Presencia de María en la experiencia mística en fray Bernardino de

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PRESENCIA DE MARIA
EN LA EXPERIENCIA MISTICA,
EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO, O.F.M.*
Dr.
Fuentes
GASPAR CALVO MORALEJO, O.F.M.
y bibliografía
* Fr. Bernardino de LAREDO, Subida del Monte Sión, Sevilla, 1538, reeditada por
J. B. GoMIS, O.F.M., en Místz'cosfranciscanos españoles, BAC, tomo 2, Madrid, 1948,
pp. 25-442: B. de LAREDO, Josefina o Tratado de san José, edición facsimil preparada
por F. Delclaux, edit. Rialp, Madrid, 1977; cito por estas ediciones.
AA. VV., Comentarz'os a la Consti'tución sobre la Iglesia, BAC, Madrid, 1966;
M. ANDRÉS, La teología espariola en el siglo XVI, BAC, 2 vol., Madrid, 1976 y 1977;
M. BOYERO, 0.C.D., María en la experz'encia místz'ca teresiana, en «Ephemerides
Mariológicae», 31 (1981), pp. 9-33; Gaspar CALVO, O.F.M., La Compasz'ón corredento­
ra de María en Fr. Bernardino de Laredo, O.F.M., en «Estudios Marianos», 48 (1983),
pp. 419-442; J. B. CAROL, Ma'Tiología, lBAC, Madrid, 1964; M. CASTRO, O. F.M.,
Fr. Bernardz'no de Laredo, en «Diccionario de Historia Eclesiástica de España», t. 2,
Madrid, 1972, p. 1.269; IDEM., Bt"bliografía de bz'blz'ografías franciscanas españolas e
hispanoamerz'canas, en «Archivo Ibero Americano», AIA, 41 (1981), pp. 136 y 137;
J. A. CIFUENTES, O.F.M., Influendas franciscanas en la devoción de santa Teresa de
jesús a san José, en «Estudios Josefinos», 18 (1964), pp. 19-68; S. T. FERNÁNDEZ, C.D.,
Las «josefz'nas» de Bernardino de Laredo (1535) y de Andrés de Soto {1593}, francisca­
nos, en «Estudios Josefinos», 31 (1977), pp. 223-254; B. FoRONDA, O.F.M., Fr. Bernar­
dt'no de Laredo: su vida, sus escritos y su doctrina teológz'co-ascétz'co-mística, en «AIA»,
33 (1930), pp. 2 13-250, 497-526; E. LLAMAS, C.D., Místz'ca .'V marz'ología. Pt:edad ma­
riana y mistz'cismo en el siglo XVI, en «Estudios Marianos», 45 (1980), pp. 15-50; IDEM.,
La Virgen 1'�1aría en la vz'da y en la expe·rz'encz'a místz'ca de santa Teresa de jesús, en
«Marianum», 44 (1982), pp. 48-87; M. LLAMERA, O.P., La misz'ón maternal de María
hacia los hombres, en la obra Comentarios a la Constitudón sobre la Iglesia,
pp. 982-1.048; P. SÁINZ RODRÍGUEZ, Esj'n'rüuali'dad española, Rialp, Madrid, 1961;
B. DE SAN PABLO, C.P., La experz'encia mística de María, en «Estudios Marianos», 20
(1959), pp. 351-382; SANTA TERESA DEjESÜS, Obras completas, BAC, 6. transcripción,
ª
.introducciones y notas de Efrén de la Madre de Dios, O.C.D. y Otger Steggink, O.,
Carm, Madrid, 1979; F. de Ros, Un inspirateur de Ste. Therese, le Fr. Bernardín de
Laredo, Paris, 1948.
567
G. CALVO MORALEJO
Introducción
El concilio Vaticano 11, al tratar de la Virgen y la Iglesia, proclama
a María por madre nuestra en el orden de la gracia. Fue en la tierra la
Madre del Redentor, la compañera :singularmente generosa asociada a
Cristo su Hijo, con quien padece cuando muere en la cruz con el fin de
restaurar la vida sobrenatural de las almas1•
Expresamente enseña que «esta maternidad de María en la econo­
mía de la gracia perdura sin cesar desde el momento del asentimiento
que prestó fielmente en la Anunciación y que mantuvo sin vacilar al pie
de la cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos» 2•
Y recordando la experiencia constante del pueblo de Dios sobre esta
acción maternal de María concluye el número últimamente citado: «La
Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la expe­
rimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para
que apoyados en esta protección maternal se unan con mayor intimidad
al Mediador y Salvador>> .
Si para algún comentarista de la doctrina conciliar estas afirma­
ciones son tan claras que no requieren ampliación alguna, pues
«reflejan el sentimiento más hondo y cordial de toda la Iglesia» 3, no
deja, sin embargo, de ser oportuno adentrarse en una mayor compren­
sión de su sentido.
Asi cuando se refiere a la experiencia de la Iglesia sobre la constante
y maternal intercesión de María, con la que cumple el munus mater­
num que le ha sido confiado al ser la bendita Madre de Cristo, es nece­
sario esclarecer la afirmación formulada, en la que se precisa: «la Iglesia
lo experimenta continuamente».
