Convento de San Nicolás Tolentino Actopan k Convento de San Miguel Arcángel Ixmiquilpan 1 Luis Corrales Vivar-Cravioto Luis Corrales Vivar-Cravioto Estudió Arquitectura en la unam titulándose en 1972. Es Miembro Fundador del Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas a.c. (1972). Es Miembro del Colegio de Arquitectos del Estado. Es Miembro de Número de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística adonde ingresó en 1989. Fue Presidente de la Sección Correspondiente en el Estado de Hidalgo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística del 2000 a 2008. Es Miembro de Número de la Academia Hidalguense de la Historia. Ha escrito mas de 200 artículos periodísticos en diarios y semanarios de Pachuca. Ha escrito y publicado lo siguientes libros: Presencia de Alfonso Cravioto, El Reloj de Pachuca, Hidalgo, Voz del Paisaje, Joyas Arquitectónicas de Hidalgo, Lo que se ve, sí se Juzga y Diálogos Hidalguenses. Desde años recientes y en la actualidad es columnista del diario “El Sol de Hidalgo” en donde publica semanalmente. Recibió en el 2002 el Premio Paul Harris que lo nombró “Arquitecto del Año”, premio otorgado por los clubes Rotarios de la ciudad a propuesta del Colegio de Arquitectos del Estado. En 2003 recibió el Premio anual de Periodismo otorgado por la Fundación Latinoamericana en el género Artículo de Fondo. Ha realizado, publicado y editado en forma digital los siguientes trabajos de investigación: “El Reloj de Pachuca”, “Historia Gráfica de Pachuca”, “El Convento del Siglo xvi en Actopan Hgo”. “El Convento de Itzmiquilpan Hgo”, “Paisaje y Letras de Hidalgo”, “El Convento Franciscano de Zempoala Hgo.” y “Los Arcos del Padre Tembleque”, “Mineros Ingleses en Pachuca y Real del Monte” e “Historia de la Plaza Constitución de Pachuca”. Portada: Pila bautismal en el convento de San Nicolás Tolentino, Actopan. Contraportada: Murales en el convento de San Miguel Arcángel, Ixmiquilpan. 2 Conventos Agustinos en Hidalgo 3 4 Conventos Agustinos en Hidalgo 5 GOBIERNO DEL ESTADO DE HIDALGO COLECCIÓN HIDALGUENSE núm. 7 Libros para ser leídos. Conventos Agustinos en Hidalgo Convento de San Nicolás Tolentino Actopan Convento de San Miguel Arcángel Ixmiquilpan Investigación y textos: Luis Corrales Vivar-Cravioto Fotografía: Javier A. Rodríguez Padilla Lectura de pruebas y enlace institucional: Magaly Cruz de Nicolás Proyecto, edición y diseño: Pablo Mayans Primera Edición 2012. Una producción de Mina Editorial para la Dirección General de Publicaciones e Impresos del Gobierno del Estado de Hidalgo. Francisco P. Mariel #100 esquina con Vicente Segura. Col. Revolución Pachuca, Hidalgo ©2012 Dirección General de Publicaciones e Impresos del Gobierno del Estado de Hidalgo. d.r. © De las imágenes del patrimonio de la nación mexicana, bajo custodia del inah: Instituto Nacional de Antropología e Historia. Córdoba #45, Col. Roma, Del. Cuauhtémoc, Cp. 06700, México, D.F. De los textos: De las fotografías: ©Luis Corrales Vivar-Cravioto ©Javier A. Rodríguez Padilla Todos los textos son responsabilidad exclusiva de sus autores. Queda prohibida la reproducción parcial o total directa o indirecta del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores, en terminos de la Ley Federal del Derecho de Autor y en su caso de los tratados internacionales aplicables, la persona que infrinja esta disposición, se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes. La reproducción, uso aprovechamiento por cualquier medio de las imágenes pertenecientes al patrimonio cultural de la nación mexicana contenidas en esta obra está limitada conforme a la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos y la Ley del Derecho de Autor. Su reproducción debe ser aprobada por el inah y el titular del Derecho Patrimonial. Impreso en México 6 índice Convento de San Nicolás Tolentino Convento de San Miguel Arcángel Actopan Ixmiquilpan Presentación 9 Prólogo Historia El conjunto La volumetría exterior La fachada El programa arquitectónico El portal de peregrinos La capilla abierta El templo La sacristía El gran claustro Las celdas de los frailes El refectorio La sala “de profundis” Los frescos y el cubo de la escalera Servicios Conclusión Bibliografía 21 7 25 37 41 43 49 53 57 Prólogo Historia El convento La portada El templo El claustro Murales en el templo Bibliografía 107 Agradecimientos Directorio 208 113 131 147 153 159 169 207 61 69 71 79 81 85 89 99 101 103 209 Portal de peregrinos. Convento de San Nicolás Tolentino. Dibujo de Justino Fernández, tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. 8 PRESENTACIÓN El Valle del Mezquital es una extensa región del Estado de Hidalgo caracterizada por su paisaje repleto de mezquites, de donde deriva su nombre. Conserva entre sus llanuras vestigios de los primeros pobladores de América, así como majestuosos testimonios de la arquitectura conventual de la temprana época colonial. Dos de ellos destacan en esta zona: el Convento de San Nicolás Tolentino, en Actopan, y el Convento de San Miguel Arcángel, ubicado a no más de 40 kilómetros del primero, en el corazón de la ciudad de Ixmiquilpan. Ambos monasterios son de la autoría de Fray Andrés de Mata, fraile agustino que, como se aprecia en sus obras, era un extraordinario arquitecto y artista con clara influencia renacentista. En el Convento de Actopan, con su imponente aspecto de fortaleza, resaltan la monumental Capilla Abierta y sus murales, así como los interiores bellamente decorados del templo y el claustro. El conjunto conventual de San Nicolás Tolentino en Actopan es uno de los ejemplos de arquitectura religiosa más notable de los agustinos, y una de las obras más destacadas en el centro de nuestro país. Por su parte, el convento de San Miguel Arcángel, en Ixmiquilpan, sobresale no sólo por su majestuosa arquitectura; además, su templo posee una de las manifestaciones murales de tipo pagano y de influencia indígena prehispánica más importantes en México, que lo hacen único en nuestro país y en el mundo. En este libro, queremos presentar a los hidalguenses y al mundo estos dos espléndidos monumentos, que son gloria y orgullo de los habitantes de estas dos ciudades. Pobladores que destacan por su trabajo y su participación en los asuntos públicos y culturales del Valle del Mezquital, región progresista de nuestro Estado de Hidalgo, que es tierra de trabajo. Lic. José Francisco Olvera Ruiz Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo 9 Plano del arzobispado de México Anónimo Siglo xviii Óleo sobre tela 120.5 x 171 cm. no. Inv. 10-54050 Colección del Museo Nacional del Virreinato–inah Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. 10 11 La escena de la crucifixión que contempla conmovido San Nicolás Tolentino con su hábito lleno de estrellas. 12 Convento de San Nicolás Tolentino Actopan Investigación y texto: Luis Corrales Vivar-Cravioto Fotografía: Javier A. Rodríguez Padilla Proyecto, edición y diseño: Pablo Mayans 13 arriba: Fuertes contrastes de luz sobre los elementos arquitectónicos del portal de peregrinos. página siguiente: Torre del campanario vista a través del patio del claustro, sus arcos en primer plano. 14 15 16 17 páginas anteriores: La solidez de los contrafuertes del templo y el atrio vistos desde la capilla abierta. arriba: Los remates almenados que coronan los muros del templo del convento contrastan con los paramentos. página siguiente: El campanario con su majestuosa torre coronada con arcos y almenas. 18 19 20 PRÓLOGO página anterior: Aspecto de la fachada lateral coronada con almenas de estilo mudéjar. 21 Actopan es su gente, su historia, su cultura, su tierra, es un pequeño trozo de este maravilloso estado que lleva el nombre de aquel personaje que dio su vida porque tuviéramos patria y libertad, Hidalgo. Los actopenses con gran beneplácito podremos disfrutar y saborear, de esta obra Convento agustino de San Nicolás de Tolentino en Actopan Hidalgo. Joya arquitectónica del siglo xvi, orgullo y patrimonio de los actopenses. La presente obra que pone en tus manos el Arq. Luis A. Corrales Vivar-Cravioto, profesionista de la arquitectura que, mezclada con su pasión por la historia, lo convierte en un experto conocedor del ex monasterio agustino. Varios años de investigación dan como resultado un libro en cuyas páginas podrás recorrer la vida de Actopan en los siglos xvi, xvii y xviii pero también hallarás en la finura de su pluma y sus conocimientos, la descripción de cada uno de los elementos arquitectónicos que conforman esta majestuosa obra, lo que contribuirá a fortalecer nuestra identidad cultural e histórica. Actopan cuenta con uno de los conventos agustinos más grandes en cuanto a tamaño, con una enorme cantidad de pintura mural, lo cual lo hace único. Cuando leas este libro te darás cuenta de la impresionante arquitectura y arte colonial que nos legaron nuestros antepasados dirigidos por Fray Andrés de Mata. Una gran herencia de la época colonial; gracias a ello es que podemos admirar y disfrutar de la capilla abierta más grande de América, decorada con pintura mural inspirada en “La Divina Comedia” la cual ayudo a consolidar la conquista espiritual, cada uno de estos detalles y elementos son analizados y explicados por el Arq. Corrales quien además describe algunos de los personajes que formaron parte de este contexto histórico. Muy interesante es la descripción que hace del interior de este convento donde escribe sobre los distintos estilos arquitectónicos así como la pintura mural, que es totalmente diferente, ya que esta dirigida a los frailes que estuvieron en este importante espacio. Con una gran precisión y de una manera muy sencilla describe lo que es la fachada de este monumento, su torre mudéjar, portal de peregrinos, refectorio, sala de profundis y claustro entre otras partes de este gran conjunto arquitectónico. Por ello te invito a que disfrutes de la obra que tienes en tus manos, para así poder comprender y valorar el patrimonio arquitectónico y cultural que tenemos; orgullo de todos los actopenses; tomando muy en cuenta que fue elaborado por manos mexicanas, por lo tanto, los mexicanos somos quienes tenemos la obligación de cuidarlo y protegerlo. página siguiente: Fachada del convento de Actopan con su portada, su torre y el portal de peregrinos. El que no conoce la historia, está condenado a repetirla. Prof. Sergio A. Chávez Álvarez Cronista del Municipio de Actopan Hidalgo 22 23 El marco aplanado y resaltado de la ventana circular en la fachada lateral, imponente y señorial. 24 HISTORIA Glifo de la población, tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. 25 Miembros de las órdenes de San Agustín y de San Francisco llegaron para evangelizar a la Nueva España en 1533 y 1524, respectivamente. Con ayuda de los indígenas, estas órdenes levantaron grandes conjuntos conventuales en los que el pueblo recibía doctrina y educación, en talleres artesanales y de otros oficios. La arquitectura monástica del Estado de Hidalgo es un reflejo del encuentro cultural que hubo entre españoles e indígenas, durante el siglo xvi. Los frailes agustinos construyeron los conventos de Ixmiquilpan, Metztitlán, Epazoyucan, Atotonilco el Grande, Molango, Huejutla y Actopan, entre otros. Es éste último al que está dedicado este volumen. Los conventos poseen ciertos elementos que los unifican estilística e históricamente, como la monumentalidad de sus muros y contrafuertes, lo sobrio de sus fachadas renacentistas o platerescas, los amplios atrios, el uso de capillas abiertas y de grandes arcos y columnas que delimitaban los claustros que rodeaban grandes patios centrales, con pinturas murales realizadas al temple. En el siglo xvi dio inicio la conquista de México, y el territorio del ahora estado de Hidalgo, fue objeto de un protagonismo importante en la conquista militar y en la conquista espiritual, debido a su localización geográfica, en el centro de la Nueva España. Por eso, este Estado es rico en aportaciones arquitectónicas de la época de la Colonia. Como sabemos, los primeros misioneros en llegar a la nueva tierra fueron los franciscanos a los que siguieron un poco después los agustinos. A esta última orden le correspondió la evangelización de buena parte del territorio hidalguense. Se dieron, en esta misión, casos verdaderamente heroicos y sublimes. Muchos agustinos son incomparables colonizadores, además de constructores, maestros y verdaderos santos del izquierda: Capilla abierta vista desde el atrio. derecha: Pintura al fresco dentro de la capilla abierta. 26 izquierda: Los gruesos arcos del portal de peregrinos. derecha: Frescos en los muros interiores del portal de peregrinos. 27 cristianismo, que amén de dejar su casa, su país y su familia, por venir a la tarea evangelizadora, aquí desarrollaron un sorprendente trabajo en todos los órdenes. Sus construcciones, como testigos de su grandeza, han permanecido en pie y aún son difíciles de igualar. El convento de Actopan es uno de estos casos. Causa gran admiración su arquitectura, por la calidad artística de su diseño y por el funcionamiento de sus elementos. Este convento está situado en el municipio de Actopan, Hidalgo, a 28 kilómetros de la ciudad de Pachuca, siguiendo la carretera a Laredo. Esta población se encuentra en los umbrales del Valle del Mezquital, asiento de la cultura Otomí, quizá una de las expresiones sociales más humanas de la época prehispánica. De acuerdo con el libro La Pintura Mural del Convento de Actopan, del Dr. Víctor Ballesteros García, su historia es la siguiente: “Los agustinos fundaron el convento de Actopan en 1550, durante el periodo en que fue vicario provincial por segunda vez fray Alonso de la Veracruz (1548-1551). Según Grijalva, Actopan… era un pueblo de muchísima gente, el cielo de los mejores de la Nueva España, falto de agua, pero tan fértil y gruesa la tierra, que con poca le basta, y para la bebida suple mucho el agua miel que es bebida usual, sana y de buen gusto, el temple es frio y seco. Fray Juan de Medina Rincón, prior del convento en 1571, dio una opinión pesimista del lugar; dijo que por falta de lluvias, sus habitantes eran gente otomí muy pobre y se sustentaban del “zumo del maguey de que abundan en estos secadales”. Algunas fuentes históricas aseguran que la fundación tuvo lugar en 1548, y que la construcción del convento se inició en 1550. Las crónicas atribuyen esta portentosa construcción al prior fray Andrés de Mata, quien hacia 1548 había ido a vivir y servir a Atotonilco el Grande. Pasó luego a Actopan y años más tarde a Itzmiquilpan, en 1571, donde Grijalva afirma que “por solo eso merecía ser Alegoría en medallón pintada al fresco en honor de María. 28 Fray Martín de Acevedo (Asebeido), don Juan Inica Atocpa y don Pedro Izcuicuitlapilco, indios principales del pueblo que fueron recordados por su aportación para la construcción del convento. 29 eterna su fama”. Continúa Ballesteros: “Según la relación del Arzobispado de México, de 1571, los dos pueblos de mayor importancia en esa época fueron Actopan (que tenía 7,500 vecinos en su jurisdicción) e Ixcuincuitlapilco (aledaño a Pachuca, 4000 vecinos) para atender esta doctrina residían en Actopan seis frailes. La misma fuente, al referirse al convento, dice que “… está de tal manera situado que es mojón y término de los dos pueblos: la mitad de la iglesia cae en los términos del uno, y la otra mitad en los términos del otro”. El capítulo o junta general de la provincia agustina se celebró dos veces en Actopan. En 1578 se eligió como provincial a fray Martín de Perea, y en 1578 salió electo fray Pedro Suárez de Escobar. En 1605 el convento era una de las casas de estudio de la orden en la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús, y vivían en él, treinta frailes. Como parte de la política de la corona española encaminada a disminuir la importancia de las órdenes religiosas en todo el imperio, el templo y el convento de Actopan fueron entregados al clero secular el 16 de noviembre de 1750. Su primer cura clérigo fue don Juan Barrerra. A finales del siglo xviii y principios del xix, la iglesia se llenó de altares neoclásicos. El edificio comenzó a sufrir modificaciones, además del deterioro causado por los elementos naturales. Por ejemplo, a mediados de mayo de 1898, durante un aguacero, cayó un rayo en la Iglesia e hizo estragos en la fachada y destruyó un altar. Con anterioridad a esa fecha, el enorme atrio había sido invadido por construcciones particulares a raíz de las leyes de desamortización de los bienes eclesiásticos. Los portales del frente de ese atrio fueron ocupados por comercios, y su destrucción fue paulatina, pero constante. La monumental capilla abierta (uno de los espacios abovedados de mayores dimensiones en el mundo hispano de su momento) fue vendida a un particular, quien la convirtió en una fragua o taller. La Huerta se fraccionó y se vendió, y el convento arriba: En esta parte de los frescos del cubo de la escalera están: un “obispo” cuyo nombre no se alcanza a leer; al centro, “Gregorio de Animino” y a la derecha el “Doctor Pablo Veneto”. página siguiente: La zona de los servicios vista a través del arco del lado del convento. 30 31 quedó en el abandono. La iglesia fue la única sección que siguió usándose públicamente. Según Don Pablo de Gante en su libro La Arquitectura de México en el Siglo xvi, la construcción del convento se inició en 1550 bajo la dirección de Fray Andrés de Mata con la subvención de don Juan Mica Atocpa y don Pedro Ixcuinquitlapilco, indios principales del pueblo. Existen dudas acerca de si estos personajes subvencionaron la obra. Sin embargo, el Lic. Menes Llaguno, comenta en su libro Actopan: “correspondió a la orden Agustina, llegada a estas tierras en el 1533, la labor evangelizadora de la región y particularmente a Fray Andrés de Mata la fábrica del Monasterio, que comenzó dos años después de la llegada de los Mendicantes Agustinos a Actopan, es decir en 1548”. La fundación española de Actopan se ubica el 8 de Julio de 1546 y según el Arq. Luis McGregor, precursor del estudio de este monasterio, el convento se inicia en arriba: El escudo agustino del corazón traspasado por tres flechas y con moldura circular, en los muros laterales. página siguiente: El refectorio con su bóveda de cañón encasetonada, lo que le proporciona la maravillosa acústica que es admirada hasta ahora. 