FACTORES SOCIALES, CULTURALES Y ECONMICOS A TENER

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Taller: Trabajo con el entorno para la inserción laboral de colectivos vulnerables
Factores sociales, culturales y económicos a tener en cuenta en el trabajo con el entorno
FACTORES SOCIALES, CULTURALES Y ECONÓMICOS
A TENER EN CUENTA EN EL TRABAJO CON EL
ENTORNO
Gonzalo Sanz
Antropólogo Social, Universidad de Barcelona
. Jefe de Estudios del Departamento de Antropología Social de la Universidad de Barcelona.
. Representante de la Universidad de Barcelona en la Agrupación de Desarrollo, proyecto
NEXOS. EQUAL. F.S.E. Estrategias sobre el Racismo y la Xenofobia. (2001-2004).
. Representante de la Universidad de Barcelona en la Agrupación de Desarrollo Nexos.
Proyecto BEMBEA. equal. F.S.E. Estrategias contra el Racismo y la Xenofobia (2004-2007).
. Investigaciones (relacionadas con el tema migratorio):
. Condiciones de vida y trabajo de la población marroquí de Santa Coloma de
Gramanet (Barcelona). Convenio entre La Universidad de Barcelona y el ayuntamiento
de Santa Coloma de Gramanet. Año 1993.No publicado.
. Inmigración y Agricultura en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Convenio entre
la Junta de Andalucía, la Diputación de Barcelona y la Universidad de Barcelona. Año
2000-01.Publicación.
. Trayectorias positivas de inserción laboral de las personas de procedencia
extracomunitaria en España. Investigación en el proyecto Nexos. Estrategias contra el
Racismo y la Xenofobia. Año 2002-03-04). Publicación.
Programa Operativo Plurirregional “Lucha contra la discriminación”
Taller: Trabajo con el entorno para la inserción laboral de colectivos vulnerables
Factores sociales, culturales y económicos a tener en cuenta en el trabajo con el entorno
Ponencia:
Esta ponencia trata de identificar y describir los factores socioeconómicos, culturales y
políticos que obstaculizan los procesos de inserción laboral de las poblaciones
inmigradas en las sociedades de acogida. Para ello, partimos de la convicción teórica
de la no separación entre las estructuras sociales, económicas, políticas y
culturales, dado que las formas de articulación entre estas instancias permiten
conocer los modos de reproducción de las sociedades y los grupos sociales en el
tiempo histórico.
Hace ya algunas décadas que economistas e instituciones económicas influyentes a
nivel internacional –como, por ejemplo, el Banco Mundial- “descubrieron” la
importancia de los factores “extra económicos”en los planes de desarrollo económico
en las regiones más desfavorecidas. Este reconocimiento ha dado lugar a la
elaboración del concepto de Capital Social, una teoría plenamente incorporada en las
agendas y programas de la cooperación económica y el codesarrollo internacionales.
Desde esta perspectiva teórica que reconoce la incrustación de lo económico en lo
social, analizamos las relaciones interfactoriales y su incidencia en el mundo del
trabajo.
1.- La situación económica actual es el resultado de un proceso histórico que tiene un
punto referencial clave en la crisis económica internacional en la década de los años
70. Esta crisis significó el abandono de la política económica keynesiana basada en
una fuerte regulación de la economía a cago del Estado, la fábrica y el obrero
industrial fondistas, la tecnología mecánica y el proteccionismo de los mercados
nacionales; y su sustitución por un modelo de acumulación de capital flexible
caracterizado por la desregulación de la economía y, en particular, del trabajo
asalariado, la descentralización productiva, la informatización y digitalización de los
procesos productivos y la implantación de medidas liberalizadores del comercio
internacional favorables a los intereses de las economías occidentales.
Esta política económica neoliberal implicó importantes cambios en la división
internacional del trabajo, de tal modo que a la dualidad de las relaciones económicas y
políticas entre el centro (Norte) y la periferia (Sur), se añadieron nuevas relaciones
económico-comerciales, de transferencia de capitales y tecnología, de circulación de
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mano de obra y de productos culturales entre nuevos centros y nuevas periferias,
hasta conformar la geometría poliédrica que presentan en las actualidad las relaciones
económicas internacionales.