Testimonios valiosísimos e imprescindibles de _esta experiencia conti- ,
nua, que permiten llegar a su mejor conocimiento, se ofrecen en los tra­
tados de los grandes maestros de la teología espiritual, en los escritos dé
las almas contemplativas y en las vidas de los santos. Son quienes más intima y profundamente han vivido la vida cristia�a.
De ahi que acertadamente el P. Llamas requiera la presencia de este
testimonio para una mejor comprensión del texto aducido del Concilio
sobre la experiencia continua en la Iglesia de la maternal intercesión de
María.
«Esta expresión, afirma, puede referirse a una experiencia de
fe, o a una convicción intelectual, a esa experiencia que proviene
1
2
3
568
Concilio Vaticano II, Lumen gentium {LG), 61.
LG 62.
LLAMERA, M. , La misión maternal de María, p. 1.031.
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
de la firmeza y seguridad de una doctrina. Pero puede tener ma­
yor amplitud. Puede tratarse de una experiencia espiritual, afec­
tiva; de una experiencia interior, análoga a la que podemos tener
de Jesucristo y de la divinidad. Pienso que esta posibilidad está
dentro del sentido de la expresión conciliar>> 4•
También el testimonio de los santos ofrece las más ricas y valiosas ex­
periencias de la ,vida de la gracia. A ellas habrá que recurrir necesa­
riamente cuando se quiera profundizar en un mejor conocimiento teoló­
gico sobre la maternidad de María en el orden de la gracia. Y siempre
aparecerá más evidente que «la santidad, cuando más amplia y profun­
da, capacita más al alma para descubrir los misterios de la vida de gra­
cia, para vivir una experiencia más profunda también de la unión a
Cristo y de la influencia maternal de María» 5•
Esa experiencia la proclama y resume el mismo concilio en la gozosa
letanía de nombres con que la Iglesia invoca a María «con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» 6• En todos ellos, a la ex­
presión de una vivencia de fe en su maternidad divina, se añade la segu­
ridad y certeza de un convencimiento profundo de su acción maternal e
influjo constantemente experimentado y vivido.
Guarda, por otra parte, toda esa serie de advocaciones una referen­
cia directa a Cristo Jesús, de quien María es la bendita Madre y por
quien es Madre de todos nosotros. Ante El, por eso, ejerce en favor
nuestro como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora, exigencias
toda� que brotan espontáneamente de su función de Madre. L� que la
fe nos enseña la experiencia de cada día lo confirma. Experiencia parti­
cularmente aleccionadora que ofrecen las almas que caminan por las
sendas más elevadas del espíritu.
El sentido propio de esta función materna se realiza en el orden de la
gracia, es decir: en el de la salvación. Pues «el benignísimo y sapientísi­
mo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, cuando
llegó la plenitud del tiempo envió a su Hijo hecho de mujer 'para que
recibiésemos la adopción de hijos' (Gál 4,4-5)» 7•
Nadie mejor que los que experimentan y viven continuamente en sus
personas esa intervención maternal de María para hablar de ella, para
4
LLAMAS, E. , Místi°ca y mariología, p. 17.
LLAMAS, E., Místzºca y marz'ología, p. 17.
6 LG 62: Pablo VI recuerda, además, las invocaciones de la letanía: «Consoladora
de los afligidos, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores» y dice que la Iglesia,
«guiada por el Espíritu Santo y amaestrada por una experiencia secular, .reconoce que
también la piedad a la Santísima Virgen... tiene una gran eficacia pastoral y constituye
una fuerza renovadora de la vida cristiana» (Marialis cultus, n. 57).
7 LG 52.
5
569
G. CALVO MORALEJO
contarnos su intercesión. Las refl.exilones del teólogo, que profundiza en
el conocimiento del dato revelado a la luz del magisterio, encontrará, en
las vivencias que nos describen los místicos, no sólo la complementación
necesaria sino «una confirmación de los argumentos teológicos» 8•
'
Los santos y los místicos son, precisamente, quienes mejor pueden
hablarnos de estas realidades; «por su más profunda unión con Cristo
tienen más dilatada la pupila de los ojos del alma y más purificada su
visión y pueden percibir mejor los misterios de la vida sobrenatural» 9•
Por la via de lá fe y de la propia experiencia han llegado a su más pleno
conocimiento.
Todavia más. Su enseñanza reviste características peculiares. Le
confiere un mayor valor a la doctrina que exponen, ya que ellos ilumi­
nan con su experiencia personal muchas profundidades a las que el
simple raciocinio no alcanza.
Hay que tener en cuenta, además, el problema que suscita el len­
guaje que el mistico emplea para expresar sus experiencias espirituales.
Siempre será inadecuado para exponer lo que más fácilmente puede vi­
virse que compendiarse en los estrechos límites de una palabra para po­
der expresar con ella el contenido pleno de la idea.
Creo, por tanto, oportuno, recordar con Sáinz Rodriguez: «los
místicos, además de la dificultad común a todo poeta o escritor, luchan
con la dificultad básica de pretender explicar con el lenguaje escrito
una experiencia psicológica cuya caracteristica fundamental es la inef a­
bilidad. De aquí la continua utilización de metáforas y de símbolos en la
expresión estilística e ideológica» 10•
Por cuanto a las vivencias de la piedad mariana se refiere no hay que
olvidar que las almas místicas señalan las cotas más elevadas a las que
pueden llegar los fieles. Por ellos la Iglesia, que medita piadosamente
sobre Maria y la contempla «a la luz del Verbo hecho hombre, llena de
reverencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación
y se asemeja cada día más a su esposo» 11.
