Desde el jardín de Mendel hasta el genoma humano

Anuncio
Desde el jardín de Mendel hasta el genoma humano
Guillermo Guevara Pardo.
Licenciado en Ciencias de la Educación, especializado en Biología; Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Odontólogo, Universidad Nacional de Colombia.
Clonación, ingeniería genética, genoma humano son expresiones que ya están en la jerga de los no
expertos. La genética, como ciencia, nació hace más de un siglo en el huerto del monasterio agustino
de la ciudad de Brno, donde el sacerdote Gregor Mendel experimentaba con plantas de arveja. En
1953, en la añeja Cambridge, Watson y Crick desenredaron la doble hélice del ADN y fueron muchas
las ilusiones que empezaron a soñarse; pero es a partir de 1970 que la ingeniería genética empieza a
hacerlas realidad. Toda esa avalancha alcanzó el clímax en el año 2000, cuando se descodificó el
genoma humano, con lo cual se alentaron nuevas esperanzas y revivieron viejos temores. Pero tras el
oro genético están las multinacionales, prestas con sus millones de dólares a apropiarse de la vida y
seguir avasallando a los pueblos del mundo. Deslinde
"...la lectura y el pensamiento crítico
son peligrosos, ciertamente subversivos,
en una sociedad injusta".
Carl Sagan
El 26 de junio del año 2000 el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y el primer ministro
inglés, Tony Blair, acompañados por los científicos Francis S. Collins y John Craig Venter (las
cabezas visibles de todo un conjunto de investigadores) presentaron al mundo el primer borrador del
Proyecto Genoma Humano (PGH), culminación del esfuerzo de los grupos Celera Genomics
Corporation, liderado por Venter, y National Genome Research Institute, dirigido por Collins. Que dos
jefes de Estado fueran los voceros de tan importante logro (algo muy extraño en la historia de la
ciencia) demuestra la trascendencia del objetivo alcanzado.
Las naciones participantes en esta monumental empresa son un puñado de aquellas donde se han
alcanzado importantes avances científicos y tecnológicos: Estados Unidos, el Reino Unido, Japón,
Francia, Alemania y China. En todos ellas trabajaron centenares de científicos apoyados por poderosas
técnicas informáticas, bioquímicas, matemáticas, etc., hasta lograr la descodificación de algo más de
95% del genoma humano. Los resultados de este mancomunado esfuerzo se publicaron en febrero de
2001 en dos de las más prestigiosas revistas de carácter científico: Nature (1) y Science (2). Se espera
que para el año 2003, coincidiendo con los 50 años del descubrimiento de la estructura de la molécula
de ADN, se complete el proceso de secuenciación y se tenga la versión definitiva del genoma del
Homo sapiens.
Las raíces del proyecto están en Hiroshima y Nagasaki
La maravilla científica que representa la descodificación del elemento material más íntimo que tiene
cualquier persona, avance comparable con otros de similar importancia como la teoría heliocéntrica de
Copérnico, el aporte de Darwin a la comprensión de la evolución de la vida a través de la selección
natural, la fisión del núcleo atómico o la llegada del hombre a la Luna, es un proceso que no ha estado
exento de la aparición de diversos elementos de carácter extracientífico (pujas por las patentes,
competencia entre grupos industriales y farmacéuticos, celos nacionales, debates éticos, etc.), que han
llevado al investigador Antoine Danchin a sostener que el PGH se basa esencialmente en una iniciativa
eminentemente política y no científica. (3)
Las raíces de este Proyecto se hunden en el tenebroso momento en que la envalentonada potencia
estadounidense, en el mayor acto terrorista de la historia, decidió masacrar miles de vidas inocentes
arrojando sus bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Después de tan brutal
demostración de poderío militar, los Estados Unidos se comprometieron a "colaborar" en la
reconstrucción del país del Sol Naciente y la investigación en genética recibió cuantiosos apoyos
financieros. Hacia 1947 el norteamericano Department of Energy (DOE) inició investigaciones sobre
los mecanismos de mutagénesis y las secuelas genéticas causadas por las radiaciones de alta energía.
Los efectos de las radiaciones ionizantes ya las había estudiado en 1927 Hermann Joseph Müller en la
mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) demostrando los catastróficos efectos que sobre la
materia viva tenían esos agentes físicos, trabajo por el cual fue premiado con el Nobel en 1946. En
1954 el mencionado DOE publicó los estudios de las consecuencias genéticas sobre más de 75.000
nacimientos en Hiroshima y Nagasaki, la primera generación después del apocalipsis atómico. En
medio de la euforia por la victoria alcanzada por los equipos de Collins y Venter, "hoy los motivos
inicialmente declarados para secuenciar el genoma humano se han olvidado". (4)
En 1984 el DOE impulsó una reunión en Utah (EU) donde se discutió sobre las técnicas más
adecuadas para detectar la presencia de mutaciones en el material genético de los descendientes de
Hiroshima y Nagasaki; la secuenciación directa del ADN fue uno de los medios tenidos en
consideración. En los años 70 Frederik Sanger, de Cambridge (Inglaterra), ya había desarrollado un
procedimiento para secuenciar genes y desde entonces se implementaron diversas tecnologías que
permiten un abordaje seguro a los secretos de los ácidos nucléicos. La numerosa información recabada,
ha obligado a la creación de bancos de datos donde se almacenan las secuencias que se van
descubriendo: EMBL (Laboratorio Europeo de Biología Molecular, en Heidelberg); GeneBank (EU) y
DDBJ (Data Bank of Japan).
En 1986 el premio Nobel Renato Dulbecco, del Salk Institute, publicó en Science un artículo donde
propuso la tarea de secuenciar el genoma humano con el objetivo de establecer las bases moleculares
del cáncer (5). Por la misma época Jean Dausset, en el francés Centro de Estudios del Polimorfismo
Humano, recogía información genética de familias con una genealogía bien conocida y hacia 1989
dicho Centro inició la secuencia del genoma humano a gran escala. Para 1992 Daniel Cohen había
completado el primer mapa del cromosoma 21 humano y en 1995 Craig Venter, en The Institute for
Genome Research (TIGR), logró la secuencia completa del genoma de dos bacterias: Haemophilus
influenzae y Micoplasma genitalium. Apoyado en estos éxitos, Venter fundó en 1998 Celera Genomics
Corporation, entidad de carácter privado, con la cual se propuso completar la secuencia del genoma
humano en tres años; para lograr ese objetivo tomó como "sparring" a D. melanogaster,
completándose el trabajo de secuenciación en marzo de 2000.