El modelo de acumulación de capital flexible ha favorecido – y favorece- la movilidad
del capital y del trabajo aunque a distintas velocidades. Por una parte, el capital –en
particular, el financiero- apoyado en el uso de las nuevas tecnologías de la información
y el conocimiento, se ha dirigido hacia los mercados de inversión más ventajosos y de
mayor rentabilidad económica; por otra, importantes contingentes de hombres y
mujeres se han desplazado de unas regiones a otras y de unos continentes a otros,
atraídos por las expectativas de unas mejores condiciones de vida y trabajo. La
liberalización de los mercados de capitales exigió la liberalización –relativa- de los
mercados de trabajo; es decir, un importante paquete de medidas legislativas en
materia laboral que afectan a la gestión de la mano de obra a los mercados de trabajo
tanto nacionales como internacionales. La implantación de la flexibilidad laboral en la
gestión del trabajo asalariado ha supuesto la generalización de la precarización en el
trabajo y la pérdida de la capacidad identitaria del trabajo, a nivel individual y de grupo,
entre los trabajadores asalariados. Esta cuestión es importante por que la crisis de la
cultura del trabajo supone la pérdida de la centralidad del trabajo como eje vertebrador
de la sociedad y la economía en los Estados-Nación occidentales, y abre nuevos
escenarios sociales y políticos en la sociedad del siglo XXI.
Los cambios económicos antes apuntados tienen su correspondencia en el ámbito de
la política con la crisis y el desmantelamiento del Estado del Bienestar en las
sociedades occidentales. A partir de los años 80, los gobiernos proceden a la
privatización de buena partes de sus anteriores responsabilidades: educación,
sanidad, política asistencial, servicios sociales, seguridad,…Esta situación confirma la
sustitución del Estado del Bienestar por el Estado Neoliberal, como instrumento
adecuado para hacer realidad un nuevo proyecto socioeconómico, político y cultural
abanderado por la ideología de la postmodernidad que anuncia el fin del “viejo” orden
surgido a partir de la ideología de la Ilustración y de las revoluciones industriales y
políticas en los siglos XVIII, XIX y XX. Así, en la coyuntura histórica actual asistimos a
la crisis del Estado-Nación y, en consecuencia, a la crisis de las culturas nacionales,
los nacionalismos estatales y las identidades basadas en el Estado-Nación; y, al
mismo tiempo, se confirma el surgimiento y /o revitalización de nuevos y antiguos
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nacionalismos, la proliferación de reivindicaciones étnico-culturales y la creciente
influencia de los fundamentalismos religiosos en el pensamiento y la acción políticas.
Los efectos derivados de los cambios en las formas de regulación de la vida
económica y política, así como las repercusiones de los flujos migratorios dan lugar a
nuevos escenarios sociales en las sociedades de acogida. La supuesta homogeneidad
de la sociedad recreada por la ideología del Estado-Nación se quiebra ante la llegada
de los “nuevos vecinos” con estilos de vida y prácticas sociales y culturales diferentes.
En la sociedad “cosmopolita”, caracterizada por la diversidad étnica y cultural, surge
otro tipo de tensiones sociales, nuevos conflictos no previstos que alimentan la idea
de la amenaza, de la pérdida de la identidad y de los valores culturales, favoreciendo
las actitudes racistas y xenófobas de la población autóctona hacia los “nuevos
vecinos”.
2.- Los factores económicos, sociales, políticos y culturales inciden de forma directa en
los procesos de inserción laboral de las poblaciones inmigrantes en las sociedades de
acogida. En mi opinión, la discriminación social y laboral, el racismo y la
xenofobia están íntimamente relacionados y son la expresión de los nuevos
escenarios socio-económicos y político-culturales. La fuerte segmentación de los
mercados de trabajo agrava la situación laboral de los trabajadores autóctonos e
inmigrados en términos de precariedad laboral e indefensión en las relaciones
laborales. Una segmentación marcada por factores extra profesionales como el
género, la edad y la condición étnico-cultural, que parecen pesan más que la
cualificación profesional de los trabajadores.
