Reinos de Asturias, León, Castilla, Navarra, Aragón y España

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Reyes y Reinas de los Reinos de Asturias, León, Castilla, Navarra, Aragón y España
ASTURIAS
Pelayo (fallecido en el 737), caudillo astur, fundador del reino de Asturias (718-737), derrotó a los
musulmanes en la batalla de Covadonga (722). Según las crónicas cristianas del reinado de Alfonso III,
Pelayo era un noble visigodo que se refugió en las montañas del norte tras la llegada de los musulmanes a
la penÃ−nsula Ibérica. Las mismas fuentes señalan que los jefes de los astures, reunidos en una asamblea,
le eligieron prÃ−ncipe (718), y que pocos años después acaudilló una sublevación contra los islamitas.
La victoria de Covadonga fue decisiva en el surgimiento del núcleo astur (asturiano) y en el afianzamiento
del caudillaje de Pelayo. Poco más se sabe de él, excepto que fue sucedido por su hijo Favila (737-739) y,
más tarde, por Alfonso I, casado con su hija Ermesinda, e hijo del duque de Cantabria.
Alfonso I el Católico (fallecido en el 757), considerado el verdadero fundador del reino de Asturias
(739-757). Era hijo del dux (duque) de Cantabria, Pedro, y estaba casado con Ermesinda, hija del noble
visigodo Pelayo, prÃ−ncipe de los astures. Alfonso I, aprovechando el abandono del norte de la penÃ−nsula
Ibérica por las guarniciones bereberes, dirigió una serie de campañas por todo el valle del Duero.
Según crónicas posteriores, Alfonso I destruyó las fortalezas musulmanas y trasladó al territorio astur
(asturiano) a los cristianos asentados en la Meseta norte. Con estas acciones, Alfonso I logró establecer una
amplia frontera entre los musulmanes y el naciente reino de Asturias, conocida como el “desierto
estratégico del Duero”. Asimismo, Alfonso I extendió los dominios del reino asturiano por toda la franja
septentrional, desde Galicia hasta el territorio ocupado por los vascones.
Fruela I (c. 722-768), rey de Asturias (757-768). Hijo y sucesor de Alfonso I, Fruela I prosiguió la
actividad repobladora y militar, iniciada por su predecesor, en la franja cantábrica. Durante su reinado, sin
embargo, se hicieron visibles las dificultades que comportaba la integración polÃ−tica en el naciente reino
asturiano (astur) de los territorios incorporados por Alfonso I. En efecto, Fruela I tuvo que hacer frente a las
primeras rebeliones de gallegos y vascones contra la pretendida autoridad de los reyes astures. Además de
estos movimientos separatistas, el monarca astur se vio envuelto en una serie de revueltas palaciegas que
explican su violenta muerte y el alejamiento temporal de la corte de su hijo, el futuro Alfonso II. A Fruela I le
sucedió en el trono Aurelio (768-774).
Vermudo I o Bermudo I (fallecido c. 797), rey de Asturias (788-791). Era hijo del rey asturiano Fruela I
(757-768) y sobrino del monarca Alfonso I (739-757). Fue elegido por la nobleza cortesana para suceder en el
trono a Mauregato (783-788). Lo más caracterÃ−stico de su breve reinado lo representa la lucha contra el
islam. Los musulmanes, encabezados por el emir Hisam I (788-796), reiniciaron la guerra contra los cristianos
y reemprendieron sus tradicionales incursiones en las tierras insumisas del norte. Durante estos
enfrentamientos, las tropas cristianas sufrieron una severa derrota en la denominada batalla del rÃ−o Burbia.
Este importante y rotundo fracaso, que tuvo lugar en el año 791, influyó definitivamente en la decisión de
Vermudo I de abandonar voluntariamente el trono asturiano. El rey abdicó la corona en favor de su sobrino
Alfonso II (791-842).
Alfonso II el Casto (de Asturias) (759-842), rey de Asturias (791-842). Tuvo que hacer frente a diversas
expediciones musulmanas, fundamentalmente en tiempos del emir Abd al-Rahman II (822-852). Con Alfonso
II, que se presentaba como heredero de la autoridad de los reyes de Toledo sobre toda Hispania, comenzó el
afianzamiento del reino de Asturias. Convirtió Oviedo en la capital del reino y creó el obispado ovetense.
En su polÃ−tica restauracionista, organizó los cargos oficiales de la corte según la tradición goda. Durante
su reinado se descubrió en Iria la tumba del apóstol Santiago. El lugar se convirtió pronto en objeto de
veneración y punto de peregrinación, naciendo asÃ− el denominado Camino de Santiago. La tumba del
apóstol dio prestigio internacional al reino y las peregrinaciones a Santiago de Compostela vincularon
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Asturias con el resto de la cristiandad latina.
Ramiro I (de Asturias) (791?-850), rey de Asturias (842-850). Hijo del monarca Vermudo I (788-791),
sucedió en el trono al sobrino de éste, Alfonso II (791-842), que habÃ−a muerto sin hijos. Tuvo que hacer
frente a numerosas rebeliones internas y en su llegada al trono sofocó un intento de usurpación de la corona
protagonizado por el conde de palacio Nepociano. Las relaciones con el exterior estuvieron marcadas por sus
enfrentamientos con las expediciones musulmanas que consiguieron llegar hasta León (846) y a tierras
alavesas (848). También tuvo que defender el reino de los normandos que atacaron las costas gallegas y
portuguesas. Sus brillantes actuaciones en el terreno artÃ−stico permiten que algunas construcciones
levantadas durante su reinado se denominen ramirenses. Ã ste es el caso de las famosas iglesias de Santa
MarÃ−a del Naranco y San Miguel de Lillo.
Ordoño I (fallecido en el 866), rey de Asturias (850-866). Hijo y sucesor de Ramiro I (842-850), con él
se consolidó el sistema de sucesión patrilineal al trono astur (asturiano). Inició el proceso de expansión
del reino asturiano hasta el sur de la cordillera Cantábrica. En esta labor ofensiva consiguió avanzar
claramente en dirección al Duero, repoblando Astorga, León y Tuy. Igualmente fortificó Amaya y las
tierras de la marca oriental del reino. Su victoria sobre Musa II de Tudela dio origen a la leyenda de la batalla
de Clavijo (859), según la cual el triunfo se consiguió con la ayuda del apóstol Santiago. Durante su
reinado tuvo que hacer frente a una incursión de normandos y a numerosas ofensivas musulmanas que
asolaron la tierra alavesa y tomaron posiciones en la cuenca alta del Ebro.
Alfonso III el Magno (848-910), rey de Asturias (866-910). Bajo su mandato culminó el resurgimiento del
neogoticismo iniciado por Alfonso II. El reinado de Alfonso III coincidió con la época de máxima
expansión territorial del reino astur. Sus triunfos militares, que coinciden con un periodo de crisis en
al-Andalus, se tradujeron en un avance espectacular de las fronteras meridionales del reino. Este proceso de
ampliación territorial culminó antes de finalizar el siglo IX con la recuperación de las comarcas del valle
del Duero para la cristiandad. Coimbra, Zamora y Toro asumirán el papel de fronteras del reino. A su
muerte, sus hijos se dividieron las tierras del reino astur, hecho que señala el nacimiento del reino de León
y el fin del ciclo asturiano de la Reconquista.
LEÃ N
GarcÃ−a I (de León) (fallecido en el 914), rey de León (910-914). GarcÃ−a se sublevó contra su padre
Alfonso III y se proclamó rey de León con el apoyo de las tropas castellanas (910). Tras la muerte de
Alfonso III, sus hijos se repartieron los dominios del reino de Asturias: GarcÃ−a quedó como rey de León,
mientras que sus hermanos Fruela y Ordoño se proclamaban respectivamente reyes de Asturias y de Galicia.
A GarcÃ−a I se debe el traslado de la capital del reino desde Oviedo a León. Durante su reinado se
completó la fortificación del Duero, gracias a los condes castellanos que avanzaron hasta esa lÃ−nea con
las repoblaciones de Roa, Osma, Clunia y San Esteban de Gormaz (912). GarcÃ−a I fue sucedido en el trono
leonés por su hermano, Ordoño II (914-924).
Ordoño II (c. 871-924), rey de León (914-924). Hijo del rey de Asturias Alfonso III (866-910) y de
Jimena, accedió al trono leonés tras la muerte de su hermano GarcÃ−a I (910-914), uniendo a los
territorios leoneses los de Galicia. Durante su reinado, el califa Abd al-Rahman III (912-961) envió sucesivas
expediciones contra los cristianos, que devastaron varias comarcas leonesas y lograron la ocupación de
Osma, Gormaz y Calahorra. Una de las batallas más significativas fue la de Valdejunquera (920), donde el
rey leonés, aliado con el monarca navarro Sancho Garcés I (905-925), fue derrotado. A pesar de estos
fracasos consiguió ocupar La Rioja y llegar hasta Atienza. Bajo su reinado ya se evidenciaron algunos
sÃ−ntomas del particularismo de los castellanos, lo que provocó la decisión del rey leonés de encarcelar
a algunos condes de Castilla.
Fruela II (874?-925), rey de León (924-925). Al morir Alfonso III el Magno (910), los dominios del reino
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de Asturias se dividieron entre sus hijos. Fruela asumió el gobierno de Asturias, mientras que sus hermanos
se reservaron León (GarcÃ−a I) y Galicia (Ordoño II). Tras la muerte de GarcÃ−a y Ordoño, en el 914 y
en el 924, respectivamente, Fruela II se proclamó rey de León (924), lo que supuso la reunificación del
reino. Sin embargo, su brevÃ−simo reinado estuvo marcado por los problemas planteados por los hijos de
Ordoño II, que se negaron a reconocer a Fruela II aduciendo sus derechos al trono. La lucha dinástica se
mantuvo hasta después de su muerte (925), pero finalmente se resolvió a favor de los descendientes de
Ordoño II, que volvieron a dividir los dominios de la corona.
Alfonso IV el Monje (fallecido en el 932), rey de León (925-931). Su acceso al trono se produjo después
del conflicto sucesorio planteado a la muerte de su padre, Ordoño II (924). En principio, se impuso como
rey de León su tÃ−o, Fruela II, pero con la muerte de éste (925) resurgieron los enfrentamientos por el
control de la monarquÃ−a. Tras ese conflicto latÃ−an las diferencias existentes entre los diversos territorios
que componÃ−an el reino y los deseos autonomistas de la nobleza. Alfonso IV consiguió proclamarse rey en
el 925, pero en la práctica la soberanÃ−a del reino estaba fragmentada. Su hermano, Sancho Ordóñez,
gobernaba Galicia con el tÃ−tulo de rey (925-929), y su otro hermano, Ramiro, Portugal. La muerte de
Sancho, y la retirada de Alfonso IV en el 931 a un monasterio, permitieron a Ramiro II (931-951) reunificar el
reino, no sin problemas, ya que Alfonso pretendió recuperar el trono, por lo cual su hermano hubo de
detenerle.
Ramiro II (de León) (fallecido en el 951), rey de León (931-951). Hijo del monarca leonés Ordoño II,
sucedió en el 931 a su hermano, Alfonso IV, cuando éste abdicó y se retiró para llevar una vida
monacal. Continuó con el afianzamiento de la autoridad regia, no sin antes enfrentarse a su hermano
Alfonso, quien en el 932 pretendió, sin éxito, recuperar el trono. Asimismo, Ramiro II prosiguió la
importante labor de conquista territorial (proceso muy amplio conocido como Reconquista) iniciada por su
abuelo, el rey de Asturias Alfonso III, y seguida después por su padre. En el 939 consiguió una gran
victoria frente al califa de Córdoba, Abd al-Rahman III, a quien en agosto del 939 venció en la batalla de
Simancas al frente de un gran ejército en el que participaron tropas de todos los núcleos cristianos del
norte de la penÃ−nsula Ibérica.
Nuevos éxitos de Ramiro II permitieron avanzar la frontera del reino leonés hasta el rÃ−o Tormes,
rebasar asÃ− el lÃ−mite fronterizo del rÃ−o Duero y repoblar lugares como las localidades salmantinas de
Ledesma y Salamanca o la segoviana Sepúlveda. Durante la década del 940 tuvo que hacer frente en
Castilla al alzamiento independentista de Fernán González. Finalmente emparentó con éste casando a
su primogénito, Ordoño, con Urraca, hija del conde castellano. En el 950, un año antes de su muerte,
volvió a derrotar a las tropas califales en la localidad toledana de Talavera de la Reina.
Ordoño III (fallecido en el 956), rey de León (951-956). Hijo y sucesor de Ramiro II (931-951), se
enfrentó a navarros y castellanos que apoyaban a su hermanastro Sancho, en su intento por acceder al trono
leonés (953). Su gobierno estuvo presidido por los conflictos en la sucesión al trono, las rebeldÃ−as
internas, los ataques procedentes de al-Andalus y una sublevación en Galicia. En respuesta a las incursiones
musulmanas, Ordoño III envió una gran expedición que llegó hasta Lisboa (955). Después de esta
demostración de fuerza se iniciaron las negociaciones para firmar la paz con el califa Abd al-Rahman III
(912-961). En el interior, el rey leonés llevó a cabo una cuidada reorganización del territorio y continuó
con la obra, ya iniciada por su padre, de fortalecimiento de las instituciones del reino.
Sancho I el Craso (935-966), rey de León (956-958; 960-966). Era hijo de Ramiro II y nieto del rey navarro
Sancho Garcés I y de doña Toda de Navarra. A Ramiro II le sucedió su hijo Ordoño III, en el 951, con
la oposición de Sancho, que le disputó la corona. Al morir Ordoño (956), Sancho I accedió al trono
leonés, pero dos años después fue destronado por los nobles leoneses y castellanos, encabezados por
Fernán González, que impusieron como rey a Ordoño IV. Sancho I, sin embargo, volvió a recuperar el
trono en el 960, con el apoyo de musulmanes y navarros. En los últimos años de su reinado se sucedieron
las rebeliones nobiliarias y se afianzó la independencia de los condes castellanos y gallegos. A Sancho le
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sucedió su hijo Ramiro III.
Ordoño IV el Malo (c. 924-960), rey de León (958-960). Hijo de Alfonso IV (925-931) y sobrino de
Ramiro II (931-951), tras la muerte de Ordoño III (951-956), y en medio de graves luchas civiles, fue
elegido rey por los nobles leoneses que expulsaron del trono a su primo Sancho I (956-958; 960-966). Con
ayuda de los musulmanes y contando con el apoyo de su abuela, la reina Toda de Navarra, Sancho I fue
recuperando poco a poco sus dominios y Ordoño tuvo que replegarse hacia Asturias y Burgos. Durante su
reinado, Ordoño IV fue manejado tanto por los magnates del reino como por el conde de Castilla Fernán
González, quien le utilizó en sus disputas contra León. Finalmente, fueron Sancho I y sus sucesores los
que se perpetuaron en el trono leonés.
Ramiro III (de León) (961-985), rey de León (966-984). Era hijo de Sancho I, a quien sucedió en el
trono con tan sólo cinco años, quedando bajo la tutela de su tÃ−a, la monja Elvira, que contó en su
regencia con el apoyo del clero. Con Ramiro III se acentuaron las tendencias separatistas de Castilla y Galicia,
e incluso los magnates gallegos se alzaron contra el rey, proclamando nuevo monarca a Vermudo II (982),
hijo de Ordoño III (951-956), quien se comportó como soberano en Galicia y Portugal. El enfrentamiento
de Ramiro III con los musulmanes estuvo marcado por una severa derrota sufrida por leoneses, castellanos y
navarros en San Esteban de Gormaz (976). Asimismo, durante su reinado, Almanzor reinició sus ataques a
los territorios cristianos y los normandos saquearon las costas gallegas.
Vermudo II o Bermudo II (956-999), rey de León (984-999). Hijo de Ordoño III (951-956), se alzó
contra el rey leonés Ramiro III (966-984). Apoyado por los magnates gallegos y portugueses, se proclamó
nuevo rey en el año 982, ejerciendo como tal en Galicia y Portugal. Ya como rey de León, la pujanza de
Castilla, condado independiente bajo el mando de GarcÃ−a I Fernández (970-995), y las rebeliones internas
del reino le empujaron a ponerse bajo la tutela del califato cordobés, cuya dirección militar estaba en
manos de Almanzor. A cambio de esta sumisión, consiguió recuperar la ciudad de Zamora. Sofocadas las
rebeldÃ−as internas, comenzó un periodo de enfrentamientos con los musulmanes que provocó numerosas
despoblaciones y una importante crisis económica. Entre los años 985 y 997, Almanzor devastó Coimbra,
León, Zamora y Sahagún, entre otras localidades, llegando incluso hasta Santiago de Compostela.
Alfonso V (de León) (994-1028), rey de León (999-1028). Era hijo de Vermudo II, al que sucedió siendo
menor de edad. Durante su minorÃ−a, dos condes, el gallego Menendo González y el castellano Sancho I
GarcÃ−a, rivalizaron por la tutela del joven monarca y la dirección polÃ−tica del reino. Al llegar a la
mayorÃ−a de edad (1008), Alfonso V se vio obligado a tomar medidas para pacificar el reino y controlar a la
nobleza. En el Concilio de León del año 1017 dictó una serie de normas destinadas a restablecer la
autoridad de la monarquÃ−a. A Alfonso V se debe también la restauración de la ciudad de León, que
habÃ−a sido destruida por Almanzor (998), y la concesión de un fuero a la urbe que tenÃ−a como principal
objetivo la atracción de nuevos pobladores.
Vermudo III o Bermudo III (1017?-1037), rey de León (1028-1037). Hijo y sucesor de Alfonso V
(999-1028), su reinado estuvo presidido por la expansión territorial del reino de Navarra, cuyo monarca,
Sancho III el Mayor (1000-1035), intervino activamente en los asuntos internos de Castilla y de León. Tras
el asesinato del conde de Castilla GarcÃ−a II Sánchez (1017-1029), Sancho III se hizo valer de los derechos
de su mujer, hermana del conde muerto, para imponerse en Castilla. Tras obtener las tierras situadas entre el
Pisuerga y el Cea, se enfrentó a Vermudo III y ocupó Zamora, Astorga y León. A la muerte de Sancho,
Vermudo recuperó los territorios leoneses, pero al intentar ocupar la Tierra de Campos, fue derrotado y
muerto en la batalla de Tamarón (1037) por el hijo de Sancho III, el futuro Fernando I de Castilla y León
(1037-1065).
Fernando II (de León) (1137-1188), rey de León (1157-1188). Hijo de Alfonso VII y Berenguela. Una
caracterÃ−stica fundamental de su reinado fue el enfrentamiento con Portugal, al que disputó territorios
fronterizos y lugares de expansión por al-Andalus. Con respecto a Castilla, la prematura muerte de su
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hermano Sancho III (1158) permitió a Fernando ocupar la Tierra de Campos (1159), e incluso intervenir en
la polÃ−tica interior castellana. Con el pretexto de tutelar a su sobrino Alfonso VIII, el rey leonés se tituló
rex hipaniae. Frente a los musulmanes, las huestes del rey leonés llegaron a conquistar Alcántara (1166).
La defensa de la frontera del
reino se encomendó a las órdenes militares del Hospital, Alcántara y Santiago, que recibieron cuantiosos
bienes y rentas. Bajo su reinado se repobló Ledesma y Ciudad Rodrigo.
Alfonso IX (1171-1230), rey de León (1188-1230). Eficaz jefe militar frente al islam, consolidó con la
ayuda de las órdenes militares las conquistas realizadas al sur del Tajo. En 1188 reunió Curia Regia en
León (1188) a la que asistieron representantes de las principales ciudades del reino y miembros del clero y la
nobleza. En esta reunión se ha visto el nacimiento de las Cortes leonesas. Su labor cultural más importante
fue la fundación en 1218 de la Universidad de Salamanca.
Una de las facetas más caracterÃ−sticas de su reinado fue su actitud de independentismo leonés y de
rivalidad con Castilla. Este enfrentamiento impidió la participación leonesa en la victoria de las Navas de
Tolosa (1212). Los intereses de la polÃ−tica fronteriza le llevaron a establecer dos alianzas matrimoniales. En
1191 se casó con su prima Teresa Sánchez de Portugal y en 1197 con su sobrina Berenguela de Castilla,
hija de Alfonso VIII, rey de Castilla (1158-1214). A su muerte dejó el reino a Sancha y Dulce, hijas de su
primer matrimonio. Pero será su hijo, el rey Fernando III de Castilla, habido en su matrimonio con
Berenguela, quien finalmente reciba el reino de León en 1230. A partir de este momento los dos reinos no
volverán a separarse.
CASTILLA
Fernando I el Magno (1016-1065), rey de Castilla (1035-1065) y de León (1037-1065). Era el segundo hijo
de Sancho III de Navarra y doña Mayor de Castilla. Fue designado por su padre para regir el condado
castellano con el tÃ−tulo de rey. Con él comienza en 1035 la historia del reino de Castilla. El tÃ−tulo real
llevó aparejado una importante merma de este territorio, ya que Sancho III engrandeció Navarra con una
amplia franja del este de Castilla en la que se incluÃ−an tierras cántabras, burgalesas y alavesas. En
compensación, Fernando I recibió las tierras situadas entre el Cea y el Pisuerga.
Fernando I se casó en 1032 con la infanta Sancha, hermana de Vermudo III de León, lo que le
posibilitarÃ−a el acceso al trono leonés. Las rivalidades fronterizas con León fueron la causa de su
enfrentamiento con Vermudo III, que fue derrotado y muerto en la batalla de Tamarón (1037). Esta victoria
sobre el rey leonés permitió al monarca castellano hacer valer los derechos de su mujer sobre León.
Fernando se proclamó rey de León y Galicia y fue ungido como tal en la iglesia de Santa MarÃ−a de León
en junio de 1038. Desde entonces se autotituló imperator, dignidad que le fue reconocida por sus hermanos
los reyes de Navarra y Aragón. Para atender a la reorganización del reino leonés, Fernando convocó un
concilio en Coyanza (Valencia de don Juan), en el que se abordaron cuestiones civiles y eclesiásticas. Los
conflictos fronterizos también se suscitaron con Navarra, enfrentándole a su hermano GarcÃ−a IV
Sánchez III el de Nájera en la famosa batalla de Atapuerca (1054), en la que murió el navarro. Al
principio Fernando I ocupó sólo el noroeste de la Bureba recibiendo el vasallaje de su sobrino Sancho IV,
pero después consiguió el avance de la frontera castellana hasta Castro Urdiales, Valpuesta, Lantarón,
Cellorigo y Pazuengos.
En sus relaciones polÃ−ticas con los musulmanes hispanos, el rey Fernando alternó las conquistas militares
con la explotación económica mediante la imposición de tributos. Reconquistó en el norte de Portugal las
plazas de Viseo, Lamego y Coimbra, obligando a los musulmanes a retirarse al sur del Mondego. En 1063, las
tropas del rey Fernando, capitaneadas por su hijo Sancho, se pusieron al servicio de al-Muqtadir de Zaragoza.
Esta alianza de castellanos y musulmanes significó la victoria frente al rey de Aragón, Ramiro I, que
intentaba conquistar Graus. A los demás reinos taifas se les exigió el reconocimiento de la soberanÃ−a de
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Castilla en forma de parias. Por este método se logró el vasallaje de Zaragoza, Toledo, Badajoz y Sevilla.
En 1063, ante una junta de magnates y obispos, Fernando diseñó el reparto de sus reinos. Su hijo mayor,
Sancho, heredarÃ−a Castilla y las parias de Zaragoza; León serÃ−a para su hijo Alfonso junto con las parias
de Toledo, y GarcÃ−a recibirÃ−a Galicia y las parias de Badajoz y Sevilla.
El reinado de Fernando I señaló el comienzo de los esfuerzos castellanos por conseguir la hegemonÃ−a
peninsular, mediante una polÃ−tica de expansión de Castilla a expensas de Navarra y de las tierras del
noreste peninsular.
Alfonso VI (1040-1109), rey de León (1069-1109) y de Castilla (1072-1109). Hijo de Fernando I el Magno,
rey de Castilla y de León (1035-1065). En 1065 recibió la Corona de León por voluntad de su padre. Los
primeros años de su reinado se caracterizaron por las luchas fratricidas que se desencadenaron tras la
desaparición de la reina Sancha (1067). La muerte de su hermano Sancho II de Castilla (1065-1072), que se
habÃ−a hecho con la Corona leonesa, le permitió recuperar su trono y reclamar para sÃ− el de Castilla. En
este momento se sitúa la jura exculpatoria de su posible participación en la muerte de Sancho, que le tomó
El Cid a Alfonso en la iglesia de Santa Gadea de Burgos. Para evitar una nueva lucha fratricida encarceló a
su hermano GarcÃ−a, privándole de su reino de Galicia. A partir de este momento se dedicó a engrandecer
sus territorios, fundamentalmente a costa de los musulmanes, combinando la presión militar y la extorsión
económica. El 25 de mayo de 1085, y después de un largo asedio, conquistó Toledo. Este triunfo
significó la incorporación a su reino de la tierra situada entre el sistema Central y el Tajo. Tras esta victoria,
el monarca se tituló emperador de las dos religiones. Los reyes taifas, que se vieron acorralados por la
presión castellana, decidieron pedir ayuda a los almorávides.
El emir Yusuf ibn Tasfin consiguió vencer a Alfonso VI en Sagrajas, cerca de Badajoz (1086). El monarca
castellano-leonés volverÃ−a a ser derrotado en Uclés (1108) donde además morirá Sancho, su único
hijo varón. La Corona terminarÃ−a por ello en manos de la infanta doña Urraca.
En el terreno cultural Alfonso VI fomentó la seguridad del Camino de Santiago e impulsó la introducción
de la reforma cluniacense en los monasterios castellano-leoneses. El monarca sustituyó la liturgia mozárabe
o toledana por la romana.
