El arte de observar Impacto extranjero Bajo los pies está el

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Impacto extranjero
Las especies introducidas al país pueden ser invasoras
si al naturalizarse causan efectos negativos en los
ecosistemas que llegan a habitar. Por su voracidad y
capacidad de reproducción, cuando no está controlado,
el caracol de jardín es una de estas especies. Pág. 8
El arte de observar
Hay quienes se dedican a mirar con detenimiento los
árboles de la región. Lo hacen con gusto, porque saben
que cada detalle encontrado es un aporte significativo
para la conservación de una o muchas especies.
Pág. 11
N.° 32 • Diciembre de 2009 • 7 mil ejemplares, 12 páginas • www.corantioquia.gov.co •
DISTRIBUCIÓN GRATUITA
Bajo los pies está el suelo que da sustento a los seres que caminan
sobre él y también a aquellos que lo componen. No es tierra muerta, sino espacio
vivo. Reclama por la degradación a la que lo hemos expuesto; se manifiesta
cada día al dejar a millones de habitantes sin alimento. Protegerlo es un
imperativo de sobrevivencia.
Especial sobre suelos. Pág. 3-7
2
¡Es urgente!
recuperar el suelo
Luis Alfonso Escobar Trujillo
Director General
CORANTIOQUIA
Director General
Luis Alfonso Escobar Trujillo
Dirección Territorial Aburrá Norte
Director Carlos Alberto Molina Gómez
Dirección Territorial Aburrá Sur
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Dirección Territorial Panzenú
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Dirección Territorial Zenufaná
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Coordinación General
Oficina Asesora de Comunicaciones
Coordinación Editorial
Facultad de Comunicaciones
Universidad de Antioquia
Redacción
Liliana Salazar Barrientos
Diego Agudelo Gómez
Víctor Casas Mendoza
Ana María Bedoya Builes
Juan David Murillo Hoyos
Isabel González Ramírez
Perla Toro Castaño
Margarita Isaza Velásquez
Editora
Margarita Isaza Velásquez
Diseño y Diagramación
Alexander Rojas Moreno
Fotografías
Francisco Leoz Maiztegui
Nolberto Marín Marín
Édgar Vélez Durango
Ana María Bedoya Builes
Juliana Paniagua Arroyave
Juan David Murillo Hoyos
Impresión
La Patria
Directorio:
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Tel. 493 8888 Ext. 1801
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Tel. 852 4716
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Tel. 853 1245
Dirección Territorial Panzenú
Tel. 839 3258
Dirección Territorial Tahamíes
Tel. 860 7489
En un departamento como Antioquia, donde contamos con
una diversidad importante de biomas y paisajes, los suelos
constituyen un factor estructurante y de soporte del desarrollo
del territorio.
Sin embargo, bajo la creencia de que el suelo es un recurso
natural infinito, capaz de soportar cualquier actividad
humana, se han desarrollado de forma muy desordenada las
actividades primarias de la economía como la agricultura,
la ganadería y la minería, así como la ubicación inadecuada
de asentamientos humanos, lo que nos ha llevado a niveles
que hoy, desde una perspectiva científica, cuestionan la
sostenibilidad ambiental.
El agotamiento de suelos ricos en nutrientes por actividades
agropecuarias intensivas, el desarrollo de sistemas productivos que reemplazan los bosques naturales como uso mayor
del suelo, con la pobreza derivada de los mismos —ya que su
materia orgánica está en los árboles y no en la tierra—, han
generado problemas ambientales severos como la sedimentación y contaminación química de las fuentes de agua y la
liberación en exceso del CO2 y su consecuente efecto en el
cambio climático.
Más del 70% de territorio del centro de Antioquia presenta
graves conflictos de uso. Son más de 49 mil hectáreas
de tierras degradadas, sólo por la minería de oro a cielo
abierto; hoy apenas contamos, según nuestra línea base, con
una cobertura de bosques naturales de aproximadamente
1.416.398 hectáreas, lo que representa no más del 10% de las
existencias iníciales del territorio del departamento.
Estos elementos analizados de forma sistemática obligan a
una reflexión sobre la Antioquia que queremos y sobre el
camino que debemos seguir, procurando una variación a
nuestra ruta actual, a fin de asegurar en el futuro inmediato
la calidad de nuestros ecosistemas y la competitividad
regional. Por ello hacemos un urgente llamado a todos los
estamentos de la sociedad, con el propósito de desplegar de
manera inmediata nuestra capacidad de adaptación; es decir,
la búsqueda de soluciones prácticas a los graves problemas
de los que apenas hoy estamos tomando conciencia.
Caracterización y cuantificación de áreas degradadas en la
Territorial Panzenú de CORANTIOQUIA
Caracterización y cuantificación de las áreas degradadas de la
Territorial Panzenú: informe final [CD-ROM] / Isabel Cristina
Buriticá Mira, Byron Sierra Figueroa, Marco Fidel Gamboa
Ramírez; CORANTIOQUIA. Medellín : CORANTIOQUIA, 2005.
1 CD-ROM
El estudio tiene por objetivo principal realizar la caracterización y
cuantificación de las áreas degradadas de la Dirección Territorial
Panzenú de Corantioquia que comprende los municipios del
Bajo Cauca Antioqueño; Cáceres, Caucasia, El Bagre, Nechí,
Tarazá, Zaragoza y Valdivia con una extensión de 9.276 km2 y su
digitalización espacial y alfanumérica en formato Arc_Gis.
Este conocimiento y la comprensión de los procesos de mayor
incidencia en la degradación y recuperación de los suelos, posibilita
un mayor acierto en la toma de decisiones y permite establecer
prioridades en las acciones de recuperación, mitigación y prevención
de los efectos negativos sobre el suelo, debido principalmente, en
esta región, a la extracción de oro de aluvión.
Consulte esta publicación en el Centro de Información Ambiental
de la Sede Central de CORANTIOQUIA, solicítelo con el número de
clasificación: [446CD]
Dirección Territorial Zenufaná
Tel. 832 6610
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Nº 32 · Diciembre de 2009
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El suelo, además de proveer de nutrientes a los
seres vivos que habitan encima de él, constituye
en sí mismo todo un ecosistema compuesto por
microorganismos que viven en él y debajo de él.
