prologue Tres escritoras mexicanas

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Karim Benmiloud y Alba Lara-Alengrin
« Tres escritoras mexicanas », Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
ISBN 978-2-7535-3462-9 Presses universitaires de Rennes, 2014, www.pur-editions.fr
breve genealogía
de las escritoras mexicanas
En el principio era Sor Juana y Sor Juana se hizo verbo, después, un silencio
o un vacío textual de casi tres siglos : la colonia no es un periodo propicio para
el desarrollo de la narrativa y menos aún de mujeres. Un solo gremio, el
religioso, accede a la publicación, siempre y cuando ésta sea mística y solicitada y censurada por superiores masculinos 1. En el siglo xix, la emancipación
política no tuvo su correlato en la escritura de las mujeres. Mientras que
asis­timos por fin a un desarrollo exponencial de los géneros narrativos, apenas
se registra la aparición de escritoras mexicanas y eso gracias al trabajo de
rescate del « taller Diana Morán » sobre Narrativa femenina mexicana del
Colegio de México 2, que dedicó una publicación a las voces olvidadas : cinco
narradoras nacidas en provincia entre 1828 y 1880 3 : María Néstora Téllez
(1818-1890), Refugio Barragán de Toscano (1846-1916), Laura Méndez de
Cuenca (1853-1928), Dolores Bolio (1880-1950) y María Enriqueta Camarillo
(1872-1968).
Habrá que esperar a la narrativa de la Revolución Mexicana para encontrar
en los años treinta a una escritora publicada en su época, Nellie Campobello
(1900), con sus relatos reunidos en Cartucho (1931) y Las manos de mamá
(1937). De hecho, se trata de la única autora que figura en la antología reunida
1. Cf. « Escritoras a pesar suyo : las monjas místicas del siglo xvii en México » de Franco J., in
Las conspiradoras, la representación de la mujer en México, México, El Colegio de México/
FCE, 1994, p. 29-51.
2. El Taller de Narrativa Mexicana se constituyó en 1984 dentro de las actividades del Programa
Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de México. Domenella A. R.,
« Territorio de leonas : narradoras mexicanas en los noventa », in Domenella A. R. (coord.).
Territorio de leonas, cartografía de narradoras mexicanas en los noventa, México, Universidad
Autónoma Metropolitana/Casa Juan Pablos, 2001, p. 19-44.
3. Investigación realizada en el marco del Taller de Narrativa Femenina Mexicana, cf.
Domenella A. R. y Pasternac N., Las voces olvidadas. Antología crítica de narradoras mexicanas nacidas en el siglo xix, México, COLMEX, 1991, 451 p.
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por Antonio Castro Leal 4. La excepcionalidad de esta narradora en su contexto
no es sólo de género, sus relatos desentonan con el enorme corpus de la narrativa de la Revolución, por su formato, su brevedad y su perspectiva ideológica,
discursiva y narrativa 5. En efecto, Campobello opta por una visión positiva de
los villistas y elige el punto de vista de una niña fascinada por la muerte.
En la primera mitad del siglo xx, la literatura mexicana − en pleno desarrollo −, conocerá otro paréntesis sin la publicación de escritoras mexicanas.
Entonces, ¿ a partir de qué momento se puede hablar de una generación de
escritoras mexicanas ? ¿ qué se entiende por generación : los nacidos en una
misma década o los que publican al mismo tiempo ? Aunque los nacidos en
una misma década tienden a publicar en sincronía, tomamos como criterio de
agrupamiento el de las fechas de primera publicación y no las de nacimiento ;
puesto que un discurso literario se posiciona como tal dialogando con su
contexto de producción.
Es en los años cincuenta cuando asistimos por fin a la emergencia de una
generación de escritoras, con las publicaciones de un puñado de pioneras :
Josefina Vicens (1911-1988), Elena Garro (1920-1998), Guadalupe Dueñas
(1920-2002), Rosario Castellanos (1925-1974) y Amparo Dávila (1928).
Pioneras cuya obra sigue aún opacada por escritores de la misma camada pero
no de la misma talla, pensamos en particular en la narrativa y la poesía de
Rosario Castellanos, a la vez aguda, profunda y sutil. Coincidencia o no, las
mujeres obtienen el derecho a voto en 1953 y en esta década el campo literario
se va consolidando y especializando : los escritores se profesionalizan, surge
un espacio crítico, instituciones culturales, talleres de literatura 6.
