SUMARIO Las cifras tensionales sistólicas y diastólicas se elevan con la edad en ambos sexos, pero mientras que los valores sistólicos continúan haciéndolo hasta los 70-80 años o más, los diastólicos tienden a estabilizarse en meseta a partir de los 50 años. Los mecanismos que causan el incremento de la tensión arterial sistólica (TAS) en el anciano son de distinta naturaleza a los que condicionan la HTA esencial en el sujeto de mediana edad. Los cambios en las grandes arterias, tanto estructurales como funcionales, son los que van a contribuir de manera más importante al incremento de la TAS, dando lugar a importantes implicaciones terapéuticas. Hipertensión sistólica aislada en el anciano L hecho de que en el anciano se produzca un aumento de la rigidez vascular (con aumento de la presión del pulso) y de las resistencias vasculares puede dar lugar a 2 patrones: HTA sistólica aislada y HTA (sistólica y diastólica) con aumento desproporcionado de la TAS; patrón este último que va a depender del grado de afectación de pequeñas arterias por la edad y el consiguiente aumento de las resistencias vasculares. Con la edad se van a producir también profundas alteraciones en la anatomía y fisiología renal, si bien todavía está por definir claramente cuál es su papel en el desarrollo de la HTA en el anciano. Finalmente, tampoco se deben olvidar los cambios morfológicos cardíacos que se dividen en 2 grupos: cambios en el comportamiento mecánico y cambios en el sistema eléctrico; especialmente la HVI (sobre todo en la pared posterior) que se atribuye al aumento de la postcarga que tiene lugar como consecuencia de los cambios vasculares que se producen con la edad, fundamentalmente los de la aorta. Asociados a la HVI en el anciano, se han descrito dos circunstancias que pudieran explicar por qué la HVI aumenta el riesgo E 20 cardiovascular, y son: el aumento de la incidencia de arritmias ventriculares complejas y la disminución de la reserva coronaria. En cuanto a la sensibilidad a la sal, aunque es un fenómeno distribuido de forma homogénea entre toda la población, es en la población anciana donde se encuentra una mayor sensibilidad al sodio. Por último, es importante señalar, en relación con las características fisiopatológicas de la HTA en el anciano, que se ha demostrado reiteradamente una relación entre el incremento de resistencia a la insulina con el consiguiente hiperinsulinismo en los pacientes hipertensos, y La tasa de prevalencia de HTA en la población anciana siempre es mayor en mujeres, en la raza negra y en la población urbana especialmente en los hipertensos ancianos. Hipertensión sistólica aislada La hipertensión sistólica aislada (HSA) se define -en generalcomo una TAS igual o superior a 140 mmHg con una TAD inferior a 90 mmHg. En el anciano, la HSA es la forma más frecuente de presentación de la HTA y es muy rara por debajo de los 45 años. La prevalencia de HSA en los ancianos, en los diferentes estudios oscila de 2,7 a 41% dependiendo del estudio y de la edad de la población diana. No obstante, la tasa de prevalencia de HTA en la población anciana siempre es mayor en mujeres, en la raza negra y en la población urbana. Con la HTA diastólica aislada ocurre en el anciano lo contrario que con la HSA, es decir, la tasa de prevalencia disminuye de forma notoria, tanto que se convierte en excepcional en los mayores de 70 años. HSA como factor de riesgo cardiovascular La importancia de la HSA no deriva sólo de su alta prevalencia MARZO-2002 sino del riesgo que entraña para la morbimortalidad vascular en general. El hecho de considerar como normales cifras de TAS mayores de 160 mmHg, como sucede en algunos trabajos, va a implicar una infravaloración de la HSA como factor de riesgo cardiovascular y, por consiguiente, que no se trate de forma efectiva, excepto en aquellos casos con cifras claramente elevadas. Aunque la mayoría de trabajos sobre tratamiento de la HTA se han basado en la tensión arterial diastólica (TAD), sabemos en la actualidad que la TAS es un marcador más exacto del incremento del riesgo cardiovascular y que su control se correlaciona más directamente con los eventos cardiovasculares que la diastólica. En el anciano, las principales complicaciones cardiovasculares, al igual que sucede en el resto de los individuos, guardan relación directa con las cifras de presión arterial, así como con los años de evolución de la hipertensión y son: hipertrofia ventricular izquierda (HVI), cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal, enfermedad vascular cerebral y enfermedad vascular periférica. Por otro lado, en el estudio de Framingham pudo comprobarse tras un seguimiento de 20 años que en varones de 55 a 74 años con HSA (definida como una tensión arterial sistólica > 160 mmHg y una diastólica < 95 mmHg) todas las causas de mortalidad se multiplicaron por dos al comparar con normotensos, incrementándose de forma similar otros procesos cardiovasculares (enfermedad coronaria, ictus, claudicación intermitente...). Así pues, con los datos que disponemos en la actualidad se puede concluir