Por Liliana Salazar y Margarita Isaza
Asesoría: Lilliam Gómez,
[email protected];
Francisco Leoz
[email protected]
El Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi declararon el
2009 como el Año Internacional de los Suelos en Colombia, lo que constituye un aporte para reflexionar sobre su
degradación y establecer una legislación que lo proteja de la intensiva actividad humana.
No es tierra inerte en la que solo se ponen los pies. Es un
universo de millones de seres diminutos que dan vida
para garantizar la de todo lo que habita ene l planeta.
B
asta con agachar la mirada para empezar
a descubrir que debajo de la suela de los
zapatos, en el campo o en la ciudad, hay un
suelo vivo que no es simplemente una mezcla
de colores café, verde, rojo y amarillo. No, el
suelo no está ahí para ser solamente un sostén
de peso… está ahí para mucho más: producir
biomasa (alimento, fibra y energía), filtrar el agua
de las lluvias y servir de hábitat para millones
de microorganismos, animales y plantas que
equilibran el mundo y participan activamente en
la cadena alimenticia.
El suelo es la piel de la Tierra, la capa más
externa de su corteza, y tiene un grosor que varía
desde unos pocos centímetros hasta más de tres
metros. Pero no es un objeto, pues puede nacer,
“reproducirse” y morir. Y tal vez renovarse.
Aunque esto es un proceso que no sucede de la
noche a la mañana, sino que transcurre en cientos
y hasta miles de años.
Esta demora en su trabajo de vida es tal vez la
que hace que los seres humanos muchas veces
no lo tengan en cuenta como un ser natural,
que hasta tiene alma, porque siente cuando le
arrancan o le siembran un árbol, cuando es una
o son muchas las vacas que lo pisan, cuando lo
queman para cambiarle de cultivo, cuando lo
rompen para extraerle el oro que guarda, cuando
la lluvia le deja cicatrices o cuando el mismo
clima se lo lleva poco a poco para trasladarlo a
la orilla de un río.
Por dentro y por fuera
Aunque el suelo no es igual en todas partes, sí
tiene una composición común, cuyo volumen
y proporciones varían dependiendo de qué tan
pobre o rico sea. En un suelo sano promedio, el
50% es espacios vacíos, poros; la mitad de ellos,
microporos, encargados de almacenar agua,
y la otra mitad, poros grandes, responsables
de la aireación. El otro 50% de lo que está por
dentro corresponde a lo sólido; la mayor parte
minerales, y la menor, materia orgánica.
Pero esa piel de la Tierra continúa siendo más de
lo que tiene adentro, pues encima también hay
una gran cantidad de seres vivos, incluyendo a
los humanos, que desarrollan actividades como
la agricultura, la ganadería y la minería, y han
edificado sus hogares en veredas campesinas o
en grandes ciudades.
Por eso el suelo lo es todo. Si muriera y aun
permaneciera bajo los pies, el gran desierto que
sería no permitiría la existencia de nada, pues
aridez significa esterilidad, y esta es el fin de
todas las especies.
Naturaleza para proteger
Pero así como el suelo da vida y produce sustento,
la tarea del hombre consiste en cuidarlo, en
prevenir procesos erosivos y en buscar la manera
de que su verdor no se acabe con la gran cantidad
de actividades que diariamente suceden sobre él.
Proteger el suelo es un asunto de ecología y
seguridad, pues si las laderas y llanuras se quedan
sin capa vegetal, no solo los ecosistemas cambian
y pierden lo que albergan, sino que también
se producen derrumbes que destruyen casas e
infraestructuras, y la tierra misma es despojada
de cualquier riqueza que permitiera sembrar y
cosechar o criar ganado para comerciar y comer.
Para que el piso en el que andamos continúe vivo
y siga siendo el sostén de la vida, como seres
humanos debemos preguntarnos qué podemos
hacer para no degradarlo y no destruir con él
nuestro propio futuro.
Para
hablar de suelos
Degradación del suelo.
Es la
disminución de su capacidad para
soportar vida, no solo la vegetal, que es
la más aparente, sino también la de la
microflora y de la fauna.
Densificación del suelo. A medida que
el suelo se desgasta, los espacios vacíos
que componen gran parte de él van
disminuyendo y esto hace que no haya
aireación ni sea posible la filtración del
agua de las lluvias.
Desertificación. Es cuando una zona que
naturalmente no posee las condiciones
climáticas de un desierto, va tomando las
características de este, principalmente
debido a la pérdida de la capa vegetal.
Erosión. Es la pérdida de suelo en la
superficie, por acción de la lluvia, el
viento o cualquier tipo de agente capaz
de arrastrar sus partículas. Cuando se
pierden las coberturas vegetales, el
suelo de las montañas y llanuras queda
expuesto a la erosión.
Vocación o uso del suelo. Como no todos
los suelos son iguales y tienen diferentes
riquezas, hay unos que son adecuados
para ciertas prácticas agropecuarias o
tipos de minería, y otros que pueden
destinarse para vivienda humana o para
algún tipo de uso específico. Estudiar
el suelo para saber qué conviene más
en la producción es fundamental para
protegerlo y no causar daños ni en el
paisaje ni el ecosistema.
Sin suelo
no hay alimento
Proteger los suelos del planeta es una tarea que
no da espera, pues cada vez que un terreno se
degrada, más seres vivos se quedan sin ecosistema
y sin alimento.
Por Liliana Salazar y Margarita Isaza
Asesoría: Francisco Leoz, [email protected];
Lilliam Gómez, [email protected]
E
n el largo camino por la sobrevivencia, el suelo es el gestor del alimento.
Las plantas que producen su propia energía necesitan de él para nutrirse y
multiplicar sus hojas, vainas y frutos, aquellos que continúan el ciclo al pasar por
los organismos de vertebrados e invertebrados. Y así, en esta cadena alimenticia el
suelo es mucho más que un eslabón, pues de él depende la producción de aquello
que genera vida.
