ESTA ES MI HISTORIA Mi nombre es Plata y esta es mi historia. Tengo una edad que ya ni recuerdo, pero no me equivoco si digo que dato de un periodo anterior a la Edad de los Hombres. Nací y crecí en el seno de la Madre Tierra, más concretamente en el interior de una preciosa montaña andina situada, según me enteré tiempo después, en Potosí. Cerro del Potosí en la actualidad Dormí plácidamente durante milenios hasta que de pronto unos ruidos extraños y no naturales empezaron a escucharse en la lejanía. Durante décadas permanecieron lejos de mí, pero poco a poco los sonidos fueron incrementándose y acercándose cada vez más hasta donde yo me encontraba. Un día noté vibraciones extrañas y de pronto un sonido tan grande que llegué a pensar que el fin del mundo había llegado. Habían explosionado la zona donde yo estaba. Fue la primera vez en mi vida que supe lo que era caer al suelo. Una vez asentada la nube de polvo asfixiante pude ver un rostro de tez morena y pelo negro que exclamó: “¡Hemos encontrado una buena veta!”. Me recogieron del suelo y me situaron en lo alto de un cubo lleno con más de mis hermanos Plata. Tras un camino oscuro y polvoriento, donde sólo veía rostros fatigados y cansados, por fin divisé al término del túnel una luz blanca, tan blanca como yo. Tras cruzar la luz, supe lo que era respirar aire limpio y puro; tuve la sensación de que esta nueva vida que se me presentaba no pintaba mal del todo. Me subieron a una diligencia con rumbo, según dijeron, Casa de la Moneda de Potosí. Pude asomarme y contemplar el mundo que me rodeaba. Calculo que sería mediodía pues el Sol estaba en todo lo alto, pero el cielo estaba fugazmente nublado. De pronto, las nubes se abrieron como si Moisés lo ordenara y la montaña, oscura como la piel de un pantera, se tornó blanca resplandeciente. Tan radiante que iluminó el rostro de todos los hombres, esbozando una breve sonrisa codiciosa en sus mejillas. Algo tan hermoso sólo podía ser obra de la Madre Tierra y de Dios, pensé. Una vez llegamos a la Casa de la Moneda me colocaron en un baúl cerrado con un candado y la inscripción: “Plata del Potosí. A la atención del Maestro Ensayador Juan Palomo y Sierra”. Pasé unos días a oscuras en ese arcón, escuchando voces que iban y venían hasta que por fin lo abrieron y me sacaron, depositándome en lo alto de una mesa. En ese momento, alguien dijo: “Traed el cobre”. ¿Para qué sería el cobre? Me preguntaba cuando alguien de la habitación lo inquirió. Un hombre con aspecto señorial al final de la sala respondió: “La plata pura es blanda, dúctil y maleable. Debe ser aleda con cobre para evitar esto”. Carlos IV Por fin supe que me iban a mezclar con cobre en una amistad inmortal para así poder ver de forma más segura el mundo que me rodeaba. Y así lo hicieron, me fundieron y me alearon con cobre. Después me prepararon para tener forma de cospel y finalmente me acuñaron. Me grabaron el rostro de un hombre con cara bondadosa en el anverso, en el reverso un escudo con columnas, leones, castillos y flores de lis, y una leyenda en latín que no entendía en esa época, pero que después comprendí. A partir de ese momento raramente me llamaban Plata, de ahora en adelante respondería al nombre de “Real de a ocho”. Durante años corrí peor o mejor fortuna por América, viviendo horrores y guerras que es mejor olvidar. Pasé por muchas manos, algunos me miraban con admiración y orgullo mientras que otros maldecían mi rostro y mi escudo, querían rayarme y hasta fundirme. Me sentía confuso. Serví a la traición, codicia, lujuria y deshonestidad de los Hombres, pero también di, entre otras cosas, de comer a familias necesitadas, pagué regalos de enamorados, di felicidad a los niños y esperanza al desesperado. El azar de la vida me hizo pertenecer a un militar que regresó a España tras las guerras americanas, el país al que pertenecía según escuchaba desde el interior del bolsillo. Allí conocí y compartí muchos días con otras monedas que pertenecían al mismo país que yo, pero que tenían distintos acentos propios de cada región. Unas eran de México, otras de Lima, otras de Guatemala y hasta otras monedas de aspecto distinto que decían ser de Madrid. Carlistas Mi dueño, llegado el momento, tuvo que elegir en 1833 entre tradicionalistas o liberales. Su elección fue tradición y partió a unirse al ejército de Carlos V. A mí me dejó escondido junto con otras monedas en una falsa pared de su casa, para así evitar posibles robos o saqueos y tener la certeza de encontrarme en su vuelta. La verdad que nunca supe lo que pasó, pero allí permanecí más de 160 años con la esperanza de que regresara. Escuché durante todo ese tiempo voces al otro lado, pero no podía comunicarme y ellos supongo que no sabrían de mi existencia. Un buen día cambió mi suerte. Hicieron una remodelación en la casa y derribaron la pared donde yo me encontraba. De nuevo veía la luz del día y provoqué asombro en las caras de los que me