitas que se establecieron en el 1889. Entre las Carmelitas había entrado Madre Isabel. Por este motivo, se esperaba siempre que la casa volviese a las brigidinas. Mientras, la salud de Madre Isabel se vuelve cada vez más delicada. De todos modos ella lucha para obtener la casa de santa Brígida y finalmente, como hemos dicho, el 8 de abril de 1931 obtiene las llaves. 100 2 El “Cirineo” de Madre Isabel En viaje entre Suiza – Suecia – Inglaterra El 30 de junio de 1934 Madre Elisabetta habría tenido que viajar a Lugano donde habían surgido varias dificultades, pero su salud es muy débil por lo que manda a Madre Riccarda. En septiembre del 1934 Madre Riccarda sustituye una vez más a la Madre General en la profesión solemne de tres hermanas: M. Rosaria Cariglia, M. Paola Di Nitto e M. Bernarda Vacchi. En agosto de 1935, Madre Isabel y Madre Riccarda están de nuevo en Suecia para abrir una casa precisamente en Vadstena. 101 Madre Riccarda había escrito a Hna. Isabel Cisneros, amiga de Madre Isabel, el 29 de diciembre de 1923: “Usted me ha pedido que le cuente algo sobre las últimas brigidinas de Suecia expulsadas del monasterio de Vadstena. Ellas vivieron en paz durante el reinado de Gohan III que había desposado una princesa polaca, pero cuando Charles IX subió al trono, comenzaron los sufrimientos. El rey estaba lleno de ideas calvinistas y procuró alejar el catolicismo de Suecia prohibiendo los conventos. Las brigidinas vivieron durante 25 años sin la S. Misa y los Sacramentos y estaban obligadas a ir a los servicios luteranos. De las que quedaron con vida, después de un sufrimiento de 25 años, dos de ellas fueron asesinadas, una pobre hermana fue tratada tan cruelmente por el insensato hermano del rey, el Principe Magnus, que murió. De aquellas cinco que quedaron, dos fueron llevadas, a través del gran lago Vättern, al castillo de Vettersborg y allí fueron decapitadas, las últimas tres queridas hermanas fueron exiliadas. Tuvieron que atravesar el lago Vättern en una pequeña barca y cuando salieron de su querido convento no se oyó ninguna queja, sino solo oraciones por el perdón de sus enemigos y peticiones a Dios para que tuviera misericordia de ellos. Desde lejos, todavía hoy, se pueden escuchar sus voces: “S. Birgitta ora pro nobis”. Las grandes campanas de la iglesia de Vadstena tocaron milagrosamente: De hecho no había nadie que las tocase. Pasaron a Polonia y se unieron a las brigidinas de Danzica”. Tornando a Roma Madre Isabel y Madre Riccarda se detuvieron de nuevo en Lugano. El dia 20 de mayo de 1936 una postulante pide vestir el hábito religioso y Madre Riccarda sustituye a la Madre Abadesa. Entretanto el jesuita padre Beretta pide hermanas brigidinas para una fundación en la India del norte de Kerala, en Calcuta, para la adoración perpetua. Hay un poco de incertidumbre en Roma porque el 102 pensamiento está siempre dirigido hacia los paises escandinavos, pero se acepta y en la tarde del 9 de abril de 1937 las doce “misioneras contemplativas” dejan la casa de S. Brígida de Plaza Farnese; siete de ellas son italianas, cuatro indianas y una suiza, entre ellas está la Madre Francisca Lalli, que será la superiora del primer convento brigidino en tierras de la India. Madre Riccarda y la Superiora de la comunidad de Plaza Farnese las acompañan a la estación ferroviaria de Roma. El 12 de julio de 1937 es un día especial para Madre Riccarda: se parte para Inglaterra, su tierra, que no ve desde hace muchos años. Tambien esta vez están juntas las dos hermanas. La segunda guerra mundial y el periodo inmediatamente sucesivo Mientras tanto se prepara la segunda guerra mundial y en 1940, escribe la cronista del convento, pocos viajeros pueden llegar a Roma. Las hermanas viven todavía más pobremente dado que han disminuido las entradas para el convento. De todas formas, en marzo de aquel año hay fiesta en todas las casas brigidinas: La sagrada Congregación de los Religiosos aprueba las Constituciones de la Orden. El 27 de noviembre de 1938, Madre Riccarda había escrito a Hna. Francisca Lalli: “Todo el mundo está orando por la paz ... Los protestantes de Londres han estado rezando toda la noche en la Abadía de Westminster para pedir por la “paz”, han hecho el turno de trescientas personas cada vez, y sesenta mil católicos han salido en procesión por las calles de Londres” y a Hna. Filomena Gonsalves el 10 de enero de 1939: “Nosotras ahora estamos viviendo un tiempo muy dificil en Europa y la 103 vida de todos, religiosos y laicos, es muy compleja. Nadie nos puede ayudar, porque nadie tiene dinero. Estamos en las manos de Dios. Su Divina Providencia no nos ha abandonado nunca y Él no nos abandonará si nosotras lo amamos y confiamos en Él, aunque hagamos también lo que podamos por nuestra parte”. El 25 de agosto de 1939 también a Hna. filomena escribe: “Ahora todos estamos rezando seriamente por la paz ... El Santo Padre está rezando y hace todo lo que puede para llegar a una solución pacífica”. El 15 de enero de 1940 Madre Riccarda escribe en la crónica: “Llegan noticias de que los Rusos están bombardeando cruelmente las grandes ciudades de la Finlandia y han hecho caer una bomba sobre una isla de Suecia. La situación es muy grave pero recemos seriamente y con confianza en Él que es el Señor del mundo... Nuestra querida Madre ha recibido una carta de Madre Caterina, actualmente Superiora de nuestra casa de Djursholm en Suecia, ella dice que están bien. Deo Gratias. Que en caso de necesidad también ellas están preparadas para recoger refugiados de Finlandia, heridos, o para cualquier otra cosa que el Gobierno pueda necesitar de ellas”. En mayo de 1940, sucede la invasión de Francia. Madre Riccarda escribe a Hna. Teresa Pellegrini el 11 de marzo de 1940: “Pida por la paz en Europa, esta guerra terrible se extiende por todos lados”. Italia entra en guerra. Todos están en peligro. Solo las casas de Suecia, de Suiza y de la India están relativamente al seguro. En Roma el embajador inglés invita a todos los ciudadanos de Inglaterra a dejar Roma. Ochenta y dos seminaristas del colegio inglés tienen que salir y piden a las hermanas de Plaza Farnese que guarden sus 104 libros y sus vestidos. Cierra también el colegio americano y cuarenta jóvenes tienen que volver a su patria. Plaza Farnese, donde se encuentra la embajada francesa, y también la casa de santa Brígida, es custodiada por la policía. El 20 de junio de 1940 Madre Riccarda escribe en la crónica: “El Onorable Wenceslaus Amici ha llamado para saber cómo estábamos todas nosotras y para saber si habíamos tenido dificultades a causa de la presencia de dos inglesas en la Comunidad (Madre Riccarda y Hna, Ignatius). Nuestra Madre le ha dicho que hasta ahora el Ayuntamiento ha sido amable con ellas y ha dicho que de todas formas, por el momento, no hay motivos para que las dos inglesas no puedan estar en el convento de Plaza Farnese”. El 5 de julio de 1940 Madre Isabel obtiene una audiencia privada con el Papa Pio XII, para cinco personas, y lleva con ella a Madre Riccarda. Entretanto, en 1940, la pobreza comienza a notarse más fuertemente que antes y también los donativos disminuyen. Las hermanas no pueden comprar carbón para el invierno porque el precio es altísimo. “Por lo que nuestra confianza en la Providencia amorosa de Jesús tiene que crecer cada vez más fuerte, y no dejarnos abatir”, escribe Madre Riccarda a Hna. Francisca Lalli, el 5 de abril de 1940, y a un sacerdote amigo diez días después: “Que tiempos tristes y terribles estamos viviendo y ¿Cuándo terminará todo esto?... Parece que las puertas del infierno se han abierto”. A Hna. Filomena el 3 de mayo de 1940: “Europa entera está progresivamente entrando en el terrible conflicto... solo Dios nos puede ayudar en esta hora de obscuridad y de tribulación. Nosotros estamos en sus manos... Acojamos todos los sufrimientos, todas las tribulaciones y las dificultades y dejémoslas caer en el cáliz durante la S. Misa para ofrecerlas a Dios por el mundo a través de los méritos de Jesús”. 105 Mientras, las noticias de los terribles bombardeos a la ciudad de Londres, siguen llegando a Roma. Las hermanas rezan intensamente por la comunidad de Iver Heath. Como no habían tenido noticias de ellas, el 15 de julio de 1940 Madre Riccarda recuerda que fue a la Cruz Roja internacional en via Puglie, 6 para mandar un mensaje a las hermanas de Inglaterra. Desde el dia 15 de julio, día en el que se pidieron noticias, solo el 28 de noviembre se tienen noticias, siempre a través de la Cruz Roja, de que están bien. La guerra hace caer el proyecto de una fundación en América. Muchas cosas suceden del 1940 al 1943 en la casa de santa Brígida. Muchas personas encuentran refugio. Varios hebreos, amigos o no, son agogidos y escondidos en la casa, hasta en la zona interior donde viven las hermanas. Durante las incursiones aéreas, por la noche, tienen que bajar al refugio subterráneo llenos de miedo y de frio. Madre Riccarda se preocupa también de sus antiguas hermanas del convento de Tyburn, en Londres, y el 21 de enero de 1941 recibe la respuesta a su carta enviada el dia 15 de noviembre de 1940 en la que la Madre S. Paul responde que están todas bien. La que está mal es Hna. Caterina, enferma desde hace tiempo, y el 24 de marzo de 1941 llega la noticia de su muerte: el 19 de marzo. El 20 de abril de 1942, Madre Riccarda, es recibida una vez más por el Papa Pio XII en una audiencia privada con Madre Isabel, que le presenta las Constituciones de 1920 y las de 1940. En julio de 1943, Madre Riccarda habla de los bombardeos que se intensifican después del día 8 de septiembre en el que Italia firma el 106 armisticio rompiendo la alianza con los alemanes que están ya en tierra italiana y en particular en Roma. Son meses de horror y de sufrimiento. La casa de santa Brígida se convierte en un centro de distribución de alimentos y de ropa que provienen de Suecia, mientras continúan a hospedar sobretodo hebreos y partisanos perseguidos por los alemanes. Después de los primeros bombardeos, el Papa Pio XII obtiene que Roma sea declarada ciudad abierta. De este modo salva a miles de personas de las bombas, pero las represalias y las venganzas se cobran numerosas víctimas. Hasta el final de la guerra, con la rendición por parte de Alemania en el 1945, la vida es muy dura. No funcionan las estructuras del país. Encontramos una carta de Madre Riccarda solo en 1946 cuando escribe a Eva hablando de la guerra y de las ayudas llegadas de Suecia y suyas personalmente. Se reinicia de este modo la correspondencia. El 16 de febrero de 1946 escribe a la Condesa von Rosen: “¡Qué tristes han sido estos años, que horribles tragedias en la vida de tantos millones de personas! En la misma carta encuentra una motivación sobrenatural al conflicto que, en realidad, habia surgido a causa de la sed de poder y de dinero de los hombres. Ella sin embargo escribe: “Esta horrible guerra ha sido la consecuencia de la idea del hombre de poder vivir sin Dios. Él ha dado al hombre la libre voluntad y el hombre la ha usado para rebelarse a Él y a Sus enseñanzas”. Después habla de la compartición de las hermanas, de las consecuecias de la guerra y esto no nos extraña porque la mirada fija en Dios no nos aleja del prójimo: “Nuestra casa reservada a los huéspedes está llena de gente que ha perdido la casa a causa de los bombardeos. Nosotras estamos contentas de tener contacto con las personas que han sufrido tanto a causa de la guerra, de rezar con ellas y procurar consolarlas y darles ánimo”. 