Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: [email protected] www.viva.org.co Elecciones en España: ganan los socialistas, pierde la izquierda Juan Carlos Monedero Doctor en Ciencias Políticas y Sociología Universidad Complutense de Madrid Escenarios de confrontación, victoria conservadora En el mundo actual, los escenarios políticos en donde se vive cualquier polarización que amenaza con romper con alguna forma de violencia el orden social realmente existente son potencialmente malos para la izquierda. Donde hay una extrema izquierda activa, la derecha encuentra justificación para ejercer su dominio desde una posición de prudencia. Donde hay una extrema derecha activa, el centro se desplaza hacia posiciones conservadoras y la socialdemocracia se torna en la formación mayoritaria donde, bajo una supuesta defensa de posiciones progresistas, no es sino la cara amable de la renuncia a la política transformadora. Estos escenarios de presencia de la extrema derecha o de la extrema izquierda presentan un problema añadido: no tienen por qué ser reales. En otras palabras, basta con que sean tenidos por reales por la población. Se trata, en lo que Bernard Manin ha llamado las democracias de audiencias, de regímenes formalmente democráticos que funcionan en realidad como prácticamente autoritarios, donde la opinión pública se construye a través de unos medios de comunicación que recrean la realidad para hegemonizar estados de ánimo, siendo el más relevante la reducción de la oferta política a dos grandes fuerzas que, necesariamente, deben ocupar esa moda estadística que se llama centro. Por eso, cualquier confrontación electoral, adaptada a las necesidades de los medios, se convierte de inmediato en un debate presidencialista (pese a que, como en España, el régimen sea parlamentario), con los efectos del presidencialismo pero sin sus contrapesos institucionales. El papel del terrorismo de ETA De cualquier forma, al igual que la izquierda colombiana tiene dificultades para desplegarse con éxito debido a las FARC, en España operan dos factores que simplifican en exceso el panorama electoral progresista: por un lado, la existencia de la demenciada banda terrorista ETA, con capacidad de inclinar hacia alguno de los dos grandes partidos una porción de votos grande capaz de dirimir el escenario de empate bipartidista propio de las actuales democracias liberales (dependiendo de la persona asesinada, sanciona el voto hacia el PSOE o el Partido Popular). Concederle tanto poder a una banda terrorista es excesivo. Además, su reclamación violenta dificulta la articulación de la izquierda transformadora, toda vez que su ruptura de los consensos mínimos –la paz social- impide a cualquier otra fuerza política usar el conflicto como estrategia política o tensar la situación en aras de concienciar a la ciudadanía. La izquierda, que es a quien le corresponde denunciar la violencia estructural del sistema o convencer a la ciudadanía de romper con el orden de cosas camino de una sociedad diferente, ve mermadas sus capacidades de convicción por el ejemplo del terrorismo. Un PP situado en la derecha extrema Por otro, la existencia de un PP tomado por la extrema derecha genera una alerta que reduce las expectativas transformadoras y las concentra en un único objetivo: frenar la victoria de esa fuerza política. Recuérdese que en España no hay ninguna formación política que se presente como derecha extrema, de manera que es en el Partido Popular donde se concentra este espectro político (una herencia de la Inmaculada Transición). Como vimos en un anterior análisis, en esta campaña electoral el PP ha centrado su estrategia en el miedo (en consonancia con la derecha francesa o alemana): presentación de la emigración como amenaza; alertas sobre la ruptura de la patria; creación de un clima abstracto de inseguridad ciudadana, apoyado por la iglesia, basado en la construcción de una España convertida en Sodoma y Gomorra; descalificación de la izquierda al culparla de guerracivilismo (como la izquierda, tanto el PSOE como en su momento el Partido Comunista renunciaron durante la transición a recordar la guerra civil y el antifranquismo, ha sido la derecha quien ha tomado esa bandera para justificar con argumentos franquistas la maldad intrínseca del pensamiento socialista o comunista). Victoria socialista, derrota de la izquierda En conclusión, la tendencia señalada al bipartidismo en todas las democracias