EL FARO 1 Octubre 2009 OCTUBRE 2009 PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 8 La aventurera GREGORIO MORALES Balbina Prior no es Balbina Prior. Es más. O menos, como quiera mirarse. Es más porque lleva con ella las marcas de una guerra. La miras y, a su lado, estallan duelos, batallas, soledades y oscuridad. Y valor. El valor de la que nunca ha sido vencida ni se dejará vencer. Balbina avanza como una funambulista sobre la cuerda floja. Va centrada en su meta, que es el conocimiento, la experiencia, crecer hacia sí misma, y por eso no se deja aturdir por el fragor de la contienda. Los ruidos la ensordecen, la metralla se le incrusta en el cuerpo, el NAPALM la quema, pero ella avanza, pierde el equilibrio, está a punto de caer, pero nunca cae. Su meta es más poderosa que los accidentes. Más poderosa que el odio y el mal y la tristeza y el desamor. Balbina es menos que Balbina porque todo lo hace para llegar a sí misma. Balbina Prior es ella menos sus circunstancias. No es ni lo que hace ni lo que piensa ni lo que ama ni lo que odia. No es su cuerpo ni su sexo ni su edad. Es otra cosa. Y por eso ha escrito Timos de la edad desnuda. Lo ha escrito para dar testimonio de la guerra que tiene que sortear y también para despojarse de esa guerra. Para ver sus "timos", sus engaños, y alcanzar la verdad. Si queremos encontrarnos, hay que echar afuera los fraudes en que creímos. Balbina es un soldado y, a la par, un desertor. Participa en la guerra. Y abomina de ella. La sufre, la padece, pero se evade de ella, no hacia los contrarios, no hacia las partes, sino hacia la totalidad. Timos de la edad desnuda es un libro hermoso. Es un diario de las heridas que inflige la vida y, a la par, un texto profético, un texto que anuncia otros textos. Otra vida. Como corresponsal de guerra, Balbina da testimonio de sus experiencias. Ha transitado la etapa más dura, la que conduce a la mediana edad, cuando se acaba de ver que lo que anhelamos son espejismos; cuando se comprende que hemos vivido con mentiras; y cuando esas mentiras comienzan a hacerse añicos. No se vislumbra aún la esperanza. No se entrevé que, más allá del sofisma, hay otro universo. Pero el camino ha comenzado. La condición para echar a andar es que se disipen las ensoñaciones. Que los mitos del inconsciente se deslean. Por eso ves en el rostro de Balbina el rostro de una mujer desnuda. Las ropas que le prestaron han caído. Es la niña que comprende de pronto que sus muñecas no son seres humanos. Y que siente la tristeza del despertar y la añoranza de un mundo mágico de cigüeñas y reyes magos. Balbina está desnuda y no tiene ropas y no tiene mundo y, sin embargo, debe ponerse a andar y encontrar un mundo y diseñar la ropa exacta que pide su cuerpo, las palabras únicas que la definen, la vibración irrepetible que es su música. Está desnuda y todavía no ve, pero sabe que tiene que andar. Que el camino es su misión. Y siente el vértigo de lo desconocido, de lo que la aguarda, de la frontera que transgrede la edad desnuda. Ves en su rostro un pasado que ha muerto y un presente que comienza. Ves el sufrimiento que imprime la edad desnuda, pero ves también la dicha y la belleza que confieren dejarla atrás. Balbina es más bella conforme avanza. Sus poemas nos muestran las tinieblas de las que emerge. Es como en los sueños o en los cuentos ancestrales: el héroe sólo alcanza su meta tras haberse enfrentado a las sombras; y sólo vence las sombras cuando es consciente de su evanescencia. Con la descripción de las sombras, Balbina las conjura. Y así se deshace de ellas. Por eso, Timos de la edad desnuda es un libro de clausura y, al mismo tiempo, un libro augural. Un libro bifronte. Cierra una puerta y abre otra. Justo ahora, en este tiempo, Balbina Prior abate un límite. Cada día será más hermosa porque lo cansino de la vida da lugar a la aventura. Si bien compartimos todos el mismo inconsciente colectivo, la aventura es siempre única. En Timos de la edad desnuda, Balbina Prior, la aventurera, clausura el hogar para adentrarse en la selva. Tras la edad mediana no está la vejez, sino el ser eterno, sin tiempo. Ése que nos habita y, para llegar al cual, tenemos que emplear el resto de nuestros días. Balbina lle- ARRIBA: FOTOGRAFÍA DE LA ESCRITORA CORDOBESA BALBINA PRIOR, AUTORA DETIMOS DE LA EDAD DESNUDA, SU ÚLTIMA ENTREGA POÉTICA, PUBLICADA POR LA MADRILEÑA SIAL EDICIONES EN SU COLECCIÓN FUGGER POESÍA. UN LIBRO HERMOSO, UN TEXTO PROFÉTICO QUE ANUNCIA OTROS TEXTOS. OTRA VIDA. gará por medio de su escala de Jacob, la poesía, que domina perfectamente, llevando el lenguaje de la calle a lo poético y lo poético al lenguaje de la calle. Siendo moderna y antigua a la par. La poesía en Balbina es instrumento y no fin. Por eso es una poeta genuina. Porque sus versos no brotan de la poesía, sino de la aventura. Sólo los aventureros son capaces de escribir una poesía excepcional. Como la que nos reta en Timos de la edad desnuda. EL FARO 2 Octubre 2009 Cultura/Narrativa EL PEDAGOGO FRANCISCO FERRER Y GUARDIA, PADRE DE LA LLAMADA ESCUELA MODERNA. Y FOTOGRAFÍA DE LA SESIÓN DEL CONSEJO DE GUERRA CELEBRADO EN BARCELONA, DONDE FUE CONDENADO A MUERTE EN 1909 Ferrer y Guardia, un siglo después FCO. GIL CRAVIOTTO El 13 de octubre del presente año 2009 hizo un siglo de la ejecución en Barcelona de Francisco Ferrer Guardia, (Alella, 1859; Barcelona, 1909), anarquista, pedagogo de renombre universal -fue el padre de la llamada "Escuela Moderna"-, librepensador y antiguo militante del partido de Ruiz Zorrilla. Su muerte, tras un paripé de juicio, no estuvo exenta de polémica. Basta echar una ojeada a los periódicos de la época o recordar los comentarios de las mentes más lúcidas de aquellos años para comprobarlo. Entre estos comentarios quiero recordar dos inolvidables: el