hallaron. Desconocía el mundo que me rodeaba, todo era distinto, ropas, formas de hablar, formas de transporte; me tenían delante y ni siquiera sabían cómo llamarme, sólo repetían una y otra vez: “Esto es una moneda de plata muy antigua”. Nos llevaron a mí y al resto de monedas con la máxima rapidez, cómo si me fuera a romper de un día para otro, a un establecimiento donde un hombre con una lupa me examinó y por fin dijo algo que me tranquilizó, él sabía que era yo. Nunca olvidaré las palabra que me dirigió: “Esto es un real de a ocho de la ceca de Potosí”. El hombre y los que me llevaron dialogaron sobre mí y tras debatir sobre el precio, me vendieron. Era la primera vez que alguien me vendía. Yo, que había sido moneda y pagado muchas cosas, ahora estaba anticuada y sólo servía para que comerciaran conmigo. Obtenían conmigo un beneficio de unos “euros”, según pude entender yo valía ahora unos cuantos papeles de colores y rectangulares. Curioso nombre y dinero el actual. Pasado un tiempo el hombre del establecimiento me vendió a lo que él denominaba “un coleccionista”. Me pareció un falta de respeto hacia mí que el coleccionista le preguntara al hombre si le certificaba la autenticidad. ¿Cómo pudo preguntar eso? Tiempo después comprendí que monedas parecidas a mi eran falsificadas, ¡malditos esos que juegan con la ingenuidad e ilusión de los coleccionistas! En la colección de mi nuevo dueño permanecí impasible durante años a la vista de él, que de tarde en tarde se acercaba a verme a mí y al resto para mimarnos y contemplarnos con ojos de orgullo, admiración y fascinación. Una tarde del mes de noviembre, mi dueño vio a su hijo resoplando y cabreado. Entonces él le preguntó: -¿Por qué estás así? ¿Un mal día en el colegio? Hijo: -No, Papá. Padre: -¿Entonces? Hijo: -Es que tengo un examen del reinado de Carlos IV esta semana y no me entero de nada. El libro es para quedarse dormido de lo aburrido que es. Padre: -¿De Carlos IV? Bueno, no te preocupes. Voy a terminar unos informes del trabajo y ahora me pongo contigo. Hijo: -Vale. Una vez mi dueño terminó los informes fue a por mí y me llevó ante su hijo. Padre: -Cierra los ojos y abre la mano. Hijo: -Vale. Padre: -Ya puedes abrirlos. Hijo: -¿Y esto? Papá que tengo un examen no puedo estar perdiendo el tiempo mirando una de tus moneditas ahora… Padre: -Ese que tienes en tu mano es Carlos IV. El rey “coñazo” de tu examen. ¿Qué pone en la leyenda? Hijo: -CAROLUS IIII DEI GRATIA HISPAN ET IND REX. 1808. Veo también un símbolo muy raro que parece una serpiente, un 8R, una P y una J. Padre: -Eso es latín y significa: Carlos IV, por la Gracia de Dios, Rey de España y de las Indias. La moneda se hizo en 1808. Año del final de su reinado. El símbolo ese raro que dices, no es más que la marca de la ceca de Potosí (PTS entrelazadas), actual Bolivia. En ese lugar se encuentra la plata de mejor calidad del mundo. El 8R significa 8 reales o Real de a ocho, es el valor facial de la moneda, como hoy por ejemplo puedes ver el 1 en las monedas de euros. Las iniciales PJ son las marcas del ensayador, Juan Palomo y Sierra. El ensayador era la persona que daba fe que la moneda era acuñada según la ley y peso que se estipulaba en la real cédula. Posee una pureza de 896 milésimas de plata, peso de 27,2 gramos y un diámetro de 39 mm. Monedas como esta dominaron el comercio mundial en su época. Su gran calidad hacia que fueran aceptadas en todo el mundo. Hijo: -¿De Bolivia es la moneda? ¿Tan importante fuimos en la Historia? No lo sabía. Padre: -Nuestro imperio fue el mayor de la Historia. La universalidad del español no tenía fronteras. Estás tocando con tu mano historia viva. Bueno, vayamos al estudio de tu examen. El reinado de Carlos IV comenzó con la muerte de su padre, Carlos III, el 14 de diciembre de 1788… Y así fue como, gracias a mí, mi dueño empezó a contar a su hijo la historia del reinado del rey que represento. Quien me iba a decir en 1808 que acabaría sirviendo para dar lecciones de Historia en la actualidad. Bueno, esta es mi historia, aquí sigo y seguiré. Sucumbirán los hombres de hoy, vendrán otros y así hasta que caiga dentro de milenios la Edad de los Hombres y todavía yo, representante atemporal e inmortal de la nación española, la grandeza de su imperio y su poder económico, volveré a asombrar con mi metal y belleza al mundo entero. Por cierto, se me olvidaba, este soy yo. Autor: Marqués de la Ensenada, forero de imperio-numismático.com Bibliografía de imágenes: http://www.requetes.com/fotos/batalla.jpg http://www.patrimonionacional.es/getattachment/39f138df-5bfd-4b50-a59ad404250bee85/Royal-Splendor-in-the-Enlightenment--Charles-IV-of.aspx http://reyquibolivia.blogspot.com/2010/11/potosi-10-de-noviembre-de-1810-grito.html http://www.herramientasfamiliares.com/blog/RESPALDO%20DE%20ARTICULOS%20HF/201 0/12/Con-hijos-2.jpg http://2.bp.blogspot.com/_1ZNgndY5yZ0/SQPYDkbGR8I/AAAAAAAAAr0/Yyw2uF5NfNE/s3 20/CANITO.jpg