Productividad, crisis y ajustes en la economía española Julio G. Sequeiros Tizón Para entender correctamente lo que está pasando en la economía española, y lo que llegará a pasar en los próximos años, tenemos que conocer bien el modelo de crecimiento de las últimas décadas. El modelo que quiebra en 2008, comienza con la recuperación de la última crisis de la economía española, a partir de 1993. Esta fue una recuperación muy rápida y que sentó las bases de una de las fases de crecimiento más intensas de nuestra economía. El crecimiento se mantiene quince años ininterrumpidos y llega hasta 2008, año en el cual el PIB español ya se había multiplicado por 1,66 y los puestos de trabajo por 1,51. Aquí tenemos ya el primer problema. En este periodo (1993 a 2008) España crea 6,5 millones de nuevos puestos de trabajo, para lo cual necesita abrir las puertas a una inmigración masiva. Para hacernos una idea de la magnitud de este fenómeno, tenemos que recordar que, en 1993, la población inmigrante era tan reducida que ni siquiera se contabilizaba. Quince años después, en 2008, la población inmigrante superaba los cinco millones de personas y ocupaban casi tres millones de puestos de trabajo. Las altas tasas de desempleo que tenemos actualmente están directamente relacionadas con la creación tan intensa de puestos de trabajo que hemos tenido en el pasado y con los flujos inmigratorios que hemos asimilado hasta bien avanzada la crisis. Es más, España es hoy en día uno de los países de la eurozona con uno de los mayores porcentajes de inmigrantes: por encima de un doce por ciento de la población total. Pero el problema no es solo esperar a que una parte sustancial de los inmigrantes decidan abandonar este país y, de este modo, aliviar la tasa de desempleo. El problema mayor es el de la productividad. El crecimiento tan intenso del periodo 1993 a 2008, en el cual el PIB español se incrementa en dos tercios, se ha debido básicamente a que cada vez había más personas trabajando y, en una medida mucho más reducida, a que lo que produce cada persona haya aumentado a un ritmo aceptable. El Gráfico No. 1 nos muestra como entre 1993 y 2008 más de un noventa por ciento del crecimiento se debe a un volumen cada vez más amplio de mano de obra y como solamente el diez por ciento restante (en más de quince años) se debe a crecimientos de la productividad. Es más, esta última comienza a incrementarse seriamente a partir de 2009 pero de una forma patológica: al disminuir el empleo más rápidamente que la producción, el cociente aumenta. De todo esto se desprenden dos problemas iniciales: una creación de empleo muy elevada en la fase de crecimiento y un desarrollo de la productividad absolutamente ridículo en ese mismo periodo. Ante una situación de este tipo cabría pensar que la economía española haya invertido muy poco en estos años y que esa debilidad inversora explicaría el crecimiento tan limitado de la productividad. El Gráfico No.2 nos revela una enorme paradoja: el proceso de inversión ha sido descomunal y, a partir de finales de la década de los noventa, claramente desequilibrado. En efecto, en una economía en equilibrio, el ahorro interno se iguala a la inversión tal y como nos muestra el gráfico para la década de los noventa. A partir de la Unión Monetaria, y al calor de unos tipos de interés muy reducidos, este equilibrio se rompe, y la inversión crece sustancialmente por encima del ahorro nacional. Esta diferencia (el espejo del déficit por cuenta corriente) se financia en el exterior de tal modo que lo que nos señala el gráfico es la aportación del ahorro extranjero para subsanar la necesidad de financiación de la economía española, y mantener una dinámica inversora que se coloca por encima del 30 por ciento anual del PIB a mediados de la década de los noventa. A partir de 2008 esta dinámica se modifica y el ahorro nacional converge con la inversión interna recuperando un equilibrio que nunca se debió haber perdido. De esta segunda reflexión se desprende, al menos, un problema muy serio: un proceso de inversión desbocado que se ha apoyado, en una parte muy importante, en financiación exterior. Financiación que, en plazo y forma, habrá que devolver a los prestamistas internacionales (bancos europeos, principalmente). Ahora bien, ¿cómo es posible que con un proceso de inversión tan intenso, la productividad de los trabajadores haya crecido tan poco? El Gráfico No.3 nos ayuda a contestar esta pregunta. El cuadro nos señala como el proceso de inversión ha sido dirigido de una forma sustancial al sector de las viviendas y obras públicas y, como un componente residual, a la maquinaria y bienes de equipo. El peso de la construcción se incrementa de una forma impresionante. Si en los años noventa absorbía un 15 por ciento del PIB y algo más de un sesenta por ciento de la inversión total, en 2008 absorbía un 25 por ciento del PIB y casi tres cuartas partes de la inversión total. Como corolario, la inversión en máquinas y bienes de equipo se mantiene