Entre 1988 y 1992, el laureado Nobel James Watson dirigió el National Genome Research Institute
adscrito a los National Institutes of Health (NIH), la entidad de carácter estatal encargada de la
investigación del PGH. A partir de 1992 la dirección está a cargo de Francis S. Collins y el
presupuesto que el gobierno norteamericano ha destinado a esta aventura es de tres mil millones de
dólares. Para apreciar los acelerados avances que se han venido dando en esta investigación, señalemos
que en 1974 se tenían las ubicaciones de unos 50 genes, en 1989 la lista había subido a 1.500 y hasta
hoy están ubicados aproximadamente 10% de los distintos 30 mil a 40 mil genes codificantes de un ser
humano.
En un jardín de Brno nació la genética
Cuando el Homo sapiens empezó hace 10.000 años a emplear las prácticas agrícolas y pecuarias,
iniciaba la selección artificial de los genes; pero durante mucho tiempo no se tuvo una explicación
adecuada de esos procesos en las plantas y animales, hasta que en el siglo XIX Gregor Johann Mendel
descubrió las leyes básicas que gobiernan el fenómeno de la herencia en los organismos con
reproducción sexual.
Mendel nació el 22 de julio de 1822 en Heinzendorf, en la antigua Silesia austriaca (hoy República
Checa). Criado en el seno de una familia modesta, ingresó al monasterio de los agustinos de Brünn
(hoy Brno) en 1843, único medio para poder financiarse sus estudios y posteriores investigaciones. Se
ordenó sacerdote en 1847, fue abad de su monasterio y murió en 1884, siendo más conocido entonces
por sus obras de carácter social que por su trabajo científico. Antes de él ya otros habían intentado
encontrar una explicación para el fenómeno de la herencia. La teoría de la "pangénesis" (explicación
empleada por Darwin, en tiempos de Mendel, que no se alejaba mucho de lo que ya habían postulado
pensadores antiguos como Hipócrates y Aristóteles) era una de las más aceptadas. Según esta teoría,
cada parte del cuerpo es capaz de formar un pequeño fragmento o "plúmula" de sí mismo, el cual se
instala en los espermatozoides y óvulos con el fin de reproducir cada "plúmula" en la siguiente
generación. (6)
Mendel utilizó como material de estudio plantas de Pisum sativum (guisante o arveja), las cuales tienen
la ventaja de que sus flores pueden ser protegidas de la influencia de pólenes extraños, facilitándose la
ejecución de cruzamientos o hibridaciones controladas. Entre 1856 y 1861 Mendel experimentó con
algo así como 10 mil plantas, escogiendo para sus cruzamientos especímenes que se diferenciaban por
caracteres alternativos muy distintos y fáciles de cuantificar: cruzó plantas de semillas verdes con
plantas de semillas amarillas, plantas de semillas lisas con plantas de semillas rugosas, plantas de tallo
alto con plantas de tallo corto, etc. El futuro abad realizó un conteo paciente y minucioso de los
caracteres obtenidos en la primera y segunda generaciones de híbridos con plantas que diferían en un
solo carácter esencial. Después hizo cruzamientos que implicaban dos caracteres y posteriormente tres,
para "...saber si la ley de formación ya hallada seguía válida para cada par de caracteres diferenciales
cuando la fecundación reunía en el híbrido varios caracteres diferenciales" (7). Aplicó a sus
observaciones un sencillo tratamiento matemático (algebraico y estadístico, con lo cual los fenómenos
biológicos fueron incorporados al rigor numérico por primera vez en la historia de la biología), el cual
le permitió postular que cada uno de los caracteres estudiados estaban determinados por una serie de
"factores" independientes unos de otros. Sin embargo, Mendel hizo sus investigaciones con un
desconocimiento absoluto de las bases materiales de la herencia: para esa época aún no se habían
identificado los cromosomas en el núcleo y, por tanto, no se tenía conocimiento de los procesos de
mitosis y meiosis. De allí que los "factores" que invocó para explicar los resultados de sus
cruzamientos parecieron a sus contemporáneos una especulación sin ninguna base material creíble, lo
que seguramente también contribuyó al ostracismo en que se le mantuvo durante 35 años.
Mendel expuso sus principios básicos el 8 de febrero y el 8 de marzo de 1865, en la Realschule de
Brno. La primera vez habló durante una hora ante una asamblea de unas cuarenta personas, compuesta
por astrónomos, físicos, químicos, todo un público experto (8). Al finalizar su presentación sólo
recibió un educado aplauso del público asistente, pero nadie logró captar la importancia de lo que se
había descubierto. El reporte de sus investigaciones fue publicado en 1866, mas el trabajo del fundador
de la genética permaneció en el olvido hasta 1900, cuando las investigaciones independientes del
holandés Hugo de Vries, el alemán Carl Correns y el austriaco Erich von Tschermak permitieron
redescubrir las leyes postuladas. En un ejemplo de honestidad científica los tres reconocieron todo el
mérito para aquel que había llegado a sus mismas conclusiones con anterioridad. (9)
Un médico suizo tuvo en sus manos la clave de la herencia
Por la misma época en que Mendel hacía sus estudios en el jardín de su monasterio, Friedrich
Miescher (1844-1895), un médico suizo nacido en Basilea, logró aislar por primera vez, a la edad de
25 años, los ácidos nucléicos, trabajando en las ciudades alemanas de Tübingen y Leipzig. Miescher se
interesó por la composición química del núcleo celular, una estructura "enigmática y constante" de la
cual se sabía muy poco en ese entonces. El estudio inicial lo adelantó con ciertas células sanguíneas
llamadas leucocitos (células del pus) las cuales obtenía de vendas usadas y generosamente
proporcionadas por una clínica cercana a su laboratorio en Tübingen. Para 1869 Miescher logró aislar
del núcleo una sustancia de carácter ácido, hasta ese momento desconocida, a la que denominó
nucleína. El análisis químico de otros tipos de células demostró la persistente presencia de la nucleína
en los núcleos de todas ellas. Posteriormente aisló la enigmática sustancia del núcleo de
espermatozoides de carpa, toro, rana, salmón, siendo este último vertebrado el que le proporcionó la
mayor parte del material de estudio. El científico suizo se levantaba a las cuatro de la mañana, en pleno
invierno a orillas del Rhin, para pescar los ejemplares y posteriormente se dedicaba en su laboratorio,
expuesto a una temperatura de 2ºC, a aislar la nucleína. No obstante, Miescher nunca consideró la
importancia que para los fenómenos de la herencia y la reproducción tenía la sustancia por él aislada;
como la mayoría de los biólogos de la época prefería explicar esas funciones recurriendo a las
proteínas. El hecho de que los ácidos nucléicos (nuevo nombre asignado a la nucleína) no mostraran la
variabilidad ni la complejidad química que desplegaban las proteínas, y, quizá el carácter huraño y
poco social del científico, hicieron que Miescher no lograra en su tiempo el reconocimiento que se
merecía; su trabajo sólo adquirió sentido setenta años después, cuando hacia finales de los años 1940
se emprendieron los estudios para dilucidar la estructura química del ADN. (10)
En la primera mitad del Siglo XIX los alemanes Mathias Scheleiden, en 1838, y Theodor Schwann, en
1839, establecieron firmemente la teoría celular: plantas y animales están constituidos por una unidad
fundamental, la célula. Por la misma época los químicos estaban desarrollando investigaciones
alrededor de colorantes artificiales derivados de diversos compuestos orgánicos que mejoraron las
técnicas de tinción para identificar los distintos componentes celulares. Esas técnicas le permitieron en
1879 a Walter Flemming encontrar en el núcleo de las células unas estructuras a las que Waldeyer
bautizó en 1888 con el nombre de cromosomas. Poco a poco los citólogos iban tendiendo un puente
hacia el trabajo de Mendel que facilitaba una comprensión adecuada de sus resultados. Como
consecuencia de todo esto, el naciente Siglo XX vio una explosión de avances en esa dirección: en
1904 Walter Stutton planteó que los "factores" mendelianos se localizan en los cromosomas, aunque
todavía no les asignó el papel estelar en el problema de la herencia, el rol principal lo seguía
atribuyendo a las proteínas mientras que a los ácidos nucléicos apenas se les asignó una función de
soporte para las nucleo-proteínas.