que la HSA es un factor de riesgo cardiovascular independiente de la edad, el riesgo de complicaciones no disminuye con el envejecimiento, y que la HSA es el factor de riesgo cardiovascular más importante en el paciente anciano, el más fácilmente identificable y el más fácilmente abordable. Objetivos del tratamiento de la HSA Hasta hace pocos años, se discutían los posibles beneficios del tratamiento de la hipertensión en el anciano, pero estudios recien- Hoy se sabe que, también en el anciano, las complicaciones cardiovasculares guardan relación directa con las cifras de presión arterial, así como con los años de evolución de la hipertensión tes han demostrado que el tratamiento activo reduce significativamente la morbi-mortalidad cardiovascular asociada a la hipertensión arterial, incluso la sistólica aislada, y se asume por tanto que es necesario tratar a los hipertensos ancianos incluso sólo con HSA En el tratamiento de la HSA se persigue un objetivo principal que consiste en disminuir la presión arterial para conseguir una reducción de las complicaciones cardíacas, vasculares y renales, con el fin de mejorar la supervivencia y la calidad de vida del paciente. Otros objetivos son secundarios y consisten en la reducción de la HVI y de las arritmias que la acompañan, así como el mantenimiento de la integridad vascular. El objetivo terapéutico en cuanto a la TAD debe ser similar al empleado en la población general, tratando de mantener cifras tensionales diastólicas inferiores a 90 mmHg. Por lo que respecta a la PAS, se debe intentar reducir los niveles en aquellos pacientes con presiones sistólicas por encima de 160 mmHg, y en aquellos con presiones comprendidas entre 140-160 mmHg cuando existen otros factores de 21 a la insulina característica del obeso hipertenso. La disminución de los niveles circulantes de insulina y el aumento de su sensibilidad modificaría la curva de presión-natriuresis y disminuiría la actividad simpática, medida que debe extremarse en los obesos con distribución androide de la grasa corporal puesto que ello conlleva un riesgo cardiovascular mayor. Disminución de la ingesta de alcohol riesgo asociados. Además, debemos tener siempre presente que en el paciente hipertenso y máxime si es anciano suelen coexistir factores de riesgo cardiovascular (dislipemia, intolerancia hidrocarbonada/diabetes, hiperuricemia) y manifestaciones de la repercusión orgánica (hipertrofia ventricular izquierda y microalbuminuria) que se deben intentar controlar de forma prioritaria con el objetivo de reducir la morbimortalidad cardiovascular. Así pues, podemos asumir que de forma general el objetivo hipotensor en el anciano debe ser reducir la TAS por debajo de 160 mmHg, y a ser posible por debajo de 140 mmHg cuando exista repercusión orgánica u otros factores de riesgo cardiovascular asociados; pero, sin embargo, no será preciso adoptar precauciones especiales para limitar la reducción de la presión arterial diastólica. Tratamiento no farmacológico de la HSA 22 El tratamiento no farmacológico de la hipertensión es una medida que en la gran mayoría de las ocasiones debe ser la primera medida terapéutica a seguir, y que en todos los casos de hipertensión constituye un medio eficaz como ayuda al tra- tamiento farmacológico que no se puede olvidar. Un gran número de pacientes con hipertensión ligera podría controlarse con medidas no farmacológicas, lo que nos permitiría conseguir un triple objetivo: controlar la hipertensión arterial, evitar los efectos secundarios de los fármacos antihipertensivos, y disminuir de manera sensible el gasto derivado del tratamiento de la población hipertensa. Por otra parte, todas las guías publicadas para el tratamiento de la hipertensión (OMS, ISH, JNC...) incluyen períodos de medidas no farmacológicas (entre 3 y 6 meses) tras el diagnóstico de hipertensión en un individuo, antes de considerar el uso de fármacos. Reducción de peso El control ponderal se considera el pilar principal del tratamiento no farmacológico de la hipertensión arterial en pacientes obesos o con sobrepeso. La restricción calórica no acompañada de restricción sódica se ha comprobado que produce una disminución de 2,5/1,5 mmHg para la presión sistólica y diastólica, respectivamente, por cada kg de peso perdido. Además, como ventaja añadida, la reducción ponderal produce disminución de la resistencia Existe una relación en U entre el consumo de alcohol, la prevalencia de hipertensión y la mortalidad total, lo que abogaría por unos efectos beneficiosos derivados del moderado consumo de alcohol incluso superiores a la abstención completa. No obstante, el consumo de alcohol por encima de 300 g/ semana eleva la presión arterial tanto en normotensos como en hipertensos, aumento que revierte completamente al cesar el consumo alcohólico. El mecanismo por el que el alcohol ejerce su efecto hipertensivo no está claro, barajándose como posibles mecanismos un aumento en la liberación de catecolaminas y de otros factores presores no bien conocidos. Aumento de la actividad física Como respuesta al entrenamiento