Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)

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Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
5.ª
I. La responsabilidad por imprudencia.–
1. Concepto y clases.
2. Régimen del Código penal español.
II. El tipo imprudente de resultado.–
1. Cuestiones previas.
2. Imputación objetiva.
3. Imputación subjetiva.
Una vez seguros de que la persona tendida en el suelo está muerta
por obra de una conducta humana y no por efecto de una fuerza
meramente natural, no es descartable sin embargo que su herida
mortal haya sido causada porque a alguien «se le escapó» el cuchillo,
en lugar de «él clavó el cuchillo». Así como en este último caso
hablamos de un tipo doloso, es preciso preguntarse por otros
supuestos en los que se mata (se produce la muerte) sin dolo.
También ahora nos encontramos en supuestos de divergencia entre lo
representado por el sujeto y la realidad extramental. Por eso se
consideran estos casos como «tipos incongruentes». Así como en L.4
nos referíamos a una divergencia por exceso (el agente cree estar
matando, pero falla el tiro), ahora la divergencia es por defecto (cree
no estar matando, pero causa la muerte). ¿Cómo proceder a imputar
responsabilidad al agente si su error ha hecho desaparecer la
conducta? (cfr. la idea expuesta en L.3 sobre el criterio de la
referencia, rector de materia de dolo).
Desde antiguo se recurrió a una distinción que resulta aquí clave: el
error vencible y el error invencible (ignorantia voluntaria e
ignorantia involuntaria). En ambos casos se trata de supuestos de
error, por lo que en principio, no procede imputar responsabilidad a
quien yerra. Sin embargo, en uno de esos dos casos, el error no
impide la imputación, sino que se atribuye responsabilidad por el
error mismo, por haber caído en ese error, porque al sujeto le
incumbía evitarlo. Surgen así los llamados delitos imprudentes:
aquellos que se basan en un error evitable o vencible del sujeto.
Obsérvese cómo este procedimiento para hacer responsable al sujeto
por su propio error (defecto de imputación) no difiere de la
estructura que ya conocemos de la actio libera in causa (L.1). En
ésta, aun no siendo posible imputar al agente en el momento en que
se produce el daño o la lesión a un tercero, se procede a imputar
porque en un momento previo (actio praecedens) sí existía la
posibilidad de imputar. En los delitos imprudentes la estructura de
imputación es semejante: en el momento en que el agente daña o
lesiona a alguien no es posible imputar porque se halla en un error
sobre el curso de riesgo, pero puesto que le incumbía no caer en ese
error, se le imputa (de forma extraordinaria, como imprudente) la
producción del daño o la lesión, por no haber evitado su error. En
¿Por qué no
andas con más
cuidado?
5.ª
Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
C.51 se identifica un supuesto de error en el que sin embargo parece
razonable hacer responsable o imputar a quien yerra. ¿Por qué?
Veámoslo en C.51.
C.51 Caso «Bultaco»
«El recurrente conducía sin habilitación legal por el casco urbano
de la ciudad de Soria, una motocicleta marca Bultaco y tuvo un
accidente, atropellando a una niña que salió inesperadamente
corriendo, tratando de cruzar la calle de izquierda a derecha,
yéndose a dar contra la motocicleta sufriendo lesiones» (STS 5 de
abril de 1983; ponente: Rodríguez López; RJ 1983\2242).
I. Los Hechos narran cómo el recurrente conducía su motocicleta sin
habilitación legal para ello por el caso urbano de la ciudad. Atropelló
a una niña que inesperadamente salió corriendo y fue a interponerse
en la trayectoria del vehículo. La niña sufrió lesiones.
II. Partiendo de estos hechos, tal y como se han propuesto, cabe
entender lo siguiente respecto a la responsabilidad penal del
conductor, recurrente:
II.1. En cuanto a la existencia de conducta humana, cabe afirmar que
no hay ningún indicio para negarla: no es imaginable conducir una
vehículo, sobre todo una motocicleta, sin llevar a cabo una conducta
humana; salvo que sufra un desvanecimiento conduciendo, que no es
el caso. Es más, las mismas palabras se utilizan para expresar la
acción humana y el manejo de vehículos: «conducir». Lleva a cabo,
por tanto, una conducta humana y externa.