Las leyes descubiertas por el monje de Brno explican la manera como se transmiten las características
hereditarias entre generaciones de organismos con reproducción sexual y dieron lugar al nacimiento de
una nueva rama en el frondoso árbol de la biología. Fue William Bateson, en el marco de la Tercera
Conferencia Internacional sobre Hibridización, en 1906, quien propuso la palabra genética para
bautizar la nueva ciencia. (11)
Cambridge, King’s College y la doble hélice
Desde 1910 ya se conocía la composición de bases nitrogenadas de los ácidos nucléicos y hacia 1929
se estableció la existencia de dos tipos de esas moléculas: el ácido desoxirribonucléico (ADN) y el
ácido ribonucléico (ARN). A partir de entonces se planteó la pregunta sobre la participación de esas
moléculas en la herencia, que sería respondida por los resultados en una serie de experimentos
iniciados en 1928 por el bacteriólogo inglés Fred Griffith, trabajando con la bacteria Diplococcus
pneumoniae (neumococo), que produce neumonía en los mamíferos. Estas bacterias se presentan bajo
dos formas o cepas: unas rodeadas por una cápsula de polisacáridos (cepas S) que les confiere el
carácter virulento y otras sin dicha cápsula (cepas R) lo que las hace no virulentas, es decir, no
producen neumonía. Griffith llevó a cabo distintos experimentos con los dos tipos de bacterias
inyectándolas en ratones y en uno de los ensayos donde inoculaba neumococos S muertos junto con
bacterias R vivas, los animales enfermaron de neumonía y murieron, obteniéndose de sus pulmones
grandes cantidades de neumococos vivos y con cápsula, es decir, virulentos. De alguna manera el
material de las bacterias tipo S había transformado a los neumococos R convirtiéndolos en gérmenes
virulentos, capaces ahora de construir una cápsula a su alrededor. Griffith atribuyó, equivocadamente,
la capacidad transformante a la acción de los polisacáridos capsulares de los neumococos de la cepa S.
En 1931 M. H. Dawson y R. H. P. Sia lograron transformar cepas R en S in vitro, en el tubo de ensayo,
resultado que mostraba que el ratón no ejercía ninguna influencia en el proceso. Igualmente se
demostró que de las bacterias con cápsula era posible extraer una molécula a la que se llamó factor
transformante S. En 1933 J. L. Alloway utilizó dicho factor para lograr la transformación in vitro. En
1944 Oswald T. Avery, junto con Colin M. McLeod y Maclyn McCarthy, encontraron que la molécula
de ADN era el mismo factor transformante y, por tanto, la sustancia responsable de la transformación
en los neumococos (12). Investigaciones hechas con otras especies bacterianas arrojaron los mismos
resultados.
A pesar de que los resultados de la transformación en el neumococo indicaban que la molécula de
ADN era la depositaria de la información genética, todavía quedaban científicos que persistían en
defender la hipótesis equivocada: seguían pensando que una molécula de naturaleza química tan
simple como el ADN no podía ser responsable de un fenómeno tan complejo como la herencia,
proponiendo a las proteínas para esa función. El asalto y derrumbe definitivo de la hipótesis proteínica
de la herencia fue iniciado y culminado exitosamente en 1952 por Martha Chase y A. D. Hershey del
newyorquino Cold Spring Harbor. Para su demostración emplearon el bacteriófago T2 (un virus que
infecta las bacterias para poderse reproducir) y la bacteria del intestino grueso, Escherichia coli. Un
bacteriófago está formado por una cápsula de proteínas en cuyo interior se aloja una molécula de
ADN. Chase y Hershey observaron que a la E. coli únicamente entraba el ácido nucleico, quedándose
por fuera la cápsula de proteínas; el ácido nucleico del virus tomaba la dirección del metabolismo
bacteriano y dirigía entonces la producción de nuevos bacteriófagos. Estos resultados fueron la prueba
definitiva de que la molécula de ADN era la base material de la herencia. Aquella anodina nucleína
que aislara Miescher finalizando el Siglo XIX, al empezar la segunda mitad del XX, era la rutilante
estrella a la que muchos grupos de científicos dedicaron su empeño por conocer lo más íntimo de su
estructura.
Fue en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge y en el King’s College de Londres
donde James Watson y Francis Crick, en la primera institución, y Maurice Wilkins en la segunda,
encontraron en 1953 la solución definitiva y, de paso, la gloria con el premio Nobel de Medicina en
1962 (13). Este hecho partió en dos la historia de la biología: muchos de los misterios de la vida hasta
ese momento inexplicados tuvieron la solución adecuada, y las posibilidades tecnológicas que se
abrieron eran insospechadas. Se había terminado de extender otro hilo de Ariadna a través del laberinto
que iba de Brno a Cambridge, desde Mendel hasta Watson y Crick. "Mendel con sus leyes sigue vivo y
fuerte, tanto más cuanto que, gracias a él y a partir de él, el universo biológico tiene unidad". (14)
El material genético y los cromosomas
Los miles de millones de células que conforman el cuerpo humano son eucarióticas, es decir, células
cuyo material genético (ADN) está encerrado en el interior de un núcleo (15). Según la función que
desempeñan, las células se pueden clasificar en dos categorías: somáticas y sexuales o gametos. Las
células sexuales (óvulos y espermatozoides) se forman en las gónadas masculinas y femeninas
(testículos y ovarios) y tienen una única función: garantizar la reproducción del individuo. A través de
su material genético se transmiten las características hereditarias de una generación a otra. Las
somáticas cumplen diversas funciones; son células que han adquirido especialización funcional: por
ejemplo, las neuronas del cerebro transmiten impulsos nerviosos, mientras que los leucocitos o
glóbulos blancos de la sangre participan en las diversas formas de defensa del organismo contra
agentes extraños.
