Cervantes en abril

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Francisco José Rozada Martínez
Cervantes en abril
La vida del más insigne de nuestros escritores fue toda una novela en sí misma
Siempre se dijo que don Miguel de Cervantes Saavedra falleció un 23 de abril de 1616,
razón por la este año se conmemora el IV Centenario de su muerte. Afirmar que en esa
misma jornada del 23 de abril de 1616 falleció también William Shakespeare -el más
grande escritor de todos los tiempos en lengua inglesa- necesita una explicación. Y es
que -siendo exactos con las fechas- debe puntualizarse que, en realidad, Cervantes
falleció el día 22 y fue enterrado el día 23, mientras el gran bardo de Avon William
Shakespeare falleció el día 3 de mayo según el calendario juliano que aún estaba
vigente en Inglaterra, correspondiendo ese día al 23 de abril, pero del calendario
gregoriano que los ingleses no adoptaron hasta 170 años después que lo hiciesen
España, Italia, Francia, Portugal y otros países. Desde 1995 la Unesco celebra en esa
jornada el Día Internacional del Libro. En España ya se celebraba el Día del Libro desde
1930.
Miguel de Cervantes sigue siendo una figura bastante enigmática después de cuatro
siglos. El creador del Quijote parece que nació en Alcalá de Henares el 29 de
septiembre de 1547 y en su iglesia fue bautizado el 9 de octubre, por lo que no es de
extrañar que recibiese el nombre de Miguel, celebrándose el día de su nacimiento la
fiesta y memoria del famoso arcángel. Nació en el seno de una familia modesta y su
vida fue bastante desventurada, llena de sueños casi siempre malogrados. Era el
cuarto de siete hermanos y su padre, Rodrigo de Cervantes, ejercía de cirujano aunque llegó a estar encarcelado por deudas- y fue su madre Leonor de Cortinas. De su
sueño juvenil de ser soldado en los tercios de la época imperial le quedó el orgullo de
combatir en la batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571, con 24 años recién
cumplidos, y de aquella gesta se quedó imposibilitado de la mano izquierda. Su otro
sueño de ser poeta en la corte se desvanece cuando tiene una confusa reyerta en las
calles de Madrid y -perseguido por la justicia- es condenado de manera muy cruel a
perder la mano derecha. De modo que no es de extrañar que consiga escaparse y
llegar a Roma. Su dedicación en la ciudad de los papas fue la de servir como paje o
camarero mayor al cardenal Acquaviva. Los tercios viejos se preparaban a luchar
contra el turco y Miguel se enrola como un soldado más en el fervor de la cruzada. Don
Juan de Austria -el hijo natural del emperador Carlos V y de Bárbara Blomberg- sería el
generalísimo de aquella empresa.
Con 28 años Cervantes regresa a España desde Nápoles en una galera que es apresada
por naves argelinas. Su empeño es que se le reconozca su valía, la cual viene avalada
por las cartas de recomendación de don Juan de Austria, en la que se destacan sus
muchos méritos y valor. Llevado como cautivo a Argel no se resigna a pasar años en las
duras cárceles de la época, de modo que protagoniza nada menos que cuatro intentos
de fuga, alguno de los cuales estuvo a punto de proporcionarle la libertad, pero
ninguno llegó a buen puerto (nunca mejor dicho). ¿Qué misterio se esconde en las
consecuencias de esos intentos de fuga que le podrían haber valido la muerte y -sin
embargo- el bey de Argel Hasan Bajá se muestra benevolente con él, mientras
ordenaba diariamente crueles muertes para otros cristianos con muchos menores
motivos?
Cronista oficial de Parres
Francisco José Rozada Martínez
Liberado, al fin, por los padres trinitarios cuando ya estaba encadenado en un galera
rumbo a Constantinopla, Miguel llega a Lisboa con treinta y tres años con la intención
de ser recibido por Felipe II, pero no lo consigue. Le envían en una misión a Orán (se
dice que como espía) y acepta otra vez el riesgo. Pasa de nuevo un año en Lisboa con
las cartas de recomendación que certifican su conducta en Lepanto y en Argel como
jefe de los cautivos. No consigue que lo reciban en la corte y regresa a Madrid casi sin
dinero. Así tiene explicación que en alguno de sus libros se quejase después de que
personas luchadoras y con méritos no consigan un trabajo digno y, de pronto, “llega un
zafio y obtiene lo que no le correspondería en razonada justicia”.
De modo que Cervantes intenta dedicarse al teatro en el Madrid entre 1582 a 1587.