ligeramente por encima del cinco por ciento durante todo el periodo, alcanzando sus máximos antes de la Unión Monetaria. La relevancia de todo esto radica en que la inversión en construcción tiene una repercusión sobre la productividad muy marginal. No vamos a negar la importancia de unas buenas comunicaciones (autovías, aeropuertos, puertos, etc.) en el crecimiento económico ni tampoco el papel de los servicios públicos (sanidad, educación, etc.). Pero lo que si tenemos que tener muy claro es que la productividad del trabajo está relacionada directamente con la calidad y cantidad de máquinas y bienes de equipo que el trabajador tiene a su disposición, y en la propia habilidad de los trabajadores en su manejo (el llamado capital humano). Y esas máquinas hay que comprarlas y ese hecho se denomina inversión en bienes de equipo que, en el caso español, ha permanecido al margen de todo el festín inversor en el cual el único invitado ha sido la construcción. Así las cosas, podemos adelantar ya una respuesta al crecimiento tan insuficiente de la productividad en estos últimos años. En una economía dominada por un sector tan intensivo en trabajo como lo es la construcción, la inversión en maquinaria y bienes de equipo ha seguido su senda en el largo plazo, ligeramente por encima del cinco por ciento del PIB anual. En estas condiciones la productividad de los trabajadores debería tener una tendencia al crecimiento muy mediocre, tal y como nos ha sucedido en el periodo expansivo. Tres paquetes de problemas. Los problemas de la economía española, en la crisis a partir de 2008, se pueden agrupar en tres conjuntos bastante homogéneos. Dos de ellos vienen derivados del modelo de crecimiento anterior y el tercero aparece y evoluciona, con toda su gravedad, conforme va avanzando la crisis. El primer problema es el mercado de trabajo. Después de haber creado 6,5 millones de nuevos puestos de trabajo y después de haber absorbido más de 5,3 millones de inmigrantes, el mercado de trabajo entra en recesión llegando a alcanzar una la tasa de paro que duplica a la tasa de paro europea. El segundo paquete de problemas tiene que ver con el endeudamiento al que se sometió la economía española frente al exterior. Los bancos y las cajas de ahorro, desde avanzada la década de los noventa hasta 2008, se endeudaban en los mercados mayoristas internacionales para financiar el exceso de inversión sobre el ahorro interno. Esta situación ha dejado el sistema financiero en una situación problemática. El tercer problema, típico ya de las crisis económicas, reside en el sector público. A partir de 2008 los ingresos públicos disminuyen y los gastos se incrementan de tal modo que el déficit y la deuda públicos pasan a ser un problema de primer orden, llegando a amenazar la propia existencia de la zona euro. Veamos uno a uno. 1. El mercado de trabajo. El lento crecimiento de la productividad en la fase de expansión (sobre un 10 por ciento en el periodo 1993 a 2008) ha coexistido con un crecimiento de los salarios que añadían un sumando adicional al porcentaje de inflación, medido por el IPC. En consecuencia, los salarios aumentaron sustancialmente por encima de la productividad de tal modo que, en el momento en el cual se corta el flujo de crédito, y dadas las particularidades del mercado de trabajo español, el ajuste se realiza, en una primera etapa, vía cantidades (expulsando trabajadores de las empresas) y, en una segunda, vía cantidades y, adicionalmente, vía precios (disminuyendo los salarios y ajustándolos a la productividad en aquellos casos en los que las empresas han logrado sobrevivir). Las sucesivas reformas laborales (sobre todo la de febrero de 2012) tratan de flexibilizar el mercado de trabajo, limitando los costes de las indemnizaciones por despido, limitando el alcance temporal, sectorial y espacial de los convenios colectivos, limitando la absurda variedad de contratos de trabajo, etc. Esto es, tratando de reformar el marco jurídico en el que se mueve este mercado. El propio estado, en la medida en la que ha recortado el salario de los funcionarios, ha ido abriendo brecha en una bajada de salarios que acabará por afectar al sistema en su conjunto. La crisis actual es el resultado de un paquete de desequilibrios que van desde la ruptura del balance entre la inversión y el ahorro hasta la ruptura de la equivalencia entre salarios y productividad. De todas formas quisiera apuntar algo más. En lo que llevamos de crisis se han perdido 3,75 millones de empleos de los cuales un millón estaban ocupados por trabajadores extranjeros. En España hacen falta, por lo menos, crear tres millones de empleos nuevos. Esto es lo fundamental y lo que hay que conseguir. No va a ser fácil y va a llevar tiempo. Es más, uno de los impedimentos más importantes está en los trabajadores que han mantenido su empleo y son reticentes frente a cualquier modificación de sus condiciones laborales. 