del escritor ruso León Tolstoi -"Un crimen, un verdadero crimen"-, y el del novelista francés Anatole France: "Su crimen es el de ser republicano, socialista, librepensador; su crimen es haber creado la enseñanza laica en Barcelona, instruido a millares de niños en la moral independiente, su crimen es haber fundado escuelas". Ahora, cien años después y bastante más sereno el ambiente, un novelista-investigador, Julián Granado, (Nerva, comarca minera de Huelva, 1957), nos ofrece en un libro publicado por la prestigiosa editorial Anagrama, las distintas y a veces contradictorias caras de este poliédrico personaje, mezcla de genio y redentor de humildes, incluso hoy difícil de abarcar y definir. La obra, de título desafortunado, De Humanidad y polilla, (¿quién puede pensar que tal título encierra una biografía novelada de Francisco Ferrer?), y subtítulo explicativo, "Todas las caras de Ferrer Guardia", imprescindible para saber de qué va la cosa, sobrepasa las cuatrocientas cincuenta páginas, las cuales, a pesar de la lejanía en el tiempo, se leen con agrado e interés. La novela arranca en París, en un internado de monjas. Allí una niña de nueve años y nombre y apellidos falsos, Carmen de Moering -ella sabe bien que se llama Sol Ferrer-, mientras el resto de las colegialas forma filas para ir a misa, aprovecha para escaparse del colegio. Después de errar por la zona noroeste de la región parisina, durmiendo en cortijos abandonados y alimentándose de lo que buenamente encontraba en los campos, llega a la Picardía y, acosada por el hambre, entra en el orfelinato Prevost, sito en la aldehuela de Cempuis, próxima a Grandvilliers, de ideología libertaria. Logró satisfacer el hambre, pero fue el final de su aventura: el orfanato llamó al colegio y de nuevo se vio obligada a volver al redil. La odisea sólo ha durado unos pocos días, los suficientes para que el lector conozca a la protagonista de la novela, Sol Ferrer, la hija menor de Francisco Ferrer Guardia. Será ella la que, páginas adelante, convertida en la gran investigadora de la vida y la obra de su padre, nos irá mostrando todas las caras y recovecos del gran hombre, genio para unos, diablo para otros y siempre bestia negra de la Iglesia y la derecha española. Poco después -la vuelta al pasado es frecuente en el libro-, el lector conocerá los amores y desamores de Francisco Ferrer y Teresa Sanmartí -padres de Sol-, así como, tras la inevitable ruptura, los sucesivos amores de él y ella. En el caso de Teresa, el sucesor de Ferrer en el lecho, será el caballero ruso De Moering -ésta es la razón por la que la niña entra en el internado con el apellido del padre putativo-, y en lo que respecta a Francisco la nueva inquilina será Leopoldina Bonnard, menos bella que Teresa pero más próxima al mundo y las ideas de Ferrer. A Leopoldina -Leo para los íntimos- le seguirá, años después, Soledad Villafranca, casi de la misma edad que Sol. También conoceremos a las otras hijas de Ferrer: Trini, Paz y Luz -esta última muerta de tuberculosis aún niña- y asistiremos al nacimiento de la Escuela Moderna, la obra magna de Ferrer, con la que se ganó los primeros odios de la Iglesia y la derecha española. Escuela mixta -niños y niñas juntos- y sin clases de religión, que Sol Ferrer nos define así: "Reemplazo de la superstición religiosa por la explicación científica, del mito por la razón, del dogma por la libertad de interpretación, del puritanismo por la apertura a la naturaleza, y del deslinde escolar de niños y niñas por la coeducación de sexos". Más que suficiente para ganarse el odio de curas y frailes. Unos y otros esperaban el día, la hora y el minuto en que un error de Ferrer o la oportuna ayuda del azar les permitiera lanzarse sobre él y acabar de una vez y para siempre con la Escuela Moderna y su fundador. Tal oportunidad se presentó el 31 de mayo de 1906. La bomba contra Alfonso XIII, arrojada desde un balcón el día de su boda, fue la gran ocasión que la derecha estaba esperando. Veinticuatro muertos y más de cien heridos. Al unísono todos los periódicos clericales, enardecidos por el odio, lanzaron la misma aseveración: "Detrás de Morrás, (el anarquista que había arrojado la bomba), está Ferrer". Fue detenido y los locales de la Escuela Moderna clausurados, al tiempo que toda la prensa clerical pedía la cabeza del pedagogo. No lo consiguieron: en el juicio que se celebró nueve meses después de la detención no se pudo probar su participación en el fallido atentado. Cuentan que el fiscal, en el momento de mayor exaltación, le apostrofó: "Vosotros, los anarquistas, sois la polilla de la Humanidad". La frase, trans- EL FARO 3 Octubre 2009 Cultura/Narrativa/ Poesía formada por Nicolás Estévanez -"Sólo sobrevivirán la Humanidad y la polilla"- da título a la novela de Julián Granado. No sirvieron para nada los esfuerzos del enfático fiscal. Ferrer, declarado inocente, volvió a ser un hombre libre y a los curas, militares y oligarcas no les quedó más solución que, muy a su pesar, sentarse en sus respectivas poltronas a esperar una nueva ocasión. No tuvieron que esperar demasiado, tan sólo tres años. La semana trágica de Barcelona -todo un clamor popular contra la denostada guerra de Marruecos-, les vino como anillo al dedo. Aunque Ferrer no había participado ni animado ninguno de aquellos arrebatos callejeros, fue detenido. El juicio esta vez lo hicieron los militares y, antes de iniciarlo, ya estaba decidida la sentencia. Prueba de ello fue que al abogado defensor ni le dejaron abrir la boca. El 13 de octubre de 1909 se cumplió la sentencia: fusilamiento en los fosos de Montjüic. Unas horas antes los verdugos ofrecieron al reo la posibilidad de confesar. Él se negó y la respuesta de los militares fue mantenerlo de pie toda la noche, al tiempo que un coro de