Las diferencias funcionales entre células somáticas y sexuales reflejan una más profunda: en sus
núcleos hay distinta cantidad de cromosomas. Mientras óvulos y espermatozoides tienen un número
haploide (simbolizado con la letra n) igual a 23, las células somáticas tienen uno diploide (2n)
equivalente a 46 cromosomas (establecido en 1956). Estos cromosomas pueden organizarse en 23
parejas, desde el par 1 hasta el 22, más el par de cromosomas llamados sexuales; de cada pareja uno se
hereda del padre (vía espermatozoide) y el otro de la madre (vía óvulo): es decir, que de los 46
cromosomas que tenemos, por ejemplo, en el núcleo de una célula de la piel, 23 son de origen paterno
y 23 de origen materno. Los dos cromosomas sexuales son el cromosoma X y el Y. La combinación
XX está presente en todas las células somáticas femeninas, mientras que la pareja XY lo está en las
masculinas (16); los restantes 44 cromosomas se denominan autosomas. Entonces, en una célula
somática masculina habrá 44 autosomas + XY y en una femenina 44 + XX. Los 23 cromosomas de un
gameto (donde está representado un único miembro de cada par) se dividen en 22 autosomas y un
cromosoma sexual: todos los óvulos llevarán cromosoma X, mientras los espermatozoides pueden
portar un X o un Y. Esta diferencia es la que determina el sexo del individuo en el momento de la
fecundación. (17)
¿Cómo es posible que un hombre o una mujer puedan formar células con 23 cromosomas? Existen dos
procesos de división celular llamados mitosis y meiosis. Mediante el proceso de mitosis se mantiene
constante el número diploide de cromosomas: a partir de una célula "madre" diploide se obtienen dos
células "hijas", cada una con 2n = 46 cromosomas. Antes de que se presente el proceso de mitosis
todos los 46 cromosomas se duplican, lo cual implica la replicación de toda la información genética de
la célula. La mitosis explica procesos como el crecimiento del individuo, el constante recambio celular
en la piel o en la sangre, el desarrollo de un embrión, la anarquía de la división celular subyacente al
cáncer, etc. La meiosis es un proceso que se lleva a cabo únicamente en los testículos y los ovarios,
donde se encuentran unas células especiales que pertenecen a la llamada línea germinal; a partir de
cada una de estas células (2n = 46) se forman cuatro gametos cada uno con 23 cromosomas (en las
mujeres sólo es funcional uno de los gametos). Como se puede apreciar, la meiosis es un proceso
reductivo, pues el número de cromosomas se reduce a la mitad, pasándose de la condición diploide
(2n) a la haploide (n). Antes de presentarse la división meiótica también se efectúa la duplicación de
toda la información genética de la célula que se va a convertir en gametos. Durante la meiosis cada
cromosoma duplicado de origen paterno se aparea con el correspondiente de origen materno, también
duplicado, intercambiándose entre ellos fragmentos de cromosomas, proceso conocido con el nombre
de recombinación; el especial movimiento posterior de separación de estas parejas permite la
reducción de 46 a 23 cromosomas. Lo particular de la meiosis es que cuando finaliza, en los 23
cromosomas de un gameto aparecen organizaciones de la información genética que no existían en la
célula germinal original: incesantemente lo nuevo surge dialécticamente de lo viejo. Este proceso de
reorganización genética crea y mantiene la infinita variabilidad necesaria para que la selección natural
oriente la evolución biológica.
En el momento de la fecundación el óvulo, con 23 cromosomas, y el espermatozoide, con otros 23, se
fusionan y constituyen una nueva célula llamada cigoto, en la cual la información genética ahora está
almacenada en 46 cromosomas. A partir del cigoto se originarán los miles de millones de células que
forman los distintos órganos del nuevo individuo. Esto significa que en el núcleo de una neurona habrá
la misma información genética que en el núcleo de un glóbulo blanco; es decir, todas las células
somáticas comparten la misma información independientemente de la función que ejecuten, mientras
que los gametos, como ya se ha señalado, serán algo distintos: lo diferente (gametos), dará origen a lo
idéntico (células somáticas) y en el individuo lo igual (células de la línea germinal), dará origen otra
vez a lo distinto cuando por meiosis forme sus gametos; en este proceso dialéctico el aspecto
fundamental de la contradicción entre lo diferente y lo idéntico se irá desplazando de un polo a otro
entre una y otra generación (18).
Un cromosoma tiene una organización molecular bastante compleja, pero básicamente cada uno lleva
en su interior una molécula de ADN la cual está formada por dos bandas enroscadas una en la otra,
como las dos serpientes del caduceo que porta el dios Mercurio (deidad de los comerciantes y los
ladrones), formando la mundialmente famosa doble hélice. Cada banda del ADN se forma por la
repetición de una unidad estructural llamada nucleótido, a su vez conformado por el enlace de tres
componentes: un grupo fosfato, un azúcar llamado desoxirribosa y una base nitrogenada. Cualquier
nucleótido puede llevar una de las siguientes bases: adenina (A), guanina (G), citosina (C) o timina
(T). Lo que diferencia a un nucleótido de otro es el tipo de base nitrogenada que lleva, pues los otros
dos elementos, el grupo fosfato y la desoxirribosa, son constantes. Las dos hebras de nucleótidos son
complementarias, ya que las bases de una de ellas se aparean frente a frente, de manera específica, con
las de la otra hebra en la siguiente manera: la A de una banda siempre se aparea con la T de la otra y la
G lo hace siempre con la C:
...ATCCCGTATGCCCATTGAC...
...TAGGGCATACGGGTAACTG...
En una molécula de ADN se tiene en una hebra una secuencia de bases nitrogenadas que son
diferentes, pero complementarias, de las bases de la otra hebra. ¿Cuál es el significado biológico de esa
organización? La secuencia de bases nitrogenadas sirve para almacenar la información genética de un
organismo; es decir, allí están cifradas o codificadas las instrucciones para la producción de todas las
proteínas que necesita cualquier ser vivo, por eso dichas bases son el elemento fundamental del ADN.
La información genética total contenida en los cromosomas de un organismo constituye su genoma. A
modo de comparación, el genoma de la bacteria Escherichia coli (que habita en nuestro intestino
grueso o colon, como componente de la flora bacteriana) está formado por 4,7x106 parejas de
nucleótidos de ADN, mientras que en el genoma humano hay 3x109 de esas parejas distribuidas en los
23 pares de cromosomas.