En este contexto, la mano de obra inmigrante suele ocupar en la organización del
trabajo las posiciones de menor prestigio, peores condiciones de trabajo, mayor
penosidad laboral y menor reconocimiento social y empresarial; y, lo más grave, sus
expectativas de promoción profesional están obstaculizadas por las estrategias
discriminatorias de los empleadores. La información contrastada muestra que la
mayoría de los trabajadores inmigrantes tienen dificultades para acceder a los cursos
de formación profesional y continua. El tipo de contratación laboral –el peonaje- y/o las
arbitrariedades de los empleadores, la precariedad de las condiciones de trabajo, la
motivación laboral, el sentimiento de rechazo social y profesional, o la idea del fracaso
en el proyecto migratorio, alejan a los trabajadores inmigrantes de los programas de
formación y cualificación laboral y profesional. Además, para muchos inmigrantes, las
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titulaciones académicas, conocimientos y saberes de oficio no son reconocidos por la
legislación vigente en materia de convalidaciones, o son los mismos empleadores los
que alegan todo tipo de razones –conocimiento del oficio, manejo de los instrumentos,
dominio del idioma, imagen,…- para bloquear la formación y la promoción profesional
de estos trabajadores.
Uno de los rasgos distintivos de la discriminación social y laboral es la desvalorización
personal y profesional en este caso de los trabajadores inmigrantes. Se trata de negar
sus capacidades para acceder a la condición de ciudadanía y a un mejor empleo. El
bloqueo laboral-profesional de los inmigrantes es una estrategia de los empleadores
para adscribir a los trabajadores inmigrantes en determinados lugares de trabajo en
los procesos productivos. Ahora bien, la convicción de que los inmigrantes sólo
pueden acceder a determinados lugares de trabajo es también la manifestación de la
negación simbólica de la necesidad de la mano de obra inmigrante para el
funcionamiento de la economía.
3.- Como he indicado, el racismo y la xenofobia están en el principio de la
discriminación social y laboral de las poblaciones inmigrantes. De esta afirmación se
desprende que las actitudes racistas y xenófobas son uno de los principales
obstáculos para la inserción social y laboral de los inmigrantes, en particular, los de
origen extracomunitario.
A partir de las décadas de los 70 y los 80, los inmigrantes han sido culpabilizados,
entre otros problemas, del paro, de la escasez de la vivienda, del aumento de la
delincuencia y del déficit de los servicios sociales en las sociedades occidentales. En
este contexto histórico de crisis económica y social de las sociedades europeas,
asistimos a la evolución del Racismo tradicional basado en criterios bio-sociales que
distinguen
entre razas superiores (civilizados) e inferiores (primitivos), hacia un
Fundamentalismo Cultural que, basado en los principios del Estado-Nación,
argumenta su ideología en los conceptos modernos de ciudadanía y de la identidad
cultural.
El Fundamentalismo Cultural es la nueva retórica de la exclusión social al partir de un
principio que señala como natural que los pueblos con culturas extranjeras que se
encuentran entre nosotros, provoquen hostilidad entre los autóctonos-nacionales. Es
importante destacar que en esta propuesta de afirma a priori la propensión natural a
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rechazar todo lo extranjero. De hecho, se recurre al planteamiento dual entre el “yo” y
“el otro”, entre el “nosotros” y el “ellos”, en términos de oposición permanente entre
estas categorías. Pero, lo que no se explica es el por qué de esta oposición, y
prevalece la idea de la naturalización de las relaciones sociales. Ejemplos etnográficos
e históricos muestran que las relaciones entre “nosotros” y “ellos” pueden ser
recíprocas y no asimétricas y desiguales. Si las relaciones entre “nosotros” y “ellos”
son asimétricas, como ocurre en nuestras sociedades, se debe a que las relaciones
de poder entre “nosotros” y “ellos” son desiguales, en las unos son dominantes y otros
dominados.