107 Con las hermanas de la India, el 11 de junio de 1946 se muestra rica de particularidades: “La Suecia ha mandado gran cantidad de vestidos y zapatos, todo nuevo, para los niños pobres de Italia, niños y niñas, y miles de kilos de leche en polvo. Es una cosa terrible que quintales de azúcar, harina, ect. que han mandado de América hayan sido robados para después venderlos en el mercado negro a precios exorbitantes. Es verdaderamente para Italia la hora de las tinieblas, ahora hay hermanos que combaten contra hermanos en la crisis terrible de la política, tantos buenos hombres, padres de familia, llevados a la cárcel por nada; tenemos que rezar mucho por la pobre Italia, es peor ahora que durante la guerra; el odio y la venganza son el pan de cada día entre hermanos...!” También las pone al día sobre las otras casas: “De nuestras queridas hermanas de Suecia siempre buenas noticias, la Madre Mechtildis es la priora en Vadstena, y la Madre Reginalda en Djursholm, desde la muerte de la querida Madre Caterina. Madre Lucia es la priora de Lugano. Tenemos que rezar mucho por las vocaciones, tenemos mucha necesidad de buenas vocaciones y para el coro en particular”. En un pasaje de la misma carta tenemos un cuadro concreto de la situación romana de la época que no se encuentra en los libros de historia, pero que nuestros viejos todavía recuerdan. Riccarda habla de la casa de las hermanas de Genzano. Pero ¿Cuántas casas fueron saqueadas? ¿Quién lo puede decir? Escuchémosle a ella: “No obstante todos los bombardeos nuestro casa de Genzano ha quedado intacta, solo los cristales de las ventanas han quedado completamente hechos pedazos; durante la ocupación alemana el casa era usada por ellos como un lugar de primeros auxilios para cuidar a los heridos, y cuando los alemanes tuvieron que huir, la casa quedó vacía y después de algunas horas los habitantes del lugar se llevaron todo lo que pudieron, hasta los cables de las luces y los enchufes, estufas, bisagras, cerraduras de las 108 puertas, etc. Todos los clavos de las paredes! Las camas, los colchones etc. No quiero ni contar, no ha quedado nada”. Luego continúa como siempre su crónica rica de particulares: “En comparación con los sufrimientos terribles de miles de personas, las nuestras fueron ligeras y aunque las hermanas tuvieron que sufrir mucho por los sustos, aprensiones y hambre, tenemos que estar siempre muy agradecidas al Señor por su Providencia maravillosa y amorosa, ‘Misericordias Domini in aeternum cantabimus’. Yo estuve siempre en Roma sin que nadie me molestara; El Santo Padre muy paternalmente había provisto a todos los religiosos y religiosas extranjeros de un carnet de identidad del Vaticano, y nuestra querida Madre había obtenido para mi una especial protección de la Legislación de Suecia, por lo tanto estaba bien protegida”. Con una carta del día 8 de julio de 1946 informa a todas las hermanas de las casas fuera de Roma. Después de la guerra: luces y sombras Después de la guerra Madre Isabel piensa en una asociación que se ocupe de la Paz internacional llamada los caballeros de la Paz, “Equites Pacis” y Riccarda habla de ello con la Condesa von Rosen el 6 de noviembre de 1946, en estos términos: Nuestra Madre quisiera saber lo que Usted y el Conde piensan de la Organización. Ciertamente Suecia, que ha logrado conservar la paz por más de 130 años, no tiene necesidad de tal Organización! Pero viendo que es una nación “humanitaria” y ha generosamente y con sacrificio ayudado a tantos millones de personas de todas las naciones durante esta terrible guerra mundial, nosotras estamos seguras que tendrá interés y apoyará una Organización que realiza el esfuerzo de asegurar la paz entre las naciones”. 109 Surge también un problema en la India: las hermanas han sido llamadas para abrir una escuela. Esta no es la finalidad para la que ha sido fundada la Orden y Madre Riccarda escribe a Hna. Francisca Lalli el 17 de noviembre de 1946: “Nuestra querida Madre quisiera saber si Hna. Filomena, Hna. Aloisia y las otras quieren comenzar el trabajo de la enseñanza a las niñas y si están en condiciones de hacerlo. Nuestra venerada Madre no las obliga, pero quiere saber por ustedes mismas si se sienten capaces de llevar adelante esta obra! En el caso de que quisieran hacerlo y puedan, tienen que ser dispensadas del rezo del Oficio divino, y también de la Adoración”. Pero las noticias que Madre Riccarda nos ofrece con sus cartas sobre el tiempo inmediato al final de la guerra, no terminan aquí. A las hermanas en Suecia escribe el 20 de noviembre de 1946: “Aquí en Italia todo es incierto, y todo bastante negro! Estamos en las manos de Dios, solamente en Él podemos confiar”. A las hermanas de la India el 30 de octubre de 1946: “Las habitaciones de los huéspedes están siempre llenas. Encontrar alojamiento para las personas es ahora un gran problema en toda Europa”. Y a las mismas hermanas de la India: “Vivimos en momentos trágicos ahora y no sabemos el futuro inmediato como será, todo es incierto y bastante negro. Dios solo en su gran misericordia y piedad puede calmar la tempestad que amenaza con tragarse a la humanidad como un huracán. ¡Qué necesaria es la oración”! En el mismo año, el 6 de febrero, escribe a Eva: “Ahora, después del terrible caos de la guerra, el correo comienza a funcionar y de nuevo podemos reanudar nuestros contactos, por lo menos escribiendo a 110 nuestros seres queridos que están lejos ... Las consecuencias de la guerra son peores que la guerra misma!”. También el 16 de febrero de 1946 escribe a la Condesa von Rosen: “La casa reservada a los huéspedes está llena de personas que han perdido la casa a causa de los bombardeos”. En enero de 1947 en la crónica del monasterio Madre Riccarda describe el inicio del trabajo de colaboración, querido por la Madre Isabel, con el padre Boyer para la redacción de la revista “Unitas”. Como se ve por las cartas de Madre Riccarda se alternan las luces y las sombras. Junto a la descripción de las desgracias, los tentativos de bien no solo inmediatos, sino con vistas al futuro, como el nacimiento de una revista o de una asociación para la unidad y la paz. Y continuará así también durante algunos años. De hecho el 18 de octubre de 1947 a la Condesa von Rosen escribe: “En todo el mundo la guerra ha causado inmensos sufrimientos y los efectos son terribles... Hay casos tan miserables que es muy dificil hacer algo por todos ellos. ¡Que Dios en su infinita misericordia pueda ayudarlos!”. El 26 de noviembre de 1948 envía una carta a las hermanas de Lugano: “Ahora que hace frio los pobres vienen a llamar a la puerta, todos necesitan ropa. Este año no estamos recibiendo ropa de Suecia ni de América porque mandan todo a Alemania, Hay tanta miseria en Alemania! Aquí en Roma hay familias enteras que viven en grutas, sin ropa y mantas para cubrirse y sin nada para comer, parece increible, pero desgraciadamente es verdad y es causa de una tristeza inmensa. ¡Qué agradecidos tenemos que estar los religiosos! Nosotros comemos, y además suficientemente, estamos bien vestidas, con indumentos de lana que nos mantienen calientes, no tenemos preocupaciones, pero tenemos 111 una gran responsabilidad y nuestro castigo será severo si no somos observantes de nuestra S. Regla y demostramos nuestra gratitud a Dios con una vida virtuosa”. En 1948 ¡los precios son altísimos y los desocupados crecen día por día! Madre Riccarda, hermana pobre de una Orden pobre, no puede no escribir a sus hermanas de la India el 3 de diciembre de 1948: “No podemos solo rezar y pedir al buen Dios que nos ayude y tener misericordia de la pobre humanidad que sufre”. Después de los años difíciles de la guerra hubo un periodo de calma relativa. Las hermanas continuaban con su humilde trabajo de acogida y de costura. Entre las cosas bellas que podemos relatar está el hecho de que la casa de Lugano es cada vez más famosa, como la casa de Roma. De hecho en Roma, en 1951, Ingrid Bergman y el regista Rossellini ruedan un cortometraje en el que se ve a Madre Isabel y a las hermanas distribuir alimentos y paquetes con ropa, enviados para ellas desde Suecia. En 1953, Madre Isabel, bastante mayor, manda a Madre Riccarda a visitar a las comunidades en su lugar. La crónica de la Orden nos cuenta que desde noviembre de 1954 a noviembre de 1955 han surgido problemas al interno de la comunidad. Hna. Maria Bernarda Vacchi pide a la Congregación de Religiosos la visita de un superior eclesiástico. Madre Isabel y Madre Riccarda sufren mucho por esto. Pero he aquí una gran alegría: en ocasión del noventa cumpleaños del rey Gustavo, el 4 de febrero de 1955, Madre Isabel recibe la alta condecoración de Comendador de la Orden Real de la Estrella del Norte por mano del rey de Suecia. Se le ha concedido por ser ciudadana sueca. 