Artículos de divulgación Adictos al sexo. Dr. Mora Montes Neuropsiquiatra. Introducción. Al enfrentarnos con esta nueva adicción, que en realidad no es nueva, como enseguida veremos, la cuestión de fondo es el “cuantum” de la actividad sexual. ¿Cómo determinar qué actividad sexual es normal y cual, por excesiva, es anormal y cuando se puede considerar adictiva una conducta sexual? En el mundo actual, caracterizado por un atroz pansexualismo, son muchos los que se levantan alabando los beneficios que reporta la práctica del sexo, bajo eslóganes tales como “mejor sexo, mejor salud”, o “cuanto más feliz se es en la cama más feliz se es en la vida”. Se presenta el sexo como panacea para un corazón sano y para mejorar cualquier estructura de nuestro organismo: Huesos y músculos, sistema nervioso, memoria, estado emocional, sistema inmunológico, etc. Con el sexo también se combate la celulitis y un sinfín de cosas más. Practicar el sexo, igualmente se nos dice, es sinónimo de felicidad; quien lo prodiga es feliz y el continente, un pobre desgraciado. Siendo esto así es natural que se aconseje su práctica a toda clase de personas, ya sean niños, discapacitados, enfermos o ancianos. Sin embargo no siempre el hombre de nuestra civilización occidental ha mantenido estos criterios. Así por ejemplo, en el siglo XIX, caracterizado por el puritanismo, algunas prácticas sexuales eran consideradas origen de distintas alteraciones neurológicas y mentales y la continencia era muy recomendada, no solo por la Iglesia, sino también fuera de los ámbitos de lo moral y religioso. León Tolstoy, por citar a alguien de esa época, afirmaba: “La continencia es posible y mas saludable que la incotinencia.” Quizás los griegos, desde Homero a Solón, pasando por los Siete Sabios, eran los más sensatos cuando tenían por norma “nada en exceso”, para ser aplicada a cualquier tipo de actividad humana. Krafft Ebing y otros estudiosos de la adicción sexual. Los expertos señalan que la adicción al sexo (un trastorno que posiblemente acompaña al hombre desde siempre,) es reconocida como tal en el siglo XIX por el psiquiatra alemán Krafft-Ebing, con la denominación de ninfomanía (referido a la mujer) y satiriasis (referido al hombre). Describió la ninfomanía como un trastorno que padecían aquellas mujeres que sentían un impulso exagerado a la cópula carnal, con su marido o con cualquier otro hombre. La satiriasis era un equivalente de este trastorno en el hombre. Posteriormente Ellis, en 1936, escribió una monografía sobre la ninfomanía y en 1966 Diethelm resumió toda la literatura médica sobre el tema. Fenichel hace unos 50 años usó por primera vez el término “adicción sexual” para referirse a una sintomatología sexual que comparaba con la adicción a las drogas, por aquel entonces cada día más frecuente. Pumpian-Mindlin, en 1967, describió a estos pacientes como intensamente narcisistas, con desprecio hacia los demás y falta de capacidad para obtener satisfacciones heterosexuales. A partir de 1970 la adicción al sexo es mejor conocida al aumentar su incidencia y gracias a la descripción que hace de ella Patrick Carnes en sus obras “Understanding Sexual Addiction” y “Don’t Call it Love: Recovery from Sexual Addiction”, que contribuyen notablemente a que sea mejor conocida y diagnosticada con facilidad. En el mundo actual es muy frecuente y está considerada como un serio problema social, de consecuencias semejantes a las adicciones conocidas, (alcohol y drogas) y a los trastornos del control de los impulsos (explosividad intermitente, cleptomanía, piromanía, juego patológico, etc.). 1 El CIE 10 (publicado en 1992) (Clasificación internacional de las enfermedades mentales según la OMS) en el apartado “Trastornos del comportamiento asociados a disfunciones fisiológicas y a factores somáticos”, incluye, en F 52.7, “El impulso sexual excesivo”. En la versión DSM-IV, (publicado en 1995) no se mencionan en el apartado de los Trastornos Sexuales y de la Identidad Sexual las alteraciones por adicción al sexo, y solo cabe recurrir al apartado “trastorno del control de los impulsos no especificado” (F 63.9) para incluir en él la adicción al sexo. Esta adicción en definitiva, no ha sido tipificada en los catálogos de enfermedad mental, al no ser tenida por adicción vera, pese a ser un típico trastorno compulsivo, ni en el CIE 10, ni en el DSM IV. En los tratados de Psiquiatría de las últimas décadas la adicción al sexo no es mencionada explícitamente, aunque sí suele haber un apartado referido a trastorno por“hipersexualidad”. Concepto. Consiste la adicción al sexo