II.2. Más dudoso es lo que se refiere a la imputación objetiva del
resultado de lesiones sufridas por la niña, como consecuencia del
atropello. En este caso, debemos atender al carácter imprudente de la
conducta, y a los criterios de imputación objetiva en el tipo
imprudente. En efecto, puesto que el agente no percibe la inesperada
presencia de la víctima en la trayectoria del vehículo, no hay dolo,
sino que se halla en error sobre este aspecto. Que no haya dolo no
significa que no exista imputación, pues en algunos casos –los de
error de carácter vencible sobre elementos del tipo (y la presencia de
una víctima en la trayectoria lo es a efectos de un eventual delito de
lesiones u homicidio)– se mantiene la imputación, de forma
extraordinaria, aun sin dolo.
Que la conducción es causal de las lesiones es evidente, si aplicamos
la fórmula heurística de la condicio sine qua non, pues suprimida la
conducción, desaparece a su vez el atropello. Pero además, debemos
valorar si esa conducción supone la creación de un riesgo
típicamente relevante, en este caso de lesiones (arts. 147 ss. y 152).
Conducir una motocicleta no es riesgo prohibido, luego el riesgo es
permitido; además, se trata de un riesgo no relevante, pues no se
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entendería entonces que se permita el tráfico de automóviles por las
ciudades. Sin embargo plantea dudas el que se conduzca sin carnet.
Efectivamente, la conducción sin carnet no está permitida, de forma
que estamos ante un riesgo prohibido. Sin embargo, este dato –que
no puede negarse, pues se afirma claramente en los hechos que
conducía sin habilitación– no lleva necesariamente a afirmar que las
lesiones sean imputadas objetivamente a la conducta del motorista.
Conducir sin carnet es conducta prohibida por una norma que
pretende establecer límites y restricciones a quien conduce: pero que
se exija habilitación legal para ello no quiere decir, ni que quien
conduce lo haga sin riesgo (malos conductores), ni que quien carece
de carnet conduzca arriesgadamente (un conductor profesional a
quien se ha retirado el carnet). Se trata más bien de una norma cuya
finalidad es establecer algunos límites en la conducción de
vehículos, pues es previsible que exigiendo una habilitación legal se
evitan muchas conductas arriesgadas, entre otras finalidades. Pero si
en el caso concreto se prueba que quien conduce sin carnet no genera
un riesgo para los bienes jurídicos perteneciente a aquel género de
riesgos que la norma de las lesiones u homicidio pretende prevenir,
entonces sólo cabe afirmar de él que ha desobedecido la norma
administrativa que exige carnet.
Parece que es lo sucedido en este caso: las lesiones han sido
causadas por el motorista al conducir, pero su conducta no genera un
riesgo típicamente relevante: el conducir sin carnet se halla
prohibido por una norma cuya finalidad no es prevenir accidentes.
Distinto sería si su conducción fuera arriesgada, pero nada se nos
dice en los hechos sobre una posible conducción de esa clase por
parte del motorista. Hemos de concluir que el fin de protección de la
norma que exige llevar carnet no es evitar que algunos sujetos (la
niña) se lancen inopinadamente a la calle exponiéndose al peligro.
En conclusión, no hay imputación objetiva entre el resultado de
lesiones y la conducta del motorista.
III. Si no se da la imputación objetiva, no tiene sentido que
planteemos las restantes categorías de la teoría jurídica del delito
(antijuricidad, culpabilidad, punibilidad). El motorista debe quedar
absuelto de la responsabilidad de que se le acusaba. Lo cual no
impide que se le aplique, al menos, una sanción administrativa por
haber conducido sin habilitación.
Cfr. además, C.21.
Además de vencible, es preciso que el error se halle previsto en la
ley como delito. Con otras palabras: no todo error vencible es típico
(constituye delito), sino sólo aquel que, además de evitable, haya
sido tipificado (definido) por el legislador como delito. Dicha
sanción restringida o sectorial para sancionar la imprudencia se
conoce como modelo de numerus clausus en la sanción de la
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Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
imprudencia ( diferencia del sistema, de numerus apertus, previsto
antes del CP 1995: se preveía la imprudencia como un delito
genérico).