112 El 21 de enero de 1956 Madre Riccarda es nombrada superiora del convento de Plaza Farnese. En los últimos años de su vida, la salud de Madre Isabel se va deteriorando rápidamente. Surge el problema de su sucesión. Madre Isabel pide un Capítulo General y Madre Riccarda se pone a la obra para organizarlo, pero el capítulo se celebra después de la muerte de Madre Isabel, ocurrida a las 4 de la mañana del 24 de abril de 1957, por un paro cardiaco. Se apaga así la vida de esta mujer definida por el Cardenal Merry del Val “La mujer más extraordinaria de Roma”. 3 Después de la muerte de Madre Elisabetta La Abadesa Nos gusta reproducir en este momento las palabras que el 31 de octubre de 1956 el delegado para la Visita Apostólica de las Casas en Suecia (Djursholm y Vadstena), S. E. Mons. G.A. Hansen, escribió en su relación de la visita realizada en junio del año anterior: “Si nos hicieran la pregunta sobre qué hermanas podrían ser prioras , se entiende priora general, entonces – desde el punto de vista sueco – Madre Riccarda, la actual asistente en Roma, sería la persona más idónea. Según Mons. Müller, Obispo de Estocolmo, resultaría extraño en Suecia que no lo fuera”. De todas formas en Roma, el 25 de marzo de 1958, la Congregación de Propaganda Fide emana un decreto para la convocación del Capítulo 113 General y fija la fecha de inicio para el 30 de abril de 1958. La elección tuvo lugar el 3 de mayo de 1958. El Capítulo elige Abadesa general a Madre Riccarda. Todas están felices menos un grupo que quería com Abadesa a Madre Mechtildis. La nueva abadesa expresa su estado de ánimo en una carta a Hna. Lucia: “La cruz es pesada sobre mi desde que he sido nombrada Madre General. Puede ver que todo es más dificil para mi a causa de la mayor parte de las hermanas de Vadstena y de la Hna. Caterina Cavallin, que estaba segura de que la Madre Mechtildis habría sido elegida Abadesa General, y ellas contaban con esto. Yo no habría aceptado nunca ser Madre General, pero lo he hecho por una razón bien precisa, que no diré por escrito; de hecho ya había dicho muchas veces antes del “Capítulo” que yo quería ir a América y ser “organista”. Yo verdaderamente tenía necesidad de cambio y de reposo. La Visita del padre Berutti ha terminado con mis fuerzas físicas y, como decimos en inglés, ha acallado completamente mi ser, tanto que ya no podré estar bien nunca más en esta vida. Recorro a Nuestro Divino Señor para que me conceda la fuerza del cuerpo y del alma que tanto necesito para cumplir la dificil tarea que Él me ha encomendado y le pido que me encomiende en sus oraciones, querida hija”. Se percibe que siente el cargo como una cruz muy pesada para ella, aunque estaba acostumbrada a enfrentarse a dificultades de todo tipo y a ayudar a las demás hermanas a llevar con alegría la propia cruz. Presentamos solo algunos pasos de sus cartas a propósito de la cruz, así como ella la ha vivido a lo largo de su vida. El 14 de noviembre de 1927 a las hermanas de Djursholm y de Lugano había escrito: “ No tenemos que tener miedo a la “cruz”, la “cruz” será nuestra porción aquí abajo y si huimos de una “cruz” ciertamente 114 encontraremos otra, y más pesada, porque será la que hayamos elegido nosotras mismas, y la que elijamos para nosotras la tendremos que llevar sin la ayuda del Señor. Cuando Él nos manda una “cruz” nos ayuda a llevarla y toma el peso mayor sobre Sus Divinas Espaldas; Él sabe el peso justo que nosotras podemos llevar y nos ha dicho: “Te basta mi gracia”, de esta forma no tenemos nada que temer”. El 28 de febrero de 1939 había escrito a Hna. Francisca Lalli: “Cuántas tribulaciones de todo tipo para aquellos que quieren servir a Jesús, o mejor, para aquellos que Jesús llama al Suo Servicio Divino se tiene que preparar para subir al Calvario, pero la vida en sí misma es breve, es un sueño, por lo tanto para una Eternidad de gozo y felicidad es bueno que nos purifiquemos con el sufrimiento en esta vida”. Desde el 3 de mayo de 1958 a junio de 1964 Madre Riccarda conduce la vida de la Orden entre el afecto y la responsabilidad de muchas hermanas y entre algunos desacuerdos como sucede en todas las comunidades. Estamos en puertas del Concilio Ecuménico Vaticano II y ella logra ensamblar la tradición profética de la Beata Madre Isabel con los signos de renovación del Concilio Vaticano II, que concluye propio el año precedente y que resulta para muchos una verdadera revolución en el anuncio del Evangelio. Una revolución que viene de abajo, por lo que Juan XXIII habla de acoger los signos de los nuevos tiempos y de iluminarlos con la luz de Cristo. Madre Riccarda sabe que no habría sido fácil sustituir a la fundadora, sobretodo porque sus proyectos eran otros. Además, ella había estado siempre a la sombra y aunque hubiera tenido que compartir el carisma fundacional de Madre Isabel, sabía que esto no todas las hermanas lo habían percibido y veían en ella sobretodo su bondad y la mediación con Madre Isabel, la cual, no obstante sus muchos periodos de enfermedad, era vista por las hermanas con autoridad y temor. 115 Ella, sin embargo, era dulce y pacificante y, desde que fue Maestra de las novicias, educaba a las hermanas a lo esencial para que no se detuvieran en las inevitables desaveniencias presentes en cualquier comunidad. “No mirar lo que hacen o no hacen las otras, si no es tu oficio, vive tu vida sola con Jesús y María” había escrito a Hna, Clara el 23 de abril de 1924. Quizás por esto algunas hermanas pensaban a una mujer de apariencia más fuerte que pudiese sustituir a la Fundadora. Y había una hermana que se le parecía, Hna. Mechtildis, que no tenía desde luego, el carisma de Madre Isabel. Pero el Espíritu Santo que guía a su Iglesia hizo orientar el corazón de las capitulares hacia la simple y humilde Madre Riccarda, que no era ciertamente una ingenua, como alguno quería hacerla aparecer; sin embargo, en la sombra, era ella la que había dirigido y resuelto las situaciones más dificiles que la Orden naciente había encontrado. Pero el carisma del gobierno, que además es el penúltimo entre los que nombra San Pablo (cf 1 Cor 12, 28), necesita una cierta apariencia y Madre Riccarda no era de las que se hacían notar, un poco por carácter, pero mucho más por la humildad que vivía y que era la verdad de ella misma: ser educadora del amor, concentrarse solo en las cosas esenciales de la vida cristiana. Por eso sus cartas, escritas en nombre de la fundadora, pero en realidad suyas, son una mina de vida espiritual que va más allá del hacerse notar, porque quien debe ser visto es Dios solo y repite muchas veces que sobre Él tenemos que tener fija la mirada.. De todas formas, siendo Abadesa gestionó los cambios necesarios para la vida de la Orden y sobretodo los desacuerdos que surgieron a propósito de la fundación de una casa para huéspedes en Asís y la separación de Roma de las hermanas de Vadstena, que querían convertirse en una casa independiente y autónoma. 116 Por lo que se refiere a la casa de Asís sintetizaremos la extensa correspondencia con Hna. Juliana, superiora de la casa y de Vadstena (Suecia), y con Hna. Mechtildis, superiora de Asís. El hecho era este: el capítulo general en 1958 había decidido trasladar el noviciado a la casa de Asís. La cosa parecía óptima, pero con el tiempo Madre Riccarda se había dado cuenta que no era muy oportuno este cambio, sobretodo porque la casa de Asís habia sido comprada con un préstamo de Propaganda Fide y que había que restituir en un año, mientras que la superiora de la casa había entendido en diez años, y sobretodo porque los documentos no habían sido controlados por las superioras antes del capítulo. En efecto, la misma casa había sido vendida a las hermanas del Obispo que no era el propietario efectivo, porque la señora que le había hecho la donación del inmueble había muerto antes de hacer transcribir oficialmente el acto de donación. Por este motivo, los herederos reclamaban la propiedad. Al mismo tiempo Madre Riccarda no se había conformado con las decisiones del capítulo y había pedido el parecer de otras hermanas, después del capítulo, dado que la situación había cambiado. Esto había sido interpretado como superficialidad o autoritarismo, mientras que en una carta de la priora de Lugano a Madre Riccarda, Hna. Hilaria Laubenberger, del 25 de enero de 1959 leemos: “Pienso que sea una óptima idea el de cambiar el noviciado a via delle Isole. Hay un poco de jardín para las novicias – y la casa me parece más tranquila, sin tanto movimiento de turistas y peregrinos – que más tarde, sin duda, tendremos cuando la casa será más conocida”. Al mismo tiempo, sin embargo, Hna Juliana, Superiora de la casa de Vadstena (Suecia), el 4 de febrero de 1959 le escribe para implorarla “de no dar este paso en contra de las decisiones del capítulo general” y Hna. Mechtildis, superiora de Asís, el 22 de enero de 1959 le había escrito en el mismo tono. 117 Pero la casa de Asís no marchaba muy bien y el 10 de agosto de 1959 Madre Riccarda escribe a la superiora de la casa de Darien (USA) Hna. Lucia: “Las deudas de la casa de Asís nos han paralizado”. A pesar de todo, en el 1959 Madre Riccarda abre una segunda casa en la India, en Bangalore, y nombra superiora a Hna, Grazia Compagnoni, una tercera casa se abre en 1961 en Kalamassery. Hoy son 19 casas. El año siguiente, el 20 de mayo de 1960 nombran al primer protector de la Orden. Se trata del card. Alfredo Ottaviani, Secretario de la Sagrada Congregación del S. Oficio, como se llamaba entonces la actual Congregación para la Doctrina de la Fede. El 2 de junio de 1961 la abadesa escribe una circular a todas las hermanas: “Queridísimas hijas de (= nombra la ciudad a la que pertenece cada comunidad), al inicio del mes de junio, consagrado al Sagrado Corazón, de cuya devoción nuestra Venerada Madre Santa Brígida fue una de las más eficaces divulgadoras, deseo que os llegue mi palabra de amor, de exhortación y de bendición. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús exige de nosotras mayor dedicción hacia su amor y hacia las exigencias de su amor; exige más amor a nuestro prójimo por amor a Él, y nuestro primer prójimo son los superiores, las hermanas, que tienen que ser las primeras en notar los efectos de nuestra caridad. Alejad de vosotras cualquier división, qualquier comentario que no sea positivo, cualquier pretensión de juzgar las obras de los superiores, sobretodo, cuando este juicio se da gratuitamente antes de conocer las razones que los han llevado a un objetivo estado de las cosas. A este propósito, en homenaje al Sagrado Corazón de Jesús y al deseo que Su amor se encienda cada vez más en nuestros corazones, os pido un sacrificio y una renuncia, que es también un deber. También por carta evitad los comentarios sobre el modo de obrar de los superiores y de las hermanas”. 118 Una vez más es ella la que reconduce a lo esencial (el Sagrado Corazón de Jesús) y a las raices de la propia espiritualidad (Santa Brígida). El año sucesivo se ofrece la posibilidad de abrir una nueva casa en Ariccia y el 28 de mayo de 1962 Madre Riccarda escribe al Cardenal Giuseppe Pizzardo, Obispo de Albano, en cuya diocesis se encuentra Ariccia, y pide el permiso de abrir una casa para el Noviciado y para el reposo de las hermanas en Ariccia. Dado que el Obispo se demuestra de acuerdo, se abre la casa. Mientras, las hermanas de Vadstena continúan en su petición de ser independientes, y así el 12 de noviembre de 1962 Madre Riccarda recibe una carta del Prefecto de Propaganda Fide, card. G. P. Agagianian, con la que se le comunica que la comunidad de Vadstena es independiente y que la propiedad de la Casa pasa a la Congregación brigidina de Uden (Holanda). Madre Riccarda sufre mucho con esta pérdida porque Vadstena, como testimonia Madre Elisa Famiglietti, es considerada la “cuna” de la Orden brigidina. Madre Riccarda deve comunicar a todas la separación de Vadstena de Roma, por eso en noviembre de 1962 escribe una circular de la que escogemos este pasaje: “Lo que más nos interesa, más que las cosas externas, es nuestra santificación. Las pruebas del Señor quizás han venido porque no somos ni frios ni calientes en nuestro espíritu religioso, y es débil nuestro espíritu de oración y es tibia nuestra caridad. Despertemos en nuestro espíritu un mayor amor de Dios; nos acompañe un mayor espíritu de fe, una mayor atención a las realidades externas, una más fuerte caridad entre nosotras, una mayor humildad y prontitud en la obediencia... La prueba, de la que vamos a salir pronto, es una invitación del Cielo. La invitación nos viene también de nuestras hermanas difuntas que nos han dejado el perfume de sus virtudes. Pidiendo en este mes por sus 119 almas, acordémonos también de imitar los ejemplos de virtud; en particular tengamos ante nuestros ojos los ejemplos de vida de nuestra Venerada Fundadora”. El 3 de diciembre de 1962, en otra circular, Madre Riccarda explica una vez más los motivos que han llevado a la separación de Roma de la casa de Vadstena y exhorta a todas las hermanas para que obedezcan a las autoridades eclesiásticas que lo han decidido: “En toda la cuestión la voluntad del Consejo General ha tenido un peso relativo, porque los Superiores Mayores, a un cierto punto, han tomado en sus manos el asunto, poniéndonos frente a alternativas y a decisiones que nos era imposible contrastar. Que se haga la voluntad de Dios, que aunque sea contraria a la nuestra, mira siempre que sea un bien para nosotras. La comunidad de Vadstena, que aunque tratada con caridad, no cesaba de causar pena a mi corazón y a aquellas que me ayudaban en el gobierno, se han separado de nosotras y se han agregado a las hermanas brigidinas de Uden, en Olanda, a las que por lo tanto ha pasado la casa de Vadstena. Al Consejo General no le quedaba otra cosa que hacer que tomar acto y procurar alguna recompensa por la pérdida de la Casa, que por otra parte estaba cargada de muchos préstamos, hechos sin que nosotras lo supiéramos... En el dolor que esta pérdida nos ha costado y nos cuesta, podemos al menos decir que las cosas se han finalmente aclarado y que nos hemos quitado una espina y un ansia del corazón. Sé muy bien lo que os cuesta a cada una de vosotras, y me cuesta a mi la primera, – la pérdida de la Casa de Vadstena, por la que tanto trabajó nuestra querida Madre. No critiquemos la obra de los superiores. La S. Sede ha hablado: basta; a nosotras no nos queda que inclinar la cabeza... Estemos unidas en la caridad reciproca, que nuestra Venerada Madre nos ha tanto recomendado... Y rezad; rezad mucho también por los que nos han hecho sufrir, no guardemos rencor a nadie”. 120 Entre tanto está para acabar el mandato del Capítulo General y el 24 de marzo de 1964 Madre Riccarda manda una circular a las varias Casas de la Orden para comunicar la convocación del segundo Capítulo General en la sede de la Casa General, en Roma – Plaza Farnese. El 26 de junio comienza el Capítulo General. Resultan elegidas: Rev. Madre Hilaria Laubenberger, como Abadesa General. Madre Riccarda es elegida consejera general, pero dará su dimisión el 28 de julio de ese mismo año. Los últimos años y la muerte Mientras, el 4 de julio de 1964 Madre Riccarda, Hna. Reginalda Davies y Hna. Rosaria Cariglia se trasladan al convento de Ariccia. Aquí el 16 de octubre Madre Riccarda cae en su habitación y se rompe el fémur derecho. El 18 de octubre le ponen un yeso y de consecuencia es obligada a guardar un largo periodo de inmovilidad hasta que, el 11 de febrero de 1965, la trasladan a Roma en una ambulancia. El 22 de junio de 1966 enferma gravemente. Se repiten las crisis que ha tenido los dias anteriores y que por dos veces había logrado superar. Ahora no las supera. Guarda cama durante cuatro dias y después muere. Son las 8,25 del 26 de junio de 1966. Para comunicar su muerte a las hermanas para las que ha sido “mamita” durante tantos años se manda una circular a los distintos coventos con los mínimos detalles sobre los últimos dias de su vida y de su sepultura. Escogemos algunos fragmentos: 121 “Junto al lecho de nuestra amadísima Madre Riccarda, en los últimos días de su existencia terrena, hemos vivido horas de angustia. El miércoles 22 de junio la querida enferma tuvo una fuerte crisis que la llevó a la muerte. Aquel lecho se convirtió en un altar y la víctima, preparada para el holocausto, consumó su sacrificio con el perfecto abandono de una virgen amante y la fortaleza de una mártir. Madre Riccarda no desmintió su fisionomía moral ni siquiera por un instante. Hacía ya algunos años que había aceptado el sufrimiento, así como todas las vicisitudes de su vida religiosa, con la plena adhesión a la voluntad de Dios, y encerrando en su corazón todas las espinas, con la sonrisa y la serenidad de las almas elegidas, vivía en caridad y humildad en la luz mística de la Cruz... El jueves 23, por la tarde, se le oyó susurrar: ‘Now, now’ (ahora, ahora), rezaba el Ave María en la propia lengua y solicitaba la ayuda de la Virgen, que ella tanto amaba. El viernes 24, en las primeras horas de la tarde, le llevaron el Santo Viático y le administraron el Sacramento de la Extrema Unción. Tenía plenas facultades y respondió a algunas oraciones. Recibió también la Bendición Papal y, cuando terminó el sagrado rito, murmuró un “gracias”, como de costumbre, lleno de gratitud. En la tarde del sábado 25 se comunicó a la comunidad de via delle Isole el estado grave de la Mamita. Contemporáneamente se avisó telefónicamente a las Comunidades de Europa, para que todas pudieran unirse a nuestras oraciones. Hacia las 19,00 horas la querida enferma levantó los párpados y miró a su alrededor: estaban junto a ella la Madre General y algunas hermanas. Fue la última mirada: ¡sus ojos ya no se volvieron a abrir! 122 Ya desde las 16,00 su respiro se había vuelto más frecuente y afanoso: era el principio de la agonía... A las dos de la noche... pareció agravarse. La penosa agonía duró hasta las 8,25 de la mañana, momento en el que nuestra querida Mamita exhaló suave y serenamente el último respiro y se durmió en el Señor. “¡De sus ojos cayó la última lágrima!”. Después de la muerte De las crónicas del convento seleccionamos algunas noticias: “El cuerpo quedó expuesto en su habitación, entre velas y flores blancas, desde la mañana del domingo hasta el mediodía del lunes. El lunes a mediodía fue llevado a la iglesia dentro del féretro abierto y allí fue expuesta hasta las 18,00. Los visitantes fueron a su habitación y a la iglesia: eclesiásticos y laicos; amigos, conocidos y desconocidos; personalidades y gente del pueblo. Todos se paraban para rezar y algunos lloraban. El martes 28 de junio, a las 7,15, tuvo lugar la Misa con rito solemne. La iglesia estaba llena. Entre los presentes muchas personalidades eclesiásticas y laicas, y entre ellos la representación de la Delegación Sueca y de varias Órdenes y Congregaciones Religiosas... Después el féretro fue trasladado fuera y colocado en el coche fúnebre (cubierto de flores). Muchas hermanas tomaron sitio en los coches alquilados para acompañar a la querida Mamita hasta la última residencia. La sepultura fue un momento de profunda tristeza. En la capilla mortuoria mons. Casazza dió la última bendición mientras nosotras haciamos corona alrededor del sepulcro abierto. Después el féretro fue 123 bajado con delicada atención y la lápida fue colocada. Estuvimos todavía unos minutos en silencio y oración. Así termina la existencia terrena de esta mujer inglesa trasplantada a Roma y que hizo de su vida una respuesta de amor al Dios de la vida esparciendo a manos llenas este amor sobre todos aquellos que la han rodeado, hermanas o no, cristianos o no. Salida de su Londres años antes, ha seguido los acontecimientos de la Orden naciente con la atención y la dilegencia propia de los ingleses, no esperando honores ni reconocimientos, ocultándose detrás de Madre Isabel y gozando con los beneficios humanos de su Madre General y amiga. Madre Isabel, por su parte, ha sabido valorizar las excepcionales dotes humanas de Madre Riccarda y la ha ayudado a vivir plenamente según el proyecto de Dios sobre ella. No