físico en normotensos se pueden alcanzar reducciones de presión de 4 mmHg para sistólica y diastólica, diferencia similar a la que se observa entre la población general que realiza ejercicio físico y la que no lo hace. En hipertensos, las variaciones de presión que se pueden conseguir tras programas controlados de entrenamiento físico son de -11/-6 mmHg, no siendo la edad un factor limitante a este efecto puesto que se ha demostrado que el ejercicio físi- SUMARIO MARZO-2002 co ligero realizado de forma continuada es capaz de reducir la presión sistólica en casi 20 mmHg en pacientes con edades comprendidas entre los 60 y 69 años. Es conveniente que el ejercicio sea dinámico, prolongado, predominantemente isotónico de los grupos musculares mayores como, por ejemplo, andar, nadar, etc. Y que, en ningún caso, impliquen agotamiento extremo. Reducción de la ingesta de sodio La sensibilidad a la sal aumenta con la edad y se ha llegado a postular que la hipertensión en el anciano representa un estado de sensibilidad a la sal, si bien este fenómeno se observa en la misma proporción en normotensos que en hipertensos. Lo que está claro es que dicha situación no se relaciona con un aumento del consumo de sodio de la población anciana como consecuencia de la disminución de la sensibilidad de las papilas gustativas. No obstante, es probable que el mecanismo por el cual el sodio produce un aumento gradual de la tensión arterial sea diferente al responsable de la disminución de la misma tras la restricción sódica. Diferentes estudios han demostrado que una reducción de 100 mEq/día de sodio produce una disminución de la presión arterial de más del doble en pacientes mayores de 60 años en comparación con la que se obtiene en pacientes con edades comprendidas entre los 15 y 30 años. Los mmHg de reducción que se consiguen con esta medida guardan relación con las cifras de presión de las que se parte, y por ello, una disminución de la ingesta de sodio de esta magnitud en pacientes mayores de 60 años con hipertensión sistólica aislada, es decir, con presión sistólica en percentil 95 y diastólica en percentil 5, produciría como media un descenso de sistólica de 15 mmHg y de diastólica de 2 mmHg, resultados ideales en este tipo de pacientes. Sin embargo, hay que ser cuidadoso con la magnitud de la restricción de sodio que se aplica en los ancianos dado el deterioro de la regulación y manejo renal del sodio que se produce con la edad. Aumento de la ingesta de potasio y de calcio La actividad baja de renina y la sensibilidad a la sal que caracterizan la hipertensión del anciano se acompañan de niveles bajos de calcio ionizado relacionado, entre otros, con un aumento de la excreción urinaria del mismo ligado a alteraciones del manejo tubular del sodio. Es conocido que un suplemento de sólo 600 mg/día de calcio es capaz de revertir la elevación de presión arterial inducida por el sodio en sujetos negros sensibles a la sal. Por ello, para observar los efectos beneficiosos del calcio Se ha llegado a postular que la hipertensión en el anciano representa un estado de sensibilidad a la sal, si bien este fenómeno se observa en la misma proporción en normotensos que en hipertensos no son necesarios importantes suplementos del mismo, y el efecto deseado puede conseguirse administrando una dieta enriquecida en calcio: leche (100 g de leche de vaca contienen 133 mg de calcio) y derivados, o se puede optar por suplementos del mismo que en ningún caso deben superar 1.500 mg/día puesto que podría dar lugar a efectos adversos no deseados. Así pues, la cantidad óptima oscilaría entre 600 y 900 mg/día. Los suplementos de potasio administrado aisladamente no reducen de forma significativa los niveles de presión arterial pero, no obstante, se conoce que el potasio promueve la excreción urinaria de sodio, con lo que su consumo dietético debe ser también contemplado (fruta fresca, verdura, cereales). En base a los resultados obtenidos en los múltiples y variados estudios realizados sobre el tratamiento no farmacológico de la HSA en el anciano, se podrían apuntar una serie de recomendaciones: reducción calórica en caso de sobrepeso; ingesta de sodio alrededor de 100 mmol/día evitando tomar alimentos precocinados, enlatados y embutidos; aumento del consumo de potasio (frutas frescas, vegetales y cereales); aumento de la ingesta dietética de calcio (100 g de queso proporcionan entre 700 y 1.180 mg de calcio dependiendo del tipo); andar diariamente entre 1 y 2 horas, teniendo en cuenta que en los sujetos no entrenados el objetivo se debe alcanzar de forma paulatina; no ingerir más de 30 g de alcohol/día (equivalente a 300 ml de vino, 500 de cerveza o una copa de licor); y suprimir el hábito tabáquico, por ser un factor de riesgo cardiovascular individual. Pero, además, la indicación de las medidas no farmacológicas debe tener en cuenta las condiciones socio-económicas del paciente, y valorar juiciosamente la relación beneficio terapéutico/perjuicio de la calidad de vida antes de comenzar en el anciano cambios en su dieta y estilo de vida. 23