Por esto mismo puede decirse que un suelo degradado es aquel que tiene una
capacidad reducida o nula para producir alimentos; de ahí que sea la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, la entidad
encargada de alertar al mundo sobre los suelos empobrecidos que ponen en jaque
la alimentación de todos los pueblos. Porque hay que decir que la piel del planeta
no sólo se degrada por condiciones naturales como el clima o la geología, sino
también por la acción humana que de mil formas la contamina, eleva su acidez, la
saliniza, la deja sin protección vegetal y la usa exhaustivamente hasta quitarle sus
nutrientes.
La mano del hombre
De acuerdo con la FAO, cerca del 22% de las tierras sujetas a degradación se
encuentra en zonas muy áridas o zonas subhúmedas secas, mientras que el 78% está
en regiones húmedas; esto significa, según el organismo, que la principal causa de
la degradación del suelo es su mala gestión; gestión que sólo pertenece a los seres
humanos. Las causas principales de la degradación de los suelos son las siguientes:
- Deforestación. Arrasar los bosques hace que los suelos transformen sus
condiciones naturales convirtiéndolos en inestables. Al perder la protección de
árboles y plantas, las montañas quedan expuestas a la erosión causada por el viento
y el agua, la misma que hace desplazar sus partículas hasta los ríos y masas de
agua.
- Pastoreo excesivo. Que el ganado camine y coma el pasto de monocultivo
del suelo determina que desaparezca la yerba y además que la tierra bajo ella se
compacte y sea incapaz de filtrar el agua de las lluvias.
- Prácticas de agricultura intensiva. El empleo intensivo de plaguicidas y
fertilizantes químicos, el riego con agua de mala calidad o con exceso, el empleo de
maquinaria pesada y la ausencia de medidas contra la erosión, entre muchas otras
actividades, hace que el suelo se empobrezca y termine siendo inútil para cualquier
cultivo o cría de animales.
A pesar de la determinación de los 193 países que han
ratificado desde 1994 la Convención de Naciones Unidas
para combatir la desertización, la degradación del suelo
está empeorando.
- Actividades industriales. La minería de materiales preciosos y ordinarios, para el
comercio o la construcción, obliga a la excavación del suelo; esto se traduce en un
desbalance que termina cambiando su composición debido a la búsqueda finita de
riquezas y en nombre del supuesto desarrollo.
- Poca planeación. El no estudiar ni conocer la vocación de terrenos específicos
conlleva a que estos sean utilizados para procesos equivocados. Por ejemplo,
construir una ciudad en los terrenos fértiles de un valle implica que se pierda una
buena cantidad de tierra para la siembra exitosa de distintos cultivos.
Para revertir el mal
Según Liliam Gómez, PhD en Etología, adscrita a CORANTIOQUIA, “el suelo es
un recurso renovable, pero para formarse un centímetro cúbico de él se necesitan de
cien a cuatrocientos años, y para que este pueda producir deben transcurrir de 3 mil
a 12 mil años”. Esta es la principal razón para no dejar acabar el suelo que ya existe.
En esa tarea de reconstruir el suelo, la mejor vía es protegerlo y frenar su degradación
hasta los límites posibles con los avances de las ciencias que aportan a la agroecología
y a la innovación en infraestructuras de contención de laderas. Pero para cumplir
esta tarea de devolverle al suelo sus propiedades físicas y químicas, la voluntad
de gobiernos y ciudadanos es indispensable, pues las escasas leyes que existen,
supeditadas más a convenios que a intervenciones, no tocan muchas veces el terreno
de lo práctico, aquel en donde conviven el mundo diminuto de los organismos del
suelo y el mundo gigante de campesinos, hacendados e industriales.
Francisco Leoz, ingeniero geólogo de CORANTIOQUIA, explica que en el proceso
de detener la degradación, lo primero es tener conciencia de que ella existe; y para
esto son indispensables estudios del suelo que evalúen si un terreno es o no capaz de
producir algún alimento, por eso en la jurisdicción local se han adelantado diagnósticos
para cada una de las Direcciones Territoriales, que han determinado las razones y los
efectos del empobrecimiento del suelo. El paso siguiente es intervenir, pero para ello,
de acuerdo con Leoz, “es necesario contar con el apoyo de instituciones nacionales
—oficiales y privadas—, pues se requiere de mucho dinero y del consenso de leyes de
ordenamiento territorial que permitan cada una de las intervenciones”.
Si bien hasta ahora se han recuperado zonas de varias subregiones que debían su
empobrecimiento a las causas mencionadas anteriormente, el trabajo que falta es
todavía mucho.
El 15% de la superficie total de los suelos en todo el
mundo ha sufrido daños debidos sobre todo a la erosión,
la disminución de los nutrientes, la salinización y la
compactación física.
Cerca de 1.500 millones de personas, un cuarto de la
población mundial, dependen directamente de suelos
sujetos a degradación.
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Nº 32 · Diciembre de 2009
5
La introducción de la Acacia mangium para
recuperar suelos degradados por la minería
es una experiencia pionera en el país cuyos
resultados han rebasado las expectativas.
Por Diego Agudelo Gómez
Asesor: Nolberto Marín, [email protected]
E
n el Bajo Cauca, por donde quiera que se mire,
un árbol impone su presencia multitudinaria
rompiendo la monotonía de un paisaje que de otra
forma sólo ofrecería a la vista cenicientos colores
de aridez. Bordeando las carreteras, esparciéndose
en los perímetros de los potreros, delineando los
caminos hacia los ríos, pululando en plantaciones
que poco a poco van ganando hectáreas al grado de
conformar tupidos bosques, la Acacia mangium le
da rienda suelta a su frondosidad. Es la reconquista
de una tierra socavada durante años, de un territorio
convertido en desierto.
La minería en esta zona de Antioquia no le ha dado
descanso a los suelos. Si bien el oro se ha venido
extrayendo hace tantos años que ya es inútil contarlos,
la bonanza de los años setenta hizo que los terrenos
fueran pisoteados por maquinarias pesadas y hordas
de mineros que extraían todo lo que podían extraer y
luego se iban, sin mirar atrás, con sus bolsillos llenos
o vacíos, dejando su huella en la tierra removida, los
profundos agujeros, las aguas contaminadas y una
capa vegetal arrasada. La bonanza era más bien una
fiebre y las secuelas estaban a simple vista: una tierra
desnuda que moría a la luz del sol.