sabemos qué cosas se hayan dicho las dos mujeres, durante los largos viajes que han realizado juntas, o en las horas de trepidación y de ansia mientras la Orden se extendía. No sabemos tampoco si, juntas, se hayan contado las maravillas que Dios había obrado en cada una de ellas durante su vida religiosa. De Madre Isabel quedan las ‘Memorias’ que ella misma ha escrito, deteniéndose más en los acontecimientos externos que haciendo entrever como la gracia de Dios obraba en ella. De Madre Riccarda no quedan las memorias escritas por ella sino solo algunos rayos de luz que brillan en sus cartas y que nos dejan entender, más allá de las breves frases, el amor que la sostiene, un amor recibido y derramado en el prójimo más cercano, y por lo tanto sobre Madre Isabel. De los distintos aspectos del carácter de cada una podemos deducir la diversidad de opiniones y los desacuerdos normales entre personas que conviven, pero podemos también ver la caridad grande que han vivido entre ellas si, como podemos constatar, durante tantos años han compartido dolores y gozos. Madre Isabel había nacido unos años antes 124 que Madre Riccarda y Madre Riccarda ha muerto algunos años después. Hermana muerte las ha reunido en una comunión más fuerte hecha de amor y de servicio humilde y fecundo del que ninguna de las dos se libró jamás. Cuando a Madre Riccarda le pidieron el último servicio a la Orden, como Abadesa general, ella tiene que ensamblar delicadeza y autoridad en situaciones difíciles, aún al interno de la comunidad. No es fácil sustituir a Madre Isabel, pero Madre Riccarda lleva la Orden adelante en la historia y la “Cruz” del gobierno se convierte en la última purificación para ella. Nadie sabrá jamás el significado de esa última lágrima que le cae de los ojos en el último instante de su vida terrena, pero se puede creer que sea de gozo por el próximo encuentro con el Dios de su juventud y de dolor y por el sufrimiento que ha marcado su vida y que ella ha tenido siempre escondido detrás de una sonrisa. Propio como ella, como Madre Isabel, ha enseñado a las hermanas a sonreir siempre aunque el corazón llore, para no turbar la paz de quienes están cerca de nosotras. Esta lágrima puede ser considerada la síntesis de su vida de fe, de amor y de servicio y quedará como un testamento espiritual para todas las hermanas, a lo largo de los años hasta que la Orden del Santisimo Salvador actuará en la historia del mundo. PARTE IV: HACIA EL RECONOCIMIENTO DE SU SANTIDAD 125 1 El recuerdo de muchos La crónica del convento Antes que nada presentamos todo lo que nos ha trasmitido la crónica del convento sobre Madre Riccarda. Ya se sabe que cuando muere una hermana se escribe una breve síntesis de su vida para dejar el recuerdo a todas las hermanas que vendrán en tiempos futuros. También 126 para Madre Riccarda la cronista escribe algunas páginas de las que trascribimos algunos fragmentos. Y ahora el mayor ornamento de nuestro ramo brigidino ha comenzado su verdadera existencia: Madre Riccarda ha alcanzado la serena armonía del espíritu, que es también nuestra meta, y nos ha dejado el ejemplo del inmenso tesoro de virtudes que ella había conquistado: fe indestructible, piedad verdadera y firme, intima unión con Dios de la que brotaba la delicadeza de su ánimo sensible, rectitud, humildad sincera, delicada comprensión y caridad sin límites. En ella el dono de la Inteligencia se unió en perfecta armonía con el de la Ciencia de los santos y resultó una admirable fusión. Cubrió todos los cargos: Maestra de Novicias, Abadesa local, Consejera y Secretaria de la Madre Fundadora, con la que compartió durante 43 años el trabajo, los sacrificios, las preocupaciones y las angustias inherentes a la fundación de la Orden, y finalmente Madre General pero sobretodo fue religiosa ejemplar durante 52 años. Fue estimada, apreciada y amada por todos aquellos que la conocieron; pero ella conocia la vanidad efímera de la gloria terrena y la sustituía siempre con la gloria de Dios. La belleza de las almas elegidas no puede ser olvidada y se impone a la imitación. Ahora es nuestro deber caminar por la senda luminosa de su ejemplo, pisar sus huellas, y como ella, gastar todas nuestras energías para la afirmación y la extensión de la Orden que ella, después de Dios, amó sobretodo. Ella nos alcanzará de Dios la valentía, la fuerza, la plenitud de gracias y el ardor apostólico: brillará como una esplendente estrella en el cielo de nuestras almas irradiando sobre ellas confianza y paz. Amén, amén. 127 Roma, 6 de julio de 1966. Esta breve biografía pone el acento sobretodo en la senda de bondad que ha dejado detrás de sí, una senda que nos indica un camino, que nos abre un sendero. La cronista hace notar dos actitudes que las hermanas tendrán, según ella, cuando piensen en Madre Riccarda: el recuerdo, con las palabras “no puede ser olvidada” y la imitación que se “impone”. Al mismo tiempo está segura de que Madre Riccarda alcanzará para todas “valor, fuerza, plenitud de gracia y ardor apostólico”. El doble “amen” que cierra la crónica es como un sello sobe la vida de Madre Riccarda y un deseo para las hermanas y no solo para ellas. Demostraciones de dolor de toda Italia Después de la muerte de Madre Riccarda llegan al convento muchas demostraciones escritas. Se trata de cartas, billetes, telegramas de duelo a la Madre General que recuerdan la presencia de Madre Riccarda en la vida de quien escribe y expresan el dolor por su muerte. Citamos algunas, recogidas casi como un ramo de flores cuyos nombres quizás no digan nada o quizás mucho para quienes las oyen resonar como expresiones de gratitud y de recuerdo. Se trata de sacerdotes, religiosas, laicos unidos por la misma “memoria”. Uno de los primeros testimonios que citamos es el card. Alfredo Ottaviani, Protector de la Orden desde el 20 mayo de 1960. Junto a él recordamos al Obispo Pietro Canisio van Lierde, sacristán y vicario general del Papa para la Ciudad del Vaticano, y el Prepósito General de los Pasionistas, padre Teodoro. 128 Tambien un sacerdote, el padre Carlo Boyer, S.J. de la Pontificia Universidad Gregoriana, que recuerda el favor hecho por Madre Riccarda para la revista Unitas. Don Giovanni Rossi, el fundador de la “Pro Civitate Christiana” de Asís, manda un telegrama, y desde Gabbiana di Bagnone (Massa Carrara) escribe don Euclide Rapalli. Muchos laicos quieren hacer llegar su pésame como el doct. Vittorio de Peppo, especialista en ortopedia y traumatología, el señor Enzo di Nitto, que desde Roma manda su recuerdo para la “inolvidable Mamita como la llamaba también él”, el profesor Villani de Roma que siente la “pérdida de la querida Madre”. También el doctor Fanelli, responsable de la compañía Air India habla del triste luto, mientras Gina Felici, también desde Roma, se dice “profundamente dolorida”. Otros laicos son la señora Angela Tucci, el señor Domenico Catacinela, que expresa su dolor en nombre de la Unitas de Roma, el cual se declara “profundamente conmovido” y finalmente las familias Scarpa de Roma que expresan todo su afecto. Testimonios de dolor desde el mundo El día después de la muerte de Madre Riccarda una cierta señora, que se firma Mary, escribe a Madre Hilaria, Abadesa de la Orden, expresando su pésame. También el Obispo de Lugano y el de Estocolmo quieren participar su dolor. Entre los sacerdotes nombramos al padre Kristian Hylla, padre HansHenrik von Essen, padre William Kalile de Londres y padre Jonny 129 Roselund, quien desde Oslo escribe su tristeza por la “desaparición de la queridísima Madre Riccarda”. Entre los laicos recordamos al príncipe Casimir Ingo Galittin, Duque de Willias, que envía su pésame en estos términos: “Queridísima Madre General Hilaria, con gran dolor he sabido hoy que nuestra tan buena madre general Riccarda ya no está entre nosotros”. Después llega un billete de Suecia. Llega desde Näsbypark y lo envía Elisabeth Nyblom. Más tarde llegan otras cartas desde Uden, Maria Josepha van Ysendoom, Abadesa de Valladolid, escribe a la abadesa, Hna. Maria Luisa de San Ignacio y de la Abadía de Syon en Inglaterra, Madre Peter. Todavía desde Suecia llega la carta de Emy Hildebrand, una laica unida por el afecto a las brigidinas. Por último recordamos a los socios de la unión católica escandinava de New York, fundada en 1910, que escriben: “Madre Riccarda está presente en nuestros pensamientos”. Come se ve por las demostraciones presentadas, escogidas entre muchísimas otras, Madre Riccarda ha sabido esparcir en su entorno una aureola de bien. Todos la recuerdan por su bondad, por su delicadeza, por su amor a la Orden y por la atención continua hecha con dedicación y prudencia. Religiosas, sacerdotes y laicos quieren recordarla y, mientras rezan por su alma, están seguros de la ayuda que todavía podrán recibir de esta hermana en Cristo, que como buena cristiana, desde el Paraiso hará sentir una vez más su protección. 130 2 El proceso canónico Para el reconocimiento de la santidad La exhumación 131 El recuerdo de la ‘Mamita’ quedó vivo entre sus hermanas que continuaron a pedir su intercesión no ya como intercesora, como con la austera Madre Isabel, sino para obtener asistencia y gracias particulares del buen Dios, de tal manera, que se decidió introducir la causa de su beatificación. Por este motivo, en 1982, realizaron la exhumación de los restos el 21 de octubre de 1982. Hna. Rosa Gaddi nos lo cuenta así: “Muy de mañana, hacia las 7,30, salimos de casa para coger el autobús que va al cementerio. Éramos Madre Celina, Hna. Rosa y Hna. Marcellina. Cuando llegamos al cementerio, junto a nuestra tumba, nos esperaba Hna. Eugenia. Allí teníamos cita con el señor Bousquet para que nos acompañara con su coche al lugar donde tenían que ser exhumados los restos de Madre Riccarda. Cuando llegamos al sitio donde tenía que ser abierto el féretro, vimos la reja abierta de una gran sala redonda. En el escalón de la entrada, se asomó un hombre, el cual nos dijo que no podíamos pasar: “No se puede entrar – dijo – está absolutamente prohibido”. Después, con el índice de la mano derecha en la boca nos llamó para que nos acercásemos a él y nos dijo: “No se puede ver, está de por medio el cancel; todo está aquí”. Luego nos dijo algunas cosas que habían sucedido anteriormente. Entonces no pudimos insistir. Hablando despacito nos dijo después que nos dejaría ver el cuerpo cuando la hubieran sacado fuera y la hubieran depositado en el nuevo féretro. Mientras, nos dijo con voz autoritaria: “¡Alejaos!”