frailes le cantaba responsos. Así continuaron hasta la hora de la ejecución. Asesinado Ferrer, chivo expiatorio de la derecha española, obispos, cardenales, militares y oligarcas pudieron dormir y roncar a sus anchas. Sol, que en esas fechas estaba en Ucrania con su madre y su padrastro, no se enteraría hasta el día 15. Sin embargo, será nueve años después, cuando de nuevo en Espa- ña, tras haber vivido los horrores de la revolución rusa, se dedicará a indagar los pormenores de aquel asesinato. Algunas de estas indagaciones -poco importa ahora si reales o inventadas por el autor-, fueron de tal peligrosidad que estuvieron a punto de costarle la vida. Traerlas a estas páginas sería, en el caso de quien aún no la ha leído la novela, restarle interés. Para relatarnos todo esto y mucho más Julián Granado hace uso de todos los artificios y herramientas que ofrece la narrativa moderna: autor omnisciente, narración en primera persona, género epistolar, fragmentos de supuestos diarios, noticias de prensa, retazos de testamento, bajada al mundo onírico de fantasmas lejanos, encuentros más o menos fortuitos con políticos de la época, etc. Paralelo a estos alardes estilísticos, va el desfile de personajes. Unos son históricos, revividos por obra y gracia del autor, -tal es el caso, por ejemplo, de Alejandro Lerroux, del conde Tolstoi, la revolucionaria Louise Michel, Pío Baroja o el sanguinario general Severiano Martínez Anido-; otros, creación del novelista; pero unos y otros, tan bien entramados y oportunamente puestos en escena, que la mayoría de las veces resulta difícil distinguir los entes históricos de los de ficción. Todo esto, unido al interés del protagonista y los trágicos sucesos que en el libro se relatan -baste recordar el atentado contra el rey o la Semana trágica de Barcelonahacen de esta novela una obra de imprescindible lectura para toda persona que quiera conocer nuestro pasado inmediato. EL ESCRITOR ONUBENSE JULIÁN GRANADO, AUTOR DE LA NOVELA DE HUMANIDAD Y POLILLA, PUBLICADA POR LA EDITORIAL ANAGRAMA EN SU COLECCIÓN NARRATIVAS HISPÁNICAS El maestro de Pessoa La editorial DVD acaba de sacar al mercado una pulcra edición bilingüe, en portugués y en castellano, de la Poesía Completa de Alberto Caeiro, traducida por el escritor onubense Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960), quien da en este volumen sobradas muestras de su capacidad y sus excelentes dotes para el ejercicio de la traducción del texto portugués, sumergiéndose en el espíritu del mismo y alcanzando siempre la expresión más feliz, adecuada y oportuna en nuestro idioma. Y ello sólo puede lograrse después de haber pasado muchas horas viviendo el texto original, sintiéndolo y pensándolo para trasladarlo al lector actual con el mayor acierto y oportunidad. Moya, que ha traducido sobre todo a poetas portugueses e italianos contemporáneos, tiene en prensa una traducción del Libro del desasosiego, que firmara Pessoa con el heterónimo de Bernardo Soares. Su edición viene a unirse a las que hace unos años aparecieron en diversas editoriales de nuestro país, como Pretextos, Vitrubio, Alianza o Visor. Alberto Caeiro, uno de sus principales heterónimos, fue considerado por el mis- mo Pessoa como su maestro, quien veía en él al vate subversor de valores culturales y estéticos que no había sido apenas contaminado por la cultura occidental y que preconizaba una visión de la realidad neopagana vinculada a una vuelta a la naturaleza. El pastor que no parece haber ejercido como tal, abomina pues de la metafísica, así como de cualquier tipo de pensamiento que condicione la visión que de la realidad tiene el hombre. Según Ricardo Reis, otro de los heterónimos pessoanos, Alberto Caeiro da Silva había nacido en Lisboa el 16 de abril de 1889 y murió de tuberculosis en la misma ciudad el año 1915. Su vida había transcurrido en una casa de campo en la provincia de Ribatejo y sólo en los dos primeros años y en los últimos meses de la misma había residido en la capital lusitana. A él atribuye los siguientes títulos: El guardador de rebaños, El Pastor enamorado y Poemas inconjuntos, estos últimos reunidos por el mismo Reis, aunque el título se lo proporcionó otro de los heterónimos pessoanos, Álvaro de Campos. Afirma Reis que su obra "representa la reconstrucción integral del paganismo, en su esencia absoluta, tal como ni griegos ni romanos, que vivieron en él y por eso no lo pensaron, la pudieron hacer". El mismo Reis, autor de inigualables odas, añade que obra y paganismo no fueron pensados ni sentidos por Caeiro, sino vividos con lo que en nosotros hay más profundo que el sentimiento o la razón. Caeiro defiende una existencia basada JOSÉ ANTONIO SÁEZ EL FARO 4 Octubre 2009 Cultura/Poesía EL POETA PORTUGUÉS FERNANDO PESSOA BAJANDO POR EL CHIADO, A LA ALTURA DE LA LIBRERÍA BERTRAND, EN 1928 sólo y exclusivamente en la realidad natural que es capaz de ser captada por los sentidos y estima que en ello radica buena parte de la felicidad humana; si bien no niega la posibilidad de infelicidad. Todo habría de ser vivido y experimentado de acuerdo con las leyes de la naturaleza, incluida la propia muerte. Además, de su propuesta se desprende que ni griegos ni romanos fueron capaces de entender la naturaleza y la realidad como la entendió él mismo, por lo que parece debería considerarse como un abanderado, como el precursor de una nueva manera de concebir la realidad y la existencia. Pero la propuesta de Caeiro no sur- ge de la nada, ya que alguien podría relacionarla, sin temor al desvarío, con el mito del buen salvaje de Rousseau o con el personaje de Andrenio de El Criticón, de nuestro Baltasar Gracián, por lo que no todo me parece tan subversivo o novedoso en su tesis. El lector que se adentre en sus textos encontrará en ellos frecuentes