La infamia - Corporación Viva la Ciudadanía

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La infamia
Mauricio Castaño H.
Historiador http://colombiakritica.blogspot.com/
Los asesinatos son accesorios que inmortalizan a los criminales, ellos matan,
hacen matar y ellos mismos aceptan el riesgo de morir a cambio de salir del
anonimato en una sociedad que anima a la fama, a sobresalir. Es el asesinato
el que asegura la sombra renombrada de los asesinos en su derramar sangre.
En la memoria popular, tejida de rumor en rumor, circulada en las páginas
populares y medios masivos, el asesinato se multiplica y se convierte en el
acontecimiento por excelencia. Esos seres anónimos de un momento a otro
saltan del anonimato a la gloria por que han decidido colisionar con el Estado,
aseguran un puesto en los anaqueles de la historia. Los genocidas son
pagados con la gloria que buscaban.
Fue el caso del legendario capo Pablo Escobar Gaviria, quien como buen hijo
de la cultura arribista, juró en su adolescencia suicidarse, si a la edad de
veinticinco años no tenía un millón de pesos. Plata o plomo es la consigna que
resume la lección aprendida para triunfar en la vida, movidos por ese podio
capitalista reservado sólo a unos pocos, los demás que no se resignen, se
abrirán camino sin importar los medios, sólo el fin: forrarse en riqueza. Por su
capacidad de hacer daño, genio del mal le llaman, este hombre vulgar y
rebelde de su miseria, aseguró su nombre en el muro de la infamia pero
también de los hombres que tiene fama, forma absolutamente desnuda de
plantear las relaciones de poder y del pueblo.
Pero, si bien es el Acontecimiento que se nos presenta a la simple vista, en su
confección subyace uno hilos con los cuales se tejen la sociedad en sus
estructuras de poder. Somos hijos del tiempo, no existen individuos más que
insertos en su grupo social y las diferencias sólo liberan de las amenazas de la
monotonía o de los estancamientos que pueden privar a una sociedad de las
invenciones para mejores desarrollos, para hacer mejor las cosas que liberen
de la fatiga y que se traducen en un bienestar general. Así se explica un
contexto, los individuos se deben a una época, incluso los genios que parecen
salirse de su molde, sus fuerzas perspicaces para crear las extraen a
contracorriente de allí mismo. Los hijos lo son bondadosos y bandidos, ningún
pierden su condición de humanidad, igual sucede con los hombres de una
sociedad, explicables por su tiempo y lugar en donde nacen, viven crecen, se
reproducen y mueren. A decir de los antropólogos avezados, buscan explicar
cómo los mitos se piensan en los hombres, los humanos sólo son piezas de
una compleja estructura, por ello se dice también que en el mito hay ciencia, y
hay ciencia en el mito.
Así las cosas, los criminales son piezas del río del tiempo, de la máquina de la
muerte violenta que nos deja la cultura de las olimpiadas, en esa carrera loca
de ser el mejor. No basta con buscar el hecho o asesino notorio, es necesario
hacer un barrido por lo extenso de toda la sociedad. Entran en equívoco
quienes aseveran lo contrario, les basta buscar unos culpables y absolver a
verdaderos responsables de esas zonas grises. Es el caso de la interpretación
que hace la revista Semana en la que gradúa de criminal ingenioso al
narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, exonerando a toda una cultura y
dirigencia que soporta y comandan la sociedad entera. Sólo unos atisbos:
“Hace un par de años el hoy ministro de Salud, Alejandro Gaviria, escribía en
su columna de El Espectador que el tráfico de cocaína surgió en los años
setenta en medio de una economía cerrada. Aislada del mundo (…) los
empresarios locales no pensaban en exportar. Les era más fácil explotar las
rentas propias de un mercado sobreprotegido. No tenían necesidad de innovar.
Todo se vendía fácilmente (…) los traficantes de cocaína rompieron con esa
tradición. Se adelantaron 20 años a la apertura económica… Pero Escobar
estaba lejos de ser un revolucionario. Más bien fue todo lo contrario. En un
momento donde el país estaba obligado a abrirse política y económicamente, a
modernizarse y ser incluyente, lo que estalló fue una violencia nihilista que
conspiró contra el cambio social. Solo años después cuando el narcotráfico
abiertamente se alineó con la extrema derecha, resultó nítido su contenido
reaccionario. Pablo Escobar y su terrorismo terminaron por alterar todo un
escenario de conflicto social que pudo llevar a reformas democráticas y que sin
embargo, terminó anclando al país en la guerra… Todo lo que representaba
Escobar tuvo especial arraigo en Medellín, epicentro de una región cuyos
valores han sido descritos en una reciente encuesta de la Universidad Eafit
como: pujanza por encima de todo, una débil articulación con lo público, una
religiosidad más formal que real y donde el individualismo es notorio.”
Somos hijos de nuestros tiempos de guerra. La dirigencia colombiana no ha
acudido a las dictaduras porque los métodos de violencia les han resuelto sus
intereses particulares. Se habla de una ultraderecha que transfiere
conocimiento de guerra a sus mercenarios, las perfecciones en las técnicas de
hacer sufrir, de torturar, de causar miedo para doblegar no son
improvisaciones. Cuentan que los paramilitares, cosa bien sabida en las lógicas
castrenses, hacían entrenamientos duros, tan duros como fuera posible para
que la guerra fuera un descanso, sometían a diversos retos sádicos y
degradados, aguantar hambre, privación del sueño por varios días,
descuartizar a las propias víctimas para luego comerlas y así desaparecerlas.
Técnicas de exhibición de la muerte y de generación de miedo: emboscadas,
patrullajes, asesinatos selectivos, retenes, desapariciones de personas,
extorsiones y saqueos de bienes, asesinato de personas delante de otras y la
exhibición de sus cuerpos en vías públicas. Con ello aseguraban guerreros,
plenas armas de muerte, para defender proyectos económicos bien fueran
hidroeléctricas, cultivos de palma, banano, etc., etc. Complementario a estas
miserias de muerte, están los llamados trabajos de inteligencia en las
cabeceras de pueblo, hombres dedicados a la gestión civil, se encargaban de
influenciar la población a su favor, creaban redes de inteligencia e informantes.
Un entramado rural y urbano de la guerra. Una estrategia de guerra que ponen
de carnada a los miserables para que entren en esa carrera irracional de las
olimpiadas de ser alguien, para asegurar un puesto en la fama, en el muro de
la infamia.
Edición N° 00379 – Semana del 29 de Noviembre al 5 de Diciembre – 2013
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