32 33 1548. Después de su construcción, se celebraron varios Capítulos Generales de la Orden Agustina, en 1573 y en 1578, dada la importancia del Monasterio en el siglo xvi. ­Después de su secularización, el convento empezó a depender del Arzobispado de México y, al crearse el Obispado de Tulancingo en enero de 1862, pasó a ser dependencia de esa Diócesis, con la categoría de Vicaría Foránea. Para los autores del Catálogo de Construcciones Religiosas del estado de Hidalgo, Luis Azcué y Mancera, Manuel Toussaint y Don Justino Fernández, página siguiente: Gruesos volúmenes del templo y la barda almenada. La evangelización de la región estuvo a cargo de los frailes agustinos lo que principiaron su labor con la fundación española en el año de 1546, pero la iglesia y convento anexo de nombre San Nicolás o San Agustín Actopan se fundaron como tales, principiándose la construcción en 1550 a cargo de Fray Andrés de Mata y siendo provincial de la orden, Fray Alonso de la Veracruz. Ya para 1548 había sido erigido en priorato a casa prioral de voto de la Provincia del Dulce Nombre de Jesús, de esa orden agustina con la división eclesiástica señalada al hablar de la Alcaldía Mayor. Desde su fundación y periódicamente se celebraban en el Convento, los Capítulos Generales de la orden, y así tenemos que en el acontecido en 1573 sale electo Provincial Fray Juan Medina Rincón; en 1578 Fray Martín de Perea, y el 9 de Septiembre de 1581, Fray Pedro de Suárez; habiéndose celebrado este último capítulo en Actopan por la muerte de Fray Antonio de Mendoza, acaecida en Julio de ese año y que había sido electo provincial en el capítulo habido en México el 22 de Abril de ese propio año. La secularización tuvo lugar el 16 de Noviembre de 1750 como dependencia del Arzobispado de México y siendo su primer cura clérigo el Señor Don Juan Barrera. A la creación del Obispado de Tulancingo, pasó a ser dependencia de esa diócesis, erigiéndose en vicaría foránea el 29 de Agosto de 1832 y su primer beneficiado fue el presbítero Don Marcos Cárdenas. 34 35 36 EL CONJUNTO página anterior arriba: Tres vistas de los detalles exteriores que nos afirman la influencia mudéjar del edificio. página anterior abajo: Desde una esquina del corredor del claustro aparece el fondo del templo. 37 Haremos un recorrido por sus elementos arquitectónicos con descripción sencilla y apegada a los estilos artísticos que ostenta. Destacan en el conjunto, la volumetría, la fachada, el bautisterio y la sacristía; la pintura mural de la escalera, la capilla abierta, la torre mudéjar, el portal de peregrinos, la sala de profundis, el interior del templo, el refectorio con su extraordinaria acústica, y el claustro con sus arcos góticos y románicos. Para valorar y disfrutar esta joya de la arquitectura monumental que diseñaron los agustinos y que pertenece al patrimonio histórico del estado de Hidalgo, es necesario visitar el convento. Sobre su construcción, nos atenemos a la guía del convento, editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) en 1973: 38 página anterior: Planta arquitectónica baja del templo, el claustro, la portería, el refectorio, la sacristía, el portal de peregrinos y la sala de profundis, tomada del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. abajo: Detalles del techo del pasillo del claustro y del acceso a la torre. 39 Construcción La parte constructiva de los edificios del convento, puede sintetizarse así: cimientos y muros de mampostería de piedras irregulares, con argamasa de cal y arena; bóvedas nervadas con dovelas de piedra aparejada; plementos y bóvedas de cañón con materiales aglomerados con mortero de cal; elementos ornamentales, marcos de puertas y ventanas, columnas, repisones y paramentos de las partes nobles ejecutadas con piedra de talla; pavimentos embaldosados o revestidos con hormigón pulido; algunos t­ echos de madera; cubiertas revestidas con entortados de hormigón. Casi todos los materiales empleados son originarios del Valle de Actopan y de sus cercanías. 40 LA VOLUMETRÍA EXTERIOR página anterior: La gran torre del convento, con su claristorio, sus almenas y su reloj. 41 Los volúmenes de los contrafuertes acentúan la riqueza exterior del diseño y sus remates con almenas de tipo mudéjar dan al conjunto una excepcional belleza. Es de notarse la diferencia conceptual de lo austero y recio de los volúmenes del conjunto con la delicada ornamentación de la fachada. Aporta dos elementos principales: el frontispicio y la torre. Ésta tiene vanos que acentúan su volumen y está rematada por almenas y cuatro arcos por lado que forman un claristorio, necesario para hacer llegar a varias leguas el sonido de las campanas, único medio de comunicación en los siglos de su construcción y operación como convento. La torre de Actopan es monumental, su altura domina la planicie sobre la que se asienta la ciudad: puerta al inicio del Valle del Mezquital. 42 LA FACHADA página anterior: La portada de acceso, con sus pares de columnas flanqueando la puerta y su arco de casetones. 43 La fachada del convento de Actopan es sobria, elegante y muy armónica. El frontispicio es llano y sólo cuenta con la portada plateresca que enmarca la puerta y que se describe más adelante. La ventana del coro está flanqueada con dos pequeñas columnas y rematada con una cornisa. Arriba, un frontón simple con almenas, sirve como remate general. En la portada destaca el exquisito diseño del marco de la puerta principal. Dos pares de esbeltas columnas estriadas sobre peanas entableradas, sostienen una cornisa con friso apoyado en platabandas, decorado y con dos ménsulas centrales. En el intercolumnio, arcos abocinados con casetones y tímpano mudo le dan elegancia al acceso. Estos arcos descansan sobre un marco menor que tiene dos pares de columnas con capiteles corintios y cornisas con friso decorado. El arco de la puerta es también de casetones. El conjunto de ornamentación de la portada es plateresco. La pequeña columna de la ventana del coro en la fachada principal, nos da una clara idea de la precisión del diseño, de la seriedad con que se hicieron las fachadas y del apego firme a los cánones de la arquitectura formal, en un diseño claramente académico. Elisa Vargas Lugo, hidalguense doctora en arte colonial, dice así sobre el convento: abajo: Detalle del relieve en los muros de la portada. página siguiente: La puerta con su friso, sus columnas estriadas y sus medallones en las enjutas. El Monasterio de Actopan, atribuido a Fray Andrés de la Mata, es el monumento colonial máximo del Estado de Hidalgo. Su fachada es una obra de primer orden por su grandiosidad, elegancia y riqueza formales. La puerta es también un vano de medio punto con medallones en las enjutas y con las jambas y la arquivuelta ornamentadas con casetones; flanqueado por pares de medias cañas estriadas entre las que aparecen dos nichos de pequeñas dimensiones. Las pilastras tienen capiteles corintios sobre los que corre un friso ornamentado con querubines de donde arranca un gran tímpano abocinado cubierto totalmente por casetones cuadrangulares. Esta composición está flanqueada a su vez por otros pares de altísimas medias cañas estriadas entre las que se ven cuatro nichos pequeños; sobre los capiteles de estas pilastras corre otro entablamento con un friso ornamentado; en las enjutas formadas por el tímpano, hay otros medallones; encima de esta segunda parte de la fachada aparece una ventana cuadrangular que 44 45 por sus ­columnillas platerescas, recuerda a la de Acolman. El paramento termina en triángulo, rematado por almenas. En el uso de nichos pequeños y vacios y de casetones radica el importante juego de luces y sombras que se han señalado como característica de esta obra, que por los elementos y proporciones que emplea es una de las portadas que podría considerarse dentro de la corriente manierista. abajo: Angelitos en los casetones del arco de la puerta principal. página siguiente: Las columnas que enmarcan la puerta se asientan sobre peanas cuadradas y entableradas sobre bases lisas. En el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo, dice respecto a la fachada: “Toda la piedra labrada (que) ocupa gran parte del imafronte, es de estilo Plateresco”. Para Don Pablo de Gante autor de La Arquitectura de México en el Siglo xvi, la portada es “de espíritu renacimiento purista”. 46 47 48 EL PROGRAMA ARQUITECTÓNICO página anterior: En el interior del templo, la bóveda de cañón está pintada con motivos geométricos. 49 Las plantas arquitectónicas de estos inmuebles manifiestan un verdadero conocimiento por parte de los religiosos de la arquitectura monástica. El conjunto consta de los siguientes elementos: a la izquierda, el templo, generalmente con la puerta orientada al poniente para darle al altar mayor la luz del levante. A los lados del templo, aparecen capillas adosadas y a la derecha, el claustro o patio de la casa conventual, cuyos corredores muestran en líneas punteadas las bóvedas de crucería que los techan. Junto al altar mayor, a la derecha, la sala capitular y la sacristía que también tiene bóveda de nervaduras. Abajo, del lado derecho, el portal de peregrinos y la portería, a su derecha la sala de profundis. En la planta alta del espacio conventual, llama la atención el doble pasillo que rodea al patio del claustro. Este corredor interior llamado también doméstico, comunica a las habitaciones de los frailes, y a las dependencias privadas del convento, incluyendo las de los visitantes y las del Prior de la orden. A la izquierda se localiza el cubo de la escalera que es un portento por su techumbre y sus pinturas y que trataremos más adelante con la importancia que merecen. Hay una comunicación en el grueso muro de la nave que colinda con el claustro, formando la puerta para el coro y la azotea. Abajo en la esquina noroeste destacan los robustos muros de la característica torre del convento, con su puerta para subir desde la planta alta al campanario. Planta de conjunto del convento: Al norte, la capilla abierta con su extenso atrio, al centro, la nave del templo, el claustro y casa conventual con su acceso por el portal de peregrinos. A la derecha, o sea al sur, un gran espacio abierto que era la huerta del convento. Al fondo, los servicios como caballerías, almacenes y establos. abajo: Desde todo el valle se admira la torre mudéjar del convento. página siguiente: Jardines con añosos árboles rodean la parte interior del inmueble. 50 51 52 EL PORTAL DE PEREGRINOS página anterior: Se hacen resaltar los arcos del portal de peregrinos por su anchura y su decorado de estrías y casetones. Del lado derecho de la fachada se encuentra el llamado portal de peregrinos. una de las áreas más importantes, ya que era un espacio cubierto, aunque sin puertas, para que los fieles que venían de visita, pudieran pernoctar. De ahí lo bajo de la altura de los arcos. En el portal de Actopan vemos tres arcos un poco rebajados, con dovelas ­encasetonadas y columnas anchas. Sobresalen las columnas adosadas con tablero rectangular, que se apoyan en plintos cuadrados y de tableros. Una cornisa remata y une los capiteles y el pretil alto da lugar a los escudos de la orden y a una cruz sobre venera. Es de notar lo pesado de los arcos, únicos entre los conventos agustinos de Hidalgo. El Lic. Menes Llaguno comenta en su libro Actopan: Las tres secciones del pretil ostentan al centro sobrerrelieves de diverso motivo, el de en me- 53 dio es una cruz sobre una calavera colocada arriba de una concha y las de los costados, el blasón agustino, circundado por una corona de ­follajes, agregándose al norte el corazón con las flechas de San Agustín y al del sur, las perdices de San Nicolás Tolentino. En la parte superior de este bello conjunto arquitectónico, se encuentra ‘La Loggia’ construída tiempo después de haberse concluido la fábrica del monasterio; su estructura es totalmente discorde con el resto del paramento exterior, lo que puede notarse a simple vista. Su composición es a base de tres arcos apoyados sobre cuatro columnillas, cuyos capiteles y basas iguales, son piezas sobrantes de cantera labrada para las basas de las columnas del claustro alto. Los fustes son cortos y el pretil sube a más de la mitad de su altura… El interior del portal de peregrinos es de estructura rectangular techado con bóveda de medio cañón, adornado con lacerías multicolores que dan paso a una serie de medallones donde se encuentran pintados S. Ramón Confesor, S. Paulino Obispo, S. Prístico Mártir, S. Germán Obispo, S. Raymundo, S. Columbano Confesor, S. Idoco Rey y S. Antonio Rey; en la línea de las claves al centro la Virgen y el Niño, en la misma línea al norte S. Fulgencio y S. Guillermo, en el tercio de este S. Esteban Martín, Sto. Tomás de Villanueva, del otro lado se encuentran Sta. Felicitas Virgen, Sta. Mater Mónica (Madre de San Agustín el fundador de la orden) y Sta. Clara de Montefalco. En el paramento sur existe una pintura al fresco muy deteriorada, en la que puede notarse una barca que conduce San Agustín, acompañado de varios santos. La proa apunta hacia la figura de un Cristo crucificado en una palmera y del costado de la imagen mana sangre que va a caer a una fuente, en la que se encuentran dos frailes; arriba de esa imagen se halla la figura del Padre Eterno entre nubes, llevando en la mano izquierda un mundo coronado por una cruz y con la derecha imparte la bendición. Completa la Trinidad la figura de una paloma representativa del Espíritu Santo y abajo, delante de la nave, puede observarse una fila de frailes con hábitos 54 página anterior: Detalle con la imagen de Santa Mónica en el portal de peregrinos. abajo izquierda: Detalle con la imagen de Santa Clara de Montefalco en el portal de peregrinos. abajo derecha: Las pinturas en el portal de peregrinos, en algunas partes ya muy deterioradas. 55 diferentes y otra de individuos en diversa actitud; adelante, un fraile sentado, imparte con una mano la bendición a una persona, en tanto que con la otra castiga a un individuo. Creemos que el conjunto representa la labor de evangelización realizada por los agustinos en tierras del nuevo continente. En la pared del lado norte, la composición pictórica representa a San Agustín cobijando bajo su manto a diversos santos, frailes y monjas. El que fuera Obispo de Hipona lleva en la mano derecha a la Iglesia y en la izquierda un libro; dos ángeles levantan la capa del santo. Una cenefa de grutescos que enmarcan diversas pinturas de imágenes de santos y santas, recorre todo el recinto a la altura del desplante de la bóveda. 56 LA CAPILLA ABIERTA página anterior: Pinturas de la bóveda y de una parte de los muros decorados de la capilla abierta. 57 Los frailes construyeron capillas abiertas que daban a un gran atrio para la evangelización de los catecúmenos que, mientras no fueran bautizados, no podían entrar al templo. Eran usadas también para celebraciones multitudinarias. La de Actopan es espléndida y monumental. Es una de las más notables de la Nueva España, y tiene una gran presencia. En sus muros interiores se encuentran pinturas al fresco con escenas bíblicas que servían para la enseñanza del catecismo. En la clave del arco está el corazón traspasado por tres flechas, escudo de la orden agustina. La distancia de ahí al piso es de más de 17 metros. En la capilla abierta de Actopan se encuentra representado el Edén, con el árbol del bien y el mal. Adán y Eva están comiendo del fruto prohibido. Escenas como ésta causaban gran impacto entre los indígenas evangelizados. Eran estas pinturas el instrumento visual de los frailes para dar a conocer los pasajes de la Escritura. Los frescos están muy deterioradas y no tienen un programa adecuado de conservación. El Dr. Ballesteros, estudioso de estas pinturas. explica en su libro La Pintura Mural del Convento de Actopan: página siguiente: En el muro oriente de la capilla abierta entre otras escenas están Adán y Eva en el paraíso y el pecado original. El intradós de la bóveda está decorado con casetones derivados de los diseños que publicó Sebastián Serlio en el libro tercero de su Regole generali di architecttura, aparecido en Toledo en 1565. Estos diseños aparecen también en las bóvedas de varias construcciones agustinas, como en la iglesia de Ixmiquilpan y en las capillas posas de Villa de Tezontepec. Según informa Serlio, el diseño en cuestión deriva a su vez de uno encontrado en el templo de Baco en las afueras de Roma, que luego estuvo dedicado a Santa Inés; parte del dibujo estaba hecho de mosaico. Al respecto de escenas pintadas en la capilla abierta de Actopan, como la del Paraíso con Adán y Eva nos dice: Eva comiendo el fruto del árbol prohibido y lo convida a Adán. Adán y Eva vestidos con pieles de animales. Adán está entre plantas y trabaja la tierra con una larga herramienta de madera, y Eva al fondo, sentada sobre una roca, amamanta a su hijo Caín. El significado es claro: ambos sufren la condena pronunciada por Yahvé; el hijo representa los dolores del parto; y el trabajo simboliza la manera de ganarse el pan con el sudor de la frente, pues según la escritura ‘… la tierra producirá espinas y abrojos…’ Su atuendo también deriva del pasaje escriturístico que dice: “E hizo Yahvé Dios túnicas de piel para Adán y su mujer. La escena antes descrita se funde con otra al extremo derecho, que comienza con unas enormes fauces con grandes y agudos colmillos, de donde salen dos jinetes armados y amenazantes: sus famélicas cabalgaduras se abalanzan sobre un grupo de hombres que, aterrorizados, 58 postrados y atónitos, observan a sus atacantes. Hay que recordar que, por el pecado, Adán perdió los dones que Yahvé le había concedido, entre otros, la inmortalidad y la vida sin sufrimiento. Al ser Adán cabeza de la raza humana, su pecado significó la pérdida de aquellos dones para todos los hombres. La enfermedad y la muerte aparecieron sobre el género humano y, para representarlas en la pintura, se recurrió a los jinetes del Apocalipsis, a los que se “dio potestad para matar con hambre y con peste”. Aparecen aquí, el caballo blanco, cuyo jinete hiere a un hombre con su lanza, detrás, el caballo “pálido”, montado por la muerte. Así lo entendían los agustinos del siglo xvi, pues explicaban que del pecado de Adán procedían “la triste hambre y sed, y cansancio y todas las diferencias de tristeza y enfermedad que con muerte acaba el mundo”. Hay, en la capilla abierta de Actopan, escenas dantescas del infierno y el purgatorio que, por su impacto pictórico, eran usadas para evangelizar a los indios. Proclamaban los 59 castigos a los que se sujetaría al hombre que no siguiera los mandatos de la escritura y la revelación. Para los frailes, estas escenas eran muy valiosas. Durante el periodo de la evangelización, la pintura mural fue el único medio para comunicar emociones. De ahí que la pintura al fresco fuera usada también por los antepasados indígenas en tiempos prehispánicos, para contar hazañas y comunicar enseñanzas. Ballesteros afirma que el orden cronológico en la lectura de las pinturas conduce a los muros laterales de la capilla abierta, que muestran las penas del infierno. Están distribuidas en dos grandes bandas horizontales subdivididas en recuadros menores, y en la parte superior rematan con una cenefa con medallones de santos, pero ya no es posible identificarlos por el deterioro del estuco. En la guía del inah, Ballesteros se refiere a la capilla abierta con sencillez, planteando: Conocida como “Bóveda de Actopan”, tuvo su entrada hacia el poniente y el presbiterio al oriente. Como su denominación lo indica, es una gran bóveda de cañón con pinturas en el intradós. En el arco de entrada, en la clave, está esculpido un disco con el escudo agustino. Al frente hay un cementerio limitado, en parte, por una cerca con almenas. El cementerio al que se refiere ya no existe. En el siglo xx, este camposanto se convirtió en una gran explanada que ahora da acceso a esta parte del Convento. Se percibe una sensación muy notable al caminar del inicio de la plaza hacia la capilla. A medida que uno avanza, parece como si la bóveda de la capilla se elevara y aumentara la grandiosidad de su altura y su cobijo. 