¿Cómo se organizan las instrucciones codificadas en una secuencia de nucleótidos de una molécula de
ADN? Así como la secuencia de letras de un texto de Shakespeare forman las frases que nos permiten
comprender el amoroso drama de Romeo y Julieta o las dudas cósmicas entre ser o no ser que agobian
al príncipe Hamlet, la secuencia de adeninas, guaninas, citosinas y timinas están organizadas en forma
de genes (los factores que intuyó Mendel). Se define un gen como un fragmento de nucleótidos de
ADN que almacena la información necesaria para determinar, al menos, una proteína (molécula que
está constituida por una secuencia ordenada de aminoácidos). En un gen, cada tres nucleótidos
constituyen un codón y cada codón codifica un aminoácido (19). Durante los procesos de mitosis y
meiosis los genes se duplican; este fenómeno es posible gracias al apareamiento específico que se da
entre las bases nitrogenadas. Pero a veces en ese proceso de duplicación se pueden presentar "errores
de copia" o mutaciones (eventos raros en el individuo pero comunes en la población) que si ocurren en
las células que darán origen a los gametos pueden transmitirse a la siguiente generación. La naturaleza
de los genes manifiesta una unidad de contrarios: permanencia y cambio. La fiel duplicación del
genoma debe garantizar la permanencia de la información genética original, de tal forma que las
mutaciones en nuestra especie nos permitan seguir siendo seres humanos; en la naturaleza no es
posible la kafkiana mutación que transformó a Gregorio Samsa en un insecto. Por otra parte, los
"errores de copia" son el sustrato para que la evolución pueda tener su función creadora.
Las investigaciones sobre el genoma desenmascaran las falacias racistas
Secuenciar un genoma consiste en determinar la serie de nucleótidos que componen una o varias
moléculas de ADN; a partir de allí se buscan las secuencias que constituyan un gen y, por tanto, la
posibilidad de una proteína de interés especial. No son las secuencias genéticas por sí solas las que
tienen valor; lo que interesa a los científicos es su función biológica y justifica los millones de dólares
que se invierten en esas investigaciones. Además del genoma humano, se han secuenciado los
genomas de organismos como la mosca Drosophila melanogaster, el gusano nemátodo Caenorhabditis
elegans, las bacterias Escherichia coli y Xylella fastidiosa (ésta, por un grupo brasileño) y la planta
Arabidopsis thaliana, entre otros. Actualmente, en diversos laboratorios del mundo continúa este
frenesí de descifrar los genomas de diversas formas de organismos; sus secuencias de nucleótidos son
ahora el nuevo oro genético, tras el cual van las multinacionales que esperan obtener millonarias
ganancias.
En el interior del núcleo celular existe una compleja maquinaria molecular que permite transcribir la
información almacenada en un gen (ADN) al ácido ribonucleico (ARN), molécula que después de
someterse a un procesamiento especial de corte y empalme abandona el núcleo y pasa al citoplasma,
donde otro conjunto de moléculas y estructuras celulares se encargan de traducir a una proteína
específica el mensaje que está codificado en el ADN del núcleo. El conjunto de todas las proteínas de
un organismo constituye su proteoma y ellas son las moléculas que se encargan de ejecutar las diversas
funciones celulares. La interacción de las proteínas con las condiciones del medio ambiente determina
el conjunto de características cuantitativas y cualitativas de un ser vivo, el llamado fenotipo; por
ejemplo, el grupo sanguíneo, el color de los ojos, la estatura, la textura del cabello, etc.
El PGH ha demostrado que el Homo sapiens tiene de 30 mil a 40 mil genes codificadores de proteínas,
casi el doble de los encontrados en el gusano C. elegans o en la D. melanogaster. Sin embargo, los
genes humanos son mucho más complejos y con más alternativas para ser empalmados durante su
procesamiento en el núcleo, de tal manera que genera una mayor variedad de productos proteínicos.
Estos resultados prueban que en un ser humano hay algo más que en un gusano o en una mosca. Ese
algo más radica en la complejidad de su estructura genética, así como en las intricadas estructuras
sociales que le permitieron construir herramientas, desarrollar un lenguaje articulado, aprovechar
mejor las potencialidades de su gran cerebro, todo lo cual condujo a la emergencia de un fenómeno
material completamente nuevo: la conciencia. Son éstas las condiciones materiales de la evolución
cultural que siempre ha permitido a los humanos adaptarse a los más variados ambientes sin necesidad
de cambiar su constitución genética, como inexorablemente lo deben hacer los demás organismos
vivos. El mundo real de un ser humano no es igual al de cualquier otro ser vivo, pues el de los hombres
ha surgido históricamente y está determinado por la historia: "En efecto, el hombre no vive solamente
en la naturaleza, sino que vive también en la sociedad humana, y ésta posee igualmente la historia de
su evolución y su ciencia, ni más ni menos que la naturaleza" (20).
Los resultados del PGH también han demostrado que todos los seres humanos somos 99.9%
genéticamente semejantes; sólo 0.1% de la información genética responde por nuestras diferencias
individuales. Se ha encontrado que en el genoma humano hay en promedio una variación cada 1.000
nucleótidos. En otras palabras, en una posición determinada unos individuos tendrán en su genoma una
base nitrogenada y otros, otra distinta. Estas divergencias se denominan polimorfismos, y cuando se
encuentran en genes codificadores se pueden traducir en proteínas "algo diferentes" a las comúnmente
encontradas, variando también su funcionalidad (una mutación es un caso extremo que afecta
drásticamente a una proteína que puede ser letal para el individuo). Hasta el momento se han
determinado 1.4 millones de polimorfismos, variaciones que seguramente hacen parte de la
explicación de por qué somos diferentes unos de otros, por qué algunas personas son más susceptibles
a unas enfermedades que a otras, o reaccionan alérgicamente a determinados alimentos o drogas.