De hecho, es a partir de entonces cuando se instaura un continuum entre
las escritoras mexicanas. Se posicionan en los años sesenta Julieta Campos
(1932-2007) ; Inés Arredondo (1928-1989) y Beatriz Espejo (1939). El relevo
entre la generación de pioneras que logran obtener el reconocimiento del
medio y esta generación que publica en los años sesenta es sin duda
Elena Poniatowska, precoz narradora que irrumpe en la literatura en 1954,
con el libro de relatos Lilus Kikus. Pero es a fines de los años sesenta cuando
el discurso de Poniatowska se posiciona en las letras mexicanas con dos libros
distintos entre sí, personalísimos e irremplazables : Hasta no verte Jesús mío
(1969) y La noche de Tlatelolco (1971). Con ellos quedan sentadas las dos
líneas que habrán de distinguir a la producción de Elena Poniatowska : la
4. Campobello N., Cartucho, in Castro Leal A. (éd.), La novela de la Revolución Mexicana, t. I.,
México, Aguilar, 1963, p. 923-967 ; Campobello N., Las manos de mamá, in Castro Leal A.,
op. cit., p. 971-989.
5. Cf. Olivier F., « Entre les histoires vraies et la légende : Cartucho ou la mémoire des
Villistes », in Benmiloud K., Lara-Alengrin A. et al., Le Mexique de l’Indépendance à la
Révolution 1810-1910, Paris, L’Harmattan, p. 239-249.
6. Cf. Pasternac N., « Presentación », in Ezquerro, M. (coord.), Escritoras mexicanas. Voces y
presencias. Paris, Indigo & Côté-femmes, 2004, p. 7. Esta publicación también es fruto de las
reflexiones del « Taller Diana Morán ».
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Breve genealogía de las escritoras mexicanas
narrativa centrada en los protagonistas de la cultura mexicana en el México
posrevolucionario y la crónica de los movimientos sociales del México
contemporáneo.
Entre la generación de escritoras que se consolida entre los años cincuentasesenta – y que se siguen contando con los dedos de la mano – y la siguiente,
se dará un salto cuantitativo a partir de los setenta. En el grupo de escritoras de
los setenta, la mayoría universitarias, destaca un trío que rescata la memoria de
la comunidad judía mexicana : Margo Glantz (1930), Angelina Muñiz-Huberman
(1936), Esther Seligson (1941-2010), emblemáticas de la década son también
María Luisa Mendoza (1930), María Luisa Puga (1944-2004) y Silvia Molina
(1946).
El salto cuantitativo del que hablamos se acompaña de un « boom » de la
narrativa femenina en los ochenta. En la llamada década perdida tiene lugar
el inaudito éxito de ventas y de público de las novelas de Angeles Mastretta
(1949) y Laura Esquivel (1950), respectivamente, Arráncame la vida (1986) y
Como agua para chocolate (1989). Calificadas en el mejor de los casos como
parodia del folletín y en el peor, como paraliteratura o literatura « light 7 ».
Como es bien sabido, en ambos casos el éxito comercial padeció el menosprecio de la crítica. Estas novelas escritas por mujeres, más allá de su calidad
estética, son significativas porque pusieron de manifiesto el conflicto entre las
instituciones literarias tradicionales y académicas y el nuevo e ineludible actor
dentro del campo literario que es el mercado. En esta ola de curiosidad de los
lectores y de desconfianza de la crítica, que distingue a la producción de
escritoras que emergen en los años ochenta, se incluyen Brianda Domecq
(1942), Carmen Boullosa (1954), Bárbara Jacobs (1947), Rosa Beltrán (1960)
y la dramaturga Sabina Berman (1955).
A partir de los noventa las escritoras de fin de siglo cuentan ya con una
tradición estética de alto vuelo y a la vez han sorteado el cuestionamiento de
la crítica frente al éxito comercial de las escritoras que publicaron en la década
del ochenta. La cuestión del género de la escritora pasa a segundo plano, se
trata de una generación de escritoras aliviada de la sospecha, de ser mujer y
de escribir sentimental o superficialmente. Además, en los noventa, las escritoras mexicanas acceden a la difusión internacional publicadas por editoriales
españolas como Alfaguara y Tusquets. Según la crítica, la producción de los
noventa apunta hacia un erotismo más abierto o una « escritura del cuerpo »
y se destaca por su predilección por el registro fantástico o neo-fantástico 8.
Dentro de este grupo, cada vez más nutrido, podemos destacar a Ana García
Bergua (1960), Ana Clavel (1961), Cristina Rivera Garza (1964), Susana
Pagano (1968), Cecilia Eudave (1968) o Guadalupe Nettel (1973).
7. Cf. López González A., « Quebrantos, búsquedas y azares de una pasión nacional (dos
décadas de narrativa mexicana : 1970-1980), Revista Iberoamericana, Pittsburgh, n° 164-165,
julio-diciembre 1993, p. 665.