Urraca I (c. 1080-1126), reina de Castilla y de León (1109-1126). Heredó el trono a la muerte de su padre
Alfonso VI (1109). Urraca, viuda de Raimundo de Borgoña, con quien habÃ−a tenido al futuro Alfonso
VII, se casó ese mismo año con el rey de Aragón Alfonso I el Batallador. Este matrimonio provocó una
aguda crisis polÃ−tica que desembocó en una auténtica guerra civil entre los partidarios de la reina y los
del rey aragonés. Al calor de esta agitación se desencadenaron importantes movimientos antiseñoriales
como los de Santiago y Sahagún. En 1114 Alfonso I repudió a Urraca y volvió a Aragón. En Galicia, y
aprovechando la situación de crisis general, se desarrolló una rebelión de carácter independentista
protagonizada por el obispo Diego GelmÃ−rez y el magnate Diego Froilaz.
Alfonso VII el Emperador (1105-1157), rey de Castilla y León (1126-1157). Heredó el trono a la muerte
de su madre, la reina Urraca. En 1111 fue coronado rey de Galicia. Tras la muerte de su padrastro, Alfonso el
Batallador (1134), el monarca castellano recuperó gran parte de las tierras disputadas a Navarra y Aragón.
A pesar de que fue coronado emperador (1135), Alfonso no pudo evitar la formación de la Corona de
Aragón y la consolidación de la independencia de Portugal. En su lucha frente al islam su principal empresa
fue la expedición contra AlmerÃ−a en 1147, la cual se perdió diez años más tarde por la presión de los
almohades. En su testamento el reino se dividió entre sus dos hijos: Sancho heredó Castilla y Fernando el
reino de León.
Sancho III el Deseado (1133-1158), rey de Castilla (1157-1158). Era hijo del rey castellano-leonés
Alfonso VII y de Berenguela. Al morir su padre, se separaron los reinos, recibiendo Sancho el de Castilla.
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Ratificó con Ramón Berenguer IV la devolución de Zaragoza y demás plazas ocupadas en tierras
aragonesas a cambio del vasallaje del conde-rey (1158). Encargó la defensa de Calatrava al abad de Fitero,
Raimundo, lo que fue el origen de la Orden de Calatrava (1158). Tras enfrentarse con su hermano, Fernando
II de León, firmó el pacto de Sahagún (1158), que ratificaba la separación de los reinos. Su temprano
fallecimiento, aunque dejó un heredero (el futuro Alfonso VIII), originó una áspera lucha por el poder en
Castilla entre dos familias de la nobleza, los Castro y los Lara.
Alfonso VIII (1155-1214), rey de Castilla (1158-1214). Heredó el trono a la muerte de su padre Sancho III.
La primera etapa de su reinado, hasta su mayorÃ−a de edad, se corresponde con un turbulento enfrentamiento
entre dos facciones nobiliarias encabezadas por los Lara y los Castro.
Dos de las caracterÃ−sticas más importantes de su reinado fueron los continuos problemas territoriales con
el reino de León y los enfrentamientos con Navarra. Las conflictivas relaciones con el reino de León se
suavizaron cuando se concertó el matrimonio de su hija con Alfonso IX de León. Berenguela aportó en
dote la Tierra de Campos, que habÃ−a sido la causa fundamental de polémica entre ambos reinos. Sin
embargo, tras la disolución del matrimonio por el papa Inocencio III se reanudó el litigio. En la lucha
contra el islam, el rey Alfonso VIII intentó extender sus fronteras al sur de sierra Nevada, pero fue derrotado
por los almohades en Alarcos (1195). En 1208, los monarcas de Castilla, Navarra y Aragón firmaron una
alianza que permitió la derrota de los almohades en la famosa y trascendental batalla de las Navas de Tolosa
(1212). Esta victoria precipitó la caÃ−da del Imperio almohade y abrió a los cristianos el paso hacia el
Guadalquivir.
Enrique I (de Castilla) (1204-1217), rey de Castilla (1214-1217). Hijo de Alfonso VIII de Castilla y de
Leonor de Plantagenet, accedió al trono siendo un niño. Su madre iba a ocupar la tutela, pero murió al
poco tiempo. En esas circunstancias se hizo cargo de la misma su hermana mayor, Berenguela, pero hubo de
ceder la tutela del joven Enrique a las intrigas del poderoso conde Ôlvaro de Lara. à ste, que se enfrentó
abiertamente con Berenguela, pretendió casar al joven rey con una infanta portuguesa y, al fallar esa
tentativa por la negativa pontificia, con una hija de Alfonso IX, lo que hubiera significado la unión de los
reinos castellano y leonés. Pero antes de celebrar los esponsales, Enrique I falleció en Palencia de forma
accidental.
Fernando III el Santo (c. 1201-1252), rey de Castilla (1217- 1252) y de Castilla y León (1230-1252). A la
muerte del rey Enrique I (1217), Berenguela, madre de Fernando, heredó la corona castellana. La reina
renunció inmediatamente al trono en favor de su hijo. En 1220 Fernando III se casó con Beatriz de Suabia,
matrimonio del que nació el futuro Alfonso X. En 1237 volvió a contraer matrimonio con Juana de
Ponthieu.
Durante los primeros años de su reinado la vida polÃ−tica se caracterizó por la predominante presencia de
su madre Berenguela en los asuntos del reino. En 1230 murió su padre Alfonso IX de León, que en su
actitud anticastellana habÃ−a designado como herederas a sus hijas Sancha y Dulce, habidas de su
matrimonio con Teresa de Portugal. Sin embargo, la habilidad de Fernando, la ayuda de la Iglesia y de un
sector de la nobleza leonesa, junto con la habilidad de Berenguela, consiguieron que la Corona de León
recayera en Fernando. La unión de Castilla y de León bajo el cetro de Fernando III terminaba
definitivamente con la separación de ambos reinos. La nueva unidad polÃ−tica y las expectativas abiertas
años atrás por la victoria cristiana en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) permitieron que desde 1231
a 1236 se desarrollaran bajo el reinado de Fernando importantes campañas victoriosas frente a los
musulmanes en el ámbito de la Reconquista. Su vasallo, el arzobispo Jiménez de Rada conquistó
Quesada y Cazorla (1231). En 1236 se conquistó Córdoba, antigua capital del Califato.
La fase más importante de expansión territorial frente a los musulmanes se desarrolló entre 1240 y 1248.
Durante este periodo se conquistó Jaén (1246), el reino de Murcia se convirtió en vasallo de Castilla
(1243), y Sevilla capituló en noviembre de 1248, después de un largo asedio en el que participó una flota
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del Cantábrico creada por el marino Ramón Bonifaz.
El repoblamiento cristiano de AndalucÃ−a comenzó poco después de su conquista. La extensión e
importancia económica y estratégica de las nuevas tierras obligaron al monarca a repoblar el territorio
conquistado de una forma efectiva. El modo utilizado fue el llamado sistema de 'repartimientos', con dos
modalidades: donadÃ−os y heredamientos. Los primeros se utilizaron para repartir los bienes inmuebles,
cuyos beneficiarios fueron principalmente la aristocracia laica y eclesiástica. Por su parte, los heredamientos
hacen referencia al reparto de tierras entre verdaderos pobladores, que fueron tanto caballeros de linaje y
villanos, como peones. Mediante este sistema se inició en AndalucÃ−a una estructura de grandes
propiedades que permitió un incremento de la autoridad de los poderosos, tanto por las tierras que
consiguieron, como por los derechos jurisdiccionales que acumularon en sus manos.
Por su parte, en Castilla y León, de donde salieron la mayorÃ−a de los pobladores de las nuevas tierras, se
incrementaron los grandes dominios. La aristocracia militar, eclesiástica y de los concejos castellano-leonesa
adquirió rápidamente los bienes que dejaban vacantes los emigrantes que se dirigÃ−an hacia el sur.
La dedicación del rey Fernando III a la empresa de la Reconquista, sus grandes muestras de piedad y su
respeto a la moral cristiana le valieron el calificativo de Santo y en 1671 su ascenso a los altares.
Alfonso X el Sabio (1221-1284), rey de Castilla y de León (1252-1284), una de las figuras
polÃ−ticas y culturales más significativas de la edad media en la penÃ−nsula Ibérica y en el resto del
continente europeo.
Hijo del monarca Fernando III —en el cual confluyeron definitivamente los dos tronos que habrÃ−an de
constituir la Corona de Castilla— y de la primera esposa de éste, Beatriz de Suabia —hija del emperador
Felipe de Suabia—; nació el 23 de noviembre de 1221, en Toledo. Contrajo matrimonio, en 1249, con
Violante de Aragón, hija del rey aragonés Jaime I el Conquistador. A la muerte de su padre, reanudó la
ofensiva contra los musulmanes (dentro del proceso general de la Reconquista), ocupando las fortalezas de
Jerez (1253) y Cádiz (c. 1262). En 1264, tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los
mudéjares asentados en el valle del Guadalquivir. La tarea más ambiciosa del Rey fue su aspiración al
Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado. La última
familia que habÃ−a ostentado la titularidad del Imperio eran los Hohenstaufen, de la que descendÃ−a por
lÃ−nea materna Alfonso X. Junto al Rey Sabio apareció otro candidato al Sacro Imperio, el inglés
Ricardo de Cornualles. En 1257, los siete grandes electores imperiales no unificaron su decisión y durante
varios años el Imperio estuvo vacante, ya que ninguno de los dos candidatos consiguió imponerse.
Finalmente, en septiembre de 1273, Rodolfo I de Habsburgo fue elegido emperador y, en mayo de 1275,
Alfonso X renunció definitivamente al Imperio ante el papa Gregorio X.
Los últimos años de su reinado fueron especialmente sombrÃ−os. Desde 1272, un sector de la alta
nobleza se enfrentó al monarca. Además, la muerte en 1275 del infante Fernando, primogénito de
Alfonso X, abrió un disputado pleito de sucesión. Los hijos de aquél, los llamados infantes de la Cerda,
Alfonso y Fernando, pugnaron por la sucesión regia con el infante Sancho, segundo de los hijos de Alfonso
X. Finalmente, fue este último infante el que consiguió imponerse en el trono, al que accedió en 1284
—tras el fallecimiento de su padre—como Sancho IV.
En el terreno económico, Alfonso X facilitó el comercio interior en su reino con la concesión de
ferias a numerosas villas y ciudades. El Rey estableció un sistema fiscal y aduanero avanzado que potenció
los ingresos de la Hacienda regia. Su más conocida disposición en asuntos económicos fue el
reconocimiento jurÃ−dico del Honrado Concejo de la Mesta, institución aglutinadora de los intereses de la
ganaderÃ−a trashumante del reino.
Una de las facetas más importantes del reinado de Alfonso X fue su labor legisladora,
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indisolublemente ligada a la introducción en Castilla y León del Derecho romano. Bajo su impulso, se
organizó un formidable corpus de textos jurÃ−dicos, tanto doctrinales como normativos. Sus obras más
significativas en este terreno fueron el Fuero Real, el Espéculo y el Código de las Siete Partidas.
Las grandes realizaciones del monarca en el campo de la cultura le merecieron con justicia el apelativo de
`Sabio'. La nota más singular de su empresa cultural fue su vinculación simultánea a Oriente y Occidente.
Con él se desarrolló en la Corona de Castilla una cultura de sÃ−ntesis, en la que entraban ingredientes
tanto cristianos como musulmanes y judÃ−os. La fecundidad de la colaboración entre intelectuales de las
tres culturas tiene su máxima expresión en la Escuela de traductores de Toledo. Dentro de esta magnÃ−fica
empresa cultural brilló con luz propia la astronomÃ−a, cuya obra más significativa fueron las Tablas
astronómicas alfonsÃ−es, elaboradas en 1272. La actividad historiográfica de Alfonso X y de sus
colaboradores se concretó en obras como la Estoria de España y la Grande e general estoria, redactadas en
lengua romance como prueba del importante apoyo del monarca al idioma castellano. En el campo de la
poesÃ−a, Alfonso X nos ha transmitido un espléndido repertorio de Cantigas, siendo las más conocidas
las de carácter religioso o de Santa MarÃ−a. El monarca castellano-leonés potenció notablemente los
estudios musicales, y, en el terreno propiamente recreativo, destaca la obra que salió de los talleres
alfonsinos con el nombre de Libros de axedrez, dados e tablas. Por lo que se refiere a la arquitectura, la obra
más importante llevada a cabo durante su reinado fue la catedral de León, finalizada años después del
fallecimiento de Alfonso X, el cual tuvo lugar, el 4 de abril de 1284, en Sevilla.
Sancho IV el Bravo (1258-1295), rey de Castilla y de León (1284-1295). Hijo de Alfonso X y de doña
Violante de Aragón, se casó en 1282 con MarÃ−a de Molina. Muerto Alfonso X, y a pesar de haber sido
desheredado en favor de sus sobrinos, los infantes de la Cerda, Sancho consiguió ser coronado en Toledo rey
de Castilla y de León (1284). En 1288 el monarca mató a su privado (principal persona de confianza) Lope
DÃ−az de Haro, que defendÃ−a una alianza proaragonesista, y aseguró la alianza de su reino con Francia.
Sin embargo, la entronización en Aragón de Jaime II (1291-1327) posibilitó un acercamiento entre las dos
coronas que permitió reanudar la Reconquista castellana. Se consiguió asÃ− una gran victoria sobre los
Benimerines (dinastÃ−a bereber) que tuvo su punto culminante en la conquista de Tarifa (1292).
Fernando IV (c. 1285-1312), rey de Castilla (1295-1312), hijo de Sancho IV. La muerte de éste
resucitó un antiguo problema sucesorio. Fernando IV, heredero del trono, era un niño cuando falleció su
padre. Su madre, MarÃ−a de Molina, asumió la regencia en una situación polÃ−tica complicada pues parte
de la nobleza vio la posibilidad de imponer su poder. Tras negociar con la nobleza, MarÃ−a de Molina logró
ver reconocido el derecho de su hijo al trono, pero a cambio de elevados sacrificios, puesto que la Corona se
encontraba en una situación de gran debilidad frente a los nobles. Castilla se vio amenazada, además de por
sus problemas internos, por los reinos de Portugal y de Aragón. En 1301 Fernando fue proclamado mayor de
edad y se le pretendió separar de su madre. Fernando IV alcanzó un acuerdo de paz con el reino de
Granada, lo que le permitió reafirmar su autoridad en su propio reino, aunque los problemas internos con la
nobleza y los exteriores con Aragón continuaron, a pesar de una intensa búsqueda de la paz. Fernando IV
firmó un acuerdo, la Sentencia de Torrellas (1304), con Aragón por el que quedaron delimitadas las
fronteras entre ambos reinos. También participó en la alianza acordada en 1309 con los monarcas de
Aragón y Portugal para luchar de forma conjunta contra el reino NazarÃ− de Granada. En la campaña de
1312 Fernando IV falleció, dejando inconclusos los planes de conquista y de reforzamiento del poder de la
Corona de Castilla.
Alfonso XI el Justiciero (1311-1350), rey de Castilla y de León (1312-1350). Hijo de Fernando IV y de
Constanza de Portugal, la primera parte de su reinado se correspondió con su minorÃ−a de edad
(1312-1325). Este periodo se caracterizó por la diversidad de pretendientes deseosos de ejercer la tutorÃ−a
del reino. En 1313 se impusieron como tutores su abuela MarÃ−a de Molina y los infantes Pedro, hijo de
Sancho IV, y Juan, hijo de Alfonso X. Tras la muerte de estos infantes en la Vega de Granada (1319) y de
MarÃ−a de Molina (1321), varios regentes se disputaron el poder en el reino.
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Cuando Alfonso XI alcanzó la mayorÃ−a de edad, se propuso imponer su autoridad. Para luchar contra los
magnates buscó el apoyo de la pequeña nobleza y de los burgueses y comerciantes. En su afán por
reforzar el poder monárquico suprimió las Hermandades, movimientos de carácter antiseñorial,
peligrosas para el orden feudal que el rey querÃ−a restaurar. Alfonso XI suprimió también las asambleas
generales de vecinos, que fueron sustituidas por concejos reducidos o regimientos. Creó la figura de los
corregidores, funcionarios reales con poder administrativo y judicial en las ciudades. Su gran actividad
legislativa alcanzó su máxima expresión en el Ordenamiento de Alcalá (1348).
Durante su reinado se consolidó la estructura económica ganadera de Castilla. Aprovechando la guerra de
los Cien Años y la negativa de Inglaterra a suministrar lana a la industria textil flamenca, se incrementó la
exportación de la lana castellana.
El final de su reinado se caracterizó por el enfrentamiento con los musulmanes por el estrecho de Gibraltar.
Para hacer frente al peligro, Alfonso XI, ayudado por Alfonso IV de Portugal, derrotó a los Benimerines a
orillas del Salado (1340). En el curso de estas operaciones militares en la zona del estrecho de Gibraltar, el
monarca murió vÃ−ctima de la peste negra.
Pedro I el Cruel (1334-1369), rey de Castilla y León (1350-1369). Hijo de Alfonso XI y MarÃ−a de
Portugal, heredó el trono en medio de una compleja situación polÃ−tica y de una profunda crisis
económica. Su padre habÃ−a tenido diez hijos bastardos con Leonor de Guzmán, entre los que estaba el
conde de Trastámara, el futuro Enrique II. Durante el periodo de 1351 a 1353, el reinado de Pedro I estuvo
presidido por la figura de Juan Alfonso de Alburquerque, que con su actuación agudizó la crisis polÃ−tica
del momento y preparó el estallido de la contienda civil. Durante el gobierno de Alburquerque, Leonor de
Guzmán fue asesinada, se preparó la alianza de Castilla con Francia, y se pactó el matrimonio de Pedro I
con Blanca de Borbón que se celebró a mediados de 1353. Sin embargo, el rey castellano, nada más
conocer que la dote pactada no podÃ−a ser pagada, abandonó a su esposa y volvió con MarÃ−a de Padilla,
con quien estaba unido sentimentalmente desde 1352. A partir de este momento, y aprovechando la orden de
prisión que el rey dictó sobre doña Blanca, se produjo una rebelión nobiliaria capitaneada por el
bastardo Enrique de Trastámara, que pretendÃ−a el trono castellano; el maestre de Santiago don Fadrique y
Juan Alfonso de Alburquerque. La guerra civil no tardó en comenzar y con ella las sangrientas represiones
que el rey impuso a los rebeldes y que le valieron el calificativo de Cruel. En 1354 Pedro I se casó con Juana
de Castro a la que pronto repudió también.
Durante el conflicto civil Pedro I contó con el apoyo de la pequeña nobleza y las ciudades, mientras que
muchos de los nobles sublevados se refugiaron en Aragón, donde Pedro IV el Ceremonioso les ofreció su
ayuda. La guerra castellana, que duró desde 1356 hasta 1369, se convirtió asÃ− en un conflicto peninsular
entre Castilla y Aragón.
Durante estos años, y en medio de numerosas batallas, se firmaron diferentes treguas. En julio de 1363 se
concertó la Paz de Murviedro por la que Calatayud, Tarazona y Teruel pasaron a manos castellanas; el
infante Fernando, hermano del rey aragonés, que también aspiraba al trono castellano, fue asesinado. Sin
embargo, en 1364 Pedro I reanudó la lucha, y el conflicto peninsular entró a formar parte de la guerra de los
Cien Años.
En enero de 1366 mercenarios franceses y aragoneses vinieron a España para ayudar al conde de
Trastámara en sus pretensiones al trono. Con este apoyo, Enrique fue proclamado rey en Calahorra (marzo
de 1366) y se adueñó de todo el reino a excepción de Galicia. Por su parte, Pedro I solicitó ayuda a
Inglaterra y pactó con Eduardo el PrÃ−ncipe Negro, la intervención en la contienda española. De esta
manera los ejércitos trastamaristas fueron derrotados en Nájera (1367). Pero el triunfo final fue para
Enrique, que consiguió la ayuda de tropas francesas mandadas por Bertrand Du Guesclin. à stas derrotaron
definitivamente a Pedro I en Montiel en marzo de 1369. En este mismo lugar el rey Pedro fue asesinado y el
bastardo subió al trono con el nombre de Enrique II.
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Enrique II (de Castilla) (1333-1379), rey de Castilla (1369-1379). Hijo bastardo de Alfonso XI, fue el
primer rey castellano de la Casa de Trastámara. Encabezó la rebelión nobiliaria contra su hermano Pedro I
el Cruel y con el apoyo de Francia y Aragón logró la victoria definitiva (1369). Bajo su mandato nació la
Audiencia y se reorganizó la Hermandad, importante instrumento del orden público. Sus partidarios durante
la guerra civil fueron recompensados generosamente con las llamadas 'mercedes enriqueñas', que
permitieron el enriquecimiento de familias como los Mendoza, Velasco y Manrique. El rey firmó tratados de
paz con Portugal y Aragón, sentando asÃ− las bases de la hegemonÃ−a castellana en la penÃ−nsula
Ibérica. Enrique II luchó al lado de Francia en la guerra de los Cien Años, derrotando a la flota
británica en La Rochela (1372).
Juan I (de Castilla) (1358-1390), rey de Castilla (1379-1390), hijo de Enrique II. Nació en à pila
(Zaragoza). Juan I consolidó el poder de la Casa de Trastámara, instaurada en el trono castellano en 1369
por su padre, y desarrolló la polÃ−tica legislativa iniciada por éste. En 1385 creó el Consejo Real.
Reforzó el poder de la Corona frente al de la nobleza. Juan invadió Portugal para desbaratar los proyectos
de Juan de Gante, duque de Lancaster e hijo de Eduardo III de Inglaterra, que habÃ−a asumido el tÃ−tulo de
rey de Castilla, y del rey Fernando I de Portugal, situación creada en el contexto del proceso de
internacionalización de la guerra de los Cien Años, conflicto en el cual Castilla se encontraba aliada a
Francia. Fernando I se rindió en 1382 tras ser derrotado por la flota castellana en la batalla de Saltes (1381),
y firmó la Paz de Elvas, dando su hija, la infanta Beatriz de Portugal, en matrimonio a Juan I. Tras la muerte
de Fernando I (1383) Juan declaró nuevamente la guerra a Portugal, pretendiendo hacer valer supuestos
derechos sucesorios a la Corona portuguesa adquiridos por su enlace, pero fue derrotado en la batalla de
Aljubarrota (1385) por Juan I de Portugal. En 1386 rechazó la invasión de Juan de Gante y ambos zanjaron
sus diferencias mediante el Acuerdo de Bayona (1388), por el que se concertó el matrimonio de Catalina,
hija de Gante con el hijo de Juan, Enrique (más tarde Enrique III de Castilla ). En el tramo final de su
reinado aparecieron los primeros signos de una grave crisis social y económica.
Enrique III (de Castilla) (1379-1406), rey de Castilla (1390-1406). A la muerte de su padre Juan I (1390) se
abrió un periodo determinado por su minorÃ−a de edad, que duró hasta 1393 y durante el que se sucedieron
diversas fórmulas de regencia ineficaces. En 1391, y favorecidas por el desgobierno existente, tuvieron lugar
importantes revueltas antisemitas en las principales ciudades andaluzas. En 1393 comenzó el gobierno
personal del rey que se caracterizó por una polÃ−tica autoritaria y centralizadora. Enrique III sometió bajo
su poder a la alta nobleza y controló a las ciudades a través de los corregidores. Apoyó al aragonés
Pedro de Luna (Benedicto XIII), elegido papa de Aviñón en el llamado Cisma de Occidente, e intentó una
alianza con Tamerlán, caudillo de los tártaros, para hacer frente a los musulmanes en el Mediterráneo.
Juan II (de Castilla) (1405-1454), rey de Castilla (1406-1454), su reinado fue un enfrentamiento casi
permanente entre la monarquÃ−a y la nobleza castellana y aragonesa.
Miembro de la Casa de Trastámara, era hijo del rey castellano Enrique III y de Catalina de Lancaster.
Nació el 6 de marzo de 1405 en la localidad zamorana de Toro. Heredó el trono castellano al fallecimiento
de su padre, en 1406, cuando apenas tenÃ−a un año. Durante su minorÃ−a de edad, el gobierno de Castilla
estuvo en manos de su madre y de su tÃ−o Fernando de Antequera, quien tras el compromiso de Caspe (1412)
pasó a ser rey de Aragón. La regencia de Fernando I de Antequera sobre la Corona de Castilla permitió
que sus hijos, los infantes de Aragón, y sus partidarios, formaran en ella un grupo polÃ−tico muy poderoso.
En 1417, Juan II alcanzó la mayorÃ−a de edad y al año siguiente contrajo matrimonio con MarÃ−a
de Aragón, hija del ya monarca aragonés Fernando I de Antequera. Uno de los infantes de Aragón
(hermanos a su vez de MarÃ−a), Enrique, le tomó preso en 1420. Consiguió huir ese mismo año con la
ayuda de su hombre de confianza, Ôlvaro de Luna. A partir de este momento se perfilaron en Castilla tres
fuerzas polÃ−ticas en lucha: el partido monárquico, integrado por la pequeña nobleza y encabezado por el
valido del monarca, Ôlvaro de Luna; los infantes de Aragón y la alta nobleza castellana. La alianza de los
grandes de Castilla con el clan aragonés supuso en 1427 el primer destierro de Ôlvaro de Luna. Esta
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alianza se rompió pronto y el valido volvió a la corte. Los infantes de Aragón fueron expulsados de
Castilla en 1429, dando asÃ− comienzo a un conflicto entre los reinos de Castilla y Aragón que terminó en
1430 con las llamadas Treguas de Majano.
Durante los diez años siguientes Ôlvaro de Luna consiguió imponer su poder en Castilla, hasta el
punto de alentar la expedición militar contra el reino NazarÃ− de Granada que en julio de 1431 supuso la
victoria cristiana en la batalla de la Higueruela. Pero en 1439 la reacción nobiliaria ante el fortalecimiento
del valido regio y su partido estimuló una nueva alianza con los infantes de Aragón que volvieron a Castilla
provocando un año más tarde el segundo destierro de Ôlvaro de Luna. Sin embargo, la prepotencia de los
infantes de Aragón, que secuestraron a Juan II (Rámaga, 1443), hizo que se coaligaran las fuerzas
polÃ−ticas castellanas defensoras de la autoridad regia, las cuales vencieron en 1445 a la caballerÃ−a de la
aristocracia castellana y de los infantes en Olmedo. A partir de este momento la pugna por el poder se
estableció entre el partido monárquico y la aristocracia castellana, quedando eliminada la participación del
rey navarro y futuro monarca aragonés Juan II (uno de los infantes de Aragón) en los asuntos internos
castellanos.
