La Ojáncana es también llamada "la novia del Ojáncano" por las pérfidas maldades que tiene con él en común. Su más característica deformidad es el gran tamaño de sus pechos, que caen alargados como bolsas y que suele cargarlos a la espalda cuando caza, está enfadada o huye. Le gusta cazar a los niños que se pierden por el bosque, con los que se alimenta. Si no, se tiene que conformar con comer animales, que acumula en antros lóbregos y profundos, generalmente cuevas oscuras. En los umbrales de estos lugares es donde algunos lugareños dejan carne o pan de mijo junto a cuencos de leche o sangre de animales confiando evitar sus continuas salidas de caza de hombres, niños y rebaños.