8. Domenella A. R., « Territorio de leonas : narradoras mexicanas en los noventa », art. cit., p. 38.
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Ahora bien, ¿ cuáles son las constantes o las recurrencias temáticas en la
producción de las escritoras mexicanas del siglo xx ? Los estudios que se han
dedicado a la producción de las escritoras mexicanas desde la crítica feminista
apuntan como constantes temáticas o estilísticas de la escritura femenina la
oralidad, la locura, la diferencia o la infancia. Por cierto, el taller de Narrativa
Femenina Mexicana ya mencionado dedicó un volumen a la temática infantil,
donde resalta la importancia de la filiación y del relato genealógico 9.
Otra de las coincidencias o constantes que emergieron al elaborar este
panorama es que un buen número de las escritoras mexicanas aquí mencionadas ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia 10, o sea, el reconocimiento
literario más importante en México, de hecho, la atribución de este premio
coincide con el despegue de la escritura femenina en México.
Las Autoras
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Elena Poniatowska
En una presentación de Elena Poniatowska en Marsella 11, ésta le confió
al público que las mejores lecciones de literatura las había tomado en la cárcel
de Lecumberri, cuando iba a interrogar a los presos políticos 12. Además de las
lecciones aprendidas en la cárcel, Elena tuvo otros dos mentores, Oscar Lewis,
el célebre antropólogo y autor de Los Hijos de Sánchez, del que fue asistente,
y el periodismo, en el que se inició en los años cincuenta, primero como
cronista de sociales en Excélsior 13 y luego, como miembro de la redacción de
9. Gutiérrez De Velasco L. y Domenella A. R., « Introducción », in Pasternac N.,
Domenella A. R., Gutiérrez De Velasco L. (coord.), Escribir la infancia : narradoras
mexicanas contemporáneas, México, El Colegio de México, 1996, p. 15-25.
10. El Premio Villaurrutia de escritores para escritores se fundó en 1955 y es otorgado por el
Instituto Nacional de Bellas Artes, el primero en recibirlo fue Juan Rulfo por Pedro Páramo,
se recompensa una obra editada en México o una trayectoria. El jurado lo componen
los escritores que anteriormente han sido premiados. Las escritoras que lo han recibido
son : Josefina Vicens en 1957, Rosario Castellanos en 1960, Elena Garro en 1963,
Elena Poniatowska en 1969, Esther Seligson en 1973, Julieta Campos en 1974, Tita Valencia
en 1976, Silvia Molina y Amparo Dávila en 1977, Isabel Fraire en 1978, Inés Arredondo en
1979, Margarita Villaseñor en 1981, Luisa Josefina Hernández en 1982, María Luisa Puga
en 1983, Carmen Alardín, Margo Glantz y Lisa Block de Behar en 1984, Angelina MuñizHuberman en 1985, Bárbara Jacobs en 1987, Carmen Boullosa en 1989, Coral Bracho en
2003, Elsa Cross y Pura López Colomé en 2007, Myriam Moscona en 2012. Cf. Página del
Instituto Nacional de Bellas Artes, Coordinación Nacional de Literatura, Premio Nacional
Villaurrutia de Escritores para Escritores [en línea], consultado el 30 de junio de 2014
[http ://www.literatura.bellasartes.gob.mx/index.php ?option=com_content&view=article&i
d=138&Itemid=98].
11. García M., « Poniatowska cautivó al público de Marsella al presentar su obra traducida al
francés », La Jornada, 16-10-2003, p. 3a.
12. Entre éstos, el líder sindical de los ferrocarrileros Demetrio Vallejo, quien, según la misma
Poniatowska, se quedaba dormido cuando ella le leía los fragmentos de una novela que estaba
preparando entonces, Vallejo terminará inspirando al protagonista de El tren pasa primero.
13. Schuessler M. K., Elenísima, México, Planeta, 2003, p. 95-124.
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México en la cultura, el célebre suplemento cultural del periódico Novedades,
como tal, Elena Poniatowska entrevistó sin pelos en la lengua a toda la inteligentsia y los políticos hispanoamericanos del momento.
La noche de Tlatelolco (1971) es, desde luego, la crónica que le dio
notoriedad y autoridad moral. Con la integridad y la coherencia que la caracterizan, Elena Poniatowska rechazó el premio Villaurrutia, que se le otorgó por
esta singular obra, preguntándose « ¿ quién iba a premiar a los muertos 14 ? »
En la avalancha de publicaciones sobre el Sesenta y ocho, la obra por
excelencia no es ni un análisis histórico ni una novela, sino esta crónica
híbrida, cuya fuerza reside en el relato polifónico de lo que fue una tragedia
colectiva. Desde entonces, uno de sus temas es el de la resistencia social y
política frente al Estado. En esta línea se inscriben las crónicas de Fuerte es
el silencio (1980), sobre las madres de los desaparecidos políticos, Nada, nadie,
las voces del temblor (1988), sobre la emergencia de la sociedad civil después
de los terremotos de 1985 en la ciudad de México e incluso Amanecer en el
zócalo. Los 50 días que confrontaron a México (2007) sobre la polémica ocupación del zócalo por parte de Manuel López Obrador y sus seguidores, luego
de las elecciones presidenciales de 2006.
