SÍNDROME DE CUSHING EN ÉQUIDOS, A PROPÓSITO DE UN

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SÍNDROME DE CUSHING EN ÉQUIDOS, A PROPÓSITO DE UN CASO CLÍNICO
Clara Colmenero de Miguel [email protected]
Este síndrome, también conocido como hiperadrenocorticismo o disfunción de la pars
intermedia de la glándula pituitaria es la patología endocrina más frecuente en los caballos de
edad avanzada y los ponis. Esta patología tiene algunas particularidades en los caballos, pues
los adenomas de la pituitaria se localizan habitualmente en la pars intermedia (a diferencia de
lo que ocurre en perros y humanos, que se suelen localizar en la parte distal).
Esta patología cursa con un incremento de la producción de corticoides como consecuencia de
adenomas o neoplasias en la hipófisis, y se asocia a un cuadro clínico en el que con frecuencia
aparecen hirsutismo, laminitis, predisposición a fracturas de los huesos, pérdida de peso y
masa muscular, letargia, poliuria y polidipsia.
El hirsutismo es el signo clínico que aparece con más frecuencia, a razón de un 55-80% de los
casos. Estos animales presentan un pelo largo, sin brillo, que frecuentemente se riza. La
persistencia de este tipo de pelo en la gotera de la yugular, las extremidades y la zona ventral
del abdomen son hallazgos frecuentes.
La neumonía y la taquipnea aparecen también durante las épocas de más calor en los caballos
con hirsutismo. Otros síntomas asociados son los problemas dentarios, la visión anormal y los
depósitos de grasa anormales en la bolsa supraorbitaria debido a una redistribución de ésta.
La poliuria y la polidipsia se han notificado en más de un 76% de los casos. Los
glucocorticoides pueden incrementar la filtración glomerular y contribuir a la diuresis.
Generalmente se diagnostica en caballos de más de 7 años (la media está entre los 19-21
años). Parece ser que no hay predisposición de raza ni de sexo. Aunque suele presentarse con
mayores prevalencias en ponis que en caballos.
A diferencia de otros problemas endocrinos, los adenomas de la pars intermedia suelen ser
identificados en el examen post mortem en caballos de edad avanzada sin historia previa.
El caso clínico que se presenta a continuación es el de un caballo Pura Raza Español (P.R.E.),
de 8 años de edad, que presta servicio en la Policía Municipal (Fig. 1).
Fig. 1: El caballo del que se presenta el caso clínico, antes de desarrollar una sintomatología visible de la
enfermedad (Fuente propia).
Como antecedentes clínicos de este animal, a finales de julio de 2011, queda dado de baja
para el servicio a causa de una subluxación en la articulación interfalángica proximal de la
extremidad posterior derecha (Fig. 2 y 3). Dicha lesión, se fue estabilizando mediante herrajes
terapéuticos y la claudicación que presentaba el caballo mejoró notoriamente. Pero, a partir de
este hecho y en los meses siguientes, el aspecto general del caballo se fue mermando.
Fig. 2 y 3: Subluxación de la articulación interfalángica proximal, en la radiografía se aprecia como se ha
perdido el eje de alineación de la extremidad (Radiografía cortesía del Hospital Veterinario Sierra de
Madrid).
El animal empezó a demostrar una actitud muy apática, cuando tiempo atrás siempre había
tenido un carácter muy excitable, por lo que se realizó un minucioso examen físico. Se observó
cierto grado de emanciación (2,5/5), ya que el caballo había perdido gran parte de su masa
muscular (Fig. 4 y 5). Su pelaje crecía largo y sin brillo en las tablas del cuello y extremidades
(hirsutismo) y no se mudaba, por lo que presentaba una sudoración excesiva (Fig. 6). La
frecuencia cardiaca estaba en 52 lpm, la respiratoria en 56 rpm, y la temperatura era de 38,6ºC. Las
mucosas estaban húmedas y rosadas. Presentaba epífora bilateral y temblores musculares. Y se
vino observando en este tiempo que también había poliuria y polidipsia. Además, apareció un
absceso en la región mandibular izquierda (Fig. 7 y 8) a consecuencia de la infección de uno de
los molares.
Figuras 4, 5 y 6: Se observa una condición corporal de 2,5/5, con gran pérdida de masa muscular en la
espina dorsal, la tuberosidad coxal, la tuberosidad sacra y a ambos lados de la grupa e hirsutismo en las
tablas del cuello (Fuente propia).
Figuras 7 y 8: Detalle de un absceso a consecuencia de una infección de una pieza dentaria en la rama
mandibular que apareció en el transcurso de la enfermedad de este caballo (Fuente propia).