Si el racismo tradicional reconoce en los factores bio-sociales la superioridad
intelectual y moral de unos pueblos respecto a otros; el Fundamentalismo Cultural
reconoce en el factor cultural las diferencias entre unos pueblos y otros. Lo que
comparten el Racismo y el Fundamentalismo Cultural es la idea del carácter natural de
la diferencia biológica y cultural. De este modo,
la xenofobia definida como la
hostilidad hacia los forasteros y hacia todo lo extranjero está en la base ideológica del
Fundamentalismo Cultural. Esta propuesta parte de dos supuestos: Primero. El
etnocentrismo es inherente a los seres humanos, las relaciones entre las culturas son
inevitablemente hostiles. Y segundo. Las diferentes culturas son inconmensurables.
El concepto de cultura es clave para entender la lógica del discurso del
Fundamentalismo Cultural. Para éste, la cultura es compacta, estática, inalterable en
su esencia y homogénea. La cultura y la identidad cultural son el fruto de una herencia
cultural, única, sólida que se transmite a lo largo de la historia de los pueblos. Se trata
de una concepción esencialista de la cultura, que defiende la idea de la transmisión
atemporal y ahistórica de los valores culturales, los sistemas de pensamiento y las
prácticas sociales de generación en generación.
El Fundamentalismo Cultural atribuye a los factores sociales y culturales la falta de
aptitud de las poblaciones inmigrantes en las sociedades receptoras. Esta retórica de
la exclusión social, como antes el racismo, han justificado la explotación económica, la
inhabilitación social y política, así como la discriminación de individuos y grupos
sociales de origen extranjero en las sociedades receptoras. El Fundamentalismo
Cultural no duda en atribuir defectos morales, intelectuales o sociales, supuestamente
radicados en su dotación étnica y cultural y, de ser así, son innatos y, por lo tanto,
inevitables.
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El Fundamentalismo Cultural, así como el racismo tradicional, alimentan la
discriminación social y laboral y promueven mecanismos de exclusión social de los
trabajadores inmigrantes de origen extracomunitario en las sociedades receptoras. La
exclusión social hace referencia a la falta de acceso a los bienes y servicios para
satisfacer las necesidades básicas; pero también por exclusión social entendemos la
falta de acceso a los derechos básicos de justicia, derechos sociales y de ciudadanía.
De este modo, la exclusión social afecta a los que están fuera de los mercados de
trabajo regulados –en nuestro país, el elevado número de trabajadores inmigrantes en
la economía informal-, los que están fuera de los derechos sociales y los que no
pueden ejercer el derecho a las prácticas culturales. Pero también, es preciso
reconocer que la exclusión social significa el “desenganche”; es decir, la ruptura de
lazos que vinculan a los individuos y a los grupos sociales con la sociedad receptora.
4.- A modo de conclusión, me interesa subrayar que las actuales políticas económicas
basadas en la flexibilidad laboral y los discursos del Fundamentalismo Cultural son dos
de los principales obstáculos para la inserción social y laboral de los trabajadores
inmigrantes. Los procesos de inserción laboral de los trabajadores inmigrantes van un
poco más allá de las relaciones capital/trabajo y de las necesarias reformas de la
legislación laboral y de extranjería. La integración de los inmigrantes es una cuestión
política y no atribuible a la especificidad o singularidad cultural de los “nuevos vecinos”
y sus estilos de vida supuestamente incompatibles con los principios de la ciudadanía.
Evitar la exclusión social requiere arbitrar medidas orientadas a neutralizar las
profundas desigualdades sociales, económicas y políticas que están en el origen
de las tensiones y los conflictos sociales. Y ésta es una cuestión de competencia y
responsabilidad políticas.
Una estrategia de “buenas prácticas” debe tener como objetivo neutralizar las
actitudes
y comportamientos racistas y xenófobos que alientan la discriminación
social, económica, política y cultural. Para ello es preciso reconocer la diversidad
cultural, promover la igualdad de las condiciones, derechos y deberes de todos
los ciudadanos, defender el respeto y el derecho a la diferencia y potenciar la
interculturalidad.
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