Las posibilidades para desarrollar cualquier actividad
productiva en gran parte del territorio del Bajo
Cauca se iban reduciendo cada vez más en un efecto
inversamente proporcional; a mayor número de minas
abiertas y territorios excavados, menor chance de
hacer brotar de la tierra cualquier cosa que generara
sustento para los seres humanos. Curiosamente, los
altos precios del oro y las cantidades enormes de
mineral que se arrancaban de los túneles y socavones
Si bien la acacia es una
especie extranjera, el uso
que se le ha dado en la
región ha traído grandes
beneficios para el suelo
de la subregión.
no se reflejaron en el desarrollo de la subregión y, al
día de hoy, el Bajo Cauca sigue siendo un foco de
pobreza en el departamento.
Del extranjero vino un barco…
Si bien las alternativas para frenar el deterioro
eran escasas, tampoco eran nulas y en 1995 surgió
una idea que podía literalmente devolverle la vida
a cada grano de tierra removida. Los expertos de
CORANTIOQUIA se dieron a la tarea de buscar una
especie vegetal que al ser introducida hiciera que los
suelos recuperaran esa vida que repta y se arrastra y
cava y entierra sus raíces a través de ellos. El grato
descubrimiento fue la Acacia mangium. Y aunque
pudieron buscarla en Australia, Papúa Nueva Guinea
o las Islas Molucas, las primeras semillas fueron
traídas de plantaciones panameñas.
Luego, CORANTIOQUIA persuadió a unos cuantos
finqueros y hacendados, cuyas tierras presentaban
un alto deterioro, para que permitieran establecer en
ellas las plantaciones. Sin nada que perder, la mayoría
accedió y la Acacia mangium echó permanentemente
sus raíces en el Bajo Cauca antioqueño. El ingeniero
forestal Nolberto Marín habla de este árbol como
si estuviera mencionando un milagro: “La especie
puede prosperar en suelos muy pobres, es de rápido
crecimiento, soporta condiciones adversas y produce
mucho follaje”. A los pocos meses de ser sembrada,
la planta puede alcanzar la altura de las rodillas.
Territorios cuyos colores no pasaban del gris o el
marrón, se tiñeron en poco tiempo de verde brillante y
ahora muchos predios intervenidos son impensables
sin esa constante lluvia de hojas.
En el Bajo Cauca antioqueño, 10 mil hectáreas de
suelo han sido recuperadas gracias a la siembra de
Acacia mangium.
Bonanza verde
Las altas ramas de la Acacia mangium sueltan
constantemente hojas y ramas que tapizan el suelo,
se descomponen y lo nutren, aportando el sustento
necesario para un ecosistema que se ha recuperado
sorprendentemente. Pasados cuatro años de haber
establecido las primeras colonias de acacia, se
encontraron creciendo en el improvisado bosque más
de setenta especies nativas que no se habían visto por
la zona en veinte años. Las semillas que por algún
hecho fortuito caían entre el follaje, sobrevivían al
arrastre de los aguaceros gracias al colchón de hojas
y, por supuesto, a este resultado se sumó la presencia
cada vez más usual de aves, mamíferos, reptiles e
invertebrados.
Es difícil determinar cuántas hectáreas del Bajo Cauca
se han recuperado gracias a este árbol pero a ojo de
buen cubero son aproximadamente 10 mil hectáreas
en municipios como Cáceres, Tarazá o Caucasia,
donde se encontraban los suelos más deteriorados. Y
aunque el termómetro de estos tiempos muestra que
la fiebre del oro sigue con su auge, alternativas como
la siembra de Acacia mangium no sólo permiten
amortiguar la contaminación de las aguas y propiciar
microclimas beneficiosos para la fauna y los seres
humanos, sino que se perfilan como una opción
productiva que ofrece leña, madera, pulpa para la
producción de papel y otras materias primas para el
aprovechamiento.
Así, en el Bajo Cauca antioqueño el suelo antes
removido y desertificado se toma un respiro para
decir que continúa vivo.
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Necesitamos del aire y del
agua, pero también dependemos de los suelos.
Debajo de la tierra que pisamos están los nutrientes
que sustentan la vida en el
planeta. Para que crezcan
árboles, se alimenten los
animales, los seres humanos se desarrollen, y, en
fin, sucedan mil actos de
sobrevivencia, el suelo necesita estar sano, pues su
degradación es degradación para todos los seres
del mundo.
En el Suroeste, los cambios
agresivos en los usos del suelo
han
desencadenado
efectos
devastadores. Inicialmente se talaron
los bosques para cultivar café de una
variedad, luego de otra, y finalmente
se empezó a usar el terreno para
potreros de ganadería. Estos
cambios en la utilización del terreno,
intercalados siempre con quemas que
arrasan cualquier plantación, afectan
considerablemente su estado.
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Para protegerlo
Podemos ayudar a la protección del suelo
con métodos naturales y artificiales.
El mundo de
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Al cuidar los suelos estamos preservando todo
un ecosistema que vive allí. Desde la superficie, y
en los primeros veinte o treinta centímetros bajo
tierra hay un universo de vida: microorganismos,
insectos y reptiles hacen de este su hogar.
Milpiés.
Son animales
trituradores que
se alimentan de
hojas muertas
para obtener sus
nutrientes.
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- Mantener y reforestar los bosques, pastos y matorrales en
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- Combinar las actividades agrícolas y pecuarias con la siembra
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Tienen una labor
muy importante
en el suelo,
pues con sus
movimientos
remueven la
tierra y la surcan
permitiendo que
se oxigene.
Hormigas.
Ayudan al suelo por
ser consumidoras
de residuos y de
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Métodos artificiales
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- Edific ar defen sas en las orilla s de ríos y quebr adas para evitar
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microscópicos
que ayudan a la
descomposición
de los organismos,
convirtiendo su
materia orgánica
en sustancias para
otros seres vivos.