Ante estos signos clínicos, que indicaban que el animal presentaba algún problema grave, a
principios de febrero se realizó una analítica sanguínea y un urianálisis. Los hallazgos no
fueron demasiado significativos, todo estaba normal (salvo un ligero aumento en la bilirrubina
total -2,32 mg/dl- y una ligera glucosuria). Se empezó a estudiar con más profundidad el caso,
el hecho de que no mudase el pelo de invierno (aún cambiándole a un box más cálido) y que
se empezase a depositar grasa en zonas anómalas (fosa supraorbitaria), el abdomen péndulo
la dificultad respiratoria, y los problemas bucales acompañados del resto de síntomas descritos
anteriormente, hizo sospechar de un posible caso de síndrome de Cushing.
En mayo de 2012, se remitió el caso a un hospital veterinario donde se efectuarían una serie
de pruebas diagnósticas para confirmar esta patología.
La analítica sanguínea dio un hematocrito del 30% y unas proteínas de 6,4 g/dl. Una medición
de glucosa mostró una hiperglucemia leve (151 mg/dl). Los electrolitos se encontraban dentro
del rango normal así como las enzimas CK y AST. La determinación de insulina no mostró
valores anómalos. Y el consumo de agua en 24 horas fue de aproximadamente 23 litros.
También se realizó una prueba de esfuerzo respiratorio y una ecografía torácica (a causa de la
disnea que presentaba), no encontrándose alteraciones.
El diagnóstico se confirmó mediante el test de supresión con dexametasona y la estimulación
con ACTH.
El test de supresión con dexametasona es una de las pruebas más aceptadas y recomendadas
para el diagnóstico de esta enfermedad. Se basa en la falta de supresión de la concentración
de cortisol en plasma en caballos con disfunción de la pars intermedia, pasadas 24 horas tras
la administración de dexametasona. Se toma una muestra de sangre, en la cual se
determinarán los niveles de cortisol. Posteriormente, se administra dexametasona (que inhibe
la glándula suprarrenal y reduce los niveles de cortisol) y pasadas 24 horas se toma otra
muestra de sangre. En caballos sanos, los niveles de cortisol se reducen drásticamente; en
cambio, en caballos con síndrome de Cushing solo se observa una ligera disminución.
En este caso, los niveles de cortisol tras la administración de dexametasona fueron de 67,1
ng/ml.
Mediante el test de estimulación con ACTH, se espera obtener una respuesta exagerada en la
producción de cortisol en los animales enfermos. En estos caballos se cuadriplican los niveles
de cortisol, mientras que en los sanos, simplemente se duplican. En nuestro caballo, la ACTH
fue de 442 pg/ml).
Ante estos hallazgos, se confirmó la sospecha inicial y se diagnosticó al caballo de síndrome
de Cushing.
Los caballos con neoplasias en la pituitaria, no solo suponen un reto para el diagnóstico, sino
también para su tratamiento. Un elemento clave a la hora de tomar la decisión sobre si tratar o
no a estos animales es el factor económico, ya que el tratamiento es de por vida.
El tratamiento médico de este caballo es el habitual que se aplica en estos casos. Ha
consistido en administrar todas las mañanas una cápsula de pergolida (1 mg) por vía oral
indefinidamente. La pergolida es un receptor agonista de la dopamina. La administración oral
de ésta se ha comprobado que tiene efectos positivos en caballos con síndrome de Cushing. El
rango de dosificación está entre los 0,2-5 mg, una vez al día para ponis y caballos. Primero se
prueba a dosis bajas, y si pasadas 4-6 semanas, el animal no muestra signos de mejoría
clínica, se va aumentando la dosis gradualmente 0,25 mg cada 3-4 semanas.
A su vez, se cambió la dieta, con el fin de reducir la ingesta de carbohidratos. Esta nueva dieta
es a base de heno de buena calidad y un pienso bajo en almidón con el fin de ayudar a regular
los niveles de glucosa. Se esquiló el pelo. Y se recomendó que el caballo continuase
realizando ejercicio.
Iniciado el tratamiento, se esperaron 2 meses para observar una mejoría en su condición. Pasado
ese periodo se observó una evidente mejoría en el caballo, su pelo ya no creció tanto como antes,
recuperó condición corporal y los depósitos de grasa anormales desaparecieron.
Figura 9: Estado actual del caballo en el momento actual (Cortesía de Alba Conejo Sánchez).
Como conclusiones de este caso, debemos entender que un diagnóstico precoz de este tipo de
alteraciones es vital para el bienestar de nuestros animales. El tratamiento médico es de por
vida, lo que implica un esfuerzo económico importante. Además, no siempre se tolera bien en
todos los caballos.
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