En realidad, todo error es evitable de alguna manera u otra, puesto
que «siempre» sería posible llegar a saber y salir del
desconocimiento. Hay errores, sin embargo, que no se imputan al
sujeto, porque exigirlo así sería excesivo (no incumbe al sujeto saber
todo). Se trata de los casos de error invencible, en los que no se
atribuye al sujeto haber caído en un error. Procede entonces declarar
la impunidad.
La distinción clásica entre error vencible e invencible volverá a
presentarse cuando analicemos en sede de culpabilidad el
conocimiento que sobre la antijuricidad de su conducta ha de tener el
agente (L.11).
Puesto que la imprudencia encierra un caso de error vencible, es
calificable como tipo incongruente: el sujeto no se representa el
riesgo desplegado. El riesgo y su representación divergen: la parte
objetiva rebasa el conocimiento que sobre ella tiene el sujeto. Hay
así elementos o aspectos del curso de riesgo que el sujeto despliega
que no han sido conocidos. Con otras palabras: desconoce algo que,
sin embargo, tiene en él su origen. Pero pensemos en que también
puede darse la situación inversa: el sujeto se representa un riesgo que
sin embargo no llega a plasmarse en el resultado esperado (el
cuchillo lanzado contra otro no llega a clavarse). También ahora
podemos hablar de una divergencia o no coincidencia entre el riesgo
desplegado y la representación de ese riesgo por el sujeto. Por tanto,
también ahora podemos hablar de un tipo incongruente. Pero se trata
de la situación inversa a la que se da en los delitos imprudentes. En
dichos casos hablamos de una estructura de tentativa (L.4).
Así como el dolo viene referido a los elementos del tipo, es posible a
su vez errar sobre todos y cada uno de dichos elementos: objeto de
riesgo, curso del riesgo, circunstancias, condición de la víctima…
Desde antiguo se han estudiado los posibles errores del sujeto: error
in obiecto, error in persona, aberratio ictus, error sobre el proceso
causal… Veamos, por ejemplo, C.52.
C.52 Caso del «jabalí»
«Mata a su hermano al confundirle con un jabalí. Mieres
(Garrotxa). El joven Pedro Esteva Aliguer, de 20 años, ha resultado
muerto de accidente de caza ocurrido en Mieres en la madrugada
del miércoles, al dispararle su propio hermano Javier de 23 años,
cuando ambos trataban de cercar un jabalí. Los dos hermanos se
habían separado en un determinado punto del bosque, con intención
de tomar al jabalí entre el fuego de las dos escopetas. Al poco rato
Javier observó que se movían unos matorrales, y creyendo que se
Uno de los textos más
antiguos que abordan el
tratamiento del error del sujeto
es la Ética a Nicómaco de
Aristóteles (384-322 a. C.), de
donde se entresaca este pasaje
(1111a 8-19): «...puede uno
ignorar lo que hace, por
ejemplo, cuando alguien dice
que se le escapó una palabra o
que no sabía que era un
secreto, como Esquilo con los
misterios, o que, queriendo
sólo mostrar su
funcionamiento, se le disparó,
como el de la catapulta.
También podría uno creer que
su propio hijo es un enemigo,
como Mérope; o que la punta
de hierro de la lanza tenía un
botón; o que una piedra
cualquiera era piedra pómez; o
dando una bebida a alguien
para salvarlo, matarlo por el
contrario; o queriendo a uno
darle una palmadita, noquearlo
como en el pugilato. Puesto
que uno puede ignorar todas
estas cosas en las que está
implicada la acción, el que
desconoce cualquiera de ellas
especialmente las más
importantes, se piensa que ha
obrado involuntariamente.»
Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
trataba de la pieza a cazar, disparó los cinco cartuchos de su
escopeta automática, que precisamente estaba cargada con
perdigones de gran envergadura, propios de la caza del jabalí. Al
llegar al lugar en donde creía haber abatido al animal, contempló
horrorizado que había dado muerte a su propio hermano. Fue el
mismo Javier Esteva quién cubrió el cadáver con su chaqueta y se
dirigió al pueblo para dar parte a la Guardia Civil de este
accidente» (caso académico: Cfr. SILVA SÁNCHEZ/BALDÓ
LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la jurisprudencia penal con
comentarios doctrinales, Barcelona, 1997, p 141).
I. Partiendo de los hechos detallados anteriormente, cabe decir, sobre
la responsabilidad de Javier Esteva en la muerte de su hermano
Pedro, lo siguiente.