Termitas.
Transportan tierras
profundas hasta la
superficie, con lo
que se mezclan los
nutrientes del suelo.
Hongos.
Contribuyen al
equilibrio de los
ciclos del suelo.
Gracias a ellos, se
producen nutrientes
para las plantas, y en
ocasiones evitan que
ellas se enfermen.
Ácaros.
Contribuyen al suelo
al devolver con sus
heces nutrientes a las
raíces de las plantas,
lo que ayuda a su
crecimiento.
8
Invasores
por accidente
El caracol de jardín no tiene la culpa de ser un invasor, pero es extranjero
y sus condiciones adecuadas de vida están muy lejos de las tierras
colombianas. Eso no sería problema si su frecuente reproducción y su voraz
apetito no amenazaran la extinción de otras especies que sí son nativas.
Por Anamaría Bedoya
Asesoría: Édgar Vélez, [email protected]
E
n un momento de zozobra Felipe de Bedout se
agarró la cabeza con las manos, y cuando miró a
su alrededor se encontró con un caracol. Dejó de pensar
en su angustia, y desde aquel día del año 2000, su
atención se desvió hacia ese molusco. La curiosidad por
el animal lo llevó a investigar. Conoció las propiedades
regenerativas que tenía su baba y vio en eso un potencial
negocio. Dos años después montó su empresa para la cría
de caracoles en la vereda Pantanillo del corregimiento
de Santa Elena. Pero en el empuje del negocio, Felipe
descubrió que el asunto no era tan sencillo, porque el
caracol resultó ser una plaga.
El Hélix aspersa, especie de caracol con la que trabaja
Felipe, llegó a Colombia hace unos treinta años; y
hoy, estudios científicos aseguran que se ha regado por
más de la mitad del país. Los rumores dicen que los
trajeron unos monjes europeos para su alimentación
y que en un descuido los caracoles se escaparon. Su
suerte hermafrodita les permitió reproducirse tan rápido
que pronto ya había caracoles de jardín hasta en los
patios de las casas. Hoy además de los “domésticos”,
se ha generado toda una industria a su alrededor, sin
que importe mucho que no sea una especie nativa,
sino invasora y tenga la condición de reproducirse con
facilidad, sin la intervención de la mano del hombre.
Como esta especie invasora existen otras en fauna y
flora en Colombia: la trucha, la carpa, la rana toro, la
hormiga loca, la jaiba, el mejillón, el retamo espinoso,
el buchón, el ojo de poeta y el alga marina, son solo
algunas de ellas. Y todas aunque han tenido una
razón para llegar al país, sin un manejo adecuado han
terminado causando uno que otro estrago.
El lugar donde Felipe cría los caracoles está dividido en
jardines con cartuchos y platanillos. Un filtro verde lo cubre
todo. Y están ellos: pegados a las flores, con su caparazón
en espiral de tonos cafés y su cuerpo blando y alargado. El
invernadero es su casa, el lugar donde permanecen casi toda
su vida y son alimentados a base de concentrado y hortalizas.
Los criados por este empresario son caracoles controlados,
que no van por ahí reproduciéndose o comiéndose todo lo
que hallan a su paso.
Porque eso es lo que hacen cuando están sueltos: comerse
los cultivos y deteriorar los ecosistemas. Pero eso sucede
es aquí, porque en Europa, de donde son originarios, su
ciclo de vida está controlado por las estaciones climáticas.
Según lo dice Juan Lázaro Toro, ingeniero forestal de
CORANTIOQUIA, “Las especies invasoras compiten
con las especies nativas y las excluyen de los ecosistemas,
hacen que estas vayan decreciendo y pueden provocar
su extinción”. La trucha, por ejemplo, acabó con el pez
graso que sólo existía en la Laguna de Tota en Boyacá.
La rana toro se está comiendo a otras ranas más pequeñas
e insectos. El retamo espinoso, un arbusto enmarañado,
está lleno de espinas, tiene una flor pequeña y amarilla, y
no deja crecer hierbas ni otras plantas en sus contornos.
Después del invernadero donde habitan los productores
de la baba que, por ahí dicen, lo cura todo, está el cuarto
con las pilas, unos contenedores de vidrio por donde los
caracoles pasan dos veces: cuando se aparean y cuando
nacen. En una de las pilas están los caracoles grandes,
varios de ellos apareándose: “hasta siete horas se pueden
quedar así”, dice Yolanda Betancur, la operaria que los
cuida. Ahí mismo hay un frasco con tierra donde hunden
su cabeza y depositan los huevos. Luego, esos recipientes
son puestos en otra pila de donde salen las primeras
crías. En otra pila hay un montón de puntos pequeños
pegados a los vidrios: “Esos son los caracoles bebés que
cuando están grandes se llevan al invernadero”. En el
cuarto hay una puerta que conduce al laboratorio donde
solía extraerse la baba de caracol, pues hace mucho que
permanece cerrado. La empresa de Felipe, entonces,
tiene permiso para criar los animales, pero no para
comercializarlos, pues aún su legalización está en etapa
de formulación. No hay que olvidar que se trata de un
asunto complejo que puede determinar la desaparición de
otras especies, si no se hace de una manera adecuada, así
en las calles muchos vendedores ofrezcan a todo pulmón
esta baba prohibida y, al parecer, milagrosa.
Felipe muestra sus caracoles porque son un ejemplo
de cría controlada, pero él mismo reconoce que son
moluscos territoriales y que por eso es mejor esperar a
que la legislación haga la tarea de regular su venta. Hoy,
la alerta está encendida, pues el caracol y las demás
especies invasoras que habitan el país ponen en jaque a
muchas especies nativas que tienen funciones específicas
en sus ecosistemas.
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Nº 32 · Diciembre de 2009
9
Con el sabor
del pasado
Dicen que recordar es vivir, pero en el
municipio de Jardín es más que eso. Para la
comunidad indígena de Karmatarrúa, el ayer
trae consigo olores y sabores, que conforman
su herencia culinaria.