paradojas y contradicciones, juegos verbales y la impronta de las vanguardias, desde el modernismo al futurismo, en cuya aureola hay que situar buena parte de la obra de Pessoa y la de sus heterónimos. Su propuesta vinculada a la concepción de la realidad condicionada culturalmente y su contrapropuesta de aceptación de la misma realidad vinculada a la naturaleza y a la vivencia sensorial de la misma, no deja de mostrarse ante el lector atento sino como esbozada o poco elaborada, por lo que tal vez parezca más intuitiva que otra cosa. Seguramente, Caeiro y Pessoa no pretendían ni ambicionaban que fuese de otro modo. Y ello sin negar tampoco la influencia de Schopenhauer o Nietzsche en su obra (Manuel Moya, en la introducción al volumen, menciona también la veneración de Pessoa hacia la poesía de Cesário Verde o la ruptura, en su juventud, con el movimiento de la Renascença, liderado por Teixeira de Pascoaes; así como las vinculaciones de la poesía de Caeiro con Walt Whitman o Francis Jammes, advirtiendo de diferencias notables entre ellos), siendo así que esa propuesta contracultural no deja de ser cultural (permítaseme la paradoja y la redundancia), aunque se constituya en una propuesta distinta o puesta del revés, si así se quiere. La contaminación cultural parece inevitable, pues todos nos ubicamos en el mundo de acuerdo con unos referentes culturales de los que no es posible deshacerse tan fácilmente. Cierto es que la ra- zón humana está dotada de una capacidad crítica que puede conducir al desclasamiento cultural, o lo que es lo mismo, a poner en jaque toda una forma de ver y entender el mundo. Pero Caeiro, que reflexiona a pesar de negar la reflexión, no es tampoco un gran teórico y sus argumentos no están revestidos de una gran complejidad. El nobel mexicano Octavio Paz dejó escrita la siguiente caracterización de Caeiro: "es todo lo que no es Pessoa y además todo lo que no puede ser ningún poeta moderno: el hombre reconciliado con la naturaleza". El heterónimo pessoano no es tampoco un nihilista recalcitrante, pues cree al menos en la naturaleza y en la inmersión más o menos feliz del hombre en ella. Sí es un utopista, de ello no parece caber duda. Su visión de la Arcadia feliz ubicada en la naturaleza y su concepción idílica de la vida en el campo, tan estimada por los clásicos (Ovidio, Horacio, Virgilio) y nuestros autores renacentistas (fray Luis de León) difícilmente puede sostenerse hoy. Manuel Moya no ha llevado a cabo una edición crítica de la Poesía Completa de Alberto Caeiro, según advertencia propia en la introducción al volumen. Ha eludido fechas en la composición de los textos y farragosas notas eruditas que pudieran distraer la atención del lector, dejándolo solo, frente a frente, con los textos de Caeiro. Aun así, remite al lector interesado en estos aspectos a la ediciones de Fernando Cabrals Martins y Richard Zenith para Assirio & Alvin (Lisboa, 2001). Su edición, útil, personal y valiosa pone a disposición de los lectores interesados en la poesía de Pessoa tanto el texto original como la inteligente y bella traducción a nuestra lengua realizada además por un poeta onubense cuyo talento viene siendo estimado, de día en día y de forma creciente. La poesía negra de Jorge Artel CONSUELO DE ARCO Su lucha constante por la expresión de la literatura negra en Colombia, demostrada en sus conferencias, recitales, cristalizada en sus composiciones en forma de poesía, y recuerdos de su añorada Cartagena de Indias, hacen de este poeta un abanderado social y defensor de los derechos de los hombres a vivir en paz y con dignidad. Siempre quiso recobrar los lazos con África, muy ligado a sus ancestros, he aquí algunos versos de "Negro soy": Negro soy desde hace muchos siglos Poeta de mi raza, heredé su dolor. Y la emoción que digo ha de ser pura en el bronco son del grito y el monorrítmico tambor. El hondo estremecido acento en que trisca la voz de los ancestros es mi voz. Poesía representativa de la raza negra co- lombiana encontramos en Tambores en la noche, ritmo y música, despertando en la heroica y colonial Cartagena de Indias las tradiciones y danzas africanas hasta el día de hoy. Publicó por primera vez en 1940, teniendo 21 años. Fue profesor residente en la Universidad de Guanajuato, en donde le editan una segunda entrega, en 1954, y en el 2004 su hijo Jorge Nazín Artel Alcázar publica Tambores en la noche y selección de poesía inédita: Los tambores en la noche parece que siguieran nuestros pasos Tambores que suenan como fatigados en los sombríos rincones portuarios, en los bares oscuros, aquelárricos, donde ceñudos lobos se fuman las horas, plasmando en sus pupilas un confuso motivo de rutas perdidas, de banderas y mástiles y proas. EL POETA JORGE ARTEL EL FARO 5 Octubre 2009 Cultura/Poesía Nos deja el recuerdo perenne de la sensualidad al modo en el que mueven las caderas las negras del Caribe, al ritmo de tambores bajo la luz de las velas y la cumbia frenética. Resaltamos la amistad con Nicolás Guillén, gran poeta cubano, que en 1946 visita Cartagena de Indias, "quien había participado con su poesía y con su presencia en la solidaridad con la república española, agredida por el fascismo y la ultraderecha mundial" (como dice Apolinar Díaz Callejas), dando un recital en la Universidad de Cartagena organizado por el propio Jorge Artel. Leyó dos poemas de carácter político. Sus tertulias de El Bodegón con otro poeta cartagenero, Luis Carlos López, y el notable compositor Adolfo Mejía, eran con aguardiente y anisado. Artel residió en varios países de América, a donde tuvo que exiliarse, luego de los sucesos de 1948. Panamá, donde compuso Fenecida emoción de Cuba. Siguió para Méjico, Puerto Rico, El Salvador, Guatemala y Honduras. En Nueva York ocupó la redacción de Selecciones del Readers