Contento se muestra de sus primeros estrenos teatrales y -como dejó escrito- “muchos
me daban los parabienes al salir de la representación teatral y, al menos, nunca me
tiraron ni pepinos ni tomates”. Pero aparece en escena Lope de Vega, el cual arrolla
todo lo que encuentra a su paso, un vendaval volvía a llevar por delante las ilusiones
de don Miguel. Humillado y sin posibilidad de competir con el gran Lope se va durante
no pocos años, hasta el punto que en los círculos literarios madrileños creen que se ha
muerto. Años en Andalucía para ir acumulando desventuras y experiencias, mientras
se gana la vida como recaudador de impuestos y comisario de abastos. La Iglesia le
excomulga por cumplir la orden de embargo de trigo a unos canónigos. Con el pretexto
de haber vendido trescientas fanegas de trigo sin permiso, es encarcelado como si
fuese un vulgar ladrón. Unos años después deposita en un banco el dinero recaudado
como cobrador de alcabalas e impuestos atrasados; quiebra el banquero, y a Cervantes
-a pesar de llegar a la corte y explicar lo que le había ocurrido- no le sirve de nada,
pues un juez le envía a la cárcel. Otra vez. Que sepamos, estuvo -al menos- cuatro
veces en prisión.
Corría 1597 y con tanto tiempo libre en el presidio de Sevilla es cuando Cervantes
engendra el Quijote. ¿Cómo es posible que el Quijote fuese ideado y escrito en una
cárcel? Mateo Alemán fue compañero de Cervantes en el penal -casualmente ambos
eran de la misma edad- y escribió la novela picaresca Guzmán de Alfarache. Mateo
describió la prisión de la siguiente manera: “Ella es paradero de necios, escarmiento
forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república
confusa, infierno breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de
locos donde cada uno grita y trata de sola su locura. Siendo todos reos, ninguno se
confiesa por culpado ni su delito por grave”. En ese ambiente nació El Ingenioso
Hidalgo don Quijote de la Mancha, con un Cervantes en la cumbre del desengaño y la
decepción. La desoladora desnudez de la vida y una amargura infinita le mostraban
que los castillos eran ventas, los gigantes eran molinos, los duques unos bellacos y la
vida toda un circo de vanidades, influencias, tropiezos, arrepentimientos y miserias.
La fama le llega por fin a Cervantes y así -en 1604- se va a vivir próximo a la corte, que
estaba en Valladolid. La difusión de Don Quijote de la Mancha fue rápida y el éxito muy
notable, pero le aguardaba un nuevo sobresalto. Mientras descansaba en su domicilio
se produjo una pelea en la calle, y el caballero navarro don Gaspar de Ezpeleta fue
asesinado a la puerta de la casa de Cervantes, dándose a la fuga el agresor. Y tenemos
de nuevo a Cervantes y a su familia en la cárcel que -aunque fuese por un día- afectó a
la reputación de todos. Él solicitaba al rey “un empleo en las Indias”, pero la respuesta
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Francisco José Rozada Martínez
de Felipe II fue: “Busque por acá en qué se le haga merced”. Se le cerraron así las
puertas a América. De haber ocurrido lo contrario casi seguro que no existiría el
Quijote. Cervantes vivía con su esposa, su hija, dos hermanas, una sobrina y la criada.
Miguel tuvo amores varios que están documentados, como es el caso de una mujer
que estaba casada con un asturiano y de esa relación adúltera nació una hija. El
asturiano tenía una taberna en la madrileña calle de Tudescos y tal vez de ese entuerto
Cervantes no salió muy bien parado, así se casó en Esquivias con Catalina de Salazar y
Palacios pocos días después del nacimiento de esa niña. Miguel tenía entonces treinta
y siete años y Catalina apenas veinte. ¿Sería por el suceso con la mujer del tabernero
asturiano por lo que Cervantes no tenía un buen recuerdo de los asturianos y los pocos
personajes de nuestra tierra que aparecen en el Quijote no salen precisamente muy
bien parados?