. Dirigiéndose después al señor Bousquet dijo: “Llévelas un poco lejos con el coche”. Salimos del recinto y escuchamos los golpes con los que estaban rompiendo el féretro. Pasados 15 minutos salió aquel hombre con las manos llenas de moho (sin guantes) y dijo: “¡Ya está! Podéis entrar un momento y echar 132 una mirada”. Mientras nos acercábamos a los restos, colocados en el nuevo féretro, el hombre dijo: “¡He aquí, ésta es una santa mujer, es un cuerpo momificado; de hecho está intacta!”. Nosotras, asombradas miramos el cuerpo con el hábito gris un poco enmohecido en algunas partes. Abrimos los ojos para ver como se había conservado el cuerpo. Se veía la posición de los brazos cruzados en el pecho, el rostro cubierto con un paño blanco, un poco enmohecido, pero dejando entrever la forma, la nariz sobresalía, las piernas derechas con los pies en posición natural, derechos, con las medias grises. La corona se transparentaba a través del paño blanco. Nos parecía soñar, pero era una realidad. - Et expecto risurrectione - Exultabunt Domino ossa humiliate. In fede Hna. María Celina Pannullo, sup. Hna. Maria Rosa Gaddi. Más tarde el cuerpo fue enterrado en la casa de Plaza Farnese. A medida que pasaban los años, se hacía más firme la posibilidad de comenzar el proceso de beatificación. Inicio y testigos del proceso El 21 de enero de 2008 la Orden del Santisimo Salvador decide comenzar la Causa de beatificación para el reconocimiento de las virtudes heroicas de Madre Riccarda. Se constituye por lo tanto un Actor, como se dice en el lenguje específico, o sea, se indica un Postulador, una persona 133 que hará de abogado defensor en lo que es un verdadero proceso, con jueces, el fiscal, y los testigos. Así comienza el proceso después de haber indicado como Postulador a Mons. Oscar Sánchez Barba, dado que no había ninguna hermana que tuviera un curso específico para el cargo de Postuladora. Más tarde, cuando Hna. M. Paola Barriga Mondragon obtendrá el diploma, será ella la que lleve adelante la causa de beatificación. Mientras las manifestaciones de afecto, que nunca faltaron, se intensifican y sobretodo, se registran las declaraciones bajo juramento del proceso que marcan las virtudes de Madre Riccarda y de las cuales damos una breve relación. El mismo P. Carlo Boyer, ya citado, dice de ella: “He tratado a menudo con Madre Riccarda que estaba muy unida a la Orden y al fin apostólico y que con su conocimiento del inglés, con su tacto y la nobleza de sus formas ha sido tan valiosa para la acogida de los numerosos suecos que vienen al monasterio y para hacer tanto bien”. Luego son las muchas hermanas las que quieren declarar en su favor, pero citamos a algunas de ellas. Hna. Barbara Mattana nos cuenta que Madre Riccarda se hacía cargo a menudo de los trabajos más pesados, aún cuando nadie se lo pedía; otra hermana, Raffaella Miranda, recuerda que Madre Riccarda comía poco y no pedía nunca nada de particular, ni siquiera cuando estaba enferma. Hna. Clotilde Maglio, refiriéndose a los funerales de Madre Riccarda, afirma que según ella eran los de una “hermana que había dejado detrás de sí un rastro de santidad ya sea en la Orden que fuera de ella y no solo entre los católicos sino también entre los protestantes”; Hna. Veronica Martis afirma: “He oido hablar siempre bien de Madre Riccarda como de 134 una religiosa que ha vivido fielmente no solo los votos religiosos sino ejercitando en manera fuera de lo común todas las virtudes humanas y cristianas. Gozaba de autoridad pero realizaba su función con auténtico espíritu de servicio”. Hna. Elisabeth Kochuvelikakathe dice que Madre Riccarda era una mujer de trato elegante, que hacía comprender su origen noble, que estaba siempre serena y sonriente, acogedora, disponible, amable y premurosa, siempre dispuesta para ir al encuentro de las necesidades de su interlocutor. Por esta razón todas la llamaban con el apelativo de “Mamita” porque “sabía manifestar siempre el amor materno”. Hna. Maria Eugenia Bianco afirma, entre otras cosas, que Madre Riccarda amaba la liturgia e infundía entre las aspirantes el amor por Dios y por la acción litúrgica. Madre Tekla Famiglietti, a este propósito, dice que tenía la voz angélica de un ruiseñor y que las hermanas la llamaban “cantor de Dios”. Hna. Maria Daniela Mastromatteo recuerda que, de joven aspirante, cuando encontraba a Madre Riccarda por los corredores esta se paraba para hablar con ella. La joven hermana se maravillaba del hecho que la Abadesa le desmostrara tanta atención. Hna. M. Brigida Graziosi nos cuenta dos episodios. Uno se refiere a su nombre de Brigida, que conservó también de religiosa, porque sea Madre Isabel que Madre Riccarda, “que eran como dos gotas de agua” lo creyeron oportuno, y otro relativo a la costumbre de estar de rodillas a la puerta del refectorio para besar los pies de todas las que entraban cuando se había cometido alguna falta en comunidad, como romper un plato, un vaso u otras cosas parecidas. Pues bien, cuando le tocaba a ella, levantaba el pié para no hacer bajar tanto la cabeza a las hermanas que 135 veían una doble humillación en bajar la cabeza hasta el suelo para besar los pies a las demás. La señora Annarosa Piperno, de religion hebraica, llamada para testimoniar en el proceso de canonización, afirma que la acogió en el convento con toda su familia y haber visto muchas veces a Madre Riccarda cuando iba a visitarla al lugar donde estaban escondidos. La compara a santa Chiara aunque no se puede decir nada sobre sus virtudes cristianas, pero afirma que la hermana ciertamente poseía un gran amor por el prójimo, aún con riesgo personal, porque era fruto de su fe y del amor de Dios, según ella. Le traían a la memoria las mujeres ejemplares de la Sagrada Escritura. También un primo de Annarosa, Pietro Piperno, recuerda haber sido acogido en el convento y afirma que para expresar la personalidad de Madre Riccarda basta subrayar el apelativo de “Mamita” con el cual llamaban a esta hermana, a su parecer distinguida y elegante, muy dulce y acogedora. Madre M. Elisa Famiglietti testimonia: “Todavía hoy algunos hebreos vienen a nuestra casa y se acercan a la tumba de Madre Riccarda para demostrar gratitud por todo lo que ha hecho por ellos”. Recordando todo esto, nos viene a la mente lo que afirma Bergson en relación a la presencia de los místicos en la vida diaria: “Las palabras de un místico despiertan al místico que duerme en cada uno de nosotros”. Así era para Madre Riccarda. Ella sabía iluminar la presencia de Dios en todos aquellos que se le acercaban. 136 Iter de la causa El 21 de enero del 2008 la Postulación General de la Orden del SS.mo Salvador de Santa Brigida, después de haber indicado como Postulador Mons. Oscar Sánchez Barba y haber recogido las primeras informaciones, pide al Postulador que presente al Obispo Diocesano la instancia (supplex libellus) para la introducción de la causa. El 5 de octubre de 2008 el Postulador, Mons. Oscar Sanchez Barba, entrega el único escrito publicado de Madre Riccarda, “Mostrami la via” (=Enséñame el camino), sobre la vida de las Siervas de Dios Madre Caterina Flanagan y Hna. Maddalena Moccia. Entretanto el mes siguiente, 21 de noviembre de 2008, es aprobada la oración por la glorificación de la Sierva de Dios, que es imprimida y ampliamente difundida. En el mismo mes, el 28 de noviembre de 2008, el Postulador presenta la petición para el nombramiento de los teólogos censores, que serán nombrados algunos días después, el 12 diciembre de 2008. Son el rev. P. Cristoforo Bove, ofmconv., y el rev. Mons. Riccardo Bollati. El 13 de enero de 2009 el Postulador presenta la petición para la escucha de los Testigos “Ne pereant probationes”. A finales de año, el 16 de diciembre de 2009, llega el Nulla Osta de la Congregación de los Santos para la introducción de la Causa. Dos días después, el 18 de diciembre del 2009, el Postulador Mons. Oscar Sanchez Barba, presenta la dimisión del cargo recibido y el siguiente mes, el 11 de enero del 2010, la Congregación para la Causa de los Santos nombra, bajo propuesta del Actor de la Causa, la nueva Postuladora en la persona de Hna. Paola Barriga Mondragón. 137 También se necesita constituir la Comisión Histórica y el 3 de junio de 2010 el card. Agostino Vallini nombra dicha comisión formada por el rev. P. Piotr Zigmunt, CP, Hna. Elisa Famiglietti, O.SS.S., Hna. Beata Rohdin, O.SS.S. y Hna. Maria Concetta Guidi, O.SS.S. Esta debe recoger todos los documentos personales y los escritos inéditos de la Sierva de Dios. El 5 de julio del 2010 se abre la causa de canonización de la Sierva de Dios, después de un juicio favorable de esta comisión, que subraya la humildad ejemplar, así como la observancia regular de la vida comunitaria de Madre Riccarda. Esta es clasificada como mujer de oración, constantemente unida a Dios. 3 La fama continúa 138 Se cierra el proceso diocesano El 21 de octubre de 2011 se cierra positivamente el proceso en la sede diocesana. En aquella ocasión el card. Vicario de Roma, Mons. Agostino Vallini dijo a propósito de Madre Riccarda que ella tuvo “al centro de su espiritualidad y por lo tanto de su vida religiosa el amor a la Eucaristía”. Recordó que “pasaba muchas horas en adoración delante del Santisimo Sacramento”, que “de la Eucaristia recibía el alimento necesario para amar y servir con ejemplar generosidad a sus hermanas”. Subrayó que vivió “hasta el fondo la propia vocación de mujer hasta el punto de ser madre atenta y premurosa para sus hijas espirituales, que solían llamarla “Mamita”, a causa de su exquisita amabilidad”. La prensa italiana Por lo que se refiere a la prensa italiana señalamos algunos artículos publicados para conmemorar el 45º aniversario de la muerte (19662011): Avvenire-Roma Sette (7) del 22 de junio de 2011: “Las brigidinas recuerdan a Madre Riccarda” de Laura Badaracchi. Avvenire Roma Sette del 27 de junio de 2011: “Tres brigidinas hacia los altares” de Giulia Rocchi. El día aniversario de la muerte, 26 de junio de 2011, hubo una Santa Misa en la iglesia del convento en su memoria. El sacerdote Mons. Renzo Cilia, en la homilía habló de Madre Riccarda recordando el ejercicio de las virtudes de la Madre. Avvenire del 22 de julio de 2011, publica el artículo “Hacia los altares. De su carisma (referido a Santa Brígida) historias y rostros de santidad” de Laura Badaracchi. 