El espiritu de Asís nos interpela

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EL ESPÍRITU DE ASÍS NOS INTERPELA
A pocos años de su primera visita, el próximo 27 de octubre el papa Benedicto XVI,
acogiendo una invitación que le hicieron el obispo de Asís y los cuatro Ministros generales de la
Primera Orden Franciscana y de la TOR, volverá a Asís. El gesto es significativo teniendo en cuenta
que este papa mide sus viajes fuera del Vaticano. La circunstancia, sin embarbo, lo merecía: en esa
fecha se celebrarán los 25 años del I Encuentro de Juan Pablo II con los principales líderes
religiosos del mundo. Una audaz, feliz y profética iniciativa del papa Wojtyla que desde hace años
se conoce con el nombre de espíritu de Asís o lógica de Asís, como la bautizó el mismo pontífice.
¿Qué entendemos por espíritu de Asís o por lógica de Asís? Teniendo en cuenta que de lo
que se trata es de una Jornada mundial de oración por la paz, y teniendo en cuenta que si se escogió
Asís para dichas Jornadas es por la figura de san Francisco, tan estrechamente ligado a la ciudad
que le vio nacer, cuando se habla de espíritu de Asís o de lógica de Asís, lo que se quiere indicar es
que para conseguir la paz hemos de entrar en el espíritu y en la lógica de Francisco, el Poverello,
que no es otra que la lógica y el espíritu del Evangelio. Esta lógica y este espíritu consisten en poner
amor donde haya odio, perdón donde haya rencor, y unión donde haya discordia, paz donde haya
guerra. Entramos en la lógica y en el espíritu de Asís cuando dejamos que el amor, la paz, el
perdón y la verdad tomen la ventaja sobre cualquier tipo de violencia, de confrontación armada, de
rencor y de venganza, cuando el diálogo no es una trampa para imponerse sobre el otro, sino un
puente, hecho de escucha y de respeto, y que conduce al encuentro.
Mirando al pasado con gratitud
Para mejor comprender el significado de la Jornada del próximo día 27 pienso que sea
importante hacer un poco de historia de las anteriores Jornadas.
El Encuentro del 1986
Contra el parecer de muchos y exponiéndose a una crítica no disimulada que no se hizo
esperar de algunos sectores de la Iglesia –Lefevre calificó el encuentro de impostura de Asís-, Juan
Pablo II convocó la Primera Jornada mundial de oración por la paz, invitando a todos los líderes
religiosos, con un objetivo bien concreto: mostrar que el diálogo basado en la experiencia religiosa,
es posible, sin por ello caer en el relativismo o en el sincretismo religiosos, acusación de la que, sin
embargo, no se libró, e pesar de que el mismo papa Juan Pablo II lo explicó aquel 27 de octubre de
1986. No se trata, decía entonces el pontífice, de buscar un consenso religioso, ni de negociar
nuestras convicciones de fe, ni tampoco que las religiones puedan reconciliarse en el plano de un
proyecto terreno común que las sobrepase a todas.
¿De qué se trataba entonces? Más allá de la foto de los líderes religiosos del mundo delante
de la Porciúncula o de la Basílica de san Francisco en Asís, a juzgar por las distintas intervenciones
del Papa Juan Pablo II y de otros líderes religiosos, la Jornada del 1986 tenía tres intenciones
principales.
Frente a una cultura que tiende cada vez más a relegar el fenómeno religioso a la esfera
privada, la primera intención del Santo Padre era poner de relieve la dimensión intrínsecamente
espiritual de la paz, La verdadera paz sólo se puede alcanzar a través de una profunda relación con
Dios, que lleve a superar cualquier tipo de prejuicio y de barrera de tipo religioso y cultural, y que
lleve a descubrir en el otro, en el distinto y diferente, no a un enemigo, sino a un hermano.
