04 VARIADA MARTES 10 DE MAYO DE 2011 juventud rebelde El gitano que ridiculizó la «superioridad aria» Johann Trollmann (apodado Rukelie) era joven, rápido y fuerte, pero también era hijo de su pueblo en el momento y país equivocados: la Alemania nazi de Hitler por DARÍO CROC URES foto INTERNET EXISTEN historias dramáticas, trágicas podríamos decir, que a modo de ejemplo merecen ser contadas. Tal es la dada a conocer en el artículo de Boxing-Press Nunca retornan, de Wolfgang Oswald, en el que se narran pasajes de la vida de Johann Wilhelm «Rukelie» Trollmann. A Rukelie, que era un gitano, le fue revocado, en 1933, su título de Campeón de pesos medianos de Alemania y fue asesinado más tarde, el 9 de febrero de 1944, en el campo de concentración Neuengamme, cerca de Hamburgo. Una de esas personas especiales con gran sentido del deber y una despejada concepción de la rectitud, Eva Rolle, promotora de boxeo berlinesa, luchó denodadamente por el reconocimiento del destino de Rukelie Trollmann. En el transcurso de una representación benéfica de boxeo profesional, en diciembre de 2003, con sus esfuerzos quedaban cerrados 70 años de desconocimiento, y el título alemán de boxeo le era devuelto post mórtem a su legítimo propietario. Bajo aplausos emocionados, Mike Cloth leyó la resolución oficial de la Federación Alemana de Boxeo, y los parientes de Trollmann tomaron el cinturón simbólico del Título Alemán de Boxeo en peso mediano de 1933. Junto a los parientes de Trollmann se encontraban el presidente de la Asociación Alemana de Gitanos, Romani Rose, y cerca de 40 sobrevivientes del holocausto. Trollmann creció en los barrios más pobres de Hannover y, de la mano de su entrenador, el boxeador judío Erich Seelig, se labró una prometedora carrera deportiva en el boxeo profesional. Pero su estilo de boxeo irritaba cada vez más a los ideólogos nazis. Trollmann era muy popular por su vertiginoso baile de piernas y movimientos cortos, que contrastaba con el dominante en la época: el estilo «matón», evocador de un guerrero más que de un deportista. «Afeminado», o «Nada que ver con el boxeo ario» fueron algunas de las “joyas” destinadas a él en 1932 por el Völkischen Beobachter (El Observador Popular), periódico oficial del Partido Nazi. A pesar de ello, el 9 de junio de 1933, con 25 años de edad, Trollmann disputa el título nacional de peso semipesado contra el también alemán Adolf Witt (campeón de peso pesado). Era una nueva edición del desigual combate entre David y Goliat, en el que Trollmann hizo valer su baile de piernas y agilidad. Tras seis asaltos, el coloso Witt estaba a punto de quebrarse en pedazos, y la victoria por puntos era clara para Trollmann, el gitano. Pero en aquella época, la Asociación Alemana de Boxeo ya estaba copada por los nazis, y para ellos «el gitano Trollmann» les estaba metiendo el dedo en el ojo. Los jueces ordenaron parar la pelea y declararon un empate. La multitud enfurecida se rebeló y exigió reconocer ganador a Johann Trollmann. Los jueces, a punto del linchamiento, se vieron finalmente obligados a declararlo campeón. Johann lloró de felicidad en el ring, y precisamente ese fue el pretexto para que tan solo una semana después le fuera retirado el título. El comunicado oficial apuntó: «Pobre comportamiento» (¡llorar en el ring!) y «Mal boxeo». La verdadera razón: ser gitano. DESAFÍO AL GUERRERO ARIO Dos meses después se organizó un nuevo combate en el que fue obligado a participar. Las autoridades nazis querían vengar la derrota de Witt y acabar con la peligrosa popularidad del joven gitano, pero eso requería no dejar ningún cabo suelto. Le fue terminantemente prohibido a Trollmann moverse del centro del ring y utilizar su famoso baile de pies para esquivar los golpes, de otra forma perdería su licencia de boxeador. Johann tenía que perder, así de claro, y la raza aria tenía que vencer, así de trágico. Lo ocurrido sobre el ring fue,como dijeron comentaristas de la época, uno de los hechos más sorprendentes, —y menos conocidos agregamos nosotros— de la historia del deporte. Trollmann apareció en el ring con el pelo teñido de rubio y todo su cuerpo cubierto de harina, en un gesto de provocación, burla y caricatura hacia la imagen del «guerrero ario» con la que la propaganda nazi estaba envenenando el país. Durante el combate se quedó inmóvil en el centro del ring, con las piernas separadas y sin esquivar, uno tras otro, los mazazos de su rival, Gustav Eder, famoso por sus poderosos golpes. Johann resistió cinco asaltos y cayó al suelo totalmente bañado en sangre. También su carrera quedó hecha añicos para siempre. Disputó, con escaso éxito, nueve combates más y tuvo que retirarse prematuramente. Durante los siguientes años fue aumentando dramáticamente la persecución a los no