Digest, y fue consultor para las Naciones Unidas. En 1972 retorna del exilio, instalándose en Barranquilla, donde ocupa una cátedra de Derecho. Más tarde es el director de la Biblioteca de la Universidad del Atlántico; a su salida de ésta y con algunos compañeros intelectuales, se convierte en uno de los fundadores y directivos de la Corporación Educativa del Desarrollo Simón Bolívar. Fue por muchos años columnista del diario El Colombiano de Medellín, abogado de la Universidad de Cartagena, autor de varias obras, poesía, novela, teatro y crítica literaria. Tiene una obra destacada que se titula Sinú, riberas de asombro jubiloso, un bello poema. Nace en Cartagena en 1909 y muere en Barranquilla en 1994. Este año se conmemoró en Cartagena el centenario de su nacimiento, con lecturas de sus poemas, en Cartagena, donde existe un Centro Cultural que se llama Jorge Artel. Y "tiembla sobre el oscuro azul de la bahía/ la emoción sin nombre de algún perdido adiós"… EL POETA Y NOVELISTA FERNANDO DE VILLENA EN ALMUÑÉCAR (AGOSTO DE 2009) FOTOGRAFÍA DE SILVIA ABARCA Una copa de Murano Fernando de Villena acaba de publicar su libro más hondo e intenso. Es un volumen que reúne dos poemarios de sabor semejante Conticinio, la hora más silenciosa de la noche, y Por el punzón oscuro. Ya los propios títulos nos arrinconan de un modo que no podemos eludir. Villena sigue nombrando lo celestial y lo sublime, rebelándose con la palabra contra la vulgaridad, enunciando con pasión lo exaltado. Pero hay en estos libros una melancolía purificadora como la que indicaban los alquimistas y los místicos, similar a la que enunciaba Rilke en las Elegías. Las metáforas vertiginosas que nos levantaban se vuelven símbolos visionarios. Pero esa melancolía no se confunde con el spleen. Es una melancolía que alumbra. A menudo habla de la muerte y de la nada, hay una desilusión y un tono elegíaco desgarrador. Un tren lo llama a cualquier parte. Se pregunta por qué la porfía de seguir viviendo. Pero entonces surge una tarde tan nítida como una copa de Murano, como la urna más sublime para guardar a la persona amada. Y es una sublimidad que está a prueba de punzones y desengaños. A través de esa destrucción de todo, resalta lo que es indestructible. Los instantes se vuelven supremos. Y queda lo indiscutible. Villena sólo desea que en el futuro alguien pasee por el parque y le comente a su novia: "mira, ahí va un poeta". Lo suyo ha sido siempre ejercer de poeta de verdad, proclamar la magia de las palabras. No sólo maneja las estrofas clásicas y el léxico más culto y alucinante para arrebatarnos del mundo, también conoce los secretos rítmicos del verso libre, lo maneja como quien modula caprichosamente un violín en sus registros más esquinados, y conoce los matices más reveladores de las palabras. Nos aplica su punzón oscuro (y secreto) y realmente nos duele. Rara vez el verso se ha hecho tan de verdad hiriente con su belleza templada. Pero hay vivencias tan hondas y cristales tan definitivos que no puede rayarlos ningún punzón. Tal vez quebrarlos, pero nunca rayarlos. Hay experiencias que no alcanza la poesía de la experiencia, y son las que de verdad valen la pena. Constituyen la poesía como experiencia suprema. En muchos poemas se apuntan los tonos religiosos. En Villena la imaginería clásica siempre se ha aliado con la cristiana. Y a través de ella se muestra esa esperanza desesperada. El mar no sólo habla de lejanas bañistas o de perdidos navegantes, sino que trae un mensaje de Dios. La naturaleza entera habla al poeta de una Resurrección. Todo en el poeta envejece pero sus ojos siguen buscando el Nombre con el mismo tesón que en los años primeros. El poeta percibe con una sensibilidad extremada que "cada minuto posee su sabor/ y el viento es un heraldo de azul eternidad". La propia espiga reluce con sus resonancias bíblicas. Y resulta que el propio punzón está hecho con cristal de Murano. Y así ese punzón que nos espanta también es el que nos deslumbra, el que descubre los esplendores más secretos. Estamos muertos, como los muertos de la Alhambra, pero de nosotros surgen las flores de plata. La casa de los miradores está roída por los ratones, pero entonces llevamos el cáliz y participamos en el festín de los muertos. Incluso en la muerte se esconde la fiesta. Y los muertos tal vez esconden la vida más inmensa, como sugerían los románticos, como quería el misticismo de Novalis. Entonces Villena pasa de la desolación a la pasión. En su barroco siempre hubo ese cariz de angustia quevediana, como se veía en En el orbe de un claro desengaño. Pero su barroco se puede entender como esa inquietud apasionada, se puede entender en el fondo como romanticismo. Villena se compara con las espigas que sacan del sol un secreto que es un regalo de los dioses, mientras él se siente en la vecindad de la muerte. Y nos acechan caballos en la noche. Pero bajo la tierra buscaremos otros cielos constelados. La poesía de Villena se acerca más al secreto, a la meditación apasionada, a ese buscar lo eterno en el seno del tiempo, y la vida en el corazón de la muerte. Rara vez una poesía nos ha sacudido con tanta fuerza, nos ha atravesado con un punzón tan afilado. Pero también nos ha descubierto el cristal más indestructible de la vida. ANTONIO COSTA GÓMEZ EL FARO 6 Octubre 2009 Cultura/Poesía Fragor de incertidumbre JUAN PEREGRINA MARTÍN El primer poemario de Antonio César Morón -filólogo, teórico de la literatura, investigador de teatro, autor de relatos y poeta- es un libro digno, rotundo y conciso. A la manera renacentista y con treinta sonetos, el joven poeta se presenta a la sociedad literaria con un homenaje, a la propia literatura y a sus protagonistas, a saber, tres: escritor, lector y crítico, conviniendo que estas tres figuras puedan llegar a