1
La segunda intención, en la mente del papa, era que los líderes religiosos asumiesen su
propia responsabilidad en la construcción de la paz, y que las creencias personales y comunitarias
ser tradujesen en un efectivo esfuerzo en la construcción de la paz. De este modo el papa ponía en
guardia contra la posible instrumentalización de la religión como elemento de conflicto, y, al mismo
tiempo, quería promover la cooperación de las distintas comunidades religiosas en el servicio de la
justicia y de la paz. La violencia en nombre de Dios es fruto de la ceguera religiosa. Las distintas
tradiciones religiosas están llamadas a ser instrumentos de paz verdadera.
La tercera intención era: concientizar a todos de que sólo en la mutua aceptación del otro y
en el consiguiente respeto recíproco, ahondado en el amor, reside el gran secreto de la humanidad
reconciliada. Para alcanzar dicha reconciliación se hace necesario un diálogo humilde, sincero y
respetuoso con las diferencias que son propias a cada una de de las tradiciones religiosas, pues sólo
a través del diálogo será posible transformar las estructuras y las conciencias y construir juntos un
mundo de paz.
Quedaba claro que no se trataba por lo tanto, de una coexistencia religiosa en la que varias
creencias serían reconocidas como vías complementarias a la fundamental que es Jesucristo (cf.
Dominus Iesus). Tampoco se trataba de sacar ventaja de una unidad superficial, y mucho menos,
como afirmaron entonces el Papa y el Patriarca Ecuménico, de renunciar a la confesión de que
Cristo es nuestra paz. En la mente del Papa no se trató nunca de una iniciativa que se prestase a
favorecer “una mentalidad indiferentista, o concepciones teológicas no correctas, marcadas por un
relativismo religioso que termina por pensar que una religión vale la otra”1.
Una convicción profunda de Juan Pablo II era que el Espíritu se manifiesta de modo
particular en la Iglesia y en sus miembros; sin embargo, su presencia y su acción son universales,
sin límite alguno de espacio y de tiempo Y también de que “el Espíritu trabaja eficazmente incluso
fuera del organismo visible de la Iglesia”2.. La iniciativa de Juan Pablo II hay que leerla a la luz de
estas convicciones del Papa Wojtyla, y teniendo en cuenta su voluntad de sentar las bases
doctrinales sobre la relación entre el cristianismo y las demás religiones.
De este modo, el encuentro de Asís de 1986 hunde sus raíces directamente en el Vaticano II
y, más concretamente, en el documento Nostra Aetate. Lo ha dicho claramente el mismo Papa Juan
Pablo II en la alocución a los Cardenales de la Curia Romana del 22 de diciembre 1996: “El
acontecimiento de Asís puede ser considerado como una ilustración visible, una lección de hecho,
una catequesis a todos inteligible, de lo que presupone y significa el compromiso ecuménico y el
compromiso por el diálogo interreligioso recomendado y promovido por el Concilio Vaticano II”.
La perspectiva teológica e histórica de la unidad de la familia humana es el horizonte que acoge el
acontecimiento Asís. Con este gesto se podría decir que Juan Pablo II ha acogido, con fidelidad y
creatividad, cuanto el Concilio había afirmado3.
A esta cita con la paz acudieron unas 70 delegaciones de todo el mundo que representaban a
todas las grandes tradiciones religiosas del mundo. Se abría un camino de diálogo entre los
creyentes que continuaría en los años siguientes.
El encuentro del 2002
1
Juan Pablo II, Redemptoris missio, 36.
Juan Pablo II, Redemptoris missio, 28.
3
Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 16.
2
2
Este segundo encuentro tuvo lugar el 24 de enero de 2002. Fue convocado por el Papa
Wojtyla a raíz de los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre. En aquella ocasión la
intención del papa al convocar este segundo encuentro fue la de conjurar el peligro de confrontación
entre mundo occidental y el Islam.
En realidad no fue un acontecimiento inédito, pues ya en el 1994 se había celebrado en la
ciudad de Asís una Jornada de oración por la paz en los Balcanes, con representantes de las
principales religiones presentes en esta región de Europa, entonces en guerra.
El encuentro del 2002 concluyó en la plaza de san Francisco, en Asís, con la firma, por parte
de todos los líderes presentes, de un manifiesto a favor de la paz y de condena de toda violencia de
raíz religiosa.
