Elegía a la muerte de Tibulo - Biblioteca Virtual Universal

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Ovidio
Elegía a la muerte de Tibulo
( Traducción de Marcelino Menéndez y Pelayo)
Si a su hijo Memnón lloró la Aurora,
Si Tetis lloró a Aquiles esforzado,
Si llega el crudo revolver del hado
A la Deidad que en el Olimpo mora;
¡Oh Musa de la flébil elegía!
Laméntate en endecha lastimera,
Destrenza sin primor tu cabellera;
¡Bien mereces tu nombre en este día!
Arde cadáver en alzada pira
Aquel de tu deidad honor y gloria,
Y la hija inmortal de la Memoria
Tierna como él y lánguida suspira.
El rapaz de la madre Citerea
Rompe triste la aljaba y pasadores,
Y, extinguida la luz de los amores,
Lleva en la diestra la apagada tea.
Con las manos lastima el rostro bello,
Hiere su pecho en desconsuelo tanto,
Recoge los raudales de su llanto,
Suelto sobre los hombros su cabello.
Tal dicen que salió de tus umbrales,
Oh Julo Ascanio, en el solemne día
En que el cadáver de tu padre ardía
Con sacra pompa y regios funerales.
Y no menos sintió bella Afrodita
De su cantor la miseranda suerte,
Que cuando vio que daba cruda muerte
A su Adonis gentil fiera maldita.
Al gran poeta la Deidad le llora,
Él es sagrado entre la humana gente,
Arde fuego del cielo en nuestra mente,
Dicen que un dios en nuestro pecho mora.
¿Y no respeta ese divino aliento
Tu profana segur, muerte importuna?
Vida fea y mísera fortuna
Pasan cual sombras que arrebata el viento.
Del Ísmaro el cantor, el que las fieras
Con su voz amansaba peregrina,
Aunque de estirpe descendió divina,
No detuvo las horas pasajeras.
El Dios autor de la celeste lumbre
Su muerte lamentó con triste canto,
Y por él derramó copioso llanto
Diva Caliope en la Parnasia cumbre.
Aquel hijo de Esmirna, cuya boca
Fue manantial de versos inmortales,
Que en cristalinos, plácidos raudales,
Bañan el Pindo y la Pieria roca,
También al cabo descendió al Averno
Y vio los antros de la noche oscura;
Pero su gloria para siempre dura,
Y vive Homero en su cantar eterno.
Por él Aquiles en su carro vuela,
Fiero terror de la troyana gente,
Por él la casta esposa tristemente
Vuelve a tejer la destejida tela.
Así vivirá el canto lastimero
Que expresó de Tibulo los dolores,
De Némesis y Delia los ardores,
Una el primer amor, otra el postrero.
¿Detuvisteis la muerte presurosa
Con vuestros sacrificios religiosos,
Con agitar los sistros sonorosos,
Con puro lecho y lustración piadosa?
¡Ah! cuando hiere la guadaña cruda
Al varón justo, al virtuoso, al sabio,
¡Oh Dioses, perdonad mi torpe labio!,
De vuestro ser mi entendimiento duda.
Piadoso vive, morirás piadoso;
Con ofrendas adorna los altares;
En breve dejarás tus dioses Lares
Para sumirte en el sepulcro odioso.
Si en la belleza de tu canto fías
Que ha de salvarte de la tumba helada,
Mira a Tibulo en la postrer morada,
En urna breve sus cenizas frías.
¡Oh celestial cantor! ¿La llama fiera
Tu pecho consumió, de amores nido?
¿Cebarse en tus entrañas ha podido?
¿Ardió tu cuerpo en funeral hoguera?
¿Y tal maldad los dioses consintieron
En cuyas aras el incienso humea?
¿Por qué no abrasa vengadora tea
Los áureos templos que la infamia vieron?
Los ojos apartó madre Ericina,
La que habita de Pafos en la altura,
Cubrió su rostro palidez oscura,
Y derramó una lágrima divina.
Y aun fuiste más feliz que si la muerte
De Feacia en los campos te alcanzara
Y en urna vil tu polvo descansara:
Fuete propicia al fin la adversa suerte.
Al menos hoy en tu postrer partida
Los ojos te cerró madre amorosa
Y tu ceniza recogió piadosa;
¡Triste recuerdo de tu amarga vida!
Y suelta la flotante cabellera,
Tu hermana lamentó tu muerte triste,
Y al lado de tu madre siempre asiste,
En su dolor y llanto compañera.
Con sus besos los suyos han unido
Tu Némesis, tu Delia juntamente;
De entrambas se escuchaba el son doliente,
Mientras era tu cuerpo consumido.
Así al partir tu Delia suspiraba,
Dejando con pesar la extinta hoguera:
«¡Felice yo, que tus amores era!
¡Felice fuiste mientras yo te amaba!»
«¡Ah! no acrecientes mi dolor tirano,
Némesis dijo al escuchar su acento,
Yo recogí su postrimer aliento,
Él me estrechó con moribunda mano.»
Si somos más que sombra fugitiva,
Si un resto acaso de existencia dura,
De los Elíseos bosques la espesura
En su seno tu espíritu reciba.
Allí de lauro y hiedra coronado,
Con Calvo vagarás, dulce Tibulo;
Allí resuena el canto de Catulo
Por las helenas Musas arrullado.
Galo camina con erguida frente,
Pálido aún por la reciente herida;
Con propia sangre rescató su vida,
De crímenes horrendos inocente.
Tal morada tu espíritu posea,
Pues fuiste de las Piérides amado,
¡Duerma en la urna el polvo sosegado;
Leve la tierra a tu ceniza sea!
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