2. El sector financiero. Como hemos visto más arriba, el proceso de inversión tan intenso que se ha dado en la economía española en la época de expansión ha sido financiado, en un porcentaje importante, por el ahorro exterior. Los bancos y las antiguas cajas de ahorro acudían a los mercados mayoristas internacionales para obtener financiación que, luego, distribuían en los mercados minoristas nacionales (empresas y familias). La quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 hace desaparecer el mercado interbancario y la banca española se encuentra en una situación que no es capaz de refinanciar el endeudamiento que había contraído. Pero no solo eso. A partir de 2010, cuando ya se habían recuperado los mercados internacionales, la banca española empieza a elevar su grado de morosidad como consecuencia de las subprime made in Spain. Me refiero a los miles de millones en créditos a promotores inmobiliarios e hipotecas que todavía quedan en el sistema financiero español. Tras seis años de crisis muy profunda en el sistema financiero (ahora ya con la mayoría de las cajas convertidas en bancos) todavía siguen vivos en el sistema financiero español más de 250.000 millones de euros en créditos refinanciados, dudosos o claramente sub estándar (esto es, basura pura y dura). La cifra es escalofriante: estamos hablando de un 25 por ciento del PIB español. Tras un rescate bancario que, y no solamente a mi juicio, se ha cerrado precipitadamente, la banca española tendrá que afrontar en 2014 un test de estrés que podría ser ya el definitivo. En efecto, en noviembre del 2014, tanto la Autoridad Bancaria Europea (EBA) como el Banco Central Europeo (BCE) van a presentar el resultado de un examen a la banca que será el punto de partida para la creación de la Unión Bancaria Europea. En este examen, según Mario Draghi, o tenemos bastantes suspensos o el resultado no será creíble. No quiero imaginarme el que, después de haber despedido a la troika precipitadamente, aparezca algún banco español en la lista de suspensos. Y cabe dentro de lo posible. Una reflexión más. En la crisis de 1992-93 la morosidad bancaria llegó a alcanzar el 11 por ciento. En esta crisis tenemos con la morosidad en máximos y creciendo por encima del trece por ciento. La duda está en que si esta es una crisis financiera la morosidad tendría que ser, al final de la crisis, sustancialmente superior a la que tuvimos en el 1993. Si efectivamente esto es así, a la morosidad bancaria aún le queda recorrido por delante. Ya veremos cómo llegamos a noviembre 2014. 3. El sector público. Dentro de lo que cabe, los españoles hemos tenido algo de suerte. Cuando se inicia la crisis, España estaba con superávit en las cuentas públicas y con un nivel de endeudamiento también muy reducido (menos del 36 por ciento en 2007). La suerte está en que el nivel de partida era de los más bajos de Europa, aunque el nivel de crecimiento ha sido de los más rápidos. Desde 2008 los ingresos públicos se reducen drásticamente y los gastos crecen al calor de un punto de partida ya elevado, de un desempleo creciente y de un gasto en pensiones que crece estructuralmente 5.000 millones al año (medio punto de PIB anual). En lo que al sector público se refiere, el papel de la Unión Europea ha sido fundamental. La creación de un fondo de rescate estable y a largo plazo (el MEDE) y la garantía de intervención por parte del Banco Central Europeo en el mercado de la deuda soberana, han logrado mantener la prima de riesgo en valores asumibles a pasar de una deuda pública por encima del fatídico noventa por ciento del PIB y de un déficit que amenaza con situarse de forma crónica alrededor del siete por ciento del PIB. Visto desde fuera, da la impresión de una cierta fatiga en el proceso de ajuste que, de ser cierta, nos va a salir muy cara en el medio plazo. Una reflexión final. A veces da la impresión de que los españoles olvidamos muy fácilmente y confundimos las etapas pasadas. La economía española que hay que recuperar (la única posible) es la de los años noventa en la cual el ahorro y la inversión estaban equilibrados y no la de los años 2000 en los cuales teníamos que pedir prestados 100.000 millones al año para poder cerrar el ejercicio. Y recuperar los equilibrios de aquellos años significa ahondar en el proceso de ajuste con perseverancia, sensatez y humildad. Virtudes, por otra parte, cada vez más escasas. 180,00 Gráfico No.1 Producción, Empleo y Productividad aparente en España (1993=100) 170,00 160,00 150,00 Productividad Producción Empleo 140,00 130,00 120,00 110,00 100,00 90,00 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013 350.000 Gráfico No.2 Ahorro e Inversión en la economía española (1993 a 2013 en millones de Euros) 300.000 Inversión Ahorro 250.000 200.000 150.000 100.000 50.000 0 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013 35,00 Gráfico No. 3 Inversión en porcentaje del P.I.B. 30,00 Otras inversiones 25,00 20,00 Viviendas y obras públicas 15,00 10,00 5,00 Maquinaria y bienes de equipo 0,00 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011 2013