139 Avvenire-Roma Sette del 16 de octubre de 2011 trae la noticia de la clausura del Proceso en el Vicariato. En el 2010 las hermanas han dedicado una página de su sito a Madre Riccarda, consultado por muchas personas. La prensa inglesa Cuando el Proceso estaba ya en acto aparecieron dos artículos que mencionamos: “AD 2000” de noviembre 2009. “La religiosa inglesa que ha salvato a los Judios de los Nazis ha sido propuesta para santa”. En el texto leemos: “Un sobreviviente del Holocausto ha ofrecido un testimonio como refuerzo para la canonización de la religiosa inglesa que ha escondido a las Hebreos de los Nazis en tiempo de guerra en Roma. Piero Piperno, que ahora tiene 80 años, ha testimoniado a finales de agosto en favor de la Madre Mary Richard Beauchamp Hambrough, de la que recientemente ha sido presentada la Causa de Canonización en el Vaticano, él estaba entre los testigos invitados a declarar como testimonio para decidir si Madre Riccarda había vivido una vida de virtudes heroicas. A Madre Mary Richard Beauchamp Hambrough ha sido reconocido un papel fundamental en la salvación de más de 60 hebreos escondidos en su convento, la casa de santa Brigida, durante la segunda guerra mundial. El primer periodo de la Causa necesita el examen de su vida para evidenciar sus ‘virtudes heroicas’, antes de examinar los dos milagros que confirman su santidad. 140 Si este examen procede velozmente, ella será la primera mujer santa de inglaterra después de 1970, cuando Pablo VI canonizó a Margaret Clitherow, Anne Line y Margaret Ward entre los 40 santos ingleses y Galeses que murieron mártires durante la Reforma Protestante”. Después de haber trazado a grandes líneas la vida de Madre Riccarda, el periodista continúa: “Si bien los actos que llevan a la beatificación sean secretos, el señor Piperno ha declarado al “London Times” que Madre Riccarda era la personificación de la ‘dulzura y de la simpatía”. Dijo además que “la familia Piperno se había trasladado a Siena para evitar las leyes raciales impuestas por el gobierno fascista después del estallido de la guerra, pero cuando Musolini perdió la confianza como jefe del Gobierno y los Nazis ocuparon Italia en el 1943, Siena ya no era segura. La familia decidió volver a Roma, esperando encontrar seguridad en la ciudad. Allí una tia suya les había recomendado que fueran a la Casa madre de las brigidinas en la Plaza Farnese”. El señor Piperno ha declarado que “eran tres familias, 13 personas en total. Estaban en tres habitaciones, todos los hombres en una, excepto un tio que dormía en una pequeña habitación sin ventanas, y las otras dos para las mujeres. Al principio todos nosotros comíamos en una sola habitación”. Durante seis meses – hasta que los Aliados liberaron Roma – la familia Piperno estuvo escondida en el convento, con el miedo en cada momento de ser arrestada. Un año después de la guerra el Jefe de los rabinos de Roma, Israel Zolli, un amigo de Madre Riccarda y de la Beata Maria Isabel, se ha 141 convertido a la fe católica, sobretodo “porque estaba muy impresionado de los esfuerzos hechos por los católicos para salvar la vida de los hebreos”. Madre Elisa Famiglietti la vicaria generale de la Orden brigidina, ha declarado que la apertura formale de la causa ha sido un gran honor para Inglaterra”. En sus declaraciones ha dicho: “Madre Riccarda era una mujer maravillosa. Yo la conocía bien, la he encontrado en el 1954 y he permanecido con ella hasta su muerte, en el 1966. Era un ángel que ha trabajado mucho para ayudar a nuestros hermanos hebreos durante la guerra y yo sé que tambien ellos la quieren honrar. Hay una docena de hermanas aquí en el convento de Roma que la recuerdan y todas nosotras estamos muy emocionadas por el hecho de que haya sido tomada en consideración para el reconocimiento de su santidad. Madre Riccarda estaba llena de Espíritu Santo y era una mujer muy humilde, cantaba maravillosamente y estaba muy unida a Dios. Ha dejado una huella en cada una de nosotras. Lo que yo siempre recuerdo de ella es que, no obstante hubiese vivido durante tanto tiempo en Italia, no había olvidado nunca que era inglesa y siempre nos hablaba en inglés”. Reproducimos también el artículo aparecido en el BBC News, el 31 de mayo del 2010 con el título: “Religiosa salvadora en tiempo de guerra da Brighton en camino hacia la santidad” de Sally Nancarrow. “Madre Riccarda ha trabajado con su Abadesa para salvar docenas de vidas. 142 Una religiosa de Brighton que ha ayudado a esconder a los hebreos, comunistas y los polacos perseguidos por los Nazis en tiempo de guerra en Roma ha sido propuesta para la santidad”. Después de haber trazado los momentos salientes de su vida la periodista añade: “Madre Riccarda tenía un carácter amable y tierno para con todos. Muchos la recuerdan todavía en el convento y fuera”. Conclusión: Su mensaje para hoy En enero de 2012, día de solemnidad de la Epifanía del Señor, en prevision de la Jornada Mundial de la vida consagrada que se celebra el 143 dia 2 de febrero de 2012, la Comisión Episcopal Italiana ha publicado un mensaje en el que se presentan las cuatro notas que fundamentan la experiencia de la vida religiosa, vista como un signo para todos los cristianos para vivir como Cristo en el Padre por los hermanos. La primera nota es “el primado de Dios”, la segunda “la fraternidad universal”, la tercera “el celo divino” y la cuarta “el estilo de vida bajo el signo de la esencialidad, de la gratuidad, de la hospitalidad”. Estas notas, escritas en el 2012, han sido el fondo de la vida de Madre Riccarda, como se puede notar por todo lo que hemos dicho hasta ahora. De hecho, hemos visto que la vida con Dios para ella ha sido la base de cada actividad suya y su consolación además de ser el tema esencial de su educación a las muchas novicias. A propósito de educación, Madre Riccarda parece que se adelanta a los tiempos. El decenio “2010-2020 del proyecto Pastoral de la Conferencia Episcopal Italiana está basado sobretodo en la educación. Riccarda se convierte de este modo en la mujer educadora por excelencia. Más que el carisma del gobierno ella ha tenido el carisma educativo y ha formado al amor muchas generaciones de hermanas, llegadas a Roma después que ella. La segunda nota, fraternidad universal, encuentra también un modelo en Madre Riccarda. Su espíritu ecuménico, fruto de su experiencia personal y familiar, la ha forjado abierta a todas las experiencias religiosas, sobretodo cristianas. Hemos visto lo que ha hecho por tanta gente, por ejemplo con los hebreos, que la recuerdan todavía. Propio para subrayar esta nota escrita por ella a Hna. Francisca el 29 de junio de 1938: “Hemos tenido una bella bendición el día 16 cm por el 85º cumpleaños del Rey de Suecia. Bendición solemnísima con un Obispo asistido por 45 estudiantes del Colegio; han cantado el “Te Deum” con 144 nosotras, ¡Era tan hermoso! Luego han cantado solos el “Tamtum Ergo” y el “Adoremus in Aeternum”, después alguna otra cosa en sueco. Estaban presentes el Ministro de la Legación Sueca con su mujer e hijas, y otras personas del cuerpo diplomático. La iglesia estaba llena. Eran todos protestantes excepto cuatro personas. Han quedado todos muy impresionados”. Y todavía a Hna. Francesca el 28 de febrero de 1939: “La muerte del Santo Padre Pio XI, ha sido un gran dolor para todo el mundo católico; también entre los protestantes hay muchos que han sentido un gran dolor por su muerte y escriben bellísimos artículos en los periódicos, artículos de admiración y de alabanza”. A las religiosas, con sus anotaciones en las cartas, enseña a nivel experiencial el amor a todos. No hace “sermones” sobre el ecumenismo y sobre la fraternidad universal, nos cuenta su vida y todo lo que sucede a su alrededor y así es más creible que si hiciera mil discursos. Las hermanas acogen sus enseñanzas y las ponen en práctica todavía hoy. También la tercera nota, el celo divino, la indica maestra y testigo del celo que la caracteriza. Ha dejado su tierra, su familia, para vivir la aventura del Espíritu que la empuja, como a San Pablo (cf 2Cor 5, 14) y ella parte, obedeciendo primero a la voz que la susurra dentro y luego a los superiores que la muestran el proyecto de Dios sobre ella. Podía haberse quedado en su tierra como benedictina, pero ha escogido la incertidumbre de un camino nuevo en la Iglesia, con una única certeza: “Sé en quien he creído” (2Tim 1, 12). Ha vivido de este modo la esencialidad, la gratuidad, la hospitalidad, la quarta nota a la que hacen mención los Obispos italianos. Desde hace muchos años Madre Riccarda ha sido signo de acogida según el propio carisma brigidino y ha dejado el ejemplo de una vida que en la radicalidad evángelica ha transmitido el toque de la esencialidad propia de Cristo hecho hombre. Leyendo el Evangelio notamos que siempre Cristo, 145 primero en la familia y luego en la actividad apostólica, ha ido más allá de lo convencional al punto de decir “Vuestro hablar sea sí, sí; no, no” (Mt 5, 37). Mientras, vive sin cosas supérfluas y que no son esenciales, en la gratuidad absoluta, porque Dios ama sin esperar ninguna recompensa. Así Madre Riccarda. No esperaba el cargo de Abadesa, como hemos visto, y no lo deseaba. Quería ir a América y continuar a cantar allí las alabanzas a Dios en la sombra, como había hecho durante toda su vida. No espera un trato de favor, ni siquiera en su última enfermedad cuando la hermana encargada de la cocina le preparaba las patatas que le gustaban tanto y ella pensaba que era lo que comía toda la comunidad. Ciertamente no esperaba, habiendo vivido siempre en humildad, ser “candidata” a los honores de los altares. Pero es siempre así: Dios no deja que la lámpara esté bajo el celemín (cf Mc 4, 21). Su vida de religiosa tiene mucho que decirnos también hoy. No olvidemos que, entre otras cosas, ha sabido vivir la liturgia en manera estupenda y ha trasmitido el amor a todas las novicias y a las hermanas en general. Hoy que el movimiento litúrgico ha hecho descubrir la belleza de la liturgia en todas las parroquias y en todas las comunidades presentes en la Iglesia, su amor por ella y el cuidado de la celebración resultan una actitud seguramente profética como profética es su devoción a los Ángeles custodios. Esta devoción se ha re-descubierto hoy por los varios estudios cientificos y divulgativos. Por último nos gusta subrayar que, mientras hoy el mundo parece correr sin Dios, y solo esporádicamente se para a reflexionar sobre la belleza de una vida rica y auténtica, reflejo de la belleza y del amor de Dios Padre de todos los hombres, la vida de Madre Riccarda, la pequeña inglesa trasplantada a Roma, es un ejemplo y un punto de referencia notables. 