Hasta no verte Jesús mío (1969) inaugura su narrativa de ficción con acento
testimonial, esta novela surgió de sus entrevistas con una lavandera analfabeta,
que había sido soldadera y luego desempeñó toda clase de empleos marginales.
Del corpus narrativo de Poniatowska se desprende un particular interés por
las protagonistas periféricas del México del siglo xx : la rusa Angelina Beloff en
Querido Diego, te abraza Quiela (1978), la italiana Tina Modotti en Tinísima
(1992) o la inglesa Leonora Carrington, en Leonora (2011 y Premio Narrativa
Breve). En estas novelas destaca la voz y el itinerario de destinos femeninos
que van a parar a México y son, en cierta forma, una proyección de la autora
– de origen franco-polaco – o autobiografías por interpósita persona. Una
excepción a este predominio de las protagonistas femeninas son sus novelas
La piel del cielo (2001 Premio Alfaguara) y El tren pasa primero (2005
Premio Rómulo Gallegos), dos novelas inspiradas en la vida del astrónomo
Guillermo Haro y del sindicalista Demetrio Vallejo, respectivamente.
Como todo mundo sabe, Elena Poniatowska nació en París y su lengua
materna fue el francés, al llegar a México, en cierta forma escogió escribir en
español, de tal suerte que su fascinación por el habla mexicana es otra de las
constantes en su narrativa. Ello queda claro con el discurso de Jesusa, la
protagonista de Hasta no verte Jesús mío, la elección de ese discurso, como
discurso literario autónomo, es otra forma de resistencia, en este caso estilís14. La cooptación de los intelectuales a través de los premios o los nombramientos oficiales
es un recurso característico del Estado mexicano. A pesar de no haberlo aceptado,
Elena Poniatowska aparece en la página del Instituto Nacional de Bellas Artes como detentora del premio Villaurrutia en el año de 1969, mientras que La noche de Tlatelolco se publicó
en 1971. Este desfase cronológico queda aclarado por la autora en Schuessler M. K.,
op. cit., p. 229.
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tica. Otro ejemplo de ello es el inusitado adjetivo « estrellero » que aparece
en el título de su más reciente publicación El universo o nada. Biografía del
estrellero Guillermo Haro (2013). Por cierto, la biografía es otra de las cons­­­
tantes en su producción lo que confirma el compendio Las siete cabritas (2000),
un retrato a veces lúcido, a veces patético e incluso cruel de siete protagonistas, en femenino, de la cultura mexicana.
De la obra de Poniatowska se desgajan claramente el tema de la resistencia
social y femenina, la memoria, las protagonistas periféricas del siglo xx, el
retrato biográfico o la biografía novelada. De hecho, las dos columnas que
vertebran su escritura, la crónica y la ficción, se sustentan en los mismos
principios : la reelaboración del discurso del otro y la recuperación de la
memoria colectiva, parafraseando a la autora misma, se trata de una literatura
hecha con las voces que suben de la calle 15. Lo cual supone también una
fuerte dimensión experimental, que Cristina Rivera Garza recalca con vigor
en estos términos :
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« Sigo creyendo que Elena Poniatowska tiene, al menos, dos libros en el canon
de la literatura mexicana del xx, y ambos son a mi parecer libros experimen­­­
tales : La noche de Tlatelolco, y Hasta no verte Jesús mío 16. »
La primera publicación de Elena Poniatowska fue un libro de relatos : Lilus
Kikus (1954), que transcribe con verdad la despiadada mirada de una niña, se
trata probablemente de uno de sus libros más autobiográficos, aún más que
su novela La Flor de Lis (1988), donde la autora narra la conmoción provocada
por la irrupción de un cura obrero en una familia de aristócratas venidos a
menos. A pesar del tiempo y los descalabros que éste trae consigo, la mirada
de Elena Poniatowska sigue siendo la de Lilus Kikus y, es muy probable que
su capacidad de sorpresa siga intacta ante ese país al que llegó cuando tenía
nueve años. Por cierto, desde Lilus Kikus − ilustrado con dibujos de Leonora
Carrington −, un rasgo distintivo de su producción será la atinada aleación de
texto e imagen, en particular fotografías, cuyo objetivo no es sólo ilustrar sino
resignificar el texto 17.
