Redalyc. Los talk shows: fascinación o rechazo. Revista

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Revista Latinoamericana de Comunicación CHASQUI
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
[email protected]
ISSN (Versión impresa): 1390-1079
ECUADOR
2001
Jorge Acevedo Rojas
LOS TALK SHOWS: FASCINACIÓN O RECHAZO
Revista Latinoamericana de Comunicación CHASQUI, septiembre, número 075
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
Quito, Ecuador
REVISTA LATINOAMERICANA DE COMUNICACIÓN CHASQUI
Los Talk Shows: fascinación o rechazo
Jorge Acevedo Rojas
Peruano, comunicador social y educar. Docente universitario
Correo-e: <[email protected]>
Infidelidades, odio, violencia, alcoholismo, mentiras y traiciones, entre otras debilidades
humanas, han pasado a formar parte de las programaciones de televisión en América Latina en
la década del 90 a través de programas talk show. Las intimidades y confesiones de personas,
generalmente provenientes de sectores socioeconómicos bajos, exhibidas públicamente a través
de la televisión, captan la atención de millones de televidentes en diversos países de la región y
en la población latina de los Estados Unidos.
¿Por qué la exhibición pública de la vida íntima, enredada y turbulenta, de algunas
personas, puede generar la atención de millones de televidentes? ¿Qué hay detrás de la
producción y emisión de los talk shows? ¿Qué origina que algunos de estos programas cometan
excesos y degraden la dignidad de las personas? ¿Por qué este género de producción puede
resultar atractivo e interesante para muchos y repulsivo para otros? Muchas interrogantes han
surgido en los últimos años respecto a estos programas, en el mundo académico, entre los
críticos de televisión, en instituciones y autoridades gubernamentales, así como en el propio
público televidente. Incluso, en más de un país de América Latina, se han entablado demandas
para suspender las emisiones de algunos talk shows.
Un aspecto importante en el conjunto de cambios, experimentados en el campo de la
producción televisiva en las dos últimas décadas, ha sido la incorporación del público en los
programas de las diferentes cadenas de televisión en el mundo. La relación de proximidad entre
la televisión, representada por los conductores y los televidentes, se ha ido estrechando y ha
generado importantes beneficios económicos, vía publicidad, para las cadenas y estaciones de
TV, pero también utilidades simbólicas y materiales para el público.
En este marco de mayor acercamiento entre la televisión y diversos sectores de la
audiencia, la vida privada de las personas ha pasado a formar parte de las pantallas de
televisión, a través de los programas denominados talk shows. En estos programas hay un
contacto inmediato entre el conductor y representantes del público, anteriormente ausente de la
pantalla, en el contexto de situaciones, se supone reales y verificadas mediante procesos de
investigación, de la vida cotidiana que en otros tiempos eran mantenidas en reserva.
Los diálogos y las situaciones, algunas veces violentas, hilarantes, enternecedoras o en
extremo irritantes que se registran en estos programas, son apreciadas no sólo a través de las
pantallas. También en los estudios de televisión hay presencia de público. Decenas de personas
participan en las grabaciones de los programas, observan e interpelan a cada uno de los
protagonistas de la historia puesta en escena. Así, quienes tienen bajo su responsabilidad la
conducción de estos programas se sienten respaldados en sus comentarios y sentencias respecto
a los invitados, tienen carta abierta no sólo para exhibir y desmenuzar parte de sus vidas, sino
también para juzgarlas.
Las cadenas hispanas de televisión con sede en los Estados Unidos y las estaciones de
TV en América Latina ofrecen diversos programas del género talk show, cada uno con sus
respectivas particularidades, dependiendo del contexto político, económico y cultural en el que
se ubican. Las diferencias provienen también de las características y objetivos de los productores
y de la personalidad y el estilo de los conductores o conductoras. A continuación presentamos
algunas reflexiones sobre tres programas del género talk show, bastante conocidos entre el
público latinoamericano: El Show de Cristina, Laura en América y Padre Alberto.
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LATINA/ QUITO, ECUADOR/ ISSN 1390- 1079
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Cristina Saralegui y los inicios del Talk Show latinoamericano
Periodista del mundo del espectáculo y el jet set, Cristina Saralegui ha sabido construir,
con mucho esfuerzo una carrera exitosa en el mundo de la televisión dirigida al público de origen
latinoamericano en los Estados Unidos, y en los diversos países de América Latina, a través de la
cadena Univisión.
Cristina es la iniciadora de los talk shows con tinte latinoamericano. Las historias
presentadas en sus programas, los protagonistas, sus problemas y los modos de resolverlos han
tenido un ineludible sello latino, hecho que le ha valido encabezar durante años los primeros
lugares de audiencia, entre las cadenas de televisión hispana de los Estados Unidos y en los
países de América Latina en los que se transmite el programa.
En la ruta trazada por Oprah Winfrey y Geraldo, pero con un inconfundible sello
latinoamericano, el Show de Cristina logró captar la atención de cientos de miles de televidentes,
miembros de la comunidad hispana en los Estados Unidos, migrantes e hijos de migrantes,
salidos de sus países por razones políticas o en busca de las oportunidades laborales que nunca
encontraron en sus países de origen.