Por Juan David Murillo
Asesoría: Juliana Paniagua, [email protected]
D
esde que era una niña, Estefanía Niaza, hoy de 56
años, supo que si quería tener una familia como
la de su mamá debía dejar de pensar en muñecas y en
los juegos en el campo. Por eso, cuando apenas tenía
diez años, la sacaron de la escuela y comenzó a jugar
a ser grande; a hacer vasijas de barro, okamas (collares
artesanales) y aretes que su mamá le enseñó. A partir de
ese momento también conoció los secretos que despedía
el fogón, los aromas del kamôte y la bêbolla que aspiraron
sus antepasados y que se quedaron grabados no solo en
su mente, sino también en su paladar.
Ella siempre ha vivido en Cristianía o Karmatarrúa,
que traducido al español quiere decir “la tierra de la
pringamoza”, un lugar en el que los antiguos se salvaban
de las enfermedades por cuenta de esa hierba bendita.
Este resguardo indígena aparece diez minutos después
de serpentear por el camino que comunica a Andes con
Jardín, en el Suroeste antioqueño. Allí, las manos de sus
habitantes Emberá Chamí, hombres y mujeres, hacen
magia tanto en el taller de artesanías como en las cocinas
donde todos comparten el sabor del maíz, del plátano,
del pescado, de las yerbas sagradas y de aquello que bien
sepa darles la tierra.
Estefanía Niaza se casó a los 14 años, pero desde mucho
antes ya sabía cocinar, porque su gran preocupación,
como la de todas las mujeres de Karmatarrúa, era
conseguir un compañero y ser generosa al momento de
darle descendencia.
Entre sus recuerdos está por ejemplo el día en que la sangre
la convirtió en mujer. A Estefanía la encerraron, como lo
mandaba la tradición, en un cuartico lleno de hojas de
biao. Pasó allí horas y horas revolviendo una gran olla
en la que flotaban una cabeza de marrano, pedazos de
pezuña y troncos de plátano, que irían luego a alimentar
a los testigos de este rito que celebra el momento en que
las niñas pueden ya empezar a reproducirse.
Apenas estuvo lista la receta, recuerda Estefanía, la
llevaron a una quebrada para bañar sus rezagos de
infancia y ver nacer allí a una mujer capaz de servir
como lo manda la Ley Emberá. El ritual terminó con la
imposición de una corona, con el maquillaje de su cuerpo
y con un humeante tazón de sancocho, que prepararon
exclusivamente para ella. “Me dijeron que para cuando
estuviera más grande yo sabiera hacer muchas cosas,
hacer comida, que sabiera trabajar”, dice y asegura que
esta práctica no le tocó a ninguna de sus cinco hijas.
En Karmatarrúa, la comida y la magia son ingredientes
de una misma receta. Lo mismo ocurre en los resguardos
Bernardino Panchí, de Pueblo Rico; Marcelino Tascón,
de Valparaíso; Ermenegildo Chaquiama, de Ciudad
Bolívar; y Miguel Cértiga, de Támesis. En todos ellos,
CORANTIOQUIA adelanta un trabajo con el programa
Red de Seguridad Alimentaria –ReSA–, de Acción
Social, para encontrar los fragmentos de ese testamento
ancestral que muchos paladares han olvidado.
adoptando las costumbres de los capunías, como ellos
llaman a los colonos.
En esta búsqueda, don Luis Aníbal Niaza, quien tiene
77 años encima y es tío de Estefanía, se ha encontrado
un espejo de su infancia. Con un dejo de nostalgia, y
aclarando que de borracheras no sabe nada, cuenta que en
la tierra de la pringamoza muchos disfrutaron del sabor
agridulce de la chicha hecha a base de panela, cidra, yuca,
ahuyama y chontaduro, producto que, además, servía
como aceite. “Eran frutas jovencitas, de primer postura,
que el hombre tumbaba en luna llena. A los quince días,
tiraba esos trozos de chontaduro al suelo, los cogía y los
sacudía, hasta que encontraba las bullas adentro. Ahí el
hombre lo abría y sacaba unos gusanitos que metía a una
olla grande; los cocinaba, les sacaba la cabecita y era
puro líquido que lo aparaba en una vasijita. Ahí quedaba
una cantidad de asaite para freír alguna cosa”, relata don
Luis Aníbal, quien aprendió a cocinar no en el resguardo
sino en el servicio militar.
Bien lo anuncia un cartel al lado del camino: Karmatarrúa
es un territorio para imaginar con las manos. Los Niaza
no solo imaginan, sino que con ellas cocinan los más
nutritivos secretos de su comunidad; secretos que tienen
gusto a patâ, bê y iuka, como ellos mismos cuentan en
embera bêdêa (voz emberá).
Hace poco los Emberá Chamí iniciaron la cacería de ese
tesoro y están desempolvando recuerdos propios y de
sus antepasados para construir un recetario con los más
exquisitos manjares, de esos que son para el diario o tal
vez para días especiales como el que relató Estefanía,
de modo que los jóvenes de la comunidad no sigan
Del proyecto Culinaria nativa hacen parte trescientas familias
Emberá Chamí, de los cinco resguardos del suroeste antioqueño.
La idea es contribuir a que mejoren los hábitos alimentarios y a
identificar en la flora silvestre aquellos productos que pueden
incluir en las recetas ancestrales.
Así se llama la comida chamí
Kamôte. Frijoles co
nm
Maturrusio. Sopa de aíz verde o chócolo
m
Bêbolla. Bollos de ch aíz con pescado
ócolo
Patâ. Plátano
Bê. Maíz
Iuka. Yuca
10
Por un AMBIENTE
y un trabajo DIGNOs
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El Suroeste antioqueño il toneladas de residuos y que le apuesta a
comercializar más de 5 m nes se dedican a recolectar y separar las basuras.
dignificar la labor de quie
Por Isabel González Ramírez
Asesoría: Jairo Arango Paniagua, [email protected]
V
Una red incluyente y sostenible
Sin embargo, parecen invisibles entre los bultos que
recogen bajo el sol, el agua, y casi siempre, en condiciones
precarias: sin remuneración fija, sin ningún tipo de contrato
ni de seguridad social que los proteja de los riesgos que
trae consigo escarbar en las bolsas de basura.
