Luis Donaldo Colosio, se siguen escuchando sus palabras

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Luis Donaldo Colosio, se siguen
escuchando sus palabras
2014-03-26- Columnas-DelDichoAlHecho
JORGE F. HERNNDEZ, El Pas
Similia
El 17 de julio de 1928 los diputados y otras personalidades del estado de Guanajuato
organizan una comida en San ngel, entonces a las afueras de la Ciudad de Mxico, en
honor del general lvaro Obregn, recientemente reelecto para la Presidencia de la
Repblica. La generacin con la que amaneca el siglo XX despertaba del enredo de
revueltas, rebeliones y abiertas revoluciones que conformaron lo que se abrevia en los
libros de historia como Revolucin Mexicana, con maysculas y con el lema de Sufragio
Efectivo, No Reeleccin como explicacin terica de la chispa con la que la inici Francisco I.
Madero: el general Porfirio Daz se haba eternizado en el poder con el simulacro de sus
cclicas reelecciones presidenciales hacindolo un Don Perpetuo que pareca haber
olvidado que l mismo se haba alzado en armas contra las aspiraciones dictatoriales de
Benito Jurez, otra generacin anterior, acuando precisamente el lema de Sufragio
Efectivo, No Reeleccin.
En la ronda de las generaciones, los generales ya vestidos de civiles revolvan la
etimologa de los lemas revolucionarios y aquella maana de julio de 1928, ante
cualesquier duda que pudiera suscitar el sinsentido de apuntalar con la reeleccin de
Obregn una revolucin que se haba alzado en armas precisamente bajo el lema que la
abata, los obregonistas argumentaban la importancia de una coma en la nueva redaccin
del siglo XX. Se volvi su costumbre justificar el regreso de Obregn a la silla del guila con
el argumento de que todos crean en la no reeleccin y lo cumplan aadiendo la coma
donde se aclaraba que el presidente no poda reelegirse, salvo que hubiese un periodo
intermedio. A salvo con la coma, Obregn haba sido presidente y la sucesin en manos de
Plutarco Elas Calles le permita volver a ocupar el puesto, luego de un descanso de
cuatro aos.
Donde no estuvo a salvo Obregn fue en la comida que ofrecieron los guanajuatenses y
a la que fue invitado mi abuelo materno, un dentista guanajuatense, padre de familia sin
aspiracin poltica alguna que ya despuntaba como notable mdico homepata. Mi abuelo
se visti de leontina, polainas y se retorci los bigotes tal como los usa hoy en da mi hijo
sin imaginar que sera testigo privilegiado de un magnicidio. All aparece, elegante y
transformado, en las penltimas fotografas que se le tomaron al general lvaro Obregn y
durante casi un siglo permea el cllese la boca, los silencios, las intrigas y
contradicciones que rodean el instante elctrico en el que un joven religiosamente
desquiciado, dibujante y caricaturista llamado Jos de Len Toral se acerca al cuello del
general Obregn y le vaca una pistola con la que garantizaba simblicamente para el
sistema poltico mexicano la aclaracin final de todo el rollo de la No Reeleccin, sin
comas. Punto y aparte.
Para algunos, el siglo XX mexicano amanece en el atardecer lloroso con el que se
largaba al exilio Don Porfirio y con los sombrerazos con los que se fraguaba la primera
revolucin social del mundo en ese siglo ya de automviles y telfonos, fongrafos y
ferrocarriles. Otros suscriben la ancdota de que ese mismo siglo concluye durante la
conversacin que sostienen en Mosc el presidente Carlos Salinas de Gortari y Mijail
Gorbachov, los lderes de las dos principales revoluciones con maysculas del siglo,
ambas con sus particulares etimologas de Glasnost y Perestroika, ambas en el camino
de democratizarse y modernizar sus economas, ambas calvas y sin embargo peinando
ideas para el siglo XXI que amaneca en las calles donde se derrumbaban viejos muros.
Hay por lo menos una novela hasta hoy inditaque intenta narrar el clima, los nimos y
desnimos que rodearon aquella comida de Obregn y el magnicidio de Luis Donaldo
Colosio como extrados de una farmacopea homeoptica. El principio fundamental de la
medicina homeoptica Similia Similibus Curantorestablece que lo semejante ha de
curarse con lo semejante, donde al cuerpo enfermo se le administra en dosis
infinitesimales una probada del mismo mal que lo aqueja con la certeza mineral o
vegetal de que ese cuerpo sanar precisamente como reaccin ante una versin ponderada
del mismo mal que lo aqueja.