Las razones del éxito de Cristina podrían explicarse, en buena parte, por la necesidad de
la población hispana de verse reflejada en las pantallas de televisión, de ver expresados sus
problemas cotidianos, sus diferentes maneras de sentir y pensar, en el contexto de un país que,
sin embargo, les es cada vez menos extraño. Es que los “gringos” no sienten como los
latinoamericanos, en especial como los caribeños. Muchos de los latinos seguimos siendo
machistas, románticos, bullangueros, llevamos vidas desarregladas, tenemos la sangre caliente
y tal vez sentimos menos vergüenza de relatar nuestros problemas en público, frente a cámaras,
ante la mirada de miles de televidentes. Además, los latinos solemos tener problemas
económicos mucho más graves y no nos cae nada mal un incentivo económico por participar en
programas de televisión.
Al mismo tiempo, hay una mezcla de curiosidad y deseo morboso por enterarse de los
problemas ajenos, problemas que muchas veces se parecen a los nuestros. ¿Quién no se ha
detenido a escuchar las discusiones de los vecinos o ha recreado escenas de La ventana
indiscreta desde su propia casa o apartamento? Y, por qué no, queremos que alguien como
Cristina, una latinoamericana exitosa, enérgica y de buen decir, nos ponga en vereda, es decir,
encarrile nuestras vidas.
El hambre y la necesidad se juntan, es algo que saben muy bien la cadena Univisión y
Cristina.
Con estos ingredientes, el éxito de un talk show, con
inconfundible sello
latinoamericano está asegurado. El problema es que las historias y los protagonistas dispuestos
a ir a la televisión pueden ser cada vez menos y, de manera inversamente proporcional, puede
aumentar la demanda del público por apreciar vidas y personas cada vez más complicadas, en
enredos cargados de pasión, violencia y vicios de diversa índole. Y si a todo ello sumamos la
aparición de programas del mismo género, para público de habla hispana en diferentes países de
América Latina, es indudable que el Show de Cristina ha tenido que realizar grandes esfuerzos
por mantenerse en los primeros lugares de las preferencias.
Estos esfuerzos, sin embargo, se habrían traducido en un acrecentamiento del
espectáculo durante el desarrollo de sus programas y, según algunas versiones periodísticas, en
el falseo de historias y la contratación de actores.
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Televisión basura (o Laura en América) al servicio del poder
La segunda semana del mes de julio se difundió en Lima un vladivideo en el que se
mostró una conversación entre Vladimiro Montesinos, hoy en día recluido en una prisión militar,
y el propietario de América Televisión, José Francisco Crousillat. En la reunión se dialogó sobre
los contenidos y algunos aspectos de la producción de programas especiales que la conductora,
estrella de dicho canal, Laura Bozzo, debía grabar como parte del apoyo de América Televisión a
la segunda reelección del ingeniero Alberto Fujimori.
No era la primera vez que Montesinos conversaba con mucha familiaridad con
propietarios de canales de televisión sobre Laura Bozzo. En realidad, entre los años 1998 y
2000, en virtud a un arreglo económico, bastante ventajoso para América Televisión, una parte
significativa de los libretos de Laura en América se diseñaban en las oficinas de Vladimiro
Montesinos. Hay entonces un componente político muy particular que diferencia a Laura en
América de otros programas del mismo género.
Abogada de profesión, Laura Bozzo ha conducido el programa top del rating en el Perú y
uno de los talk shows más sintonizados en diversos países de América Latina. En estos años,
Bozzo no sólo ha logrado éxitos económicos y conseguido encumbrarse como conductora estrella
en el género, sino que también ha sido objeto de duras críticas, debido a los excesos cometidos
repetidamente en sus programas, a la puesta en duda de la veracidad de las historias y los
protagonistas presentados, y a su apoyo expreso al régimen autoritario del ex presidente Alberto
Fujimori.
En los inicios del año 2000, cuando el entonces candidato del Partido Perú Posible,
Alejandro Toledo, se acercaba en las encuestas al ingeniero Fujimori, Laura Bozzo presentó en
su programa a la niña Zaraí, supuesta hija del actual presidente del Perú. El tema del programa
era “Padres que abandonan a sus hijos”.
La doctora Bozzo, así llamamos a los abogados en el Perú, degeneró el género, de
diferentes maneras y por diversas razones. ¿Qué haría usted por dinero? Fue el tema de uno de
sus programas. Entonces, personas que viven con menos de un dólar al día estaban dispuestas a
todo. Pero Laura en América, por dinero y poder, seguramente estaría dispuesta a mucho más.
Investigaciones periodísticas han revelado que algunos casos presentados en el
programa Laura en América eran falsos y que las personas encargadas de ofrecer los
testimonios habían recibido un incentivo económico a cambio.
