Diario La Ley, núm. 8633, Sección Documento on-line

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El maltrato psicológico como causa de revocación de la donación
Luz M. MARTÍNEZ VELENCOSO
Universidad de Valencia
Diario La Ley, Nº 8633, Sección Documento on-line, 27 de Octubre de 2015, Editorial LA LEY
LA LEY 6565/2015
I. ANTECEDENTES DE HECHO Y DOCTRINA JURISPRUDENCIAL.
En este caso, la demanda que fue interpuesta por los progenitores tenía por objeto la revocación de
unas donaciones que en el año 2005 habían realizado a favor de su hija, teniendo en cuenta el
comportamiento que la misma había tenido hacia ellos a partir del año 2008, teniendo para con
ellos un trato despectivo y humillante, incluyendo una bofetada e insultos graves.
El Juzgado de Primera instancia estimó la citada pretensión. Interpuesto recurso de apelación, la
Audiencia Provincial entendió que la conducta de la hija no podía encuadrarse dentro de las causas
de revocación de la donación. Contra dicha sentencia fue interpuesto recurso de casación, que fue
estimado, ordenándose en consecuencia, la casación de la sentencia. El Alto Tribunal reitera su
doctrina en relación a la interpretación flexible del art. 648.1 CC, pudiendo considerarse como causa
de revocación la existencia de una conducta del donatario socialmente reprobable aunque no sean
como tales, constitutivos de delito.
La doctrina jurisprudencial se contiene en el Fundamento Jurídico 3.º de la sentencia:
«3. De acuerdo con la reciente doctrina jurisprudencial de esta Sala, SSTS de 3 de junio de 2014
(núm. 258/2014) y de 30 de enero de 2015 (núm. 59/2015) la interpretación del sistemática del
art. 648.1 del Código Civil, en cuanto al maltrato de obra o psicológico se refiere, debe realizarse
conforme a las siguientes directrices o criterios de interpretación. En primer lugar, y en orden a la
caracterización de la figura, debe precisarse que aunque las causas de revocación de la donación
sean únicamente las que expresamente contempla la norma (art. 648 del Código Civil), y ello
suponga su enumeración taxativa, sin posibilidad de aplicación analógica, ni de interpretación
extensiva; no obstante, esto no significa que los elementos conceptuales contemplados por la
norma, deban ser, asimismo, objeto de interpretación rígida o sumamente restrictiva.
En segundo lugar, y en la línea de lo anteriormente expuesto, debe señalarse que la doctrina
jurisprudencial de esta Sala a propósito del contenido y alcance del art. 648.1 del Código Civil, entre
otras, STS de 18 de diciembre de 2012 (núm. 747/2012), ya ha destacado la interpretación
flexible que cabe realizar de este precepto tanto respecto a la falta de precisión técnica con la que
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se refiere al concepto de delito y a los concretos derechos o bienes protegidos ("persona, honra y
otros bienes"), por lo que el precepto debe interpretarse, en sentido laxo, con relación a todo
posible delito por el que pudiera resultar ofendido el donante en su gratitud, como a la
innecesariedad que, a tales efectos, se haya producido previamente una sentencia penal
condenatoria, ni tan siquiera que el procedimiento penal se haya iniciado; bastando la existencia de
una conducta del donatario socialmente reprobable, que revistiendo caracteres delictivos, aunque
no estén formalmente declarados como tales, resulte ofensiva para el donante.
Por último, y en tercer lugar, debe concluirse que, de acuerdo con los criterios interpretativos de la
realidad social del momento de aplicación de la norma y su propia finalidad, el maltrato de obra o
psicológico realizado por el donatario debe quedar reflejado como un hecho integrado en la causa de
ingratitud del art. 648.1 CC.
En efecto, en el marco interpretativo expuesto, no cabe duda de que en la actualidad el maltrato de
obra o psicológico del donatario, como conducta socialmente reprobable, reviste o proyecta
caracteres delictivos que resultan necesariamente ofensivos para el donante. Del mismo modo que
su comisión atenta a los más elementales deberes de consideración y gratitud hacia el donante,
dotando de fundamento a la revocación de la donación por ingratitud como sanción impuesta a los
donatarios que infringen dicho deber básico de consideración hacia el donante.
4. En el presente caso, conforme a la prueba practicada, debe considerarse plenamente acreditado
el maltrato, en toda su extensión, de la donataria respecto a los donantes, agravado por su relación
filial y exteriorizado en diversos episodios de trato despectivo y humillante que culminaron en una
bofetada a su padre y en insultos e injurias graves a su madre».
Esta sentencia hay que ponerla en conexión con otras que tratan de adaptar la aplicación de las
normas a la nueva realidad sociológica, en relación con los nuevos retos que para el Derecho
plantea el envejecimiento de la población, y la necesidad de dar respuesta a los problemas que se
plantean a las personas mayores en sus relaciones familiares.
