El que sea fiel a su oración se santificará

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EL QUE SEA FIEL A SU ORACIÓN SE SANTIFICARÁ
Textos escogidos sobre la oración
Alberto Hurtado S.J.
- Espiritualidad sana, que no consiste en solas prácticas piadosas, ni en
sentimentalismos, sino de aquellos que se dejan tomar enteros por Cristo que llena sus
vidas. Espiritualidad que se alimenta de honda contemplación en la cual aprende a
conocer y amar a Dios y a sus hermanos, los hombres del propio tiempo. Esta
espiritualidad es la que permitirá las conquistas apostólicas que harán de la Iglesia la
levadura del mundo.
- No es poder, ni riqueza ni ciencia lo que le falta a nuestra civilización, sino vitalidad
espiritual, y, de no poderse adquirir ésta, nada podrá salvarnos de la ruina. Vitalidad
espiritual es un problema de comunión con la divinidad y con los hombres. Unión con
Dios de quien desciende toda la vida, toda luz, toda fuerza. Es el problema de nuestra
vida interior, la mas importante de las preocupaciones humanas. De esta comunión con
la divinidad, y, sólo de ella, vendrá la fuerza, la energía, el dinamismo necesario.
- La oración es el aliento y reposo del espíritu. El apóstol ha de tener la fortaleza y paz
de Dios porque es su enviado. Y sin embargo en la vida real con cuanta facilidad los
ministros de Dios se hacen terrenos... Para hallar esa paz necesita el apóstol la oración,
pero no una oración formulista; sino una oración continuada en largas horas de oración
y quietud y hecha en unión de espíritu con Dios.
- Esta oración personal constituye una conversación sincera, real, íntima con Dios a
base de sentimientos de gratitud, admiración, respeto, alegría, esperanza. El joven de
vida interior hará esta oración en toda circunstancia de su vida: en sus viajes, en los
deportes, en el teatro, en el amor. Esta oración no será sino la sobrenaturalización de
aquello que estaba haciendo en forma natural. Ha de ser tan frecuente como la
respiración. Puede decirse sin exagerar que del aprovechamiento de estos momentos
depende en gran parte la vida espiritual de los jóvenes.
- Mi oración en unión con la de Cristo; nuestras peticiones, para que sean escuchadas
han de ir unidas a las de Cristo; pero no han de ir de sólo Jesucristo, sino de El y mías.
El ha de inspirármelas, arrancarlas y hacerlas eficaces... Pedirle, pues, que suscite mis
peticiones y les dé eficacia. Y así lo hace... Vaya, pues, si sabrá inspirarme lo que
necesito y lo querrá.
- Como mi oración se une a la de Jesús... no nace un buen deseo en mí que no lo suscite
y arranque Jesucristo, y uniendo entonces su voz a la mía, lo presenta al Padre... van tan
unidas las voces que el Padre podría preguntar: ¿quién ora? ¿es el alma o es mi hijo? A
Jesús nada se le niega, y mi oración es la suya.
- Es decir, más [centrada] en Dios que en nosotros. Una oración de adoración... No
pensar demasiado, porque es estudio; no hablar demasiado, porque es prédica, sino
afectos del corazón... de modo que estemos verdaderamente presentes a Dios. El está
siempre presente a nosotros, pero nosotros no estamos siempre presentes a El.
- Nosotros no somos sino discípulos y pecadores. ¿Cómo podremos realizar el plan
divino sí no detenemos con frecuencia nuestra mirada sobre Cristo y sobre Dios?
Nuestros planes que deben ser partes del plan de Dios, deben cada día ser revisados,
corregidos. Esto se hace sobre todo en las horas de calma, de recogimiento, de oración.
- La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No so trata de la unión
sensible, pero sí de la unión verdadera, la fidelidad hasta en los detalles al querer divino.
El equilibrio de las vidas apostólicas sólo se puede obtener en la oración.
- Después de la acción hay que volver continuamente a la oración para encontrase a sí
mismo y para encontrar a Dios. Para darse cuenta, sin pasión, si en verdad caminamos
en el camino divino, para escuchar de nuevo el llamado del Padre, para sintonizar con
las ondas divinas, para desplegar las velas según el soplo del Espíritu Santo.
- ¿Cómo orar? Hablando en plural con Dios (...) El sistema consiste en vez de monólogo
hablar en diálogo o mejor dicho en vez de 'Yo estoy aburrido', etc, hablar en plural:
'Nosotros' (Dios y yo). Este fue uno de los propósitos que hice en ejercicios este año. Si
uno habla en plural anda muy bien; p. ej. uno dice 'me voy a vengar de tal persona', pero
¿podrá decir 'Nos vamos a vengar'? Dios le corta la corriente al tiro.
- Afina su sentido espiritual: llega a percibir los más leves susurros en Jesucristo; se
transforma en El; llega con su oración a alcanzar lo que ahora ni siquiera soñamos. Y
esta presencia no es necesario sentirla: basta creerla.
- La fidelidad a la gracia es imposible sin una vida de oración tomada en serio.
Recogimiento habitual del alma…
- ¿Cuánto rato debemos rezar al día? 16 horas (las otras 8 horas se duerme y ora el ángel
de la guarda). Oración íntima, cordial, ferviente con Dios, haciendo del trabajo una
oración (...) Ponerla no al lado sino dentro de la vida. Puede no caber más trabajo en el
día (...) pero sí cabe oración.
- En la práctica cada uno ha de ver hasta dónde esta hipótesis se realiza en él y dé a la
oración el mínimum de tiempo que le permita vivir seriamente unido con Dios Nuestro
Señor, y el resto de tiempo al apostolado.
Sobre su oración
- En la práctica para mí: ejercicios espirituales plenamente hechos: (todo el tiempo, con
intensidad y buscando industrias para renovar fervor); más una supererogación (?)
establecida de antemano, v.gr. una visita al Santísimo mañana y tarde, plena, reposada
de unos 5 minutos y luego la tendencia a la oración aprovechando los tiempos muertos,
aunque sean largos.
- La gran lucha conmigo, con mis superiores y hermanos será ser capaz de dejar muchos
trabajos y tener paz, persuadido que el activismo no lleva a nada natural ni sobrenatural,
y que con frecuencia no es más que puerta de escape a nuestra disipación.
- Una idea que me vuelve con fuerza en estos Ejercicios es la de la necesidad de más
vida interior y humildad de espíritu en mis relaciones con Dios Nuestro Señor (...). He
visto también que mi tranquilidad depende del pobre asiento de mi espíritu para orar
humildemente. Demasiado llevado a la acción y, como el éxito me acompaña, descuido
la vida interior cuya necesidad no palpo, sino en los grandes momentos de silencio.
- Estoy tentado de hacer un voto renovable cada mes, de arreglar mi tiempo de tal
manera que siempre tenga hecha mi oración antes de la misa; y, segundo, de decir mi
breviario de rodillas delante del Santísimo Sacramento.
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