Carta_al_obispo_de_Roma - Colegio Patrocinio de María

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Carta al obispo de Roma
Creado el 3 septiembre 2015 por Cristianisme i Justícia
Cristianisme i Justícia. [20 teólogos y teólogas entre quienes
se encuentran varios miembros del equipo de Cristianisme i Justícia, han lanzado una
campaña internacional de apoyo a la propuesta de que el sínodo acepte a la comunión
a los divorciados vueltos a casar y que está plenamente de acuerdo con el Espíritu del
Evangelio y con la fe de la Iglesia. Cristianisme i Justícia se adhiere a la campaña e
invita a firmar la adhesión a este documento].
Hermano Francisco,
Estas líneas quisieran completar el escrito de más de medio
millón de fieles, en el que te piden con ahínco que “reafirmes
categóricamente la enseñanza de la Iglesia de que los católicos
divorciados y vueltos a casar civilmente no pueden recibir la
sagrada comunión”. Por amor a Jesús, quisiéramos pedirte con
igual afán que seamos todos fieles al Espíritu del evangelio, más
allá de supuestas fidelidades a la letra de unas determinadas
enseñanzas de la Iglesia.
Hablamos de supuesta fidelidad no para juzgar la intención de quienes te
escribieron sino porque, en realidad, la enseñanza de la Iglesia no es que
esos divorciados vueltos a casar “no puedan recibir la sagrada comunión”
sino que, según el Concilio de Trento, “la Iglesia no yerra cuando les niega
la comunión”. Esa formulación, cuidadosamente elegida en aquel concilio,
dejaba abierta la posibilidad de que tampoco haya error ni infidelidad en la
postura contraria, y que se trate más de una cuestión pastoral que de una
cuestión dogmática.
En nuestra opinión, la prudencia pastoral no sólo permite sino que hoy más
bien reclama un cambio de postura. Por estas razones.
1.- En la Palestina del siglo I, las palabras de Jesús afectaban directamente al
marido que traiciona y abandona a su mujer porque otra le gusta más, o
por motivos de este tipo: son primariamente una defensa de la mujer. Ahí sí
que resulta inapelable la frase del Maestro: “lo que Dios ha unido, no lo
separe el hombre”.
No se conocía en tiempo de Jesús la situación de un matrimonio que (quizá
por culpa de los dos o por una incompatibilidad de caracteres, antes no
descubierta), fracasa en su proyecto de pareja. Dada la situación de la mujer
respecto al marido, en la Palestina del s. I, esa hipótesis era impensable. Y
aplicar las palabras de Jesús a otra situación desconocida en su época,
donde lo que hay no es el abandono de una parte sino un fracaso de los
dos, podría equivaler a desfigurar esas palabras. Estaríamos así
manipulando a Jesús en aras de la propia seguridad dogmática, y poniendo
la letra que mata por delante del espíritu que da vida, en contra del consejo
paulino.
El evangelio debe ser inculturado y, cuando no se le incultura, se le
traiciona. Los ejemplos que siguen pueden aclarar esto un poco más.
2.- El evangelista Mateo, que es quizás el que cuenta más transgresiones de
la Ley por parte de Jesús, es curiosamente el único que pone en sus labios
la frase “no penséis que he venido a derogar la Ley… He venido a cumplirla
hasta la última tilde”. Se nos da a entender así que, en aquellas
transgresiones de la letra, Jesús estaba cumpliendo la Ley hasta el fondo,
porque estaba custodiando su espíritu.
Y el espíritu fundamental de toda la ley evangélica es la misericordia: no
una misericordia blandengue, por supuesto, sino una misericordia exigente.
Pero de ningún modo una exigencia inmisericorde. Quizá, pues, tengan
algo que decirnos aquí aquellas palabras con las que Jesús responde a los
escándalos que causa su conducta misericordiosa: “a ver si aprendéis lo que
significa ‘quiero misericordia y no sacrificio’… ” (Mt 9,13 y 12,7).
3.- La iglesia primera ofrece otro ejemplo palmario de esa fidelidad al
espíritu por encima de la letra, con el abandono de la circuncisión. La
circuncisión tenía algo de sagrado como símbolo expresivo de la unión
entre Dios y su pueblo; podría haber valido también de ella la citada
palabra de Jesús: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. Sin
embargo, la Iglesia abandonó esa práctica tras fuertes discusiones y contra
la opinión de algunos que creían ser más fieles a Dios y, en realidad,
buscaban su propia seguridad. Gracias a aquella decisión tan discutida, la
Iglesia no sólo fue fiel a Dios sino que abrió las puertas a la evangelización
del mundo entero. Y hoy aquella decisión nos puede parecer evidente pero
entonces les resultó a muchos escandalosa.