Elena Poniatowska es apenas la cuarta mujer en recibir el Cervantes 18 y la
primera escritora mexicana 19, además, una escritora heterodoxa que cultiva
el trasvase de géneros y que reivindica al periodismo como escuela y como
oficio – hay que aclarar que Elena Poniatowska se presenta siempre como
15. Título de la conferencia pronunciada por Elena Poniatowska en la Universidad Paul Valéry,
Montpellier 3 el 18 de marzo de 2011.
16. Arellano D. A. y Rivera Garza C., « Sí hay tal lugar. Una conversación con Cristina Rivera
Garza », octubre de 2012. Disponible [http ://cuadrivio.net/2012/12/si-hay-tal-lugar-una-conversacion-con-cristina-rivera-garza/], consultado el 23 de julio de 2014.
17. Tal es el caso de Todo empezó el domingo (1963), con dibujos de Alberto Beltrán, La noche
de Tlatelolco, Tinísima, Las soldaderas, por citar sólo algunos.
18. Tras María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992) y Ana María Matute (2010).
19. Los escritores mexicanos que lo recibieron antes son Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes
(1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco (2009).
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Breve genealogía de las escritoras mexicanas
periodista. Con este premio Cervantes otorgado a Elena Poniatowska, las
letras hispánicas se sacuden la melena y rinden un homenaje a la ficción
documental, que en la pluma de Elena Poniatowska alcanza una merecida
consagración.
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Ana García Bergua
Hija y nieta de exiliados de la Guerra Civil española, Ana García Bergua
estudió literatura francesa en la UNAM y escenografía teatral en el Centro
Universitario de Teatro (CUT), de la misma universidad, antes de dedicarse
a la escritura.
Su primera novela, El umbral (travels and adventures) (1993), cuenta la
historia de Julius, cuya vida se entreteje con la de su hermana Nati, a caballo
entre realidad y ficción. Entre maravillosa y fantástica, la novela nos introduce
de plano en lo que será, en adelante, el mundo narrativo de la escritora
mexicana, lleno de humor y de fantasía, con una fuerte carga metaficcional
o metatextual. Con esta novela, Ana García Bergua franquea el umbral, en
todos los sentidos de la palabra, recorriendo este camino – a la vez tentador e
inquietante – que lleva de la razón a la imaginación, de la realidad a la ficción,
y de la vigilia al sueño, como Alicia, la joven heroína de Lewis Carroll, en
Alice’s Adventures in Wonderland (Alicia en el país de las maravillas) y Through
the Looking-Glass, and What Alice Found There (A través del espejo, y lo que
Alicia encontró allí), de 1866 y 1872, respectivamente.
A raíz de esta primera experiencia escritural, Ana García Bergua publica
un primer volumen de cuentos, El imaginador (1996), cuyo título también es
significativo de la voluntad de la autora de rechazar los límites de la verosimilitud, llevándola hasta todos los grados de la imaginación, ensoñación e irrealidad. Sin embargo, otra vertiente importante de la obra de la escritora será sin
duda alguna su indagación de la Historia de México, destacando en particular
el tránsito entre el siglo xix y xx, que les sirve de trasfondo histórico a tres de
las siguientes novelas de la escritora.
Púrpura (1999), su segunda novela, publicada a finales del siglo xx, es un
brillante homenaje a la novela decimonónica, y especialmente a la novela
francesa de formación o de aprendizaje (cuyas raíces se encuentran en el
« Bildungsroman » alemán del siglo xviii), que hace del joven protagonista de
22 años, Artemio González, el émulo mexicano de Rastignac de Balzac, o de
Julien Sorel de Rojo y negro de Stendhal, o de Frédéric Moreau de La educación sentimental de Flaubert. Con la salvedad que, más allá de su pasión por
su mentora Alejandra Ledesma, Artemio también se enamora de... su elegante
primo Mauro Bolívar, llevando así el modelo de la novela de formación hacia
horizontes inesperados. Con esta trama, justo es señalar que Púrpura también
retrata una Ciudad de México a principios del siglo xx, en plena expansión
urbana y desarrollo industrial, que conoce además el auge del séptimo arte
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– del que Artemio será guionista en Hollywood – que compite en la novela
con la poderosa influencia de los modelos literarios decimonónicos.
En Rosas negras (2004), su tercera novela, Ana García Bergua le da un
nuevo giro a su producción literaria, al contar la vida de una joven y hermosa
viuda, Sibila, cortejada por un dúo de doctores antitéticos y un mesero : un
lúbrico ginecólogo, el doctor Murillo, un psiquiatra mojigato, el doctor
Bonifacio, y un discreto camarero, Ambrosio. La acción de la novela transcurre
en los años 1900, cuando se entreveran y se confrontan en el México de
aquellos años las influencias del positivismo, de la masonería, del marxismo y
del anarco-sindicalismo, sin olvidar el desarrollo de la ciencia – con la difusión
de la electricidad – y de la medicina, especialmente de la psiquiatría, pero
aplicada ésta casi exclusivamente a las mujeres, víctimas indefensas de las
elucubraciones normativas de los hombres, sean científicos o no.