La ejecución de Ôlvaro de Luna en 1453, posterior a la orden de detención dada por el propio Rey,
significó la momentánea victoria de la oligarquÃ−a nobiliaria castellana. En 1447, dos años después
de la muerte de su primera esposa, Juan II habÃ−a vuelto a casarse, en esta ocasión con Isabel de Portugal.
Juan II falleció el 21 de julio de 1454, en Valladolid. Sus hijos, Enrique IV, fruto de su primer matrimonio, e
Isabel I, nacida de su segundo enlace, fueron asimismo reyes de Castilla.
Durante el reinado de Juan II, en medio de la pugna descrita, se produjo asimismo un renacimiento
cultural, especialmente en el campo literario. El monarca fue mecenas de su cronista, el poeta Juan de Mena, y
de otros escritores, como su escribano, Juan Alfonso Baena, o à ñigo López de Mendoza.
Enrique IV (de Castilla) (1425-1474), rey de Castilla (1454-1474). Hijo de Juan II de Castilla y de MarÃ−a
de Aragón. En 1440 casó con Blanca de Navarra (futura Blanca II) y en 1455 con Juana de Portugal.
Hasta 1461 gobernó con la ayuda de su favorito Juan Pacheco y se enfrentó a la alta nobleza castellana.
Esta crisis favoreció las injerencias en Castilla de Juan II de Aragón. Entre 1461 y 1463, los asuntos de
Castilla y Cataluña se mezclaron. Enrique IV apoyó a Carlos de Viana, hijo de Juan II de Aragón que
estaba enfrentado a su padre. Muerto Carlos, la oligarquÃ−a catalana le ofreció a Enrique IV el mando de
Cataluña, proposición que, aunque no se materializarÃ−a de forma permanente, fue aceptada por éste en
contra de la nobleza castellana. Beltrán de la Cueva y linajes como los Mendoza fueron los principales
apoyos del rey durante esta etapa.
Desde 1463 a 1468 volvió a producirse el enfrentamiento entre Enrique IV y la alta nobleza, reflejado en la
cuestión de la sucesión castellana. Los nobles sublevados intentaron que el rey reconociera como heredero
a su hermano, el prÃ−ncipe Alfonso, y propagaron el rumor de que su hija Juana era ilegÃ−tima,
apodándola 'la Beltraneja' para indicar que su verdadero padre era Beltrán de la Cueva. La pugna entre el
rey y la nobleza culminó en la ceremonia conocida como 'la farsa de Ôvila', donde Enrique IV fue
simbólicamente destronado y Alfonso proclamado rey.
La lucha entre los hermanos duró hasta la muerte de Alfonso en julio de 1468. A partir de este momento
Enrique volvió a ceder a las presiones de los nobles y reconoció como heredera a su hermana Isabel
(Concordia de los Toros de Guisando, septiembre de 1468). Cuando Isabel —la futura Isabel I— se reveló
como defensora de la monarquÃ−a, los nobles decidieron regresar al lado de Enrique IV y defender la causa
de Juana. Estalló asÃ− la guerra civil (guerra de Sucesión de Castilla) que se inició en 1474 con la muerte
del rey.
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Isabel I la Católica (1451-1504), reina de Castilla (1474-1504), durante su reinado se produjo el
descubrimiento europeo del continente americano y la unión dinástica de la Corona de Castilla con la
Corona de Aragón bajo la Casa de Trastámara.
Nacida el 22 de abril de 1451 en la localidad abulense de Madrigal de las Altas Torres, era hija del rey
castellano Juan II y de la segunda esposa de éste, Isabel de Portugal (hija a su vez de Juan, infante
portugués, y nieta del rey de Portugal Juan I el Grande). En 1469 se casó con Fernando II de Aragón y
cinco años después, a la muerte de su hermano, el rey Enrique IV, entabló una guerra contra los
partidarios de su sobrina Juana la Beltraneja por la sucesión al trono castellano (la llamada guerra de
Sucesión de Castilla).
Su triunfo en dicho conflicto sucesorio supuso la definitiva unión dinástica de las coronas aragonesa
y castellana. Isabel I y Fernando II inauguraron un Estado moderno en los reinos que habrÃ−an de acabar por
conformar España. Con ambos terminó la empresa medieval de la Reconquista, se inició el camino hacia
la unidad territorial —que se consumarÃ−a de alguna manera con su bisnieto, el rey Felipe II— y surgió la
monarquÃ−a autoritaria con una nueva organización interna. Su objetivo polÃ−tico de sanear las
instituciones existentes y de crear otras que pudieran servir a su autoridad, se inició con la reorganización
legal de las Cortes de Toledo, y continuó con la recopilación de las Ordenanzas Reales de Castilla
(realizada por Alonso DÃ−az de Montalvo) y con la inserción en el gobierno de un grupo de letrados adictos
al poder de la monarquÃ−a, que formarán parte del Consejo Real y de los nuevos consejos, serán alcaldes
y oidores de las chancillerÃ−as y audiencias, y corregidores de las ciudades.
La nobleza, que acató el triunfo de Isabel I en la guerra de Sucesión de Castilla, finalizada en 1479,
fue también su colaboradora en el nuevo régimen, viendo consolidado su dominio económico y social,
y generalizada legalmente la institución del mayorazgo. En un momento de calma internacional, los Reyes
decidieron terminar con el último bastión musulmán en Europa occidental mediante la conquista del reino
NazarÃ−, obtenida merced a su victoria en la guerra de Granada (1481-1492), que repoblaron con más de
35.000 castellanos.
Aunque la obra de Fernando II e Isabel I es prácticamente inseparable, fueron decisiones tomadas
preferentemente por la Reina las acciones encaminadas a la consecución de la unidad religiosa mediante el
establecimiento de la nueva Inquisición (1478), dirigida en principio contra los conversos que judaizaban en
AndalucÃ−a y extendida después por todos los reinos; la expulsión de los judÃ−os (1492), medida
complementaria de la anterior, que obligaba a éstos mediante decreto a convertirse o emigrar; y la
conversión de otras minorÃ−as religiosas como los moriscos de Granada, a los que trató de atraer mediante
la tolerancia y las predicaciones de fray Hernando de Talavera y, al no conseguirlo, impuso los métodos
más severos de Francisco Jiménez de Cisneros (más conocido como el cardenal Cisneros), provocando
rebeliones de 1499 a 1501, seguidas de conversiones en masa al catolicismo. La selección de obispos
capaces y la reforma del clero contribuyeron también a reforzar este intento de unidad religiosa.
Voluntad de Isabel I fue asimismo mantener una amistad cada vez más estrecha con Portugal,
mediando ella personal y directamente en sus relaciones y en los matrimonios de su hija Isabel con el infante
Alfonso, heredero del trono de Portugal (1490) y, tras la muerte de éste, ocurrida en 1491, con el rey
portugués Manuel I el Afortunado (1495), asÃ− como la de su otra hija, MarÃ−a de Aragón, con el propio
Manuel I, dos años después de que éste enviudara en 1498. Gran empeño puso igualmente en la
expansión ultramarina en el océano Atlántico, que iniciada ya con anterioridad en las islas Canarias,
culminarÃ−a con el descubrimiento de América en 1492. Aunque después de las primeras empresas
colombinas, ni ella ni su marido, que siguieron protegiendo a Cristóbal Colón, se volcaron en la empresa,
Isabel I marcó su impronta por el empeño de que se cristianizara a los indÃ−genas y de que no fueran
esclavizados según las normas jurÃ−dicas vigentes.
En polÃ−tica internacional, aceptó las directrices de Fernando, heredadas de las relaciones
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internacionales ejercidas por la Corona de Aragón. La tradicional amistad con Francia fue sustituida por el
acercamiento al Sacro Imperio Romano Germánico y a Inglaterra, con los que se concertaron los enlaces
matrimoniales de sus hijos Juan (casado en 1497 con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano
I), Juana (la futura reina de Castilla y de Aragón, más conocida como Juana I la Loca, que contrajo
matrimonio en 1496 con Felipe el Hermoso, asimismo hijo del emperador Maximiliano I) y Catalina de
Aragón (casada sucesivamente con el heredero inglés, Arturo, en 1501, y con el futuro rey de Inglaterra,
Enrique VIII, en 1509).
Con tropas y dinero castellanos, Fernando pudo hostilizar a Bretaña (1488-1490), defender el
Rosellón y la Cerdaña devueltos por el rey francés Carlos VIII y llevar a cabo la conquista de Nápoles,
gracias a las campañas emprendidas entre 1494 y 1504. Fruto de esta polÃ−tica mediterránea serÃ−a el
tÃ−tulo de Reyes Católicos que les concedió en 1496 el papa Alejandro VI. La reina Isabel I falleció el 26
de noviembre de 1504 en la localidad vallisoletana de Medina del Campo.
Le sucedieron al frente del trono castellano su hija Juana I la Loca y su yerno Felipe I el Hermoso, si bien, en
1506, tras el fallecimiento de éste, Fernando II se convirtió en regente de la Corona de Castilla.
En polÃ−tica internacional, aceptó las directrices de Fernando, heredadas de las relaciones
internacionales ejercidas por la Corona de Aragón. La tradicional amistad con Francia fue sustituida por el
acercamiento al Sacro Imperio Romano Germánico y a Inglaterra, con los que se concertaron los enlaces
matrimoniales de sus hijos Juan (casado en 1497 con Margarita de Austria, hija del emperador Maximiliano
I), Juana (la futura reina de Castilla y de Aragón, más conocida como Juana I la Loca, que contrajo
matrimonio en 1496 con Felipe el Hermoso, asimismo hijo del emperador Maximiliano I) y Catalina de
Aragón (casada sucesivamente con el heredero inglés, Arturo, en 1501, y con el futuro rey de Inglaterra,
Enrique VIII, en 1509).
Con tropas y dinero castellanos, Fernando pudo hostilizar a Bretaña (1488-1490), defender el
Rosellón y la Cerdaña devueltos por el rey francés Carlos VIII y llevar a cabo la conquista de Nápoles,
gracias a las campañas emprendidas entre 1494 y 1504. Fruto de esta polÃ−tica mediterránea serÃ−a el
tÃ−tulo de Reyes Católicos que les concedió en 1496 el papa Alejandro VI. La reina Isabel I falleció el 26
de noviembre de 1504 en la localidad vallisoletana de Medina del Campo. Le sucedieron al frente del trono
castellano su hija Juana I la Loca y su yerno Felipe I el Hermoso, si bien, en 1506, tras el fallecimiento de
éste, Fernando II se convirtió en regente de la Corona de Castilla.
Juana I la Loca (1479-1555), reina de Castilla (1504-1555) y de Aragón (1516-1555), apenas
desempeñó el poder que tales tÃ−tulos parecÃ−an suponer, dado que los verdaderos gobernantes fueron,
sucesivamente, su esposo Felipe I el Hermoso, su padre Fernando II y su hijo Carlos (el futuro rey Carlos I y
emperador Carlos V).
Tercera hija de Isabel I de Castilla y de Fernando II de Aragón (los Reyes Católicos), nació en
Toledo el 6 de noviembre de 1479, y, educada por Beatriz Galindo, fue una de las princesas más instruidas
de la Europa de la época. De acuerdo con la polÃ−tica internacional de su padre, tendente a reforzar las
relaciones con el Sacro Imperio Romano Germánico y fortalecer la polÃ−tica antifrancesa, en septiembre de
1496 contrajo matrimonio con el archiduque Felipe, primogénito del emperador Maximiliano I y de
MarÃ−a de Borgoña. Tras el fallecimiento de sus hermanos Juan e Isabel en 1497 y 1498, respectivamente,
y el de su sobrino Miguel (hijo de esta última y del rey de Portugal Manuel I el Afortunado) en 1500, pasó
a ser heredera de Castilla y Aragón. Pese a las claras señales de enajenación mental y a las tendencias
francesas de su marido, su madre Isabel la nombró heredera en su testamento, aunque especificó que en
caso de ausencia o incapacidad administrase el reino Fernando II el Católico hasta la mayorÃ−a de edad de
su nieto Carlos.
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Juana y su marido fueron reconocidos como herederos por las Cortes de Castilla y las de Aragón en
1502. Muerta Isabel (1504), Fernando tenÃ−a esperanzas de conservar el gobierno en nombre de su hija, pero
la actitud de una parte de la nobleza castellana, que se acercó a Felipe, le obligó a retirarse a Aragón.
Durante un breve periodo, gobernó en Castilla Felipe el Hermoso, pero su fallecimiento (ocurrido el 25 de
septiembre de 1506) y la consecuente acentuación del desequilibrio de Juana hicieron que su padre asumiera
de nuevo el gobierno de Castilla en 1506.
De su matrimonio con Felipe dio a luz, además de a quien se convertirÃ−a en el emperador Carlos V
(nacido en 1500), a: Leonor de Austria (1498), futura reina de Portugal (1518-1521) tras casarse con Manuel I
el Afortunado, y de Francia (1530-1547) al contraer matrimonio con Francisco I; Isabel de Austria (1501),
quien habrÃ−a de ser reina de Dinamarca desde 1515 hasta 1523, luego de desposarse con Cristián II;
Fernando I de Habsburgo (1503), futuro sucesor de su hermano Carlos en el desempeño del Sacro Imperio
desde 1558; MarÃ−a de Austria (1505), que, en 1522, accederÃ−a al reino de HungrÃ−a y, desde 1531 hasta
1555, serÃ−a gobernadora de los PaÃ−ses Bajos; y Catalina de Austria (1507), la cual pasarÃ−a a ser reina de
Portugal en 1525 al casarse con Juan III el Piadoso. Cuando murió Fernando II (25 de enero de 1516), el
nieto de éste, Carlos, se hizo dar el tÃ−tulo de rey de las dos coronas (la de Castilla y la de Aragón),
aunque Juana siguió siendo reina y en los documentos su nombre figuraba en primer lugar. Por lo demás,
permaneció alejada de toda actividad polÃ−tica en su residencia de Tordesillas (Valladolid), donde se
encontraba cuando se dirigieron a ella los principales dirigentes de la revuelta de las Comunidades en 1520
con el objetivo insatisfecho de ganarla para su causa. Falleció en dicha localidad el 11 de abril de 1555.
Felipe I el Hermoso (1478-1506), rey de Castilla (1504-1506) y archiduque de Austria, perteneciente a la
Casa de Habsburgo; fue el primer monarca de una larga y sucesiva lista de miembros de esa importante
dinastÃ−a, también conocida como de los Austrias, que reinó en los territorios españoles para suceder a
la Casa de Trastámara.
Nació el 22 de julio de 1478, en la hoy ciudad belga de Brujas, entonces perteneciente a Flandes, región
también denominada habitualmente PaÃ−ses Bajos. Era el primogénito de Maximiliano I (quien desde
1493 serÃ−a emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, de ahÃ− que Felipe fuera archiduque de
Austria) y de MarÃ−a de Borgoña, duquesa de Borgoña y gobernadora de los PaÃ−ses Bajos.
Precisamente, en 1482, al fallecer su madre, heredó el tÃ−tulo de gobernador de los PaÃ−ses Bajos.
En septiembre de 1496, contrajo matrimonio con la que serÃ−a llamada Juana la Loca, hija de los Reyes
Católicos y heredera a partir de 1500 de las coronas de Castilla y de Aragón. Su heredero, Carlos de Gante,
el futuro rey Carlos I y emperador Carlos V, nació el 24 de febrero de 1500 y serÃ−a el depositario de una
vastÃ−sima extensión territorial. Dos años antes que Carlos, habÃ−a nacido la primera hija del
matrimonio: Leonor de Austria, futura reina consorte de Portugal y de Francia. En 1501, su esposa dio a luz a
Isabel de Austria, que reinarÃ−a en Dinamarca y, dos años después, a Fernando I de Habsburgo,
décadas más tarde sucesor de su hermano Carlos como emperador. Su quinta hija, MarÃ−a de Austria,
nació en 1505 y se convertirÃ−a en reina consorte de HungrÃ−a y en gobernadora de los PaÃ−ses Bajos. Su
última hija vino al mundo dos años después, se llamaba Catalina de Austria y llegarÃ−a a ser también
reina consorte de Portugal.
La discutida locura de Juana I motivó que la suegra de Felipe I, la reina castellana Isabel I la Católica,
nombrara en 1504 regente de Castilla a su esposo, el rey aragonés Fernando II el Católico, en caso de
muestras de incapacidad de su hija y hasta la mayorÃ−a de edad de Carlos de Gante, su primer nieto. Dos
años antes, las Cortes de Castilla y las de Aragón, reunidas respectivamente en Toledo y en Zaragoza,
habÃ−an declarado a Juana I y a Felipe I herederos de las dos coronas.
El archiduque Felipe de Habsburgo, siempre vinculado a la corte borgoñona y con el apoyo de muchos
nobles castellanos, desembarcó en España en abril de 1506 y logró que su suegro, Fernando II el
Católico, se retirara a Aragón. Pero solamente pudo reinar en Castilla hasta septiembre, ya que murió
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súbitamente en Burgos el dÃ−a 25 de ese mes. El equilibrio emocional e intelectual de su viuda se vio, desde
entonces, permanentemente dañado.
NAVARRRA
Sancho Garcés I o Sancho I Garcés (fallecido en el 925), rey de Pamplona (nombre por el que se
conoció, en un principio, al reino de Navarra; 905-925), el primero de la dinastÃ−a Jimena. Comenzó su
reinado hostigando, con éxito, a los musulmanes del valle del Ebro, e incorporando diversos territorios en
las riberas de los rÃ−os Ega, Arga y Aragón. Años después, aliado con el rey de León, comenzó su
avance reconquistador por tierras riojanas, pero el emir cordobés Abd al-Rahman III contraatacó,
derrotando a los cristianos en Valdejunquera (920). No obstante, unos años después Sancho Garcés I
reanudó el avance por La Rioja, logrando ocupar la fortaleza de Viguera y la antigua ciudad romana de
Calahorra (923). Aunque reaccionó nuevamente Abd al-Rahman III (924), el monarca pamplonés pudo
mantener incólumes sus conquistas. Simultáneamente, logró que el condado de Aragón reconociera la
soberanÃ−a de Pamplona.
GarcÃ−a II Sánchez I (rey de Navarra) (918-970), rey de Pamplona (nombre que recibió, en principio, el
reino de Navarra; 925-970). Accedió al trono siendo un niño, por lo que su madre, la reina Toda, hubo de
actuar como tutora. Adoptó una posición defensiva frente a los ataques de los ejércitos musulmanes
cordobeses. No obstante, los pamploneses ayudaron a Ramiro II de León en la victoriosa batalla de Simancas
(939). La familia real pamplonesa tuvo una estrecha relación con la de León, de lo que derivó su
intervención en los asuntos internos de aquel reino. Esa polÃ−tica, junto con la sumisión a al-Andalus,
debilitó notablemente a los cristianos. En esas condiciones, los musulmanes volvieron a lanzar aceifas, en
una de las cuales recuperaron Calahorra (968). GarcÃ−a II Sánchez I casó con la heredera del condado de
Aragón, Andregoto GalÃ−ndez.
Sancho Garcés II o Sancho II Garcés (fallecido en el 994), rey de Pamplona (nombre por el que, en un
principio, se conoció al reino de Navarra) y conde de Aragón (970-994), coetáneo de las terrorÃ−ficas
razias de Almanzor contra los cristianos. Comenzó atacando, junto a leoneses y castellanos, la plaza de
Gormaz, pero los musulmanes le derrotaron. La ocupación del poder efectivo en Córdoba a cargo de
Almanzor se tradujo en el lanzamiento de interminables campañas militares contra los territorios cristianos.
El primer ataque contra Pamplona tuvo lugar el año 978. Unos años más tarde (982), Sancho Garcés II
pactó su sometimiento a Almanzor, que se casó con una hija suya, de la que tuvo a Abd al-Rahman
Sanchuelo. Años después, el monarca pamplonés intentó zafarse de esa dependencia, pero los
musulmanes volvieron a atacar las tierras navarras (992), lo que supuso la ratificación de la sumisión de
Sancho Garcés II.
GarcÃ−a IV Sánchez III el de Nájera (fallecido en 1054), rey de Pamplona (denominación por la que se
conoce, durante sus primeros años, al reino de Navarra; 1035-1054). Primogénito de Sancho III el Mayor,
al que sucedió en el reino pamplonés, que incluÃ−a territorios vascongados y de la vieja Castilla, su
reinado coincidió con la desintegración del califato de Córdoba, lo que significó el fin de los ataques
musulmanes. GarcÃ−a de Nájera, nombre por el que también es conocido, ayudó a su hermano
Fernando I de Castilla en su lucha contra el monarca leonés Vermudo III, al que derrotó en la batalla de
Tamarón (1037). Se enfrentó a su hermano Ramiro de Aragón, al que venció en Tafalla (1043), y
recuperó de los musulmanes la plaza de Calahorra (1045). Finalmente tuvo un serio conflicto con Fernando I
de Castilla, que se resolvió en la batalla de Atapuerca (1054), en la que murió el rey de Pamplona. Fundó
en Nájera el monasterio de Santa MarÃ−a.
Sancho IV el de Peñalén (1040-1076), rey de Pamplona (nombre por el que, en un principio, fue
conocido el reino de Navarra; 1054-1076). Accedió al trono siendo un niño. Comenzó cediendo a
Fernando I de Castilla parte de las tierras que reclamaba, como la Bureba, lo que provocó la reacción hostil
de la nobleza de su reino. Años después, pudo contener el ataque de Sancho II de Castilla gracias a la
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ayuda que le prestó Sancho I RamÃ−rez de Aragón (1067). Posteriormente, logró la sumisión de
al-Muqtadir, el rey taifa de Zaragoza, que se comprometió a pagar parias al pamplonés (tratados de 1069 y
1073). Esa polÃ−tica enturbió las relaciones con Castilla y con Aragón. El 4 de junio de 1076, Sancho IV
murió asesinado en el desfiladero de Peñalén, vÃ−ctima de una conjura familiar. El reino pamplonés
fue invadido por castellanos y aragoneses.
Sancho I RamÃ−rez o Sancho V (de Navarra) (1043-1094), rey de Aragón (1063-1094) y de Pamplona
(nombre por el que, en un principio, se conoció al reino de Navarra; 1076-1094). Era hijo del rey aragonés
Ramiro I. Accedió al trono pamplonés (1076) tras la muerte violenta de Sancho IV. Impulsó el avance
aragonés hacia el sur. En dicha empresa, que comenzaba a tener un aire de cruzada, colaboraron también
caballeros ultrapirenaicos. Conquistó Graus en 1083 y, un año más tarde, Arguedas, pero fracasó en el
intento de ocupar Tudela (1087). Más tarde, tomó Monzón (1089) y construyó el castillo de
Montearagón (1088) y la fortaleza del Castellar (1091). Colaboró con Alfonso VI de Castilla en la batalla
de Sagrajas (1086), en la que vencieron los almorávides. En su reinado se introdujo en Aragón el rito
romano. Tras la conquista de Luna puso sitio a Huesca, pero en dicha acción murió.
Pedro I (de Aragón) (c. 1068-1104), rey de Aragón y de Pamplona (1094-1104). Era hijo de Sancho I
RamÃ−rez, con quien colaboró activamente en las campañas contra los islamitas. Después de vencer a
los musulmanes en Alcoraz, concluyó la conquista de Huesca (1096), en cuyo cerco habÃ−a muerto su
padre. Inmediatamente marchó a tierras levantinas, en donde prestó ayuda militar a Rodrigo DÃ−az de
Vivar (El Cid). En el año 1100 reconquistó Barbastro, que ya habÃ−a estado anteriormente en poder
cristiano, asÃ− como diversas localidades del valle del Cinca. Pedro I completó de esa forma el dominio
cristiano de la zona prepirenaica. También recuperó Bolea y el castillo de Calasanz. En el año 1095, al
predicarse en Clermont la cruzada, Pedro I se comprometió a ir a Jerusalén, aunque nunca realizó tal
empresa.
GarcÃ−a V RamÃ−rez el Restaurador (fallecido en 1150), rey de Navarra (1134-1150), recuperó la
independencia de su reino tras la muerte, sin hijos, de Alfonso I el Batallador. Se ponÃ−a fin de esa manera a
la etapa en la que Navarra y Aragón habÃ−an estado unidos (1076-1134). Para mantenerse independiente
frente a Aragón, GarcÃ−a RamÃ−rez prestó inicialmente vasallaje a Alfonso VII de Castilla y León. Pero
el rey navarro hubo de mantener una polÃ−tica de difÃ−cil equilibrio ante sus poderosos enemigos, Aragón
y Castilla, que en un momento dado llegaron a pactar el reparto de Navarra. Finalmente, gracias a la
mediación castellana, se llegó, en 1146, a las treguas de San Esteban de Gormaz entre navarros y
aragoneses. Al año siguiente, GarcÃ−a RamÃ−rez intervino con notable éxito en la campaña
reconquistadora de AlmerÃ−a.
Sancho VI el Sabio (fallecido en 1194), rey de Navarra (1150-1194) que destacó ante todo como protector
de las artes. Era hijo del monarca GarcÃ−a RamÃ−rez el Restaurador. Cambió la vieja denominación de
'reyes de Pamplona' por la de 'reyes de Navarra'. Realizó una importante labor legislativa, concediendo
fueros a muchas poblaciones navarras. También efectuó reformas administrativas de gran eficacia. Las
relaciones con sus vecinos, Castilla y Aragón, fueron muy difÃ−ciles, pues éstos, en el Tratado de
Tudillén (1151) planearon el reparto de Navarra. Sancho VI se acercó a Castilla casándose con Sancha,
hija de Alfonso VII, y prestando vasallaje a aquel reino hasta el año 1158. Pero después de diversas
peripecias con Alfonso VIII de Castilla, Navarra perdió en 1179 La Rioja. Tras algunos enfrentamientos,
alcanzó asimismo la paz con Aragón.