El caso es que la vida del más insigne de nuestros literatos fue toda una novela en sí
misma. De ella sacó Cervantes muchas aportaciones que -de una forma o de otraacabaron reflejadas en episodios del Quijote. Una novela tan descabellada como las de
todos los caballeros andantes; hasta su propio título daba lugar a risas, porque
“quijote” sería como decir hoy “muslote” (ya que quixote era la parte de la armadura
que protegía el muslo), de modo que anteponerle “don” a esa pieza ya daba lugar al
ridículo y la parodia ante un anciano de nombre Alonso Quijano, loco de tanto leer
novelas. Don “Muslote” de la Mancha, con una bacía o palangana de barbero en la
cabeza a modo de yelmo y un palo como lanza. Un pobre hombre inmerso en el mayor
de los ridículos para todos los que le veían (mejor diríamos que le imaginaban…
cuando leían la novela). Si rocín era un caballo, Rocinante venía a decir que el caballo
de don Quijote lo había sido antes (rocín antes), pero ahora es sólo un huesudo y triste
caballo. No existían los caballeros andantes en los inicios del siglo XVII, de modo que
sería como salir hoy a la calle vestido como hace dos siglos atrás. Otras obras escribió
aquel a quien se llamó el “Príncipe de los Ingenios”, pero fue el Quijote la obra que le
catapultó a la fama, aunque cuando salió la primera parte de la novela en ese año de
1605 Cervantes ya contaba con 58 años, bastantes para aquella época. Hasta ese
momento era un desconocido, un viejo cascarrabias. Curiosos son los errores de
Cervantes al escribir su gran novela, algunos de grueso descuido, como cuando en el
capítulo XXXVI de la segunda parte llama Teresa Panza a la mujer de Sancho, mientras
en el capítulo LII de la primera la había bautizado como Juana. Otros errores son
asumidos por el escritor cuando -al publicar la segunda parte- pone en boca de los
propios personajes comentarios alusivos a esos errores, tomando conciencia de los
mismos.
Tenemos el último retrato de Cervantes hecho por sí mismo cuando escribió: “Este que
veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de
alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no
ha veinte años que fueron de oro; los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes, ni
menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor
puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos
extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado
de espaldas y no muy ligero de pies. Este digo que es el rostro del autor de La Galatea y
de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo El Viaje del Parnaso, a imitación del de
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Francisco José Rozada Martínez
César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y quizá sin el
nombre de su dueño; llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra.”
Era también un poco vanidoso, como vemos cuando escribió: “Yo soy el primero que
ha novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas,
todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas o
hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma”. Mientras su vecino y
enemigo -el muy celebrado Lope de Vega- vivía en una lujosa casa con jardín, Miguel
de Cervantes murió en una de alquiler, pobre como las ratas. Tal era su miseria que
solo pudo dejar encargadas diez misas a la Orden Tercera Franciscana (él que era un
gran creyente, hasta tal punto que una vez, recién casado, se fue siguiendo con fervor
unas reliquias sin despedirse ni siquiera de su mujer).
Cervantes y Shakespeare: la comedia frente al drama. Nunca se conocieron ambos
genios y es más que dudoso que Cervantes tuviera noticia alguna del inglés; sin
embargo Shakespeare sí supo del autor del Quijote y de su inmortal obra, pues la
primera parte de la misma se tradujo al inglés en 1612 y algún episodio fue adaptado
al teatro con la colaboración de Shakespeare.
Mientras William Shakespeare muere en su pueblo natal de Stratford con dieciséis
años menos que Cervantes (según el vicario del pueblo “por una fiebre contraída allí”)
las causas de la muerte de don Miguel no parece que sean conocidas con seguridad.
Padecía de hidropesía (según su propio testimonio), la cual pudo deberse a la malaria,
a una cirrosis hepática o a una diabetes en estado avanzado. A su entierro fueron
algunos familiares directos (no su hija Isabel, que le había repudiado) y pocos vecinos.
Redactó un testamento que nunca se ha encontrado, al igual que sus restos -que de
tanta actualidad estuvieron los pasados meses- que seguramente estén revueltos con
los de otros muchos.
Su linaje se extinguió, pues la que era su hija natural tuvo una niña que murió pronto y,
aunque Cervantes en su obra “Viaje al Parnaso” cita que tuvo un hijo en Nápoles con
una mujer a la que llama Silena, nunca nada de él se supo, sólo que llegó a la edad
adulta y fue hombre de armas.
Con notabilísimos actos se celebra a lo largo de este año en el Reino Unido el
cuadringentésimo aniversario de la muerte de William Shakespeare, no ocurriendo lo
mismo en nuestro país con el aniversario del genio de Alcalá, Miguel de Cervantes,
puesto que aquí la conmemoración es bastante pobre, casi mísera, cicatera; pero esto
es España…la de siempre.
Dinos, Miguel, ¿qué fue de tu vida entre versos, amores, espadas, batallas, cárceles,
teatros, novelas, amigos y olvido? ¿Fueron tan solo molinos de viento? No, no lo
fueron, porque sigues siendo la más destacada gloria de las hispanas letras, el más
grande escritor en lengua castellana de todos los tiempos.
Francisco José Rozada Martínez
23 de abril de 2016
(Día del IV Centenario de la muerte de Cervantes y Shakespeare)
Cronista oficial de Parres
Francisco José Rozada Martínez
-Colegio Cervantes (Arriondas - 1925)-
Colegio Cervantes (Arriondas).
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Francisco José Rozada Martínez
Retrato de Miguel de Cervantes (Juan de Jáuregui, Real Academia Española).
Un libro imprescindible.
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