146 APÉNDICES 147 I. Cronología De la vida de Madre Riccarda 1887: Nace en Londres el 10 de septiembre de 1887. Estudia canto y música en el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, en Inglaterra. La mamá se llama Louisa Frances Lettson Fisher y el papá Windsor John. 148 1887 – 1914: Bautismo, Primera Comunión y confirmación. Entra en la congregación “The Adorers of Sacred Hearth of Jesus”, situada en Tyburn Convent, Londres. La Congregación es de vida contemplativa bajo la Regla de San Benito. Madre Riccarda permanece dos meses como postulante. 1914: Llega de Inglaterra a Roma para ser postulante de la Orden en el pequeño convento de via Aurelia 133, cerca del Vaticano. 8 de septiembre 1914: Viste el hábito religioso y comienza el noviciado, recibe el nombre de Hna. Riccarda. Marzo de 1915: Hna. Riccarda acompaña a la Beata Madre Isabel a ver la casa situada en el nº 1 de via Corsica, propiedad de las hermanas de las ‘Vaschette’ para tomarla en alquiler. 8 de septiembre 1915: Primera Profesión religiosa. Padre Hattais preside la ceremonia. 12 de septiembre 1918: Hna. Riccarda emite la Profesión Perpetua. 31 de marzo 1919: El Marqués de Bagno, propietario de la casa en via delle Isole 34, firma el contrato de compra-venta de la casa. Julio – agosto 1923: Madre Riccarda se hace cargo de la comunidad de via delle Isole. 149 30 de septiembre 1923: Madre Riccarda viaja a Estocolmo para la inauguración de la primera casa brigidina en Suecia después de la reforma Protestante. 17 de septiembre 1924: Madre Riccarda viaja de Suecia a Roma junto a Madre Isabel. 22 de septiembre 1924: Las dos hermanas se detienen en Lugano en la casa de las hermanas Capuchinas. Se les ofrece una casa y el 16 de octubre firman el contrato. 1931: De via delle Isole Madre Riccarda se traslada a la casa de Plaza Farnese, donde permanece hasta su muerte, salvo en algunos breves periodos de tiempo. 10 de julio 1932: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a visitar la comunidad de Lugano. 19 de agosto 1935: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a Djursholm para la ceremonia oficial de la inauguración de la Casa de Vadstena, el 25 de agosto 1935. 20 de abril 1942: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a la Audiencia privada del Santo Padre Pio XII. Las hermanas presentan las Constituciones de 1920, las últimas de 1940 y renuevan la petición del nombre de la Congregación: “Orden del Santisimo Salvador”. Agosto de 1953: Madre Riccarda visita las Comunidades enviada por Madre Isabel, que ya no puede viajar. 150 21 de enero 1956: Madre Riccarda es nombrada Superiora del convento de Plaza Farnese. 24 de abril 1957: Madre Riccarda llama por teléfono al sacerdote y al médico para que asistan a la Beata Madre Isabel en la hora de la muerte, sucedida a las 4,27 horas de la mañana. 3 de mayo 1958: Es elegida Abadesa General después de Madre Isabel, cargo que cubre hasta el 1964. 22 de junio 1966: Contrae una enfermedad que la lleva a la muerte. 26 de junio 1966: A las 8,25 muere. Octubre de 1982: Viene trasladado su cuerpo a la casa de Plaza Farnese. 8 de junio 2008: Inicio de la causa de beatificación. 21 de octubre 2011: Clausura del Proceso Diocesano. 151 II. Oración Para obtener la glorificación de la sierva de Dios Madre Maria Riccarda Beauchamp Hambrough, O.SS. S. (1887-1966) Te damos gracias, Señor, porque has formado en tu sierva Riccarda un corazón sencillo y generoso, lleno de confianza y perfecta fidelidad a tu voluntad, concédenos a los que veneramos su memoria, seguir sus huellas, para que, como hermana nuestra, interceda por nosotras ante el trono de tu misericordia. Gloria al Padre ... (3 veces) Se ruega que las gracias recibidas por intercesión De la sierva de Dios sean comunicadas a: Curia Generalicia, plaza Farnese, 96 – 00186 Roma (Italia) Tel. +39 06 6889 2596 [email protected] 152 INDICE 153 Presentación……………………………………………………….. pag. 5 Premisa………………………………………………………………. >> 9 Parte I: DE INGLATERRA A ROMA ………………………….. >> 11 1. Katharine Beauchamp Hambrough En el Londres de su tiempo.............................. >> 13 La familia ........................................................... >> 13 Londres e Inglaterra a principios del ‘900.......... >> 15 Adolescencia y juventud ..................................... >> 18 En busca de su vocación..................................... En la Congregación benedectina ....................... El encuentro con el carisma brigidino ............... El renacer de la Orden brigidina ........................ >> >> >> >> 21 21 24 28 Katharine Beauchamp Hambrough en Roma…. Katharine Beauchamp Hambrough Y Elisabetta Hesselblad…………………………………… La vestición religiosa ………………………………………. El carisma fundacional……………………………………… >> 31 >> >> >> 31 33 36 Parte II: SUMERGIDA EN DIOS POR LOS HERMANOS......>> La vida con Dios ....................................................... >> La vida mística .......................................................... >> El don de la vocación religiosa ................................. >> El camino hacia la santidad: confianza y deseo, Obediencia y unión de voluntad ............................... >> 39 41 41 44 154 46 La imitación de Cristo pobre y crucificado Y de Maria ........................................................................ pag. El Espíritu de pobreza y la oración .................................... >> La maternidad espiritual ................................................... >> Su amor por la naturaleza ................................................. >> 51 51 60 70 La vida con los otros ......................................................... >> Humildad y delicadeza ...................................................... >> Acogida y gratitud ............................................................. >> Vida común y comunión de los santos .............................. >> De la vida común se pasa a la comunión de los santos ..... >> 73 73 78 81 84 PARTE III: SU OBRA EN LA ORDEN HASTA LA MUERTE DE MADRE ISABEL HESSELBLAD .............................................................. >> Durante la primera guerra mundial Y el inmediato después de la guerra .................................. >> La vida en Roma ................................................................... >> Hna. Riccarda cronista de la Orden ....................................... >> Plaza Farnese ....................................................................... >> 87 89 89 96 98 El “Cirineo” de Madre Isabel .................................... >> 101 Viajando entre Suiza – Suecia – Inglaterra ............................ >> 101 La segunda guerra mundial y el inmediato después de la guerra .............................................................. >> 102 después de la guerra: luces y sombras ................................... >> 108 Después de la muerte de Madre Isabel ..................... >> 113 La Abadesa .............................................................................. >> 113 Los últimos años y la muerte .................................................. >> 120 Después de la muerte ............................................................. >> 121 155 PARTE IV: HACIA EL RECONOCIMIENTO DE SU SANTIDAD ............................................................................................... pag. 125 El recuerdo de muchos ................................................... >> La crónica del convento ....................................................... >> Testigos de dolor de Italia .................................................... >> Testigos de dolor del mundo ................................................ >> 127 127 128 130 El proceso canónico para el Reconocimiento de la santidad ............................................ La exhumación ....................................................................... Inicio del proceso y testigos procesuales ............................... Iter de la causa ....................................................................... >> >> >> >> 133 133 134 137 La fama continúa ............................................................... Se cierra el proceso diocesano ............................................... La prensa italiana .................................................................... La prensa inglesa ..................................................................... >> >> >> >> 139 139 139 140 Conclusión ................................................................................ >> 143 Apéndice .................................................................................. >> 147 Cronología de la vita de Madre Riccarda .............................. >> 149 Oración por la glorificación de la sierva de Dios Madre Riccarda Beauchamp Hambrough, O.SS.S. (1887 – 1966) ............................................................................ >> 153 156 157 158 159