Sancho VII el Fuerte (1154-1234), rey de Navarra (1194-1234). Era hijo de Sancho VI el Sabio. Su posible
participación en la tercera Cruzada y su estancia en el norte de Ôfrica, hacia el año 1200, han contribuido
a dar a su figura un aire novelesco. En su reinado los territorios de Ôlava y Guipúzcoa pasaron
definitivamente a Castilla, por lo que Navarra se quedó sin salida al mar. Colaboró activamente con
Alfonso VIII de Castilla en la victoria contra los almohades de las Navas de Tolosa, apoderándose el
monarca navarro del tesoro del califa. Mantuvo excelentes relaciones con los reyes de Aragón. Fundó
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Viana y logró la paz entre los barrios de Pamplona. Al morir, el trono de Navarra pasó a ser ocupado por
los condes de Champaña.
Teobaldo I de Champaña (1200-1253), rey de Navarra (1234-1253), el primero de la Casa de
Champaña. Al fallecer sin hijos Sancho VII el Fuerte, le sucedió su sobrino Teobaldo, conde de
Champaña y de Brie. La situación era novedosa para Navarra, a cuyo frente se encontraba un monarca con
fuertes intereses en el extranjero. Los infanzones presionaron para que se reconocieran sus derechos. En su
reinado se pusieron por escrito, por vez primera, los derechos y privilegios del reino, el denominado Fuero
Antiguo. Teobaldo I introdujo en Navarra nuevas dignidades, como la de senescal y la de chambelán, y
reorganizó la contabilidad de la corona. En el año 1239 marchó a la cruzada, concluida un año
después sin apenas resultados positivos. Teobaldo I fue también conocido como el Trovador dada la
calidad de sus composiciones poéticas, reunidas en un extenso cancionero.
Teobaldo II (de Navarra) (1235-1270), rey de Navarra (1253-1270). Accedió al trono muy joven, tras el
fallecimiento de su padre, Teobaldo I, por lo que su madre, Margarita de Borbón, fue regente. Como medida
para salvar el trono y aminorar la presión de aragoneses y castellanos, el joven monarca juró los fueros de
Navarra en noviembre de 1253. Inmediatamente marchó a sus dominios franceses de Champaña. AllÃ−
casó con Isabel, hija del rey francés Luis IX. Al regresar a Navarra, fortalecido en su autoridad, Teobaldo
II nombró un senescal champañés y buscó el apoyo de las ciudades y villas, al tiempo que pedÃ−a un
nuevo juramento a los estamentos, lo que despertó la suspicacia de los nobles. En 1270 marchó a la
Cruzada de Túnez organizada por su suegro, falleciendo, a su regreso, en Trápani (Sicilia).
Enrique I el Gordo (1238-1274), rey de Navarra (1270-1274), último de la Casa de Champaña. Era
hermano de Teobaldo II, durante cuyo reinado habÃ−a ejercido el cargo de senescal. Se encargó del
gobierno de Navarra al marchar su hermano a Túnez y a su muerte fue proclamado rey. Firmó el acuerdo de
Logroño (1273) con el rey de Castilla Alfonso X, pero al poco tiempo las relaciones entre ambos reinos se
enturbiaron de nuevo. Enrique I siguió una polÃ−tica de mayor independencia con respecto a Francia que
sus antecesores. En su reinado hubo importantes tensiones en Pamplona, aumentadas cuando el monarca
aceptó la segregación de los burgos de San CernÃ−n y San Nicolás respecto del barrio de la NavarrerÃ−a.
Su temprana muerte dejó como heredera a una niña, su hija Juana.
Juana I (de Navarra) (1272-1305), reina de Navarra (1274-1305) y de Francia (1285-1305). Hija del rey
Enrique I y de Blanca de Artois, debido a su temprana edad al acceder al trono navarro, ocupó la regencia su
madre, la cual buscó la protección de la corte francesa. Juana se educó en ParÃ−s y fue casada con un hijo
de Felipe III de Francia, el futuro monarca Felipe IV. La protesta de los navarros frente al gobernador
Beaumarchais motivó la intervención militar francesa, que se saldó con el arrasamiento del barrio
pamplonés de la NavarrerÃ−a (1276). Navarra se convertÃ−a asÃ−, de hecho, en un protectorado de
Francia. El acceso al trono francés de Felipe IV (1285), casado con Juana, le convirtió asimismo en rey de
Navarra (con el nombre de Felipe I). Al morir Juana I, en 1305 en la localidad francesa de Vincennes, le
sucedió en el trono navarro su hijo Luis I el HutÃ−n (el Obstinado, que reinarÃ−a en Francia como Luis X).
Felipe IV el Hermoso (1268-1314), rey de Francia (1285-1314) y de Navarra, como Felipe I (1284-1314),
conocido especialmente por el conflicto que mantuvo con el Papado. Hijo y sucesor del rey Felipe III, y de
Isabel de Aragón, nació en Fontainebleau. En 1284 se casó con Juana I de Navarra, por lo que accedió al
reinado de Navarra y a los condados de Champaña y de Brie. Entre los años 1294 y 1296 conquistó
Guyena (en el suroeste de Francia), posesión del rey inglés Eduardo I. La guerra con Inglaterra y Flandes,
aliado de la primera, continuó en 1297. Felipe y Eduardo se retiraron de Guyena y Flandes (que quedó en
manos francesas) respectivamente, según los términos de la tregua firmada en 1299. Sin embargo, estalló
una revuelta en Brujas y el ejército francés sufrió una derrota desastrosa en la batalla de Courtrai (1302)
a manos de los burgueses y artesanos flamencos.
El gran acontecimiento del reinado de Felipe fue su pugna con el papa Bonifacio VIII, originada por la
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intención de Felipe de establecer impuestos al clero. Bonifacio prohibió, en su bula Clericis Laicos (1296),
que los religiosos pagasen impuestos al poder civil. Felipe replicó con la prohibición de exportar moneda,
lo que suponÃ−a privar al Papa de las rentas francesas. Se rompió una reconciliación temporal al estallar de
nuevo la disputa en el momento en que Felipe arrestó al legado papal (1301) y convocó los primeros
Estados Generales franceses. Esta asamblea, compuesta por nobles, burgueses y religiosos, apoyó al Rey. El
Papa se desquitó con la famosa bula Unam sanctam (1302), declaración de la supremacÃ−a papal. Los
partidarios de Felipe hicieron prisionero a Bonifacio. à ste escapó pero murió poco después.
En el año 1305, Felipe logró que la elección papal recayera en uno de sus partidarios, que se
convertirÃ−a en el papa Clemente V y al que obligó a residir en Francia. De este modo se inició la llamada
'Cautividad de Babilonia' del Papado (1309-1377) durante la cual los papas vivieron en Aviñón, sometidos
al control francés.
Felipe detuvo en 1307 al gran maestre, de los Caballeros Templarios, Jacques de Molay, y en el año 1312
obligó al Papa a suprimir esta Orden religiosa y militar cuyas riquezas fueron confiscadas y muchos de sus
miembros fueron quemados en la hoguera. Además, como consecuencia de sus necesidades financieras,
elevó notablemente los impuestos, sustituyó la prestación militar personal de los vasallos por una
prestación en metálico que empleó para reclutar mercenarios, devaluó la moneda en diversas ocasiones,
confiscó las propiedades de los judÃ−os y exigió grandes sumas de dinero a los banqueros lombardos.
Murió el 29 de octubre de 1314 en Fontainebleau.
Luis X el Obstinado (1289-1316), rey de Francia y de Navarra (1314-1316), hijo de Felipe IV y de Juana de
Navarra. Influido por su tÃ−o, Carlos de Valois, dedicó gran parte de su corto reinado a calmar el
desasosiego existente entre sus nobles, a los que otorgó diversas cartas que aseguraban sus privilegios, y a
una campaña militar irresoluta contra Flandes que dirigió en el año 1315. Su hijo póstumo Juan I,
nacido en 1316, murió muy poco después, por lo que la sucesión al trono recayó en el hermano de Luis,
Felipe V.
Felipe V el Largo (c. 1294-1322), rey de Francia y, como Felipe II, de Navarra (1316-1322), segundo hijo de
Felipe IV. Se convirtió en regente por la minorÃ−a de edad de su sobrino Juan I, soberano de Francia. Tras
la muerte de éste, se proclamó rey. Francia adquirió en 1320 algunos territorios flamencos a la
conclusión de la guerra con Flandes, iniciada en el reinado de Felipe IV. Convocó frecuentemente los
Estados Generales. Realizó reformas en la administración e intentó unificar las acuñaciones y los
sistemas de pesos y medidas, pero encontró fuerte resistencia en los Estados Generales. Impuso elevados
impuestos a los judÃ−os continuando la polÃ−tica de su padre. Murió sin dejar un heredero varón.
Carlos IV el Hermoso (1294-1328), rey de Francia (1322-1328), y con el nombre de Carlos I, rey de Navarra
(1322-1328). Fue el tercer hijo de Felipe IV, rey de Francia. En 1327 Carlos ayudó a su hermana Isabel a
destronar a su marido, el rey Eduardo II de Inglaterra. Durante su reinado, aumentó los tributos, impuso
gravosos impuestos, devaluó la moneda y confiscó bienes. Murió sin dejar un heredero varón, por lo que
finalizó la lÃ−nea directa de la dinastÃ−a de los Capetos en Francia, y se restableció una dinastÃ−a propia
en Navarra.
Juana II (de Navarra) (1312-1349), reina de Navarra (1328-1349). Era hija de Luis I de Navarra y X de
Francia y esposa de Felipe de Evreux (Felipe III de Navarra). Tras la muerte sin herederos, en 1328, de Carlos
IV el Hermoso, quedaron vacantes los tronos de Francia y de Navarra. La tensión existente en tierras
navarras desembocó en la violencia antijudaica de ese año, el mismo en que los navarros aclamaron como
reina a Juana II. Un año más tarde (1329) Juana II y Felipe III fueron coronados reyes en Pamplona. Al
morir su esposo, en 1343, se hizo cargo del reino, debido a la menor edad de su hijo Carlos II. En esos años,
Juana II puso en práctica una polÃ−tica conciliadora con Castilla y Aragón.
Felipe III (de Navarra) (1301-1343), rey de Navarra (1328-1343), iniciador de la dinastÃ−a de Evreux, que
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tomaba el nombre del territorio francés de donde era conde, por lo cual también es conocido como Felipe
de Evreux. Accedió al trono navarro en virtud de los derechos de Juana II, con quien estaba casado. Pese a su
vinculación con Francia, Felipe III procuró poner en primer plano los asuntos navarros. Alcanzó un
acuerdo con la vecina Corona de Aragón, que se plasmó en el matrimonio de su hija MarÃ−a con Pedro IV.
Las relaciones con Alfonso XI de Castilla fueron en un principio tirantes, pero finalmente se llegó a una
tregua entre ambos reinos. Felipe III ayudó al monarca castellano en la campaña contra los musulmanes
que llevó al sitio de Algeciras, pero en el curso de dicha guerra falleció en Jerez de la Frontera.
Carlos II el Malo (1332-1387), rey de Navarra (1349-1387). Era hijo de Juana II y de Felipe de Evreux. Los
asuntos franceses ocuparon buena parte de su reinado. Carlos II, que aspiraba a la Corona francesa, estuvo
unas veces aliado con los reyes de Francia y otras con sus enemigos, los ingleses. Finalmente perdió sus
posesiones en NormandÃ−a, aunque terminó prestando vasallaje a Carlos V de Francia. Su polÃ−tica
peninsular fue asimismo oscilante. Estuvo al lado del rey castellano Pedro I el Cruel en su lucha contra
Enrique de Trastámara —el futuro rey Enrique II de Castilla—, permitiendo el paso de los soldados ingleses
del prÃ−ncipe de Gales (Eduardo el PrÃ−ncipe Negro) por Navarra. Los territorios fronterizos en disputa con
Castilla le llevaron a enfrentarse más tarde a Enrique II, hasta que se alcanzó la Paz de Briones (1379).
Carlos III el Noble (1361-1425), rey de Navarra (1387-1425), famoso ante todo por su pacifismo. Era hijo de
Carlos II el Malo. Su matrimonio con Leonor de Trastámara, hija del rey castellano Enrique II, permitió
sellar la amistad entre Navarra y Castilla. Esa relación amistosa continuó en tiempos de los reyes de
Castilla Juan I y Enrique III. Carlos el Noble resolvió los problemas pendientes de las posesiones navarras en
Francia, mediante el acuerdo de ParÃ−s de 1404. También mantuvo excelentes relaciones con Aragón.
Coetáneo del Cisma de la Iglesia, Carlos III se mostró favorable al pontÃ−fice de Aviñón. Convocó
frecuentemente las Cortes de su reino. También destacó como impulsor de las artes, pues concluyó la
catedral gótica de Pamplona e hizo edificar los palacios reales de Tafalla y de Olite. Murió en 1425 en esta
última villa.
Blanca I (1386-1441), reina de Navarra (1425-1441). Hija del rey navarro Carlos III el Noble y de Leonor de
Trastámara, fue casada en 1402 con el rey de Sicilia MartÃ−n el Joven, hijo del rey de Aragón MartÃ−n I
el Humano. Tras el fallecimiento de aquél (1409), contrajo matrimonio, en 1419, con el heredero del reino
aragonés, el futuro Juan II. En 1421 dio a luz a Carlos, quien, en 1425, el mismo año en que Blanca
accedÃ−a al trono navarro, recibÃ−a el tÃ−tulo de prÃ−ncipe de Viana en calidad de heredero. La
ambigüedad del testamento de Blanca, que recomendaba a Carlos que no ostentara el tÃ−tulo regio sin
consentimiento de su padre, contribuyó al inicio de una guerra civil en Navarra entre los partidarios de uno y
de otro, esto es, entre los agramonteses y los beamonteses.
Juan II (de Aragón y Navarra) (1398-1479), rey de Aragón (1458-1479) y de Navarra
(1425-1479), hubo de hacer frente a las luchas por la legitimidad regia en ese último reino y a la rebelión
desatada en el principado de Cataluña.
Nació el 29 de junio de 1398, en la localidad vallisoletana de Medina del Campo. Era hijo de
Fernando I de Antequera, el primer rey aragonés perteneciente a la Casa de Trastámara, y de Leonor de
Alburquerque. En 1415 fue nombrado por su padre lugarteniente general de Cerdeña y Sicilia, cargo que
desempeñó hasta el año siguiente. Participó en la fracasada campaña de Nápoles que en 1435
emprendió su hermano, el rey Alfonso V, quien en 1454 le designó lugarteniente de Aragón y Valencia.
Juan se convirtió en 1458 en rey de la Corona de Aragón, tras el fallecimiento sin descendencia de Alfonso
V. Por su matrimonio con la princesa navarra Blanca I, contraÃ−do en 1419, habÃ−a pasado a ser rey
consorte de aquel territorio desde que ésta accedió al trono de Navarra en 1425, y en monarca efectivo a
partir de la muerte de su esposa, en 1441.
En Castilla, donde sus dominios eran amplÃ−simos, era uno de los infantes de Aragón, nombre por el
que se conocÃ−a a los hijos de Fernando I de Antequera que intervinieron decisivamente en la polÃ−tica
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interna castellana durante buena parte del reinado de Juan II, el rey de Castilla con quien, en 1418, se habÃ−a
casado una de sus hermanas, MarÃ−a de Aragón. Su participación en los asuntos castellanos cesó con la
derrota sufrida en 1445 en la batalla de Olmedo.
Al morir su esposa, Blanca I, se inició el enfrentamiento con el hijo de ambos, Carlos, prÃ−ncipe de
Viana, cuando éste se convirtió en rey de Navarra pese al testamento materno en el que se le obligaba a
contar con el consentimiento de su padre. En ese reino se produjo a partir de entonces una guerra civil entre
los beamonteses, que defendÃ−an los derechos regios de Carlos, y los agramonteses, que apoyaban a Juan II
en su intento de convertirse en monarca de Navarra. Carlos de Viana fue derrotado, preso desde 1451 y
desheredado cuatro años más tarde.
Dicho conflicto repercutió en Cataluña, pues las Cortes reunidas en Lérida en 1460 pidieron a Juan
II que liberara a su hijo, al tiempo que le obligaron a acatar en 1461 la Capitulación de Villafranca del
Penedès, por medio de la cual se limitaba notablemente la autoridad regia. Pero la muerte del prÃ−ncipe de
Viana ese mismo año y la actuación de Juan II, incumpliendo lo pactado, provocaron la guerra civil
catalana, que coincidió con los levantamientos campesinos iniciados en 1462 y pasó a ser conocida como
primera guerra de los Remensas. No obstante, en el reino de Navarra, la hermana de Carlos, Blanca II,
heredó de alguna manera la controversia respecto del trono y los beamonteses la consideraron legÃ−tima
reina. La hija de Juan II falleció en 1464, dos años después de ser apartada del territorio navarro por su
propio padre.
En Cataluña se encontraba en aquella época como gobernadora su segunda esposa, Juana
EnrÃ−quez, con quien habÃ−a contraÃ−do matrimonio en 1443. Las clases dirigentes catalanas destituyeron
a Juan II, ofreciendo el principado de Cataluña sucesivamente al rey de Castilla, Enrique IV (sobrino de
Juan II, casado desde 1440 con Blanca II), al condestable Pedro de Portugal y a Renato de Anjou. En 1472, no
obstante, Barcelona cayó en manos de Juan II, llegándose a la llamada Capitulación de Pedralbes, de
espÃ−ritu conciliador, pues establecÃ−a el perdón de los rebeldes y ponÃ−a fin a la primera guerra de los
Remensas.
El matrimonio de su hijo Fernando —su sucesor y futuro rey aragonés Fernando II el Católico,
fruto de su enlace con Juana EnrÃ−quez— con la heredera de Castilla, Isabel, celebrado en 1469, fue un arma
importante a favor de Juan II. Asimismo, el rey aragonés intentó, aunque sin éxito, recuperar los
territorios transpirenaicos de Rosellón y Cerdaña, retenidos por el monarca francés Luis XI. Falleció el
19 de enero de 1479, en Barcelona. Ese mismo año, su hija Leonor, fruto de su primer matrimonio, ocupó
brevemente el trono de Navarra. Juana, otra de sus hijas, habida de su enlace con Juana EnrÃ−quez, se casó
en 1474 con el rey de Nápoles, Fernando I.
Carlos (prÃ−ncipe de Viana) (1421-1461), rey de Navarra (1441-1461) con el nombre de Carlos IV, y
duque de GandÃ−a. Su abuelo Carlos III el Noble creó en 1425 el principado de Viana, para otorgarle tal
tÃ−tulo. Hijo del futuro Juan II de Aragón y de la princesa Blanca de Navarra, contrajo matrimonio con Ana
de Clèves. Aunque le habÃ−a nombrado lugarteniente suyo, Juan II asumió todo el poder a partir de 1444,
por lo que en 1448 Carlos huyó de Navarra y se alió con Juan II de Castilla y su condestable, don Ôlvaro
de Luna, en contra de su padre. Tras nueve años de guerra civil, Carlos fue hecho prisionero en la batalla de
Aybar (1451). En 1455 su padre le desheredó y nombró como sucesora a la hermana de Carlos, Leonor.
Tras su puesta en libertad, residió en Francia y en Sicilia y posteriormente se dirigió a la costa catalana. Fue
detenido en Lérida (1460). Sin embargo, nuevas revueltas en Cataluña obligaron a Juan II a reconocer el
derecho sucesorio de su hijo en 1461. Murió en ese año, probablemente envenenado, lo que motivó una
sublevación de los catalanes y la reanudación de la guerra civil en Navarra.
Catalina de Navarra (1468-1518), reina de Navarra (1483-1512). Hija de Gastón de Foix y de Magdalena
de Francia, y nieta de la reina de Navarra Leonor, sucedió en el trono a su hermano Francisco Febo en 1483,
bajo la tutela de su madre. En sus primeros años tuvo que hacer frente a las pretensiones dinásticas de su
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tÃ−o Juan de Foix, hasta que en 1492 éste se conformó con ciertas compensaciones en la zona francesa de
Navarra.
Contrajo matrimonio en 1483 con el noble francés Juan de Albret (que se convertirÃ−a asÃ− en rey de
Navarra, si bien consorte, con el nombre de Juan III de Albret), en detrimento de las pretensiones de los Reyes
Católicos, que habÃ−an entablado negociaciones para concertar el matrimonio con su primogénito, el
infante Juan. A mediados de la década de 1490, el conde de LerÃ−n inició una confrontación interna
contra los reyes de Navarra. La intervención de Fernando II el Católico forzó una paz beneficiosa para los
intereses castellanos, en la medida en que el destierro del conde de LerÃ−n a AndalucÃ−a propició el
protectorado de la Corona de Castilla sobre sus bienes.
El acceso al trono de Francia de Luis XII en 1498 (año de la expulsión de los judÃ−os del reino de
Navarra) y sus disputas con Fernando II el Católico situaron a Navarra en el centro de las tensiones
franco-castellanas. Tanto los reyes navarros, manifiestamente partidarios de Francia, como las Cortes
navarras, más proclives a tratar con Castilla, intentaron en sus negociaciones preservar la independencia de
Navarra. El temor a una coalición entre Navarra y Francia, a tenor del enlace matrimonial entre Enrique, el
prÃ−ncipe de Viana (hijo de Catalina y Juan III de Albret), y la hija menor de Luis XII, endureció las
exigencias de Castilla. Fernando II el Católico reclamó la confirmación de la paz entre ambos reinos y
exigió la entrega de algunas plazas fuertes navarras como garantÃ−a de que Catalina y Juan III no
permitirÃ−an el paso de tropas francesas. La negativa navarra a acceder a la cesión de las plazas
desencadenó la intervención en 1512 del Ejército castellano, al mando de Fadrique Ôlvarez de Toledo,
segundo duque de Alba, a quien acompañó el conde de LerÃ−n. Catalina y Juan III, los últimos reyes de
Navarra (al menos de la Navarra asentada sobre el territorio de la penÃ−nsula Ibérica), se vieron forzados a
huir a Francia. Aclamado Fernando II como rey de la Navarra peninsular, procedió en 1515 a la
incorporación de dicho reino a la Corona de Castilla. Pocos años después, en territorio francés se
sucedieron la muerte de Juan III en 1517 y la de Catalina en 1518, que habÃ−an seguido reinando como reyes
de Navarra sobre los territorios situados al norte de los Pirineos. Fue sucedida por su hijo, Enrique II.
Juan III de Albret (fallecido en 1517), rey de Navarra (1483-1512) por su matrimonio con la reina Catalina,
hermana de Francisco I Febo. Juan era un noble francés, vizconde de Tartax (hijo de la condesa de
Périgord y del señor de Albret). Desde el trono navarro tendió al acercamiento polÃ−tico con Luis XII,
rey de Francia. Frente a los intentos de Fernando II el Católico de que Navarra se mantuviese neutral ante las
rivalidades entre Francia y las coronas de Castilla y Aragón, Juan III firmó un tratado secreto con Luis XII
en 1512 por el que permitÃ−a el paso de tropas francesas hacia Aragón; a cambio, el rey francés les
respetarÃ−a sus posesiones en Francia. En 1512, Fernando, enterado del tratado, envió tropas que ocuparon
la parte navarra al sur de los Pirineos, territorios que quedarÃ−an definitivamente vinculados al trono hispano.
Enrique II (de Navarra) (1503-1555), rey de Navarra (1518-1555). Hijo de Catalina de Navarra y de Juan III
de Albret, cuando subió al trono, en 1518, la zona del reino situada al sur de los Pirineos formaba parte de
Aragón al haber sido conquistada por Fernando el Católico. El empeño de Enrique fue recuperarla. En
1520, envió un ejército a las zonas ocupadas que reconquistó la mayor parte del territorio anexionado,
incluidas las plazas de Pamplona y Estella. La reacción del rey Carlos I (el emperador Carlos V) no se hizo
esperar y los navarros fueron derrotados en Quirós (30 de julio de 1521), quedando definitivamente la
Navarra meridional en territorio español. Para poder mantener sus territorios al norte de los Pirineos,
Enrique II se convirtió en un aliado permanente del rey Francisco I de Francia. Murió sin hijos varones,
casando a su hija con Antonio de Borbón. El hijo de ambos serÃ−a Enrique III de Navarra (Enrique IV de
Francia), el primer Borbón en el trono francés.
Enrique IV (de Francia) (1553-1610), rey de Francia (1589-1610), que restauró la estabilidad tras
las guerras de Religión del siglo XVI. Fue el primer rey Borbón de Francia y también rey de Navarra,
con el nombre de Enrique III (1562-1610). Enrique nació en Pau (entonces Navarra) el 13 de
diciembre de 1553. Su padre, Antonio de Borbón, duque de Vendôme y rey de Navarra, era descendiente,
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en novena generación, del rey de Francia del siglo XIII, Luis IX. Su madre, Juana de Albret, era reina de
Navarra y sobrina del rey Francisco I de Francia.
ARAGÃ N
Ramón Berenguer IV el Santo (c. 1113-1162), conde de Barcelona (1131-1162) y prÃ−ncipe de Aragón
(1137-1162). Era hijo de Ramón Berenguer III. Su matrimonio con la heredera de Aragón, Petronila,
concertado en 1137, hizo posible la unión de dicho reino y el condado de Barcelona. Ramón
Berenguer IV, que se tituló prÃ−ncipe de Aragón, prestó vasallaje a Alfonso VII de Castilla por
Zaragoza. Pero de hecho el núcleo catalano-aragonés impuso un equilibrio en la España cristiana.
Asimismo dio fin a la conquista del valle del Ebro, con la toma de Tortosa (1148) y de Lérida (1149). En
1151 firmó con Alfonso VII el Tratado de Tudillén, que delimitaba las futuras zonas de conquista
cristiana en al-Andalus. También intervino activamente en el sur de Francia, titulándose marqués de
Provenza.