reunirse, en ciertos momentos en un crítico que sea poeta, o en un lector de poesía que se preocupe por estar al día, en saber cómo se escribe hoy en un país como España. No es un libro de lectura fácil, ni por la forma elegida -el soneto- ni por los temas escogidos: la vida y la muerte, la envidia y la traición, la soberbia y la vanidad, la elegancia y la vulgaridad, la enseñanza y el aprendizaje… Por lo que podríamos decir que es muy recomendable su lectura: Morón sabe cómo decir y para ello, selecciona y utiliza un material poético que va diseminando a lo largo de tres partes, encontrando poco a poco el camino que él mismo se ha ido imponiendo. El mismo autor nos anuncia que este viaje interior, es producto de lecturas, vivencias y trabajo. Otro concepto advertido por el poeta es el de la originalidad: me atrae la idea de no querer ser original cuando estamos rodeados de artistas que pretenden ser innovadores antes que conocedores de la tradición. Quizá, uno de los méritos del libro sea precisamente la utilización de la retórica clásica, aportando el punto de vista (pos)moderno que tan bien funciona en los sonetos de este libro: Morón conoce el extraño lenguaje del que procede el verso, que no es ni más ni menos, que esa lengua poética elaborada a través de lecturas clásicas y modernas, retomando expresiones y conceptos que la lengua de la calle, por dejadez o contagio de los medios, no es capaz de expresar en todo su apogeo: relaciones sentimentales, indignación ante la injusticia, recuerdos de experiencias y países… están presentes en los versos del libro, con una maestría rotunda y una concisión de escalpelo. La belleza es uno de los temas fundamentales, así como la elegancia que exhiben algunos versos del libro, y creo que también hay un afán por enseñar: la labor didáctica como ya señalara en otra parte, me parece fundamental en estos poemas, ya que forma parte de la propia escritura de Morón. El libro se divide en tres partes de diez sonetos cada una: Sueño del iris, El rugido interior y Pálpito: el verso privilegiado es el alejandrino, pero encontramos sonetos en endecasílabos e incluso algún soneto en dodecasílabos, aprovechando la rítmica melodía de este verso, como la contención del endecasílabo o el alargamiento formal del alejandrino, que el poeta utiliza fantástica- EL PENSADOR DE RODÍN mente para desglosar pensamientos profundos que normalmente son fruto de la duda y la esperanza. El aprendizaje de Morón se inicia con un asombro ante el mundo, donde el poeta se impregna de la belleza que supone vivir rodeado de vidas, libros, personajes o lugares que provoquen reacciones futuras, como en "La tumba de Oscar Wilde", poema que abre el libro como una meditación sobre el paso del tiempo y lo que puede quedar de nosotros en un futuro. Francia, los malditos, los modernistas y la bohemia están presentes como realidad y ficción, pues el poeta conoce los lugares e imagina reflexivas historias sobre personajes que socialmente están acabados pero que, gracias al artificio del verso y al recurso de la memoria del vate, quedan ceñidos en un soneto, convirtiéndose la anécdota más en una pura reflexión que en un ejercicio de retórica puro: el poeta nos habla del trabajo poético, al modo en que lo hicieran Lorca, Picasso y otros: la inspiración es magnífica, pero mejor que nos encuentre trabajando. El trabajo del poeta comienza por la vista, el impresionado sentido que deja paso a una asimilación de que algo erróneo sucede en este mundo que nos rodea. El mal acecha en cada esquina y es algo puramente humano que no posee ni un rasgo de divinidad, a no ser que los míticos relatos que nos han contado empiecen a formar parte de nuestro propio y particular relato (nuestra vida): el amor y su destrucción, la amistad y el engaño… todo forma parte del día cotidiano del hombre, doliéndole al poeta, esa pasividad que mantenemos algunas veces respecto al dolor del otro. Como ejemplo, los dos tercetos que cierran el poema final de la segunda parte: …herida soledad. ¡Pues hoy tan triste…! Te me quedaste un día amanecida de mimbre en la retina. Me escribiste la sangre de ignominia. Diste vida a un hombre que después silencio diste. Ya no sólo el dolor: la piel vencida. Este gañido se sustancia al hacerlo público el poeta, y cómo no, se entremezcla al comunicar su desacuerdo con la traición y la envidia, dos rémoras que el hombre lleva en el alma desde antaño. Como ha de haber salida, y Morón lucha para encontrarla, la lucidez de la primera parte y la crítica de la segunda, se cohesionan en la tercera, donde el poeta ocupa el lugar por el que ha ido escribiendo y contándonos sus experiencias: tras la sorpresa inicial, asimila al otro y sus acciones "otras" (positivas y negativas") y se convierte en un narrador poético que afronta con convicción una verdad, relativa como todas, pero coherente con el discurso que ha venido mostrando durante todo el libro: la crítica reflexiva y casi filosófica del estado de la literatura, de las convicciones morales del hombre o del lamentable puesto que algunas personas conceden a la educación y al arte, son tres elementos que podemos reconocer en esta última parte del libro. Cito un terceto para dejar otra muestra del hacer de Morón: Quien verdaderamente expresa, esquiva la vanidad del necio y su tendencia a destacar. La gloria es de la diva. En definitiva, Morón escribe un libro bien estructurado y equilibrado, en el que el objetivo de canalizar crítica, reflexión y maestría formal, se consigue bajo el auspicio de la belleza: el poeta logra un rotundo punto de partida donde exhibe su poderío intelectual, que no es nada fácil; como nada fácil será que supere un listón tan alto como él mismo se ha impuesto: confiemos en que siga creando sus futuros trabajos literarios manteniendo