como su nombre indica, en una adicción, esto es, en una dependencia o esclavitud al sexo que obliga a una actividad génito-orgásmica desaforada, que provoca en quien la sufre un grave malestar y le lleva a la desesperación por la imposibilidad de librarse de él. Es una conducta claramente compulsiva; una tendencia involuntaria, irrefrenable, reiterativa e irreflexiva, dirigida a una conducta sexual estereotipada de la que queda una abrumante sensación de insatisfacción. Para José Ramón Ayllón esta terrible adicción puede adoptar múltiples formas: Desde la masturbación compulsiva a los abusos sexuales, pasando por relaciones con múltiples parejas heterosexuales u homosexuales, encuentros con personas desconocidas, recurso continuo a la pornografía, prostitución o líneas eróticas, exhibicionismo, pedofilia, turismo sexual, etc. Si ninguna de estas formas es nueva, la revolución informática ha hecho posible la aparición de una peligrosa dependencia a Internet: La ciber-adicción-sexual, que por su anonimato y accesibilidad propicia los cada día más frecuentes ciberadictos al sexo, que utilizan las webs porno y los chats eróticos. El comportamiento compulsivo sexual se gesta, en la mayoría de los casos, en la mente, donde las fantasías sexuales y los pensamientos eróticos se convierten en engañosas válvulas de escape de los problemas laborales, las relaciones rotas, la baja autoestima o cualquier tipo de frustración. En una primera fase el individuo se abandona al goce de sus impulsos sexuales, que le absorben por entero, debido su fuerza intensa y eclipsan cualquier otro tipo de intereses, ya sean culturales, religiosos o laborales y como es lógico provocan un decaimiento notable en las obligaciones contraídas. En esta primera etapa puede uno llegar a vanagloriarse, despreciar a los demás y hasta pensar que vive a tope. Muy pronto sin embargo su actividad sexual le será insatisfactoria y se prometerá abandonarla. Pero ya será tarde pues el hábito contraído le obligará a proseguir en esas prácticas y el pesar posterior a cada una de ellas será cada vez mayor. Los sentimientos que tiene quien sufre de esta adicción son entonces muy negativos: Descontento, sentimiento de estar haciendo cosas indebidas, desprecio de sí mismo, autoestima por los suelos, sensación de ser utilizada (en el caso de la mujer) como un klenex, o de estar encerrado en un laberinto. Sus nefastas Consecuencias. La obsesión por la satisfacción de los propios deseos ciega a quien la sufre e impide ver el efecto perjudicial que ese comportamiento tiene sobre los demás y sobre sí mismo. “Algunos acuden a la consulta –explica Roselló Barberá– cuando las facturas del teléfono de líneas eróticas o los contactos con prostitutas les han arruinado económicamente o su cónyuge les ha descubierto. Otros deciden pedir ayuda porque quieren poner fin a una adicción que está haciendo naufragar su matrimonio, les ha 2 causado problemas legales o les está empujando al suicidio. O porque su dependencia les lleva a hacer cosas que nunca hubieran imaginado, y eso les causa un sufrimiento insoportable. Siempre alguien paga por ello.”Los precios de este trastorno adictivo han sido cuantificados en USA por el National Council of Sexual Addiction: Un 40 % pierde a su pareja. Otro 40 % sufre embarazos no deseados. Un 72 % tiene ideas obsesivas sobre el suicidio. Un 17 % ha intentado quitarse la vida. Un 36 % aborta. Un 27 % tiene problemas laborales y un 68 % tiene riesgo de contraer el SIDA u otras enfermedades de transmisión sexual. Incidencia. La frecuencia epidemiológica de esta adicción no es en absoluto despreciable: Del 3% al 6% de la población de varones de Estados Unidos, entre 20 y 40 años. También se da en mujeres, pero en menor medida. La proporción es de 2:1, hombres respecto a mujeres. Porcentaje relevante ya de por sí, pero de importancia aún mayor si se considera que por tratarse de comportamientos vergonzosos, el número de los afectados debe estimarse en bastantes más. Para Patricia Matey es evidente que “la adicción al sexo es una de las dependencias menos confesadas y visibles de todas las que existen.” Se da tanto en casados como en solteros y quizás más fácil de descubrir en los primeros que en los segundos. Los adictos al sexo son hábiles en el disimulo, pero con frecuencia, su dependencia se acaba sabiendo. De modo semejante a lo que les ocurre a los alcohólicos, los adictos sexuales desarrollan un pensamiento distorsionado y racionalizan en su defensa. En su justificación, culpan a otros de su comportamiento. Niegan sistemáticamente sus conflictos