II. EL MALTRATO PSICOLÓGICO COMO CAUSA DE DESHEREDACIÓN EN LA JURISPRUDENCIA
DEL TRIBUNAL SUPREMO
En la Sentencia, Sala 1.ª, 3 de junio de 2014 (Ponente: Francisco Javier Orduña Moreno) el
Supremo vino ya a flexibilizar el tenor de otra norma, en este caso el art. 853.2 CC para
que el maltrato psicológico pudiese considerarse una causa de desheredación, pese a la
jurisprudencial anterior según la cual las causas de desheredación debían ser objeto
interpretación restrictiva.
Tribunal
permitir
doctrina
de una
A juicio del TS en la sentencia citada, el que las causas de desheredación sean tasadas y no
susceptibles de aplicación analógica «no significa que la interpretación o valoración de la concreta
causa, previamente admitida por la ley, deba ser expresada con un criterio rígido o sumamente
restrictivo». De manera que las causas de desheredación «deben ser objeto de una interpretación
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flexible conforme a la realidad social, al signo cultural y a los valores del momento en que se
producen».
En este caso concreto «los hijos, aquí recurrentes, incurrieron en un maltrato psíquico y reiterado
contra su padre del todo incompatible con los deberes elementales de respeto y consideración que
se derivan de la relación jurídica de filiación, con una conducta de menosprecio y de abandono
familiar que quedó evidenciada en los últimos siete años de vida del causante en donde, ya enfermo,
quedó bajo el amparo de su hermana, sin que sus hijos se interesaran por él o tuvieran contacto
alguno; situación que cambió, tras su muerte, a los solos efectos de demandar sus derechos
hereditarios».
No hemos de confundir en este sentido el maltrato psicológico con la ausencia de afecto, puesto
que se debe poner el acento en la situación objetiva que viene representada por la falta de atención
del hijo que provoca que el progenitor viva precariamente. El maltrato de obra, pues, no debería
entenderse exclusivamente como un acto de violencia física contra el testador. Esta interpretación
fue seguida por la doctrina teniendo en cuenta los antecedentes históricos de la norma, en concreto
Las Partidas (Ley VI, Título VIII, Partida VI): «quando el fijo, a sabiendas, e sañudamente, mete
manos y radas en su padre, para ferirle o prenderle». GARCÍA GOYENA al glosar el art. 672.2 del
Proyecto de 1851 (causa de desheredación por haber maltratado o injuriado gravemente» habla de
«injurias de hecho».
La STS, Sala 1.ª, 30 de enero de 2015 se pronuncia en la misma línea argumentativa de la
Sentencia 3 de junio de 2014 sosteniendo que «los malos tratos o injurias graves de palabra como
causas justificadas de desheredación… que, de acuerdo con su naturaleza, deben ser objeto de una
interpretación flexible conforme a la realidad social, al signo cultural y a los valores del momento en
que se produce». El Tribunal Supremo califica en este caso como maltrato psicológico «el estado de
zozobra y afectación profunda que acompañó los últimos años de vida de la causante, tras la
maquinación dolosa de su hijo para forzarla, a finales del año 2003, a otorgar donaciones en favor
suyo, y de sus hijos, que representaban la práctica totalidad de su patrimonio personal».
III. EL MALTRATO PSICOLÓGICO REALIZADO POR EL DONATARIO COMO UN HECHO
INTEGRADO EN LA CAUSA DE INGRATITUD DEL ARTÍCULO 648.1 DEL CÓDIGO CIVIL.
De acuerdo con el art. 648 del Código Civil: «También podrá ser revocada la donación, a instancia
del donante, por causa de ingratitud en los casos siguientes:
1. Si el donatario cometiere algún delito contra la persona, el honor o los bienes del donante».
En la doctrina se ha interpretado este precepto de distintas formas, desde una interpretación más
estricta según la cual delito debía entenderse según la conceptuación de tal en el Código Penal, hasta
otra postura más razonable, a mi juicio, desligando a la ingratitud de conceptos penales. De acuerdo
con esta segunda interpretación, no sólo constituirían ingratitud conductas castigadas en el Código
Penal, sino todo comportamiento ilícito doloso de cierta trascendencia contra la persona, honor o
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bienes del donante, socialmente condenable (DÍAZ-ALABART, Comentario del Código Civil, PAZARES, R. BERCOVITZ, DÍEZ-PICAZO, SALVADOR CODERCH, ed. T. I, Ministerio de Justicia, 1993,
pág. 1644).
En la jurisprudencia ya la STS 23 de octubre de 1983 había sostenido esta interpretación amplia del
precepto a pesar de la expresión literal «delito» que utiliza el art. 648.1.º CC. De este modo, se vino
a admitir la revocación de la donación hecha por los padres a la hija por la agresión que sufre uno de
ellos. El TS señala que la revocación por ingratitud actúa no sólo cuando hay delito declarado, y
frente al sujeto pasivo del mismo. Acción delictiva en este sentido sería equivalente a conducta
socialmente reprobable o condenable. En este mismo sentido se pronuncia la posterior STS 19 de
noviembre de 1987.