60 EL TEMPLO Desde el arco triunfal, el interior del templo de Actopan tiene cubierta de crucería en dos bóvedas de pañuelo, y de nervaduras sobre el altar, reposando sobre el ábside poligonal. El resto de la cubierta es de bóveda de cañón corrido. Ambas se encuentran divididas por el arco triunfal. La monumentalidad exterior se refleja en el espacio de la nave del templo, que ostenta altares neoclásicos en los muros laterales y en el presbiterio, levantados tres siglos después de la construcción del templo. Destaca en esta imagen del interior del templo, con vista hacia la puerta, la estructura que sostiene el coro con un arco muy rebajado y largo, a todo lo ancho de la nave. Un barandal de madera protege el espacio y un órgano grande de tubos se encuentra hacia un costado. A la izquierda, del lado de la Epístola, se halla un característico altar neoclásico, posterior al templo. En muchos casos, fueron 61 construidos a finales del siglo xix. Una bóveda de cañón corrido decorada con adornos al fresco cubre el templo desde la puerta hasta el arco triunfal. Menes Llaguno, en su trabajo, dice sobre el templo: …es de una sola nave, rematada hacia el oriente con un ábside poligonal, que da forma a una hermosa bóveda hemihexagonal de nervadura con tres gajos de terceletes entre los que otros nervios secundarios, dibujan tres corazones. Símbolo, dice Mac Gregor, del emblema de San Agustín, los dos tramos siguientes son bóvedas estrelladas también a base de nervadura, ambos de distinta amplitud. El resto de la nave es un impecable medio cañón. Para destacar la primera sección del templo del resto de la nave un arco triunfal delimita la bóveda de crucería de la de medio cañón, las columnas de este arco, son claramente renacentistas, los fustes estriados se coronan con capiteles de orden plateresco, cuyo eje principal se encuentra adornado con dos cabezas de leones que muerden listones de los que penden tarjas que se proyectan en los extremos de las diagonales. Las columnas se encuentran semi-empotradas en pilastras que a su vez se adosan a los muros. En el acceso, por la portada principal, se encuentra el coro y sotacoro. La cubierta de este último es una magnífica bóveda rebajada, estrellada con terceletes y una tracería circular alrededor de la clave central. El coro a media altura de la nave, recibe luz a través de una ventana de buenas proporciones. arriba: El interior del templo de oriente a poniente, al fondo el coro. página siguiente: Interior del templo: al fondo su altar neoclásico, bóveda de nervadura desde el arco triunfal y de cañón corrido desde el acceso. En la guía del Instituto de Nacional de Antropología e Historia, se lee: Como ya se dijo, su advocación es a San Nicolás Tolentino. Constituye una importante mole que se traduce como una amplia nave en el interior, rematada hacia el oriente con un ábside poligonal. Entre los contrafuertes del lado del convento, quedan alojadas algunas capillas. El techo es abovedado con crucería en el p ­ resbiterio y en 62 63 los dos tramos inmediatos. Aquí es visible fácilmente la mezcla de los estilos arquitectónicos de la época ojival y del renacimiento. La cubierta del sotacoro es un entramado de nervios que dibujan una bóveda rebajada, estrellada, con terceletes y tracería circular alrededor de la clave central. La construcción está llena de enigmas derivados de las varias reformas que ha sufrido. Nada particular puede decirse en cuanto a los altares. Son extraños, en cierto modo, a los costados del presbiterio, dos ambones profusamente desgarrados con rocallas Luis xv. En el coro pueden verse algunas pinturas murales y, especialmente por el interior, el original dibujo del encuadramiento del vano de acceso. abajo: Uno de los detalles (el del lado izquierdo) de la entrada hacia el ábside en el presbiterio. página siguiente izquierda: Bóveda de nervaduras de estilo eminentemente gótico en el templo. página siguiente derecha: Combinación de bóvedas en el techo del templo, de nervaduras y de cañón corrido decorada al fresco. página siguiente abajo: El púlpito y los altares laterales neoclásicos, de factura posterior, en el interior del templo. 64 65 66 página anterior: Vista de la bóveda del coro sostenida por nervaduras que reconocen la columna adosada. arriba: Jesús después de la terrible flagelación, con corona de espinas y su cetro de caña, pintura de caballete. izquierda: La anunciación en pinturas en el interior del templo. derecha: La natividad en el interior del templo, pintura de caballete. 67 68 LA SACRISTÍA página anterior: El baptisterio, con su pila de piedra con tapa de madera redondeada, San Juan Bautista la corona, un pinjante recoge las nervaduras en la esquina iluminada. 69 En la sacristía se encuentra también el baptisterio, cuya pila es ejemplo del arte monástico. Consta de un depósito de piedra redondo, sobre un par de escalones circulares y una cubierta de madera de forma semiesférica coronada por una escultura de San Juan Bautista, con su indumentaria de piel de camello, como se menciona en los ­Evangelios. Al fondo se ve la arcada triple que divide esta habitación de la antesacristía, con sus arcos de dovelas redondeadas como las columnas. El baptisterio tiene una hermosa bóveda de crucería cuyo arranque en pinjante vemos en cada una de las esquinas. Según el inah: “Anexo al presbiterio de la iglesia, con planta aproximadamente cuadrada, puede verse uno de los sitios más llamativos de este convento: la sacristía que es a la vez bautisterio. Su aspecto original cambió merced a reformas que fueron ejecutadas en el mismo siglo xvi. Está unida a la antesacristía por dos arcos rebajados que se forman con triples roscas de secciones sensiblemente elípticas que son prolongación de las columnas que las sostienen. El local está cubierto con una hermosa bóveda de crucería con terceletes en cuyos plementos hay, pintados a varios colores, motivos vegetales. En las paredes, igualmente, se ven pinturas muy deterioradas por el tiempo, pero, especialmente, por las reformas que allí se ejecutaron. En el centro de la sacristía descansa una gran pila bautismal que completa el atractivo aspecto del conjunto. En opinión del cronista Menes Llaguno, la Sacristía: abajo: Detalle de nervaduras en la sacristía. se trata de un recinto de planta cuadrada que se une a la antesacristía a través de una arcada. Todo el local está cubierto con una bóveda de crucería con terceletes en cuyos elementos hay ornamentaciones de varios colores con motivos vegetales, en las paredes también se encuentran pinturas, por desgracia sumamente deterioradas por el tiempo y las reformas realizadas a este lugar, posiblemente a finales del siglo xvi. Al centro resalta, sobre una plataforma con tres gradas, la fuente bautismal, cuya cubierta de madera, culmina magníficamente la forma bulbosa del vaso, todo el conjunto se remata con una escultura de San Juan Bautista. Al parecer la pila fue trabajada en piedra de una sola pieza, finalmente, una ventana mixtilínea, da luz a este recinto que aún así permanece en penumbra. 70 EL GRAN CLAUSTRO Desde el claustro de Actopan vemos los volúmenes de los contrafuertes y de la torre con sus almenas de estilo mudéjar, que también coronan la nave del templo. Las almenas y la torre están repelladas, es decir, recubiertas con aplanados de cal y arena. En cambio, el cuerpo del edificio del templo tiene mampostería aparente, lo que crea un atractivo contraste de materiales. Estos elementos gruesos contrastan con la ligereza y el movimiento de los arcos del claustro, ofreciendo una perspectiva asombrosa. El claustro alto tiene arcos de medio punto con un ritmo atractivo por su constancia y sencillez. Las impostas destacan al dividir los arcos de las columnas, que se separan en dos partes por una orla o filete liso. Las dovelas del arco están molduradas en forma de platabandas, en cuatro partes. 71 El claustro es un gran patio de dos niveles, con arcos de piedra labrados que sostienen el techo de las galerías. Los arcos de los claustros eran distintos en cada convento. Eran motivo de creación original y de gran aporte estético. En Actopan, los arcos de la planta baja son ojivales, de estilo gótico. Los del piso superior son románicos, de medio punto. Un ritmo ligero se percibe en la parte de arriba y una sensación de seguridad en la arcada inferior. Entre los arcos de la planta baja se colocaron contrafuertes para absorber las cargas laterales. El claustro cuenta con corredores perimetrales en las plantas baja y alta. Vemos el pasillo o corredor de la planta baja con su bóveda de crucerías, y las nervaduras muy sobresaltadas con los pinjantes a la vista. El ritmo de los apoyos de la bóveda coincide armoniosamente con las columnas que sostienen la galería. El espacio está brillantemente iluminado. Los frailes orientaron la posición de los patios del claustro hacia el sur del conjunto para obtener muchas más horas de sol al día. En el tímpano del arco del fondo, hay pinturas al fresco con motivos religiosos. Un rodapié o guardapolvo decorado rodea completamente el cuadrángulo. En la planta alta existe un doble corredor, que da directamente al patio. Es la galería con arcos que conforma el claustro típico, sin embargo, detrás de éste se encuentra otro corredor de circulación privada, sin acceso a los ajenos, que comunica a las habitaciones de los frailes llamadas también celdas o claustros. Esta circulación interior está iluminada por puertas y por ventanas abiertas en las esquinas, que dan a la parte posterior. Tiene cubierta con bóveda de cañón corrido, decorada con pinturas para asemejar una bóveda de nervaduras. En las esquinas presenta bóvedas de crucería sobre nervaduras apoyadas en pinjantes. La parte superior de los muros está decorada con una cenefa grande con motivos ornamentales y con un guardapolvo en la parte inferior. El piso es de baldosas, que por el uso están casi lisas. Cuenta con puertas tablereadas y gruesas de dos hojas, de uso común en la época colonial. En el documento realizado por el inah se dice del claustro: página siguiente: El claustro es un gran patio de dos niveles, con arcos de piedra labrada. Arriba arcos románicos de medio punto, abajo arcos apuntados, del gótico. 72 73 Los claustros se distribuyen en dos pisos con corredores en los cuatro lados. El cuerpo inferior, de bastante altura, está estructurado con arcos apuntados de ascendencia ojival, pero con molduración renacentista. El piso alto muestra arcos de medio punto. Los corredores de abajo están techados con bóvedas nervadas; los altos van cubiertos con entramados de madera. En los ángulos hay plafones artesonados. Por las paredes corren pinturas en frisos y franjas. Otros dibujos policromados pueden verse en las bóvedas y en los tímpanos de los arcos sobre las paredes. Algunos de los batientes de madera en puertas y ventanas son los originales del siglo xvi adornados con pergaminos o paños plegados esculpidos en los tableros. Desde los claustros se llega a diversas dependencias. En la planta baja: a la portería; a la sala “de profundis”; al refectorio; a la sala capitular; a la sacristía; a la escalera y a otros servicios. Los corredores altos llevan a las antiguas oficinas parroquiales y a los pasillos interiores que sirven a lo que fueron habitaciones de los frailes. izquierda: Las impostas de los arcos son cuadradas y salientes. arriba: San Miguel Arcángel en detalle en el claustro. página siguiente: El claustro visto desde el corredor de la planta baja. 74 75 76 página anterior: Corredor del claustro en su planta alta, ritmo constante en la arcada. arriba: Cristo Rey del Mundo, a su lado los apóstoles y abajo el purgatorio. 77 78 LAS CELDAS DE LOS FRAILES página anterior: Celda típica de un fraile, austera y de escasas dimensiones. 79 A lo largo de estos andenes, de acuerdo con la descripción del libro del inah, están las celdas. Una de ellas, considerada como típica, mide alrededor de cuatro metros de longitud por tres de anchura. La cubierta consiste en una bóveda de cañón con el eje perpendicular a la fachada. Los muros están enlucidos con mortero de cal bruñida. No hay guardapolvo. El pavimento es de hormigón rojo de cal. A la altura del arranque de la bóveda se desenvuelve un friso con motivos simbólicos. “Tres de las celdas tienen delineados sendos calvarios que apenas se distinguen. Estas pequeñas habitaciones tienen, para su iluminación y ventilación, pequeñas ventanas con apoyo y descanso para el pie”. Según la tradición, algunos frailes agustinos como Fray Antonio de Roa, de quien se dice que casi nunca estaba sedente, rechazaban cualquier comodidad en sus asuntos domésticos, de ahí la gran austeridad de las celdas de los religiosos. En la guía mencionada se dice sobre los pasillos del claustro: Paralelos a los corredores oriente, sur y poniente del claustro alto, corren pasillos que distribuyen a las celdas. Todos estos andenes están techados con bóveda de cañón. Las intersecciones se resuelven con graciosas bovedillas estructuradas con nervios. Los muros de los pasillos muestran decoraciones pintadas. En las cabeceras de estas circulaciones se pueden ver ilustraciones de asuntos religiosos especialmente relacionadas con la vida de Cristo. abajo: Corredor interior del claustro que comunica las celdas o dormitorios de los agustinos. 80 EL REFECTORIO En el refectorio o comedor del convento de Actopan, los agustinos nos dieron una lección de acústica. A la hora de los alimentos un lector repasaba los pasajes de la Biblia, las Laudes o las Vísperas, por lo que era necesario contar con una excelente acústica, cuestión que resolvieron de manera asombrosa. Cuando alguien se ubica al extremo de la sala hablando en voz baja, al fondo se le escucha perfectamente. Esto se debe al uso de la bóveda de cañón corrido con trazo rebajado y a los casetones con huecos como bocinas, que reproducen la voz y la hacen perfectamente audible a los interlocutores situados en los extremos. Cito a Menes Llaguno sobre el refectorio: Es digno de mencionarse en esta sección, la existencia de una tribuna, destinado con toda seguridad, a la lectura de pasajes bíblicos o del 81 martirologio romano, mientras se tomaban los alimentos. El púlpito es un prisma hexagonal de cantera apoyado en una peana bulbosa, todo esto empotrado en un vano al que se llega por un pasadizo con escaleras que tiene entrada por la parte exterior del refectorio. La bóveda ­encasetonada culmina hacia el oriente con la rosca de un arco, que en su sección prolonga la forma oval de las medias columnas que le sirven de apoyo a través de un capitel dórico con collarín. Tanto los fustes como la rosca del arco tienen generatrices verticales y la basa de las columnas es de poco espesor. La bóveda en este punto prolonga el cañón de todo el recinto. En la pared sur existen tres claros de medio punto que comunican con la huerta, teniendo en el primero de los arcos una puerta con cerramiento platabanda que comunica con la sala capitular. En el muro norte existen dos inscripciones; la primera señala: a mayor gloria de pio vi papa romano. en sena m.l. marzo 9 de 1799 y otra más en la que se lee en gratitud alonso el… arzobispo… su familiar m.l.g. marzo 9 de 1799. abajo: Una pila de agua bendita labrada en piedra. página siguiente: La bóveda de cañón encasetonada del refectorio en el costado sur del claustro, planta baja. 82 83 84 LA SALA “DE PROFUNDIS” página anterior: Muros gruesos, combinación de arcos aplanados rústicos y misticismo en el interior del convento de Actopan. Se dice que era una sala anterior al refectorio, en la que se rezaban los salmos empezando con el salmo 129 que inicia “De profundis…” (De lo profundo clamo a ti Señor). Esta sala tiene varias pinturas, pero destaca una en que los agustinos de Actopan presentan una alegoría sobre la historia de la orden. En blanco y negro, con algunas zonas cromáticas, expresan una agradable sencillez. Recuerdan a los santos de la orden y las peripecias que sufrieron para empezar la evangelización. Se complementa con escenas de ermitaños, anacoretas y doctores. Los caminos abruptos de las misiones están presentes también. Dejemos que el Maestro Menes Llaguno la describa: Actualmente el acceso al claustro se hace por la puerta ubicada en el costado norte del interior del portal de peregrinos, quedando intermedia 85 entre ambas secciones del monasterio, una crujía de regular tamaño, que posiblemente se haya ocupado como Sala de Profundis. De acuerdo con las descripciones del siglo xvi, estos lugares estaban destinados a las reuniones de la congregación ­religiosa. La actual puerta de acceso a este lugar ubicada en la portería de peregrinos, se abrió mucho tiempo después, teniendo en principio como única entrada la que comunica al claustro bajo. En aquel entonces, como ya se ha dicho, el acceso al claustro se realizaba por la puerta ubicada en el costado sur del interior del portal de peregrinos. Muchas cosas inclinan a creer que era este lugar la sala de profundis, entre otras, el tema de las decoraciones pintadas, su estructura arquitectónica y desde luego su ubicación, aunque a este respecto la mayoría de las salas de su género se ubicaban inmediatamente después del refectorio y en el caso de Actopan se encuentra como intermedio entre ambos la cocina del monasterio. Se trata de un rectángulo, techado con bóveda de medio cañón, sin más pozo de luz que las puertas de acceso. Las pinturas de la bóveda remedan ser nervios, que van a morir a una cenefa que recorre todo el recinto de las paredes laterales. En el testero sur, está dibujado un calvario con tres cruces sin figura, enmarcado por unas pilastras renacentistas en las que se apoya un arco que contiene una inscripción. En la cabecera norte, ocupando toda la pared, se encuentra un espléndido mural que relata la vida de los eremitas o anacoretas; he aquí una magnífica descripción de esta pintura, realizada por el Arq. Luis Mac Gregor: “En el cuadro hay tres zonas bien marcadas. Sus límites comunes verticales van: a la izquierda, desde los pies de un ángel descendente hasta un recodo del arroyo en la parte baja pasando por los troncos de tres arbolillos; y, a la derecha, un gran peral, con gruesos frutos. En la zona central rige la escena del Padre Eterno en lo alto. En el medio de la composición está el santo padre Agustín y, más abajo, agobiado por pesados bagajes, asciende. página siguiente: Pintura al fresco en la sala de profundis, con la llamada “Tebaida” de los agustinos, que narra su origen y desarrollo a través del tiempo. 