Petronila (1136-1174), reina de Aragón (1137-1174) y condesa de Barcelona (1150-1174), desempeñó
un papel clave en la formación de la Corona de Aragón. Era hija del rey aragonés Ramiro II el Monje y
de Inés de Poitiers. La imposibilidad de cumplir el testamento de Alfonso I el Batallador, forzó a su
hermano Ramiro a abandonar su condición clerical y ceñir la corona aragonesa. De su matrimonio con
Inés de Poitiers nació Petronila en 1136. Se pensó casarla con un infante castellano, Sancho, pero
finalmente se decidió su enlace con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Los esponsales se
celebraron en 1137, cuando Petronila tenÃ−a solo un año, y la boda en 1150, en Lérida. Tras la muerte de
Ramón Berenguer IV, ocurrida en 1162, Petronila abdicó el reino de Aragón en su hijo Alfonso II.
Alfonso II el Casto (de Aragón) (1154-1196), primer monarca de la confederación catalano-aragonesa
conocida como Corona de Aragón (1162-1196). Nacido en Barcelona, era hijo de Ramón Berenguer IV y
de Petronila. En el ámbito catalán, anexionó los condados de Rosellón y Pallars; y en el del sur de
Francia, incorporó el condado de Provenza, lo que le llevó a enfrentamientos con el conde de Tolosa.
Asimismo, prosiguió la Reconquista aragonesa: ocupó los valles del Guadalaviar y del Alfambra y fundó
la ciudad de Teruel (1171). Tuvo buenas relaciones con Alfonso VIII de Castilla, casándose con una
hermana suya, Sancha, ayudándole en 1177 en la toma de Cuenca y firmando con él el Tratado de
Cazorla. A su muerte (Perpiñán, 1196), sus dominios se dividieron entre el primogénito, Pedro, para
quien fueron las tierras peninsulares, y Alfonso, que heredó Provenza.
Pedro II el Católico (c. 1177-1213), rey de Aragón (1196-1213), dedicó sus atenciones preferentes a la
presencia catalana en el sur de Francia. Era el primogénito de Alfonso II el Casto y de Sancha de Castilla.
En 1196, tras el fallecimiento de su padre, recibió de éste el reino de Aragón y el condado de Barcelona,
es decir, la Corona de Aragón. En sus primeros años de reinado gobernó, no sin problemas, bajo la tutela
de su madre. Mantuvo buenas relaciones con Alfonso VIII de Castilla, con quien colaboró en sus luchas
contra el reino de León y particularmente en la cruzada contra los almohades que culminó en la victoria de
las Navas de Tolosa (1212). Hombre de profundas convicciones religiosas, en 1204 acudió a Roma para ser
coronado por el papa Inocencio III, infeudando la Corona de Aragón a la Santa Sede. La preocupación por
las tierras de Occitania (la región del sur francés cuya lengua es la provenzal) estuvo presente desde el
primer momento de su ejercicio del trono aragonés. En 1204, casó con MarÃ−a, heredera de Montpellier,
de cuyo matrimonio nació cuatro años más tarde quien serÃ−a su sucesor, Jaime I. Al morir su hermano,
Alfonso II de Provenza, en 1209, trató de incorporar el señorÃ−o que éste tenÃ−a en el sur de Francia
desde el fallecimiento del padre de ambos.
Asimismo, Pedro II fue un decidido protector de las órdenes militares del Temple y de San Juan de
Jerusalén. Pero su gran problema se hallaba en el sur de Francia, en donde se estaba difundiendo la
herejÃ−a albigense (nombre que recibieron los cátaros asentados en esa región). Frente a los herejes se
organizó una cruzada que, dirigida por Simón IV, señor de Montfort, tenÃ−a también fines polÃ−ticos
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al servicio de la monarquÃ−a francesa. Los cruzados atacaron a diversos vasallos del monarca aragonés,
entre ellos al conde de Tolosa. Pedro II intentó lograr un acuerdo (entrevista con Simón IV en 1211), pero
al final tuvo que luchar en defensa de sus tierras y de sus vasallos, pese a la amenaza de excomunión por
apoyar a los herejes. La batalla de Muret (13 de septiembre de 1213), en la que Pedro II encontró la muerte,
supuso el fin de las aspiraciones ultrapirenaicas de la Corona de Aragón.
Jaime I el Conquistador (1208-1276), rey de Aragón (1213-1276), protagonista de la
incorporación a sus dominios de Mallorca y del reino de Valencia.
Era hijo de Pedro II y de MarÃ−a de Montpellier, nombre de la localidad francesa donde nació
Jaime. Cuando accedió al trono era un niño, por lo que actuó como regente su tÃ−o Sancho hasta el año
1218. Durante su minoridad la alta nobleza se mostró levantisca.
La potenciación de la Reconquista por Jaime I buscaba, entre otros fines, canalizar los ardores de los
barones en tareas que no obstaculizaran el ejercicio del dominio real. En las Cortes (Parlamento) de Barcelona
de 1228 se decidió la conquista de Mallorca. La expedición, que demostró la pujanza de la marina
catalana, se llevó a cabo en los últimos meses del año 1229. Inmediatamente se efectuó un repartimiento
de la isla, interviniendo en el mismo gentes originarias de Cataluña. Ibiza fue ocupada en 1235. Por su parte
la conquista del reino de Valencia se inició en 1232. La ciudad de Valencia se rindió en 1238. En la
repoblación de la huerta de Valencia participaron tanto catalanes como aragoneses. La conquista del sur del
reino concluyó con la toma de Alcira en el año 1245. En el territorio valenciano permaneció abundante
población mudéjar, sobre todo en el sur. Un año antes, en 1244, habÃ−a firmado con el rey de Castilla
Fernando III el Tratado de Almizra, en el que se delimitaba la zona de expansión de ambos reinos. En 1258
Jaime I firmó con Luis IX de Francia el Tratado de Corbeil, que sancionaba la retirada catalano-aragonesa
del sur de Francia.
Para contrapesar el poder de la nobleza, Jaime I apoyó la autonomÃ−a municipal. En 1265 se
constituyó el primer consejo municipal de la ciudad de Barcelona. En otro orden de cosas proyectó una
expedición a Tierra Santa, con el propósito de fundar un reino en Palestina, pero el intentó fracasó
(1269). Mallorca, concedida en 1231 como señorÃ−o vitalicio a Pedro de Portugal, fue devuelta a Jaime I
en 1244. Mas a su muerte —ocurrida en Valencia en 1276— tuvo lugar una división de sus reinos, entre sus
hijos: Pedro, el primogénito, que recibió Aragón, Cataluña y Valencia, y Jaime, el segundo, a quien se
entregó Mallorca.
Pedro III el Grande (1240-1285), rey de Aragón (1276-1285), iniciador de la expansión mediterránea de
sus reinos. Era hijo de Jaime I y de su segunda esposa Violante de HungrÃ−a. Siendo infante, intervino
activamente en las campañas contra los mudéjares de Murcia y de Valencia, asÃ− como en diversas
campañas contra nobles rebeldes. Pedro III tiene una gran importancia en la historia institucional de sus
reinos. Su propósito de fortalecer la autoridad real chocó tanto con la nobleza feudal como con las
oligarquÃ−as urbanas. La alta nobleza aragonesa, que habÃ−a formado la Unión, le obligó a aprobar, en las
Cortes de Tarazona y Zaragoza de 1283, el Privilegio General. En ese mismo año el rey aragonés hubo de
hacer concesiones a los valencianos, a los que otorgó el Privilegium magnum.
Pedro III puso las bases del constitucionalismo de la Cataluña medieval, debido a las concesiones que hizo a
la nobleza en las Cortes de Barcelona de 1283-1284 y a la aprobación de las Constuetuds de la ciudad de
Barcelona. Simultáneamente se desarrollaron los acontecimientos de Sicilia. Pedro III, casado con
Constanza Staufen de Sicilia, podÃ−a alegar derechos a la isla, en donde se habÃ−an instalado, desde 1266,
los Angevinos (familia de Anjou). Pedro III preparó cuidadosamente el terreno, logrando la neutralidad de
los reinos de Castilla, Portugal, Granada e Inglaterra. En marzo de 1282 tuvo lugar en la isla la insurrección
antifrancesa conocida como VÃ−speras Sicilianas. Pedro III, al frente de una escuadra, desembarcó en
Sicilia, siendo coronado rey en la ciudad de Palermo, dejando allÃ− a su esposa como gobernadora. La
réplica de los Angevinos y sus aliados fue contundente, pues mientras el pontÃ−fice excomulgaba al
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monarca aragonés, Felipe III de Francia atacaba Cataluña, llegando en 1285 a Gerona, aunque finalmente
hubo de retirarse. Al morir Pedro III, Sicilia pasó a su segundo hijo, Jaime.
Alfonso III el Liberal (1265-1291), rey de Aragón (1285-1291), coetáneo de las VÃ−speras Sicilianas.
Nacido en Valencia, era hijo de Pedro III y de Constanza de Sicilia. Actuó como lugarteniente de los reinos
cuando su padre fue a Sicilia en 1282. En su breve reinado se llevó a cabo la conquista de Menorca (1287).
Tuvo que ceder ante la levantisca nobleza aragonesa, a la que le otorgó el llamado Privilegio de la Unión
(1288). Asimismo se vio obligado, en virtud del tratado de Tarascón (1291), a retirar el apoyo a los
aragoneses de Sicilia. En lo que respecta a la polÃ−tica peninsular, apoyó a los infantes de la Cerda, que
reclamaban el trono castellano frente a Sancho IV. Alfonso III falleció en Barcelona en 1291, poco antes de
celebrar su proyectada boda con Leonor de Inglaterra.
Jaime II el Justo (1267-1327), rey de Aragón (1291-1327). Hijo de Pedro III y de Constanza de Sicilia,
nació en Valencia. Al morir su padre, pasó a ser rey de Sicilia (1285-1295), mientras su hermano, Alfonso
III, lo era de Aragón. Por el Tratado de Tarascón (1291), Alfonso III se comprometió a no prestar ayuda a
su hermano Jaime de Sicilia. No obstante, éste accedió al trono de Aragón en 1291, al morir sin
herederos Alfonso III. En un principio logró mantener Sicilia, pero en el Tratado de Anagni (1295) la cedió
a la Santa Sede, a cambio de Córcega y Cerdeña. En cumplimiento de lo acordado en Anagni, Jaime II
combatió contra su hermano Federico, instalado en Sicilia. Pero unos años después, en virtud del
Tratado de Caltabellotta (1302), Federico II era reconocido rey de Sicilia. Años más tarde, Jaime II
dedicó un gran esfuerzo a la conquista de la isla de Cerdeña (1323-1325), en donde se enfrentó
también a los genoveses. En el ámbito peninsular, Jaime II alcanzó con Sancho IV de Castilla el acuerdo
de Montearagón (1291), por el que se repartÃ−an entre ambos las zonas de influencia en el norte de Ôfrica,
quedando para Aragón los reinos de Túnez, BugÃ−a y Tremecén. Posteriormente, Jaime II apoyó a los
infantes de la Cerda y ocupó, en la región murciana, la margen izquierda del rÃ−o Segura, territorio que le
fue reconocido a Aragón y que comprendÃ−a, entre otras ciudades, Alicante, Elche y Orihuela (1304).
Preparó, por el acuerdo de Alcalá de Henares (1308), que firmó con Fernando IV de Castilla, una
campaña contra los musulmanes granadinos, finalmente fallida. Jaime II, ejemplar en el respeto a las
normas legales, contó con el apoyo de las ciudades frente a la ambiciosa nobleza. Fundó asimismo la Orden
militar de Montesa (1317), en parte para sustituir a la disuelta Orden del Temple. Jaime II el Justo falleció el
2 de noviembre de 1327 en Barcelona.
Alfonso IV el Benigno (1299-1336), rey de Aragón y conde de Barcelona (1327-1336). Era el segundo hijo
de Jaime II de Aragón, pero accedió al trono al profesar como religioso su hermano Jaime, el heredero.
Siendo infante habÃ−a tomado parte activa en la conquista de Cerdeña. Posteriormente hubo de enfrentarse
a diversas insurrecciones sardas, en particular la de Sassari (1329). Mantuvo una guerra con Génova, que
apoyaba a los rebeldes sardos e impulsó la repoblación de Cerdeña con hispanos. Asimismo planeó,
conjuntamente con Castilla, una campaña contra los granadinos, pero no se realizó. Débil de carácter,
creó el marquesado de Tortosa para su hijo Fernando, primogénito de su segunda esposa Leonor de
Castilla. Pero ese proyecto, que significaba la partición del reino, no se llevó finalmente a cabo.
Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387), rey de Aragón (1336-1387), bajo su reinado la Corona de Aragón
alcanzó la máxima expansión territorial. Nacido el 5 de septiembre de 1319, en Balaguer (Lleida), era hijo
de Alfonso IV y de Teresa de Entenza. Accedió al trono tras el fallecimiento de su padre, en 1336. Con
Pedro IV se produjo la incorporación definitiva del reino de Mallorca a la Corona de Aragón. El último
monarca privativo de Mallorca, Jaime III, huyó tras su derrota en Santa Ponça (1343). Unos años
después, éste intentó recuperar la isla, pero fue derrotado y muerto en la batalla de Llucmajor (1349).
Asimismo, Pedro IV se enfrentó a las noblezas de los reinos de Aragón y de Valencia (ambos parte de la
Corona de Aragón), organizadas en sus correspondientes uniones, a las que venció en 1348 en las batallas
de à pila (Zaragoza) y Mislata (Valencia), respectivamente.
Pedro IV tuvo también un largo conflicto con el rey castellano Pedro I el Cruel, que tuvo lugar desde 1356
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hasta 1363. El Ceremonioso apoyó al rebelde Enrique de Trastámara —el futuro rey Enrique II de
Castilla—, a cambio de la promesa de la entrega del reino de Murcia. Como esa cesión no la efectuó
Enrique II cuando fue rey, surgieron de nuevo tensiones entre Castilla y Aragón, resueltas finalmente en la
Paz de Almazán (1375). Otro tipo de problemas a los que hubo de hacer frente Pedro IV fue el planteado
con el infante de Aragón, Fernando (hijo de Leonor de Castilla, segunda esposa de su padre), a quien
ordenó asesinar en 1363.
En el ámbito mediterráneo, durante el reinado de Pedro IV hubo incidentes diversos en Cerdeña, de
forma que, en 1354, se vio obligado a encabezar una expedición a la isla, y, en 1377, se proclamó rey de
Sicilia, tras la muerte de su yerno Federico III, que habÃ−a ostentado ese tÃ−tulo. Por último, en 1379
incorporó a sus dominios los ducados de Atenas y de Neopatria.
En 1359, se convirtió en permanente la Diputació del General o Generalitat, institución clave de
Cataluña. En otro orden de cosas, a mediados del siglo XIV se difundió por los territorios de la Corona
de Aragón la terrorÃ−fica peste negra, y, en 1381, la Corona de Aragón pasó por una aguda crisis
financiera. Pedro IV, coetáneo del comienzo del Gran Cisma de Occidente (1378), protegió las letras y
las artes, de forma que su nombre va unido al esplendor medieval de la lengua catalana. Falleció el 5 de
enero de 1387, en Barcelona. Hijos suyos, fruto de su tercer matrimonio, contraÃ−do con Leonor de Sicilia en
1349, fueron su inmediato sucesor, Juan I, y el futuro heredero de éste, MartÃ−n I el Humano.
Juan I (de Aragón) (1350-1396), rey de Aragón (1387-1396). Nacido en Perpiñán, era hijo y sucesor
de Pedro IV el Ceremonioso, y de Leonor de Sicilia. Siendo infante, recibió el tÃ−tulo de duque de Gerona y
desempeñó el cargo de lugarteniente general de los reinos. Fue partidario del acercamiento a Francia y a
Castilla, polÃ−tica contraria a la mantenida por su padre. En el Cisma de la Iglesia tomó postura a favor del
pontÃ−fice de Aviñón. En 1391 tuvieron lugar los asaltos a las juderÃ−as de Valencia, Barcelona, Palma
de Mallorca, Gerona y otras ciudades de sus reinos. Débil de carácter, fue un apasionado de la caza y un
gran amante y protector de la cultura. Al no dejar herederos, le sucedió en el trono su hermano MartÃ−n I.
MartÃ−n I el Humano (1356-1410), rey de Aragón (1396-1410). Hijo segundo de Pedro IV y de Leonor de
Sicilia, nació en Girona. Fue lugarteniente general de Aragón durante el reinado de su hermano Juan I.
Casó a su hijo MartÃ−n el Joven con MarÃ−a de Sicilia, hija de Federico III, el último monarca de la isla,
donde llevó a cabo una tarea de pacificación. Al morir sin descendencia masculina su hermano Juan I
(1396), MartÃ−n pasó a ocupar el trono aragonés. Su esposa, MarÃ−a de Luna, dirigió el gobierno hasta
que MartÃ−n regresó de Sicilia en 1397, logrando en ese tiempo vencer al conde de Foix, que reclamaba el
reino de Aragón. Después de entrevistarse en Aviñón con el papa Benedicto XIII, familiar de su
esposa, MartÃ−n I entró en Barcelona (1397). Dos años más tarde (1399), juraba en Zaragoza los fueros
de Aragón.
MartÃ−n I hubo de atender muchos frentes polÃ−ticos. En el Mediterráneo nunca descuidó los asuntos de
Sicilia ni los de Cerdeña. Organizó dos expediciones contra los piratas de BerberÃ−a, siendo sus objetivos
Tremecén (1398) y Bona (1399), pero los resultados fueron escasos. En el interior de sus reinos, pretendió
poner fin a las luchas de bandos nobiliarios en Aragón y en Valencia. Defendió a capa y espada al
pontÃ−fice aviñonense Benedicto XIII, al que finalmente acogió en sus reinos en 1409. También
ayudó a su hijo MartÃ−n el Joven en sus campañas contra los rebeldes de Cerdeña de ese mismo año.
Al fallecer antes que él su hijo (1409), MartÃ−n I se convirtió en rey de Sicilia. La muerte de MartÃ−n I
(ocurrida el 31 de mayo de 1410 en Barcelona) sin hijos, pues no tuvo descendencia de su segundo
matrimonio con Margarita de Prades (1409), y sin designar un heredero, planteó un agudo problema
sucesorio, que se resolvió mediante el Compromiso de Caspe (1412). Fue un monarca débil e irresoluto,
aunque de temperamento liberal y amigo de la cultura.
Compromiso de Caspe, acuerdo tomado en el año 1412 en la villa de Caspe (en la actual provincia
española de Zaragoza) para resolver el problema sucesorio planteado en 1410 en la Corona de Aragón al
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morir sin sucesión MartÃ−n I el Humano.
Los candidatos eran varios, entre ellos el conde de Urgel y Fernando de Antequera, regente de Castilla. Ante
la imposibilidad de alcanzar un acuerdo en las Cortes, se decidió que la cuestión la resolviera una junta de
compromisarios. En Caspe se reunieron nueve delegados, tres por Aragón, tres por Cataluña y tres por
Valencia, uno de los cuales era el dominico san Vicente Ferrer. El triunfador debÃ−a obtener, como
mÃ−nimo, un voto de cada una de las tres entidades polÃ−ticas presentes. La junta se pronunció finalmente
a favor de Fernando de Antequera.
Fernando I de Antequera (1379-1416), rey de Aragón (1412-1416), primero de la Casa de Trastámara en
aquel territorio. Era hijo del rey castellano Juan I y de Leonor de Aragón (hija del monarca aragonés
Pedro IV el Ceremonioso). Desde 1406 fue regente, junto con Catalina de Lancaster, de su sobrino, el rey
castellano Juan II. Realizó una brillante campaña contra los musulmanes en 1410, que culminó con la
toma de la ciudad malagueña de Antequera, de donde surgirÃ−a el sobrenombre por el que es más
conocido.
Vacante el trono aragonés a raÃ−z de la muerte sin herederos del monarca MartÃ−n I el Humano,
presentó su candidatura, siendo elegido rey en 1412 por los compromisarios reunidos en la localidad
zaragozana de Caspe (Compromiso de Caspe). Ya rey de Aragón, hubo de enfrentarse a la rebelión del
conde de Urgel, al que derrotó e hizo prisionero. Se interesó por los asuntos de Sicilia y Cerdeña y retiró
la obediencia al papa Benedicto XIII. Casado desde 1393 con Leonor de Alburquerque, logró reunir un
espectacular patrimonio. Tras su fallecimiento, que tuvo lugar en 1416, le sucedió su heredero, Alfonso V.
Otros hijos suyos fueron el también monarca aragonés (y navarro) Juan II, uno de los llamados infantes
de Aragón que tanto influirÃ−an en el reino castellano, y MarÃ−a de Aragón, futura reina consorte de
Castilla.
Alfonso V el Magnánimo (1394-1458), rey de Aragón (1416-1458) que realizó una brillante polÃ−tica
de expansión mediterránea, culminada con la conquista de Nápoles. Era hijo de Fernando I y de Leonor
de Alburquerque y casó con MarÃ−a de Castilla, una hija del monarca Enrique III. Inicialmente tuvo tensas
relaciones con los estamentos privilegiados de Cataluña. Incorporó Sicilia y pretendió asegurar la
posesión de Córcega y Cerdeña. Intervino en Nápoles ante la petición de ayuda que le dirigió la reina
Juana (1421), la cual le designó heredero del reino italiano. Pero una rebelión de los napolitanos, en 1423,
truncó sus planes.
Por unos años el Magnánimo se centró en los asuntos peninsulares, prestando su apoyo a los infantes de
Aragón, hermanos suyos establecidos sólidamente en Castilla. En 1435 Alfonso V reanudó su marcha
sobre Nápoles, si bien con escaso éxito, pues la flota catalana fue derrotada en Ponza y el rey aragonés
hecho prisionero. Pudo recuperarse, no obstante, unos años después, logrando entrar triunfalmente en
Nápoles en 1443. Desde esa fecha Alfonso V desarrolló su actividad básicamente en Nápoles —donde
murió en 1458—, convertido en foco de gran fecundidad cultural. Pero Nápoles no se incorporó a la
Corona de Aragón, pues pasó a un hijo bastardo de Alfonso V, Ferrante (Fernando I de Nápoles o
Ferrante I). Mientras tanto en los territorios hispánicos aumentaban los problemas, particularmente en
Barcelona (conflicto entre los partidos de la Busca y la Biga) y en Mallorca (sublevación de los forans).
Fernando II el Católico (1452-1516), rey de Aragón (1479-1516) y, con el nombre de
Fernando V, rey consorte de Castilla (1474-1516); esposo de la reina Isabel I de Castilla, por cuyo reinado
conjunto sobre las dos coronas son más conocidos ambos como los Reyes Católicos.
Nacido en Sos (en la actualidad, Sos del Rey Católico, en Zaragoza), el 10 de mayo de 1452, hijo
del rey de la Corona de Aragón Juan II, a quien sucedió, y de Juana EnrÃ−quez; fue el prototipo de
polÃ−tico renacentista, inspiró la principal obra de Nicolás Maquiavelo (El prÃ−ncipe) y supo combinar
diplomacia y eficacia militar. Con su madre resistió el asedio del ejército de la Generalitat durante la
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Guerra Civil catalana (1462-1472), conocida también como primera guerra de los Remensas. Fue
nombrado gobernador general de Aragón y Cataluña en 1466 y, dos años más tarde, corregente de
Sicilia. Su matrimonio con la princesa Isabel de Castilla, hermana de Enrique IV, contraÃ−do en 1469,
marcó decisivamente su trayectoria y proyectó su figura hacia la polÃ−tica de Castilla, luchando
eficazmente contra las pretensiones al trono de Juana la Beltraneja.
Como rey de Castilla, su acción se vio favorecida por el peso demográfico y económico de esa
Corona dentro del conjunto peninsular, lo que estimuló el éxito de la polÃ−tica exterior. En 1492, puso
punto y final, junto a su esposa, la reina Isabel I, a la toma del reino musulmán de Granada, con la que se
daba por terminada la Reconquista. Entre 1484 y 1496, las islas Canarias fueron conquistadas y colonizadas,
pero la empresa que abrió las perspectivas más halagüeñas a la Corona castellana fue el
descubrimiento de América por Cristóbal Colón: la expansión territorial de Castilla estaba asegurada.
Los monarcas, conocidos por sus acciones a favor de la fe católica como los Reyes Católicos (tÃ−tulo
otorgado por el papa Alejandro VI, en 1496), eran copartÃ−cipes de sus realizaciones y es difÃ−cil discernir
qué participación tuvo cada uno en los diversos logros de su polÃ−tica interior y exterior, pero parece ser
que el papel de Fernando fue destacado. Uno de los principales problemas de polÃ−tica interior era la
cuestión religiosa: para controlar la fe de los conversos se creó la Inquisición (1478). Los judÃ−os fueron
expulsados en 1492 y sólo una minorÃ−a se convirtió. La población musulmana optó mayoritariamente
por la conversión (1502) —moriscos— y únicamente unos pocos fueron expulsados. Fernando II e
Isabel I intentaron perfeccionar las instituciones polÃ−ticas y fortalecer la monarquÃ−a.
Su polÃ−tica matrimonial de alianzas con Portugal, Inglaterra y la Casa de Habsburgo dio frutos positivos.
El Rey habÃ−a asumido la Corona castellana tras la muerte de Isabel (1504), pero tuvo que retirarse a causa
de la poca aceptación por parte de la nobleza castellana y cederla a su hija Juana. El fallecimiento en 1506 de
Felipe I el Hermoso, su yerno, hizo que fuera aceptado de nuevo como regente. Durante esta etapa, Navarra se
incorporó a la Corona de Castilla (1515), se conquistaron algunas plazas del norte de Ôfrica —Orán y
BujÃ−a— y se obtuvo la sumisión del rey de Argel.
En 1505, Fernando II se volvió a casar, en esta ocasión con Germana de Foix, la sobrina del rey de
Francia Luis XII. La precoz muerte del hijo de este matrimonio y el nombramiento de su nieto Carlos (el
futuro Carlos I y emperador Carlos V) como gobernador general de sus reinos hizo que, a su muerte (que
tuvo lugar en la localidad cacereña de Madrigalejo, el 25 de enero de 1516), se consolidara la unión
dinástica entre las coronas de Castilla y Aragón.
