Vestit nou

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Érase una vez un emperador muy presumido
a quien sólo le preocupaba una cosa:
los trajes nuevos y elegantes.
Se pasaba el día mirándose al espejo
y cambiándose de ropa.
Tenía un traje distinto para cada hora del día.
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Un día, unos sastres que venían de muy lejos
le convencieron de que tenían
una tela muy especial, digna tan solo
de un emperador.
Pero, aquella tela –le dijeron– le costaría
una enorme suma de dinero.
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