1. el alzamiento

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I.
EL “ALZAMIENTO NACIONAL” Y EL INICIO DE LA GUERRA
A - LA CONSPIRACIÓN
La sublevación del 17 de Julio de 1936 fue esencialmente militar. Existieron incitaciones al
golpe por parte de personalidades (Calvo Sotelo, Gil Robles, Primo de Rivera, Fal Conde, etc.),
contactos con Comunión Tradicionalista y la Falange, apoyos económicos de la CEDA y
Renovación Española, pero todas las decisiones de responsabilidad las tomaron militares, que
además se negaron a alinearse ideológicamente con ninguna de las fuerzas políticas de
derecha que les apoyaban.
El único punto de referencia política de los sublevados era la necesidad de un poder de
excepción que suspendiera la Constitución y acabara con la posibilidad de una revolución,
desempeñado por militares, sin plantearse siquiera la salida posterior a la sublevación, ni el
modelo de Estado a crear, fuera de una dictadura militar mas o menos transitoria.
La misma noche de las elecciones el general Franco y Gil Robles habían presionado para
evitar el nombramiento del gobierno del Frente Popular.
Las conspiraciones para poner fin a la República, al riesgo de una revolución, y a los
desórdenes públicos, fueron frecuentes a partir de Febrero. La opinión generalizada entre los
militares conspiradores era que la situación aún no estaba preparada ni había suficientes
apoyos dentro del ejército. En Marzo, un grupo de generales acordó realizar un levantamiento
militar para restablecer el orden. En principio se decidió que el jefe de la sublevación debía ser
el general Sanjurjo (exiliado en Portugal), y que no tuviera signo político alguno.
En los meses siguientes el general Mola (destinado en Navarra, “El Director”)) fue organizando
el golpe militar y recabando apoyos de los grupos políticos de extrema derecha (carlistas,
monárquicos, católicos, tradicionalistas, Falange). Falangistas y carlistas se comprometieron a
aportar sus milicias como voluntarios, la CEDA y Renovación Española ayudaron
económicamente a la conspiración. También se establecieron contactos con Alemania e Italia.
El plan era una sublevación de todas las guarniciones militares del país, y sobre todo de las
tropas estacionadas en Marruecos. El golpe debía de ser contundente, violento, para lograr una
rápida victoria o en su defecto evitar cualquier intento de componenda posterior, y para
demostrar al gobierno que se iba en serio. Pretendía establecer una dictadura militar (en
principio dirigida por Sanjurjo) que acabaría con la República, suspendería la Constitución,
mantendría un Estado laico, eliminaría el peligro de revolución marxista, para volver al poco a
un gobierno civil, republicano o monárquico, como decidiesen unas Cortes Constituyentes.
En Junio ya estaban comprometidos con la sublevación mandos militares como Cabanellas,
Fanjul, Queipo de Llano, Goded, Varela, Yagüe. Pero faltaban bastantes apoyos en regiones
como Madrid, Levante, Cataluña, Andalucía o País Vasco, y gran parte de la oficialidad
permanecía fiel a la República. También había problemas con carlistas y falangistas a los que
el planteamiento del futuro régimen no gustaba y ponían trabas para ceder sus milicias.
La prensa se hizo eco de estos preparativos, el gobierno sabía que se estaba preparando algo,
de ahí el alejamiento de Mola, Franco y Goded de Madrid, pero no hizo nada más para evitarlo.
El precipitante del levantamiento fueron una serie de asesinatos producidos en Madrid. El
teniente José Castillo de la Guardia de Asalto (perteneciente a una organización militar de
izquierdas y colaborador de las milicias de las juventudes socialistas) fue asesinado por un
grupo de extrema derecha la noche del 13 de Julio, lo que propició la venganza de sus
compañeros, quienes asesinaron al líder de Renovación Española Calvo Sotelo en la
madrugada del 14 de Julio de 1936. Este asesinato acabó de poner de acuerdo a todas las
fuerzas golpistas, pero el golpe ya estaba preparado desde semanas antes (excepto la
participación de Franco, dubitativo casi hasta el último día, aunque finalmente se comprometió,
y el día 16 ya tenía listo el avión –Dragón Rapide- que le llevaría a Marruecos para asumir el
mando de las tropas de África).