ESPAÃ A
Carlos I (1500-1558), rey de España (1516-1556) y, como Carlos V, emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico (1519-1558), una de las principales figuras de la edad moderna, llevó a cabo el
último intento por mantener la unidad europea en torno al cristianismo católico.
Hijo del archiduque Felipe I el Hermoso y de la reina castellana Juana I la Loca, nació el 24 de febrero
de 1500 en la ciudad flamenca de Gante (en la actual Bélgica). La polÃ−tica matrimonial de sus abuelos, la
muerte de su padre en 1506, la desaparición prematura de presuntos herederos y la incapacidad de su madre
concentraron en su persona las dispares herencias de cuatro dinastÃ−as: las casas de Habsburgo, de
Borgoña y de Trastámara, esta última por partida doble (castellana y aragonesa). De su abuelo paterno, el
emperador Maximiliano I, heredó los territorios centroeuropeos de Austria y los derechos al Sacro Imperio;
de su abuela paterna, MarÃ−a de Borgoña, los PaÃ−ses Bajos; de su abuelo materno, Fernando II el
Católico, la Corona de Aragón, además de Sicilia y Nápoles; y de su abuela materna, Isabel I la
Católica, la Corona de Castilla, Canarias y todo el Nuevo Mundo descubierto y por descubrir.
Vivió y se educó durante los primeros años en la corte flamenca. Huérfano de padre y alejado
de su madre, recibió de su preceptor, Adriano de Utrecht, una esmerada educación, una excelente
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preparación cultural y religiosa, asÃ− como el gran sentido idealista y caballeresco que aún pervivÃ−a en
el ambiente borgoñón, aunque le faltó el sentido práctico de un auténtico estadista. En 1515 se hizo
cargo del gobierno de los PaÃ−ses Bajos, que debido a su inexperiencia dejó en manos de Guillermo de
Croÿ, señor de Chièvres, y a la muerte de su abuelo Fernando en 1516, se convirtió en rey de España
al recibir las coronas de Castilla y de Aragón.
En 1519 logró su máxima aspiración de convertirse en emperador, tÃ−tulo al que deseaba dar un
contenido positivo, sustituyendo el simple vÃ−nculo jurÃ−dico por un ideal común, al que bajo su
dirección cada componente del Sacro Imperio aportarÃ−a su propia originalidad. Carlos I (quien, como
emperador pasó a ser conocido como Carlos V), sin embargo, a lo largo de su vida, tuvo que plegarse a las
necesidades y a las circunstancias, algunas imprevistas: de una primera etapa de cruzada, el programa se fue
reduciendo hasta cristalizar en la preocupación dinástica, si es que ésta no actuó de forma prioritaria
desde el primer momento. Por otra parte, aunque hubiera poseÃ−do una idea imperial, nunca contó con un
auténtico imperio. Fue rey de reinos y dominios que carecÃ−an de unas instituciones y organismos
administrativos comunes; en cada territorio subsistÃ−an fuerzas centrÃ−fugas irreconciliables con intereses
comunes, que, dentro de lo posible, fueron respetadas por el monarca.
El malestar que produjo la llegada de Carlos a España en septiembre de 1517, por su juventud,
educación flamenca y consejeros extranjeros, aumentó dos años más tarde cuando, al descontento
producido por su petición a las Cortes castellanas de subsidios para ser elegido emperador, se unieron una
serie de reivindicaciones polÃ−ticas, dando lugar en 1520 al inicio de la revuelta y guerra de las
Comunidades. Las principales ciudades castellanas, dominadas por oligarquÃ−as nobiliarias y burguesas, se
unieron en un levantamiento que adquirirÃ−a matices tanto sociales como polÃ−ticos. El memorial de
agravios dirigido al Rey recogÃ−a las aspiraciones de los llamados comuneros. Aunque éstos consiguieron
algunos éxitos bélicos, fueron derrotados en abril de 1521 en la batalla de Villalar, que significó la
sumisión castellana al gobierno regio. En adelante, las Cortes cederÃ−an la mayor parte de su antiguas
prerrogativas polÃ−ticas, limitando sus funciones a materia tributaria: los pecheros castellanos tuvieron que
soportar desde entonces el peso de los gastos imperiales.
Casi simultáneamente, se produjeron en el reino de Valencia, y en menor medida en el de Mallorca, los
alzamientos de las GermanÃ−as o hermandades cristianas que reflejaban la protesta contra el poder de la
nobleza y sus vasallos moriscos, aunque indirectamente eran también un movimiento de resistencia al
trono. Su destrucción en 1523 constituyó otra victoria del poder del Emperador. España, un vez
pacificada, iba a integrarse en los planes de la polÃ−tica imperial, a la que habrÃ−a de proporcionar además
de medios humanos, abundantes recursos.
De otro lado, en 1526 el emperador Carlos V se casó con su prima Isabel de Portugal, hija del rey
portugués Manuel I y de MarÃ−a de Aragón, de cuyo matrimonio un año más tarde nació su hijo y
sucesor Felipe, el futuro rey Felipe II. De entre los otros seis hijos que tuvo con Isabel cabe destacar a
MarÃ−a de Austria, quien, nacida en 1528, contrajo matrimonio en 1548 con el futuro emperador
Maximiliano II, sobrino de Carlos V. Asimismo, en 1545 nació su hijo natural Juan de Austria, fruto de su
relación con la alemana Bárbara Blomberg.
Durante el reinado carolino se produjo el mayor avance en el proceso conquistador de las Indias, al
tiempo que se fijaron las principales instituciones administrativas del Nuevo Mundo. AsÃ−, en 1535 se creó
el virreinato de Nueva España, tras la conquista del territorio mexicano a cargo de Hernán Cortés; y en
1542 comenzó su andadura el virreinato del Perú, después de que Francisco Pizarro doblegara al poder
inca en aquel territorio. El Consejo de Indias, el principal órgano consultivo para los asuntos relacionados
con el gobierno colonial americano, se instituyó en 1524, y 18 años más tarde el propio Carlos dictó las
importantes y polémicas Leyes Nuevas.
En lo que respecta a la labor meramente conquistadora o colonizadora llevada a cabo durante el
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reinado de Carlos I, no se puede olvidar una serie de nombres, además de los dos ya mencionados, tales
como los siguientes: en las zonas centroamericana y norteamericana, Pedro de Alvarado, Pedro Arias
Dávila, Pánfilo de Narváez o Francisco Vázquez de Coronado; y en Sudamérica, Diego de Almagro,
Sebastián de Belalcázar, Pedro de Mendoza, Domingo MartÃ−nez de Irala o Pedro de Valdivia.
Los compromisos carolinos, previstos o impuestos por las circunstancias, fueron tan grandiosos como
inasequibles.
Aunque las raÃ−ces de las diputas españolas con el reino de Francia arrancaban del deseo francés
y aragonés de dominar Italia, el conflicto se endureció al sentirse los franceses cercados por los inmensos
dominios imperiales, sin olvidar las reivindicaciones territoriales del monarca francés Francisco I sobre
Navarra y el Rosellón y las de Carlos sobre Borgoña y Milán, asÃ− como la incompatibilidad de una
conciencia nacional francesa con cualquier liderazgo europeo supranacional y las rivalidades personales de
ambos monarcas.
En el primer choque, acaecido en 1521, Navarra quedó definitivamente bajo la soberanÃ−a regia
española, y aunque Francisco I ocupó personalmente el Milanesado, al ser derrotado y hecho prisionero en
PavÃ−a en febrero de 1525, se comprometió a entregar Borgoña y retirarse de Milán. El monarca
francés no cumplió lo pactado, y se reanudaron las luchas hasta la Paz de Crépy, adoptada en
septiembre de 1544, que confirmó prácticamente las cláusulas de Cambrai (1529), en las que Francisco I
reconocÃ−a la soberanÃ−a de Carlos V sobre Artois y Flandes y retiraba sus pretensiones sobre el
Milanesado y Nápoles, en tanto que el Emperador, por su parte, renunciaba a Borgoña. Asimismo, en
1527, las tropas de éste habÃ−an llevado a cabo el llamado saco de Roma, en medio de los enfrentamientos
mantenidos con el rey de Francia. En 1530, el papa Clemente VII le coronó emperador en la ciudad italiana
de Bolonia, gracias a las negociaciones llevadas a cabo por el que desde 1518 era el canciller de Carlos, el
jurista y polÃ−tico italiano Mercurino Arborio de Gattinara, quien ya habÃ−a desempeñado un destacado
papel en su elección imperial.
La lucha contra el considerado infiel se centró en el Imperio otomano, enemigo por antonomasia de la
cristiandad; mito, pero también peligro real que presionaba por la Europa central y mediterránea, donde
ponÃ−a en peligro el espacio hispano-italiano y las costas levantinas españolas.
Aunque en Centroeuropa se limitó a contener los ataques turcos, sin pasar a la contraofensiva, Carlos V
se vio obligado a luchar por el Mediterráneo occidental y penetrar en el oriental, no logrando acabar
definitivamente con el poder del sultán otomano Solimán I el MagnÃ−fico, ni con el del pirata Barbarroja,
pues si con la conquista de Túnez (1535) obtuvo un gran triunfo, su fracaso en Argel (1541) afianzó las
posiciones berberiscas.
El fracaso definitivo de la polÃ−tica de Carlos V llegó de la nueva situación creada en los territorios
alemanes con la aparición del protestantismo, que, además de conectar con las inquietudes espirituales,
aglutinó intereses económicos y polÃ−ticos opuestos a los programas imperiales, reformistas y
centralizadores, y dividió el Sacro Imperio en dos grupos antagónicos: por un lado, el de los católicos, y
por otro, el de los partidarios de la Reforma.
El diálogo y la concordia empleados en las dietas y conversaciones (Worms, en 1521; Spira, en 1529;
y Augsburgo, en 1530) para lograr el acercamiento y evitar el enfrentamiento armado, no dieron resultado.
Por ello, el Emperador decidió actuar con la fuerza contra los protestantes, que a principios de 1531
habÃ−an formado la Liga de Esmalcalda. Su victoria en la batalla de Mühlberg, obtenida el 24 de abril de
1547, no consiguió, sin embargo, ni la unidad polÃ−tica ni la religiosa. En septiembre de 1555 se acordó la
llamada Paz de Augsburgo, por medio de la cual se reconocÃ−a la división confesional dentro de los
territorios imperiales.
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Carlos V, consciente de su fracaso, inició una serie de abdicaciones: aunque conservó el tÃ−tulo
imperial, el 12 de septiembre de 1556 trasmitió sus funciones a su hermano Fernando I de Habsburgo,
cedió a su hijo Felipe los PaÃ−ses Bajos (1555) y los reinos españoles (1556) y se retiró al monasterio de
Yuste (en la localidad cacereña de Cuacos de Yuste), donde el 21 de septiembre de 1558 falleció. Pocos
meses antes habÃ−a abdicado formal y definitivamente como emperador en su hermano Fernando.
Felipe II (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastÃ−simo conjunto
de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los
PaÃ−ses Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez),
Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial
más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.
Hijo y heredero del rey Carlos I (emperador Carlos V) y de Isabel de Portugal, nació en
Valladolid el 21 de mayo de 1527. En su preparación para hacerse cargo de su cometido regio y de gobierno
se instruyó desde muy joven con Juan MartÃ−nez SilÃ−cio y Juan de Zúñiga. Su papel en polÃ−tica
interior y su protagonismo internacional fueron destacadÃ−simos durante la segunda mitad del siglo XVI.
Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad
religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer
matrimonio con su prima MarÃ−a de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció
MarÃ−a de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse,
esta vez con la reina de Inglaterra, MarÃ−a I Tudor. Poco después, las enfermedades del emperador
Carlos V motivaron su abdicación de los tÃ−tulos inherentes a las coronas de Castilla y Aragón en Felipe,
el segundo con ese nombre tras su abuelo (el rey castellano Felipe I el Hermoso), en 1556. Dos años más
tarde, falleció su segunda esposa.
Después de viajar por Italia y los PaÃ−ses Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados
flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la
corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo. Dos años más tarde, dio
comienzo la obra arquitectónica que habrÃ−a de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el
monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanÃ−as de la capital
del reino.
En el interior de la penÃ−nsula Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La
monarquÃ−a personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de
secretarios reales, asÃ− como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las
bancarrotas, las dificultades hacendÃ−sticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el
nuevo impuesto de “millones” que gravaba los alimentos básicos) fueron caracterÃ−sticos durante todo su
reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. PolÃ−ticamente, dicho tribunal fue utilizado
para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. AsÃ−, el mantenimiento
de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se
valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma
católica.
El secretario Antonio Pérez tuvo una enorme influencia en los negocios públicos hasta su caÃ−da en
1579. Además, en 1568 morÃ−a el prÃ−ncipe Carlos de Austria, que habÃ−a sido arrestado debido a sus
contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida contra Felipe II por parte de la
nobleza. En ambos puntos empezó a afianzarse la leyenda negra antiespañola y buena parte de los
problemas internos de su reinado.
De otro lado, los piratas berberiscos asolaban las costas mediterráneas. Aunque la expedición naval
de GarcÃ−a de Toledo consiguió la victoria en Malta (1565), el problema morisco estaba en el interior. Los
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moriscos de Las Alpujarras granadinas protagonizaron la principal sublevación desde 1568, que no
terminarÃ−a hasta que el hermanastro del Rey, Juan de Austria, los derrotó en 1571.
Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los
conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas
nupcias con las ya mencionadas MarÃ−a de Portugal y MarÃ−a I Tudor, asÃ− como con la francesa Isabel
de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de
quien habrÃ−a de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos
externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios
polÃ−ticos y religiosos.
Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar
su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control
de Nápoles y el Milanesado. En ese contexto, Fernando Ôlvarez de Toledo, duque de Alba, defendió las
plazas italianas, atacando los Estados Pontificios del papa Pablo IV para deshacer la alianza de éste con
Enrique II de Francia. Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las
tropas francesas en su propio territorio (San QuintÃ−n y Gravelinas, en 1557 y 1558, respectivamente), origen
de las negociaciones de la tan beneficiosa para los intereses felipistas Paz de Cateau-Cambrésis del 3 de
abril de 1559, en la que se acordó asimismo su matrimonio con la hija de Enrique II, Isabel de Valois,
fallecida en 1568. No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquÃ−as continuó
con la intervención española a favor de la católica familia de los Guisa en las guerras de Religión
francesas, hasta que el rey Enrique IV abjuró del protestantismo en 1593, rubricándose en mayo de 1598
la Paz de Vervins.
Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la
piraterÃ−a, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha
amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el papa PÃ−o V el bloque principal de la Liga Santa contra
el Imperio otomano. La flota al mando de Juan de Austria —con la participación asimismo de Luis de
Requesens y Zúñiga y de Ôlvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz— obtuvo en 1571 la
renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto.
Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marÃ−timo militar inglés.
Muerta su esposa MarÃ−a I Tudor en 1568, las relaciones con la sucesora de ésta, la reina Isabel I, se
enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas polÃ−ticas religiosa y económica. En su pugna
permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes
escoceses, mientras apoyaba la piraterÃ−a en el Caribe (donde destacó la actividad de Francis Drake) y a los
rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible,
comandada por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el
poderÃ−o naval español en el Atlántico comenzarÃ−a su declive.
Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto polÃ−tico-religioso que fue uno de los motivos del inicio
en 1556 de la guerra de los PaÃ−ses Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores de ese territorio, desde
Margarita de Parma (1559-1567), pudo conseguir sus objetivos. A partir de 1573, tras las victorias del duque
de Alba, que ejecutó al conde de Egmont y a Felipe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn, ni Luis de
Requesens (1573-1576), ni Juan de Austria (1576-1578), ni Alejandro Farnesio (1578-1592) consiguieron
doblegar la rebelión de los “mendigos del Mar” calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros
métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva
emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas, cuya independencia fue reconocida
por Inglaterra y Francia en 1596 y por la propia España años después de la muerte de Felipe II.
En cambio, consiguió un gran triunfo polÃ−tico al conseguir la unidad ibérica con la anexión de
Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, un año
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después de reclamar el trono portugués por ser nieto de Manuel I el Afortunado. Las obras del
monasterio escurialense llegaron a su fin en 1586 y, en 1591, una nueva vicisitud asaltó los últimos años
de su gobierno monárquico: las llamadas alteraciones de Aragón, en las que estuvo implicado su ex
secretario Antonio Pérez, relacionadas con la defensa de los fueros de aquel reino. Felipe II falleció el
13 de septiembre de 1598 en El Escorial, cuatro meses después de acordar con el rey francés
Enrique IV la citada Paz de Vervins y de nombrar a su propia hija Isabel Clara Eugenia gobernadora de los
PaÃ−ses Bajos. Le sucedió su hijo Felipe III.
Felipe III (1578-1621), rey de España y Portugal (1598-1621), su reinado supuso el paso del
gobierno personalista al de valimiento (en el que una figura polÃ−tica, el valido, pasaba a desempeñar los
principales cargos), a la vez que el comienzo de la decadencia de la hegemonÃ−a de la MonarquÃ−a
Hispánica en Europa. Como rey portugués, la historiografÃ−a le ha reservado el nombre regio de Felipe
II.
Nació en Madrid el 14 de abril de 1578 y fue el último hijo varón sobreviviente del rey Felipe II,
habido en su cuarto y último matrimonio, contraÃ−do con Ana de Austria, hija del emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico Maximiliano II. Débil y tÃ−mido por naturaleza, educado por tutores
aristócratas y eclesiásticos, resultó de carácter extremadamente religioso, lo que en polÃ−tica supuso su
identificación con la misión divina de la monarquÃ−a española. Sin la energÃ−a y dedicación propias
de un monarca absoluto, su gusto por la vida cortesana se tradujo en un complicado protocolo, cuyo
desmedido costo rompió con la austeridad de tiempos anteriores.
En abril de 1599 contrajo matrimonio con su prima Margarita de Austria (hija del archiduque de
Austria Carlos de Estiria y fallecida en 1611), de la que tuvo ocho hijos, entre los que cabe destacar a Ana de
Austria (nacida en 1601, reina de Francia desde su matrimonio en 1615 con el rey Luis XIII), al heredero y
futuro rey español Felipe IV (nacido en 1605) y a Fernando de Austria, el Cardenal-Infante (nacido en 1609
y gobernador de los PaÃ−ses Bajos entre 1632 y 1641).
Durante su reinado, que dio comienzo el 13 de septiembre de 1598 (el dÃ−a del fallecimiento de su
padre), el sistema de gobierno siguió siendo el utilizado por los primeros reyes pertenecientes a la Casa de
Austria (denominación historiográfica de la rama española de la Casa de Habsburgo), es decir, recurrió
a una serie de consejos especializados por materias y por divisiones territoriales, con el Consejo de Estado a la
cabeza, que fue reorganizado en el año 1600 con un mayor protagonismo en la polÃ−tica general. Pero las
dificultades para coordinar este sistema, unidas a la escasa capacidad del monarca, llevaron a la sustitución
del gobierno personal por el del poder delegado en un valido, o favorito, sin tÃ−tulo especÃ−fico.
Desde 1598 gobernó como valido Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, amigo personal del
Rey, de quien al parecer recibió ya en los primeros momentos autorización verbal para firmar en su
nombre. De esta forma, el duque de Lerma pasó a controlar todos los órganos de la administración:
ejerció de enlace entre el Consejo de Estado y los demás consejos de la MonarquÃ−a Hispánica, y fue
quien adoptó las decisiones ejecutivas. Además, el monopolio en el reparto de gracias y mercedes
permitió a Lerma formar una poderosa facción polÃ−tica. Precisamente el intento de incrementar esta
influencia y de escapar a las crÃ−ticas que se lanzaban en Madrid contra su privanza, explica el irresponsable
traslado entre 1600 y 1606 de la corte, y por tanto la capitalidad de la MonarquÃ−a Hispánica, a Valladolid.
Tampoco resultó acertado el decreto de expulsión de los moriscos firmado en abril de 1609 (el 4% de la
población), cuando ya no constituÃ−an tema de preocupación. El duque de Lerma alegó razones de
seguridad para lo que era en realidad un problema de falta de integración.
El deterioro de la situación polÃ−tica y la crisis económica, con una imparable inflación, llevaron
a Felipe III a sustituir en 1618 a Lerma por el hijo de éste, Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, duque
de Uceda. Se recortó entonces la libertad de acción del nuevo valido en la tramitación de las consultas,
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con un mayor protagonismo de Baltasar de Zúñiga en los asuntos exteriores, en tanto que el Rey se
reservaba el despacho de mercedes.
En polÃ−tica exterior, la suspensión de pagos de 1607 marcó el inicio de un periodo pacifista. El 9 de
abril de 1609 se firmó en los PaÃ−ses Bajos la llamada Tregua de los Doce Años con las Provincias
Unidas, lo que representó, por primera vez, el reconocimiento oficial de la existencia de éstas. Cinco
años antes se habÃ−a llegado al final de las hostilidades con Inglaterra, tras la muerte de la reina Isabel I.
Por otra parte, el asesinato del rey de Francia Enrique IV en 1610 supuso la desaparición de un enemigo
potencial, ya que su viuda, MarÃ−a de Medici, se mostró partidaria de la amistad española, hasta el punto
de facilitar en 1615 el matrimonio de su hijo, Luis XIII, y el de su hija, Isabel de Borbón, con los hijos de
Felipe III, Ana de Austria y el prÃ−ncipe Felipe, respectivamente.
En 1618 finalizó este periodo de paz al apoyar España al rey de Bohemia y futuro emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando II de Habsburgo, contra el elector del Palatinado, Federico V,
en lo que fue el comienzo de la guerra de los Treinta Años. En este contexto internacional, poco después
de la muerte en Madrid de Felipe III (sucedida el 31 de marzo de 1621), finalizó la tregua entre el reino
español y las Provincias Unidas y se reanudó la llamada guerra de los PaÃ−ses Bajos, ya bajo el reinado de
su hijo, Felipe IV.
Felipe IV (1605-1665), rey de España (1621-1665), durante cuyo gobierno tuvo lugar el más
evidente proceso de decadencia de la MonarquÃ−a Hispánica. Hijo de Felipe III, a quien sucedió tras su
fallecimiento, y de Margarita de Austria, nació el 8 de abril de 1605 en Valladolid.
Su favorito, el valido Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, contribuyó decisivamente a su
formación y aprendizaje del “oficio” real. Inteligente, culto, sensible y capacitado para las tareas de
gobierno, Felipe IV adolecÃ−a, sin embargo, de falta de seguridad en sÃ− mismo, y era indeciso y débil de
voluntad. Su dedicación al trabajo, admirable en muchos momentos, se veÃ−a contrarrestada por su
propensión a las diversiones cortesanas. La fuerte influencia que tuvo sobre él Olivares fue reemplazada
en 1643 por la de sor MarÃ−a de Jesús de Ôgreda, con quien mantuvo una correspondencia constante
durante el resto de su vida, un dilatado periodo en el que las desgracias familiares y las de la MonarquÃ−a
Hispánica incrementaron su tendencia a la melancolÃ−a y su sentimiento de culpa.
Felipe IV se casó en 1615 con Isabel de Borbón (seis años antes de acceder al trono), con quien
tuvo, además de otros hijos malogrados, al prÃ−ncipe heredero Baltasar Carlos (1629) y a la infanta
MarÃ−a Teresa (1638), futura esposa del rey de Francia Luis XIV, cuya unión propiciarÃ−a, en 1700, el
acceso de la Casa de Borbón al trono de España. Tras las sucesivas muertes de la reina Isabel de Borbón
(1644) y del prÃ−ncipe heredero (1646), Felipe IV se casó en 1649 con su sobrina Mariana de Austria, de
cuyo matrimonio sólo dos hijos alcanzaron la edad adulta: la infanta Margarita Teresa (1651), futura
emperatriz (por su matrimonio con el emperador Leopoldo I), y el que serÃ−a heredero del trono, Carlos II
(1661). El más famoso de sus diversos hijos naturales fue don Juan José de Austria (1629).
Su reinado, sobre todo en los años de gobierno del conde-duque de Olivares, fue un periodo de lujo,
fiestas y exaltación cortesana. En 1633 comenzó la construcción del palacio del Buen Retiro, escenario
principal de la corte planeado por Olivares como el espacio perfecto para proclamar al mundo la grandeza y el
triunfo de la MonarquÃ−a Hispánica. Aficionado a la música, el teatro, la poesÃ−a y la pintura, el Rey fue
un auténtico mecenas que favoreció la creación literaria, teatral y artÃ−stica en el momento culminante
del Siglo de Oro.
El reinado de Felipe IV puede dividirse en varias etapas: una primera, hasta 1643, en que el
protagonismo esencial le corresponde a su valido, el conde-duque de Olivares; una segunda, en la cual Luis
Menéndez de Haro, marqués de Carpio, dirigió los destinos de la MonarquÃ−a Hispánica
(1643-1661); y, finalmente, los últimos años de la vida de Felipe IV, hasta 1665.
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Con Olivares, la MonarquÃ−a se implicó plenamente en la guerra de los Treinta Años y reanudó la
guerra de los PaÃ−ses Bajos. El valido pretendÃ−a compaginar la ofensiva bélica con las reformas
interiores, tendentes a aliviar a la Corona de Castilla del enorme peso fiscal y militar. En este último sentido,
su programa polÃ−tico tuvo como referente indiscutible el proyecto de Unión de Armas (1624-1626). Tras
unos años de brillantes victorias, el fracaso de su polÃ−tica interior, la falta de recursos y la intervención
de Francia en la guerra comenzaron a cambiar la situación. à sta alcanzó cotas de gravedad tales como
para ser considerada la mayor crisis interna sufrida por la MonarquÃ−a Hispánica, y estuvo salpicada por
numerosas sublevaciones, como la rebelión de Cataluña (1640),
la guerra de Separación de Portugal (también iniciada en 1640) o la rebelión de AndalucÃ−a (1641). Los
múltiples descontentos provocados llevaron a la destitución del conde-duque en 1643, aunque con
posterioridad a este hecho, en los últimos años de la década de 1640, los motines y conspiraciones se
reprodujeron en Nápoles, Sicilia y Navarra. También en 1643, el 19 de mayo de aquel año, los Tercios
españoles fueron derrotados por las tropas francesas en la batalla de Rocroi, hito bélico que
tradicionalmente se ha considerado como el punto y final de la hegemonÃ−a de la infanterÃ−a hispánica en
Europa.