En cuanto a la trama de Isla de bobos (2007) 20, surge de una previa investigación de la autora en el marco de su trabajo como asistente de investigador
en la editorial Clío, y se centra en un acontecimiento trágico acaecido en la
isla de Clipperton, atolón perdido en el Océano Pacifico, en el que un pequeño
regimiento del Ejército mexicano (soldados, esposas e hijos), que defendía la
isla desde 1906, fue abandonado a su suerte por el gobierno revolucionario,
que, en México, tenía problemas más relevantes que resolver. A modo de
núcleo generador, huellas de dicha historia ya aparecían en Púrpura, pero
como trama secundaria, y mediante una recreación casi fantástica del evento
histórico por parte del aprendiz de novelista Artemio, que transformaba la
anécdota real en guión digno de Veinte mil leguas de viaje submarino
(1869-1870) o de La isla misteriosa (1875) de Julio Verne. En Isla de bobos,
Ana García Bergua recrea nuevamente la anécdota histórica, transformando la
isla de Clipperton en la misteriosa isla de K., y enriqueciéndola con una nutrida
intertextualidad, desde el modélico Robinson Crusoe (1719) de Daniel Defoe
y todas las robinsonadas – según el término acuñado por Johann Gottfried
Schnabel en 1731 – que lo siguieron 21, hasta En la colonia penitenciaria,
novela corta de Franz Kafka, escrita en 1914 y publicada por primera vez en
1919, esto es en fechas cercanas a los acontecimientos aludidos en la novela
de la mexicana. En efecto, en este relato breve del escritor praguense, un
explorador visita a una colonia penitenciaria... situada en una anónima isla,
también alejada de todo continente. En este sentido, la ficcional isla de K.
(con la misma oclusiva [k] de Clipperton) de Ana García Bergua también es
20. García Bergua A., Isla de bobos, México, Seix Barral, 2007 ; 2ª ed. México, ERA, 2014.
La novela fue traducida al francés : L’île aux fous, Paris, Mercure de France (Bibliothèque
étrangère), 2009 (trad. Serge Mestre).
21. Sobre las robinsonadas, véase Genette G., Palimpsestes [1982], Paris, Le Seuil (Points Seuil
n° 257), 1992, p. 323, 424-431 y 514-524 ; y Weber M.-H., Robinson et robinsonnades (étude
comparée de Robinson Crusoë de Defoe, Le Robinson suisse de J. R. Wyss, L’île mystérieuse
de J. Verne, Sa Majesté des mouches de W. Golding, Vendredi, ou, les limbes du Pacifique de
M. Tournier), Toulouse, Éditions Universitaires du Sud, 1993.
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deudora del relato de Kafka, y comparte con él una honda reflexión sobre el
aislamiento, la violencia y la arbitrariedad del poder – entre otras destacadas
dimensiones que se pueden resaltar.
En 2010, la autora publica un original volumen de cuentos, Edificio, que
juega con los límites genéricos, entre recopilación de cuentos y novela, al
relacionar entre sí – en forma directa o tangencialmente – todos los personajes
del volumen, que no son otros que los inquilinos de un mismo edificio, un
poco a la manera de Georges Perec en La vie mode d’emploi (1978), con su
mítico edificio de la (imaginaria) calle Simon-Crubellier, en el « 17e arrondissement » de París. Entre ejercicio de estilo y proeza narrativa, el volumen de
la mexicana ofrece una propuesta innovadora para desbordar los límites
genéricos tradicionales 22.
Por fin, después de Isla de bobos, la – hasta la fecha – última novela de
Ana García Bergua, La bomba de San José, publicada en 2012, nos traslada a
una Historia más reciente, la de los sesenta del pasado siglo, en la Ciudad de
México. Con especial protagonismo de las mujeres (como en Rosas negras e
Isla de bobos), la novela es, en palabras de la propia autora, « un divertido
retrato de una época, en la que se dio un cambio de valores en la clase media
mexicana ilustrada 23 », y subraya la revolución que vivieron las mujeres
mexicanas – cuando menos las más privilegiadas – con la llegada de la píldora
anticonceptiva, del divorcio, y de un acceso cada más mayor a la cultura y a
la política. Merecedora del Premio Sor Juana 2013 de la Feria Internacional
del Libro (FIL) de Guadalajara 24, la novela permite trazar otra prestigiosa y
rica genealogía entre Ana García Bergua, y las anteriores merecedoras del
Premio Sor Juana, como son Angelina Muñiz-Huberman (1993), Elena Garro
(1996), Margo Glantz (2003) o Cristina Rivera Garza (2001 y 2009).