Todos los humanos somos básicamente iguales: tenemos unidad genética de especie, lo cual refleja
nuestro común origen africano, pero poseemos también la suficiente variabilidad para poder
diferenciarnos unos de otros. Las diferencias que se aprecian entre las distintas poblaciones humanas
se deben al proteoma, a la acción de las proteínas en su interacción con las condiciones ambientales
particulares de un individuo. Este hecho es un mentís para aquellos que creen en la superioridad racial
de unos pueblos sobre otros. No es raro que funcionarios del actual gobierno norteamericano, como
John Ashcroft, fiscal general, sostenga que "los negros, los asiáticos, los orientales, los hispanos, los
latinos y los europeos del Este carecen de disposición para la democracia" (21). Indudablemente
existen diferencias étnicas y culturales entre los distintos grupos humanos, pero ellas son
insignificantes a nivel genético, donde las personas somos casi idénticas. El odio racial no puede ya
justificarse ni racionalizarse a partir de nuestras pequeñas distancias genéticas. (22)
Los estudios comparativos del genoma humano con los de otros organismos vivos han mostrado que
algunos genes humanos parecen haberse originado por transferencia horizontal (el paso de genes desde
progenitores a descendientes, se llama transferencia vertical) desde las bacterias hacia los vertebrados
en algún momento de la evolución del linaje al cual pertenecemos, constituyéndose este hecho en la
prueba más poderosa que valida totalmente la teoría de Darwin. Además, los investigadores han
encontrado datos tan sorprendentes como que 60% de los 289 genes conocidos hasta ahora asociados
con enfermedades de naturaleza genética en los humanos, tienen sus equivalentes en la mosca de la
fruta y que alrededor de 7 mil (50%) de todas las proteínas de ese insecto son similares a otras
proteínas de mamíferos. Por ejemplo, uno de los genes de D. Melanogaster, que tiene una contraparte
humana, es el llamado p53, gen que actúa como supresor tumoral y que cuando se hace anormal
permite que la célula se vuelva cancerosa. En condiciones normales el P53 hace parte de una vía
molecular que induce el "suicidio celular" o apoptosis cuando las células sufren daño genético
irreparable. Un grupo de científicos encontró que en la mosca de la fruta la proteína P53 cumple una
función similar a la versión humana. Hallazgos semejantes se han registrado en otros tipos de
organismos cuando se comparan sus proteomas con el proteoma de los mamíferos; por ejemplo, más
de 90% de las proteínas hasta ahora identificadas en el ratón de laboratorio son similares a las
proteínas humanas correspondientes (23). Estos conocimientos abren la inmensa posibilidad de utilizar
organismos sencillos y fáciles de cultivar para entender las modificaciones moleculares y las
influencias ambientales que subyacen en muchas de las complejas enfermedades humanas. Además,
esos modelos podrían permitir el desarrollo de precisas técnicas de diagnóstico, así como el diseño de
moléculas con carácter terapéutico.
Implicaciones políticas y filosóficas
Tan poderosas armas del conocimiento en manos de las multinacionales apoyadas por sus propios
Estados, han permitido a los países industrializados (especialmente a Estados Unidos) ejercer una
especie de imperialismo biológico que posibilita "el control... sobre semillas, plantas y animales; el
control de la seguridad alimentaria por el poder financiero; el incremento desordenado de los precios
de los fármacos; la desaparición de los productos naturales y el apogeo de los falsos valores
‘agregados’; la anulación de la biodiversidad; el auge de los oligopolios más peligrosos de que se tenga
cuenta (fusión de productores farmacéuticos con multinacionales de la biotecnología y las
agroalimentarias); etcétera, etcétera" (24). Por su gran diversidad en grupos humanos y en flora y
fauna, nuestro país se ha convertido en un paraíso para los modernos piratas al servicio de las
multinacionales farmacéuticas. No se trata sólo del robo de la riqueza genética de animales y plantas,
sino también de la que se almacena en las células de las comunidades indígenas (25). Es sumamente
grave que investigadores al servicio de la Universidad Javeriana, cuando participaron en el Proyecto de
Diversidad del Genoma en Colombia –que además contó con el apoyo de multinacionales como la
Hoescht, Parke-Davis y Pfizer–, hubieran permitido que muestras de sangre recolectadas en
comunidades indígenas y afrocolombianas terminaran en los Institutos Nacionales de Salud (NIH)
norteamericanos. (26). En este envilecimiento de la ciencia por el capital imperialista, "negocio es el
verdadero nombre del juego", según las acertadas palabras del ex ministro Benedetti.
Este voraz juego de intereses financieros también se presenta en Estados Unidos: la Universidad de
Wisconsin garantizó derechos de exclusividad a la californiana Geron Corporation sobre sus
investigaciones para convertir células madre (llamadas así por su potencialidad para originar líneas
celulares específicas) en células especializadas de seis tipos: hepáticas, musculares, nerviosas,
pancreáticas, sanguíneas y óseas. Entonces, cualquiera que quiera desarrollar aplicaciones comerciales
con esas células deberá pagar primero a Geron. El panorama ha sido apropiadamente retratado por el
doctor Douglas Menton, quien señaló: "Estas condiciones podrían significar que soy el empleado ideal
de Geron: ellos no pagan mi salario ni mis prestaciones, pero poseen todo lo que yo descubra". (27)
Los resultados obtenidos en el estudio del genoma humano también han desenmascarado las falacias
sostenidas en muchas ramas de la biología, como el reduccionismo y el determinismo biológico. Una
forma de reduccionismo extremo se entiende como el "...nombre dado a un conjunto de métodos y
modos de explicación generales del mundo de los objetos y de las sociedades humanas. En sentido
amplio, los reduccionistas intentan explicar las propiedades de conjuntos completos –caso de las
moléculas o las sociedades, por ejemplo– en términos de las unidades de que están compuestas estas
moléculas o sociedades" (28). Para el determinismo biológico "... las vidas y las acciones humanas son
consecuencias inevitables de las propiedades bioquímicas de las células que constituyen al individuo, y
estas características están a su vez determinadas únicamente por los constituyentes de los genes que
posee cada individuo" (29). Basados en estas dos premisas, muchos han intentado explicar conductas
tan complejas como las preferencias sexuales, la inteligencia, la violencia, la pretendida superioridad
del hombre sobre la mujer, las clases sociales o el éxito de los favorecidos económicamente. Por
ejemplo, en 1994 se publicó un libro titulado The Bell Curve, en el cual se pretendía "demostrar",
recurriendo a los tests de inteligencia, que hay una amplia diferencia (con bases genéticas) en las
capacidades intelectuales entre blancos y negros. Personalidades como James Watson, han llegado a
afirmar que nuestra predestinación está en nuestros genes y el editor de la prestigiosa revista Science,
Daniel Koshland, sostiene que es posible predecir el comportamiento futuro de un ser humano a partir
del conocimiento de su genoma y, por tanto, "prevenir el daño causado por el comportamiento
violento". (30)
El reduccionismo vulgar y el determinismo biológico son los fundamentos filosóficos (que le vienen
como anillo al dedo a la creencia neoliberal de la preeminencia del individuo sobre la sociedad) de la
"ciencia" llamada sociobiología, que busca "explicar" desde la biología los fenómenos sociales