Los años posteriores no pudieron alterar el curso de los acontecimientos. El Tratado de Münster
(que, firmado en 1648, formaba parte del conjunto de acuerdos que se conoce como Paz de Westfalia)
consagró la pérdida de las provincias del norte de los PaÃ−ses Bajos. La guerra franco-española
continuó, pero, a pesar de éxitos como la recuperación de Cataluña, el apoyo de la Inglaterra
republicana resultó decisivo para la victoria de Francia, consumada en 1659 con la Paz de los Pirineos.
En los últimos años de su reinado, concluidos los grandes conflictos, Felipe IV pudo concentrarse
en el frente portugués. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Meses antes de su muerte (ocurrida en
Madrid, el 17 de septiembre de 1665), la derrota de Villaviciosa (17 de junio) permitÃ−a vaticinar la
pérdida de Portugal. La situación en Castilla no era más halagüeña, y la crisis humana, material y
social afectaba profundamente a las regiones del interior.
Carlos II (1661-1700), rey de España (1665-1700), último de la dinastÃ−a Habsburgo. Hijo de
Felipe IV y Mariana de Austria, fue toda su vida un ser débil y enfermizo, poco dotado fÃ−sica y
mentalmente, lo que no le impidió tener capacidad moral y sentido de la realeza. Su inteligencia estuvo
probablemente dentro de los lÃ−mites de la normalidad, aunque su formación y su cultura fueron escasas.
Casado en dos ocasiones, con MarÃ−a Luisa de Orleans (1679) y Mariana de Neoburgo (1689), no logró
tener hijos. Su carácter débil, que no excluÃ−a esporádicos accesos de cólera y una cierta terquedad, le
hizo depender, en exceso, de las opiniones o caprichos de su madre y esposas.
Carlos II heredó el trono cuando aún no habÃ−a cumplido los cuatro años, por lo que, de acuerdo
con el testamento de Felipe IV, su madre, Mariana de Austria, ejerció la regencia, asesorada por una Junta de
Gobierno. El periodo de la regencia (1665-1675/77) estuvo dominado por las luchas entre la reina y sus
favoritos (Juan Everardo Nithard y Fernando de Valenzuela) y la oposición polÃ−tica, capitaneada por el
hermanastro del rey, don Juan José de Austria. En 1676, bajo el influjo de su madre, Carlos nombró
primer ministro y grande de España a Valenzuela, lo que provocó la reacción de la aristocracia y el golpe
de Estado de don Juan José, quien alejó a la reina madre y gobernó como primer ministro durante algo
más de dos años (1677-1679) hasta su muerte.
El gobierno de don Juan José supuso el fin de la regencia y el inicio del reformismo aristocrático,
que fue continuado por sus sucesores, el duque de Medinaceli (1680-1685) y el conde de Oropesa
(1685-1691). Tras la caÃ−da de éste, la última década del reinado se caracterizó por el debilitamiento
del reformismo, el paso al primer plano del problema sucesorio y la intromisión constante de la reina,
Mariana de Neoburgo, en la vida polÃ−tica.
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Durante la época de Carlos II, las iniciativas reformistas pusieron las bases para la recuperación
económica de Castilla. En el exterior, la MonarquÃ−a se vio envuelta en cuatro guerras determinadas por el
expansionismo de Luis XIV. Sin embargo, no fueron tan largas y agotadoras como las anteriores, y los
gobernantes españoles supieron desarrollar, frente a Francia, una hábil polÃ−tica exterior que les llevó a
unirse a sus enemigos de la vÃ−spera: PaÃ−ses Bajos y Gran Bretaña. Al final del reinado, la MonarquÃ−a
se mantenÃ−a casi intacta, con las únicas pérdidas del Franco Condado (1678) y una serie de plazas en la
zona fronteriza entre Francia y los PaÃ−ses Bajos, asÃ− como del reino de Portugal (1668), al cual se habÃ−a
intentado anexionar a la MonarquÃ−a Hispánica desde tiempos de Felipe IV.
Las frecuentes enfermedades del rey y la falta de sucesión alimentaron durante su reinado las
negociaciones entre los prÃ−ncipes europeos para el reparto de los territorios de la MonarquÃ−a. Pero la
obsesión por mantener unida la herencia de sus mayores fue seguramente uno de los motivos que
determinaron el último testamento de Carlos II, en el que, a pesar de las pretensiones de los Habsburgo,
declaró heredero al duque de Anjou, futuro Felipe V. Para ello, hubo de vencer, sin duda, la aversión que
durante toda su vida le inspiró todo lo francés, alimentada por las constantes agresiones de Luis XIV.
Felipe V (1683-1746), rey de España (1700-enero de 1724; agosto de 1724-1746), de origen
francés, primer monarca de la Casa de Borbón, la cual sustituyó a la Casa de Habsburgo en el reinado
sobre los territorios españoles gracias al testamento definitivo del último rey de ésta, Carlos II.
Nieto del monarca francés Luis XIV y bisnieto del rey español Felipe IV, era el segundo hijo del
gran delfÃ−n (heredero del trono francés) Luis y de MarÃ−a Ana Cristina de Baviera. Nació en Versalles,
el 19 de diciembre de 1683. Hasta su acceso al trono español, fue más conocido por el tÃ−tulo regio
francés de duque de Anjou, o también, simplemente, como Felipe de Anjou. De su primera esposa,
MarÃ−a Luisa Gabriela de Saboya, con quien contrajo matrimonio (ya como rey español) en 1701, tuvo
cuatro hijos, de los cuales sobrevivirÃ−an solamente dos: Luis (rey efÃ−mero de España como Luis I) y
Fernando, que sucederÃ−a al padre a su muerte como Fernando VI. Casó en segundas nupcias con Isabel de
Farnesio (1714), que le dio siete hijos: entre ellos, el que serÃ−a Carlos III, y Felipe, con el tiempo duque de
Parma.
Aunque fue jurado como rey por las Cortes castellanas y catalanas, conflictos dinásticos entre
Habsburgos y Borbones asÃ− como la alineación de los antiguos reinos de la Corona de Aragón en favor
de los Austrias (nombre por el que son también conocidos los miembros españoles de la Casa de
Habsburgo), desencadenaron la Guerra de Sucesión española, a la vez peninsular, europea y colonial.
Acabada ésta en 1714, por los tratados de Utrecht y de Rastadt la monarquÃ−a española perdió los
territorios europeos en Italia y en los PaÃ−ses Bajos que tanto habÃ−an costado económica y humanamente
a Castilla durante los siglos anteriores, pero se afianzó su poder en los restantes dominios españoles.
Por enajenación temporal, por exigencias de su religiosidad o por aspirar al reino de Francia, o por todas
estas causas a la vez, en enero de 1724 Felipe V tuvo la extraña ocurrencia de abdicar de su corona de forma
inesperada y con votos solemnes de no retorno. Tras la muerte temprana de Luis I, en agosto del mismo año,
Felipe volvió a reinar. A pesar de las condiciones personales y de su enfermedad, que le sumÃ−a en
intermitentes y largas demencias, supo elegir a sus ministros: desde los primeros gobiernos franceses,
seguidos por el de Julio Alberoni y, tras la aventura del barón de Ripperdá, por los ministros españoles,
entre los que destacó, por su programa de gobierno interior y por su acción diplomática, José Patiño.
Actuaban desde las secretarÃ−as de Estado y de Despacho, el equivalente más cercano a los ministerios
posteriores, que suplantaron a los consejos del régimen polisinodial de los Austrias, reservados para
honores y consideraciones pero vaciados de poder, a excepción del Consejo de Castilla, creciente en sus
atribuciones. Por ello, la oposición a los gobiernos de Felipe V provino siempre de los nobles relegados.
Durante su largo reinado, consiguió cierta reconstrucción interior en lo que respecta a la Hacienda, al
Ejército y a la Armada, prácticamente recreada por exigencias de la explotación racional de las Indias y
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como medio inevitable para afrontar las rivalidades marÃ−timas y coloniales de Inglaterra. El logro
fundamental, no obstante, fue el de la centralización y unificación administrativa y la creación de un
Estado moderno, sin las dificultades que supusieran antes los reinos históricos de la Corona de Aragón,
incorporados al sistema fiscal y con sus fueros y derecho público (no asÃ− el privado) abolidos con la
aplicación de los Decretos de Nueva Planta y de un cierto derecho de conquista. Se gobernó España desde
Madrid.
La acción exterior estuvo determinada, en un primer momento, por el revisionismo de las decisiones de
Utrecht, por los intereses maternales de Isabel de Farnesio, empeñada en lograr acomodo para sus hijos en
Italia, y por la alianza familiar con Francia (firma de los dos primeros Pactos de Familia, en 1733 y 1743,
respectivamente). Patiño supo manejar todos estos factores, integrados por él en un programa nacional.
Por los compromisos en las guerras de Sucesión polaca (1733-1735) y austriaca (1740-1748), y por la
acción del Ejército español aliado con el francés, el hijo mayor de Isabel de Farnesio, Carlos, se
convirtió en rey de Nápoles y Sicilia —
más tarde llegó a ser rey de España como Carlos III—, y el otro, Felipe, en duque de Parma, Plasencia
(Piacenza) y Guastalla. De otro lado, la polÃ−tica exterior del primer monarca Borbón español fracasó en
los intentos de recuperar Menorca y Gibraltar. Felipe V falleció el 9 de julio de 1746, en Madrid.
Luis I (1707-1724), rey de España (febrero-agosto de 1724). Hijo de Felipe V y de su primera esposa,
MarÃ−a Luisa Gabriela de Saboya, nació en Madrid (1707). Casado en 1722 por razones de polÃ−tica
internacional con Luisa Isabel, hija del regente de Francia, duque de Orleans, llegó al trono de la
monarquÃ−a española en febrero de 1724 a consecuencia de la extraña abdicación de su padre, que tuvo
lugar el 10 de enero anterior. Este 'reinado relámpago' fue intrascendente por su brevedad y porque, en
realidad, no se gobernaba tanto desde Madrid, corte de Luis I, cuanto desde el Real Sitio de La Granja (en la
localidad segoviana de San Ildefonso), la otra corte paralela de Felipe V y de su mujer Isabel de Farnesio. El
joven monarca murió el 31 de agosto y Felipe V volvió al trono.
Carlos III (1716-1788), rey de las Dos Sicilias (1734-1759) y rey de España (1759-1788), el
representante más genuino del despotismo ilustrado español.
Hijo del rey español Felipe V y de Isabel de Farnesio, nació el 20 de enero de 1716 en Madrid.
Heredó de su madre en 1731 el ducado italiano de Parma, el cual ejerció hasta 1735, junto al de Plasencia
(Piacenza), bajo la tutela de su abuela materna (Dorotea SofÃ−a de Neoburgo). Después de que su padre
invadiera en 1734 Nápoles y Sicilia, al año siguiente, y por medio de la firma del Tratado de Viena —que
ponÃ−a fin a la guerra de Sucesión polaca—, fue reconocido como rey de las Dos Sicilias (tÃ−tulo que
recogÃ−a los dos reinos italianos de Nápoles y de Sicilia, que ya ejercÃ−a desde un año antes) con el
nombre de Carlos VII. Como tal, adoptó reformas administrativas considerables y llevó a cabo una
polÃ−tica de obras públicas que embellecieron la capital napolitana. En 1738, contrajo matrimonio con
MarÃ−a Amalia de Sajonia.
En 1759, accedió al trono español, tras producirse el fallecimiento de su hermanastro, Fernando VI.
Hombre de carácter sencillo y austero, estuvo bien informado de los asuntos públicos. Fue consciente de su
papel polÃ−tico y ejerció como un auténtico jefe de Estado. Su reinado español puede dividirse en dos
etapas; el motÃ−n contra Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache (1766), es la lÃ−nea divisoria
entre ambas.
En el primer periodo, los polÃ−ticos más destacados fueron Ricardo Wall y Devreux, Jerónimo
Grimaldi, el marqués del Campo del Villar y el marqués de Esquilache. El equipo de gobierno llevó a
cabo una serie de reformas que provocaron un amplio descontento social. La aristocracia se vio afectada por la
renovada Junta del Catastro, dirigida a estudiar la implantación de una contribución universal, o por la
ruptura de su prepotencia en el Consejo de Castilla. Por su parte, el clero recibió continuos ataques a su
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inmunidad. Se limitó la autoridad de los jueces diocesanos, se logró el restablecimiento del pase regio
(facultad regia de autorizar las normas eclesiásticas) y se redujeron las amortizaciones de bienes. A todo ello
vino a unirse el descontento popular provocado por la polÃ−tica urbanÃ−stica en Madrid (tasas de alumbrado
o prohibición de arrojar basuras a la calle, por ejemplo), los intentos de modificación de las costumbres
(bando de capas y sombreros) y algunas reformas administrativas y hacendÃ−sticas
El Domingo de Ramos (23 de marzo) de 1766 estalló el motÃ−n en Madrid y en varias provincias, de
forma muchas veces simultánea. Los amotinados proferÃ−an vivas al Rey y pedÃ−an la destitución del
marqués de Esquilache y su camarilla de extranjeros. En las provincias se gritaba además contra los
especuladores, representantes del poder local. Esquilache fue destituido y se tomaron una serie de medidas
sobre el abastecimiento y el precio del grano. Con el restablecimiento del orden social se inició la segunda
etapa del reinado. La polÃ−tica pasó a estar en manos de una serie de administradores e intelectuales nuevos,
como José Moñino, conde de Floridablanca, Pedro RodrÃ−guez Campomanes, Pedro Pablo Abarca,
conde de Aranda, o Gaspar Melchor de Jovellanos, que aseguraron una continuidad en las reformas. La
primera medida del nuevo equipo fue la expulsión de los jesuitas (febrero de 1767), a quienes el Dictamen
Fiscal, elaborado por Campomanes, acusaba de instigadores del motÃ−n y enemigos del Rey y del sistema
polÃ−tico, a la vez que denunciaba su afán de poder y de acumulación de riquezas y cuestionaba su postura
doctrinal.
Al margen de este hecho, el segundo periodo del reinado español de Carlos III se caracteriza por
una profunda renovación en la vida cultural y polÃ−tica. De la primera cabe destacar el intento de
extensión de la educación a todos los grupos de la sociedad, mediante el establecimiento de centros
dependientes de los municipios o de las Sociedades Económicas de Amigos del PaÃ−s, la creación de
escuelas de agricultura o el equivalente a las de comercio en diversas ciudades, las propuestas de reforma de
los estudios universitarios (1771 y 1786) y, en fin, el estÃ−mulo de la actividad de la Real Academia
Española, cuya Gramática castellana (1771) se impuso como texto en las escuelas. De las innovaciones
polÃ−ticas sobresalen: la reforma del poder municipal y las propuestas económicas, cuyas lÃ−neas más
significativas fueron la remodelación monetaria y fiscal, los intentos de modernización de la agricultura y la
liberalización de los sectores industrial y comercial.
El 26 de junio de 1766, un Real Decreto establecÃ−a que en todos los pueblos de más de dos mil
vecinos se nombraran cuatro diputados del común, que intervinieran con la justicia y los regidores en los
abastos del lugar. TendrÃ−an además voto y asiento en el ayuntamiento. La reforma, que fue perfilada con
sucesivas órdenes, suponÃ−a sobre el papel una grave amenaza para el monopolio de las oligarquÃ−as
urbanas. Las gentes del común se inhibieron, en general, y esto fue suficiente para que los grupos
tradicionales mantuvieran el monopolio del poder municipal.
Las medidas más significativas en polÃ−tica monetaria fueron: las remodelaciones de marzo de 1772;
la emisión de vales reales, el primer papel moneda de España, iniciada en septiembre de 1780; y la
creación del Banco de San Carlos, en julio de 1782. En el terreno fiscal sobresalió, sin duda, el intento de
establecimiento de la contribución única. En el sector agrario se favoreció la estabilidad del campesinado,
se congelaron los arriendos y se abordó la confección de una ley agraria, que no verÃ−a la luz hasta 1794.
En cuanto a los ámbitos industrial y comercial, la lucha contra la rigidez del sistema gremial, o el
establecimiento del libre comercio de España con las Indias (1778), son una muestra del acercamiento al
liberalismo económico.
En 1787, Carlos III aprobó la creación de un nuevo órgano de gobierno, la Junta de Estado, a
instancias del marqués de Floridablanca. El monarca falleció el 14 de diciembre de 1788 en Madrid, y fue
sucedido por su hijo Carlos, que pasó a reinar como Carlos IV. De entre los otros doce hijos que tuvo de su
matrimonio con MarÃ−a Amalia de Sajonia, destaca Fernando I de Borbón, rey de las Dos Sicilias, el cual,
desde 1759, le habÃ−a sustituido como rey de Nápoles.
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Carlos IV (1748-1819), rey de España (1788-1808), sus gobiernos hubieron de hacer frente a las
consecuencias de la vecina Revolución Francesa.
Hijo de Carlos III y de MarÃ−a Amalia de Sajonia, nació el 11 de noviembre de 1748 en Portici
(residencia real de su padre, entonces rey de Nápoles, y en la actualidad perteneciente al área suburbana de
la ciudad italiana de Nápoles). En 1765, contrajo matrimonio con MarÃ−a Luisa de Parma. Llegó al trono
con cuarenta años, tras el fallecimiento paterno, y, aunque no estaba exento de experiencia polÃ−tica,
carecÃ−a del talento y la energÃ−a que las circunstancias en que iba a verse envuelto requerÃ−an.
El inicio del reinado de Carlos IV, con el gobierno en manos de José Moñino, conde de
Floridablanca, marcó un intento de continuidad, cada vez más controlada, del reformismo ilustrado. Se
trató de poner trabas a la acumulación de bienes en manos muertas civiles y eclesiásticas, se tomaron
medidas para impedir el acaparamiento y la especulación de grano, derivados de las crisis agrÃ−colas, y se
fomentó la libertad industrial y comercial. El periodo estuvo definido por la oposición radical a las ideas de
la Revolución Francesa, razón por la cual se adoptó la denominada polÃ−tica de `cordón sanitario',
destinada a impedir su penetración en España.
El conde de Aranda, sucesor de Floridablanca desde febrero de 1792, tuvo como objetivo primordial el
mantenimiento de una sólida neutralidad armada en los escasos meses de su gestión, la cual apenas duró
hasta noviembre de ese año.
A partir de este momento y salvo un corto intervalo, Manuel Godoy dominó el panorama polÃ−tico
español; los acontecimientos precipitaron su encumbramiento desde la SecretarÃ−a de Estado. Godoy era
un asiduo en los ambientes de la corte, un hombre de ideas ilustradas que se mostraba tradicional y
antirrevolucionario en lo que afectaba a la estructura polÃ−tica del Estado. No contaba, sin embargo, con la
simpatÃ−a de los cÃ−rculos de la ilustración española.
El progreso de las reformas, aunque con sobresaltos, continuó. Adquirió un gran desarrollo la obra
cultural emprendida durante el gobierno de Carlos III, y surgieron nuevas instituciones de corte moderno
como el Real Colegio de Medicina o el Observatorio Astronómico, junto con no pocas escuelas de artes y
oficios. La promoción de las manufacturas o el fomento de las Sociedades Económicas de Amigos del
PaÃ−s marcaron también una lÃ−nea de continuidad de la polÃ−tica ilustrada.
Pero el gobierno de Godoy tuvo una piedra de toque fundamental en sus relaciones con la Francia
revolucionaria, que determinaron la polÃ−tica interior y exterior, extraordinariamente unidas. Esta
circunstancia, agravada por el ajusticiamiento de Luis XVI en enero de 1793, dio lugar a largos años de
desastrosa guerra. En una primera fase, España emprendió la denominada guerra de la Convención (o
guerra de los Pirineos) que se saldó con la Paz de Basilea de 1795. Posteriormente, entró en la órbita de
Francia, lo que implicó, después de la firma del Tratado de San Ildefonso (1796), la ruptura con Gran
Bretaña. La lucha planteada en el mar en los años siguientes le fue desfavorable. Además, Godoy se vio
en la difÃ−cil situación de mantener una alianza con Francia al tiempo que, en el interior, se llevaba a cabo
un verdadero combate frente a las ideas revolucionarias promovidas por aquélla. Todo ello provocó, en
1798, su caÃ−da.
Vuelto al poder en 1801, Godoy intentó desvincularse de la polÃ−tica francesa, en manos ya de
Napoleón Bonaparte, sin demasiado éxito, hasta que, en 1804, la aparición del partido fernandino,
liderado por el prÃ−ncipe de Asturias (el futuro rey Fernando VII), le orientó de nuevo a la colaboración
con el paÃ−s vecino. La alianza trajo la guerra, y ésta el desastre de Trafalgar (1805), que supuso un golpe
durÃ−simo para la Marina de guerra española.
A partir de 1806, la situación polÃ−tica fue cada vez más difÃ−cil, y ello condujo a los sucesos de
marzo de 1808 (motÃ−n de Aranjuez), los cuales provocaron la primera abdicación de Carlos IV en la
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persona de su hijo Fernando. Su segunda abdicación tuvo lugar el 6 de mayo de ese año, en la localidad
francesa de Bayona, y benefició al emperador Napoleón I Bonaparte, en quien depositó la autoridad regia
española, forzado tanto por la presencia de tropas francesas en España, en tránsito teórico hacia
Portugal, como por la posición de su hijo Fernando, quien, a su vez, habÃ−a abdicado en su propio padre en
la misma fecha.
Desde entonces, comenzó para Carlos, y para su esposa, un verdadero exilio que habrÃ−a de comenzar
en territorio francés (Compiègne y Marsella) y que finalizarÃ−a en Italia, en cuya ciudad de Roma
falleció el 20 de enero de 1819, sin que su hijo, el entonces rey español Fernando VII (reinstaurado tras el
triunfo de la guerra de la Independencia española), se aviniera a poner fin al destierro de sus progenitores a
causa del temor al uso que, en su contra, pudieran hacer sus enemigos liberales de las personas de sus padres.
Fernando VII (1784-1833), rey de España (1808-1833), último monarca representante del
absolutismo en ese paÃ−s.
Hijo de Carlos IV y de MarÃ−a Luisa de Parma, nació el 14 de octubre de 1784, en El Escorial
(Madrid). En 1806, se casó con MarÃ−a Antonia de Borbón (o de Nápoles), hija del rey de Nápoles
Fernando I de Borbón, la cual falleció cuatro años más tarde. Durante el reinado de su padre, dirigió un
partido cortesano de oposición al primer ministro Manuel Godoy. Este partido aprovechó el descontento
popular provocado por la entrada de las tropas francesas en España, y consiguió desencadenar una revuelta
popular conocida como motÃ−n de Aranjuez (marzo de 1808), que provocó la destitución de Godoy y la
abdicación de Carlos IV en beneficio del entonces prÃ−ncipe de Asturias.
Fernando VII, junto a toda la familia real, fue atraÃ−do a Bayona por Napoleón I Bonaparte, quien le
forzó a renunciar a la corona española en su favor. Napoleón nombró rey de España a su hermano
José, que reinarÃ−a hasta 1813 con el nombre de José I.
Durante la guerra de la Independencia, la Junta Central, constituida en septiembre de 1808 para ejercer
el gobierno en nombre de Fernando VII y coordinar la lucha contra los invasores franceses, convocó las
Cortes que habrÃ−an de reunirse en Cádiz a partir de 1810 (cuando aquélla ya habÃ−a sido sustituida por
el Consejo de Regencia), las cuales declararon “único y legÃ−timo rey de la nación española a don
Fernando VII de Borbón”, asÃ− como nula y sin efecto la cesión de la corona a favor de Napoleón. Su
ausencia de España durante estos años explica su sobrenombre de `el Deseado'.
En 1814, acabada la guerra, Fernando VII regresó a España. En Valencia, un grupo de diputados,
presidido por Bernardo Mozo de Rosales, marqués de Mataflorida, le presentó un documento, el
denominado Manifiesto de los Persas, en el que le aconsejaban la restauración del sistema absolutista y la
derogación de la Constitución aprobada por las Cortes de Cádiz en 1812.
La primera etapa de su gobierno, de carácter absolutista (1814-1820), estuvo marcada por una
depuración de afrancesados y liberales y por los intentos, fracasados la mayorÃ−a, de mejorar la situación
económica y reformar la Hacienda. Del seno del Ejército partieron pronunciamientos liberales, como el
liderado por Rafael del Riego (1820), iniciado en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) por las fuerzas que
formaban las tropas preparadas para embarcar rumbo a América con el objetivo de luchar contra los
independentistas. Tal pronunciamiento, seguido por otras guarniciones del paÃ−s, obligó al Rey a jurar la
Constitución.
El periodo denominado Trienio Liberal o Constitucional (1820-1823) ocupó la segunda etapa de su
reinado. En ella, pese a la poco disimulada oposición del monarca, se continuó la obra reformista iniciada
en 1810: abolición de los privilegios de clase y de los mayorazgos, supresión de los señorÃ−os y de la
Inquisición, preparación del Código Penal y recuperación de la vigencia de la Constitución de 1812.
Desde 1822, toda esta polÃ−tica reformista tuvo su respuesta en la contrarrevolución surgida entre los
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miembros absolutistas de la propia corte (la denominada Regencia de Urgell), con el apoyo de elementos
campesinos, y, en el exterior, en la formación de la Santa Alianza, que desde el corazón de Europa
defendÃ−a los derechos de los monarcas absolutos. El Congreso de Verona (octubre-noviembre de 1822)
decidió reclamar al gobierno de Madrid el restablecimiento de la plena autoridad del Rey. En caso contrario,
quedaba abierta la puerta a la intervención militar. El 7 de abril de 1823 entraron en España las tropas
francesas mandadas por el general Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, los Cien Mil Hijos de San
Luis, a los que se sumaron tropas realistas españolas. Sin apenas oposición, el absolutismo fue restaurado.