86 87 En la zona de la izquierda las representaciones son de un carácter ­particular, hay santos, hay cenobitas cubiertos con vestiduras blancas, no hay animales. En la región de la derecha se ven algunas parejas de monjes, hay fieles peregrinos, animales domesticados y pacíficos y el conjunto sugiere una idea de paz, de tranquilidad, de meta alcanzada. Tal es la descripción de esta “tebaida” como también se le llama en remembranza de los primeros eremitas surgidos en ­Tebas, al norte de Africa. abajo: Detalle en friso pintado con grutescos renacentistas. página siguiente izquierda: San Agustín lava los pies de Cristo que lo bendice. Sala de profundis. página siguiente derecha: En una cueva, un agustino se flagela y lee la escritura. Sala de profundis. De esta sala y de su gran pintura mural dice el Dr. Víctor Manuel Ballesteros: Muy útil sería reconstruir la inscripción que está al pie del mural, donde hay tres palabras distribuidas con cierta simetría, que pueden corresponder a los tres segmentos en que se dividió la pintura: eremite, cenobio y anachoritecv, que parecen designar a eremitas, cenobitas y anacoretas pintados ahí. Los eremitas o ermitaños y anacoretas viven en lugares solitarios, dedicados a la contemplación y a la penitencia. El cenobita profesa la vida monástica; cenobio es sinónimo de monasterio. En la sección izquierda del mural está la vida eremítica de San Agustín; en la sección central, la fundación de la orden, es decir, el nacimiento de los cenobios; y en la sección derecha la vida solitaria de los agustinos como verdaderos anacoretas. Aquí surgen otras posibles lecturas: el mural quiso ilustrar el desarrollo de la orden en esas tres etapas. Si el mural refleja lo que dicen las crónicas, no es remoto que inspirara también a las crónicas mismas. El ideal eremítico estaba presente y se expresaba en la literatura y en la pintura. 88 89 90 LOS FRESCOS Y EL CUBO DE LA ESCALERA página anterior: La bóveda de pañuelo, con nervaduras del cubo de la escalera. La bóveda recrea un entramado de piedra en lajas. 91 Otra contribución al esplendor del conjunto de Actopan son sus frescos. En varios conventos, los artistas religiosos decoraron muros y elementos de ornato con frescos que contenían profundos mensajes religiosos de gran valor artístico, y con un carácter renacentista. Como ejemplo, el Cristo en el viacrucis, en donde, con líneas definidas, el artista muestra una gran expresión plástica. Con los frescos del claustro se remataba la visual profunda de los pasillos, en este caso con pasajes de la vida y la pasión de Cristo. El cubo de la escalera tiene una bóveda de crucería muy notable y es famoso por sus frescos. Las pinturas se dividieron, primero por orientación de los muros y luego por niveles: pinturas en los tímpanos de la bóveda, pinturas en zona alta, en zona intermedia y finalmente en la zona baja. Los niveles aparentes se dan con frisos, cornisas y arcos, cuyas enjutas, arquivoltas y columnas son también simulados por la pintura. Estos frescos recuerdan a los fundadores de la orden, a los doctores de la iglesia y a los pensadores paganos. En el cubo de la escalera de Actopan los frailes dejaron testimonio de un gran dominio de la figura y la armonía. En este mural del cubo, se encuentran sedentes Fray Pablo de Roma, Fray Ocobe Ubertino, Arzobispo de Nápoles, y el Doctor y Obispo Fray Bartolomé de Urbino. Destacan en color rojo detalles como la Biblia que ostenta el tercer personaje y el corazón flechado, escudo de la orden agustina. El resto del fresco es como los demás del cubo de la escalera: una grisalla, en tonos monocromáticos. En su libro Las Pinturas Murales del Convento de Actopan, Víctor Ballesteros, el investigador incansable, nos dice en un extraordinario estudio que: abajo: A la izquierda Fray Jerónimo de Nápoles, que tradujo la Escritura al griego y el latín, al centro, Fray Alonso de Toledo y a la derecha Fray Guillermo de Vechio, en las pinturas del cubo de la escalera. Los muros del cubo de la escalera se cubrieron con excelentes pinturas que representan a los santos, santas, beatos y prelados agustinos más conspicuos. Los libros de donde se copiaron las cenefas fueron identificados por Santiago Sebastián. La decoloración para dos de las cenefas 92 abajo: Otros dignatarios de la orden de San Agustín en el cubo de la escalera. 93 que dividen el mural, así como las columnas abalaustradas que aparecen en medio, fueron copiadas del opúsculo de fray Bartolomé de las Casas “Brevísima relación de la destrucción de las indias”, editado en Sevilla por Sebastián Trujillo en 1552. De su portada se copiaron los motivos de cuadrúpedos zoofitomorfos que flaquean los escudos de san Agustín y de san Nicolás de Tolentino y las cornucopias del penúltimo nivel. La misma portada de la Brevísima relación... se empleo para la crónica general de España de Florián de Ocampo, cronista de Carlos V, que publicó su obra en 1542. Los agustinos de Actopan contaron con cualquiera de estos dos libros al momento de pintar los muros de la escalera. De la obra de Alonso de Orozco “Crónica del glorioso padre y doctor de la iglesia Sant Agustín y de los santos y beatos y de los Doctores de su Orden”, impresa en Sevilla en 1551 por Gregorio de la Torre, se tomaron los cuatro modelos para pintar a santa Mónica, san Nicolás de Tolentino y san Agustín. Sus textos aclaran, en alguna medida, la identidad de los personajes aquí representados. Los datos del texto de Orozco, la crónica de ­Jerónimo Román y las noticias biográficas de los agustinos más sobresalientes y conocidos permiten identificar a cada uno de los religiosos representados en Actopan. La distribución de las pinturas se hizo en recuadros homogéneos en forma de retícula, y solo se modifica ahí donde la arquitectura lo demanda. izquierda: Sentado, otro doctor agustino en el cubo de le escalera. derecha: “Frai Aretable de Saioferrato, doctor general y cardenal”. Después, describe una a una las partes de los murales de la escalera e identifica a los personajes que aparecen en él, la mayoría de la orden. Se apoya en interpretaciones de Luis MacGregor, de Ana Luisa Shon y de Santiago Sebastián López. Dice también que: En la parte inferior de los recuadros 8.15 y 8.23, está la inscripción que explica la intención del programa pictórico de la escalera: isti svnt viri sa[n]cti qvos elegit d [omi]n[v]s. in charitate non ficta q° rx doctrina fvlgit eccl [es]ia vt sol et lvn[a]. Traducida dice: 94 izquierda: Obispo Gregorio de Arimino general y doctor de la orden. derecha: Fray Ocobe Ubertino, arzobispo de Nápoles destacado agustino entre los frailes del cubo de la escalera. “Estos son los santos varones que el señor eligió por su caridad nunca falsa, sino también por su palabra resplandeciente en la iglesia como el sol y la luna”. El Dr. Ballesteros en su interpretación del programa pictórico, advierte: La escalera es un sitio al que se ha otorgado importancia simbólica especial en los conventos agustinos. Ahí se pintaron escenas alegóricas en relación con las virtudes que debían desarrollar los frailes. En Actopan y en Atotonilco el grande, la pintura de la mujer de Job es una síntesis alegórica sobre la paciencia, la humildad y la obediencia. En Metztitlán las pinturas sobre los triunfos de las virtudes se refieren a la castidad, la esperanza y la paciencia. La decoración mural de la escalera de Actopan es una obra de gran valor estético y que 95 exalta la importancia de los estudios entre los agustinos, con valiosos datos para conocer los antecedentes de la tradición intelectual Agustiniana. Con base en el análisis de las fechas en que vivieron estos religiosos, se encuentra que hay ocho personajes del siglo xiv; siete son del siglo v; seis del siglo xv; dos del siglo xii; dos del siglo xiii; dos del siglo xvi; y uno del siglo I. Los personajes que no fue posible identificar suman cuatro y cinco son los registros que no poseen inscripción; 19 de los identificados vivieron entre los siglos xiii y xvi, periodo en que la orden se creó, decayó y después surgió reformada tras la crisis del siglo xiv por la peste negra, entre los siglos v y xii no se identificó ningún personaje, lo que significa que las ordenes que participaron en la Gran Unión de 1256 no mantuvieron ningún tipo de nexos ni continuidad con los cenobitas que existieron en tiempos de San Agustín. La historia legendaria de la orden, ilustrada en parte en el mural de la portería de Actopan, es una leyenda adoptada por los agustinos medievales y que conservaban los agustinos novohispanos. De haber existido alguna congregación de afiliación agustiniana durante la alta Edad Media, algunos varones ilustres estarían aquí representados. Finalmente diremos que las pinturas del convento obedecen a varios motivos de tipo religioso. Las de la capilla abierta, son para la evangelización de los naturales; los de la sala de Profundis nos explican las peripecias de los Agustinos en sus varios siglos de trabajo evangelizador por todo el mundo y tal vez en las nuevas tierras americanas; en el claustro, para la oración cotidiana de los frailes, el santo Rosario y otras preces habituales; en el cubo de la escalera hay una clara referencia a la historia de la Orden y estas pinturas van dirigidas a los frailes, para concientizarlos sobre la importancia y trascendencia de la orden y de sus principales superiores en el transcurso del tiempo. Independientemente de la calidad artística de los frescos, hay una intención especial en cada mural, de ahí la importancia de esta obra renacentista y religiosa. 96 97 98 SERVICIOS En la parte posterior del inmueble se encuentran los servicios, parte integral del conjunto, aunque no fueron construidos en la misma época. No tienen la detallada arquitectura ni ornamentación del resto del convento, pero son también edificios con arcos, escaleras y pasillos, hechos con maestría y solidez. La huerta es el espacio que une los servicios con el convento. Como es usual en México, este espacio ha sido utilizado por los gobiernos civiles como cuartel y oficinas públicas, provocando su destrucción y deterioro. Menes Llaguno advierte respecto a los servicios: Es conveniente señalar que todas estas construcciones ubicadas en la huerta son posteriores a la fábrica primitiva y mucho dejan que desear si se les compara con las descritas dentro del ­monasterio. La huerta es amplia y bien cuidada en la actualidad; hay debajo de la loggia unas enormes piletas que guardan agua para regar la v­ egetación de los jardines. La huerta tiene su propio acceso a la calle, su fachada no requiere mayor descripción que la de los arcos invertidos que la coronan. 99 100 CONCLUSIÓN El convento es una joya de la arquitectura monástica de Hidalgo. Son necesarios un mantenimiento minucioso y un cuidado adecuado. No se puede entregar este monumento al criterio de ninguna persona civil o r­eligiosa. Debe crearse un Comité o Consejo especializado, que autorice restauraciones, modificaciones e intervenciones, por simples que parezcan. Afortunadamente, no se ha perdido la gran majestuosidad de este edificio, aún cuando presenta un gran deterioro en algunas pinturas y en relieves de piedra. Para los estudiosos e interesados en el convento, esta somera relación de sus partes debe servir para dar al inmueble, el respeto que merece. 101 102 BIBLIOGRAFÍA Azcué y Mancera, Luis, Manuel Toussaint, y Justino Fernández. Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1940. Ballesteros García, Víctor Manuel. La Pintura Mural del Convento de Actopan. uae. 1999. Carrillo y Gariel, Abelardo. Ixmiquilpan. Dir. Monumentos Coloniales, inah, 1961. Corrales Vivar, Luis. El Convento de Actopan, Enlace entre dos Mundos. cehinhac, 1973. Guerrero Guerrero, Raúl y Juan Manuel Menes Llaguno. Murales de Ixmiquilpan. Gobierno del Estado de Hidalgo, 1992. Mc Gregor, Luis. Actopan. inah, 1955. Kubler, George. La Arquitectura Novo Hispana del Siglo xvi. Biblioteca de Cooperación Universitaria, México, 1975. Martínez Marín, Carlos. Gilda Cubillo, Irasema , Franceschi. y Gabriel Colín. Conventos del Siglo xvi en el Estado de Hidalgo. Gobierno del Estado de Hidalgo 1981-87. Menes Llaguno, Juan Manuel. Actopan. Gobierno del Estado de Hidalgo, 1987. Vargas Lugo, Elisa. Las Portadas Religiosas en México. iie, unam, 1969. 103 104 Convento de San Miguel Arcángel Ixmiquilpan Investigación y texto: Luis Corrales Vivar-Cravioto Fotografía: Javier A. Rodríguez Padilla Proyecto, edición y diseño: Pablo Mayans 105 106 PRÓLOGO página anterior: Cruz atrial del convento de San Miguel Arcángel en Ixmiquilpan. 107 Frente al convento Agustino de San Miguel Arcángel de Ixmiquilpan pasé todos los días cuando de niño, caminaba rumbo a la escuela. Se convirtió en un paisaje cotidiano y se volvió parte de mi esencia personal y seguro estoy que es posesión intangible de todos quienes somos originarios de Ixmiquilpan. No lo relacionábamos con el carácter religioso que éste monumento representa, más bien con la certeza de que contamos con historia, identidad y cultura. Conocer a detalle su origen, arquitectura y valor artístico es un privilegio y alimento para el espíritu. Quizá Fray Andrés de Mata el arquitecto que concibió esta majestuosa construcción nunca imaginó que 450 años después su obra causara tanto interés y orgullo a los descendientes de aquella generación del siglo xvi que piedra a piedra levantó este edificio. Por esta razón es de trascendencia la investigación que ha realizado Luis Corrales Vivar, un arquitecto hidalguense con vocación de historiador. El Convento Agustino de Ixmiquilpan interesa y emociona no solo a los ­hidalguenses que lo sentimos profundamente propio sino a cualquier persona sensible a las obras del hombre que trasciende en los siglos. Pero además el autor de este volumen nos explica, con el valor agregado de su experiencia profesional como arquitecto, de las dimensiones y estética de esta mole de piedra y cal que aún en esta época de la ingeniería contemporánea sería difícil de ejecutar. Luis Corrales ha dedicado muchos años a investigar e interpretar cómo la arquitectura es un arte que tiene una relación filial con la sociedad y su tiempo y por lo tanto las paredes, torres o bóvedas tienen algo que decirnos. Son la expresión de una época, un estilo o en el caso del convento Agustino de Ixmiquilpan nos dice claramente como fue el proceso de evangelización y el sincretismo entre lo católico español y la cultura indígena. El convento entonces es una representación legítima de esta nueva Nación que es México. Es de especial atención en este libro el capítulo dedicado a los murales de Ixmiquilpan que ha desconcertado hasta a los más sabios estudiosos del arte y de la historia de México. Es sin duda una incógnita sobre el significado de estas pinturas pero que estoy seguro, al menos esta es nuestra interpretación, se trata de un grito indígena dentro del templo católico, aceptado o quizá promovido por los propios frailes. Todo esto en un símbolo de tolerancia y armonía. El gobierno del estado de Hidalgo acierta al editar y difundir este memorable trabajo de Luis Corrales que acrecienta nuestra cultura y enaltece nuestro orgullo como hidalguenses. página siguiente: Preside el ámbito de la portada principal, la cruz atrial festonada. página 108: Espacios abiertos, sencillez en la decoración y grandeza en la dimensión. página 109: El imafronte decorado en el estilo renacimiento. Roberto Pedraza Martinez 108 109 110 111 Apunte general del convento, por José Antonio Rodríguez (1930). Tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. página siguiente: Glifo de la población. Tomado del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. 