Son, por tanto, los místicos «testigos cualificados y enteramente
auténtícos de la devoción y piedad mariana» 12• Por eso sus testimonios
«lo son también de la enseñanza más profunda sobre la Virgen
Maria» 13•
8
9
10
11
12
13
570
P. Basilio de SAN PABLO, La experiencia mística de María, p. 379.
LLAMAS, E., Místz'ca y marz'ología, p. 17.
SÁINZ RODRÍGUEZ, Espzri"tualz'dad es17añola, p. 33.
LG 65.
LLAMAS, Mística y mariología, p. 18.
LLAMAS, Místzºca y mariología, p. 18.
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
Es necesario, por eso, adentrarse en el conocimiento de la experien­
cia mariana que los místicos nos han dejado consignada en sus escritos.
También por lo que a la Virgen se refiere, ellos tienen una palabra va­
liosa que ofrecer a los teólogos y a toda la Iglesia. Y por ellos, por éstos
sus hijos, que avanzan al encuentro e identificación con Cristo, la Iglesia
«experimenta continuamente» de un modo particular la acción y pre­
sencia santificadora de Maria en las almas, es decir, en la Iglesia.
l. Fr. Bernardino de Laredo, escritor místico
Entre los grandes maestros de la mística española del siglo XVI figu­
ra, por derecho propio, Fr. Bernardino de Laredo, el médico sevillano
que abandona el ejercicio de la medicina para profesar la vida francis­
cana como hermano lego en el convento de Villaverde del Río, hacia el
año 1510 14•
El epitafio de su sepulcro, hoy en la iglesia parroquial de Cantillana,
lo define acertadamente: <�varón insigne en letras, virtudes, milagros y
devoción a María Santísima la Portera» 15, prodigiosa imagen de Nuestra
Señora, venerada en aquel convento de Villaverde y trasladada con los
restos de nuestro místico a Cantillana en 1771.
La práctica de la caridad, que ejercía atendiendo a los religiosos en­
fermos, fue cauce abierto a sus fervores, por los que su alma se eleva a
las alturas de la contemplación. Hombre de oración y humildad profun­
da, penitente y mortificado, estaba adornado por carismas diversos. Su
fama de santidad era la mejor aureola de su nombre 16•
Tenía Fr. Bernardino de Laredo verdadera experiencia de Dios y de
las cosas espirituales. De ello quedan testimonios suficientes, casi
siempre- intencionadamente velados, en su obra maestra Subida del
Monte Sión.
El haber ocultado su nombre en las diversas impresiones de su obra
bajo denominación genérica de un «fraile menor» hasta la reimpresión
de 1617, ha cerrado también el pronto paso a la fama del místico fran­
ciscano. Y aunque le ha venido tardía no por eso es menos valiosa.
Hoy Fr. Bernardino de Laredo es conocido como uno de los maes­
tros indicutibles de santa Teresa de Jesús, de san Juan de la Cruz y de
todos los místicos posteriores a la publicación de su obra. Cuando apa­
rezca en 1618 la Subida del Monte Carmelo, de san Juan de la Cruz, ya
14 Para un conocimiento más amplio de la biobibliografía de nuestro autor remito a
las obras citadas en la bibliografía.
15 Lo publica GoMIS, en Místicos franciscanos españoles, t. 2, p. 16.
1 6 A. MONASTERIO, Martyrologium franci'scanum, p. 62, hay edición más moderna
de 1938 que no ha podido utilizar. En el texto pone Valverdem en vez de Villaverde.
571
G. CALVO MORALEJO
se habian hecho cinco ediciones de la Subida del Monte Sz"ón, que desde
1617 ya lleva en su portada el nombre de su autor, Fr. Bernardino de
Laredo 17•
Su experiencia
mística
Sin adentramos en un estudio completo sobre la experiencia mistica
de nuestro autor, sea suficiente recordar algunas de las pistas que nos
ofrece y que no dejan lugar a la menor duda sobre sus vivencias misti­
cas, confirmadas en testimonios antes aducidos.
Para el alma contemplativa, en general, Laredo afirma esta expe­
riencia. Y como él es un verdadero contemplativo hay también que re­
conocérsela. Sus propias palabras, por otra parte, lo confirman.
Cuando por obediencia escribe la Subz"da del Monte Sz"ón ya estaba
hecho a disfrutar esas experiencias espirituales con las que el Señor le
instruye y consuela. Afirma por eso, para resaltar la dignación divina,
«que ha poco que comenzó a entrar en contemplación y escribe muy
grandes cosas aun sin saber entender cómo entiende lo que escribe» 18•
La humildad de Laredo le mueve a ocultar celosamente las gracias
que el Señor le concede. Incluso querría mantener secretos los senti­
mientos de su alma, de los que escribe: «éstos se deben con pocos comu­
nicar, salvo por pronto provecho» 19•
Por el provecho de los demás y por obediencia a sus superiores acep­
ta poner mano a sus escritos. Y cuanto viene a su pluma lleva el refren­
do de una experiencia valiosa con la que puede confirmar su doctrina.