II.1. Javier al disparar los cinco cartuchos de su escopeta automática
realiza una conducta humana, externa y susceptible de autocontrol.
No hay ningún detalle que nos pueda indicar lo contrario, ya que no
puede afirmarse que alguien esté cazando un animal como un jabalí
sin realizar con ello una conducta humana. Cazar implica desarrollar
autocontrol, tener alternativas, pues debe moverse, buscar la pieza,
apuntar, disparar… Sin conducta humana no hay caza.
II.2. Los cartuchos disparados por la escopeta llegan finalmente a un
objeto, Pedro, a quien causan la muerte. Suprimida mentalmente la
ejecución por parte de Javier (apretar el gatillo), esos cartuchos
obviamente no habrían llegado a afectar a su hermano Pedro, y por
lo tanto éste no hubiera resultado muerto. La fórmula heurística de la
condicio sine qua non, nos muestra así que, suprimido el disparo,
desaparece la muerte de Pedro. Disparar es aquí causal, sin lugar a
dudas. No obstante, en muchas ocasiones esta fórmula nos puede
llevar a engaño, especialmente en situaciones en que interviene un
tercero. Por esto, hemos de tener en cuenta, como verdadero filtro en
el análisis del tipo objetivo, la imputación objetiva. De este modo,
analizamos primero si la conducta de Javier es un riesgo típicamente
relevante, en nuestro caso, de homicidio (arts. 138 y 142). Como
queda tipificado en este artículo, se trata de un delito que se consuma
con la producción del resultado, por muchos medios posibles: lo que
se denomina un delito «de medios indeterminados»; y una escopeta
es uno de esos medios posibles. Disparar una escopeta cargada con
cartuchos de gran calibre presenta un riesgo elevado, porque sirve
para matar a un jabalí y por tanto también a un ser humano, según
donde reciba los golpes del cartucho. Además de ser un riesgo
elevado de muerte, es este riesgo, y no otro, el que se realiza en el
resultado, pues nada se nos dice sobre una posible intervención de
terceros. Tampoco de la propia víctima, la cual se interpone
ciertamente en la trayectoria; pero eso no constituye un riesgo de tal
entidad que interrumpa la imputación al agente, porque nada se
expresa en los hechos en cuanto a que la víctima sea consciente de su
muerte inminente, sino que ha sido sorprendida por los disparos de J.
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Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
En definitiva, la conducta de J. es típica objetivamente a efectos del
delito de homicidio.
II.3. Sin embargo, en este momento cabe resaltar que esos disparos
se produjeron en peculiares circunstancias: se encontraban de
cacería. Como detallan los hechos, ambos hermanos se separaron al
intuir que un jabalí se encontraba en las inmediaciones. Al ver J. que
se movían unos matorrales, supuso que se trataba del jabalí y por
tanto disparó los cinco cartuchos. Se observa cómo hay una
divergencia entre lo que Javier se representa: antes de disparar, antes
de realizar el riesgo típicamente relevante (ex ante), la conducta era
matar un jabalí que se movía entre los matorrales, pero lo que sucede
después (ex post) es algo distinto. Esta divergencia constituye un
error (disparidad entre la representación del sujeto y lo que acaece en
la realidad) sobre un elemento exigido por el tipo (en el caso del
homicidio, sobre el objeto de la conducta de matar, el «otro», que
exige el tipo del homicidio, descrito en los arts. 138 y 142). Puesto
que se refiere a un elemento del tipo, dicha divergencia constituye un
error de tipo, es decir, J. yerra sobre un elemento exigido por la
descripción legal del delito de homicidio: sobre el objeto (error in
objecto). Puesto que hay error sobre el tipo, su conducta no es
dolosa: desconoce que el riesgo típico que efectúa es de muerte de
un ser humano. J. conoce, cree, que su riesgo es de muerte de
animal, pero no de su hermano Pedro. En efecto, el error sobre el
elemento (objeto) del delito lo es sobre un objeto relevante: no se
trata de un mero equivocarse sobre la identidad de la víctima (se
representa matar a Pedro, y mata en realidad a Juan), sino un error
sobre algo esencial, relevante: así como matar a un jabalí es
irrelevante, no lo es matar a una persona.