B – EL FRACASO DEL GOLPE MILITAR
El 17 de Julio de 1936 la sublevación se inició en Marruecos (importante, ya que allí se
encontraban las mejores tropas del ejército: los Regulares y la Legión). El día 19 llegó Franco
desde Canarias (tras haber asegurado las islas) para ponerse al frente de este ejército.
A partir del 18 de Julio la sublevación se extendió por la península. Muchas de estas
sublevaciones fracasaron (Madrid, Barcelona, País Vasco, etc.), pero el hecho determinante
fue que triunfó la de Marruecos, al tiempo que las sublevaciones triunfadoras realizaban tales
actos sangrientos que ya no era posible una vuelta atrás, ni ningún tipo de negociación. Había
empezado la Guerra Civil.
En Castilla la Vieja y Navarra triunfó rápidamente por el apoyo de las masas de pequeños y
medianos agricultores, tradicionalmente votantes de la derecha. Mola no tuvo dificultades en
Navarra, donde además contó con el apoyo de las milicias de requetés carlistas.
En Andalucía se sublevaron las guarniciones de las capitales (Córdoba, Sevilla, Granada –
asesinato García Lorca-) triunfando Queipo de Llano en Sevilla, mientras las zonas rurales
permanecían fieles a la República. Los sublevados también controlaban la zona de Cádiz y
Algeciras, y por tanto el Estrecho de Gibraltar. Desde estas zonas irían ampliando su dominio
de Andalucía Oriental.
En Extremadura Badajoz siguió fiel a la República mientras en Cáceres triunfaban los
sublevados.
En Asturias sólo se sublevó la guarnición de la capital, Oviedo, que permaneció sitiada durante
meses.
En Galicia ganaron los sublevados, al igual que en la mayor parte de Aragón.
En Baleares la sublevación triunfó en todas las islas menos en Menorca.
En Cataluña fue fundamental lo ocurrido en la capital, Barcelona. Las autoridades autonómicas
y centrales resistieron (a pesar de la llegada desde Baleares del general Goded para ponerse
al mando de los sublevados), ayudados por fuerzas militares y de la Guardia Civil fieles a la
República, así como grupos de milicianos anarquistas a los que se entregó armas.
Castilla la Nueva dependió del resultado de la sublevación en Madrid. En la capital sólo tuvo
éxito la sublevación del Cuartel de la Montaña, rápidamente controlada. Por tanto, tanto la
capital como Castilla la Nueva permanecieron fieles a la República.
El País Vasco se dividió: en Álava (más carlista) triunfó la sublevación, mientras en las zonas
que más apoyaban al PNV, Vizcaya y Guipúzcoa, se mantenía la fidelidad a la República.
En Valencia y Murcia acabaron triunfando tras varias semanas de indecisión los partidarios de
la República.
En definitiva, el intento de golpe militar fracasó porque aproximadamente la mitad de las
fuerzas armadas, la Guardia Civil y los Guardias de Asalto permanecieron fieles a la República,
que también contó con el apoyo de masas urbanas de trabajadores, organizados en ocasiones
en milicias armadas, que no estaban dispuestos a renunciar a las conquistas logradas ni a las
que se habían prometido por el Frente Popular. El pueblo, tradicionalmente sumiso, apático,
apolítico y desmovilizado, en esta ocasión sí se movilizó.
La geografía de las zonas donde ganaron los sublevados o los partidarios de la República
coincidía a grandes rasgos con los resultados electorales de Febrero de 1936, lo que da a
entender la importancia de los apoyos populares en un sentido u otro, ya que las guarniciones
se decantaron hacia el sector con más apoyo en su zona.
Los intentos por acabar con la sublevación negociadamente (Martínez Barrio) fracasaron. Por
otra parte, siguiendo las consignas de Mola, los sublevados se emplearon desde el principio
con una extrema brutalidad, lo que impidió cualquier posibilidad de marcha atrás.
El golpe había fracasado en su objetivo de acabar rápidamente con la República, pero España
se había dividido en 2 zonas dominadas por 2 sectores sociales e ideológicos totalmente
irreconciliables. Era inevitable que el conflicto acabara resolviéndose en una Guerra Civil.
C – LA CONFIGURACIÓN DE LOS BANDOS REPUBLICANO Y “NACIONAL”
El país quedó dividido en 2 partes: la que permaneció fiel a la República, y la “Nacional”, como
empezó a autodenominarse por los sublevados, quienes señalaban que defendían la “nación
española” de los traidores “rojos, comunistas, separatistas”.
