LA TORRE Una cosa incompresible de la informática es que le obligue a uno a escribir mal. Todo junto, sin acentos, sin mayúsculas, sin eñes. Los habitantes del correo electrónico y de Internet en general parecen afásicos*, como si les hubieran dado un golpe en la cabeza. Al principio uno se rebela, pero si llega un momento en el que persistes en utilizar las mayúsculas, los acentos las eñes, incluso la sintaxis, en el espacio cibernético, te toman por un psicópata. No sabe uno cómo explicar que escribiendo mal es imposible pensar bien. Pero quizá lo que se esconde tras las órdenes del todo junto, sin acentos, sin mayúsculas, sin sintaxis, se resume en esta otra: sin pensamiento, por favor. De hecho los diccionarios incorporados a los procesadores de textos, carísimos por cierto, tienen un vocabulario tan pobre como el inglés de aeropuerto: sirven para averiguar dónde está el cuarto de baño, pero no proporcionan elementos de juicio para saber de qué modo se utiliza una letrina o se tira de la cadena. Es cierto que uno puede ir enriqueciéndolo con la incorporación de nuevos términos, aunque para ello sea necesario tener una cultura previa que al contacto con la informática pueden deteriorarse gravemente, sobre todo si uno cae en el desvarío dadaista* de activar también el corrector sintáctico. Yo creo que lo que sucedió en Babel no fue que Dios confundiera a los hombres dotándolos de diferentes lenguas, sino que les obligó a utilizar mal las que tenían: todo junto, sin acentos, sin mayúsculas, sin eñes, sin sintaxis: sin pensamiento. Pero sin pensamiento, por rudimentario que sea, no se puede levantar ni una modesta construcción de Lego; mucho menos un cúmulo de saberes desde los que alcanzar el cielo. Nuestra torre de Babel es la informática, y ya ha comenzado a confundirnos. Dios ataca de nuevo. Juan José Millás. El País, 30-10-1998 *Afásico/a: Persona que sufre la pérdida o trastorno de la capacidad del habla debida a una lesión en las áreas del lenguaje de la corteza cerebral. *Dadaista: Dicho de un artista o de un escritor del movimiento vanguardista literario y artístico surgido durante la Primera Guerra Mundial, caracterizado por su negación de los cánones estéticos establecidos, y que abrió camino a formas de expresión de la irracionalidad COMENTARIO DE TEXTO El autor del texto propuesto, “La Torre”, es Juan José Millás, periodista y articulista de reconocido prestigio y colaborador habitual en distintas publicaciones españolas. Su presencia, imperceptible en los dos primeros párrafos, sólo se hace explícita al principio del tercero, con el uso del pronombre personal de primera persona (yo) y el verbo de pensamiento “creo”. Se podría decir intenta dar una imagen de impersonalidad y proximidad al lector con la reiteración del pronombre “uno”, los verbos en forma no personal (sobre todo infinitivo) con función de núcleo de oraciones impersonales gramaticales (“escribir”, “saber”, “averiguar”), y el uso de formas de impersonal refleja (“No se puede levantar ni una modesta construcción de Lego…”). En concreto, el texto fue publicado el 30 de octubre de 1998 en el diario “El País”, cuyos lectores habituales pueden ser considerados como los destinatarios potenciales del discurso, lectores de nivel sociocultural medio-alto, interesados por la actualidad y por las opiniones de personas a las que reconocen una cierta relevancia cultural. Por otro lado, teniendo en cuenta la temática y la forma del discurso, los destinatarios ideales pertenecerían a un sector de población joven, no sólo habituado a usar software informático como medio de comunicación, sino, en opinión del autor, instrumentalizado por él. En esta ocasión la intención de Millás es opinar y criticar el uso agramatical habitual del software informático, intención que queda patente en formas como “yo creo”, y alusiones a la potencial destrucción de la cultura que vaticina en expresiones como “sin pensamiento”. Por su parte, su fin parece ser el de guiar