arios. Cientos de miles de gitanos fueron esterilizados, entre ellos Trollmann. En 1939 fue reclutado por la Wehrmacht para luchar en el frente oriental. Era la forma de evitar la muerte de su familia: a cambio del «servicio desinteresado al Tercer Reich». El 16 de diciembre de 1942, Himmler firma el Decreto de Auschwitz, donde los gitanos son equiparados a los judíos y se ordena su deportación. Trollmann es enviado al campo de concentración de Neuengamme. Sabiendo que él era boxeador organizaron Johann Trollmann listo para el combate. en el campo peleas para entretenimiento. A cambio de su participación Trollmann recibía una ración extra de comida. Ni la razón ni la fecha exacta de su muerte están suficientemente claras. No obstante, en 2008, un libro de Roger Repplinger reveló que en 1944 Trollmann disputó en el campo de concentración uno de esos combates organizados contra un Kapo (presos que trabajaban para las SS) y Johann lo derrotó. El Kapo, exasperado, tomó entonces un palo y golpeó a Trollmann hasta la muerte. Johann Trollmann terminó asesinado en el barro de aquel campo de concentración, vestido con sus guantes de boxeo. Hoy en las calles de Hamburgo puede verse una placa conmemorativa en su honor, y el 9 de junio de 2010 fue inaugurado en Berlín un monumento en memoria de Johann Trollmann, el boxeador gitano que ridiculizó al Tercer Reich. El próximo salto de El Toro por HUGO GARCÍA Jorge Betancourt, una estrella del clavado cubano, dice adiós a ese deporte y desarrolla a nuevos talentos. Foto: Cortesía del entrevistado MATANZAS.— De haber obtenido en otro deporte los resultados que acumula en su carrera, en el caso de Jorge Betancourt García el tratamiento mediático hubiera sido distinto. Durante siete años fue el capitán de la Selección Nacional de Clavados de Cuba y cuatro veces obtuvo la distinción de Atleta Medallista más destacado en torneos. Sin embargo, en su último salto nos apoderamos de las confesiones de un joven sencillo, que ha dicho adiós al deporte activo envuelto en su modestia. Comenzó la práctica del clavado en la pre-EIDE Jorge Dimitrov, en 1987, e ingresó a la escuela de iniciación deportiva (EIDE) Luis Augusto Turcios Lima, de la provincia de Matanzas, en 1988. Ya en 1989 ganó tres medallas de plata en los Juegos Nacionales Pioneriles en Camagüey, y en 1992 es promovido al equipo nacional juvenil. Así comienza a tejer su impresionante palmarés, que incluye 17 medallas en torneos Grand Prix (dos de oro y ocho de plata); seis veces Campeón en Juegos Nacionales Escolares; tres primeros lugares en los Campeonatos Centroamericanos y del Caribe de Aficionados a la Natación (CCCAN); y siete primeros lugares en las Olimpiadas Nacionales; cuatro en juegos del ALBA y seis veces Campeón Nacional de 1ra. categoría. A El Toro,como es conocido en el mundo del clavado, lo encontramos en la misma piscina donde a los diez años de edad hiciera sus primeros saltos desde un trampolín de un metro. En el Ateneo Aurelio Janet lo observamos como entrenador de un grupo de diez niños matanceros, de entre cinco y ocho años de edad, e impartiendo docencia a dos técnicos que se especializan en este deporte. El objetivo es llevar a planos estelares el clavado matancero. «En la Olimpiada de Atenas obtuvimos muy buen lugar, pero fue el momento más triste en mi vida por un error que cometí,pues estuvimos cerca de obtener medallas en el trampolín de tres metros sincronizado y tuvimos que conformarnos con el cuarto lugar». Comenta que su momento culminante fue en 2005, cuando ganó en los Grand Prix una medalla de bronce en Rostok, Alemania; plata en Madrid, España; bronce en Montreal, Canadá; y oro en Roma, Italia. Fue segundo en la modalidad de sincronizado y cuarto individual del ranking mundial. —¿La afición se sorprendió al no verte competir más en el 2010? —Fue una decisión personal dejar el clavado. Todavía en gran parte del 2010 competí. Fui cuarto en el Grand Prix de Montreal, Canadá; gané una medalla de plata y dos de bronce en la IV Olimpiada Nacional del Deporte Cubano y séptimo en la Copa del Mundo de Clavados de Shantou, China. Me esforcé mucho en mi carrera, con mucha voluntad. Ya me cansaba y era pesado el entrenamiento. El clavado conlleva mucho rigor físico, sobre todo los clavados más complejos. —¿Qué cambios observas en el clavado en esta última década? —Son apreciables, principalmente por el hecho de que se compite con más grados de dificultad. Cuba evolucionó, estamos en la élite. La propia participación internacional continua nos hizo estar entre los primeros del ranking mundial. «El futuro inmediato está garantizado: se ha heredado rivalidad y deseos de competir, y los entrenadores cuentan con mucha visión futurista, eso se lo agradecemos, ellos miran cinco años hacia delante».