Cristina Rivera Garza
Poeta, cuentista, novelista y teórica, Cristina Rivera Garza se desenvuelve
por los amplios campos de la investigación académica, de la reflexión teórica
y de la creación literaria. Se graduó en la UNAM en Sociología y es doctora
en Historia Latinoamericana por la Universidad de Houston, gracias a una
tesis titulada The Masters of the Streets. Bodies, Power and Modernity in Mexico,
22. Como trató de hacerlo también Álvaro Enrigue en su Hipotermia, en 2005, pero con otros
recursos.
23. Paul C., « La bomba de San José, retrato de mujeres desobedientes con vida propia »,
La Jornada, 29 de agosto de 2012. Disponible [http ://www.jornada.unam.mx/2012/08/29/
cultura/a07n1cul].
24. El jurado lo constituían Anamari Gomís, Antonio Ortuño y Edmundo Paz Soldán. Este
premio fue creado en 1992 durante el Tercer Simposio Escritura de mujeres de América Latina
organizado por la escritora y editora nicaragüense Milagros Palma, directora de la editorial
Indigo & Côté-femmes de París (fundada en 1986). Cada año, el premio Sor Juana galardona
el trabajo literario de mujeres de lengua española de América Latina y el Caribe, otorgándole
su reconocimiento a una novela publicada en español el año anterior.
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« Tres escritoras mexicanas », Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
ISBN 978-2-7535-3462-9 Presses universitaires de Rennes, 2014, www.pur-editions.fr
Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
1867-1930 (1995), que tendrá importantes repercusiones en su trayectoria
como novelista, justo después de la publicación de su primera novela
Desconocer, finalista del Premio Juan Rulfo para primera novela (1994).
Precisamente basada en la documentación y la reflexión reunidas en su tesis
doctoral sobre el manicomio de La Castañeda (inaugurado por Porfirio Díaz en
1910 en la Ciudad de México), la novela de Cristina Rivera Garza, Nadie me
verá llorar (1999) tuvo una amplia repercusión en el mundo editorial mexicano
e internacional. Merecedora de cuatro premios importantes, el Premio Bellas
Artes de Novela José Rubén Romero (1997, por una versión titulada Yo, Modesta
Burgos I.), el IMPAC-CONARTE-ITESM (1999), el Premio Sor Juana Inés
de la Cruz (2001), y el Premio Roger Caillois, a raíz de su traducción al francés
(2013) 25, la novela fue elogiada por Carlos Fuentes, marcó un hito en la
producción de Cristina Rivera Garza y dio inmediatamente a luz a una cantidad
impresionante de trabajos académicos, amén de otros libros, suyos o ajenos,
siempre en torno al manicomio de La Castañeda, entre los cuales La Castañeda.
Narrativas dolientes desde el Manicomio General, 1910-1930 (2010), y, más
recientemente, en 2014, una nueva edición de la novela, con un prólogo
inédito, con motivo del XV aniversario de su publicación.
En esta novela ambiciosa, la escritora trenza los destinos de Joaquín
Buitrago, un fotógrafo, y los de tres mujeres principales, Albertina, una apasionada obrera italiana, Diamantina, una pianista revolucionaria, y Matilda, la
prostituta que acaba como loca en el manicomio, donde coincide con las dos
anteriores. Tres destinos eminentemente rebeldes, que no encajan con la
visión de la mujer, abnegada y sumisa, que promueve el Porfiriato, que pretende
sanar la sociedad de sus taras en aras del progreso y del desarrollo de la nación
entera. La novela demuestra, si cabe, las grandes limitaciones del proyecto
modernizador e higienizante del Porfiriato y los inicios más que balbuceantes
de la psiquiatría, que se practicó primero a expensas de mujeres que sólo
querían su autonomía y libertad.
También autora de las novelas La cresta de Ilión (2002), homenaje a la
escritora mexicana Amparo Dávila, Lo anterior (2004), La muerte me da (2007),
homenaje a la argentina Alejandra Pizarnik, Verde Shangai (2011) y El mal de
la taiga (2012), la escritora aúna y armoniza, según los contextos, ficción
documental, novela histórica, narrativa metaficcional, prosa poética, literatura
conceptual y escritura experimental, explorando sin tregua las fronteras de la
legibilidad y de la textualidad. Prueba de ello es también su gusto inextinguible
por el ensayo, la reflexión y la teoría, que se lee por ejemplo en las siguientes
producciones : como coordinadora, en Romper el hielo : novísimas escrituras
al pie de un volcán (2006) y La novela según los novelistas (2007), que reúne a
varios autores de su generación (entre los cuales, por lo que a escritoras se
refiere, Ana García Bergua, Rosa Beltrán, Ana Clavel, Susana Pagano y
25. Rivera Garza C., Personne ne me verra pleurer, Paris, Phébus, 2013 (trad. de José Maria
Ruiz-Funes Torres y Karine Louesdon).