Por otra parte, no parece que disparar sin ton ni son (sin ver la pieza)
en el marco de una cacería sea una conducta irrelevante. Aunque él
disparaba a –lo que se representaba ser– un jabalí, podemos
imputarle su error. Obsérvese: se le imputa a pesar de que no hay
dolo, de que existe error. Precisamente se le imputa haber disparado
en error, por no conocer lo que debería haber conocido. Es obvio,
que debería haber conocido antes de disparar, porque portar un arma
de fuego es un elemento altamente peligroso que, como cualquiera se
representa, provoca la muerte de seres humanos. Además, entre
cazadores, a cualquiera es exigible que divise la pieza antes de
disparar. Se trata, en definitiva, de un error sobre elementos del tipo,
de carácter vencible. Dicho error vencible sobre un elemento del tipo
se sanciona como delito imprudente (art. 14.1), allí donde el
legislador ha previsto tales delitos imprudentes (nummerus clausus):
art. 142. En definitiva, a J. le sería imputable subjetivamente su
propio error: conducta imprudente.
II.4. En el resto de los hechos no vemos que haya ninguna causa de
justificación posible, pues no se da una situación de crisis para los
bienes jurídicos que permita hablar de justificación (normas
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permisivas). De este modo, se trata de un hecho típicamente
antijurídico.
III. En lo que atañe a la sancionabilidad penal, los hechos no detallan
nada en contra de la culpabilidad de Javier, ni de su punibilidad. J.
responderá por un hecho típicamente antijurídico culpable de
homicidio imprudente (art. 142).
En este punto conviene plantearse si la relación parental ente autor y
víctima daría lugar a apreciar la circunstancia de parentesco como
agravante (art. 23). Al tratarse de un homicidio, parece que debería
agravarse la pena. Sin embargo, puesto que se trata de una conducta
imprudente, puesto que hay desconocimiento del objeto, también hay
desconocimiento de la circunstancia cualificante de dicho objeto, el
parentesco. Por lo que abogo por que dicha circunstancia no sea
tomada en cuenta por el juez para agravar.
Cfr. también C.22, C.41.
Sabemos ya que en la imprudencia se procede a imputar (de forma
extraordinaria) al agente su propio error. Eso es lo que significa aquí
error vencible. Determinar cuándo el error es vencible o no es tarea
propia del análisis de la imputación subjetiva en los delitos
imprudentes. No se trata de una mera cuestión psicológica
(recuérdese cómo, a fin de cuentas, todo error siempre es evitable),
sino de un juicio de valor –de nuevo la distinción entre juicios
empíricos y juicios de valor– sobre la conducta del sujeto. Se tratará
de errores que tienen por base la falta de reglas de experiencia en
cierto sector, o la no actualización de ciertas reglas de experiencia
que sí existen, o un defecto de cálculo. A este respecto, conviene sin
embargo llamar la atención de que los errores que incumbe al sujeto
evitar dependerán de la profesión, posición, época. Es preciso evitar
el automatismo de imputar responsabilidad con base en cualquier
infracción previa. Veamos qué sucede en C.53.
C.53 Caso del «conjurado»
«Un conjurado decide dar muerte al Rey. Al descargar el golpe
fatal, hiere gravemente a uno de los servidores que se interpuso
entre el puñal y la víctima elegida» (caso académico: Cfr. SILVA
SÁNCHEZ/BALDÓ LAVILLA/CORCOY BIDASOLO, Casos de la
jurisprudencia penal con comentarios doctrinales, Barcelona, 1997,
pág. 142).
Sobre la responsabilidad del «conjurado» C. podemos decir que:
I.1. No hay datos en los hechos que permitan afirmar la ausencia de
conducta humana: C lleva a cabo una conducta humana externa y
final.
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I.2. C, al atacar a una persona humana, interpone un factor causal de
su herida, pues si suprimimos mentalmente dicho acometimiento,
desaparece la herida (fórmula heurística de la condicio sine qua
non). Además, dicho ataque despliega un riesgo típicamente
relevante de lesiones (arts. 147 ss), de muerte (art. 138), tanto de
particulares, como del Rey (arts. 485-486). De dichos riesgos se
plasma y concreta en el resultado el primero, el de lesiones, que
quedan consumadas; no así para el riesgo de muerte del servidor, que
queda en tentativa; respecto al riesgo para la vida o integridad del
Rey, cabe decir que también queda sin consumación, en tentativa.
