REPORTAJE Los hombres del presidente Otra vez es lunes, o nunca dejó de serlo. Con el invierno a punto de pasar muchos tienen la impresión de que estos meses de ayuno taurino han sido muy difíciles y raros. El frío ha dado pellizcos de monja, amagó pero no se instaló del todo y el toreo parece que también ha hecho algo similar. Aviso a los que llegados a este punto tengan como estado la palabra apesadumbrados; recordemos que la Fiesta siempre se movió para bien y para mal al paso de un dinosaurio milenario. Sólo toro y el torero consiguen alcanzar la velocidad de la luz. César Gómez, antes del festejo. Textos: David Plaza Fotografías: Juan Pelegrín L a Fiesta tiene muchas cosas de las que presumir y otras tantas de las que no. Pero si vamos a lo que nos incumbe en este reportaje de apertura, probablemente estemos también ante el espectáculo más reglado y encorsetado de la historia. España es singular, o bueno o malo. El plural sería acompañar siempre a esos dos objetivos de un tono intermedio. Cuando el espectáculo se modernizó y los toreros pasaron a ser protagonistas, la sombra de la sospecha se hizo grande. Nuestro país posee unas pócimas para estos males inigualables. Ante los indicios, legislemos. Los reglamentos son el reparador que tiene nuestra Fiesta. A ellos hay que agradecerles muchas cosas, por ejemplo el control de la edad de los toros, la manipulación y un sinfín de mínimos. Y reprocharles también. No es que vayamos a hablar de reglamentos, ni mucho menos, sino que vamos a tratar una parte de lo que dicen. El 4 de abril de 1991 S. M. El Rey sancionaba la “Ley/10/1991 sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos”. El nuevo reglamento jubilaba a 12 la Orden de 15 de marzo de 1962 y ‘constitucionalizaba’ 12 años después a los toros. Este nuevo texto trajo polémica. E incluso produjo un plante tan sólo unas semanas después de haber sido aprobado por parte de los picadores debido a los cambios producidos en la suerte de varas. Otro de los puntos calientes de la Ley 10/1991 fue el poder que recaía en los presidentes de las plazas de toros. El presidente tenía en sus manos decidir sobre lo fundamental. En la actualidad esa premisa se mantiene y dado que en no pocas veces son epicentro de terremotos, imaginamos que se encomendarán al Oráculo de Delfos para que la suerte les acompañe. Hoy hablamos de ellos y de los sabios que se encargan de evaluar al toro y al caballo en los reconocimientos: los veterinarios. CÉSAR GÓMEZ, PRESIDENTE DE LAS VENTAS César Gómez nació en Villada (Palencia). Antes de hacer la primera comunión ya tenía clara una cosa: de mayor sería policía. El deseo lo absorbió de su padre y haciendo el servicio militar aprobó la oposición de ingreso en el Cuerpo Nacional de Policía. A esas alturas César no sabía dónde acabaría. La afición taurina le vino también de su padre con el que fue varias veces a Vista Alegre a ver aquella famosa Oportunidad que ideara el genial Domingo Dominguín. Su profesión frenó en seco el interés por los toros y durante los dos años que estuvo en Barcelona, se olvidó por completo de los toros. Nada hacía presagiar que cuando llegara a Madrid iba a presentarse en la comisaría de San Blas a pedirle a Juan Font que le abriera las puertas de esta aventura. En el cara a cara las formas y la fachada son sus principales delatores. César Gómez es, a priori, un hombre de gesto duro al que no le tiembla un solo músculo de la cara. Detrás de esa mirada clara y de esas formas procedimentales hay bondad y sinceridad. La Jefatura Superior de Policía de Madrid le espera todas las mañanas. Estamos ante uno de esos edificios de corte social que se promovieron en el siglo XX. Ladrillo y cierta hosquedad, pasillos interminables, escaleras y despachos a modo de colmena reparten a un grupo ingente de gente que vela por nuestra seguridad. El trato que tiene con sus compañeros o con los que lo fueron en su día no da lugar a la duda. “Una mañana me fui a ver a Juan Font para decirle que quería entrar en uno de los equipos gubernativos. Me preguntó si tenía mucha afición, le contesté que sí, esto era un martes y ese mismo domingo hice mi primer servicio como auxiliar de delegado gubernativo”. Se trataba del último miembro del equipo: “el que llevaba el maletín”, dice. “Después”, prosigue, “pasé a ser delegado gubernativo durante 12 años. Luego me nombraron presidente y ya he cumplido 13 años en el palco en Madrid”. Este año César cumplirá 26 temporadas trabajando en la plaza de Las Ventas. La plaza de Madrid siempre será para estos hombres una escuela de experiencias y de la que uno se lleva en el bolsillo buenos momentos. “Además de mi mentor”, dice, “guardo un recuerdo muy especial de Luis Torrente Pérez, un gran profesional y un gran aficionado que conocía la idiosincrasia de la plaza como pocos”. Y retrocediendo a sus primeros años no se