Resulta reseñable asimismo la STS 27 de febrero de 1995, según la cual: «el núm. 1.º del art. 648
del Código Civil se refiere como causa de revocación de donaciones al hecho "de cometer el
donatario algún delito contra las personas, la honra o los bienes del donante", expresiones que por
su literalidad no hay que encajar en títulos concretos del Código Penal; de ahí que la norma haya de
interpretarse, como hace la doctrina científica y la jurisprudencia ( sentencias del Tribunal Supremo
de 23 de octubre de 1983 y 19 de noviembre de 1987, por todas) en el sentido de que no es
preciso para que se produzca el efecto revocatorio que se trate de uno de los delitos catalogados
en el Código Penal contra las personas, la honestidad o la propiedad, sino que el precepto se refiere
a todos aquellos por los cuales resulte ofendido el donante que revelen ingratitud».
O también la STS 5 de diciembre de 2006 que preceptúa que en el art. 648.1 CC debe considerarse
por delito la «conducta socialmente reprobable pero con base en acciones que puedan ser delictivas
aunque no formalmente declaradas tales».
El fundamento de la revocación en este caso de ingratitud del donatario es similar al de la
desheredación del legitimario. A saber, no resulta razonable obligar a un progenitor a favorecer
patrimonialmente a un hijo que por su conducta reprobable, no es merecedor de tal beneficio. En el
caso de la desheredación la ley dispensa al testador de seguir vinculado por los deberes de
asistencia y afecto hacia el legitimario en los que se funda la legítima una vez demostrada la
existencia de una causa grave y legalmente reconocida. El fundamento de la desheredación es,
pues, similar al de la revocación de donaciones por ingratitud. Aunque en el caso de la donación se
trata de un acto que ya está consumado y que se puede revocar. Por otro lado, resultaría más
grave mantener la obligación del progenitor para con el hijo de dejarle en testamento la legítima,
cuando ese hijo haya estado incurso en una causa de ingratitud.
IV. EL MALTRATO PSICOLÓGICO A LOS PROGENITORES COMO POSIBLE CAUSA DE
INDIGNIDAD PARA SUCEDER
Podríamos plantearnos si lo anteriormente expuesto sería asimismo trasladable a la indignidad para
suceder. Ingratitud, indignidad y desheredación son figuras distintas que coinciden en algunos
aspectos. Todas ellas vienen referidas a atribuciones a título gratuito. La ingratitud se produce
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después de realizarse la donación. La indignidad puede ser anterior o posterior a la recepción del
legado o de la herencia voluntaria. La desheredación se debe a causas anteriores a la atribución
patrimonial mortis causa que impide que se adquiera la legítima por las conductas ofensivas contra
el testador. En todas ellas quien realiza la ofensa está vulnerando el deber de gratitud que tiene
hacia quien realiza la liberalidad, quedando aquél obligado a no ofenderle.
La indignidad consiste en una conducta ofensiva por parte del posible heredero o legatario del
ofendido. A diferencia de la ingratitud del donatario y de la desheredación, donde es el propio
transmitente o causante ofendido quien actúa para privar de la atribución económica al ofensor, en
el caso de la indignidad son los demás herederos, una vez abierta la sucesión quienes pueden
ejercitar la acción para declarar la incapacidad.
El art. 756 CC claramente califica de «incapaces para suceder» a los que se encuentran en alguno
de los siete supuestos que desarrolla. Estos supuestos son los siguientes: 1.º Los padres que
abandonaren, prostituyeren o corrompieren a sus hijos. 2.º El condenado en juicio por haber
atentado contra la vida del testador, de su cónyuge, descendientes o ascendientes. Si el ofensor
fuere heredero forzoso, perderá su derecho a la legítima. 3.º El que hubiese acusado al testador de
delito al que la ley señale pena no inferior a la del presidio o prisión mayor, cuando la acusación sea
declarada calumniosa. 4.º El heredero mayor de edad que, sabedor de la muerte violenta del
testador, no la hubiese denunciado dentro de un mes a la justicia, cuando ésta no hubiera procedido
ya de oficio. Cesará esta prohibición en los casos en que, según la ley, no hay la obligación de
acusar. 5.º El que, con amenaza, fraude o violencia, obligare al testador a hacer testamento o a
cambiarlo. 6.º El que por iguales medios impidiere a otro hacer testamento, o revocar el que tuviese
hecho, o suplantare, ocultare o alterare otro posterior. 7.º (Introducido por Ley 41/2003 de 18 de
noviembre) Tratándose de la sucesión de una persona con discapacidad, las personas con derecho a
la herencia que no le hubieren prestado alimentos.
Aplicándose la doctrina jurisprudencial antes analizada a este supuesto, podríamos entender que los
supuestos de incapacidad para suceder no necesariamente deberían ser numerus clausus, pudiendo
quedar comprendido también el maltrato psicológico de los hijos hacia los progenitores.
Por lo tanto, aplicando la citada doctrina podría considerarse que serían indignos para suceder los
herederos que hubiesen cometido contra el causante actos calificados como reprochables. En estas
conductas quedarían incluidas no sólo casos de maltrato físico y/o psíquico de la persona, sino
también todo cualquier tipo de situación de desamparo, provocada por la falta de atención a sus
necesidades.
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