Experiencia, por otra parte, que requiere Laredo también en quien in­
tente comprender cuanto enseña. Y así escribe: «muchos de los lectores,
por falta de experiencia, quedarán sin entender muchos puntos, que
son muy inteligibles a los más ejercitados» 20.
Fruto de esa experiencia personal es cuanto escribe «a gran gloria de
Dios, confusión de nuestra relajada conversación y a incitamento de los
que quisieren despertarse a aprovechar» . Y prosigue: «Digo que no en­
tiendo en estas materias escribir sólo un renglón antes que tenga sabido,
por clemencia divina, que tiene entera verdad todo cuanto aquí escri­
biere» 21.
17 Sobre las ediciones de las obras de Laredo véase: FoRONDA, Fr. Bernardino de
Laredo, y para el influjo del místico franciscano en Santa Teresa, F. DE Ros, Un i·nspi"ra­
teur de Ste. Therese; CIFUENTES, Influencias franciscanas; FERNÁNDEZ, Las «]osefi"nas»
de B. de Laredo.
18 LAREDO, Subi"da del monte Siºón, p. 34; se citará simplemente Subi"da.
19 LAREDO, Subiºda, p. 36.
20
LAREDO, Subida, p. 374.
21 LAREDO, Subida, p. 299.
572
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
También afirma escribe confuso y avergonzado por su poco conoci­
miento; pero que el amor de Dios y su f avor le hacen atreverse 22.
En otra de sus obras dirá: «porque yo tengo razón de ser confuso, o
digo de haber vergüenza y confusión de hablar de lo que no sé sentir, no
negando las mercedes que de balde hace Dios a quien quiere y cuando
quiere>> 23.
Su humildad sincera aparece con su ardiente deseo de que siempre
resplandezca el amor misericordioso del Padre, que se sirve de él como
de su instrumento para comunicar a los hombres estas doctrinas. Y afir­
ma: «Se ha de saber, a grande gloiria de Dios, que (el libro) le ordenó y
le compuso un fraile lego de pequeño entendimiento, todo tosco, todo
idiota, y ignorante, sin fundamento de letras, al cual la Divina Provi­
dencia, pór su infinita bondad, lo quiso de balde comunicar en esta
Provincia de los Angeles, mostrando la infinita libertad, con la· cual
puede todas las veces que él quiere poner en vaso de despreciado valor,
tesoros de gran largueza» 24.
No a todos los contemplativos, sin embargo, les da a sentir esos
bienes la dignación divina. A -unos les concede «ciencia sabrosa» para sí
solos. A otros en la contemplación Dios les da gusto de grandes cosas y
la gracia de comunicarlas a los demás, siendo así «grandes obreros» que
llegan muchos a Dios, lo que es gran caridad y de gran merecimiento.
Hay otros terceros a quienes el Señor les dio, además, la gracia de
escribir. Y no sabemos si «les es concedida sólo por el bien común, sin
que a ellos les quede nada sino la voz y la elocuencia, como acaece al
pregonero, que con voz bien explicada hace manifiesto al pueblo lo que
quiere su señor, sin que a él le quede más: saben todos lo que ha dicho y
a sí mismo no aprovecha cuasi nada; y es así como instrumento o herra­
mienta con la cual el oficial hace su obra en perfición, y al instrumento
pónelo luego al rincón, instrumento es aqueste hombre; la obra es la
que hace Dios» 25. Y concluye sus palabras con una invocación a la bon­
dad divina «por lo que a Cristo costamos» que no sea él de aquestos ter­
ceros.
Reconoce, sin embargo, que por la ayuda de Dios y la clemencia de
Cristo no le acusa nada su conciencia; pero que viendo la distancia que
existe entre su obrar y lo que escribe, le mueve al temor de Dios. Pues
«los que escribiendo o predicando dicen cosas de notar, si no correspon22
23
24
25
LAREDO, Subida, p. 127.
LAREDO, Josefina, p. 56.
LAREDO, Subida, p. 34.
LAREDO, Subida, p. 35.
573
G. CALVO MORALEJO
de su obra a lo que suena su voz, más les causará temor que vana repu­
tación el fruto de su trahajo» 26.
Los testimonios aducidos de Laredo son suficientes para que haya
que contar a nuestro autor entre los grandes contemplativos. Desde esta
su experiencia mística que fervorosamente vive son aleccionadoras las
enseñanzas marianas del místico franciscano. El misterio de María, In­
maculada y Asunta, su acción maternal y santificadora en las almas, su
cooperación a la obra redentora y su intercesión constante. . . , quedarán
reflejadas con profundidad admirable en la enseñanza del místico fran­
ciscano de Sevilla, maestro y modelo de tantas almas contemplativas.
II.
María, modelo del alma contemplativa
El camino de amor que sigue el alma para elevarse hasta la altura
mística de la contemplación es la llamada «mística del recogimiento».