y corregir conductas, ya que hace una llamada de atención a los usuarios de los medios informáticos para que eviten ser agramaticales y pierdan su capacidad de pensamiento recto. Así, se puede decir que la función predominante en el texto es la apelativa, aunque también están muy marcadas las funciones metalingüística y expresiva: Juan José Millás habla de la corrección ortográfica y lo hace con un lenguaje cercano al literario. Dado que se trata de un texto publicado en un medio de comunicación, es evidente que el canal expresivo es el escrito y la situación comunicativa es formal, y aunque el vocabulario es estándar, el autor también hace alusiones a la Biblia y al episodio de la Torre de Babel (suponiendo un conocimiento previo del mismo por parte del lector), y usa términos del vocabulario especializado propio de la Medicina (“afásicos”) y el Arte (“Dadaísmo”), lo que nos hace considerar que se sitúa en un nivel de la lengua medio-culto. Teniendo en cuenta lo expuesto hasta el momento, cabe concluir que estamos ante un texto periodístico de opinión (artículo) y de ámbito de uso público, claramente argumentativo, ya que el articulista ofrece ejemplos y comparaciones orientadas a conseguir que el lector asuma como propias sus conclusiones. Así, equipara el vocabulario de los editores informáticos de texto con el inglés de aeropuerto, y la informática con la bíblica Torre de Babel. Estructurado externamente bajo el título “La Torre” y en tres párrafos sin destacados, Juan José Millás escribe para el diario “El País” el 30 de octubre de 1998 un texto que se centra temáticamente en hacer una crítica al uso agramatical de la lengua impuesto por la informática. Así, el fondo de la cuestión, es decir, el asunto, no es otro que la informática, área de la tecnología que menciona en reiteradas ocasiones. Se puede resumir el contenido recogiendo que es inaceptable que la informática obligue a quienes la utilizan a usar el lenguaje de forma incorrecta, y lo haga hasta el punto de que se considera algo patológico el hecho de ser correcto, cuando debería ser al contrario. Así, el cada vez más extendido mal uso del lenguaje y las limitaciones de vocabulario de algunas aplicaciones informáticas, sumado a las remotas posibilidades de enriquecimiento individual que ofrecen, terminarán por limitar la capacidad de pensamiento de los usuarios. Si bien creemos que el proyecto de llegar al cielo de los constructores de la Torre de Babel se vio truncado por la decisión de Dios de otorgarles diferentes idiomas, es posible que simplemente les impidiera comunicarse obligándoles a usar mal sus propias lenguas, imposición que ahora en manos de la informática, nos impedirá seguir construyendo un patrimonio cultural. A nivel interno, el discurso se puede estructurar en tres partes: 1-. La informática impone un uso incorrecto del lenguaje: Desde “Una cosa incompresible…” hasta “…por un psicópata”. 1.a-. Agramaticalidades en el lenguaje informático. 1.b-. Usuarios conformistas que parecen afásicos. 1.c-. La corrección gramatical vista como una patología 2-. Usar mal el lenguaje impide pensar bien. Desde “No sabe uno…” hasta “corrector sintáctico…”. 2.a-. Pobre vocabulario en los diccionarios informáticos y posibilidades de mejora personal limitadas. 2.b-. Necesidad de una base cultural y su posible destrucción a manos de la informática. 3-. La informática y sus instrumentos impedirán avanzar culturalmente . Desde “Yo creo que…” hasta “…ataca de nuevo.” 3.a-. El fracaso de la Torre de Babel por la confusión provocada por el mal uso del lenguaje. 