Por eso, el punto de partida y acopio de esa red está en
Bolombolo, corregimiento de Venecia, que se encuentra
ubicado a 70 km de Medellín y es paso obligado de casi
todas las rutas que desde los municipios de la subregión se
dirigen a la capital de Antioquia. Hoy, siete años después
de haber comenzado este trabajo, han pasado por allí más
de cinco mil toneladas de reciclaje, que se han convertido
en materia prima de empresas como Peldar, Enka, Fibras
Nacionales, entre otras. Por ejemplo, todo el vidrio que
se recoge termina transformado, luego del proceso de
reciclaje, en envases y otros nuevos productos que le
devuelven su vida útil.
idrio, plástico, cartón, latas y otros residuos llenan a
diario las bolsas y costales de muchas madres cabeza
de familia, ancianos, niños y, en general, población con
poca escolaridad y sin acceso a otras posibilidades de
empleo, que ven en la basura su única fuente de ingreso.
Ellos, que generalmente madrugan a buscar en las canecas
una opción para sobrevivir, realizan una de las tareas más
importantes para cuidar el ambiente: reciclar para que
otros puedan reutilizar.
Jairo Arango, profesional del Grupo de Residuos Sólidos
de CORANTIOQUIA, considera que “en Colombia, el
reciclaje es una práctica que se ejerce más por necesidad
económica que por conciencia ambiental, y por ello, la
labor del reciclador ha permanecido marginada e incluso
asociada a la ilegalidad”. Según el profesional, esto sucede
porque la gestión en torno al tema sigue siendo enfática en
los rellenos sanitarios, y el reciclaje permanece como un
asunto aislado sobre el que no hay suficiente normatividad
para garantizar que quienes se dedican a él, lo vean
como una opción laboral y no lleguen por azar al sistema
productivo.
En el Suroeste antioqueño, una de las regiones con
mayor receptividad para las actividades de minimización,
reducción y aprovechamiento de los residuos, han
comprendido que reciclar no sólo ayuda al medio ambiente,
sino que puede convertirse en una tarea digna y rentable
para quienes se acercan a la basura sin desdén.
Así surge Ecoregión, una propuesta organizativa que lidera
un modelo de comercialización de reciclaje a gran escala
al que pertenecen ya 16 municipios de la región, con el
ánimo de acercar el oficio a la legalidad, fomentar dentro
de las comunidades el hábito de separar los residuos y
generar una estrategia de comercialización del reciclaje.
Aunque todos los municipios de la región cuentan con
una solución de relleno sanitario para la disposición final,
el modelo de Ecoregión se ha convertido en un proyecto
replicable que cuenta hoy con 20 bodegas de reciclaje,
15 composteras, 22 grupos de trabajo de recicladores
y el apoyo con recursos de los municipios asociados,
CORANTIOQUIA y el Ministerio de Ambiente, Vivienda
y Desarrollo Territorial.
Desde su comienzo en el 2002, Ecoregión decidió
constituirse como una red de comercialización para la
conectividad regional, promoviendo la cadena de reciclaje
para los municipios del Suroeste. Con algo tan sencillo
como asociarse, se eliminan intermediarios, se disminuyen
costos de transporte y se les mejora las condiciones de
trabajo a los recicladores, quienes a su vez son los que
hacen que el modelo sea sostenible en el tiempo.
Así, lo que comienza en conciencia ambiental se convierte
en un negocio que favorece a todos, porque los residuos
dejan de contaminar y mejoran las condiciones de vida
de quienes los recogen, separan y comercializan. Ahora,
Ecoregión quiere cautivar a las personas que informalmente
cumplen esta labor para optimizarla.
Carolina Piza, integrante del Grupo de Residuos Sólidos,
dice que esta iniciativa es atractiva “porque piensa en el
factor humano”. De acuerdo con la ingeniera sanitaria,
actualmente Ecoregión espera concretar una alianza con
la Fundación Grupo Familia que apoye la labor social
de la red, para que se consolide lo que hasta ahora se
ha conseguido: extender las capacitaciones a los grupos
familiares y estimular a la comunidad en el uso de residuos
sólidos como materia prima de diversas creaciones
artesanales.
Con este trabajo, entonces, se busca compensar con
condiciones dignas de trabajo a esas personas que,
quizás sin saberlo, contribuyen a la conservación de los
ecosistemas y mejoran nuestra calidad de vida cada vez
que rescatan bolsas, botellas y cartones para devolverlos al
sistema productivo.
Bolombolo, donde se encuentra el centro de acopio, está
ubicado a orillas del río Cauca y su economía está basada en la
agricultura, la ganadería y el turismo.
En toda la región del
Suroeste antioqueño se
generan mensualmente
2.179 toneladas de residuos
sólidos, de las cuales se
comercializan 117 por mes.
Nº 32 · Diciembre de 2009
11
Mira el árbol
que crece
La fenología es una ciencia que se convierte en arte cuando se
descubre que la capacidad de observar la naturaleza contribuye al
manejo de la flora y a la preservación de especies en vía de extinción.
Por Perla Toro
Asesoría: Juan Lázaro Toro, [email protected]
U
na brigada de cuatro auxiliares técnicos se prepara
cada mes para realizar una labor especial y poco
conocida: conquistar las alturas de los árboles. La tarea
no es sencilla. Equipados con un arnés, cuerdas, un
casco y unas cuantas hojas de papel repletas de cuadros
que parecieran incompresibles, se dirigen hacia una
fracción de tierra en la que tienen identificados ciertos
“individuos”, nombre que utilizan para referirse a los
árboles. Estando allí, inician un proceso de escalado en
el que es importante tener los sentidos despiertos para
poder registrar detalle a detalle las características del
tronco, las ramas, los frutos y las flores de las especies.
Pero, ¿qué es entonces la fenología? Martha dice que es la
ciencia que estudia el comportamiento de los seres vivos
a lo largo del tiempo. “Nosotros estamos concentrados
en la fenología de árboles. Seleccionamos los individuos
que queremos preservar en el campo, y luego los
auxiliares empiezan a ir cada mes para observar el brote
y la caída de las hojas; las flores que están en botón y las
que están abiertas; y los frutos verdes y maduros”, dice.