humanos, y de textos que han tenido un amplio eco en los círculos académicos, como son, entre otros,
Sociobiología: la nueva síntesis de E. O. Wilson y El gen egoísta de Richard Dawkins (31). El
relativamente pequeño genoma humano elimina la posibilidad de la existencia de genes individuales
que controlen y moldeen pautas de conducta tan intricadas como las antes señaladas. El H. sapiens con
su compleja estructura cerebral tiene mayores márgenes de libertad y está menos sometido al
determinismo genético que los demás animales. Esto ha sido acertadamente señalado por el biólogo
español Francisco J. Ayala: "Es arrogante e ingenuo pensar que el descifrar la secuencia de letras del
ADN de un individuo sea equivalente a ‘conocer‘ lo que es esa persona". (32)
Uno de los momentos fundamentales para la "gran explosión" que hoy contemplamos en la biología
molecular y en la genética aconteció en 1973, cuando Paul Berg y Stanley N. Cohen, de la Universidad
de Stanford, y Herbert Boyer, de la de California, desarrollaron la técnica conocida desde entonces
como ingeniería genética, por medio de la cual es posible trasladar genes funcionales desde unos
organismos a otros diferentes, por ejemplo, un gen humano a una bacteria o a un cerdo o a una oveja
(creándose los llamados organismos transgénicos). La oveja llamada Tracy, obtenida en el Instituto
Roslin (donde se logró la clonación de Dolly) en Edimburgo (Escocia) lleva entre su genoma el gen
humano para la proteína alfa-1-antitripsina, cuya deficiencia está involucrada en una enfermedad
llamada fibrosis quística, la anomalía genética más común de la población estadounidense. La patente
para esta técnica fue cedida por el Instituto Roslin a la multinacional alemana Bayer, la cual espera
obtener fabulosas ganancias con la comercialización de esa molécula. De hecho la ingeniería genética
ha roto las fronteras entre los tres viejos reinos aristotélicos. Ante esta poderosa técnica se levantaron
en su momento voces discordantes, similares a las que hoy escuchamos, que acusaban a los científicos
de "jugar a Dios", "abusar de las leyes de la naturaleza", "cruzar la barrera sagrada de la especie":
"Prometeo, Pandora, el aprendiz de brujo, Frankenstein y demás figuras míticas fueron convocadas
para expresar con nuevos términos la desconfianza profundamente enraizada de la humanidad hacia
todo nuevo conocimiento e innovación tecnológica" (33).
La ingeniería genética, junto con la genómica y la clonación, conforman una poderosa "Triple
Alianza" tecnológica, de insospechadas perspectivas en todos los campos que tienen que ver con las
ciencias de la vida, especialmente en el de la medicina humana. En el futuro será posible el diagnóstico
y tratamiento prenatales de muchas enfermedades genéticas, el manejo individual de algunas dolencias
por transferencia de genes específicos o por el diseño de drogas especiales, la manipulación de las
posibilidades reproductivas del individuo, etc. Hoy las multinacionales de la farmacología están
dedicando grandes sumas a la investigación de enfermedades genéticas, así como de aquellas que
afectan con mayor frecuencia a importantes sectores de la población de los países del Primer Mundo
(arterioesclerosis, diabetes, cáncer, hipertensión, enfermedades neurodegenerativas, etc),
disminuyendo los presupuestos para la investigación en enfermedades infectocontagiosas (como la
malaria) que son las que más afectan a los pobres de los países pobres del orbe. Por eso esas poderosas
y novísimas tecnologías son "desigualadoras", como lo señala el genetista Emilio Yunis: "Los grandes
avances en las ciencias de la vida se saludan como ‹logros de la humanidad›. El sentido de lo anterior
es más metafórico que real. Los descubrimientos en el genoma humano y las patentes sobre esos
descubrimientos aumentarán la riqueza del mundo, también aumentará la pobreza, la distancia entre
países pobres y los ricos crecerá y en unos y otros los pocos ricos serán más ricos y los muchos pobres
serán más pobres" (34). El desarrollo de la ingeniería genética y ahora de las técnicas de clonación, ha
llevado a las grandes multinacionales a "patentar la vida" en una feroz competencia por apoderarse del
oro que hay en los genes, especialmente el que se encuentra en el genoma humano. Estos bucaneros
genéticos han llegado a extremos tan increíbles como patentar fragmentos de ADN, de los cuales aún
no se conocen sus funciones.
Consideraciones finales
Finalizando el año 2001, la empresa privada Advanced Cell Technology de Worcester (Massachussets)
anunció la clonación terapéutica de embriones humanos (siguiendo una metodología semejante a la
empleada con Dolly) para obtener de ellos las preciadas células madre, con las cuales se podrían tratar
enfermedades como la diabetes, el cáncer, el mal de Parkinson, el Alzheimer, la fibrosis quística, la
hemofilia o reparar los daños producidos por los infartos cardíacos, los accidentes cerebrovasculares,
las fracturas de la médula espinal, etc. La ingeniería genética posibilitaría la manipulación del genoma
de esas células. Estos significativos avances abren inmensas posibilidades terapéuticas en el campo de
la medicina, pero también la apropiación de esos conocimientos por las trasnacionales amparadas en
las patentes, sería otro medio para que las naciones desarrolladas, especialmente Estados Unidos,
avasallen aún más a los países pobres.
Los logros científicos y tecnológicos que en el campo de la genética humana estamos observando al
iniciar el Siglo XXI, plantean interesantes debates en los planos filosófico, ético y político. Por
ejemplo, ante la perspectiva de utilizar embriones humanos obtenidos por clonación, cabe preguntarse
a partir de qué momento del desarrollo embrionario se puede hablar de la presencia de un ser humano:
desde el momento mismo de la fecundación, como lo plantean las principales corrientes religiosas, o
desde el instante en que aparecen los primeros esbozos del sistema nervioso, como lo han planteado
algunos biólogos. La respuesta que se adopte será la guía ética para experimentar o no con células
embrionarias.
Los estudios del PGH han desmentido la idealista concepción de que en el proceso evolutivo no hay
progreso, a pesar de los relativamente pocos genes que posee la especie H. sapiens y que cientos de
ellos los compartimos con otros organismos. También han invalidado toda forma de racismo o intento
de justificar desde la biología las tremendas injusticias sociales a las que están sometidas amplias
capas de la población. Para los deterministas biológicos, como Richard Dawkins, "somos máquinas de
supervivencia, vehículos autómatas programados a ciegas con el fin de preservar las egoístas
moléculas conocidas con el nombre de genes" (35). Ellos afirman que la conducta de los seres
humanos está determinada por el genoma que posean los individuos y terminan concluyendo que la
sociedad está gobernada por la suma de las conductas individuales. Las desigualdades sociales son
desafortunadas, pero son innatas e inalterables y, por tanto, imposibles de remediar a través de medidas
sociales, pues ello significaría "ir contra la naturaleza". Persiste el peligro de que los sociobiólogos
comiencen a encontrar los "genes" para la inteligencia, la pobreza, la violencia, el liderazgo (los
machos alfa), las tendencias criminales, la homosexualidad, etc. Olvidan que el hombre es el producto
de la naturaleza y la historia; el material genético está en una constante relación dinámica con las
condiciones sociales, económicas y culturales del individuo.
