JULIÁN BAUTISTA (1901-1961) Discípulo de Conrado del Campo, señalado por Óscar Esplá como el más notable talento musical del grupo de Madrid de compositores de la generación de la República, la figura de Julián Bautista se agranda cada vez que tenemos oportunidad de acercarnos a su producción musical. El maestro madrileño compuso una primera Sonata concertata a quattro inmediatamente antes de estallar la Guerra Civil española, partitura que se perdió durante la contienda. En este dramático período, Julián Bautista, fuertemente comprometido con el gobierno republicano, desarrolló una intensa labor en el Consejo Central de la Música, organizó actividades musicales, compuso y colaboró activamente en la publicación de los cinco espléndidos números de la revista Música que vieron la luz en Barcelona en 1938 y felizmente han sido reeditados en tiempos recientes. Pues bien, entre las composiciones firmadas por Bautista en los tensos años bélicos figura la Seconda sonata concertata a quattro que sí ha llegado hasta nosotros, escrita en 1938 para cuarteto con piano (piano y trío de cuerda). El compositor escogió esta plantilla con la idea de participar en un concurso convocado por el Cuarteto Belga con piano para celebrar el décimo aniversario de su puesta en marcha. La Seconda sonata, en efecto, ganó el concurso y ello permitió a Julián Bautista viajar a Bélgica, donde residió el tiempo necesario hasta poder embarcar con su esposa rumbo a Buenos Aires. Era 1940, y comenzaba así el duro exilio para Julián Bautista, como para tantos otros artistas, creadores e intelectuales españoles a quienes el desenlace de nuestra Guerra Civil les forzó a abandonar su país. Julián Bautista ya no regresaría a España: se afincó en Buenos Aires y allí murió veinte años después, habiendo trabajado como compositor argentino. La obra que vamos a escuchar posee un inequívoco aroma neoclasicista, muy propio de la época y, desde luego, de los compositores españoles que tuvieron al último Falla —representado especialmente por el Concerto— como guía y modelo. JULIÁN ORBÓN (1925-1991) El maestro hispano-cubano Julián Orbón nació en Avilés en el seno de una familia asturiana que se establecería en Cuba, país al que se desplazó Julián siendo niño, en 1932, para comenzar los estudios musicales con su padre y, más adelante, continuar la imponente labor docente musical que éste había iniciado en la isla. En 1942, Julián Orbón fundó con otros colegas el Grupo Renovación Musical que tuvo relevante papel en la dinamización de la vida musical en La Habana y en la reivindicación de la música arraigada en las tradiciones y el folclore cubanos. En los años cuarenta estudió en Tanglewood con Aaron Copland. En 1960, tras chocar con el régimen castrista, se desplazó a México y pasó a ejercer la enseñanza musical junto al maestro Carlos Chávez en el Taller de Creación Musical del Conservatorio Nacional. Posteriormente fue requerido por numerosos y prestigiosos centros universitarios y musicales estadounidenses. En 1986 visitó su Asturias natal y, a su regreso a Nueva York, su salud se quebró. Después de una ingente labor compositiva, teórica y docente, el maestro Orbón falleció en Miami en 1991. Orbón compuso cuatro Partitas, explorando la técnica de la variación desde distintas perspectivas instrumentales y sonoras. La Partita núm. 2 que aquí escucharemos fue escrita en 1964, para una peculiar plantilla de instrumentos de tecla y de arco: clave, vibráfono, celesta, armonio y cuarteto de cuerda. Siendo muy distintas, esta pieza de Orbón no está lejos de la anteriormente comentada de Bautista, en tanto que participa de lo que allí hemos denominado «aroma neoclasicista». SILVESTRE REVUELTAS (1899-1940) Desordenada, intensa, apasionante, literalmente única es la trayectoria vital y musical de Silvestre Revueltas, violinista, director de orquesta y compositor mexicano que murió joven, poco después de su paso por España durante la Guerra Civil, donde ofreció conciertos, combatió del lado republicano y compuso su célebre Homenaje a García Lorca tras la impresión recibida por el trágico fin del poeta. Ocho por radio data de 1933. Es una breve página de título doblemente significativo pues, en efecto, requiere una plantilla de ocho instrumentistas (clarinete, fagot, trompeta, percusión, dos violines, violonchelo y contrabajo) y fue compuesta «para Guillermo Orta y su grupo de radio» quienes, efectivamente, la difundieron radiofónicamente. Con desparpajo y acidez muy propios de su personalidad, Revueltas comentó sobre su obra que era una «ecuación algebraica sin solución posible, a menos de poseer profundos conocimientos en matemática. El autor ha intentado resolver el problema por medio de instrumentos musicales, con éxitos medianos, del que la crítica conocedora en achaques de números podrá juzgar con su habitual ecuanimidad». Se trata de la tradicional forma tripartita y simétrica A-B-A, rematada por una ingeniosa coda, con la sección central más lírica y reposada, contrastando con la vivacidad de la sección principal, en la que Silvestre Revueltas recrea algún material popular mexicano. CARLOS CHÁVEZ (1899-1978) En un país como México, en el que coincidieron en el tiempo personalidades tan fuertes y diversas como Silvestre Revueltas, Julián Carrillo, Blas Galindo, Rodolfo Halffter, Julián Orbón…, seguramente fue Carlos Chávez el músico de mayor presencia e influencia, pues éstas no se limitaron al campo de la composición y los conciertos, sino que abarcaron a la enseñanza y a la organización musical del país, con las correspondientes ramificaciones en el ámbito de la política. En su línea de procurar una música puesta al día —es decir, al tanto de lo que se hacía en Europa y en Estados Unidos—, pero enraizada con fuerza en la tradición y en la cultura mexicanas, Carlos Chávez compuso gran cantidad de obras, especialmente instrumentales —desde el solo hasta la gran sinfonía—, entre las cuales figura esta Xochipili o «música azteca imaginada», para un conjunto de piccolo, flauta, clarinete, trombón y percusiones, una obra que data de 1940 y se sitúa entre sus Sinfonías segunda y tercera, es decir, en un momento de madurez musical y plenitud humana. El propio Chávez describió esta página como fruto de su ilimitada admiración por la cultura azteca, representada singularmente por la escultura de la era precolombina. ALBERTO GINASTERA (1916-1983) Recién cumplidos los 67 años de edad, moría en Ginebra el más grande compositor argentino y uno de los nombres punteros de los nacionalismos musicales que se dieron en la América hispana en la primera mitad del siglo XX. La figura de Ginastera refulgió en Buenos Aires a partir de 1938, cuando finalizó sus estudios académicos y rápidamente comenzó con sus obras a calar en el público y a admirar a los conocedores. Pronto se internacionalizó la música de Ginastera, entrando en los Estados Unidos y en Europa e interesando a primeras figuras de la interpretación. Su recia personalidad se asentó pronto, evitando así cualquier tipo de presión externa o íntima: compuso lo que creyó oportuno, ajeno a la exigencia de las modas al uso y a cualquier crítica dirigista. Y aspiró a hacer música “universal” que, a la vez, fuera testimonio de sus raíces argentinas. El Quinteto op. 29, para piano y cuarteto de cuerda, obra de madurez, fue compuesto a principios de 1963 por encargo del Mozarteum argentino y con destino al Quinteto Chigiano, conjunto que protagonizaría el estreno absoluto de la obra en la Sala Apolínea del Teatro de La Fenice de Venecia, el 13 de abril de 1963. El Quinteto de Ginastera presenta siete concisos movimientos o secciones, si bien resulta mucho más propio considerar que se trata de una obra en los tradicionales cuatro movimientos de la gran forma sonatística, entre los cuales se intercalan tres cadencias que actúan como puentes, transiciones o engarces entre estos movimientos, coadyuvando al sentido unitario que Ginastera quiso para su pieza. Así, escucharemos un primer tiempo, titulado Introducción, al que sigue la primera de las cadencias, a cargo de viola y violonchelo. Como segundo movimiento tenemos un brillante y virtuosístico Scherzo fantastico y el tercer tiempo es el habitual lento, aquí titulado Piccola musica notturna; entre estos scherzo y nocturno se inserta la segunda cadencia, que también es a dúo, en esta ocasión de violines. Y la tercera cadencia, para piano solo, viene a enlazar la Piccola musica notturna con el conclusivo y brillante Finale. © José Luis García del Busto