Sus principales representantes son los autores franciscanos, que tanto
influjo ejercen en toda la teología mística española del siglo X VI, incluso en sus figuras más eminentes, como santa Teresa de Jesús o san Juan
de la Cruz 27•
Uno de los nombres más representativos y señeros de esta corriente es
Fr. Bemardino de Laredo. Entiende esta m]stica del recogimiento como
el camino o modo por el que el alma llega a «la quieta contemplación
de la inaccesible e incomprensible divinidad» 28, y que define con estas
palabras: «La contemplación quieta y perfecta es donde el ánima se
apacienta en el amor. Con el cual y por el cual no cesa de caminar hasta
la ciudad de Jerusalén que es la patria celestial, donde es el fin perdu­
rable del amor>> 29• Amor que «comienza en esta vida y que. tiene su per­
fición en la venidera» 30.
En la cima sublime de la contemplación perfecta ya ni el pensamien­
to hace f alta. No es necesario pensar. Ya que «en este no pensar né;ldá. se
comprehende un gran modo, en el cual la contemplación p�rfecta
comprehende y tiene en sí todo cuanto hay que merezca ser ,querido; y
como esto es sólo Dios, resta que en presencia suya todo lo demás es
nada, y como tal no se ha de pensar en ello» 31.
26
LAREDO, Subida, p. 35.
Sobre la místz'ca del recogimiento puede verse ANDRÉS, La teología española,
pp. 198-227; es interesante la lectura de todo el capitulo.
28 LAREDO, Subida, p. 308.
29 LAREDO, Subida, p. 303.
30 LAREDO, Subida, p. 304.
3 1 LAREDO, Subida, p. 372.
27
·
.
.
574
v.
2,
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
Es decir, sólo es necesario el amor de Dios en cuyo incendio el alma
está ocupada «como una gota de agua en el golfo de la mar>> 32, ya que es
Dios quien en ella vive.
Infundir nuestro amor en el amor infinito para transformarnos en él
es llegar a la sublime altura de la contemplación perfecta en quietud de
amor. Dios transforma en sí al alma como el sol transforma en si al espe­
jo que ilumina y en el que se refleja, o el fuego al hierro que se le intro­
duce.
Por este no pensar nada de la contemplación quieta Cristo Jesús,
Señor nuestro, verdadero sol de justicia, con toda su grandeza, es decir,
en su esencia divina, «Se recoge y encierra en el interior del espejo de
nuestra ánima, aun estando sumergido en las aguas de esta nuestra hun­
duosa vida» 33• Y la humanidad sacratísima de nuestro «remediador» es
como una gota de agua en comparación con su inaccesible divinidad en
la que por amor está infundida 34• Por eso está siempre presente, aunque
no necesariamente de un modo explicito 35, en la contemplación.
Para -que el alma llegue a esta unión transformante en Dios necesita
elevarse por las alas del afecto y del deseo. Por el afecto todas sus aspira­
ciones dejan debajo cuanto no es Dios para adentrarse en si misma, en
quien Dios por el amor se hace presente y en si la transforma. Por el de­
seo vuela por encima de todas las cosas creadas 36•
32
33
34
LAREDO, Subida, p. 370.
LAREDO, Subida, p. 370;
LAREDO, Subt"da, p. 369.
35
Para nuestro autor el amor «hace juntamiento del que ama y del que es amado y
hace uno de los dos con verdadero atamiento de gracia» (p. 369). Al infundirse el alma
en amor increado, sin perder nada de su ser, queda como perdida en esa infinidad.,
como una gota insignificante. En este sentido aplica a la persona de Cristo Jesús las pa­
labras del salmista: «Derramado me han como agua» (Psl 21, 15) diciendo: «Aquesta
temporal vida de mi humanidad sagrada, como si agua derramaran, me consentí derra­
mar en el infinito amor con que obré la redención de toda la humanidad... Así que la
humanidad sacratísima de nuestro remediador es como una gota de agua en compara­
ción de su inacesible divinidad, y porque esta gota de agua infundida en aquella infini­
dad es infusión verdadera de amor, en amor puede aquí cebar nuestras ánimas))
(pp. 369 s.).
36 LAREDO, Subt"da, p. 370. Por cuanto aquí se afirma y lo que más adelante se indi­
que, aparece claro que en las enseñanzas de Laredo nunca es obstáculo para el alma la
contemplación de los misterios de la Santísima Humanidad del Verbo, como a veces se
dice. ·Tiene que estar siempre presente, aunque no necesariamente de un modo
explícito. Y la devoción a la Pasión y el recuerdo de la cruz han de ser constantes en el
alma que quiera ad.entrarse en la contemplación del amor infinito. De tal forma que la
meta del alma contemplativa, precisamente, «consiste en el amor de nuestro Cristo
crucificado» (p. 373). A este amor ha de llegar por el conocimiento propio y la
«conformidad,�on la vida de Cristo» (p. 205), de tal forma que sin ese conocimiento no
podrá llegar a sentir «los misterios de Cristo, para los poder imitar y meditar con amoro­
so rigor>> (ibid.).
575
G. CALVO MORALEJO
Presencia de María
Me ha parecido convéniente resumir esas ideas del místico francisca­
no para mejor comprender sus enseñanzas marianas que ahora estudio.