olvida tampoco de “Francisco Valderas Jara, él fue el que me nombró delegado gubernativo”. JOSÉ MANUEL DURÁN, VETERINARIO DE LAS VENTAS La sede del Colegio de Veterinarios de Madrid tira más hacia lo clásico con un ligero toque de barroquismo. Situada en una de las zonas residenciales más caras de Madrid, se esconde en una calle revirada y pequeña de palacetes y gigantescos pisos situados en el paseo de la Castellana. El interior del colegio apunta a fulgor, las lámparas halógenas disparan luz a un suelo casi recién encerado que reluce implacablemente. Al fondo, según entramos, está el salón de actos que para sí ya quisieran muchos municipios. José Manuel Durán no desentona para nada en este escenario que acabamos de definir con brochazos imprecisos. Su aspecto de ‘dandi’ se corresponde con la educación y amabilidad en las formas y en el fondo. José Manuel nació en Madrid, aunque se considera hijo adoptivo de Sanlúcar de Barrameda, porque vivió allí desde que era un niño. Dice que se hizo veterinario taurino porque le gustaban los toros con locura. En 2010 acaba de cumplir 25 años como veterinario de Las Ventas y la actualidad hay cuatro presidentes y el orden se establece por escalafón, “primero va Manolo Muñoz, luego yo, después Julio Martínez y por último Trinidad”. César Gómez es el que más tiempo lleva ininterrumpidamente. José Manuel Durán, reconociendo los toros. en el pasado mes de febrero la Escalera del Éxito le dio un caluroso homenaje en Béjar. Cuando le preguntan qué necesita un veterinario para trabajar en la plaza de Las Ventas no se lo piensa: “primero que le guste, que sea un verdadero aficionado y que la forma de mejorar es tomarse las cosas muy en serio yendo prácticamente a todos los reconocimientos”. En 25 años él ha ido a casi todos, tanto cuando le tocaba actuar como cuando le correspondía a sus compañeros “porque creo que todos los días se aprende algo”, apostilla. ¿QUIÉN DESIGNA A PRESIDENTES Y VETERINARIOS? A los presidentes y los veterinarios los designa la Comunidad de Madrid, pero al final todo depende de sus respectivos organismos. En el caso de César Gómez la Jefatura Superior de Policía remite a la Delegación de Gobierno y ésta a su vez a la Consejería de Interior de la Comunidad. Por norma el informe que elabora el Jefe Superior lo ratifica el consejero. En En cuanto a los veterinarios el proceso es parecido aunque con algunos matices. “La propuesta la hace el Colegio”, explica José Manuel Durán. Durante todo el año “tenemos que realizar unos trabajos”, se presentan unos méritos y el Colegio elabora una clasificación. Los 15 primeros son los que se proponen para actuar en Madrid y el resto por escrupuloso orden se asigna a las plazas de segunda y tercera categoría de la provincia de Madrid. Lo paradójico de este proceso es que la experiencia no supone tanto como debiera. José Manuel dice que la evaluación que hace el Colegio es más bien un “antibaremo” ya que no se valora lo que “has hecho en toda la vida profesional. Lo que cuentan son los últimos cinco años y para mí eso no está bien hecho”. Actualmente Madrid tiene cinco equipos de tres veterinarios y se conforman de una manera muy futbolera. Primero se eligen a los cincos cabezas de serie que son los más antiguos, luego los segundos más antiguos y por último el grupo de los cinco más jóvenes. Cada veterinario más antiguo saca una bola de los grupos 2 y 3. En cuanto al orden de actuación se vuelve a realizar un sorteo y si sale por ejemplo el 4, a ese grupo le corresponde comenzar, después al 5, al 1, al 2 y al 3. EL DESEMBARQUE El desembarque de los toros es el primer acto que viven tanto el presidente como el equipo de veterinarios designados para el festejo. Una de las primeras cosas que se hace es ver que los precintos que llevan las jaulas del camión no están manipulados. 13 REPORTAJE También se revisa y se comprueba la documentación de los animales: certificados de nacimiento, DIBs (Documento de Identificación Bovina), las guías que visa la OCA (Oficina Comarcal Agraria), la carta verde y un largo etcétera según los protocolos que haya entre la comunidad de origen y la de destino. Una vez verificada la burocracia se levanta la hoja de cada jaula para que los toros vayan pasando uno por uno por la báscula y de allí, al corral de “reconocimiento global” y de éste al “unitario”. Para los que hayan acudido al apartado, el corral en el que se reconocen los toros uno a uno es el primero que nos encontramos nada más subir las escaleras. Allí en un rincón se sitúa el equipo veterinario que observa detenidamente “si presenta algún signo de enfermedad o ceguera”. Acto seguido se examina la “morfología y la integridad de las astas del animal”. El equipo efectúa el dictamen, lo firma y se lo entrega al presidente. EL SEGUNDO RECONOCIMIENTO El segundo reconocimiento y definitivo se produce la mañana