La primera reforma laboral de 2013: el Cid sigue ganando batallas

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La primera reforma laboral de 2013: el Cid sigue
ganando batallas después de muerto.
Wilfredo Sanguineti Raymond, Profesor Titular de Derecho del Trabajo de la
Universidad de Salamanca.
Artículo publicado el 02.03.2013 en el blog http://wilfredosanguineti.wordpress.com/
Lo que más llama la atención dentro de la difícil situación por la que atraviesa
actualmente España es la absoluta falta de ideas originales o novedosas sobre la
manera de afrontar la crisis que vienen demostrando los gestores de las políticas
públicas. O su machacona insistencia en poner en práctica planteamientos que carecen
por completo de asidero o respaldo en la realidad o han demostrado hasta la saciedad
en el pasado su inanidad, ineficacia o incluso su carácter contraproducente y hasta
pernicioso.
El reciente Real Decreto-Ley 4/2013, de 22 de febrero, de medidas de apoyo al
emprendedor y de estímulo del crecimiento y de la creación de empleo, es expresión
acabada de lo que se termina de decir. No sólo porque no aporta medida alguna que
pueda ser considerada novedosa u original, sino porque insiste en apostar por
propuestas vacías, cuando no de efecto manifiestamente opuesto a los objetivos que
se propone alcanzar. Unos objetivos que no son otros, por cierto, según se lee en la
Exposición de Motivos, que los de “mejorar la empleabilidad de los jóvenes,
aumentar la calidad y la estabilidad en el empleo, promover la igualdad de
oportunidades en el acceso al mercado laboral y fomentar el espíritu emprendedor”.
Veámoslo presentando cada uno de los cuatro ejes básicos en los que, a juicio de
quien esto escribe, pueden ser encuadradas las medidas de contenido laboral incluidas
en la norma.
i. Fomento del emprendedurismo mediante incentivos de Seguridad Social
No parece que pueda discutirse en principio la bondad de actuaciones como las
reducciones y bonificaciones de las cuotas a la Seguridad Social aplicables a los
jóvenes trabajadores por cuenta propia (artículo 1), la introducción de facilidades para
compatibilizar la percepción de la prestación por desempleo con el trabajo por cuenta
propia (artículo 2) o la ampliación de las posibilidades de capitalización de la
prestación por desempleo (artículo 4).
A pesar de ello, en un contexto de marcada recesión, ingentes recortes presupuestarios
y retracción del crédito, y contando además con unos desempleados cuyo perfil
mayoritario se encuentra marcado por su escasa formación o experiencia laboral,
cuando no por su encasillamiento en un sector en aguda contracción como es el de la
construcción, estas medidas pueden servir, si acaso, para ayudar a resolver alguna que
otra situación individual, pero no, naturalmente, para aportar ningún tipo de solución
relevante o significativa al agudo problema del desempleo.
ii. Uso de las subvenciones como forma de incentivación de la contratación de
trabajadores, especialmente jóvenes
Tampoco parece que pueda cuestionarse per se la decisión de incentivar la
contratación de desempleados mediante la reducción de las cuotas patronales a la
Seguridad Social, como hace el Decreto, tanto respecto de los jóvenes menores de
treinta años con los que: a) se suscriba un contrato a tiempo parcial con vinculación
formativa (artículo 9), b) sean contratados por tiempo indefinido por microempresas o
trabajadores autónomos (artículo 10), c) se celebre un contrato en prácticas (artículo
13), y d) se concierte un contrato de primer empleo joven, aunque en este caso a partir
de su transformación en un contrato por tiempo indefinido (artículo 12); como
también de los desempleados con cuarenta y cinco o más años de edad que sean
contratados por tiempo indefinido por trabajadores por cuenta propia menores de
treinta (artículo 11).
No obstante, la experiencia demuestra que este tipo de ayudas no sirven, aplicadas de
forma aislada, para elevar el volumen real de contrataciones que los empresarios han
decidido realizar con anterioridad, con o sin ellas, en función de sus necesidades. Los
3.000 millones de euros invertidos anualmente en la etapa precedente en subvencionar
el empleo fijo sin haber conseguido ningún efecto tangible sobre la tasa de
temporalidad vigente en España dan buena cuenta de ello.
