Pinturas murales. Convento Trinitarias Reseña histórica En una de sus fachadas interiores del convento de San Ildefonso de las religiosas Trinitarias, en el corazón de Madrid, se encontraron fragmentos de pinturas murales, en consonancia con la tradición escenográfica y representativa del Siglo de Oro, que habían permanecido ocultas por arquitecturas añadidas de los siglos XIX y XX. El levantamiento del tejado como consecuencia de las tareas de restauración del mismo, descubrió, bajo el alero, unas serie de pinturas originales que decoraban la fachada, y que habían permanecido condenadas al olvido al añadirse un pasillo en las reformas del convento. Las pinturas representan arquitecturas fingidas, lo que se conoce como trampantojo o a la quadrattura (cuando lo que se finge es arquitectura), ejercicio típicamente barroco de moda en Madrid a partir de la llegada de los pintores italianos Mitelli y Colona, llamados por Velázquez para decorar el antiguo Alcázar del rey. De este estilo, conservamos extraordinarios ejemplos como el de la iglesia de San Antonio de los Alemanes (la parte de la bóveda) o la decoración de la escalera del convento de las Descalzas Reales, habiéndose perdido un gran número de obras de lo que sin duda constituyó una moda de la época, muy acorde con el espíritu escenográfico y barroco del Siglo de Oro. Las pinturas decoraban una de las fachadas al claustro del Jardín, concretamente la de la enfermería, frente a las habitaciones de las religiosas, donde tenían el recreo de clausura. Esta fantástica pintura mural era la vista que, desde sus celdas, podían disfrutar. Representan elementos arquitectónicos (frontones, hornacinas, jarrones) realizados en grisalla, marcando una perspectiva, sombras y volúmenes que sugieren arquitecturas reales. La parte descubierta se ha conservado al estar oculta bajo el alero del tejado, ocultándose el resto bajo sucesivos revocos y encalados y una crujía de pasillo. En la memoria de la comunidad se recuerda la existencia de una antigua fachada que representaba las cuatro estaciones en el claustro grande del jardín, y hasta la fecha, se pensaba estaban totalmente perdidas. El hallazgo de estas pinturas es de una gran importancia al ser escasos los restos conservados en Madrid de este tipo de actuaciones que eran numerosas y frecuentes, importante signo de identidad de la sociedad del momento