la brillante inteligencia y la rigurosidad crítica de las que hace gala en Fragor de incertidumbre. EL FARO 7 Octubre 2009 Cultura/Teatro Carlos Aladro, Príncipe y Maestro MAURICIO GIL CANO Carlos Aladro ha fallecido en Arcos de la Frontera, el 2 de septiembre último. Nació en Jerez en 1934. Fue director y realizador teatral, investigador, escritor, actor, pedagogo… ¡Cuántas copas tomamos juntos mientras su imaginación no paraba de escenificar imposibles, brillantes arquitecturas ideográficas donde sepultar los miedos cotidianos! Amenísimo señor con reloj de bolsillo y la ternura asomándose a sus lentes, llegó a adoptar un lenguaje en clave para los proyectos que entregaba a una administración que no sabía traducirlos. Proyectos geniales de teatro en televisión, hechos por y para los niños, con personajes extraídos de la tradición popular o del imaginario borgesiano. Con ellos pretendía integrar diversas artes -de la poesía a la arquitectura, pasando por la pintura, la cerámica o la música- en la magia del teatro de títeres. En 1976 había aparecido su libro La Tía Norica de Cádiz en la Biblioteca de visionarios, heterodoxos y marginados de la Editora Nacional. Con esta investigación logró recuperar un importantí-simo patrimonio cultural al que hasta entonces no se había prestado atención y que hubiera desaparecido. Ese mismo año recibía el Premio Nacional de Teatro por El ratón del alba. Bajo dicho título se recogía un trabajo pionero de teatro experimental con niños, que sería llevado a televisión y marcaría un hito. Cuando regresó a Andalucía, para hacerse cargo de su plaza de profesor de Educación Especial, Carlos Luis Aladro Durán lo hacía con un equipaje profesional e intelectual envidiable. Mi hermano Rafael me lo presentó en 1987, al poco de terminar yo mi Licenciatura en Geografía e Historia. Rápidamente sintonizamos y me hizo miembro del equipo de guionistas -junto a José Luis Tejada y Miguel Almenglóde su proyecto televisivo Kikirigay de un gallo azul, del que Televisión Española llegó a adquirir el programa piloto. Pero el cese de Pilar Miró como directora del ente frustraría su realización. No obstante, Carlos no desfallecía. Seguiría fraguando proyectos e implicando en ellos a escritores, actores, pintores, artesanos, arquitectos, músicos, profesores, niños, títeres, etc. En 1988 emprendí, junto a Fernando Aroca, la preciosa aventura periodística del suplemento Azul, cuaderno de cultura del recién estrenado El Periódico del Guadalete. Carlos me alentaba desde que el asunto estaba en gestación, colaboraría desde un primer momento y llegaría a formar parte del equipo coordinador CARLOS LUIS ALADRO DURÁN, DIRECTOR, REALIZADOR TEATRAL, INVESTIGADOR, ESCRITOR, ACTOR, PEDAGOGO, PREMIO NACIONAL DE TEATRO, RECIENTEMENTE FALLECIDO EL PASADO DÍA 2 DE SEPTIEMBRE EN ARCOS DE LA FRONTERA. SABIO E ICONOCLASTA HA DEJADO UNA HONDA HUELLA EN EL MUNDO DEL TEATRO Y DE LA LITERATURA ANDALUZA Y ESPAÑOLA cuando ya me acompañaba en estas labores José Lupiáñez. El número 2 de Azul lleva en sus páginas centrales un extenso artículo de Aladro sobre la España negra de La Zaranda, teatro inestable de Andalucía la Baja -como se autodenominabaque hoy goza de amplio reconocimiento internacional. Carlos supo ver desde sus inicios la valía de ese grupo independiente y adentrarse en los misterios de su dramaturgia. Seguirían otras destacables colaboraciones, pero… ¿Qué importa eso ahora? Sobre todo, era un gran hombre, de una desbordante honestidad intelectual y una absoluta integridad y coherencia hasta su final, en Arcos de la Frontera, adonde se había retirado a esperar el paso de la Estigia. Nunca podré olvidarle. Él fue mi maestro en "la mejor escuela, la del fracaso", como gustaba ironizar. De la importancia de su aportación a la cultura aún no somos muy conscientes. Pero, como ha señalado José Bablé, director de la nueva compañía de La Tía Norica y del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, "Carlos ha dejado una huella tan grande, que aún delata y delatará su paso por la vida durante muchos siglos". Decía un apuesto bodeguero jerezano que, en Jerez, el que no se va se pudre. En efecto, "la ciudad de los Domecq, los caballos y los campanarios", como le gus- taba a Aladro llamarla, le vería transitar por sus tabancos y agitar efusivo la endemoniada antorcha de la creatividad. Para Carlos todo era teatro, un gigantesco escenario donde el absurdo repartía el papel de cada cual en el mundo. Al cómico le tocó el juego rebelde de la heterodoxia. Huyó de Jerez, no sé si a tiempo, para trasladarse a Medina Sidonia. Acabo de regresar de allí, donde, en un bar de su plaza principal, -¿por casualidad?- estaban hablando de él. Aunque residía últimamente a orillas del lago de Arcos, de vez en cuando se escapaba de aquella residencia y tomaba unos vinos en el pueblo al que donó su interesantísima biblioteca. Me entero de que Carlos se iba como uno más -bueno, como uno más no, como quien él era- de botellón con los jóvenes asidonenses. Sabio iconoclasta, por donde pasaba dejaba una estela de admiración y cariño. Se nos ha ido definitivamente un grande de España -¿qué digo?, del país de nadie-. A veces, parecía un genio burlón y travieso, pero era siempre un príncipe -no porque un antepasado suyo lo fuera de Albania, sino por ser el primero entre los mejores- que aprendió muchas cosas, en los libros o fuera de ellos, y las enseñaba a quienes querían escucharle. Que San Borondón y los ángeles de Swedenborg le guíen por la celestial morada. EL FARO 8 Octubre 2009 Cultura/Viajes BUSTO Y RETRATO DEL POETA EMINESCU Y CASA MURESENILOR QUE GUARDA EL ARCHIVO DE LA HISTORIA MODERNA DE RUMANÍA Crónica desde Brasov JOSÉ ENRIQUE SALCEDO MENDOZA Vivo en Brasov, hacia las afueras, lindando con el bosque en la parte