El Gran Hermano

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El Gran
Hermano
Cazadora, neil barrett . Camisa, bd baggies.
Pantalón, PT01.
Página izquierda: Chaqueta, ermenegildo zegna.
Jersey 100 % cachemira, Fedeli.
Albert Adriá posa para nuestro objetivo con las prendas icono de la nueva
temporada mientras ultima los detalles del nuevo proyecto gastronómico
que dará que hablar.
S
i detrás de un gran hombre siempre hay una
gran mujer, detrás de Ferrán Adriá hay un
gran hermano. Es cierto que Adriá decosntruye todo lo que toca, hasta este mito del tandem
perfecto, pero no lo hace solo sino acompañado
de su alter ego, Albert Adriá.
A Albert Adriá no le gusta hablar de sus
logros personales sino “del equipo, como en el
deporte”. Hoy está acompañado por Andrés
Conde, un Navarro que se formó durante cinco
años en el Bulli y que lo ha dejado todo ante la
llamada de Albert, para acompañarle en su nueva aventura: “Lo más
valioso de mi experiencia en el Bulli, comenta Andrés, es que me he
formado como persona, no sólo me he convertido en un hombre nuevo a
nivel profesional, sino también personal”.
Albert ha sido el encargado de la parte más dulce de El Bulli: la
repostería, “obras de arte efímeras” pero que afortunadamente han
quedado plasmadas en imágenes en Natura, el libro que publicó en el
2008. Durante la entrevista, nos enseña orgulloso los postres uno a uno
porque, asegura, cada cual tiene su historia: “Juegas con la ilusión del
cliente -admite- cada postre es una broma, un guiño. Este se hace con
una máquina de burbujas de acuario, esto es musgo, este lo han probado cientos de personas, este miles… ¡Fíjate en este!, un día al subir
por la cuesta al restaurante mi vista se fue a la carretera que no estaba
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ESTILISMO DE ALBERTO IGLESIAS
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asfaltada y me llamaron la atención las hojas de eucaliptos, pensé ¡Esto
es un postre! Se llama Paisaje de Otoño”. Es una maravilla en tonos
tierra que efectivamente recuerda la tierra mojada, las hojas muertas,
cada elemento está interpretado en el plato por yogur salado, sorbete
de cereza, galletas de pan de especias, miel cristalizada... Tardaron más
tres semanas en ponerlo a punto y se necesitaron hasta cuatro personas
para montar esta obra maestra en tan sólo un minuto.
Pero no todo fue siempre estar en la cumbre, Albert recuerda con
cariño los primeros tiempos: “cuando dormíamos en una caravana sin
cristales frente al restaurante o cuando íbamos a Monaco sin un duro
pero cenábamos en el Louis XV de Alain Ducasse. Éramos los más
felices del mundo”. Estos inicios son los que le hacen saborear con más
gusto las mieles del éxito,
“Soy el hermano del mejor chef del mundo”, comenta con orgullo
Albert, pero doy fe de que el éxito no se le ha subido a la cabeza. El
pequeño de los hermanos Adriá, que hoy luce muy elegantamente las
prendas elegidas para la entrevista por su amigo y joven gourmet, Álvaro Iglesias, es simpático, extrovertido y campechano. Albert comenzó a
trabajar con 15 años, “no era buen estudiante así que no me quedó otra
opción que trabajar en la cocina con mi hermano Ferran”. Cuenta que
tardó en descubrir que esto era lo suyo, no fue amor a primera vista,
pero en cuanto lo supo comenzó a tomárselo en serio y en poco tiempo
se encontró a la cabeza del equipo de repostería de El Bulli y liderando
el Taller de El Bulli, el laboratorio de ideas donde se experimentan y
texto POR cristina reyes • FOTOGRAFÍA POR maría natali
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Recuerdo con cariño
cuando dormíamos en una
caravana sin cristales
frente al restaurante o cuando
íbamos a Mónaco sin
un duro, pero cenábamos en el
Louis XV de Alain Ducasse.