Es más. Creo no es afirmación gratuita decir que toda la doctrina
enseñada por Laredo sobre la contemplación perfecta hay que enten­
derla y explicarla desde unas coordenadas marianas.
María es el modelo perfecto de alma contemplativa porque es mode­
lo de alma enamorada. Ha llegado a esa elevación sublime del monte
Sión, en la que su voluntad se identifica totalmente con el querer de
Cristo su Hijo, en quien piensa como Madre y a quien adora en su esen­
cia divina como a su Dios y Señor 37•
Por eso los deseos de su Corazón se hacen respuesta generosa en la
Anunciación: «hágase en mí según tu palabra» (Le 1,38). Y el afecto de
su alma se remonta sobre todo lo creado, se adentra en la pequeñez de
su ser, tal y como Ella se reconoce (Le 1,48) y se proclama su esclava.
En el Señor está su corazón, a quien encuentra dentro de sí y por eso se
alegra. Y lo tiene tan dentro que es vida de su misma vida y de quien es
también Madre.
En todas sus enseñanzas, como paradigma perfecto del alma con­
templativa, tiene Laredo presente el recuerdo bendito de Nuestra
Señora. Es cierto que no siempre aparece de un modo expreso; pero no
es menos cierto que muchas de sus afirmaciones sólo encuentran aplica­
ción plena en el alma de María, en ese su «misterio» al que él se acerca
por la contemplación y del que tantas cosas nos enseña.
Para el m]stico franciscano, en el lenguaje simbólico del que se sirve,
ya el título de su obra maestra, Sub'ida del monte Sz"ón, simboliza el ca­
mino que el alma sigue hasta alcanzar la cima de la contemplación per­
fecta, representada en dicho monte. Se llega a su cima por la reforma
de la propia vida en una ascesis perseverante y por el ejercicio de las vir­
tudes.
Las almas que siguen dicha senda llegan a ser almas contemplativas.
Y son llamadas «las hijas de Sión». A ella� se refiere el Cantar d,e los can­
tares (3, 11 ), invitándolas a salir a contemplar a su Reina. Y esto se les
dice «festejando a nuestra muy gran señora, porque ella fue la pura
criatura que más alta subió en aqueste monte Sión de la contemplación
quieta, en la cual en esta vida mortal siempre estuvo muy entera,
siempre estuvo en atalaya, siempre estuvo sobre el monte Sión» 38.
En Ella tienen, por eso, todas fas almas contemplativas el dechado
perfecto. Pero ningurta podrá superar a María en la excelencia de su
37
38
576
LAREDO, Subida, p. 198.
LAREDO, Subz"da, p. 28.
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
primacía sobre todos los contemplativos; puesto que «no hay quien
pueda pensar qué santo conoció a Dios más que la que en sí lo tuvo y
siempre se tuvo en él y si más le conoció más se humilló en su presencia
la ancila de nuestro Dios y Señor; y si más humilde fue, y dio a Dios más
reverencia, venciéndolos en aquesto, bien los venció en la piedad, que
esa misma cosa se es y así ella lo gozó más, pues que más lo mereció» 39•
A esta Reina tienen que salir a contemplar las almas deseosas de es­
calar las alturas de este monte. Primero tienen que abandonar sus fla­
quezas y debilidades. Cuando empiecen a subir podrán mirar a su
Reina. Esto quiere decir que su «Vista intelectual. . . esté puesta en el
dechado ejemplar de aquesta altísima Reina, y así podrán encumbrarse·
en aqueste monte Sión, porque sea gran gloria a Dios» 40• Así podrán
«reposar en él, en quietud de vivo amor, por la contemplación
quieta» 41•
Para Laredo es María «el dechado ejemplar>> y perfecto dél alma
contemplativa. En ella resplandece con luz meridiana cuanto es necesa­
rio al alma para su progreso en la subida a la cima del monte Sión. Es
lección permanente que ofrece en su vida. La que se desprende de su
amor inef able.
No puede olvidarse, sin embargo, que para llegar por el amor trans­
formante a la unión con Dios, así como hacia la mar se va por el río, el
alma tiene que adentrarse en ese amor por el río de la sagrada humani­
dad de Cristo, «pues para esto se hizo hombre y para esto padeció» 42• El
es, por eso, el camino, la verdad y la vida Qn 14, 6), el único y verdadero
Maestro (Mat 23,8).
En expresión de Laredo, <<nuestro gran Doctor Cristo Jesús sapientí­
simo» 43 nos adoctrina a todos con sus obras y palabras, recogidas en el
Evangelio.
Los que quieran alcanzar la altura del monte Sión de la contempla­
ción tienen necesariamente que poner sus pies «por las pisadas que nos
mostró nuestro humilde Dador Cristo» 44• Y como «el que ha de seguir a
Cristo no se ha de hechar a dormi:r45 «le conviene traer en su ánima la
cruz y sus misterios por morosa y amorosa memoria y meditación. .. (y) le
conviene que ande su cuerpo en la cruz por continua penitencia con ri­
gor. . . De manera que la cruz de Cristo en el ánima del amigo de la cruz
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G. CALVO MORALEJO
y el cuerpo del devoto de la cruz anden en la cruz con Cristo» 46• No
puede olvidar que El es el Maestro y piloto de la nave de nuestra alma 47.