Esta observación se realiza con base en la metodología
Fournier.
Los auxiliares saben que para conquistar las alturas, los
árboles deben de estar sanos, pues un árbol enfermo no
Ellos, junto con la ingeniera forestal Martha Ligia puede ingresar a las listas de estudio, ya que de ellos
Gómez Restrepo, hacen parte del equipo de trabajo se recogerán las semillas y los frutos maduros que
de la línea Conservación y manejo in situ y ex situ de serán llevados a la Estación de Biodiversidad que tiene
especies forestales nativas de importancia económica CORANTIOQUIA en la vereda Piedras Blancas. “Allá
y ecológica. A través de su labor, CORANTIOQUIA hacemos varias pruebas para determinar el peso, el
recopila progresivamente información sobre los contenido de humedad y la pureza de las semillas. Luego
eventos reproductivos de las especies, lo que se hacemos pruebas de germinación y de almacenamiento. La
conoce como fenología y esos cuadros que antes conservación es parte del proceso final”, cuenta Martha.
parecían incomprensibles toman forma en sus manos
y se convierten en el primer eslabón de una cadena de Además de su aplicación en la conservación de individuos,
Conservación y manejo sostenible del bosque, la flora y la fenología también es considerada importante, porque
con la información que se recolecta del estudio de la
la fauna.
planta pueden levantarse planes de manejo para las
La línea de conservación de especies forestales existe especies. De igual modo, estos estudios pueden asociarse
desde hace diez años en CORANTIOQUIA, por eso la al comportamiento de los animales que viven de lo que
entidad es considerada líder en estos estudios dentro del producen los árboles, así como determinar los calendarios
territorio nacional. Así mismo, Colombia es uno de los de recolección de frutos y semillas, lo que es fundamental
países de América Latina que mayor énfasis de trabajo cuando se tiene en cuenta que esta observación ayuda
ha puesto en la fenología de especies forestales nativas. a la preservación de las especies en tiempos en que la
La fenología utiliza conocimientos de la fisiología, la ecología
y la climatología, y tiene aplicaciones en agricultura,
ganadería, silvicultura y conservación de la naturaleza.
reproducción de los árboles se está viendo afectada por
fenómenos como el cambio climático.
La ingeniera forestal comenta que el aumento de la
temperatura y de las lluvias ha afectado el crecimiento
de las especies arbóreas. “Por ejemplo, en algunos
individuos se han encontrado cambios en la época y
frecuencia de floración y fructificación con respecto a lo
reportado en años anteriores”.
Los estudios fenológicos, cuya historia data del siglo XVIII,
se están enfrentando a varios problemas. Actualmente,
CORANTIOQUIA centra su trabajo en especies que son
maderables y que están siendo taladas con frecuencia, para
así evitar su arrasamiento del planeta.
Las plántulas obtenidas de las especies que son
preservadas por este grupo de expedicionarios son
entregadas luego de su estudio a colegios y a entidades
tanto oficiales como no gubernamentales, para que sean
ejemplo y motivo de conciencia ambiental.
En la actualidad, CORANTIOQUA prepara el lanzamiento de un libro que recoge la fenlogía de 50 especies forestales
distribuidas en diferentes zonas de vida, y que se constituirá como una importante guía de trabajo en este campo.
Hoy, como uno de los resultados de este trabajo, está en
proceso la publicación de un libro en el cual se resume la
fenología de cincuenta especies estudiadas, todo con el
objetivo de integrar la investigación con la preservación,
mirando siempre hacia un futuro donde sea posible soñar
con las alturas de los árboles.
12
un mundo de vida
¿En dónde estamos parados? En el suelo, una de las capitas que tiene la Tierra.
Hace muchos siglos dijeron que su forma era redonda; estamos de pie en una
bolita, y gracias a la fuerza de gravedad no nos caemos.
El suelo es una delgada capa que nos da la comida, tiene todos los nutrientes y
componentes para hacer que allí sucedan procesos químicos y físicos ayudados
por la luz y el agua. De ahí nacen frutos, vegetales, flores... Los organismos que
habitan el suelo son los responsables de enriquecerlo.
Este mundo está poblado de numerosos animalitos, arenas, arcillas, minerales,
rocas y piedras de diferentes calidades y formas… infinidad de pequeñas y
grandes cosas que hacen de este mundo subterráneo un universo.
Quitar un pedazo de suelo es entonces modificar todo un ecosistema. Cuando
le quitamos esta capa a la Tierra, ella se puede demorar muchos años en
recuperarse.
¿Has puesto tu oído en el suelo y lo has escuchado? ¿Has visto sus texturas?
Los laberintos de las hormigas
Necesitas:
1
32
4
5
6
Pasos:
En el frasco de vidrio limpio y seco, echa la tierra sin llenarlo.
• Un frasco de vidrio
• Un pedazo de tela oscura
• Un pedazo de cabuya
• Un poco de tierra
• Medio vaso de agua
• Azúcar
• Trocitos de frutas y hojas
• Cuatro o cinco hormigas vivas
Coge las hormigas con mucho cuidado y mételas en el frasco.
Mezcla los trocitos de frutos y las hojas con la tierra.
Mezcla el agua con el azúcar y después rocía la tierra con ella
(sin inundarla).
Tapa el frasco con la tela oscura, para que te quede bien cerrado,
y hazle un nudito con la cabuya.
Observa detalladamente todo lo que empieza a suceder.
n hacer su
Las hormigas con suficiente oscuridad empieza
su casa; en
trabajo, cuidadosamente se mueven y construyen
ueño ejemplo
el hormiguero forman caminos. Este es un peq
.
de todo lo que está pasando debajo de tus pies
Carta a la tierra
Ya sabes entonces lo importante que es el suelo para nuestras vidas,
por eso escríbele una carta agradeciéndole todo lo que ella hace por ti.
:
n
ó
i
c
n
Ate
a
ada ldebes
b
a
c
A ción,
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m
r
r
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l
,
devoaturaleza su vida
la n ntinúen biente
co un am .
en natural
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