liberales opera en España con estas peculiaridades, radicalizando sus efectos. De esta manera, hay una serie de rasgos esenciales para comprender el resultado electoral en España, donde el PSOE ha ganado con holgura las elecciones, el PP ha subido en votos y escaños parlamentarios, y la práctica totalidad de las demás fuerzas políticas, salvo las que se han hecho hegemónicas con un discurso nacionalista en sus territorios –y Convergencia i Unió y, en menor medida, el Partido Nacionalista Vasco - se han hundido hasta casi la extinción, camino de un escenario electoral extremadamente bipartidista: 1. El PSOE ha obtenido 11.282.210 votos y el 43,84% frente a los 10.276.238 del PP, con el 39,93%. Es decir, el 83% de los votos, que por la malhadada ley electoral se convierte en el 92% de los escaños. Si en las primeras elecciones de 1977, el PSOE y el PP apenas tenían 200 diputados de los 350 del Congreso de los Diputados, ahora ocupan 322. La pérdida de demodiversidad es enorme. 2. La confrontación PSOE-PP se ha convertido en una confrontación extrema derecha-anti extrema derecha, con el resultado de que el centro (como se llama de manera tramposa a la moda estadística construida por los medios de comunicación) se ha corrido de manera clara hacia la derecha. Mientras el PP ha movilizado a todo su electorado (y a parte del electorado que antaño votaba a partidos de la izquierda) con un discurso del miedo, apelando al vientre de la ciudadanía -muy cerca de los neoconservadores norteamericanos-, el PSOE ha dejado fuera de campaña cualquier tema controvertido con tal de no perder votos. El resultado es que la razón electoral, en esa confrontación, ha presentado como ganador un nuevo sentido común profundamente conservador que se verifica en los siguiente rubros (entre otros muchos): El freno del reconocimiento de la pluralidad nacional de España; la renuncia al reconocimiento de una ley de plazos para el aborto; la ausencia de un discurso soberanista respecto de los Estados Unidos; el silenciamiento de la crítica a la politización de la justicia –con jueces cuestionando decisiones ciudadanas soberanas, como los Estatutos de autonomía, aprobados por sus cámaras parlamentarias regionales-; la renuncia a un reconocimiento de los derechos de los inmigrantes; la ausencia en el debate de la necesidad de una Unión Europea alternativa; la desaparición de la discusión de los múltiples casos de corrupción. El desvanecimiento de la política exterior respecto de América Latina La asunción de que profundización de la democracia ya no pasa por la democratización económica y la crítica al autoritarismo empresarial en la globalización neoliberal. La normalización de un patrón consumista de ciudadanía que idiotiza (en el sentido griego de despolitizar) a amplias capas de la población. 3. La desaparición en campaña de temas que afectan a la política de los dos grandes partidos ha reducido la capacidad de luchar por el saneamiento democrático, como demuestra el hecho de que en numerosísimos casos han resultado apoyados alcaldes –es decir, sus partidos, controlados localmente por ellos- inmersos en procedimientos de corrupción principalmente inmobiliaria. Esto ha creado en la España del primer mundo un quiste mafioso en donde la población apoya comportamientos ilegales de los cuales saca en el corto plazo algún beneficio y que se enquistan en la práctica partidista dependiente del dinero de las inmobiliarias para su supervivencia organizativa. 4. Ese mismo juego bipartidista, genera un comportamiento turnista que difícilmente permite la democratización en ámbitos ciudadanos esenciales como son los medios de comunicación, la ley electoral o el voto de los inmigrantes. Ganar con la izquierda, gobernar con la derecha En definitiva, las elecciones del 9 de marzo en España presentan una victoria de los socialistas, pero una derrota de la democracia. Parar los pies a una derecha echada al monte es, indudablemente, un logro, pero esa pelea reduce cada vez más las capacidades democráticas del país. De hecho, la anunciada crisis que amenaza a toda Europa ha aparecido al día siguiente de las elecciones, reconociendo el propio PSOE la incidencia que tendrá en España. Como la mayoría absoluta difícilmente puede construirse con la izquierda –algo que estaba en el aire en caso de que Izquierda Unida-ICV no se hubiera hundido, pasando de 5 diputados a 2-, el PSOE va a pactar los lineamientos económicos, con