112 HISTORIA La arquitectura monástica del actual territorio del E ­ stado de Hidalgo, fue construída por dos de las órdenes r­ eligiosas que llevaron a cabo la evangelización en el siglo xvi. Se trata de las órdenes mendicantes de San Agustín —que data del año 1256 y que llegó a la Nueva España en 1533—, y de San Francisco —orden que ha predicado el Evangelio desde 1209, y que arribó a México en 1524. Desde su llegada, durante la primera mitad del siglo xvi, se dedicaron con humildad y gran empeño a evangelizar el territorio que les fue señalado. En 1527, al celebrarse Capítulo en la ciudad de Dueñas, para cumplimentar la orden papal que dispuso su agrupación en sólo dos provincias, la de Castilla y la de Andalucía, fray Juan de Gallegos, aprovechó la reunión para entusiasmar a muchos religiosos a emprender una misión en la recién descubierta Nueva España, a donde habían 113 sido invitados por fray Bernardino de Minaya, hombre preocupado por el intenso trabajo evangelizador que se requería en estas tierras, apenas atendidas por Franciscanos y Dominicos. Debido a la muerte de fray Juan de Gallegos en 1531, la expedición fue pospuesta hasta 1533, año en que fue nombrado responsable de la misión fray Juan de la Cruz, quien designó a los frailes que debían acompañarle, siendo éstos Jerónimo Jiménez, Juan Baptista, Alonso de Borja, Agustín de Gormas (después de Coruña), Jorge de Ávila y Juan Oceguera. Llegaron el 22 de mayo de ese año a San Juan de Ulúa y emprendieron inmediatamente camino a la capital de éste virreinato, a pie, predicando por donde pasaban. Dos semanas después, el 7 de junio, fueron recibidos y alojados en la ciudad de México por los dominicos, encabezados su fundador, el venerable fray Domingo de Betanzos. Fray Francisco de la Cruz, que venía en calidad de vicario provincial, decidió establecer el primer convento de la orden en la ciudad de México, y así, contar con un centro para establecer la estrategia evangelizadora de la orden. Para la fundación de ulteriores monasterios página siguiente: Cristo Rey del Mundo en los frescos del acceso al claustro. los agustinos pidieron algunas de las regiones no evangelizadas y así vemos como su dispersión, aparece como ritmo impreciso y caprichoso, pues tuvieron que ceñirse a un territorio que quedaba libre en forma de lagunas. Tres direcciones seguía la orden agustina: una hacia el sur con rumbo este del actual Estado de Guerrero, donde sus casas quedaron unidas a México por medio del suroeste de Puebla y del sur de Morelos. Otra hacia el norte dirigida a la región otomí de Hidalgo. Sus fundaciones en esta zona se enfilan a la Huaxteca en donde se difunden con toda amplitud. Aquí las casas agustinas se localizan entre las misiones franciscanas de Tula, Tepetitlán y Zempoala Tepeapulco. Finalmente una ruta con dirección oeste en el territorio michoacano, donde construyeron diversos conventos como en Yuririapundaro, Charo y ­Tiripitío 114 115 ­ubicados en medio de grupos franciscanos. Estas fundaciones se unen con la ciudad de México por medio de aquellas de la región de Toluca, localidad ubicada en un punto intermedio. Al este se encontraba el grupo dominico de Morelos y al oeste, los dominicos y franciscanos de Puebla, así como las casas dominicas de la Mixteca. De esta forma el profesor Raúl Guerrero y Guerrero y Juan Manuel Menes Llaguno comentan en su libro: Los murales de Ixmiquilpan, Las misiones agustinas en el mundo son recreadas en el acceso. la primera mitad del quinientos, habían establecido los conventos de México, Chilapa, Santa Fe, Tlapa, Yecapixtla, Molango, Ocuitlan, Malinalco, Epazoyucan, Zempoala, Huexotla (Huejutla), Puebla, Tepecuacuilco, Tacámbaro, etc. Al mediar el siglo fundaron entre otros, los de Cuitzeo, Morelia, Chiautla, Zacoalpan, Xilitla, Actopan e Itzmiquilpan. 116 La flagelación en un medallón en los frescos del convento. 117 Los religiosos construyeron, con la ayuda de los indígenas, grandes conventos en los que además de un templo y una casa conventual, fueron diseñados otros elementos con el fin de atender al pueblo que recibía la doctrina y educación para mejorar sus niveles de vida en talleres artesanales y de otros oficios. Estos conventos tenían también el objetivo de concentrar a la dispersa población indígena, uno de los grandes problemas para evangelizar a la Nueva España, por lo que la creación de Monasterios propiciaba “la congregación” de los pueblos indígenas. Dentro de la riqueza arquitectónica de estos magnos conjuntos Agustinos, destacan los construidos en el ahora Estado de Hidalgo, Actopan, Ixmiquilpan, Metztitlán, Epazoyucan, Atotonilco el Grande, Molango y Huejutla. En este documento analizamos el de Ixmiquilpan, situado en el corazón mismo del Valle del Mezquital, convento cercano y hermanado en autoría, estilo y belleza con el de Actopan. 118 119 Fue también en el siglo xvi, al arribo de las órdenes r­ eligiosas al centro del país cuando los Agustinos empezaron la construcción del Convento de San Miguel Arcángel de Itzmiquilpan. (El ilustre maestro Raúl Guerrero Guerrero con base en el nombre original y en su etimología del náhuatl, siempre pugnó porque se llamara Itzmiquilpan en vez de Ixmiquilpan). Al mismo tiempo que se edificaba su análogo, el convento de Actopan, los otomíes del Valle del Mezquital ayudaban a los frailes agustinos a construir este en Ixmiquilpan, bajo la dirección del fraile-arquitecto Andrés de Mata, quien seguramente estudió arquitectura en los libros renacentistas, en alguna universidad europea antes de venir a entregar su vida a la evangelización, y a dejar su permanente recuerdo en los conventos de Actopan e Ixmiquilpan. La distancia entre ambas ciudades es de apenas 40 kilómetros, de tal manera que los mismos frailes podían atender las obras y supervisar los trabajos. Esto explica que hayan sido construidos en la misma ­época y por el mismo fraile-arquitecto. páginas 116-117: Entre la vegetación de la fértil ciudad de Ixmiquilpan aparece la monumentalidad conventual. arriba: El claustro, sobrio y eterno. página siguiente: Los vanos de tamaño reducido en el parámetro lateral del inmueble. 120 121 Ixmiquilpan es un poblado situado en medio del gran Valle del Mezquital, en la parte suroeste del Estado de Hidalgo. El origen de sus pobladores es otomí o hñahñú. Llegaron de Copilco y Cuicuilco al sur de la actual Ciudad de México, huyendo de la erupción del volcán Xitle. Después de vivir como seminómadas, se establecieron en el Valle del Mezquital fundando algunos pueblos, como Ixmiquilpan, al que nombraron Zutkkani y que después cambiaron los nahuas por el que actualmente se conoce. Estos pueblos fueron parte del dominio tolteca y en su etapa de decadencia estuvieron dominados por los aztecas o nahuas quienes impusieron sus costumbres, deidades y lengua a todos los pueblos sojuzgados. En la Guía del Instituto Nacional de Antropología e historia, inah, realizada por el Mtro. Abelardo Carrillo y Gariel, dice con respecto al origen de la población: página siguiente: “Tomás no seas incrédulo, mete tu mano en mi costado”. El poblado llamado Zecteccani por los otomíes, recibió el nombre nahoa de Ixmiquilpan; la voz se forma de itztli, navaja; milli, tierra cultivada; yerba comestible (de forma semejante a la navaja o tecpatl) y pan, sobre; por tanto su traducción, según Peñafiel cita, sería “donde crece o abunda el quelite”. Estuvo encomendado primero en Pedro Rodríguez de Escobar, después se le dividió en dos fracciones, la una llamada Tlacintla, con dos estancias, perteneció a la corona y la de Ixmiquilpan, con otras dos, fue encomienda de Juan Bello y posteriormente de su yerno Gil González; estaba tasada en trigo, maíz, mantillas y otras cosas, valiendo la parte del encomendero mil ciento sesenta y seis pesos. Así que, consumada la conquista y después de la caída de Tenochtitlan en 1521, los españoles se dispersaron por todos los dominios mexicas. Uno de los conquistadores de Hernán Cortés, de nombre Pedro Rodríguez de Escobar, buscando otras tierras llegó a Itzmiquilpan, y se apoderó pacíficamente de la zona en 1530. Como su encomienda, reconocida al poco tiempo de su llegada, le parecía pobre, se la heredó al español Juan Vello, marchándose a 122 123 ­ uatemala. Juan Vello a su vez heredó la encomienda a su G yerno Gil González de Ávila, hijo del conquistador homónimo, quien la usufructuó. Por otra parte, al poco tiempo de la conquista se descubrieron minas de plata y plomo en El Cardonal, poblado muy cercano a Ixmiquilpan. Alonso de Villaseca, un minero español, se enriqueció con ellas y tuvo una gran influencia en la región. En 1548 llegaron a Ixmiquilpan los Frailes Agustinos, comenzando, desde luego, su tarea de evangelización. Vivieron en una humilde casa mientras iniciaban la edificación de una sede más digna. En 1550, el 29 de Septiembre, día de San Miguel Arcángel iniciaron la construcción del convento y un poco después del templo. Se piensa que ambos edificios fueron realizadas en 10 años, por lo que se supone, ya que no hay documentos que lo verifiquen, que para 1560 ya estaban terminados. El Fraile Andrés de Mata fue el diseñador y constructor de esta magna obra, además de ser quien venía al frente de los hermanos Alegorías respecto a la vida de los primeros agustinos. Aquí se recrea la agonía de Jesús en el huerto. páginas 123, 124-125: Dibujos del convento hechos por Manuel Adán Hernández, tomados del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. 124 125 126 127 a­ gustinos al llegar a Ixmiquilpan. Los Agustinos, orden religiosa de origen tan remoto como su fundador San Agustín de Hipona, se reunió como orden mendicante en 1256 cuando el Papa Alejandro IV los invitó a trabajar en misiones y no sólo a estar enclaustrados. Después destacaron en Universidades y Cátedras en Europa. Recién descubierta América, vinieron a colaborar en la Evangelización, habiéndoles sido encomendada una región al norte de la ciudad de México, que incluye varias regiones del ahora Estado de Hidalgo entre ellas Ixmiquilpan y Actopan. Los Agustinos tuvieron hombres muy notables en el trabajo evangelizador, en las poblaciones de Hidalgo. Destacan Fray Alonso de la Veracruz, insigne filósofo y catedrático que impartió clases en Salamanca, España, y que al llegar a América se unió a los Agustinos, habiendo vivido y enseñado tanto en Atotonilco el Grande como en Ixmiquilpan; también Fray Antonio de Roa, humilde y extraordinario misionero y constructor, autor del C ­ onvento de Molango y de muchas capillas en la Sierra Alta a quien los indígenas llamaban “El Santo Roa.” Otros insignes frailes Agustinos en Nueva España, fueron Fray Alonso de Borja, Fray Juan de Sevilla, Fray Juan de Grijalva, Fray Juan de la Magdalena, Fray Francisco de la Cruz y otros santos varones más. La fundación del convento de Ixmiquilpan fue dispuesta por fray Alonso de la Veracruz al gobernar por segunda vez la provincia. A juzgar por el número de habitantes que tenían estos pueblos, debió ser muy ardua la labor de los catequistas, pues en la memoria firmada por fray Andrés de Mata el 15 de febrero de 1571, se lee: página siguiente: Imágenes de los santos ilustran la vida de los frailes en los interiores de sus habitaciones. Hay en el monasterio de Izmiquilpa, para la administración y doctrina de los naturales, quatro rreligiosos. El prior que soy yo y de menos quenta, se la lengua otomi y mexicana y con ella ayudo a los naturales, y mas a los otomis que son todos los que ay por aqui: tengo en mi compañia vn rreligioso que se llama fray Joan de la Madalena, antiguo en la religión, y frayle de calidad, lengua mexicana en la qual c­ onfiesa y predica: el otro se llama fray Francisco de Cantos, theologo y predicador y confesor, ­lengua 128 129 otomi y mexicana, confiesa a los naturales y predica: el otro (quarto) rreligioso se llama fray Joan de Astorga; no es de missa. página siguiente: El altar mayor, de orden y estilo neoclásico de fábrica posterior al convento. Del Paso y Troncoso anota que fray Juan de la Magdalena había ido antes al Perú con don Antonio de Mendoza cuando allá pasó por virrey el año 1550. En mayo de 1572 la Orden celebró en Ixmiquilpan el capítulo en que resultó electo provincial fray Juan ­Adriano. El cronista Grijalva dice que “en edificio y rentas —este convento— corre parejo con el de Actopan.” Por estar vinculado con este pueblo, no está de más aclarar que el llamado Cristo de Ixmiquilpan no procede aquí, sino del Real de Minas de Plomo Pobre, por cuyo municipio también llevaba el nombre de Cristo del Cardonal. La historia de esta imagen comienza en el año 1545, en que se la hace llegar de España, siendo en realidad mexicana. Cuenta la leyenda que en tiempos posteriores, estimando que la efigie había padecido deterioro irremediable, se intentó incinerarla, pero como resultó infructuoso, la enterraron. Años después, al ser sacada, se notó que no había sufrido daño, por lo cual, y en espera de otra providencia, se la abandonó en un rincón donde milagrosamente se renovó el 19 de mayo de 1621. El arzobispo Juan Pérez de la Serna la trasladó a su oratorio particular en la ciudad de México, donde estuvo esta efigie hasta el año de 1624, pues al marchar el prelado a España la colocó en una capilla del convento de San José de carmelitas descalzas, llamado popularmente Santa Teresa la Antigua. Desde entonces quedó la imagen ligada a las vicisitudes de dicha casa y es por ello que el Cristo de Ixmiquilpan es conocido en nuestros días con el nombre de Señor de Santa Teresa. El convento y templo de San Miguel Arcángel de Ixmiquilpan estuvo a cargo de la orden Agustina casi 200 años hasta que, por falta de frailes, fue entregado a la Arquidiócesis de México a mediados del siglo xviii. En 1754 tuvo su primer clérigo secular. Más tarde, en 1818 fue elevada a Vicaría Foránea bajo la jurisdicción del ­Obispado de 130 131 Tulancingo. Después pasó a la Diócesis de Tula, de quien depende hasta la fecha. Así lo manifiestan también el Profr. Raúl Guerrero y el Cronista Menes Llaguno en su libro Murales de Ixmiquilpan, cuando afirman: “A lo largo de dos siglos, la orden agustina, tuvo a su cargo la impartición de los servicios religiosos, sin embargo el número de frailes disminuyó de tal manera a mediados del siglo xviii, que obligó a la congregación a entregar templo y monasterio al clero secular, que tomó posesión de las instalaciones el 16 de noviembre de 1754, siendo su primer cura clérigo el Padre José Cea. Años después el 1° de enero de 1818, la iglesia sería elevada a la categoría de vicaría foránea bajo la administración del presbítero Celedonio Salogo, contando con el beneficio y subordinación de las parroquias de El Cardonal y Zimapán, así como la vicaría fija de Mapethé, quedando más tarde dentro de la jurisdicción del Arzobispado de Tulancingo y posteriormente de la de Tula a la que pertenece actualmente.” El escudo del papado, con la tiara de San Pedro y las llaves del reino, en el claustro. 132 EL CONVENTO El estilo mudéjar está presente en la volumetría del convento. Abunda el uso de torres y almenas, comunes en todos los conventos agustinos, con ese sabor tan característico de la arquitectura árabe, tan reciente en la España de esos años. Los conventos eran ubicados en sitios estratégicos, para dominar los valles y obtener una gran presencia desde la distancia. La Torre ostenta un remate octogonal en tres pisos, con jarrones y un remate final en cruz sobre una esfera. El conjunto tiene en su planta arquitectónica varios elementos: Nave localizada del lado izquierdo, la entrada al templo orientada hacia el poniente, capillas adosadas con acceso desde el templo, capilla abierta al lado derecho. El Claustro a la derecha con la casa conventual, las accesorias y los servicios. Al frente a la derecha, el Portal de Peregrinos y la portería. Este convento tiene la particularidad 133 de ostentar una capilla más grande en el templo del lado del evangelio que es posterior a la fábrica original. Es de llamar la atención lo grueso de los muros, sobre todo los que rodean en forma de medio hexágono al presbiterio. El cubo de la escalera está del lado izquierdo del claustro junto al muro del templo, en este cubo probablemente hay que rescatar pinturas que ahora están encaladas. En la parte posterior, otra escalera menor que comunica a los servicios y saliendo del cuerpo del edificio los servicios sanitarios. La gran apertura del patio central proporcionaba luz y ventilación suficiente a estas habitaciones de la casa conventual. abajo: Bóveda nervada apoyada en pinjantes en las áreas accesorias del templo. página siguiente: La escalera de piedra con barandal cerrado que sube al claustro alto. 134 135 136 página anterior: La crucifixión con María y San Juan a los pies de Cristo, en los frescos del claustro. arriba: Pinjante que detiene una orilla de la bóveda entre una cenefa de grutescos. 137 arriba: Celda típica de un fraile en el claustro. página siguiente: Las pinturas que simulan elementos arquitectónicos son comunes en los conventos agustinos. 138 139 arriba: A un lado del templo se encuentra el bautisterio. página siguiente: Sólo la cenefa superior adorna la sobriedad de las partes adyacentes al templo. 140 141 142 página anterior: Arcos y bóveda de cañón así como frescos en los plafones distinguen estos espacios del convento. arriba: En el templo, la Virgen de los Dolores. 143 izquierda: Angelitos y flores en la archivolta de los arcos de la portada. derecha: Nichos vacíos pero con bases decoradas en la portada. 