iii. Recurso a los contratos formativos como vía de acceso al empleo, mediante la
relativización de su contenido específico
Ya en el terreno de lo cuestionable –y no sólo de lo ineficaz– se encuentran las
medidas que apuntan a relativizar o anular el componente formativo de determinadas
modalidades contractuales, como el contrato en prácticas, cuya celebración se
desvincula ahora del momento de terminación de los estudios para hacerla depender
sólo de la edad (menos de treinta años) del trabajador (artículo 13), el contrato para la
formación y el aprendizaje, que puede ser ahora celebrado también por Empresas de
Trabajo Temporal (ETT) aunque ello suponga una no deseable escisión entre las
entidades responsables de la formación teórica (la ETT) y la formación práctica (la
empresa usuaria) (Disposición Final Tercera) o el novedoso contrato a tiempo parcial
con vinculación formativa, que puede ser celebrado igualmente aunque dicha
formación haya sido cursada con anterioridad o no guarde relación con el puesto de
trabajo a ocupar.
¿Cómo es posible que se piense que se va a mejorar el escaso o nulo nivel de
formación de buena parte de nuestros desempleados relajando en vez de reforzando el
contendido formativo de las modalidades contractuales diseñadas precisamente con
ese fin?
La respuesta que se me antoja es que en realidad no se persigue ese objetivo, sino
utilizar estos contratos como fórmulas fáciles e incentivadas de acceso al empleo, aun
a costa de desnaturalizarlos.
Esta fue, sin embargo, también una vía intentada en el pasado, en particular durante el
primero de los dos períodos de gobiernos socialistas, con resultados, no sólo no
relevantes en materia de empleo, sino manifiestamente negativos en lo que a la
calidad del empleo así generado y la formación adquirida se refiere.
iv. Promoción de la contratación temporal no causal como medida de fomento
del empleo de los jóvenes
Por sorprendente que parezca, la medida estrella contenida en el Decreto no es otra
que la resurrección, convenientemente travestido, del viejo –y nefasto en todos los
sentidos– contrato temporal de fomento del empleo.
Lo que se hace a estos efectos, naturalmente con el tranquilizador propósito de
“incentivar la adquisición de una primera experiencia profesional”, es permitir la
contratación temporal de “jóvenes desempleados menores de treinta años que no
tengan experiencia laboral” o la tengan por tiempo “inferior a tres meses”, por
períodos que pueden oscilar entre los tres y los seis meses, o incluso un año si así se
autoriza a través de convenio colectivo sectorial, asignando a dicha contratación el
régimen jurídico del contrato eventual por circunstancias de la producción regulado
por el artículo 15.1.b ET y declarando expresamente que constituye causa válida para
ello “la adquisición de la primera experiencia profesional” (artículo 12).
De tal forma se consigue, como puede apreciarse “de una sola tacada”, un doble y
nefasto resultado. De un lado, dar carta de naturaleza legal a la contratación temporal
sin causa de los jóvenes mediante la creación de un eufemísticamente denominado
contrato de “primer empleo joven”, pese a que está más que demostrado que esta
clase de medidas contribuyeron en el pasado a la precarización y dualización
profundas del mercado de trabajo español, sin aportar a cambio contrapartidas
significativas y demostrables en materia de empleo. Del otro, hacerlo, además,
desnaturalizando innecesariamente una modalidad contractual estructural cuya
utilización adecuada debería más bien promoverse, como es el contrato eventual por
circunstancias de la producción.
Años de lucha contra la precariedad en el empleo y miles de millones de euros
invertidos en ella se ven así enmendados en un instante.
El contrato temporal de fomento del empleo, que sirvió entre 1984 y 1994 para
promover la precariedad de manera descarada, generando hábitos en el empresariado
español muy difíciles de erradicar, sigue así, cual nuevo Cid Campeador, ganando
batallas después de muerto. Y no sólo, como ha venido ocurriendo hasta ahora, a
través del uso desviado de los contratos temporales estructurales, no atajado por una
inspección de trabajo y una judicatura no todo lo enérgicas que cabría esperar. Ahora
también gracias la decisión consciente del legislador de retomar su legado y
proyectarlo hacia el futuro. Nada menos que hasta que la tasa de desempleo se sitúe
en España por debajo del 15 % (Disposición Transitoria 1ª).
Parece pues que en España las cosas no cambian nunca y que las dolorosas lecciones
del pasado no terminan jamás de apenderse.
El texto del Real Decreto-Ley 4/2013, de 22 de febrero, puede ser descargado desde
el siguiente enlace:
http://www.boe.es/boe/dias/2013/02/23/pdfs/BOE-A-2013-2030.pdf
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