bastante probabilidad, con la derecha nacionalista (Convergencia i Unió, que le da los diputados necesarios para la mayoría absoluta). Cierto es que la victoria del Partido Socialista en Cataluña (que gobierna la Comunidad Autónoma con Ezquerra Republicana e Iniciativa per Cataluña –aliada con Izquierda Unida-) no le deja las manos totalmente libres a Zapatero para gobernar con CiU, pero la fuerza de los hechos se impondrá. Esto implicará que el PSOE ha ganado con los votos traspasados de la izquierda (especialmente de Izquierda Unida y de Esquerra Republicana de Cataluña), para finalmente gobernar con la derecha. Repensar el nacionalismo La pasada legislatura, demasiado centrada en el pulso nacionalista, especialmente vasco, ha generado hartazgo en la ciudadanía, con el resultado de que el PSOE es ahora la principal fuerza política tanto en Cataluña como en Euskadi. Las formaciones nacionalistas se ven en la necesidad de repensar su estrategia, pudiendo darse por agotado el discurso victimista y enfrentado a España de esos partidos. El órdago que significaba el Plan Ibarretxe (una consulta legítima pero ilegal acerca de la soberanía del país vasco) debe dar marcha atrás. Si bien es cierto que España necesita ser reaprendida para que lo vasco, lo catalán, lo gallego, lo aragonés, lo valenciano, etc, se entienda en el resto del Estado como igualmente español y también diferente, es hora de que los nacionalismos entiendan que también hay mucha gente que siente España no como un insulto o una carga sino como una identidad que hay que reconstruir pero también respetar. Izquierda Herida/ Izquierda Hundida Por parte de Izquierda Unida, la tercera fuerza en votos en España (casi un millón de electores) pero desaparecida del Parlamento por la ley electoral, no queda otro camino que recorrer una vez más la travesía del desierto, aunque la tensión bipartidista se convierte en un tsunami que barre a las pequeñas fuerzas. Mientras que IU no solvente también sus discrepancias respecto del modelo de Estado difícilmente podrá salir del agujero (en Mondragón, donde los pistoleros de ETA asesinaron la víspera electoral al ex concejal del PSOE Isidro, Ezker Batua, la filial vasca de IU, gobernaba en el ayuntamiento con ANV, la actual marca política del entorno etarra, algo intolerable para IU en, por ejemplo, Madrid o Andalucía). Al ubicarse buena parte de la izquierda regional española en partidos que compiten con el nacionalismo, el perfil federalista de IU se ha desdibujado. Es imposible armar una fuerza estatal mientras unos tengan derecho a una patria o una identidad, y a otros se les releve a un abstracto y frío patriotismo constitucional. Igualmente, en tanto en cuanto no se libre del lastre de la actual dirección del Partido Comunista de España, convertido en un constante cúmulo de deslealtades, peleas internas, disensiones y dificultades organizativas, es prácticamente imposible evitar que esta fuerza política represente un espacio político a la izquierda del PSOE que existe pero que necesita ser representado de otro modo. El pasado de IU le pesa en exceso. Como un lastre en el caso del papel de IU en la última legislatura. Su única estrategia posible era el apoyo parlamentario al PSOE, pues cualquier ataque se hubiera visto como una reedición de la ofensiva conjunta realizada junto al PP contra el gobierno de Felipe González y que llevó a la derecha al poder. Pero al apoyar al PSOE, su perfil propio se desdibujaba. El espacio entre medias es pequeño y sutil, sólo representable con un liderazgo carismático que, en el caso de Llamazares, no ha existido. Conclusiones de urgencia El PSOE tiene por delante una legislatura relativamente cómoda, aunque la conflictividad social, principalmente económica, va a protagonizar el escenario. Aquí, la izquierda, apoyada en el sindicalismo, tiene una nueva oportunidad de recuperar el espacio electoral perdido. Queda abierta la necesidad de repensar la política parlamentaria en todo el ámbito liberal, pues el vaciamiento de la democracia va en aumento. La construcción mediática del bipartidismo, la cartelización de los partidos (y quien no cumple las reglas del cartel, es expulsado), la idiotización consumista y la aún no completada renovación de las fuerzas de izquierda transformadora quedan demostradas en las elecciones españolas donde Zapatero es visto como la esperanza de la izquierda europea. Una izquierda con un creciente déficit de izquierda.