La cruz es donde verdaderamente se encuentra «la cátedra imperial
de nuestro preceptor Cristo» en la que nos enseña «la doctrina requebra­
da de su amor» 48• Por eso la meta hacia la que ha de tender el alma
contemplativa «consiste en el amor de nuestro Cristo Jesús»49• Nada
fuera de El merece la pena.
En el campo místico de la cruz es donde Jesús busca a sus
discípulos50• Por eso junto a la Cruz está presente Maria Qn 19,25). Y
afirma el místico franciscano «que la carne de la Virgen, en Cristo esta­
ba en la cruz, pues que la carne de Cristo era cierto rescebida de sus
muy puras entrañas» 51.
Por eso la meta de la perfección, a la que ha de aspirar el alma con­
templativa, «consiste en el amor de nuestro Cristo Jesús». Fuera de El no
hay nada que valga la pena.
Esto no obstante, y como lógica consecuencia de cuanto precede,
afirma Laredo: «pues nuestro Maestro es Cristo y su Madre nuestra
escuela» 52, el alma que quiera llegar a la perfecta imitación y se­
guimiento de las enseñanzas del Maestro tiene que hacerlo en la escuela
del ejemplo maternal de María. El concilio Vaticano 11 nos recuerda
que por su divina Maternidad coopera también a nuestra generación y
educación en la fe con verdadero amor materno (LG 63).
Maria es, pues, nuestra Madre, modelo y ejemplo en cuya imitación
el alma contemplativa ha de emplear sus energías para ir ascendiendo
por el monte Sión de la contemplación hasta su encuentro con Cristo.
La contemplación de los misterios de la vida de Cristo, tanto los de
su Infancia como los de su Pasión, lleva siempre al alma a encontrarse
con la presencia de María, su bendita Madre. Contemplación que tiene
que ser un hábito en el que hallará «inestimable riqueza y muy gran
felicidad» 53•
Llegar a conseguir este hábito, «Hegar a tan grandes riquezas, a ga­
lardones tamaños, a tanta solemnidad, no es razón poder venir sino por
dificultosos trabajos y acrescentadas violencias, hacimientos de fuerza,
esto es, por los prontos negamientos de nuestra sensualidad, por la tasa46
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PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
ción discreta µe nuestras necesidades, por la excitación atentct de una
avivada afección, por oración frecuentada y por puro corazón y por se­
rena conciencia» 54.
Todo un programa de verdadera ascesis espiritual que lleva al alma
al encuentro con Cristo y con su bendita Madre, «dechado ejemplar»
para nuestra imitación.
Es Ella, por eso, <<nuestra escuela». Y pues «nosotros somos hombres
capaces para poder aprender si nos hiciéremos fuerza, tengamos esta
manera en el nombre de Jesús; considerando en la Reina de las vírgenes
todas las más y más perfectas virtudes que podéis amontonar; habéis
siempre de añadir ser su ánima inocentísima, la más excelente y noble
de todas cuantas Dios crió después de la de su Hijo; y su santísimo cuer­
po, el más puro, el más perfecto y de más sublimidad que sea posible al­
canzar por entendimiento humano. De esta ánima excelentísima y de es­
te cuerpo santísimo y purísimo redundó la persona de la Virgen singu­
lar, criada antes. de todos los siglos en la mente divina para que se
honrase Dios; porque esta honra que las criaturas le diesen fuese gloria
de las ánimas que quisiesen llegarse a él» 55.
Y como si no quedase satisfecho por cuanto dice de la Señora y
quisiera el místico franciscano completar la descripción de sus prerroga­
tivas, que tantas veces admira y contempla con embeleso, añade: «Su in­
finita bondad - de Dios- crió tan graciosa esta Virgen y en tan alta
perfición, que le puede la Iglesia cantar que sobra su santidad a todos
los muy bienaventurados y que su esclarecida pureza vence a natura
angélica» 56•
Este retrato de la Virgen lo completa descendiendo al piano más
preciso de la imitabilidad en el que se nos ofrece por Maestra de perfec­
ción y dechado de virtudes con estas palabras: «Y habeisla de con­
templar, madre de nuestra pobreza, maestra de nuestros evangelistas,
doctrina apostolical, dechado de las vírgenes y fortaleza de los mártires
y esfuerzo de confesores y cuanto quisiéredes más7' Pero la mayor pre­
eminencia que ninguna otra supera y que excede a cuantos tratamientos
o títulos queramos darle, es contemplarla Madre del Hijo de Dios. Por
eso es «dignísima de ser servida de las jerarquías angelicales y de ser re­
verenciada de toda la humanidad, sin sacar sino a su Hijo y el servicio
prontísimo de cuantas cosas· Dios crió» 57•
De la contemplación de la Maternidad divina de María tiene que
crecer el amor en· el alma y enraizar en lo más profundo de su ser, de
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forma que no quiera soltarse de Ella ni quiera tener otra libertad que la
de estar presa de continuo en su recuerdo 58•
Unión de voluntades
La lección primera y fundamental que el contemplativo ha de
aprender en la escuela del ejemplo de María es la de «velar plenísima­
mente en renunciar su querer en la voluntad de nuestro Dios y Señor. . .
deseando sólo a Dios y queriendo l o que El quiere en todas las cosas» 59•
Esta es la expresión del «puro y unitivo amor>> por el que el alma alcanza
la gracia de la contemplación perfecta 6o.