De este modo, el papa Juan Pablo II conseguía dos objetivos importantes: que todas las
religiones condenasen el terrorismo de matriz fundamentalista, así como el prestar particular
atención a no dejase instrumentalizar por los enfrentamientos entre culturas, pueblos y naciones.
Eran pasos importantes en la vocación y misión de todos los hombres de buena voluntad en
la construcción de la paz.
La Jornada del 27 de octubre de 2011
A los 25 años de distancia de aquel memorable encuentro en Asís, Benedicto XVI convoca
un nuevo encuentro en la llamada “ciudad de la paz”. A la luz de lo que hemos escuchado y visto
con nuestros propios oídos y nuestros propios ojos, nos preguntamos: ¿Cuál era el objetivo de este
nuevo encuentro en Asís, en el que estuvo presente Benedicto XVI? Creo que el gran significado
de todo ello no resida solamente en el conmemorar aquel primer encuentro que tuvo lugar hace
ahora 25 años. A mi entender, la iniciativa de Benedicto XVI va mucho más lejos. Tal vez el
camino mejor para descubrir el objetivo principal de asa Jornada sea partir del lema elegido para
dicho encuentro: Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz.
Creo no equivocarme al afirmar que el papa Benedicto XVI con la palabra peregrinos quiere
indicar que todavía no hemos alcanzado la meta, que ésta nos trasciende y que por ello hemos de
sentirnos en camino. Si la meta es la paz, su búsqueda sigue dando sentido a nuestra peregrinación.
Pero nos recuerda algo que es también muy importante: que la búsqueda de la paz no se puede
separar de la búsqueda de la verdad, una verdad que para nosotros, como el mismo Pontífice ha
afirmado muchas veces, es Cristo mismo.
Sin renunciar a esta profunda convicción de que en Cristo hemos recibido la revelación
plena, y, por tanto el don de la verdad, sin embargo los cristianos no renunciamos, pues no
podemos, a buscar la paz y a seguir siendo peregrinos de la verdad, pues ésta nos supera. Y esta
peregrinación la hacemos de la mano de todos los hombres de buena voluntad: creyentes y no
creyentes.
Aquí encontramos una novedad en relación con los encuentros anteriores. A estos habían
sido invitados sólo los líderes creyentes. Al encuentro de octubre de 2011 han sido invitados
también exponentes del mundo de la ciencia y de la cultura que se autodefinen como no religiosos o
no creyentes. Y es que también ellos, de hecho, pueden dar su aportación en esta búsqueda de la
paz, señalando, cuando fuera el caso, los errores cometidos por cuanto nos definimos religiosos.
3
Es así como, de alguna manera, este encuentro quiere hacer visible lo que afirma el n. 2 de
Nostra aetate: La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y
verdadero. Considera con verdadero respeto los modos de obrar y de vivir los preceptos y
doctrinas que por más que discrepen en mucho de lo que profesa y enseña, no pocas veces reflejan
un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.
Por otra parte, la Iglesia afirma que hay cuatro tipos de diálogo: el diálogo de la vida
(compartiendo las alegrías y las pruebas de cada día), el diálogo de las obras (cooperando en el
progreso integral del hombre), el diálogo teológico (cuando éste es posible), y el diálogo de la
experiencia religiosa. Este encuentro se sitúa en este último.
Se reafirma de este modo algunas convicciones profundas y que merecen ser bien
recordadas:
-
Todos somos criaturas de Dios, y por lo tanto hermanos y hermanas,
Dios actúa en cada persona humana,
El patrimonio de los valores éticos en todas las religiones permite la afirmación por parte
de todos de la justicia, la paz y la armonía.