144 LA PORTADA Vemos una fachada lisa con torre alta y campanario, coronada por una cúpula adornada con jarrones, a manera de tibores chinos. Como en todos los conventos agustinos que estamos admirando, se destacan la portada y los relieves que hacen marco a la puerta principal del templo. Muy interesante resulta también el marco de la ventana del coro, que es más elegante que aquellos de Metztitlán y de Actopan. La fachada está rematada por un pretil con derrames tocado por almenas. En la fachada principal vemos la limpieza de trazo que ostenta el diseño. Realmente se compone de un gran paño liso que está solamente decorado en el marco de la puerta principal para destacar el acceso a la casa de Dios. Es de notarse la elegancia de la ventanita superior a la puerta, que ilumina el coro. La torre tiene un remate de tres pisos y adornos romanos. A la derecha con aparejo aparente, el 145 portal de peregrinos y la capilla abierta con dovelas, aparentes también. Arriba de estos elementos, en la parte de atrás, se encuentra la casa conventual. Dos pares de columnas flanquean la entrada. Los capiteles son corintios y el friso debajo de la cornisa está profusamente labrado. Los intercolumnios tienen nichos vacantes. Candelabros altos sirven de remate a las columnas después de la cornisa. La Dra. Vargas Lugo expresa sobre esta portada, “las columnas de recuerdo corintio, la doble arquivolta con casetones en los que lucen querubines, flores y fruteros, todo ello trabajado con gran finura, le dan importante categoría al edificio.” Cita Por su parte, el marco de la ventana del coro es muy atractivo. Consta de dos columnitas altas y esbeltas adosadas al paramento, que reposan sobre ménsulas. Su entablamento y cornisa se rematan con un piñón recto y con dentículos que ostentan adornos de pebeteros en los tres vértices. A ambos lados hay escudos colgados de lazos que sostienen cabezas felinas. Representan las provincias de Castilla y Andalucía de donde provenían los primeros frailes. A izquierda y derecha de las bases de las columnitas hay frondas de adorno que amplían la visual de la base. Doble arquivolta con jambas tablereadas y columnas sobre peanas altas protegen la puerta. En los tableros o dovelas de los arcos, hay figuras alternadas de fruteros con angelitos (superior) y de angelitos con flores (inferior). La puerta es un portento de carpintería, toda de tableros con casetones con relieves en pirámide. La forma de presentar el acceso e invitación al templo se logra con el efecto de un arco atrás y el otro más al frente, abocinados, al estilo del románico. El color de la piedra empleada es especial ya que su cantera no es clara sino ocre. Varias veces fue pintada y se ha limpiado. Los ácidos de la pintura han obrado su reacción cromática sobre la piedra que sin embargo conserva su señorío y prestancia. Los capiteles de las columnas son inspirados en el corintio, es decir, manifiestan fastuosidad. Un arquitrabe simulada en tres platabandas soporta un friso muy decorado, página siguiente: Los claroscuros que consigue al estar labrado en diferentes paños, prestan una mayor plasticidad a la portada. 146 147 que antecede a la cornisa, con caballos alados y angelitos. En las enjutas del arco que rodea la puerta, hay sendos escudos de la orden Agustina: el corazón atravesado por tres flechas timbrado con los signos arzobispales. Todo el conjunto pertenece al estilo plateresco aun cuando presenta una clara tendencia renacentista. Las columnas se prolongan después de la cornisa a través de candelabros flameantes, altos y elegantes. Bajo la puerta se aprecia más la volumetría del conjunto escultórico de la fachada. Los claroscuros que consigue al estar los labrados en diferentes paños, prestan una mayor plasticidad a la portada. El intradós de ambos arcos está también labrado. Menes Llaguno, en el libro Murales de Ixmiquilpan, describe así la portada in comento: página siguiente: Es de notarse la elegancia de la ventanita superior a la puerta que ilumina al coro. Todo este conjunto soporta un entablamento cuyo friso se encuentra ornamentado con motivos de flora y caballos alados, destacando al centro un escudo de la orden agustina que presenta un corazón atravesado por tres flechas y, simétricamente dispuestos dos más de San Nicolás Tolentino. En la porción superior de las enjutas del arco mayor, se repite nuevamente el escudo de la orden religiosa. Sobre la cornisa volada del entablamento, la decoración continúa en cuatro semicolumnas que concluyen en calderos flamígeros que proporcionan espacio a una gran ventana que da luz al coro, la que se enmarca por columnillas cuyas bases se apoyan en ménsulas que soportan un piñón denticulado con tres flores en sus vértices, sobre la cornisa de su entablamento.…En la parte superior de la fachada principal se destaca una cornisa a manera de frontón, cuyo perfil almenado delinea el aspecto fortaleza de la construcción. 148 149 arriba: Hasta en las fachadas secundarias hay atención y diseño como en esta que se corona con una cruz. página siguiente: El portal de peregrinos con sus ­arcos apuntados y la capilla abierta con su arco amplio y relajado. 150 151 152 EL TEMPLO página anterior: En el interior del convento, la nave es elegante y monumental. 153 En Ixmiquilpan el espacio conseguido para la nave es amplio y vertical techado con bóveda de cañón corrido desde el coro hasta el arco triunfal. A partir de ahí, se cubre con bóveda de pañuelo. El altar mayor con media bóveda a manera de nicho con crucería de nervaduras apoyadas por arcos sin columnas pero con ménsulas pinjantes. Lo más importante del interior del templo son las pinturas de los muros laterales en que los indígenas dejaron su huella. Estos murales muy coloridos son únicos en el mundo. Adelante los veremos a detalle. La bóveda entre la nave y el presbiterio, que despunta sobre pinjantes con ménsulas y que se alza imponente en el entramado de sus nervaduras de cantera, nos presenta así una reminiscencia del gótico que se había usado en Europa. Recibe el nombre de bóveda de pañuelo, cuando las cuatro esquinas de soporte se prolongan hacia abajo estirando los apoyos para proporcionar más altura. Sobre el presbiterio de ábside poligonal también construyeron bóveda de crucería apoyada en cuatro pinjantes. Tanto la bóveda como el friso alto están decorados al fresco con motivos geométricos y grutescos. La presencia de las bóvedas nervadas es imponente y proporciona elegancia a la nave. El altar mayor es muy fastuoso, realizado en el típico estilo neoclásico del siglo xix, dista mucho del espacio original, pero que a la época de su fábrica constituía algo muy lujoso y de actualidad. Hay además varios altares laterales también de tipo neoclásico. El arco triunfal tiene columnas lisas con capiteles corintios y es de medio punto, quizá un poco peraltado; curiosamente, este arco triunfal no está al inicio del presbiterio sino que parece dividir la nave del templo en dos mitades, ya que aún después de haber pasado el arco, no se encuentra uno en el presbiterio. La nave tiene ventanas altas de diferentes desplantes, rematadas en medio punto que iluminan el interior sin ser suficientes en su función. Hay una puerta lateral en medio del templo, que comunica a la zona del lado izquierdo en donde se amplía el atrio. Es para dar salida a los fieles cuando el espacio se colma. En general, la nave del templo es elegante y monumental, su altura y espacioso interior nos sorprende al ingresar desde la puerta principal. La descripción en el libro Murales de Ixmiquilpan por los mencionados autores nos dice respecto al templo: página siguiente: Bóvedas nervadas con geometría que recuerda al gótico que precedió al renacimiento. En el acceso principal, se encuentra el coro soportado por una bóveda de pañuelo con nervaduras, que se desplantan sobre pilastras. El sotocoro está limitado al frente por un arco adintelado; en el muro sur se encuentra el bautisterio… El conjunto tiene cierta semejanza al altar del templo de la Profesa de la Ciudad de México, construido por Manuel Tolsá, introductor del neoclásico en tierras Novohispanas. Los altares menores, adosados en ambos muros del templo, siguen la misma particularidad, aunque es de lamentar que la construcción destruyera parte de las pinturas murales de confección indígena… En el muro del costado sur, se abren tres 154 155 g­ randes arcos de medio punto que dan acceso a otras tantas capillas ­cubiertas con bóveda de cañón. Más adelante, cerca del presbiterio se encuentra la tribuna que permitía asistir a los oficios desde la sacristía. La antesacristía tiene tres puertas, una hacia la nave, otra a la sacristía y la tercera a la escalera del convento. La sacristía es de buen, tamaño, cubierta por una bóveda nervada e iluminada por dos ventanas, una al oriente y otra al sur. Además del paso principal, tiene dos puertas, una conduce al monasterio y otra a la escalera de servicio. Tratamiento especial requiere la capilla del Señor de Jalpan, anexa al templo por el lado sur, inmediatamente antes del presbiterio a la que se llega por un arco abierto en el muro norte. Su cubierta es de cañón seguido, dividido en su parte central por un arco asentado sobre pilastras, todo el espacio de esta pequeña nave es apenas iluminada por una ventana dispuesta en el muro poniente. Una curiosa leyenda señala que la escultura del Señor de Jalpan, llegó a Ixmiquilpan procedente del poblado de Jalpan ubicado en la sierra gorda por el lado del hoy Estado de Querétaro, a principios del siglo xvii, depositada provisionalmente en el templo agustino. Sucedió que al intentar reiniciar su traslado, el peso de la Imagen fue tal, que no hubo poder humano que la pudiese mover, lo que fue interpretado como milagrosa señal de que la efigie quería permanecer en Ixmiquilpan, debido a lo cual, fue edificada la capilla descrita hacia la segunda década del siglo xviii; tanto Abelardo Carrillo y Gariel como los autores del Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo, confunden esta imagen con la del Señor de Mapethé (conocido indistintamente también como Cristo del Plomo o Cristo de Santa Teresa) que se refiere a otra escultura diferente, ligada también con Ixmiquilpan y con el convento. arriba: Al fondo la luminosidad de la puerta de acceso y de la ventana del coro vistas desde el altar mayor. página siguiente: Friso muy adornado en el altar mayor, bóveda nervada de pañuelo que antecede al presbiterio y los órdenes clásicos, corintio y jónico en los elementos del altar. 156 157 158 EL CLAUSTRO página anterior: Arcos góticos en planta baja y de medio punto en la superior en el claustro. página 158: Corredores de la planta baja del claustro con sus bóvedas nervadas apoyadas en pijantes entre los arcos. página 159: Las sombras reproducen la forma de los arcos de la planta alta del claustro. 159 El patio del claustro de Ixmiquilpan tiene dos hermosas arquerías. En la planta baja tiene arcos ojivales o apuntados, iguales en dimensiones con excepción de los de en medio, que son más anchos. Ostenta unos contrafuertes que aparte de apoyar la estructura, sirven como elementos de composición. En la planta alta los arcos son de medio punto, sencillos y tienen barandal o rodapié de cantera del mismo material de los arcos y de los demás elementos. Al fondo se asoman la parte superior de la nave del templo y la torre del campanario. Estos elementos están aplanados y encalados. El pretil de la azotea con sus almenas, cual fortaleza mudéjar, y la línea inclinada de la escalera para subir al techo, que sirve también de contrafuerte en arco, están presentes. En primer plano los arcos de medio punto, de la planta alta del patio del claustro. Sus barandales de cantera son sólidos y remetidos, lisos y con pasamanos como remate. 160 161 Los arcos de la planta baja son góticos y constan de tres por lado, mientras que los de la planta alta son románicos y cuatro por lado. Las dovelas de los arcos altos están molduradas en forma sencilla pero elegante. Remata el pretil de los arcos una pequeña cornisa con gárgolas que vacían en el patio. El ritmo de la arcada superior del claustro es más ligero que el de la planta baja; en ella, los arcos ojivales tienen un mayor claro en el del medio. Los cuatrocientos cincuenta años de antigüedad de estos paramentos conservan aún los aparejos cuadrados que dan solidez y firmeza a estas arcadas. En la planta baja del claustro los corredores o pasillos tienen techo de bóveda de crucería, con la bóveda pintada de aparejos simulados, lo que le da un hermoso aspecto. También hay pinturas en el friso y en los muros donde se simulan arcos. Del lado del patio, hay un barandal de cantera sobre el que desplantan columnas. En la planta alta, los corredores tienen bóvedas decoradas de cañón corrido y esquinas de crucería. Llama la atención en el tímpano del arco del fondo, el escudo pontificio con la tiara papal y las llaves del reino, y a los lados, escudos del rey y la reina de España, con coronas sobre la columna, con la clásica divisa plus ultra. La puerta tiene jambas y un dintel con filetes. La bóveda de crucería descansa sobre ménsulas pinjantes. En la Planta Alta o piso superior se tiene también, como en el convento de Actopan, un corredor abierto que da directamente al patio y que es de circulación principal. También ostenta atrás, adjunto, un pasillo doméstico que es el que comunica a las celdas, o habitaciones de los f­railes. Casi todas las dependencias de la planta baja del claustro, así como las de la planta superior, están cubiertas con bóveda de cañón corrido. El ala sur está ocupada por la despensa, cocina, refectorio y la sala De profundis. En la misma planta tenemos el refectorio o comedor, con su bóveda plena de pinturas al fresco, simulando casetones. El muro del fondo también está decorado, al igual que los frisos superiores. página siguiente: Bóveda de nervaduras que manda sus refuerzos a los apoyos sin ­columna. 162 163 En el opúsculo del inah se dice del claustro: El claustro bajo del convento tiene arcos apuntados y los corredores que lo cercan se cubren con bóvedas cuyas nervaduras se apoyan en ménsulas; el claustro alto muestra arcos de medio punto y bóvedas de cañón, excepto en los ángulos donde son nervadas y descansan en repisas. La versión de Menes y Guerrero dice: El claustro es de dos plantas, la inferior, análoga al de Actopan se realiza a base de arcos ojivales en número de tres por lado; el central ligeramente más obtuso en razón de ser el vano más amplio, en los entre-tramos, se estructuran pilastras reforzadas de machones que toman forma circular en los cuatro ángulos del patio. En el segundo piso, la arquería es de medio punto sobre pies derechos en lugar de columnas. La cubierta del claustro bajo, se realizó a través de una bóveda de arista que en los ángulos de confluencia del corredor adopta forma de nervadura; arriba el deambulatorio es cubierto con bóveda de cañón seguido y nervadura en los vértices del pasillo. El cubo de la escalera que une las dos plantas del convenio es espacioso aunque de sencilla traza y ornamentación Las celdas se encuentran en la parte superior, resguardadas por un deambulatorio interior. Su techumbre es de bóveda de cañón, el acceso a ellas se hace por una pequeña puerta, y todas están dotadas con ventanas de adecuadas proporciones, en las que se dispone de un asiento de mampostería para lectura. (1) Mismo caso que la cita grande, anterior. Extrañamente tiene un indicador de cita. arriba: Atrás de los arcos del claustro, otros dibujados en las paredes. página siguiente: Aspectos de la decoración a base de frescos y pinjantes reales en la planta alta del claustro. página 164: Al fondo tras los arcos del claustro se asoman las almenas que coronan los muros de la nave. página 165: Contrafuertes sólidos sostienen los empujes de la bóveda sobre el ábside del templo. 164 165 166 167 168 MURALES EN EL TEMPLO página anterior: Estos murales indígenas en el interior del recinto mantienen una permanente controversia entre los expertos. Una guerra en el interior de un templo católico. 169 La interpretación de estos murales ha sido tema de ­muchos autores. El Profesor Raúl Guerrero Guerrero, experto en estudios antropológicos, autor de muchos textos sobre cultura indígena y especialista en la cultura Hñahñú, hizo un amplio estudio sobre estos murales en su libro Murales de Ixmiquilpan. Realmente estos obras son objeto de innumerables estudios y opiniones, ya que tienen la particularidad de contener escenas de batallas con personajes indígenas. Lo inexplicable, es que no representan ninguna imagen cristiana o bíblica y que están dentro del templo, siendo completamente paganas. Abelardo Carrillo Gariel, fue un ameritado investigador. De él hemos aprendido y considerado muchas opiniones en cuanto a los conventos hidalguenses. Su vida y obra corrió a la par de la formación y consolidación de nuestras instituciones culturales. Ejerció su carrera en distintas instituciones: bajo la transformada Academia de San Carlos; arriba: Escudos, espadas, macanas, pegasos, penachos y una gran sensación de violencia decora el templo. página siguiente: Caídos que gritan, escudos reflejantes, monstruos y otras maravillas plásticas con gran colorido en los muros interiores del templo. 170 171 en la Universidad Nacional Autónoma de México; en la Dirección de Monumentos Coloniales; y en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, por citar algunas. En lo que respecta a su labor como restaurador, sus preocupaciones fueron varias, pero, y tal vez debido a su formación como pintor dentro de la Academia, los tópicos de pintura fueron siempre sus predilectos. Esto ya se advierte cuando en 1928, en medio de los difíciles años pasados en San Carlos, aceptó realizar la restauración de los murales de la capilla del Palacio de Minería, obra de Rafael Ximeno y Planes, sin duda, su primer trabajo de importancia en ese campo. Esta vocación, junto a su cercanía con las colecciones de la Antigua Academia, al haber sido nombrado conservador y restaurador de los cuadros de sus galerías de pintura (1927), se reafirmaría al aceptar el nombramiento de Jefe de Restauradores de la Dirección de Monumentos Coloniales (1931). Ya con el cargo de jefe, su permanencia en la oficina de Monumentos Coloniales le dio la oportunidad de conocer a profundidad varias de las principales colecciones de pintura colonial. Ahí realizó inventarios detallados de múltiples iglesias y museos, en diversas partes de la república. Así, entre muchos otros, se conservan en su archivo copias mecanografiadas de los inventarios de las obras artísticas existentes en el templo de la Merced de las Huertas, la parroquia de San Gabriel, San Cosme, San Juan de Dios, la Purísima Concepción, Santa Veracruz, la Candelaria, Loreto, San Fernando, la Profesa, El Carmen de San Angel, Xochimilco, los conventos de San Francisco de Querétaro y Guadalupe de Zacatecas entre muchos otros. Práctica cotidiana que acercó al especialista a la obra de arte y le llevó a perfeccionar diversas metodologías, que culminarían en lo que él mismo denominó la crítica-técnica de la pintura, sobre la que escribió. Abelardo Carrillo y Gariel nació el 20 de mayo de 1898 en la ciudad de Saltillo, Coahuila, sus padres fueron Jesús Carrillo Morales y Alicia Gariel García. Las primeras letras las cursó desde 1906 en la escuela anexa a la Normal de Profesores de Saltillo, pero muy pronto hubo de página siguiente: Hombres leopardo y un gran movimiento en los frescos del templo que se combinan con los grutescos seguramente copiados de los dibujos renacentistas. 