El escaso desarrollo que teníamos en el agro y en la industria ha sido arrasado por las políticas de
apertura económica impuestas al país. Consecuentemente, la ciencia ha sido arrinconada como un
trasto viejo y parece volverse a escuchar la colonial frase con un nuevo texto: Colombia no necesita
sabios. Si no queremos quedarnos rezagados del carro del progreso, se hace imperativo que el Estado
financie adecuadamente la educación en todos los niveles, que las universidades públicas sean dotadas
con las herramientas necesarias que permitan la investigación científica y se funden institutos para el
desarrollo de tecnologías al servicio de nuestras necesidades más apremiantes. Estas tareas permitirán
defender y utilizar en nuestro desarrollo la riqueza genética que se almacena en los diversos
ecosistemas del país, de tal manera que el avance de las fuerzas productivas consoliden el triunfo del
trabajo sobre el capital.
Notas
1) Nature, vol. 409, 15 de febrero 2000.
2) Science, vol. 291, #5507, 16 de febrero 2001.
3) Danchin Antoine, "Una historia intensa, casi violenta", Mundo Científico, # 215, septiembre, 2000.
4) Idem.
5) Dulbecco Renato, "A turning point in cancer research: sequencing the human genome", Science,
231, 1055, 1986.
6) Jacob François, La lógica de lo viviente, Biblioteca Científica Salvat, #47, 1986.
7) Mundo Científico, #210, marzo de 2000. En esta revista hay un artículo formado por fragmentos de
la memoria original de Mendel.
8) Jacob F., op. cit.
9) Olby Robert, "Mendel, Mendelism and Genetics", 1997.
10) Baptiste Jean, "Friedrich Miescher: éxito no reconocido", Mundo Científico, # 219, enero, 2001.
11) Olby R., op. cit.
12) Hotchkiss R. y Weiss E., "La transformación bacteriana", Facetas de la Genética (Selecciones de
Scientific American), Blume, 1978.
13) Watson James, La doble hélice, Biblioteca Científica Salvat, #85, 1987. Este libro narra la
interesante historia, a veces poco limpia, de la elucidación de la estructura de la molécula de ADN.
Colciencias y Alfaomega acaban de publicar Colección viajeros del conocimiento, con títulos como El
olvidado monje del huerto, Atrapados en la doble hélice y otros, a un precio realmente módico.
14) Yunis Emilio, Ciencia y política, Antropos, Bogotá, 1991.
15) La inmensa mayoría de organismos están constituidos por este tipo de células. Unos pocos, entre
ellos las bacterias, están formados por células procarióticas, carentes de núcleo. Las células
eucarióticas también poseen ADN en las mitocondrias y en los vegetales, los cloroplastos. El ADN
mitocondrial de nuestras células es de origen exclusivamente materno, e importante elemento en las
investigaciones de carácter forense.
16) Existen otras formas de determinar los sexos. En las aves, es la hembra quien lleva dos
cromosomas sexuales diferentes. El sistema X-Y es propio de los mamíferos y algunos insectos como
Drosophila melanogaster.
17) Cuando uno de los gametos lleva un número anormal de cromosomas, por ejemplo 22 ó 24, se
produce un cigoto con 45 ó 47 cromosomas. Es el caso del síndrome de Down, donde el óvulo lleva 24
cromosomas y el nuevo individuo tendrá en sus células 47. La mayoría de las anormalidades en el
número de cromosomas son incompatibles con la vida. Otras anomalías cromosómicas afectan los
cromosomas sexuales.
18) En las células somáticas hay 46 moléculas de ADN, mientras que en las sexuales hay 23.
19) El número total de codones o tripletes de nucleótidos es 64, de los cuales 61 se emplean para
codificar 20 aminoácidos distintos. Por ejemplo, el codón ATG codifica en la proteína al aminoácido
metionina.
20) Engels Federico, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Ediciones Norte,
Barranquilla, sin fecha.
21) Weinberger Eliot, "Un cup d`etat toujours abolira le hasard", El Malpensante, # 29, marzo-abril,
2001.
22) Woods Alan, "What the human genome means for socialists", 2001.
http://www.marxist.com/scienceandtech/human_genome201.html Es de resaltar que Thomas Henry
Huxley, el "bulldog de Darwin", llegó a estas mismas conclusiones a partir del análisis de las
consecuencias de la teoría de la evolución; personalidad inglesa del Siglo XIX, negaba la supuesta
superioridad racial de los europeos, luchó contra la esclavitud, apoyaba la emancipación de las mujeres
y abogaba por la necesidad de enseñar la ciencia a los sectores populares. Marx y Engels estaban entre
los asiduos asistentes a sus conferencias.
23) Karow Julia, "The ´other´ genomes", Scientific American, vol. 283, # 1, July, 2000.
24) Benedetti J. Armando, "Ya estamos clonados", El Tiempo, p. 1-15, agosto 13 de 2001.
25) Vasco Bernardo, "Cazadores de genes", Tiempos del Mundo, p. B24, agosto 23 de 2001.
26) Idem.
27) Bejarano Bernardo, "Primeros líos por patentes biológicas", El Tiempo, p. 2-2, agosto 23 de 2001.
28) Lewontin R., Rose S. y Kamin L., No está en los genes: crítica del racismo biológico, Grijalbo,
Barcelona, 1996.
29) Idem.
30) Ayala Francisco, "El genoma humano y las grandes fronteras de la biología en el siglo XXI",
Innovación y Ciencia, Vol. IX, # 3 y 4, 2001.
31) Ver los textos ¿The selfish gene? Genomics: life and death economics. The human genome is
sequenced. Están disponibles en la www, con estos mismos títulos.
32) Ayala, op. cit. La evolución ha venido incrementando la complejidad del sistema nervioso en los
diferentes grupos animales, alcanzándose la máxima expresión en los grandes primates, de manera
especial con el cerebro de los seres humanos. De allí la disminución progresiva del determinismo
genético en la escala de la vida.
33) de Duve, Christian, La célula viva, Biblioteca Scientific American, Labor, Barcelona, 1988.
34) Yunis Emilio, Evolución o creación, Planeta, Bogotá, 2001.
35) Dawkins Richard, El gen egoísta, Biblioteca Científica Salvat, #5, 1993.
| Presentación | Número anterior | Ediciones anteriores | Actualidad colombiana | Enlaces |
Descargar