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« Tres escritoras mexicanas », Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
ISBN 978-2-7535-3462-9 Presses universitaires de Rennes, 2014, www.pur-editions.fr
Breve genealogía de las escritoras mexicanas
Patricia Laurent Kullick) ; y como autora única, en Dolerse : Textos desde un país
herido (2011) ; Rigo es amor. Una rocola de dieciséis voces (2013) y Los muertos
indóciles. Necroescrituras y desapropiaciones (2013).
Muy significativamente, en un brillante ensayo titulado « Escribir un libro
que no es mío », y al evocar los complejos procesos de apropiaciones y desapropiaciones, y de logros y fracasos relacionados con la escritura, la ensayista no
duda en escribir : « Un libro es, incluso, la imposibilidad del libro. Un libro,
en todo caso, no es una culminación sino el proceso que impide culminarlo 26 »,
en un ensayo en el que cita a Virginia Woolf y Marguerite Duras, con esas
palabras que hubiera podido escribir Salvador Elizondo, uno de los escritores
mexicanos más experimentales y radicales de los años sesenta. Por fin,
Rivera Garza es también autora de varios volúmenes poéticos, entre los cuales
destacan La más mía (1998) y Los textos del Yo (2005), que propician el
nacimiento de una poesía corpórea, material y eminentemente matricial.
A nivel internacional, Cristina Rivera Garza también fue galardonada por
el Premio Internacional Anna Seghers (Berlín, 2005), del que ya había sido
merecedora otra gran escritora mexicana, Carmen Boullosa, ocho años antes,
en 1997. Y es actualmente profesora de escritura creativa en el Departamento
de Literatura de la Universidad de California en San Diego.
En « Geste », su luminosa introducción al monumental y precursor
Dictionnaire universel des Créatrices (2013), la filósofa, escritora, sicoanalista
y editora Antoinette Fouque, fundadora de las Éditions des femmes en 1973,
escribe :
« Il était urgent qu’après avoir pris la parole, les femmes prennent le stylo. Si
l’on considère que les peuples sans écriture n’ont pas d’histoire, il fallait passer à
l’écriture pour entrer dans l’histoire. Donner lieu au non lieu, lever le refoulement
sur la création des femmes. Lutter contre l’effacement permanent, accomplir une
révolution du symbolique... Création et procréation sont toutes deux des transgressions de l’interdit qui pèse sur le matriciel et sa connaissance, mais la poésie
et la grossesse comme expériences y ramènent sans cesse... Elles sont issues d’une
pulsion commune. Le génie artistique et la création génésique brûlent de chanter
la vie d’avant la vie, la mémoire et l’avenir... la création des femmes est ce qu’il y a
de plus universel, car elles sont en constante production de vivant, au sens culturel
comme au sens de l’évolution de l’humanité 27. »
Con sus líneas comunes y sus especificidades, con sus orientaciones colectivas y sus infinitas variaciones propias, es lo que ejemplifican, a nuestro
parecer, las polifacéticas obras de Elena Poniatowska, Ana García Bergua y
26. Rivera Garza C., « Escribir un libro que no es mío », en La novela según los novelistas,
México, Fondo de Cultura Económica – Conaculta (Biblioteca Mexicana), 2007, 9-16,
p. 13.
27. Fouque Antoinette, « Geste », en Didier Béatrice, Fouque Antoinette, Calle-Gruber
Mireille, Le Dictionnaire universel des Créatrices, Paris, Éditions des femmes – Antoinette
Fouque, 2013, XIX-XXVIII, p. XX y XXIV.
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Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
« Tres escritoras mexicanas », Karim Benmiloud et Alba Lara-Alengrin
ISBN 978-2-7535-3462-9 Presses universitaires de Rennes, 2014, www.pur-editions.fr
Cristina Rivera Garza, como podrán comprobarlo las lectoras y los lectores del
presente volumen, a lo largo de los tres textos que las generosas autoras nos
han hecho el inmenso honor de obsequiarnos para este libro, y de los
diecinueve ensayos firmados por académicos y especialistas procedentes de
doce universidades francesas distintas (Albi, Aix-Marseille, Montpellier III,
Nice, Paris IV, Paris VIII, Perpignan, Poitiers, Rouen, Toulon, Toulouse,
La Réunion).
A todas y a todos, les agradecemos infinitamente por su valiosa participación en este intento de difundir y profundizar el conocimiento de la literatura
mexicana escrita por mujeres, que significa, en realidad, la literatura mexicana
universal.
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