Éramos los más felices
del mundo
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Plumas, woolrich. Camisa, BD Baggies
Pantalón, JACOB COHEN. Cinturón, ETRO.
Los esfuerzos, los sacrificios, nada de aquello fue en
vano, un día el chef francés Joel Robuchon, a quien los
Adriá le deben tanto, puso en marcha, sin saberlo, el
mayor fenómeno de la gastronomía mundial: “Joel vino a
un congreso a Vitoria y le dijeron que lo iban a llevar a un
lugar especial, él al principio estaba reticente pensando
que sería lo de siempre pero cuando vino al Bulli se quedó
impresionado, al día siguiente un periodista le preguntó
quién pensaba que sería su sucesor y le contestó: ‘Ferran
Adriá’, eso fue lo que cambió nuestra vida para siempre”.
Robuchon se arriesgó a decir algo que “era lo que realmente sentía”, no se dejó llevar ni por las tendencias ni por la
competitividad y eso es otra de las cosas que los honestos
Adriá han puesto de moda, el fair play en la cocina. “Antes
la gente guardaba celosamente sus recetas, ni la propia
cuadrilla conocía la receta del chef, nosotros pensamos
que la mejor forma de que nadie te copie es publicando
abiertamente nuestras recetas, las pueden copiar pero todo
el mundo sabrá que son del Bulli”.
La mesa de la sala de reuniones, “la capilla” del
impresionante palacete medieval donde se ubica el Taller
del Bulli, está repleta de prototipos de vajilla para la nueva
aventura empresarial de los hermanos Adriá, un concepto nuevo de bar
de tapas que cuentan con exportar al mundo entero. Los hermanos se
ocuparán sólo de la creación, “la gestión se la dejamos a otros para tener
la mente libre”. Ningún detalle se deja al azar, desde la elección de la
vajilla hasta la música, pasando por la decoración, ni, por supuesto,
la cocina. Albert está ahora en plena fase creativa, “llevamos varias
noches trabajando en las tapas”, nos comenta mientras prepara un
pulpo frito, una receta típica de algún sitio de España que ahora mismo
no recuerda y que, si pasa la prueba, piensa incorporar a la carta de
su nuevo establecimiento. Albert saca el pulpo del aceite a 170º, ni uno
más ni uno menos, y lo prueba, “¡espectacular!” exclama, e inmediatamente se precipita sobre su teléfono móvil. “Pulpo frito brutal”, reza el
sms que envía inmediatamente a su hermano Adriá. La compenetración y la complicidad es evidente en este tándem de hermanos infatigables y talentosos que han aupado la cocina española y por extensión el
spanish way of life a la cima del éxito.
Lo cierto es que los Adriá han
puesto de moda las tapas y el
“made in Spain” por todo el planeta
se ponen a punto los platos del ya mítico restaurante. Albert estuvo 23
años inmerso en la rutina cotidiana de esta cocina de élite, una jornada
de 14 horas al día y el estrés permanente para conseguir que todo
rozase la perfección: “tuve que dejarlo porque no podía soportar más
el estrés, además acababa de tener un hijo y me di cuenta de que me
había perdido los primeros seis meses de su vida”. Así que dejó Cala
Montjoi y volvió a Barcelona, montó con un par de socios un bar de
tapas de las de toda la vida, Inopia, y en poco tiempo se encontró
de nuevo atrapado en la vorágine del éxito. Todo lo que los Adriá
tocan se convierte en oro, la prueba es que antes de que cerrara sus
puertas a finales de julio, la gente hacía cola delante del bar para
degustar sus famosísimas patatas bravas. Lo cierto es que los Adriá
han hecho en pocos años por la cocina española más de lo que se había hecho nunca, han puesto de moda las tapas y el “made in Spain”
por todo el planeta, de Tokyo a Melbourne, de Washington a Macao,
el tapeo marca tendencia.
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