En este encuentro no se trata, por tanto, de un diálogo/conversación diplomática, no es una
búsqueda de compromisos, no está motivado por intereses sociales ni diplomáticos, no busca
subrayar las diferencias ni borrarlas, tampoco busca una religión universal, aceptada por todos. Este
encuentro, como todo encuentro caracterizado por el diálogo, será un espacio para el testimonio
recíproco entre los creyentes de religiones distintas y de estos con los no creyentes, para conocer
mejor la religión del otro y los comportamientos éticos que emanan del corazón de cada uno. Ello
permitirá avanzar en la corrección de imágenes erróneas y superar esteriotipos, a la vez que
permitirá, también, conocer al otro como es, como tiene derecho a ser conocido.
El lenguaje de los gestos
En el encuentro de 1986 se subrayaron tres elementos presentes prácticamente en todas las
religiones: la oración, la peregrinación y el ayuno. El momento central del encuentro fue la oración
común por la paz.
El segundo encuentro, el del 2002, ante la violencia de origen religioso, se caracterizó por la
insistencia en la necesidad de la purificación, de la que cada tradición religiosa debe hacerse cargo
ante las otras y ante el mundo. En aquel momento el Papa pidió una jornada de ayuno que
simbólicamente se colocó al final del mes del Ramadán, el mes del ayuno para los musulmanes. En
este segundo encuentro la oración no fue común, sino particular de cada grupo religioso. Con ello se
quiso evitar cualquier interpretación sincretista.
En el encuentro del 2011 se mantienen los tres elementos: ayuno, peregrinación, y oración.
Ésta última consistirá en un momento de silencio. El silencio y el recogimiento serán privilegiados
sobre cualquier otro tipo de oración propia de cada tradición religiosa. Con ello es evidente que no
se quiere dar la impresión de relativismo o de sincretismo.
¿Por qué Asís?
La elección de Asís para todos estos encuentros no es casual. Ya el Papa Juan Pablo II
explicó en su momento que la elección de Asís se había hecho por ser la patria de san Francisco, el
hermano universal, hombre de diálogo, verdadero artífice de paz y de reconciliación, y por ello
4
“conocido y venerado por muchos en el mundo entero como símbolo de la paz, de la reconciliación
y de la fraternidad” (Juan Pablo II). A este respecto escribe Panaghiotis Yfantis, teólogo ortodoxo:
Todos reconocen “leen, miran y admiran en el rostro de este fraile [Francisco] una lección y un
ejemplo, o una prueba segura de aquella delfida (útero) que hace que todos los hombres se sientan
adelfoi, hermanos” entre sí4.
Francisco, en efecto cumplió varios gestos que le merecen el ser considerado como icono de
todos aquellos que anhelan ardientemente la paz y trabajar por construirla: su intervención a favor
de la paz en Arezzo y en otras ciudades (cf. 2Cel 108; Fl 11), el episodio del lobo de Gubio (cf. Fl
21), la reconciliación con los ladrones de Montecasale (cf. LP 115), la reconciliación entre el
Obispo de Asís y el Podestá de la misma ciudad (cf. LP 44), el encuentro con el Sultán Melek el
Kamil durante las cruzadas (cf. 1Cel 57), el saludo de paz que usaban los frailes revelado por el
Altísimo a san Francisco (cf. Test 23), y el canto de la armonía de la creación, cantada por el santo
de Asís en el Cántico de las Criaturas. Francisco es tan pobre que sólo tiene a Dios y ello le lleva a
encarnar “en modo ejemplar la bienaventuranza proclamada por Jesús en el Evangelio:
‘Bienaventurados los constructores de paz, porque serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5, 9). El
testimonio que él dio en su tiempo lo hace natural referencia para cuantos hoy cultivan el ideal de la
paz, del respeto por la naturaleza, del diálogo entre las personas, entre las religiones y las culturas”.
Francisco, en palabras de Juan Pablo II es “el apóstol de la paz”. Con razón, en palabras del
Cardenal Etchegaray, Asís es el arca espiritual donde se refugia toda la humanidad.
Dando un paso más hacia delante, ahora es necesario que nos preguntamos: ¿Cuál es la
razón profunda por la que Francisco es artífice de paz y por la que el mundo ve en él un testimonio
de paz y de reconciliación? Más allá de muchas otras explicaciones, la razón última se encuentra, a
mi modo de ver, en que Francisco era un hombre plenamente reconciliado consigo mismo, con los
demás y con la creación entera. Si es verdad que nadie puede anunciar lo que no vive, Francisco
anuncia y construye la paz y la reconciliación porque la vive en lo más profundo de sí mismo.