alta, conocida como Poarta Schei. Al bajar por el centro histórico de esta bella ciudad con frecuencia, paso por la Iglesia Negra, gótica, templaria, dedicada a la Virgen María. Otro nombre de Brasov, Corona, Kronstadt, está relacionado con la fundación de la ciudad y con la leyenda del descubrimiento de la corona de un rey antiguo escondida en el misterioso paraje cercano de la "Piedra de Salomón". Este lugar, con esos bosques imponentes de silencio y de árboles altísimos, donde uno presiente a la misma diosa Artemisa al divisar las ciervas, está bañado por un riachuelo, tiene un paso entre dos piedras colosales -una de ellas, con cierto perfil humano-, y un prado verde que sirve de esparcimiento, especialmente cuando con motivo del aniversario de la ciudad se reúnen los celebrantes y las cabalgatas de los cofrades con vistosos trajes, diferentes según la hermandad. En el año 2006 se celebraron los 771 años de la fundación de Brasov, con las fiestas desde el 5 al 9 de mayo, en que hubo folklore, cerveza, artesanía, música y danza clásicas, etc. En la plaza Sfatului nos encontramos con el edificio donde antiguamente residía el Ayuntamiento. Por eso luce en lo alto de su fachada el escudo de la ciudad: un árbol coronado que se desvela al descorrerse a ambos lados unos mantos que lo ocultaban. En la misma plaza se encuentra la Casa Muresenilor, con uno de los archivos más importantes para conocer la historia moderna de Rumanía. Se instituyó alrededor de 1834 cuando Andrei Muresianu, Iacob Muresianu y Gheorghe Baritiu formaron un equipo de trabajo aglutinando un foco notable de nacionalismo rumano, cuyo medio de expresión fue el periódico La Gaceta de Transilvania y los Folios de la mente, el corazón y la literatura. Esta Casa fue un centro capital de la cultura rumana, tan menoscabada entonces. El periódico estaba escrito en rumano, pero con caracteres griegos. No deja de ser sorpren- dente que algunos de estos nacionalistas conocieran la cárcel. En el periódico aparecían noticias de primera mano sobre la guerra contra los turcos. Los Muresianu mantuvieron asimismo relación epistolar con físicos y científicos. La misma esposa de Andrei, Elena, era pintora, y la esposa de Iacob, Otilia, se dedicaba a la música. El célebre músico Gheorghe Dima, que ha dado nombre a la actual Orquesta Filarmónica de Brasov, se relacionó con los Muresianu. Desde esta familia y este círculo de actividad se promovió la enseñanza de la lengua y de la cultura rumanas. El gran poeta rumano Mihai Eminescu consideró como uno de sus mentores a Iacob Muresianu. En su Epístola I, de 1881, Eminescu empieza describiendo una escena nocturna, con la luna iluminando casas de reyes y de pobres. Y se adentra en la casa de un "maestro viejo" a quien compara con el mítico Atlas. En su entendimiento se aúnan futuro y pasado, e imagina el regreso al caos original, de acuerdo con la filosofía védica (que Eminescu había estudiado a los 18 años). El viejo sabio cree que va a ser "inmortal" por sus sabios escritos, pero el poeta Eminescu no piensa lo mismo: en el recuerdo de los hombres y los estudiosos será este sabio una cita de dos renglones y una nota, y no sería admirado, sino motivo de comparaciones degradatorias y de investigaciones similares, no sobre "la luz que has dejado/ difundirse por el mundo, sino culpas, el pecado, / el cansancio, los deslices, los olvidos cualesquiera..." Las otras Epístolas de Eminescu están fechadas también en 1881.En la tercera Epístola en verso afirma que los héroes de las crónicas antiguas, con grandeza auténtica, mirarían con desprecio a los gobernantes grecobúlgaros del siglo XIX, "falsos" rumanos e innobles. Los héroes están en los viejos manuscritos, y no en los poemas de circunstancias y de falso e incoherente patriotismo de los escritores actuales. Algunos estudiosos como Constantin Strachinaru, por ejemplo, han observado las analogías de la obra de Eminescu con la de Gustavo Adolfo Bécquer por la musicalidad de los poemas, los motivos literarios y el mundo misterioso que evocan. Aunque he leído la versión al español de Valeriu Georgiadi y me ha servido para introducirme en ese mundo (por ejemplo, el célebre poema "El Lucero", también conocido como Hiperión, "Odín y el poeta" conversando bajo las olas, otros poemas filosóficos y otros con evocaciones de la niñez, los bosques y la magia de las tradiciones...), parece que la mejor traducción al español es la de Dana Mihaela Giurc y José Manuel Lucía Megías aparecida en la editorial Cátedra. Me veo en el campo, entre los árboles de Râsnov, en una excursión con unos amigos, tomando notas, embebido en los poemas de Eminescu. El aniversario de la fundación de la ciudad se conmemora con el nombre "Zilele Brasovului". En el Parque Central pude ver cerámicas, artesanía textil, etc. En la misma casa Muresenilor, en una de sus salas decimonónicas, pude escuchar a la mezzosoprano Doina Munteanu, dando lo mejor de su corazón y de su voz, acompañada de la excelente pianista Iulia Olteanu, con canciones sacras, seleccionadas por la proximidad de la recién pasada Pascua ortodoxa. En la plaza Sfatului, hay espectáculos de danzas y músicas tradicionales de Indonesia (animado por el impulso de Antonin Artaud me quedo absorto en los pormenores de todos los movimientos de una bailarina), de Japón (donde puedo imaginar a mi amiga ausente también danzando con movimientos más estilizados en escena) y de grupos culturales con presencia en Brasov: germano, magiar, hebreo, heleno, francés. El domingo, al día siguiente, por la tarde asisto al estreno, en la Ópera, de Pulgarcita, el cuento de H. C. Andersen llevado a la danza. La coreografía de Nermina Damian nos maravilla a todos. ¿Cómo puede la danzarinagolondrina hacer coincidir todos sus movimientos con los compases de la música?