La última etapa del reinado de Fernando VII tuvo de nuevo un signo claramente absolutista. Se
suprimió otra vez la Constitución y se restablecieron todas las instituciones existentes en enero de 1820,
salvo la Inquisición. Fueron años de represión polÃ−tica. La situación general se veÃ−a afectada
además por la pérdida de la inmensa mayorÃ−a de las colonias americanas, después del proceso
conocido como la emancipación latinoamericana.
Los años finales del reinado se centraron en la cuestión sucesoria. Desde 1713 estaba vigente la Ley
Sálica, que impedÃ−a reinar a las mujeres. En 1789, las Cortes aprobaron una Pragmática Sanción que la
derogaba, pero ésta no fue publicada hasta 1830, cuando el Rey (que habÃ−a estado casado desde 1816, en
segundas nupcias, con Isabel de Braganza, que falleció dos años más tarde; y, en terceras, desde 1819,
con MarÃ−a Josefa Amalia de Sajonia, la cual murió en 1829), tras su cuarto matrimonio, efectuado un
año antes con MarÃ−a Cristina de Borbón, esperaba un sucesor. Poco después, nació la princesa
Isabel.
En la corte se formó entonces un grupo de `realistas puros', que defendÃ−an la candidatura al trono
del hermano del rey, Carlos MarÃ−a Isidro de Borbón, y negaban la legalidad de la Pragmática publicada
en 1830. En 1832, durante una grave enfermedad del Rey, cortesanos carlistas convencieron al ministro
Francisco Tadeo Calomarde, quien logró que Fernando VII firmara un Decreto derogatorio de la
Pragmática, que dejaba otra vez en vigor la Ley Sálica (recuperando el Reglamento de 1713). Parece que
este grupo estaba respaldado por los embajadores de Austria, Cerdeña y Nápoles. Además, las potencias
de la Santa Alianza temÃ−an la instauración de una España liberal, justo cuando la Revolución francesa
de julio de 1830 habÃ−a alterado el estatus polÃ−tico europeo.
Con la mejorÃ−a de salud del Rey y la destitución de Calomarde, el gobierno dirigido por Francisco
Cea Bermúdez puso de nuevo en vigor la Pragmática, con lo que, a la muerte del rey, ocurrida el 29 de
septiembre de 1833 en Madrid, quedaba como heredera su primogénita Isabel (la que ya era reina Isabel II),
cuyo reinado hubo de comenzar por resolver el conflicto que se transformó en la primera Guerra Carlista.
José I Bonaparte (1768-1844), rey de España (1808-1813), impuesto por su hermano menor, el
emperador Napoleón I Bonaparte, tras la invasión francesa de 1808. Nació en Corte (Córcega), el 7 de
enero de 1768. Estudió leyes en Pisa (Italia). En 1796, tomó parte en la campaña de su hermano en Italia.
Al año siguiente, ocupó un cargo como diplomático, primero en la corte de Parma y después en Roma,
durante la I República francesa. José Bonaparte fue miembro del Consejo de los Quinientos, la cámara
baja de la época del Directorio, en 1798. Durante las Guerras Napoleónicas, iniciadas al año siguiente,
actuó como enviado de su hermano y firmó tratados con Estados Unidos, Austria, Gran Bretaña y el
Vaticano. En 1806, Napoleón le nombró rey de Nápoles, en donde reinó hasta el 6 de julio de 1808,
fecha en la que aquél le concedió el trono de España después de conseguir las abdicaciones del
monarca español Fernando VII y la de su padre Carlos IV.
Reinó como José I, en medio de la guerra de la Independencia librada frente al dominio de los ejércitos
franceses y contra su propio gobierno, buscando el apoyo polÃ−tico de uno de los grupos de los ilustrados
españoles, cuyos miembros eran los denominados afrancesados, sin lograr hacer triunfar su programa
reformista, cimentado en el Estatuto de Bayona (espurio origen del constitucionalismo español). Ocho
dÃ−as después de iniciar su reinado en Madrid, hubo de huir de la ciudad para dirigirse a Vitoria —a
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consecuencia de la batalla de Bailén del 19 de julio de 1808—, donde se mantuvo hasta que, en noviembre
de ese año, su hermano se hizo cargo de las operaciones militares que le devolvieron a la capital. Tras verse
obligado nuevamente a trasladarse desde Madrid hasta Valencia en agosto de 1812 (debido a la derrota en la
batalla de Arapiles), un año después acabó por dirigirse a territorio francés después de sufrir, en
junio de 1813, un nuevo descalabro en Vitoria. Lugarteniente general de su hermano hasta la abdicación de
éste, en 1814, un año más tarde, tras la derrota definitiva de Napoleón en Waterloo, emigró a Estados
Unidos, donde permaneció hasta 1832. A continuación regresó a Europa y, después de una breve
permanencia en Inglaterra, se estableció en Italia y falleció, el 28 de julio de 1844, en Florencia.
Isabel II (1830-1904), reina de España (1833-1868). Hija de Fernando VII y de la cuarta esposa de
éste, MarÃ−a Cristina de Borbón, su nacimiento, que tuvo lugar en Madrid el 10 de octubre de 1830,
provocó problemas dinásticos, ya que hasta entonces el heredero era el hermano de Fernando VII, Carlos
MarÃ−a Isidro, quien no aceptó el nombramiento de Isabel como princesa de Asturias y heredera del trono
cuando el Rey derogó en 1832 la prohibición de reinar a las mujeres (Ley Sálica).
Durante su minorÃ−a de edad, fueron regentes su madre MarÃ−a Cristina, reina gobernadora hasta
1840, que se apoyó en los liberales para hacer frente al carlismo (durante la primera Guerra Carlista,
transcurrida entre 1833 y 1840, que fue provocada por el mencionado conflicto sucesorio), y, hasta 1843, el
general Baldomero Fernández Espartero. A los trece años, fue declarada mayor de edad. A los 16,
después de numerosas conversaciones con potencias extranjeras, se la casó, contra su deseo, con su primo
Francisco de AsÃ−s de Borbón (octubre de 1846). Tuvo nueve hijos, algunos de los cuales murieron al
nacer.
Durante los treinta y cinco años de su reinado se consolidó el difÃ−cil tránsito en España desde
un Estado absolutista a otro liberal-burgués, no sin una serie de cambios que afectaron al régimen
polÃ−tico y al sistema económico y social. Su reinado se inició con la semi-concesión liberal de una carta
otorgada, el Estatuto Real (1834). El definitivo impulso liberal se abrió en agosto de 1836, tras la
denominada sublevación de La Granja, llevada a cabo por los sargentos de la guardia acantonada en el Real
Sitio homónimo.
Tres son las medidas principales que se pusieron en marcha de manos del presidente de gobierno Juan
Ôlvarez Mendizábal: la desamortización de bienes de la Iglesia, la creación de un Ejército capaz de
doblegar al carlismo y la institucionalización del régimen. Pero la medida más importante fue, en este
arranque del reinado de Isabel II, la elaboración de una constitución acorde con la ideologÃ−a triunfante.
Oficialmente se hizo una adaptación de la idealizada Constitución de Cádiz de 1812, pero el resultado fue
una nueva Constitución (1837), mucho más ceñida a la realidad social. El progresismo, que además
lograba un relativo éxito contra el carlismo (como muestra el Convenio de Vergara, acordado en 1839),
alcanzó su momento culminante de la mano del militar que capitalizó la victoria, el general Espartero. Entre
1840 y 1843, Espartero llegó incluso a desplazar de la regencia a la misma Reina madre, con una lÃ−nea de
gobierno claramente autoritaria que provocó el rechazo de una parte del progresismo, lo que acabó por abrir
las puertas al conservadurismo.
De la mano del Partido Moderado, a partir de 1844 y durante 10 años (periodo conocido como
Década Moderada), se consolidó un liberalismo muy restrictivo (sólo una minorÃ−a de ciudadanos
tenÃ−a derechos polÃ−ticos). La práctica del caciquismo, en buena medida, empezó a tejer sus redes a
partir de 1844. El nuevo sistema se plasmó en la ciertamente conservadora Constitución de 1845. El
hombre fuerte del periodo, el general Ramón MarÃ−a Narváez, consiguió evitar la oleada revolucionaria
extendida por gran parte de Europa (las denominadas revoluciones de 1848), más por la falta de una
estructura social afÃ−n que por las medidas de dureza adoptadas. Esta fase se cerró con el `tecnócrata' Juan
Bravo Murillo, quien llevó a cabo, en 1851 y 1852, una amplia labor administrativa y hacendÃ−stica.
Desde 1854 hasta 1856, de nuevo el Partido Progresista se volvió a hacer con el poder —toda vez que
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el sistema polÃ−tico adoptado desde 1844 le excluÃ−a en la realidad— mediante un acto de fuerza, el
pronunciamiento de Vicálvaro (la denominada Vicalvarada de junio de 1854). Su principal dirigente,
Espartero, volvÃ−a asÃ− al primer plano. Lo más trascendente de cuanto ocurrió en este periodo (llamado
Bienio Progresista) fue, sin duda, la desamortización civil llevada a cabo en 1855 por el ministro de
Hacienda Pascual Madoz.
Narváez volvió a conseguir el poder durante un bienio más (1856-1858); sin embargo, los cambios
sociales terminaron por abrir el camino a un sistema más templado, llevado a cabo por la Unión Liberal
(1858-1863), el cual giró en torno a otro militar, el general Leopoldo O'Donnell. Un periodo de relativa
estabilidad social, durante el cual O'Donnell jugó un activo papel en el exterior —tanto en su gobierno
ejercido desde 1858 hasta 1863 como en el que presidió entre 1865 y 1866—, hasta el punto de poder
hablarse de una etapa neoimperialista, como muestran la guerra en Marruecos (con la firma del Tratado de
Wad-Ras, en 1860, que delimitaba las posesiones españolas en el norte de Ôfrica); la intervención en
México (llevada a cabo, junto a franceses y británicos, en 1861 y 1862) y en Cochinchina (como apoyo a
las tropas francesas que intervinieron en el territorio desde 1859); la anexión de la República Dominicana
(1861-1864); y la provocación de la guerra del PacÃ−fico (1864-1866), que, entre otros avatares, se
manifestó en el bombardeo español en 1866 del puerto peruano del Callao.
La última etapa del reinado de Isabel II (1864-1868) fue de clara descomposición polÃ−tica. Junto a
la crisis económica, aparecieron reiteradas sequÃ−as y problemas de adaptación de una economÃ−a que no
habÃ−a comenzado su desarrollo verdadero. Los nuevos grupos sociales en ascenso (la clase media y la clase
obrera) exigÃ−an un cambio en profundidad. La respuesta del régimen no fue otra que resistir mediante la
fuerza. En el último momento, con Luis González Bravo como presidente del gobierno desde abril de 1868,
el régimen rozó el sistema dictatorial.
El final llegó con la incruenta batalla de Alcolea (28 de septiembre de 1868), que abrió las puertas al triunfo
de la revolución de 1868, la cual supuso el destronamiento definitivo de Isabel II, quien en 1870 abdicó
desde su exilio parisino en su hijo Alfonso XII para favorecer la vuelta de la Casa de Borbón al trono
español. Una vez iniciado su exilio, se separó de su esposo y, desde entonces, no volvió a intervenir en
las decisiones polÃ−ticas (salvo en su propia abdicación), ni siquiera cuando, en diciembre de 1874, su hijo
inició el periodo histórico que habrÃ−a de llamarse Restauración. Isabel II murió el 9 de abril de 1904 en
ParÃ−s (Francia), ciudad donde vivió desde su derrocamiento.
Alfonso XII (1857-1885), rey de España (1875-1885), su acceso al trono supuso el inicio del periodo
que habrÃ−a de ser conocido como Restauración.
Hijo de la reina Isabel II y de Francisco de AsÃ−s de Borbón, nació en Madrid el 28 de noviembre
de 1857. Exiliado en Francia con su familia a los 11 años —tras el destronamiento de su madre por la
revolución de 1868—, estudió en ParÃ−s, Viena y, por último, siguiendo instrucciones de Antonio
Cánovas del Castillo, quien querÃ−a que conociese un paÃ−s liberal y constitucional, en la Academia
Militar británica de Sandhurst, desde donde dirigió el 1 de octubre de 1874 un manifiesto en el que
proponÃ−a la polÃ−tica de conciliación que serÃ−a clave durante su reinado.
En 1870, su madre abdicó desde su exilio en ParÃ−s en su favor, con el objeto de favorecer el regreso
de la Casa de Borbón al ejercicio de la monarquÃ−a en España. Fracasadas las diferentes soluciones
polÃ−ticas del Sexenio Democrático (1868-1874), en 1874 no parecÃ−a haber otra salida que la
restauración de los Borbones. El pronunciamiento del general Arsenio MartÃ−nez Campos en Sagunto (29
de diciembre de 1874) precipitó su vuelta a España y su posterior coronación, en enero del año
siguiente.
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El primer problema del reinado de Alfonso XII vino dado por la tercera Guerra Carlista, que ya habÃ−a
comenzado en 1872. Se trasladó de inmediato a los escenarios bélicos. Tras sucesivos desastres carlistas
(Olot, Valencia, Estella), Alfonso XII fue reconocido como rey legÃ−timo por el militar carlista Ramón
Cabrera el 11 de febrero de 1875, un año antes de que el conflicto resultara definitivamente concluido. La
Paz de Zanjón (10 de febrero de 1878) puso fin de momento, por su parte, a la guerra mantenida frente a los
independentistas cubanos (al menos en lo que se refiere a la denominada guerra de los Diez Años). Al
mismo tiempo, los republicanos se mantenÃ−an inactivos. Se iniciaba una etapa de estabilidad.
Proclamada la Constitución de 1876, el rey fue representado como su fiel cumplidor. Un turno pacÃ−fico
de partidos, ideado por Cánovas, permitió el reparto del poder y evitaba su toma por la fuerza. Frente al
Partido Conservador, se potenció la creación del Partido Liberal para aglutinar la fuerzas de centro
izquierda, y Práxedes Mateo Sagasta pasó a ser su jefe. A partir de 1881, ambos partidos se turnaron de
manera casi matemática.
El matrimonio con su prima Mercedes de Orleans (contraÃ−do el 18 de enero de 1878), festejado y
recordado por la memoria popular (que pasó a conocer a la Reina como MarÃ−a de las Mercedes), duró
poco debido al temprano fallecimiento de aquélla. Se volvió a casar, el 29 de noviembre de 1879, con
MarÃ−a Cristina de Habsburgo-Lorena, con quien tuvo dos hijas —MarÃ−a de las Mercedes y MarÃ−a
Teresa— y un hijo póstumo, el futuro Alfonso XIII. Enfermo de tuberculosis desde hacÃ−a tiempo, sus
obligaciones protocolarias y sus salidas nocturnas empeoraron la enfermedad. Agravada su salud en el otoño
de 1885, se retiró al palacio de El Pardo, en las cercanÃ−as de Madrid, donde falleció el 25 de noviembre
de ese año. Cánovas, preocupado por la estabilidad de la monarquÃ−a y para evitar otro pleito dinástico,
llegó con Sagasta al conocido como Pacto de El Pardo, cediendo el gobierno a los liberales.
Alfonso XIII (1886-1941), rey de España (1886-1931), último monarca de la Casa de Borbón en
ese paÃ−s hasta que, en 1975, se produjo el acceso al trono de su nieto Juan Carlos I.
Nacido el 17 de mayo de 1886 en Madrid, hijo póstumo del monarca Alfonso XII, fruto del
matrimonio de éste con MarÃ−a Cristina de Habsburgo-Lorena, reinó bajo la regencia de su madre hasta
el 17 de mayo de 1902, y de manera efectiva a partir de ese dÃ−a (cuando, al cumplir 16 años, accedió a la
mayorÃ−a de edad prevista para el ejercicio de la monarquÃ−a). Se le educó para comportarse como un
rey-soldado, en una rÃ−gida disciplina católica y una conciencia liberal. El contacto con la realidad
polÃ−tica del paÃ−s le hizo ver el alejamiento entre la España oficial y la España real; de ahÃ− su
empeño en conectar directamente con esta última en medio de las ficciones del sistema canovista (ideado
por el polÃ−tico conservador Antonio Cánovas del Castillo y eje vertebrador de la época que dio en
llamarse Restauración, de la cual el propio reinado de Alfonso XIII serÃ−a su prolongación), dominado por
el caciquismo.
Perteneció por edad y talante a la generación posterior al desastre de 1898 (derrota en la Guerra
Hispano-estadounidense), que deseaba regenerar a España (de ahÃ− regeneracionismo), para lo cual
sometió a un crÃ−tico examen de conciencia todos los aspectos de la vida nacional. Hubo de afrontar
problemas derivados de la etapa anterior, pero también otros que surgirán con el nuevo siglo: el problema
social, el radicalismo de las organizaciones obreras, las guerras de Marruecos, la quiebra del turnismo
polÃ−tico, el surgimiento de los nacionalismos catalán y vasco, y otros. Demostró siempre una tendencia a
intervenir personalmente en la polÃ−tica, lo cual le era permitido por la propia Constitución de 1876.
El comienzo del reinado coincidió con un cambio generacional decisivo en la situación de los partidos
dinásticos (el Conservador y el Liberal). Desaparecidos en 1897 y 1903, respectivamente, Cánovas y
Práxedes Mateo Sagasta —los principales dirigentes de ambos partidos—, varios polÃ−ticos se disputaron
el liderazgo dentro de cada formación polÃ−tica. La renovación de comportamientos polÃ−ticos que el
paÃ−s demandaba tuvo principalmente dos valedores: Antonio Maura dentro de los conservadores y José
Canalejas por los liberales.
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La neutralidad de España en la I Guerra Mundial (1914-1918) abrió mercados y favoreció el
crecimiento económico, pero también la agitación social. El Estado no se benefició de esta abundancia.
La crisis de 1917, en que se unieron el sindicalismo militar (Juntas Militares), las huelgas revolucionarias y el
nacionalismo catalán, aumentó la descomposición del régimen polÃ−tico. Un gobierno nacional,
formado en 1918 por miembros de los dos principales partidos, fracasó también.
El reajuste económico posterior a la I Guerra Mundial aumentó las dificultades internas. Convulsiones
sociales y problemas regionales, unidos a los fracasos militares en Marruecos (culminados en el llamado
desastre de Annual de julio de 1921), acrecentaron la debilidad de los gobiernos, incapaces de hacer frente a
estas situaciones.
El golpe militar de Miguel Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923) fue la solución de fuerza
adoptada ante la crisis. El Rey aceptó el hecho. La dictadura fue bien acogida por muchos sectores sociales
en los primeros años: terminó con la guerra de Marruecos (desembarco de Alhucemas en 1925) y
desarrolló una labor de orden social y de incremento de las obras públicas. Tras el definitivo fracaso de
Primo de Rivera en 1930, Alfonso XIII intentó restaurar el orden constitucional (gobiernos de Dámaso
Berenguer y Juan Bautista Aznar), pero los partidos tradicionales estaban resentidos, y republicanos,
socialistas y regionalistas de izquierda (como demostró el Pacto de San Sebastián de 1930) luchaban unidos
contra la monarquÃ−a. Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron el triunfo en las ciudades
españolas más importantes a socialistas y republicanos. El Rey, para evitar una lucha civil, abandonó el
paÃ−s, pronunciando sus palabras más célebres: “espero que no habré de volver, pues ello sólo
significarÃ−a que el pueblo español no es próspero ni feliz”. El 14 de abril de 1931 se proclamaba la II
República.
Alfonso XIII vivió en el exilio aún diez años. De su matrimonio con Victoria Eugenia de
Battenberg, con quien se habÃ−a casado en Madrid el 31 de mayo de 1906 (fecha en la que la comitiva
nupcial regia sufrió un atentado perpetrado por el anarquista Mateo Morral, que provocó varios muertos
entre los asistentes), tuvo seis hijos: Alfonso (1907-1938), Jaime (1908-1975), Beatriz (1909-2002), MarÃ−a
Cristina (1911-1996), Juan (1913-1993; al que nombró sucesor de los derechos dinásticos el 8 de julio de
1939) y Gonzalo (1914-1934). Durante la Guerra Civil (1936-1939) se inclinó por el bando sublevado. Sus
últimos años los pasó en Roma, donde falleció el 28 de febrero de 1941 (tras haber abdicado el mes
anterior en la persona de su hijo Juan) y recibió sepultura. Sus restos fueron trasladados en 1980, cinco
años después de haberse iniciado el reinado de su nieto Juan Carlos I, al panteón de los Reyes del
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid).
Juan Carlos I (1938- ), rey de España (1975- ), figura emblemática del proceso de transición
española a la democracia después de una larga dictadura y sÃ−mbolo del final de las heridas abiertas
desde la Guerra Civil que habÃ−a tenido lugar entre 1936 y 1939.
Hijo de Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona desde 1941, y de MarÃ−a de las Mercedes
de Borbón y Orleans, y por tanto nieto por parte paterna del rey español Alfonso XIII, el anterior monarca
de la Casa de Borbón que habÃ−a sido destronado en 1931 con la proclamación de la II República.
Nació el 5 de enero de 1938 en Roma, donde residÃ−a la Familia Real española exiliada. Tras pasar su
infancia en Lausana (Suiza) y en Estoril (Portugal), llegó a España en 1948 en virtud de un acuerdo entre
su padre y el general y jefe del Estado español Francisco Franco para completar su educación. à sta
incluyó su paso desde 1955 por las tres academias militares y, entre 1960 y 1961, por la Universidad
Complutense de Madrid, donde cursó estudios de Derecho Público e Internacional, EconomÃ−a y
Hacienda Pública.
El 14 de mayo de 1962 contrajo matrimonio en Atenas con la princesa SofÃ−a de Grecia, hija del rey
griego Pablo I, con quien ha tenido tres hijos, Elena (1963- ), Cristina (1965- ) y Felipe (1968- ), actual
prÃ−ncipe de Asturias y heredero del trono desde 1977. Desde 1962 pasó a residir en el palacio de la
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Zarzuela, ubicado en las cercanÃ−as de Madrid.
El 22 de julio de 1969 las Cortes (entonces una asamblea corporativa sin verdadero carácter
representativo) le proclamaron sucesor de Franco a tÃ−tulo de rey de acuerdo con los postulados de la Ley de
Sucesión a la Jefatura del Estado de julio de 1947. Juan Carlos comenzó a ejercer desde entonces su parcela
de representación institucional en tanto que sucesor del jefe del Estado mediante una serie de actividades
oficiales que incluyeron viajes por el territorio español e incluso visitas a otros paÃ−ses. En 1971 recibió
por ley la función del ejercicio de la jefatura del Estado en caso de enfermedad o ausencia de Franco. Desde
agosto hasta septiembre de 1974 y entre octubre y noviembre de 1975 la incapacidad por enfermedad de
aquél le llevó a desempeñar esas prerrogativas y sustituirle en el desempeño del más alto cargo
estatal.
El 22 de noviembre de 1975, dos dÃ−as después del fallecimiento de Franco, fue proclamado rey de
España por las Cortes, ante el escepticismo, cuando no la crÃ−tica generalizada, de la oposición al
franquismo que veÃ−a en él a un mero continuador del régimen, sin que por ello fuera plenamente
aceptado por los partidarios del mismo.
Desde el inicio de su reinado, y ya incluso en su discurso del 22 de noviembre de 1975 ante las Cortes,
manifestó abiertamente su posición favorable a la instauración de la democracia en España como medio
de superar la división entre los españoles creada por la Guerra Civil y sus consecuencias. Para ello,
mantuvo contactos con destacados dirigentes de la oposición democrática, lo que le llevó a enfrentarse
con el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, de quien le separaban profundas divergencias
polÃ−ticas y personales que provocaron en julio de 1976 su sustitución por Adolfo Suárez, artÃ−fice desde
el gobierno del proceso de transición a la democracia.
Aun cuando su designación en 1969 como sucesor de Franco habÃ−a supuesto un relativo
enfrentamiento con su padre, el conde de Barcelona, que no aceptaba los postulados de dicha ley al no
reconocerle sus derechos al trono como heredero de Alfonso XIII, Juan de Borbón terminó por aceptar la
coronación de su hijo al ser el único medio de restablecer la monarquÃ−a en España. AsÃ−, en mayo de
1977, su padre le transmitió oficialmente sus derechos dinásticos.
El 6 de diciembre de 1978 se aprobó mediante referéndum una nueva Constitución (sancionada
dÃ−as después por el Rey) que limitó en gran medida sus poderes polÃ−ticos de acuerdo con la tendencia
general de las monarquÃ−as europeas parlamentarias. Con esa ley magna, el constitucionalismo español
llevó a cabo su tercer intento de consolidar un Estado democrático y de derecho. Desde entonces, las
funciones de Juan Carlos I se centraron en ejercer una labor de arbitraje entre los distintos poderes e
instituciones del Estado, además de encarnar la más alta magistratura de la nación.
Su prestigio se vio incrementado tras el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, en el que
su actuación personal fue decisiva para impedir el triunfo de la rebelión militar, valiéndose para ello de
su condición de capitán general (máximo jefe) de las Fuerzas Armadas. Por todo ello, ha logrado la
consolidación de la monarquÃ−a que en la actualidad es una de las instituciones mejor valoradas por la
sociedad española. Asimismo, su labor ha sido reconocida internacionalmente con la concesión por el
Consejo de Europa del Premio Carlomagno (1982), por sus esfuerzos en favor de la democratización de
España y la integración europea, asÃ− como con el Premio Simón BolÃ−var (otorgado en 1983 por la
UNESCO y que compartió con el sudafricano Nelson Mandela), por su especial dedicación al incremento
de las relaciones entre los estados latinoamericanos. También fue acreedor de distintos doctorados honoris
causa por reputadas universidades españolas y extranjeras.
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