Pero la raíz de esa reconciliación y de esa paz que habita en Francisco hay que encontrarla
en el descubrimiento de las raíces trascendentales de la paz. Esa, para Francisco, es un don de Dios
en Cristo. Ninguno puede anunciarla a los otros si no la ha recibido antes. La paz se construye en
los corazones, lugar, para los creyentes, de la intervención de Dios. Al mismo tiempo Francisco nos
recuerda que sólo gracias a una profunda relación con el Padre es posible reconocer a los demás
como hermanos y hermanas y, por lo mismo, respetarlos como tales. Junto con la dimensión
“horizontal” de las relaciones con los otros, es de capital importancia la dimensión “vertical” de la
relación de cada uno con Dios. Cuando ésta es auténtica no puede no disponer a los creyentes a
considerar los otros como hermanos. Esta profunda convicción es la que llevó a decir al actual
Pontífice: “El triste fenómeno de la guerra de las religiones no se pueden atribuir a la religión en
cuanto tal, sino a los límites culturales en que ella es vivida y en la que se desarrolla en el tiempo”
(Benedicto XVI).
Viviendo el presente con pasión, para abrazar el futuro con esperanza
La herencia que hemos recibido de las Jornadas mundiales de oración por la paz y que nos
ha dejado el Hermano Francisco, apóstol de la paz y de la reconciliación, nos colocan ante algunos
desafíos importantes que nos ayudan a vivir el presente con pasión en la construacción de la paz y a
mirar el futuro con esperanza.
4
Panaghiotis Yfantis, La pace come esperienza di Dio e impegno spirituale. Una riflessione ortodossa sullo spirito di
Asssisi venticinque anni dopo, en Vita Minorum 821 (2011) 107s.
5
Entre otros desafíos se pueden señalar los siguientes:
Vivir la propia fe al servicio de la paz.
El espíritu de Asís nos dice que ninguna diferencia religiosa puede justificar actitudes
belicosas hacia otros seres humanos, y que una religión madura genera en el creyente la percepción
que la fe en Dios, Creador del universo y Padre de todos, no puede no promover entre los hombres
relaciones de fraternidad universal. El espíritu de Asís es un no rotundo a cualquier tipo de
fundamentalismo, un no rotundo al uso del nombre de Dios para justificar la guerra.
Ser verdaderos constructores de paz
La celebración de los 25 años del espíritu de Asís nos urge, a cuantos anhelamos la paz, a ser
verdaderos constructores de paz, actualizando, de este modo, los gestos proféticos de Francisco, y el
gesto profético de Juan Pablo II al convocar el I Encuentro entre los líderes religiosos en Asís hace
ahora 25 años. Vivimos en una sociedad marcada por los enfrentamientos, por la violencia, la
guerra y el terrorismo. En este contexto, construir la paz es una urgencia que incumbe a todos:
cristianos, creyentes de otras religiones, y hombres y mujeres de buena voluntad. Vivir la paz,
construir la paz, es una tarea de todos. Ningún creyente en Cristo, ningún seguidor de otras
tradiciones religiosas, ningún hombre de buena voluntad, puede dejar de escuchar el grito de Juan
Pablo II lanzado en Asís: “La paz, es una cantera abierta a todos y no solamente a los
especialistas, a los sabios y a los estrategas. La paz es una responsabilidad universal, pasa a través
de los mil pequeños actos de la vida cotidiana. Según el modo cotidiano de vivir con los otros, los
hombres escogen a favor de la paz o contra la paz”.