172 173 trasladarse a la ciudad de ­México, lugar en el que muy joven, apenas con catorce años de edad, encontró su primer trabajo en la Dirección de Monumentos Coloniales y de la República; corría entonces el año de 1912, cuando la inestable presidencia de Francisco I. Madero empezaba a conocer levantamientos y rebeliones, que culminarían con la “decena trágica” de febrero de 1913. Entre los polvos de la Revolución, el 21 de septiembre de 1914, el joven burócrata logró acomodarse como escribiente 2º de la Dirección General de Educación Primaria en la Ciudad de México. El año siguiente, en septiembre 6 de 1915, recibió el nombramiento de copista de la inspección de Solfeo y Canto Coral de las Escuelas Primarias. En medio de aquellos años de inestabilidad, debió resultar difícil vislumbrar algún futuro promisorio en la carrera burocrática de un Estado en constante peligro, y en el año de 1917, Carrillo y Gariel se decide a ingresar a San Carlos, donde menciona que tuvo por maestros a Armando García Núñez, Gonzalo Argüelles Bringas y Leandro Izaguirre entre otros. Los trabajos de Abelardo Carrillo y Gariel deslindan las tareas de la restauración y la crítica de arte del saber tradicional de la esfera de la profesionalización. Cierto es que en su haber nunca hubo un título que lo corroborara; fue su constancia en la observación metódica y en la reflexión sobre ella el fundamento de sus trabajos y preocupaciones. También es cierto que el tiempo descubrirá sus errores y omisiones, pero, nadie puede negar que sus libros, son aún indispensables para quién quiera iniciar el camino en el conocimiento del arte novohispano. En su libro Ixmiquilpan dice que: página siguiente: El hombre coyote dando muerte al enemigo que se rinde pero sin embargo está a punto de clavarle una flecha al atacante. Allí ha sido descubierto un largo friso con escenas donde apa­recen guerreros indígenas, siendo esta la primera vez que encon­tramos obras de tal índole en un edificio religioso de la Nueva España del siglo xvi. Es por ello que las hubiésemos deseado intactas, y aunque convenimos en que la labor de desembarazar las pin­turas fue hecha diligentemente, hay que lamentar que este Instituto tuviese noticia de su existencia después de 174 175 que algunas habían sido retocadas con exceso y otras en forma incorrecta. La decoración a que nos referimos, realizada con colores al tem­ple que requieren pigmento aglutinado, se ejecutó sobre un esmalte a la cal absolutamente seco, mismo que ha llegado hasta nuestros días conservando gran adherencia al revoque y un buen pulimento; es de mencionarse, por resultar extraordinario, que sobre el primer encalado que cubría parte de este friso se hallaba una leyenda de la segunda mitad del siglo xvi. Esto último indica que algunas fracciones de las pinturas originales estuvieron visibles durante cerca de trescientos años, y que con todo y encon­trarse bastante bajas y en un sitio donde pudieron sufrir el dete­rioro consiguiente, sólo muestran huella de los efectos del humo de las lámparas y los cirios que el ceremonial y la devoción en­ cendieron. El gran friso, de cerca de dos metros de alto a partir del guarda­polvo, se desarrolla en las paredes de la nave sin otra interrupción que la de las puertas y queda oculto detrás de los altares que levantó, sin respetar el ambiente, la funesta reacción del neoclasi­cismo. Nótase, también, que en lo antiguo debieron ser menores los grandes arcos que hoy limitan los vanos que dan acceso a las capillas laterales y rompen la continuidad de la faja pictórica. página siguiente: Las pinturas carecen de perspectiva y profundidad, sólo están en un plano, pero su colorido y dibujo fiel les dan gran belleza. Y continúa, La primera impresión que produce esta obra es la de estar fuera de lugar en el ámbito de un templo católico, dado que son guerreros que combaten contra entes fantásticos…es el indígena que lucha contra las personificaciones del mal y los violadores de la ley divina, pero sin aludir a la nueva religión…resulta acertado suponer que este friso fue una lección destinada a los feligreses indígenas…es una representación de la batalla que en nuestro espíritu libran el bien y el mal, los guerreros y los monstruos. Quizá esta ausencia de símbolos haya sido deliberada, como debió serlo igualmente la de los personajes del cielo cristiano, esto último no 176 177 precisamente porque dudando de la competencia del pintor, se tratase de “evitar la irreverencia que causan las malas pinturas de los santos”, como dice el precepto, sino mejor aún, por no convenir a las escenas allí plastificadas. Sin embargo, su fuerza expresiva, ingenua si se quiere, hace que vengan a la memoria las doctrinas cristianas expuestas en los lienzos que alcanzó a ver Torquemada, así como las elocuentes palabras del arzobispo Moya de Contreras al asegurar que “como los indios no saben leer, gustan más de la pintura que de la escritura. página siguiente: Bajo la bóveda del coro, un Cristo y la pintura al fresco de un águila con alas abiertas que nos recuerda mitos indígenas. A mi juicio, resulta acertado suponer que este friso fue una lección destinada a los feligreses indígenas. Los guerreros que en esta decoración aparecen como vencedores tienen la misma talla que los vencidos; a menudo son caballeros tigres o llevan el copilli de los principales, como si los caciques hubiesen exigido estar allí representados con una pieza que recordase la diadema del Arcángel San Miguel, cuya advocación lleva el templo. Es indudable que los distintos temas fueron dibujados primero sobre papel y después de haberlos resuelto en cualquier tamaño, fueron reproducidos sobre los muros. En algunos paneles se repiten normalmente, esto es, en el mismo sentido y en otros se invierte el calco; en ambos casos las composiciones fueron trasladadas textualmente a las paredes y las ligeras variantes se reflejan en la indumentaria de los personajes. Como denotativo de la decoración procedente del siglo xvi mexicano, los recuadros conservan elementos vegetales. Comprenden un soporte bidimensional a partir de un cestón con frutos moldurado, que sirve lo mismo de arranque y centro, que de separación entre ambas composiciones. Aunque ninguna de esas formas sea una verdadera novedad en la ornamentación usada en aquellos tiempos, resultan interesantes por lo singular de la interpretación, y porque mezcladas con las formas europeas, aparecen varas y flores que se antojan arrancadas de las ilustraciones del Códice de Sahagún. 178 179 Nótese que la cortina de acanto, por la desenvoltura de su ondulado y el equilibrio de las masas, forma un tema completo revelando la habilidad del proyectista; y es entre esta red de verdura, y en el mismo primer término, donde se mueven hombres y animales, destacando todo el conjunto sobre la tinta anaranjada del fondo. En estas composiciones hay casi siempre una figura detrás de otra, la superposición de elementos es mínima; no hay segundos planos ni lejanías que obliguen a emplear la perspectiva lineal, sino un sentido estricto de la decoración mural, sin ahuecamientos, ni resaltes ficticios. Agregaremos que aunque el dibujo fue previamente solucionado, suele tener ciertas ligerezas como la de representar, en una misma figura, las dos manos como izquierdas o derechas, según se utilizara el patrón. Para evitar los escorzos, siempre difíciles de resolver, las figuras humanas, con sólo pocas excepciones, están representadas en forma convencional, de acuerdo con la mayor dimensión de los miembros; en ese sentido se llega al extremo de dibujar la cabeza de perfil, el ojo de frente, el pecho también de frente, las caderas de tres cuartos para volver sin violencia los pies de perfil, lo que las asemeja a gran número de figuras egipcias. El claroscuro, del que carecen la mayoría de los personajes, está tímidamente consignado en las grandes hojas y cálices del acanto, pero en todos los casos, la forma se encuentra determinada por perfiles negros, y en los detalles sobresalientes, por líneas finas a pincel. En cuanto a las cabezas, hay algunas que sin ser precisamente singulares, poseen cierto carácter; pero la mayoría, quizá restauradas en parte, resultan inexpresivas. Sólo la convencional vírgula, transformada aquí en una hoja de acanto bifurcada que la hermana con la red decorativa, sale de la boca de los personajes como indicación de que están hablando y aún en algunos parece señal de que cantan. Son desconocidos para nosotros tanto el autor, como la fecha de la realización de este friso. Pudo ser ejecutado por un pintor de origen indígena, pero en tal caso, es indudable que su mentalidad era española, o que se vio obligado a someterse al modelo que le fue i­mpuesto; sólo página siguiente: La pila de agua bendita guarda con gran celo los murales que parecen expuestos en un museo. 180 181 así se explica el acertado tratamiento de la ornamentación vegetal, que sigue las más puras disposiciones de un arte que era clásico en el siglo xvi, y que en México se prolonga hasta los primeros años del xvii. No de otra manera puede justificarse la presencia del centauro creado por la imaginación del europeo, y soluciones tales como las cabezas humanas que la fantasía hace brotar de las hojas del acanto, sin duda, copiadas de los grabados llegados de ultramar o inspiradas en su ejemplo; pero de todos modos, quedarían como aportación propia algunas medias figuras y las volutas, a veces floridas. Si su autor fue un español, para quien muchas de esas formas debieron ser familiares, al representar al nativo parece guiado más por referencias, que por sus recuerdos personales, pues entonces ya estaban algo lejanos los días de las guerras de conquista; incluso, lo trata con gran cariño, lo embellece dentro del concepto de belleza humana que tenía el europeo. Tal vez esto explique la aparición de esa rara mezcla de elementos que pueden verse en el deformado centauro: “calza sandalias, lleva tocado de plumas y enarbola armas indígenas como patente de naturalización.” Hay, la posibilidad de que ambas cosas hubiesen ocurrido, y que esta pintura sea producto de una doble intervención y de mutuas concesiones entre el inspirador español, que pudo ser un fraile, y su intérprete indígena. Termina la nota diciendo Carrillo Gariel que “como q­ ueda dicho, estas pinturas han sido consideradas únicas en América.” Otra opinión autorizada acerca de los murales in comento, es la del Maestro Wigberto Jiménez Moreno, quien nació en León, la mayor ciudad del estado mexicano de Guanajuato, en 1909. Fue miembro de una familia tradicionalista y de clase media. Su formación fue principalmente autodidacta, aunque fue estudiante en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y en la Universidad de Harvard. En 1945 adquirió el grado de Maes­ ntropología tro en Etnología por la Escuela Nacional de A e Historia (enah), de México. Fue docente de la Escuela Normal de León. Más tarde ocupó un puesto como profesor en la Universidad página siguiente: Wigberto Jiménez Moreno dice refiriéndose a esta parte de los murales: “Palas Atenea le da un escudo brillante para que con él deslumbre a Gorgona, aconsejándole que no lo vea directamente…” 182 183 ­ acional Autónoma de México (unam). A la edad de 19 N años, recibió una invitación de Alfonso Caso para incorporarse al Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), donde se desarrolló profesionalmente hasta su muerte. Igualmente fue profesor invitado de diversas instituciones de Estados Unidos, incluyendo las universidades de Texas, de Illinois, de California en Los Ángeles y de Minnesota. Fue miembro de la Academia Mexicana de la Historia, siendo titular del sillón 16 de 1947 a 1985. El Maestro sostiene respecto a estos murales que: página siguiente: Los colores azul y naranja y las antorchas llameantes obedecen al diseño de estos frescos en los muros del convento. Representan la leyenda griega de Perseo, hijo de Zeus y Dánae, quien ya adulto se compromete a destruir a Medusa, la terrible Gorgona, para lo cual recibe ayuda de los dioses helénicos: Palas Atenea le da un escudo brillante para que con él deslumbre a Gorgona, aconsejándole que no la vea directamente porque existe el peligro de quedar petrificado sino, que para verla, aproveche el escudo brillante en donde Medusa reflejará su efigie; Hermes, que le da las sandalias aladas para poder correr rápidamente y una alforja para alojar en ella la cabeza de Medusa una vez cortada; Hefestos que le concede una guadaña o una espada con diamante, y Hades, que le otorga un yelmo para que se haga invisible y así pueda atacar a la Gorgona. La leyenda continúa narrando que una vez que Perseo corta la cabeza de Medusa separándola del tronco, aprovechando los dones divinos, muestra la testa a sus enemigos para convertirlos en rocas. De esto comenta don Raúl Guerrero: En efecto, en las pinturas itzmiquilpenses, se ve a un personaje que lleva atada a la cintura la cabeza del enemigo, o bien ésta aparece reflejada en la cara brillante del chimalli (escudo), lo que hace recordar la leyenda griega del valeroso Perseo, máxime que tal tema pletórico se repite en varias ocasiones. Mas el personaje itzmiquilpense está vestido a la usanza india: no blande la guadaña o la espada de diamante, sino una 184 185 macana que porta en la mano derecha, mientras en la izquierda lleva una insignia y en el antebrazo izquierdo, el chimalli. Otros personajes de las pinturas muestran también el chimalli, el escudo mexicano, hecho de piel y tela o de ixtle grueso, extraído de las pencas de maguey; pero el personaje central, cuya efigie se repite varias veces, seguramente que porta chimalli metálico, brillante, puesto que en él se ve reflejado un rostro con el cabello hirsuto, como si se tratara, de una mujer, aunque en realidad se trata de un varón , pero el retrato aparentemente femenino, cuyo cabello enmarañado recuerda que la Medusa llevaba serpientes en la cabeza, motivo por el cual Jiménez Moreno insiste en que se trata de representar la leyenda griega aludida. página siguiente: El águila que es atacada por el tigre y el coyote, no tienen representación religiosa alguna y se encuentran en la bóveda del coro. Vayamos ahora con el Mtro. Francisco de la Maza y de la Cuadra (San Luis Potosí, San Luis Potosí, 1913 - Ciudad de México, 1972) quien fue un historiador, investigador y académico mexicano. Se especializó en historia del arte novohispano, pero incursionó en el estudio de algunas otras obras o corrientes como el Art Nouveau. Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal y en la ciudad de Puebla. Se trasladó a la Ciudad de México en donde ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, para cursar la carrera de historia. Durante esta época conoció a Justino Fernández, con quien entabló amistad, y fue discípulo de Manuel Toussaint, quien lo invitó a integrarse al Instituto de Investigaciones Estéticas. Impartió clases en su alma máter y en la enah. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia, a la que ingresó en 1965, para ocupar el sillón N° 6. Su gran obra tiene títulos publicados sobre muchos temas de arte mexicano, como San Miguel de Allende, Las piras funerarias en la historia y en el arte de México: grabados, litografías y documentos del siglo xvi al xix, en 1946; La erótica homosexual en Grecia y Roma; Antínoo, el último dios del mudo clásico, en 1966; El palacio de la Inquisición; La ciudad de Cholula y sus iglesias, en 1959;El arte colonial 186 187 en San Luis Potosí; Catalina de San Juan: princesa de la India y visionaria de Puebla, en 1971; Sor Juana y Don Carlos: explicación de los sonetos hasta ahora confusos, en 1970 y El guadalupanismo mexicano, en 1953. El historiador Dr. Francisco de la Maza afirma sobre estos murales que, página siguiente: Caballero jaguar, típico de los dibujos de códices indígenas que se combina con las frondas y capiteles europeos. Caballeros Tigres y Caballeros Águilas, con escudos clásicos alternan y luchan con centauros a modo de un códice monumental ya híbrido, en plena transculturación con los ancestrales elementos mediterráneos y prehispánicos. En otro capítulo dedicado a Perseo, el Dr. Francisco de la Maza escribe: El gallardo Perseo vistiéndose las armas que le ofrecían las antiguas deidades para el buen logro de sus empresas, dándole Vulcano su alfanje diamantino, Mercurio sus coturnos veloces, Minerva o Palas sus arneses de cristal...Perseo cortando la cabeza de Meduza y venciendo a las Gorgonas. Dice Don Raúl Guerrero acerca del Dr. de la Maza que, Al considerar las pinturas itzmiquilpenses con un carácter renacentista, es natural creer ver en ellas retratos de personajes mitológicos griegos, sólo que con ropas y armas indias, lo que les imprime un toque local, confirmándose con esto el sincretismo mencionado, lo que permite suponer que el pintor o los pintores indios que hayan sido dirigidos en su obra por uno o varios frailes para realizar las pinturas, tuvieron que mirar estampas europeas para poder copiar a los centauros, los dragones, las hojas de acanto, los grutescos, etcétera, más las ropas, las insignias y las armas indias, seguramente que son producto de la inspiración indígena. De manera que nuestros hñahñú de Ixmiquilpan, no iban a inspirarse en la cultura griega para ejecutar tal obra. 188 189 Además, es posible que los mismos frailes, gentes sencillas y con poca cultura universal, salvo sus correspondientes excepciones, quizá no tenían conocimiento del personaje Perseo ni mucho menos de las deidades helénicas de Palas Atenea, Hermes, Hefestos o Hades, a quienes el Dr. de la Maza llama con sus nombres latinos, Minerva, Mercurio, Vulcano. Según descripciones del Dr. de la Maza, se ve que la figura de Perseo ha sido tratada en varios cuadros, seguramente por lo interesante del relato mitológico griego. Esto hace pensar que también en Ixmiquilpan se haya recordado el asunto mítico en las pinturas murales de su templo. En un artículo titulado “Centauros con Huaraches en Itzmiquilpan”, escrito por el Dr. De la Maza dijo que: página siguiente: “Escenas completas de batallas con tal fidelidad, en la representación de vestidos, armas, estandartes, etc… sólo se han encontrado en Ixmiquilpan”: Raúl Guerrero Guerrero. Los frescos más desconcertantes de la Nueva España, por sus temas y dimensiones, son los descubiertos en la Iglesia de Itzmiquilpan en 1960. Es una serie de batallas sin el menor signo religioso cristiano. Abunda el elemento precolombino pero no menos el clásico, confundido con él. El historiador Manuel del Castillo Negrete, quien dio su nombre a la conocida Escuela de Restauración en la ciudad de México, en su artículo “Las decoraciones murales en los conventos mexicanos del siglo xvi. Descubrimiento y conservación. Epazoyucan e Ixmiquilpan”, anota: Ixmiquilpan; es también muy rico en su decoración este convento y, aunque no iguala al de Epazoyucan en la finura y la elegancia en ella, presenta un gran interés por el tipo de pinturas —éstas sí realizadas en color— que fueron ejecutadas en su iglesia. Las decoraciones en los muros del interior del templo fueron cubiertas con pinturas de cortinajes en colores chillantes y la bóveda de cañón corrido con escenas de la vida de la virgen, todas ellas pintadas al óleo, en 1860 por el “aficionado pintor” Pedro López. Hasta la fecha no se ha descubierto nada semejante a las decoraciones originales de la iglesia en las que se encuentran gran cantidad 190 191 de ­motivos prehispánicos entremezclados con elementos de decoración renacentista. Algunas grecas prehispánicas se han encontrado en las celdas del convento de Culhuacan, también agustino; y en el dominico de Teitipícac en Oaxaca podemos ver a los apóstoles que llevan en lugar de la túnica, la clásica tilma anudada al hombro y la Santas Mujeres con los cordones de algodón trenzados en el cabello y anudados sobre la parte superior de la cabeza, como nos las muestran algunos códices. Uno que otro detalle de este tipo encontramos en decoraciones de otros conventos. Pero escenas completas de batallas con tal fidelidad en la representación de vestidos, armas, estandartes, etc. sólo se han encontrado en Ixmiquilpan. Ninguna explicación de las varias que se han dado a estas escenas satisface lo que vemos y es muy posible que, de no encontrar datos sobre éstas en alguna relación contemporánea a las pinturas, éstas se quedan sin ella. página siguiente: Un guerrero cantando, así lo manifiestan la variedad de vírgulas, en la cintura lleva la cabeza de un vencido. Y, para finalizar, veremos la opinión del Mtro. Raúl Guerrero Guerrero, de quien primero haremos una breve semblanza: Historiador y etnomusicólogo, vivió de 1912 a 1995 Fue originario de Alfajayucan, Hidalgo. Personaje que resalta por su legado de investigación, al que habrá que recurrir para desentrañar secretos del pasado reciente. Es considerado como uno de los integrantes de la primera generación de antropólogos en el país. Tras la recopilación de datos por distintas poblaciones indígenas, se estableció en su estado natal. Su documentación incluye la vida costumbrista de huastecos, tepehuas y otros grupos sociales, enfatizando, asimismo, sus expresiones musicales y otras más. Uno de los aspectos de lo cotidiano era el pulque, tema que el especialista no dejó de lado y que plasmó en un libro en el que realza religión, cultura y folklore. Fue fundador del Museo Regional del Estado de Hidalgo. En la parte de arriba estaba ubicada la exposición etnográfica. Su labor de clasificación de las piezas del Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México, fue determinante. Por esos años también fungió como periodista, además de 192 193 haberse formado como múisco. Su aportación a la c­ ultura de la entidad, fue resaltada por el Congreso del Estado al serle otorgada la Medalla Miguel Hidalgo, post mortem. Fue fundador y primer Presidente del Centro Hidalguense de Investigaciones Históricas A.C., y a lo largo de su vida se distinguió como profesor y conferencista. Muchas actividades de divulgación de las culturas hidalguenses las efectuó en otros estados de la República y en varios puntos de Estados Unidos. Publicó más de una veintena de libros y colaboraciones para diarios y revistas. Dejó varios manuscritos inéditos. Entre sus obras se encuentran: Índice analítico de la relación del viaje de Fray Alonso Ponce a la Nueva España en el siglo 16 (1949), El Acta de Jacala (1972), Alfajayucan, un pueblecito otomí (1977), El Pulque, Religión, cultura y folklores (1980), Los otomíes del Valle del Mezquital (1983), Apuntes para la historia de Hidalgo (1983), Panorama geoétnico de las artesanías del Estado de Hidalgo (1986) y La jícara mexicana (1990), Los Murales de Ixmiquilpan, en coautoría con Juan Manuel Menes Llaguno (1993), entre otros. El Profr. Raúl Guerrero Guerrero, después de estudiar todas las opiniones, nos da su tesis sobre estas pinturas: página siguiente: Detalle de un medallón en los murales del templo. En las pinturas no se ven grandes conjuntos de personas combatientes sino que generalmente, sólo dos individuos que después de luchar, uno vence al otro y cortada la cabeza del enemigo, la cuelga de su cintura o de una de las partes de arnés del centauro o se ve reflejada en el chimalli. Las pinturas son una representación de la siguiente leyenda: Coatlicue, era una mujer dedicada a servir en el templo, y era madre de Coyolxauhqui que era la luna y de muchas estrellas más. Una ocasión vio una pelotilla de plumas coloridas en el templo y la tomó en el aire y la puso en su seno quedando embarazada sin haber tenido contacto con varón alguno. Esto disgustó a sus hijas y planearon matarla, ella al saberlo, sufría mucho. La criatura desde el seno materno habló a su madre y le dijo que no se preocupara, que él al nacer la protegería de estas amenazas. Cuando Huitzilopochtli, que era el niño, nació, traía consigo un escudo o chimalli y armas con 194 195 las que dio muerte a Coyolxauhqui y arremetió contra las otras hijas o estrellas. Muchas murieron y Huitzilopochtli recogió los despojos y muchas armas de ellas. La luna se considera Tezcatlipoca, por su relación con la noche, que así quedó decapitada al nacimiento de Huitzilopochtli que representa al sol. Así que cuando sale el sol representa con sus tonos rojizos la sangre de la decapitada, mas Tezcatlipoca, la luna, la noche, cuando se acercan las sombras de la tarde, resucita y vuelve a tomar posesión de su reino de la noche o la oscuridad. página siguiente: Detalle de las pinturas en los muros del templo. Por eso el maestro Guerrero considera que las pinturas de Ixmiquilpan están basadas en esta hermosa leyenda y que la misteriosa cabeza que se refleja en el escudo de Huitzilopochtli, motivo que se repite varias veces en los distintos paneles decorados, no es otra cosa que el dios Tezcatlipoca, decapitado por Huitzilopochtli. Tezcatlipoca no aparece vivo, sino vencido, decapitado y con cara de muerto, reflejado en el escudo del vencedor. En otras escenas, su cabeza se halla atada a la cintura del personaje central y en otros paneles aparece en el aire mostrada por el homicida o atada a un cincho del arnés del centauro. Al referirse a Tezcatlipoca, Sahagún dice que andaba en todo lugar, en el cielo, en la tierra y en el infierno. Y nosotros tenemos la oración del Credo que dice que Jesús también estuvo en la tierra, bajó a los infiernos y subió al cielo. De manera que nuestros indios de México, al aprender esta oración en el siglo xvi, seguramente compararon a los dos personajes e hicieron una amalgama, una fusión que produjo una confusión. Quedó dicho que Tezcatlipoca, no obstante haber sido degollado por Huitzilopochtli, resultó vencedor dentro del templo católico de Ixmiquilpan, pues vemos su rostro en la bóveda del presbiterio, en la cabeza de la iglesia, en un lugar conspicuo, como si desde ahí, como en un solio, estuviera presidiendo las maravillosas decoraciones murales, sonriendo desdeñosamente con aire de triunfo. El Dr. Alfonso Caso, en su libro La religión de los aztecas, dice que Tezcatlipoca es un dios creador muy ­importante 196 197 con varias advocaciones, como la del telpochtli, mozo eternamente joven, que jamás envejece. Es el jefe de los guerreros jóvenes y solteros que acuden a recibir enseñanzas en el Telpochcalli, la escuela de los plebeyos. Aún siendo Tezcatlipoca enemigo de Huitzilopochtli, se halla conectado con esta deidad. Su nombre significa “el espejo que humea”. El cronista Pomar CITA anota que el ídolo estaba pintado con tizne de reflejos metálicos, llamado en lengua náhuatl tezcapoctli o sea el humo espejeante. Se le adoraba en Tenochtitlan y en otros sitios, particularmente en Texcoco, ciudad de los teochichimecas. Huitzilopochtli es el cielo azul, el del día. Tezcatlipoca es el cielo negro, oscuro, el de la noche. Al mismo tiempo, como hechicero, inventó el fuego, aspecto que lo conecta con Huehuetéotl, el dios viejo del fuego. Además, los tlacuilos “dibujantes de códices”, lo pintaban poniéndole rayas negras y amarillas en la cara; es el Tezcatlipoca del norte; Huitzilopochtli, con rayas amarillas y azules, es el Tezcatlipoca del sur; Xipe, con rayas rojas y amarillas, es el Tezcatlipoca del oriente; Quetzalcóatl, todo blanco, es el Tezcatlipoca del poniente. Y así, en estas deidades se encuentran los siguientes colores: primarios, rojo, amarillo, azul; el negro, negación del color, y el blanco, la suma de todos los colores. Dado lo arraigado de antiguas ideas religiosas en el culto a Tezcatlipoca y con las enseñanzas de la nueva fe, seguramente los indios confundieron a estos personajes. El sincretismo religioso empezó en el siglo xvi, creando una religión “mexicana”, verdaderamente sui géneris. El crítico de arte Paul Westheim, en su libro La Calavera, escribe: página siguiente: Detalle de un guerrero en las pinturas del templo, con escudo y cantando según representa la vírgula que sale de su boca. La íntima convicción del indio de que la vida es sufrimiento, de que el sumiso y débil es víctima de la brutalidad del fuerte, hizo que el arte religioso de México colonial adoptara con verdadera pasión y tratar en mil conmovedoras variantes el tema de Cristo martirizado, cuyo cuerpo, fustigado por inhumanos verdugos, chorrea sangre de mil pavorosas heridas. 198 199 En efecto, particularmente en el siglo xviii, artistas indios y criollos “anónimos”, realizan pinturas y esculturas de Jesús herido y muerto, imprimiendo en sus obras su propio carácter y mentalidad, obras que se ven y admiran, especialmente en poblados pequeños y aislados, cuya capilla o iglesia son pobres, pero que las conservan ­dignamente. Tales obras son el resultado de enseñanzas pictóricas del realismo español, recargado de sangre, terrible y espantoso, pero con variantes creativas que dan lugar a la creación independiente, en la que se muestra la sensibilidad mexicana. Pero estas concepciones no son exclusivas del siglo xviii. En la actualidad contamos con una obra maestra , del pincel de un artista zacatecano de principios del siglo xx, el maestro Francisco Goitia, su cuadro intitulado “Tata Jesucristo”, contiene parte de la mitología indígena con todo su dramatismo. El autor expresó que “...las dos mujeres están llorando lágrimas de nuestra raza, penas y lágrimas nuestras, diferentes de las de los otros. Toda congoja de México está en ellas...” Paul Westheim concluye: página siguiente: Detalle de las pinturas bajo el coro. Un jaguar en actitud de ataque, con garras enormes. Lo que las hace sollozar es la vida, el dolor de la vida, la incertidumbre que es la vida del hombre en la tierra. El México antiguo no temblaba ante Mictlantecuhtli, el dios de la muerte; temblaba ante esa incertidumbre que es la vida del hombre...la llamaban...tezcatlipoca...! Esta es la tesis del Profr. Raúl Guerrero Guerrero, la opinión, para nosotros, más acertada sobre los murales del interior del templo de Ixmiquilpan, únicos no sólo en México sino en el mundo, por su calidad, su expresión artística y plástica, y por lo difícil de su interpretación temática. Evidentemente, fue una mano indígena la que pintó estos frescos, aunque hay que entender que los frailes estuvieron de acuerdo. Los dibujos son muy parecidos a los de los códices indígenas, sin embargo, escenas tan violentas, heridos y hasta descabezados en el interior de un templo tan importante, en el que se realiza el sacrificio de la Misa, 200 201 es inentendible. Hacemos hincapié en su colorido y movimiento permanente. Vemos en el mural híbrido del templo a un guerrero vestido con piel de leopardo, sosteniendo en su mano derecha la cabeza de un enemigo. Un gran movimiento y lucha se aprecian. El color sepia naranja, combinado con el azul de la vegetación produce una rara belleza. En esta escena, el guerrero está pronunciando o cantando palabras, por eso tiene una vírgula florida. En el escudo o chimalli está la imagen reflejada de un personaje que pudiera sea Tezcatlipoca, “el escudo humeante”. Aquí un personaje vestido con piel de coyote, (Huitzilopochtli), arrastra de los cabellos y de una mano al enemigo vencido (Tezcatlipoca), que aparece ya como muerto, sin embargo, tiene una extremidad superior levantada con la que empuña una flecha. El fondo naranja que puede representar el amanecer en que Huitzilopochtli, el sol, aparece, después de la oscuridad nocturna, es constante y llama la atención el tratamiento azul del follaje. Se ha descubierto que los pies de las figuras tienen un defecto de colocación. El pie derecho está en la pierna izquierda. Para finalizar, diremos que el misterio de lo que representan las pinturas, y la incógnita de por qué los frailes permitieron que se realizaran dentro del templo, sin tener ninguna representación o imagen cristiana, sigue siendo un reto para los jóvenes investigadores que vendrán adelante. Recalcamos su expresión plástica, en escenas que aún sin tener profundidad ni perspectiva y estar ingenuamente presentadas en un sólo plano, son evidentemente una gran aportación al catálogo plástico y artístico de México y, por supuesto, son las pinturas murales más sorprendentes de América, por su ubicación y su contenido. Bajo las nervaduras de la bóveda del coro a la entrada del templo, está un mural diferente a los tratados antes, con dos leopardos entre nopales flanqueando un escudo que parece un glifo prehispánico. Al otro lado, un águila posando sobre un nopal, tal como si fuera un códice indígena. Asombra aquí también la ausencia de símbolos cristianos. página siguiente: Detalle de las pinturas abajo del coro en el templo, entre nervaduras que sostienen la bóveda del coro. 202 203 Este es, en suma, el convento de Ixmiquilpan, que de ser una joya del siglo xvi, en la actualidad es un templo vivo, con sus funciones parroquiales en la población capital del Valle del Mezquital. En cuanto a la descripción del templo, su historia y su arquitectura y en cuanto a los asombrosas pinturas que están plasmadas en los muros interiores del templo, falta una opinión, la del lector, la del estudioso hidalguense o de otros lugares, que sólo con la visita al templo, con tiempo y con interés, podrá disfrutar de la obra de arte que es, en su conjunto, el convento Agustino de Ixmiquilpan, Hidalgo. página siguiente: Detalle de los murales del convento en un arco arriba de un friso. 204 205 206 BIBLIOGRAFÍA Azcué y Mancera Luis, Manuel Toussaint y Justino Fernández. Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo. Secretaría de Hacienda y Crédito Público. 1940. Carrillo y Gariel Abelardo. Ixmiquilpan. Dir. Monumentos Coloniales inah. 1961. Corrales Vivar Luis. El Convento de Actopan, Enlace entre dos Mundos. cehinhac. 1973. Guerrero Guerrero Raúl y Juan Manuel Menes Llaguno. Murales de Ixmiquilpan. Gobierno del Edo. de Hidalgo. 1992. Mc Gregor Luis. Actopan. inah. 1955. Kubler George. La Arquitectura Novo Hispana del Siglo xvi. Biblioteca de Cooperación Universitaria. México. 1975. Martínez Marín Carlos, Gilda Cubillo, Irasema Franceschi y Gabriel Colín Conventos del Siglo xvi en el Estado de Hidalgo. Editado por Gobierno del estado de Hidalgo. 1981. Menes Llaguno Juan Manuel. Actopan. Gobierno del Estado de Hidalgo. 1987. Vargas Lugo Elisa. Las Portadas Religiosas en México. iie, unam. 1969. Ramírez Montes Mina . Colección Abelardo Carrillo y Gariel. México. Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Estéticas. 1986. Catálogo de documentos de arte en el Instituto de Investigaciones Estéticas. 207 AGRADECIMIENTOS MUSEO NACIONAL DEL VIRREINATO Mtra. Cecilia Genel Velasco Directora Ana San Vicente Charles Subdirección Técnica COORDINACIÓN NACIONAL DE ASUNTOS JURÍDICOS INAH-CONACULTA Lic. María del Perpetuo Socorro Villareal Escárrega Coordinadora Nacional CENTRO INAH-HIDALGO Mtro. Rodolfo Palma Rojo Delegado 208 DIRECTORIO Lic. José Francisco Olvera Ruiz Gobernador Constitucional del Estado de Hidalgo L.A. Fernando Q. Moctezuma Pereda Secretario de Gobierno Prof. Miguel Ángel Cuatepotzo Costeira Coordinador del Despacho del Gobernador Lic. Aunard de la Rocha Waite Secretario de Finanzas y Administración Lic. Juan Manuel Menes Llaguno Secretario de Contraloría y Transparencia Gubernamental Prof. Juan Renato Olivares Chávez Secretario de Turismo y Cultura Prof. Joel Guerrero Juárez Secretario de Educación Pública Lic. José Vergara Vergara Director General del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo Dirección General de Publicaciones e Impresos Director General Arq. Luis A. Corrales Vivar Subdirección Editorial Abraham Chinchillas Terrazas Subdirección de Producción Javier Alejandro Rodríguez Padilla Subdirección de Diseño Mabel Castro Amador Diseño Elizabeth Flores Valdespino Mariana Moreno Madero Aleida Ileana Porras Vega Ana Cristina Martínez Pérez Coordinación Jurídica y de Inventario Lorena Quiterio Mendoza Asistencia de Producción Hans Carbajal Rebollar Jessica P. Ventura Bravo 209 Conventos Agustinos en Hidalgo se terminó de imprimir en octubre de 2012, en los talleres de Offset Santiago, S.A. de C.V. Rio San Joaquín, 436. Col. Ampliación Granada. C.P. 11520 México D.F. Para su composición se utilizaron fuentes de las familias: Adobe Garamond Pro y Copperplate Gothic Light. El tiraje fue de 3000 ejemplares. El cuidado de imprenta estuvo a cargo de Samuel Sadovitch, Javier Rodríguez y Pablo Mayans. 210 211 212