Por tanto, en términos de imputación objetiva, el resultado de
lesiones al servidor es imputable a la conducta de C.; también el de
muerte (en tentativa) del servidor; y los de muerte y lesiones del
Rey, en tentativa. En función de la gravedad de la pena por las
lesiones, podrían éstas abarcar el desvalor de la tentativa de
homicidio del servidor, por concurso de leyes (criterio de
consunción: art. 8.3).
I.3. En cuanto a la imputación subjetiva, cabe afirmar que C. se
representa que al atacar a una persona –sea Rey, sea servidor–
despliega un riesgo de muerte o de lesiones al menos, pues según las
reglas de experiencia que puede haber adquirido, como cualquier
persona, un ataque con un puñal a una persona viva es claramente
representable como peligroso para, al menos, lesionar. Las lesiones,
como también la tentativa de homicidio son imputables
subjetivamente a título de dolo a C. Sin embargo, el tipo de
homicidio o de lesiones se refieren a matar a otro, lesionar a otro. Y
el Rey no es sólo un otro, sino además sujeto especialmente
protegido, y este dato ha de ser también abarcado por el dolo para
poder imputar subjetivamente los delitos de los arts. 485-486. Por lo
tanto, cabe hablar de una divergencia entre la representación (ex
ante) de C. y lo que sucedió en la realidad (ex post): su
representación era la de dirigir un riesgo mortal o, al menos, lesivo
para el Rey; y al fin, el Rey no estaba donde su puñal fue a parar.
Que se haya interpuesto un sujeto distinto, que no es Rey, afecta a la
imputación subjetiva de su conducta. La divergencia debe seguir las
pautas de las estructuras de imputación en casos de error. Pero
analicemos qué clase de error es: C. yerra, no en cuanto al objeto a
lesionar (ha identificado a la «real» víctima Real), sino en cuanto a la
trayectoria de su golpe. No equivoca, pues, el objeto. Su error reside
en que al asestar el golpe, se ha interpuesto una persona, el servidor:
se trata más bien de una estructura de error en el golpe o aberratio
ictus. Si es así, su representación inicial, de dirigir un riesgo frente al
Rey, queda sin resultado, en tentativa; y, a la vez, ese mismo ataque
despliega, como sabemos, un riesgo de lesiones para el servidor,
pero no abarcado por el dolo, pero es previsible que en el séquito
real las personas que están preparadas para proteger al Rey eviten el
ataque, incluso interponiéndose en la trayectoria. De este modo,
Los tipos incongruentes (II: la imprudencia)
apuñalar es a su vez imprudente respecto a lo que pudiera pasar para
los servidores que se interpusieran. En definitiva, se trataría de un
riesgo mortal doloso dirigido contra el Rey (sin resultado) y un
riesgo de lesiones imprudente dirigido contra personas que no son el
Rey (consumado). Pero se trata de una sola conducta (un ataque),
que ha desplegado dos riesgos, uno imprudente y otro dolosamente
abarcado. Dicha situación se sanciona en Derecho penal español
como concurso ideal (art. 77).
I.4. No hay nada en los hechos que permita afirmar la falta de
antijuricidad, ni la ausencia de culpabilidad. No hay previstas causas
de no punibilidad para estos supuestos. Por lo tanto, C. lleva a cabo
una conducta típicamente antijurídica, culpable y punible.
II. Debe responder C. de un delito de lesiones imprudentes
consumadas (por ejemplo, art. 148, debido al instrumento peligroso
empleado, puñal) y, a la vez, en concurso ideal, de un homicidio
doloso, el del Rey (delito contra la Corona: art. 485) en tentativa.
Para la tentativa de este delito, el CP (art. 485.2) señala la rebaja de
la pena sólo en un grado. C. será sancionado entonces con la pena
del delito más grave en su mitad superior, salvo que dicha
agravación supere la pena que correspondiera si se castigan por
separado, en cuyo caso se sancionan separadamente (art. 77).
Cfr. también C.51, C.52.
5.ª
¿Sobre qué aspecto se
equivoca Ricardo? ¿Sobre la
identidad de la víctima o
sobre la trayectoria de sus
golpes?
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