¿Es posible explicar los altos índices de audiencia de Laura en América sólo por los
excesos presentados en pantalla y el morbo exacerbado de miles de televidentes, principalmente
de sectores socioeconómicos bajos? Consideramos que no. La doctora Bozzo creó una fundación
de ayuda social para canalizar donativos a gente necesitada, asesorar jurídicamente a mujeres
maltratadas por sus maridos y, en ciertos casos, facilitar una rápida y oportuna atención de
autoridades e instituciones estatales, entonces bajo el control del gobierno de Fujimori, a
personas en situaciones precarias. Evidentemente los resultados de esta ayuda social no se
cuestionan, las objeciones tienen que ver fundamentalmente con el contexto y la intencionalidad
subalterna de estas actividades.
Como ha señalado el crítico de televisión Fernando Vivas, programas como el de Laura
Bozzo han contribuido a instalar en la televisión peruana un discurso demagógico y regalón,
ofreciendo dádivas además de entretenimiento. Hoy en día, conocidos los vínculos entre América
Televisión y el poder cívico militar (mafioso) que gobernó el Perú durante la década del 90, es
posible identificar con mayor claridad la relación de simbiosis entre el discurso populista de
Laura en América y el régimen fujimorista, entre los “éxitos” y “primicias” del programa y la
consolidación de un sistema autoritario.
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El Padre Alberto: “Venid a mí dice el Señor y yo os aliviaré”
A pesar de su insistencia en señalar que los sermones y las confesiones se producen en
las iglesias, es imposible desligar al sacerdote cubano Alberto Cutie de su misión de “pescador
de hombres”. Con un carisma singular, el padre Alberto ha logrado niveles de audiencia
significativos en su programa transmitido por la cadena Telemundo.
A diferencia de los programas de Cristina Saralegui y Laura Bozzo, los invitados del
sacerdote no siempre provienen de sectores socioeconómicos bajos. Tampoco hay violencia
física en el set, aunque los problemas son tan diversos y complejos como los que se presentan
en los espacios referidos. En el Padre Alberto también se habla de infidelidades, drogas,
violencia y homosexualidad.
Además, Padre Alberto cuenta con la asistencia de especialistas para analizar los casos
presentados y tener opiniones profesionales que puedan contribuir a “cambiar la vida” de los
invitados.
Hay mucho menos espectáculo en Padre Alberto. El conductor es un consejero, también
juzga y cuestiona a sus invitados, pero con menos dureza que Cristina Saralegui y Laura Bozzo.
Alberto Cutie es, que duda cabe, protagonista, pero no hace denodados esfuerzos para serlo.
Cabe anotar que no se han tejido especulaciones sobre la veracidad de los casos presentados,
como sí ha ocurrido con el Show de Cristina y Laura en América.
Se trata de un programa que puede ser visto por la familia: papá, mamá, los abuelos y,
en menor grado, por los hijos. Aunque no se tienen muchos datos sobre la composición del
público seguidor del padre Alberto, en los diversos países de América Latina en los que se
transmite el programa, es muy probable que a diferencia de los talk shows aludidos, capte la
atención de una cantidad mayor de público de sectores socioeconómicos medios y altos.
¿Es el programa del padre Alberto un talk show ideal? Seguramente no. Para empezar,
tiene poco más de un tercio de la audiencia que mantiene el programa de Cristina Saralegui.
Además, intencionalmente o no, se percibe un aire religioso, un ingrediente de homilía y
conversión, para algunos poco recomendable en una cadena de televisión laica como
Telemundo. Sin embargo, Padre Alberto, como otros talk shows producidos en América Latina,
ha confirmado que no hay género o formato perverso por naturaleza, sino que son las cadenas
de televisión, los conductores y la propia sociedad quienes les imprimen un sello particular, por
diversas razones, algunas de las cuales han sido revisadas en el presente artículo.
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LAURA, UN CASTIGO A LA BASURA
Tras la emisión de seis programas en el mes de abril, Laura en América fue retirada de la
televisión chilena por disposición del Consejo Nacional de Televisión de Chile. El organismo
estatal considera que los participantes de los programas “son afectados en su dignidad por la vía
de la humillación y la denigración, en situaciones relacionadas con su vida íntima”.
Afortunadamente, en algunos países de la región hay instituciones que pueden intervenir, no
para restringir la libertad de expresión, sino para evitar que la población consuma televisión
basura.
A fines de julio, por decisión propia América Televisión decidió cancelar el polémico
programa y suspender las grabaciones que realizaba en su principal estudio de televisión como
parte de un acuerdo comercial con la cadena Telemundo. Las protestas de la conductora contra
la estación peruana no se hicieron esperar, anunciando que pronto revelaría aspectos poco
conocidos del canal de la familia Crousillat.
Semanas antes, en declaraciones a medios de comunicación del Perú, Laura Bozzo
sostuvo que su programa ocupaba el primer lugar del rating en la comunidad latina de los
Estados Unidos. Sin embargo, la medición de la compañía AC Nielsen correspondiente al 2 de
julio, en horario vespertino, le daba 11 puntos al Show de Cristina, estrella de Univisión, en
tanto que Laura en América de la cadena Telemundo obtuvo sólo 7.9 puntos. La ventaja para el
programa de Cristina Saralegui aumentó en horario nocturno, su programa llegó a 22 puntos
mientras que el talk show de la Bozzo obtuvo sólo 4.4.
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