3.b-. La informática como fuente de confusión. Estas tres partes se corresponderían con el planteamiento de la tesis que defiendo el autor, los argumentos que aporta y la conclusión a la que llega, de tal forma que nos encontramos ante un texto argumentantivo analizante. Juan José Millás recurre a la reiteración del término “informática” para dar mayor intensidad a su tesis de que esta tecnología está en la base del problema sobre el que argumenta, y decide para ello no utilizar el recurso de la sinonimia. Asimismo, repite hasta en tres ocasiones tanto la enumeración de los elementos lingüísticos más afectados por la incorrección gramatical del lenguaje informático (“todo junto, sin acentos, sin mayúsculas, sin eñes, sin sintaxis), como la idea “sin pensamiento”, usada como colofón de esta enumeración, y lo hace con el objetivo de que el lector sea consciente de los usos erróneos e intente evitarlos, y para remarcar que, en su opinión, existe el riesgo de que se destruya la capacidad humana de razonamiento. Por otro lado, con el mismo objetivo, crea campos semánticos relacionados con la informática (“correo electrónico, “Internet”, “espacio cibernético”); la gramaticalidad (“acentos”, “mayúsculas”, “eñes”, “sintaxis”, “diccionarios”, “vocabulario”, “términos”, “lenguas”…); y el pensamiento (“saberes”, “cultura”, “elementos de juicio”…). Otro campo semántico, en este caso secundario, se puede conformar con los términos “afásicos”, “psicópata” y “golpe en la cabeza”, relacionados con ciertas patologías médicas que pueden mermar la capacidad de razonamiento. Aunque como ya hemos señalado el recurso de la sinonimia no es empleado por el autor, sí se reconoce en la relación existente entre los términos “Internet” y “espacio cibernético”, mientras que podemos catalogar como asociaciones pragmáticas las establecidas entre “afásicas” y “psicópata” (con referente común en los usuarios de la tecnología informática), y entre “Torre de Babel” y “modesta construcción”, en ambos casos con un sentido de confrontación. Por último, cabe señalar que el autor decide dar su conclusión sobre el tema usando una metonimia en la que se relaciona la informática con Dios. En mi opinión, formalmente el texto responde perfectamente al estilo de Juan José Millás como articulista, dado que usa un lenguaje directo con el que intenta llamar la atención sobre los riesgos de hacer un mal uso del lenguaje en un ámbito tan instrumental como el de la informática. Si bien se acerca a los usos literarios con la introducción de algunos recursos como la metonimia que cierra el discurso, se puede decir que junto con la claridad que aporta al tema la clarísima estructura analizante; la utilización de apenas dos ejemplos como material argumental (el inglés de los aeropuertos y la construcción de la Torre de Babel); y la concisión tanto al plantear la cuestión de fondo en la oración inicial (“Una cosa incompresible de la informática es que le obligue a uno a escribir mal”), como al sintetizar sus preocupaciones en el párrafo final (“Pero sin pensamiento, por rudimentario que sea, no se puede levantar ni una modesta construcción de Lego; mucho menos un cúmulo de saberes desde los que alcanzar el cielo”), hacen que el discurso responda perfectamente al contexto comunicativo en el que se produce y al objetivo de prevenir al lector e instarle a corregir su conducta agramaticalizante. En 1998 el mundo de la informática, aunque ya bien definido técnicamente, se está haciendo extensible y de uso habitual para la mayor parte de la población, pero esencialmente se está convirtiendo en un instrumento imprescindible para los sectores más jóvenes. Es a éstos a los que Millás parece dirigirse y hacerles notar que, aunque parezca insignificante el hecho de utilizar incorrectamente el lenguaje en los usos informáticos, lo cierto es que podríamos estar asistiendo a un desmantelamiento de la cultura tanto personal como colectiva que podría ser catastrófico en el futuro y marcar el resto de su vida. No me cabe duda de que las negativas predicciones que el autor hace en “La Torre” se están cumpliendo 15 años después, ya que las aplicaciones informáticas instrumentalizan todos los ámbitos de la vida y se han constituido como vía de transmisión de una cultura cada vez más generalizante y plagada de incorrecciones y limitaciones. El pensamiento parece estar sobrevalorado.