Ser hombres de escucha que respeten las diferencias
La paz comporta escucha y respecto, o en palabras del Beato Juan Pablo II, la paz comporta
“purificar nuestros espíritus del prejuicio, de la enemistad, de los celos y de la envidia”. Las
diferencias no tienen por que llevar necesariamente a enfrentamientos. Para nosotros son
manifestaciones de la riqueza del Dios revelado en Jesucristo, un Dios que hace nuevas todas las
cosas. Por otra parte, la paz por la que oramos y trabajamos no es sólo ausencia de guerra, sino que
tiene manifestaciones concretas de reconciliación global: con uno mismo, con los otros, con Dios y
con la naturaleza, como indica el saludo franciscano de shalom we tob, paz y bien.
Ser hombres espirituales
La paz, al estilo de Francisco, no se construye sólo a través de la diplomacia y de la política,
sino sobretodo a través de un movimiento espiritual que encuentra en la oración su punto
culminante. La paz es un don de Dios y hunde sus raíces en el corazón de cada uno: “La paz que
anunciáis con la boca, tenedla todavía más abundante en vuestros corazones”, decía san Francisco
(Tres Compañeros 35). En la oración nos descubrimos hermanos, la oración nos libra del egoísmo,
del odio y de la venganza, en la oración construimos la paz dentro de nosotros mismos y fuera de
nosotros. El gesto de Juan Pablo II manifestaba la confianza de todas las religiones en las energías
espirituales y en la extraordinaria fuerza de la oración. “Lo que parece que nos une a los cristianos
con los seguidores de otras religiones es el reconocer la necesidad de la oración, expresión de la
espiritualidad del hombre…”, dijo en su viaje a Manila en 1981. Y refiriéndose al acontecimiento
de Asís afirmó: “Hemos de continuar a vivir aquel espíritu de oración y de aspiración hacia la paz
que hemos realizado en Asís… Nuestra oración y voluntad de paz parecen pequeñas cosas frente al
despliegue de las lógicas de potencia, y, sin embargo, constituyen una preciosa reserva de energías
espirituales y humanas que salvaguarda el mundo de la contaminación de la violencia y ofrece una
6
inspiración a los constructores de paz”. Una oración que como dijo en su momento el Cardenal
Ratzinger, no es una oración interreligiosa, sino multirreligiosa.
Ser pobres de espíritu para poder ser instrumentos de paz
El espíritu de Asís nos pone delante de otro gran desafío: comprender que sólo un
corazón pobre, como el de Francisco, –un corazón libre, sin nada de propio-, puede ser
habitado por la paz y puede transformar a quienes lo poseen en operadores de paz. En el
discurso pronunciado por Juan Pablo II el 27 de octubre de 1986 ante todos los líderes
religiosos reunidos en Asís “Esta es la lección permanente de Asís: es la lección de san Francisco
que ha encarnado un ideal atrayente para todos nosotros; es la lección de santa Clara, su primera
seguidora. Es un ideal hecho de mansedumbre, de humildad, de sentido profundo de Dios y de
compromiso en servir a todos. San Francisco era un hombre de paz. Recordemos que él abandonó la
carrera militar que había seguido durante un cierto tiempo durante su juventud y descubrió el valor
de la pobreza, el valor de una vida sencilla y austera…”. Sólo el pobre sabe situarse al lado del
otro, del diferente y nunca en contra del otro. Sólo el pobre sabe caminar de la mano del
otro, por diferente que sea. El ejemplo de Francisco ante el Sultán es muy elocuente. El
gesto de Juan Pablo II y ahora el de Benedicto XVI van en esa misma línea: sin renunciar a
lo que nos es propio –“Cristo es nuestra paz”-, los cristianos no queremos contraponernos a
nadie, sino caminar de la mano con todos los hombres de buena voluntad.
Ser constructores de comunidades fraternas
Comunidades donde se creen relaciones basadas en la autenticidad, en la solidaridad y
en el diálogo. Esto comporta afrontar convenientemente los conflictos a través de un diálogo
que en palabras de Pablo VI ha de ser humilde y auténtico. Un diálogo que no anula la
misión, más bien, al contrario, la refuerza, en cuanto que los confines de la misión eclesial
se alargan, pues ésta no se reduce sólo a la evangelización y a la constitución de
comunidades cristianas, sino que se extiende a ser levadura de los valores evangélicos, a la
construcción del Reino, ya presente en la Iglesia y más allá de sus fronteras. Misión y
diálogo no se oponen y mucho menos se excluyen. Misión y diálogo son como dos raíles
sobre los cuales continua caminando el espíritu de Asís. De nuevo aquí el encuentro de san
Francisco con el Sultán es sumamente significativo.