emocionales y producen largas y complejas versiones para explicar su conducta iterativa, por lo que sus promesas son estereotipadas. Causas. Hay cuadros de ninfomanía o satiriasis que son psedo-adicciones al sexo, en tanto surgen como síntomas de otras enfermedades. Así por ejemplo puede ocurrir en enfermedades mentales, tales como los estados de exaltación eufórica de las manías, en algunas esquizofrenias, en cuadros de desintegración de la personalidad por deterioro orgánico, como sucede en las demencias, o bien por falta de control de los impulsos como en algunas oligofrenias. También hay que considerar la posibilidad de tumores cerebrales a nivel del septum. Las adicciones al sexo pueden acompañar a ciertas drogodependencias, tal puede ocurrir en los casos avanzados de cocainomanía Conocer las causas de este trastorno supone algo más que estudiar rasgos de personalidad (psicopatías con incapacidad para el control de los impulsos, narcisismo hedonista, etc.) o circunstancias vivenciales, (frustraciones, sentimientos de soledad, etc.) Un determinado tipo actual de educación sexual que se imparte a la población infanto-juvenil contribuye poderosamente a la aparición del trastorno, pues cuando la actividad sexual se desvincula del matrimonio y de la procreación y se presenta a la gente como algo bueno, en tanto da placer y contribuye a la felicidad del hombre, se introduce a éste en una concepción exclusivamente lúdica de la sexualidad, que está en la base de éste y de otros muy variados problemas con los que cada cual habrá de enfrentarse: Contagios venéreos, SIDA incluido, embarazos no deseados, abortos provocados, promiscuidad sexual, infidelidades conyugales, disfunciones sexuales, etc. etc. Los factores culturales juegan por lo tanto un importantísimo papel en la aparición del trastorno. Además de la educación sexual referida, se dan en nuestro 3 medio social incitadores a una hiperactividad sexual de variada naturaleza. Valgan como ejemplo los siguientes: - La influencia de ciertos medios de comunicación, cine y literatura incluidos, empeñados en arrastrar a la sociedad hacia una deshumanizada actividad sexual. - Tiene gran importancia la pornografia y la prostitución a través de las líneas telefónicas y el Internet. - Juega también su papel la industria del sexo y sus continuas innovaciones, tales como el condón con anillo, los condones con sabores, los aceites para masajes corporales de diversos sabores para ser paladeados, etc. Tratamiento. Antes que tratar es preciso prevenir y en este terreno es donde la familia, a través de una correcta educación afectivo-sexual tiene un importantísimo papel que desarrollar. Demostrado está que familias disfuncionales pueden conducir a sus miembros a una desproporcionada erotización de la vida cotidiana. Y de igual forma se ha comprobado un mayor número de adictos al sexo en familias rotas, donde los hijos no han recibido el debido apoyo emocional y cuidados requeridos. Por último se ha de saber que la adicción tiene cura, aunque no sea nada fácil y el primer paso que hay que dar es el reconocimiento del trastorno. Por eso es muy importante la divulgación de su existencia, para que bien los padres, cónyuge, amigos, sacerdotes, médicos, o cualquier otra persona, ayuden al afectado a poner los medios adecuados para salir de él. Requisitos indispensables para salir de la adicción, son: Una abstinencia completa. Cambios en el estilo de vida, orientados a facilitar la abstinencia. Una sincera motivación para el cambio. Y una llamada a la espiritualidad de la persona, tan dañada por esta adicción. Una vez vencida la adicción, abandonados unos hábitos que limitan la vida exclusivamente a satisfacer los apetitos egocéntricos y hedonistas, la existencia humana se enriquece con interesantes proyectos, que abren nuevos horizontes y un futuro esperanzado. BIBLIOGRAFÍA. Alonso-Fernández, F.: (1977) TRASTORNOS Y ABERRACIONES SEXUALES, En su: "Fundamentos de la Psiquiatría actual". Paz Montalvo 3ª, Madrid. Alvarez-Gayou, J.L. (1977): CONCEPTO DE NORMAL EN SEXOLOGIA, En su: "Elementos de Sexología". Nueva Interamericana, México. American Psychiatric Association. (1983): DSM III. MANUAL DIAGNOSTICO Y ESTADISTICO DE LOS TRASTORNOS MENTALES, Masson, Barcelona. Alzate, H.: LAS PARAFILIAS, Revista Sexualidad Humana y Educación Sexual 2(2):3-25, Bogotá, 1979. American Psychiatric Association (1995): DSM IV. MANUAL DIAGNOSTICO Y ESTADISTICO. Bleger, J., Cvik, N., Grunfeld, B.: PERVERSIONES, Revista de Psicoanálisis 30:2, Buenos Aires, 1973. 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