Los grupos políticos que apoyaron la sublevación fueron la CEDA (católicos), Comunión
Tradicionalista (Carlistas), Renovación Española (monárquicos), Falange Española de las
JONS y la Lliga Catalana. También recibieron el apoyo desde el exilio de Alfonso XIII y el
infante D. Juan, así como de viejos líderes de la Restauración como Romanones, Santiago
Alba o Francesc Cambó.
Permanecieron fieles a la república los partidos republicanos de centro e izquierda, el PSOE,
PCE, POUM, ERC, PNV y los anarquistas de la CNT.
Las fuerzas sociales que apoyaron la sublevación fueron: la aristocracia, terratenientes, los
grandes empresarios, la mayoría de los pequeños y medianos campesinos de Castilla-León.
Aunque el apoyo a uno u otro bando dependieron fundamentalmente de en qué sector se había
caído.
Permanecieron fieles a la República la mayor parte del proletariado y empleados urbanos, los
jornaleros andaluces y las clases medias progresistas.
Demográficamente, la zona sublevada estaba menos poblada (40 %), y además era más rural
que la republicana (60 %), en que quedaron las grandes ciudades: Madrid, Barcelona,
Valencia, Bilbao (excepto Sevilla y Zaragoza). Pero el bando republicano no supo aprovechar
esta ventaja demográfica.
En el ejército la división fue total: algo más de la mitad del ejército de tierra y de la Guardia
Civil se sumó a la sublevación, mientras permanecieron fieles a la República más del 65 % de
la Armada y de las fuerzas aéreas, así como el 70 % de los Guardias de Asalto.
No es cierto, por tanto, que la sublevación estuviera auspiciada por todo el ejército, ni que la
República no tuviera fuerzas armadas para defenderse.
La diferencia está en que la mayor parte de la oficialidad sí apoyó la sublevación, y la que
permaneció fiel a la República en muchos casos tuvo poca confianza por parte del gobierno (a
excepción de algunos oficiales como Rojo, Cordón, Miaja, etc.). También en que las mejores
tropas, y las únicas con experiencia de combate, las africanas, estuvieron del lado de los
sublevados, y en que éstos supieron hacer un mejor uso de la artillería, aviación y flota (más
modernos), y que contaron con todo el apoyo militar de Alemania e Italia..
En la zona fiel a la República habían quedado las zonas más industrializadas del país:
Cataluña, País Vasco, Asturias, Valencia, Madrid (hasta que la campaña de 1937 les privó de
Asturias y Euskadi). En cambio en la zona “Nacional” contaban con las grandes zonas
agrarias, sobre todo de cereales.
Por tanto, económicamente la ventaja inicial correspondía a la República, pero ésta no supo
sacar provecho de esta situación. La revolución iniciada en el bando republicano, con las
colectivizaciones de tierras y fábricas tuvo como consecuencia tal desorden en la producción y
la comercialización de productos que se redujo la producción. En cambio, en la zona nacional
la abundancia de productos agrarios hizo que las penurias fueran menores y que se pudiera
abastecer al ejército. Además, tras la conquista del Norte, inmediatamente se emprendió la
reindustrialización de estas zonas.
También se produjo la división de los intelectuales y artistas españoles. El bando franquista
contó desde el principio con el apoyo de José Mª Pemán, Eugenio D’Ors, Dionisio Ridruejo,
Giménez Caballero, Sánchez Mazas, a los que se fueron sumando durante la Guerra de un
modo más o menos explícito, voluntario o forzado por el curso de la guerra, a veces incluso
desde el exilio (para poder volver desde el exilio), de Azorín, Pío Baroja, Ortega y Gasset,
Marañón, Unamuno, Pérez de Ayala, Manuel Machado, Gómez de la Serna, Menéndez Pidal,
Gerardo Diego, Jorge Guillén, Torrente Ballester, y los artistas Zuloaga o Gutiérrez Solana.
Se mantuvieron fieles a la República Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Miguel
Hernández, Luis Cernuda, Pedro Salinas, Rafael Alberti, Américo Castro, Salvador de
Madariaga, Claudio Sánchez-Albornoz, Ramón J. Sender, y los artistas Joan Miró, Pablo
Picasso o Luis Buñuel.
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