El mismo Pedro, en su discurso en defensa de aquella decisión, que hoy nos
parece tan fiel al Espíritu de Jesús, habló de “no imponer un yugo que ni
nuestros padres ni nosotros somos capaces de soportar” (Hchs 15,10). Este
es uno de los mayores pecados que puede cometer la Iglesia. Y es muy
discutible que personas célibes puedan comprender lo que significa convivir
cada día íntima y pacíficamente con otra persona con la que no hay la más
mínima sintonía. Como es discutible que personas célibes pudieran
abstenerse de mantener relaciones sexuales con una persona con la que se
convive día y noche y a la que se ama.
4.- Tememos que los defensores del rigor piensen que instalar en la Iglesia
una “disciplina de misericordia” equivaldría a abrir las puertas a una
relajación moral, o a que la Iglesia acepta los mismos criterios sobre el
divorcio que nuestra sociedad pagana. En realidad no es así: no se
cuestiona en absoluto la indisolubilidad del matrimonio; y la disciplina de
misericordia sigue siendo una disciplina a la que no todos podrán acogerse:
porque reclama arrepentimiento, reconocimiento de culpa y propósito
firme de enmienda. De lo que se trata es de no dejar solos y sin ayuda a
quienes han fracasado. Como Jesús: que comía con pecadores no porque
fuesen buenos, sino para que pudieran serlo.
Teresa de Ávila, cuyo centenario estamos celebrando, recuerda en su
autobiografía, que cuando se sentía pecadora o infiel recurrió algunas veces
a abstenerse de la oración porque no se sentía digna de ella. Hasta que
descubrió que aquel remedio era peor que su mal. La misma Iglesia ha
enseñado siempre (y la práctica lo confirma) que la participación en la
Eucaristía puede ser una gran ayuda y una fuerza para vivir
evangélicamente. Nos tememos que privar de esa fuerza a quienes
fracasaron en su primer proyecto matrimonial y han hecho ya penitencia
por ese fracaso, podría acabar apartándolos de la fe.
5.- Finalmente queda la pregunta de si ha de tener la Iglesia una doble
medida para las infidelidades al evangelio que afectan al campo sexual y
para las que afectan a otros campos de la moral.
Por ejemplo: la iglesia ha enseñado siempre que el único propietario de los
bienes de la tierra es Dios y que los hombres somos sólo administradores
de aquello que creemos poseer. Esa condición de administrador pide al
hombre poner todos los bienes que tiene de más, al servicio de los que
tienen menos: de los pobres y de los carentes de medios.
Precisamente por eso, la Iglesia no reconoce un derecho absoluto a la
propiedad privada, sino sólo en la medida en que éste sea un medio para
satisfacer el derecho primario y absoluto de todos los hombres a los bienes
de la tierra. Esa enseñanza del destino primario de los bienes de la tierra,
tantas veces recordada por los últimos papas, la incumple una mayoría de
católicos sin mostrar además el más mínimo arrepentimiento ni voluntad de
enmienda por ello.
Porque esa enseñanza de la Iglesia es también muy contraria a la
mentalidad de este mundo pagano. Pero ¿no es una palmaria injusticia que
ésos católicos sean admitidos a recibir unos sacramentos que se niegan a
los otros casos de pareja fracasada, cuando en éstos haya un
arrepentimiento y voluntad de enmienda que no se dan en aquellos?
Dios no tiene dos pesos y dos medidas, o mejor aún: su parcialidad es
siempre a favor de los más pobres y de las víctimas. En las parábolas que
cuenta el evangelio del fariseo y el publicano o del hermano mayor del
pródigo, Jesús estuvo sorprendentemente de parte de los transgresores:
porque a quienes los acusaban, todas sus obras buenas no les habían
servido para tener un corazón bueno, sino para tener un corazón duro.
Nada más, hermano Pedro. Sólo hemos querido exponer una opinión. Pero
agradecemos mucho tus esfuerzos, en medio de tan crueles resistencias,
por dar a la Iglesia un rostro más conforme con el Evangelio y con lo que
Jesús se merece.
Xavier Alegre Santamaría
José I. Calleja Saenz de Navarrete
Joan Carrera i Carrera
Nicolás Castellanos Franco
Maria Teresa Davila
Antonio Duato
Ximo García Roca
José Ignacio González Faus
Luis González-Carvajal Santabárbara
Mª. Teresa Iribarren Echarri
Jesús Martínez Gordo
José Antonio Pagola
Joaquín Perea
Bernardo Pérez Andreo
Josep Mª Rambla Blanch
Lucía Ramón Carbonell
Andrés Torres Queiruga
José Manuel Vidal
Javier Vitoria Cormenzana
Josep Vives i Solé
Si queréis firmar os mando la dirección:
http://blog.cristianismeijusticia.net/?p=12642&lang=es#more-12642
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