Participar activamente en los problemas de nuestra época
Ni el cristiano, ni los creyentes de otras religiones, pero tampoco ningún hombre o mujer
de buena voluntad, pueden dar la espalda a los problemas que vive la sociedad y que
muchas veces son dramáticos. El espíritu de Asís nos invita a mirar la realidad con ojos bien
abiertos y lúcidos. La paz es inseparable de la justicia, por ello hemos de estar al lado de los
pobres, luchar por los derechos civiles y de libertad religiosa de todos. En otras palabras,
hemos de tener una gran conciencia social, recordando que la espiritualidad que alimenta
nuestras vidas nunca es ajena a la vida de nuestros pueblos y a todo lo que a ellos hace
referencia. Nuestra espiritualidad, para que sea auténtica, ha ser una espiritualidad en
tensión dinámica: místicos y profetas; una espiritualidad unificada: hijos del cielo e hijos de
la tierra; una espiritualidad de presencia: discípulos y misioneros.
Promover el diálogo ecuménico e interreligioso
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El encuentro de Asís señala una etapa histórica en la vida del diálogo ecuménico e
interreligioso. Este encuentro no es un acontecimiento concluido, sino un inicio. Hoy más
que nunca es urgente abrir nuevos caminos de diálogo ecuménico e interreligioso, y también
reforzar los caminos ya existentes, con la finalidad de promover la paz, la reconciliación, la
integridad de la creación y el desarrollo humano integral de la persona. Es mucho lo que nos
separa a los creyentes, pero igualmente es mucho lo que nos une. Debemos unir las fuerzas
para luchar contra todo lo que lleve a la discriminación y potenciar todo lo que lleve al
encuentro. Debemos conocernos mejor para amarnos y respetarnos más. Sólo así será
posible el diálogo de la vida, una convivencia pacífica y una colaboración entre las
religiones: Decía Hans Kung: “No habrá paz en el mundo hasta que no haya paz entre las
religiones, y no habrá paz entre las religiones hasta que no haya diálogo entre ellas”. El
espíritu de Asís es una llamada fuerte a una espiritualidad ecuménica, a una espiritualidad
con apertura universal
Trabajar incansablemente por la salvaguardia de la creación.
Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Paz del año 2010 nos decía: “Si quieres construir la
paz, custodia la creación”. Muchos conflictos presentan un componente ambiental y nacen de una
excesiva explotación de las reservas necesarias para la vida de los pueblos, particularmente de los
pueblos más pobres.
Concluyendo
El 25 aniversario del espíritu de Asís cae al inicio del un nuevo milenio. El nuestro es un
tiempo en el que es necesario aprender y practicar de nuevo el arte del diálogo y de la colaboración
entre distintos. Se hace necesario dejar a un lado la locura de la ira y de la violencia y ayudar a la
verdad a manifestarse. Hoy es urgente potenciar el diálogo genuino de las culturas y de las
religiones. Una responsabilidad particular en este diálogo la tiene la Iglesia y la Familia Franciscana
como custodios de la visión y del espíritu y la lógica de Asís. Cuando los conflictos entre las
civilizaciones parecen la categoría interpretativa de la situación mundial y cuando se multiplican
constantemente, el espíritu de Asís puede ayudar a dar una respuesta diferente: la de una
civilización que sabe compartir, dialogar y respetar.
La meta aparece lejana. Estamos sólo al alba –tamtum aurora est, decía el franciscano y
beato Juan XXIII-, del designio de Dios sobre la fraternidad entre todos los hombres. Que el Señor
nos enseñe sus caminos y podamos caminar según sus designios (cf. Is 2, 2-3). Paz y Bien. Shalom
we tob.
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general, OFM
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