del festejo. Y tiene su miga. Si la corrida no está completa o faltan los dos sobreros, se ven más toros y de nuevo los ya aprobados. Este último aspecto es crucial ya que pasa a veces que un toro o novillo ha podido sufrir algún problema. Cuando ya se tienen los toros y los dos sobreros aprobados se celebra el sorteo, se da el orden de lidia y se abren las puertas para que entre el público a ver el enchiqueramiento. De nuevo el equipo veterinario hace un informe “no vinculante” y aquí vienen las preguntas: ¿suele haber discrepancia entre los veterinarios? Muy rara vez, contestan tanto César Gómez como José Manuel Durán; y cuando la hay, César confiesa que se pone del lado de la mayoría. Siguiente cuestión: ¿el presidente toma decisiones distintas al criterio veterinario? La respuesta es no; y cuando en un festejo saltan a la plaza más de dos sobreros. ¿Hay garantías de que hayan sido reconocidos? No tiene por qué, a modo anecdótico José Manuel Durán explica lo que le pasó en una corrida de toros donde hubo hasta cinco sobreros y que le tocó vivir en el palco: “En la plaza había un encierro para rejones que creo que era de Benítez-Cubero. Los toros estaban en el camión y los bajaron corre que te corre para echar un sobrero de aquellos a ver si cambiaba la tarde”. César admite que en esos casos él se entera al ver la tablilla que lo anuncia. Sigamos con las preguntas: ¿alguna vez ha estado en peligro la celebración de la corrida por falta de toros? El presidente responde no. Y preci- 14 Reconocimiento de los caballos de picar. sa: “sí que hemos sorteado muy tarde porque se estaban buscando toros y entre el desembarque y el reconocimiento, sí que recuerdo un par de veces en el tiempo que llevo en Madrid, que se ha sorteado a las dos de la tarde”. Con el sorteo hecho y las labores de enchiqueramiento en marcha el trabajo tanto del presidente como de los veterinarios no acaba. Al otro lado de la cristalera que separa los corrales internos de los chiqueros aguardan a que todo termine correctamente. Excepcionalmente puede ocurrir que un toro entre a la manga donde están los chiqueros con algún problema. “En 25 años en la plaza no sé si me habrá ocurrido una vez”, señala José Manuel. De ocurrir lo sacamos al corral de reconocimiento y si las lesiones son incompatibles con la lidia “se comunica a los representantes de la empresa y del torero”. EL FESTEJO Los papeles que desempeñan por la tarde el presidente y el veterinario son bien distintos. El presidente sube al palco y le acompaña un asesor artístico y el veterinario al que le toque. Abajo, en el callejón, los otros dos miembros del equipo visitarán el desolladero para ver si ha habido algún problema con los ejemplares lidiados. Arriba silencio, un hombre y el destino de muchos en sus manos. Un toro devuelto o no, dos o una oreja, decisiones que hay que tomar a la velocidad de un rayo y meditarlas con la mesura que tiene el paso de una tortuga. Aquí valen pocas consultas con asesor y veterinario, a veces un intercambio de opiniones y poca cosa más. Hay ciertas normas no escritas a seguir. Normalmente “cuando sale el primer toro” y hace una cosa u otra “sabes que la corrida va a salir muy parecida”. Con el paso de los años la plaza de Madrid ha experimentado un cambio en el criterio empleado para devolver toros. A César le gusta aguantar cuando el toro no está muy definido, “siempre hay tiempo”, afirma. Recuerda como algo grato el San Isidro de 1998 cuando mantuvo en la plaza al toro Sedoso, perteneciente a la ganadería de Giménez Indarte. Eugenio de Mora logró una gran faena, cortó dos orejas y salió por la Puerta Grande. RECONOCIMIENTO DE LAS CANALES Para los veterinarios el festejo no acaba aquí. A la finalización del espectáculo los tres miembros del equipo reconocen las canales de los animales lidiados y se les da el visto bueno para trasladarlos a la sala de transformación; recogen muestras para estudios que hacen anualmente los veterinarios taurinos de Madrid; y revisan las vísceras para comprobar si ha habido algún problema en los toros lidiados. TRAS EL FESTEJO Han transcurrido unos cuantos minutos desde que terminara el festejo, el patio de arrastre es la única salida para todos y por allí saldrán estos profesionales. Sus trabajos exigen del mayor rigor y de la mínima equivocación cuando el reconocimiento se nos antoja escaso. La adrenalina se marcha por las uñas de las manos y de los pies y el mejor antídoto para tomar tierra es tomarse algo con los amigos. En el caso de César lo hace pero hay una regla fija: no le gusta comentar la corrida. “Los errores lo suelos analizar en casa y en silencio viendo el festejo al pasar uno o dos días”. Si las cosas han salido bien nadie dirá nada de si el presidente o los veterinarios cumplieron y si ocurre lo contrario, serán uno de los temas centrales en la prensa y en las tertulias.