La orquesta de Alfonso Esparza Oteo tocaba con intensidad de tambora sonorense los
acordes de la cancin Limoncito en el momento en el que Len Toral se acerc al cuello de
Obregn para vaciarle la pistola y as pasen los siglos an no se revela la existencia
verificada de que el regordete cuerpo del general acribillado presentaba orificios de
balas de diversos calibres en su autopsia. Contaba mi abuelo que la msica pareca servir
de coreografa y al mismo tiempo sordina para todos los comensales que confundieron
los balazos con tamborazos de orquesta, como si vivieran en carne propia un prrafo de
Los relmpagos de agosto, la novela de Jorge Ibargengoitia que cierra ese gnero que
llamamos la novela de la Revolucin Mexicana en los cursos de literatura. En la novela,
los generales de la revolufia ya metidos a polticos con leontina al chaleco se agolpan en
los entierros de sus antiguos camaradas para robarles el reloj mientras reposan en sus
atades.
El 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio pronuncia el ltimo discurso de su
accidentada campaa en un embudo de piso de tierra, a pocos kilmetros de la frontera
con Estados Unidos, en una colonia popular llamada Lomas Taurinas y el prrafo parece
de novela policiaca: para finales del siglo XX, ya con los primeros telfonos mviles que
parecan walkie-talkies de la Segunda Guerra Mundial, con video cmaras por todos lados
(aun a falta de fotografas en telfonos que ahora llaman inteligentes), el mar de
conjeturas, teoras de la conspiracin, indgenas que hablan sus idiomas ajenos al espaol
alzados en armas en Chiapas, encapuchados, descarados, encorbatados, engominados
y el candidato del que todos dudaban que hablaba en pblico y privado con palabras que
sonaban como discursos de Martin Luther King y a alguien que se le ocurre subirle el
volumen a la msica y todos vemos en el video tras el teln ensordecedor de la cancin La
molienda que todos mientan como La culebra en el que se le acerca al cuello el revolver
que empua Mario Aburto, hasta hoy oficialmente asesino solitario como un Len Toral.
El siglo XXI de Mxico amaneci ya con una suma imperdonable de miles de muertos y
una neblina engorrosa que rodea la llamada guerra contra el narcotrfico, un inexplicable
optimismo en los indicadores que hablan de la sanidad econmica de las finanzas pblicas
y el cclico nimo esperanzador con el que sobrellevamos la crnica de los das. En las
ucronas que gustaba imaginar Jos Emilio Pacheco recuerdo alguna donde los balazos
con los que acribillaron a Obregn en 1928 evitaron la posibilidad de que fuera l mismo
quien inaugurase los Juegos Olmpicos de 1968, pues todo apuntaba a que por lo
menos se perpetuara medio siglo en el poder y en las ucronas con las que se conversan
hoy mismo las sobremesas en hogares preocupados o restaurantes y cantinas de la alta
poltica mexicana habra que desear que llevemos en la saliva un antdoto homeoptico:
para intentar sanar el cuerpo enfermo de un pas con tantos muertos, para curar las
heridas que deben volverse cuanto antes cicatrices, para abatir la amnesia y tantas
confusiones se requieren dosis infinitesimales de verdad, glbulos constantes de ideas
en conversacin y discusin, blsamos de rnica analtica. Contra todo abuso de la
inconsciencia, abusar de la razn y ante la generalizacin de las prdidas y desorientacin,
generalizar el comps de algn rumbo preciso.
La muerte de todo mexicano nos disminuye y a veinte aos del asesinato de Luis
Donaldo Colosio le debemos a nuestros hijos a quienes heredamos todos los
crucigramas de siglos pasados en este siglo que ya es de ellosla memoria y las
palabras de un poltico de rizadas ideas que hablaba en voz alta a favor de quienes
profesan la cultura del esfuerzo por encima de la anquilosada y daina cultura de los
privilegios y que vea a un pas con hambre y sed de justicia. Por encima de los
tamborazos, ms all de los himnos, se siguen escuchando esas palabras.
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