Para llegar a ella hay que tener un amor operatz"vo que consiste en
andar «cuidadosos y sirvientes por llegar a la virtud y desechar nuestros
vicios y tener vida ordenada» 61• Cuando crece este amor en el cuidadoso
servicio de Dios, apartando cuanto a él se opone, si «amamos a Dios por
sólo amigable amor>> 62 se llega al amor desnudo de todo interés.
Por este amor avanza el alma al encuentro con Dios sin mediación
de las criaturas. Sólo la «aspiración de afectiva», es decir, los afectos, la
mueven. En esto consiste el amor esencial por el que toda el alma está
ocupada en la esencia divina y en ella se infunde como una gota de agua
en el mar 63•
Creciendo este amor, despojada el alma de todo cuanto no es Dios,
la dignación divina la recibe y une éste su amor creado a su amor infini­
to. Así llega el alma a su unión con Dios por su divina clemencia. Esto
es el amor unz"tz"vo 64• Y en esta unión el alma contemplativa «recibe gra­
cia de nuestro Señor en la contemplación quieta para saber ordenar su
vida» 65• Pues la unión de amor entre el alma y el amor infinito «obra es
de sola la divina dignación, por la clemencia divina» 66.
58
p. 192.
p. 3 52.
60
p. 366.
61
p. 368.
62
p. 368.
63
p. 368.
64
Subt'da, p. 368. La Mística Doctora santa Teresa de Jesús, en el libro de
las Fundadones, enseña que «el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho,
sino en amar mucho» lo que se manifiesta en el obrar y el padecer (F. c. 5. n. 2). Hay
que darle al Señor: «la voluntad limpia para que la junte con la suya, pidiéndole que
venga fuego del cielo de amor suyo, que abrase este sacrificio» (n. 12) y llegar así a la
verdadera unión «que es hacer mi voluntad una con la de Dios» (n. 13), Lt'bro de las
Fundadones, en Obras Completas, pp. 531, 533.
65
LAREDO, Subt'da, p. 367.
66 LAREDO, Subida, p. 369.
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PRESENCIA pE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
Este amor por el que, en expresión de Laredo, el alma se infunde en
el amor infinito como una gota de agua en la inmensidad del mar, está
indicando que el alma se pierde de sí, sin que nada le quede, por la infi­
nitud del amor en que se infunde 67.
Desde esta excelencia del amor unitivo se comprenden mejor
aquellas palabras de la Virgen cuando afirma que el Señor ha mirado la
pequeñez de su esclava (Le 1,48). María se abisma en la contemplación
del amor misericordioso del Padre que así la enaltece y proclama su
grandeza.
Y asintiendo a las palabras del ángel se nos ofrece como modelo del
alma contemplativa en la aceptación del querer divino, «en renunciar su ·
querer en la voluntad de nuestro Dios y Señor. . . deseando sólo a Dios y
queriendo lo que él quiere en todas las cosas» 68.
Particulannente esta conformidad plena de María con el querer di­
vino se hará patente en las horas amargas de la Pasión, donde resplan­
decen los quilates más puros del amor de Maria al querer misericordioso
del Padre. Y de tal forma que se hace Con-pasión sincera con los sufri­
mientos redentores de Cristo 69•
Para la Virgen Nuestra Señora hay una identidad total entre el
querer de Crísto, su Hijo y la voluntad del Padre Qn 4,34: 10,30). Y
como Jesús es «el amor» del alma contemplativa 70, de ninguna como de
la Virgen pueda afirmarse tenía con Cristo «Un juntamiento de amor in­
divisible en la vida ni la muerte le apartó, que un sólo corazón fue entre
la Virgen y Cristo, y una sola voluntad. . . siendo dos, son sola una áni­
ma, porque nunca el Hijo hizo lo que no quiso su Madre, ni aun morir,
pues nunca la Madre quiso contra la voluntad de Cristo ni aun vivir» 71•
Afirma por eso el místico franciscano hay una plena «conformidad
de la Virgen su Dios» 72•
María no tiene otro querer que la voluntad del Padre, ni es otra su
voluntad que la conformidad plena con el querer del Hijo. De tal forma
que «todo lo que quería el Hijo quería la Madre y todo lo que padecía el
Hijo padecía la Madre» 13• Esta <<perfecta conformidad» 74 hizo que
María, «al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús y al
67
LAREDO, Subida, p. 370.
LAREDO, Subida, p. 352.
69 Remito sobre este aspecto a mi trabajo La Compasión corredentora de María en
Fr. Bernardzno de Laredo, donde estudio el tema con más amplitud.
7º LAREDO, Subz'da, p. 357.
71 LAREDO, Subida, p. 229.
7 2 LAREDO, Subzºda, 'p. 229.
73 LAREDO, Subida, p. 236.
74 LAREDO, Subida, p. 229.
68
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G. CALVO MORALEJO
abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la vo­
luntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor
a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio
de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente»
(LG 56). Así coopera María a la salvación de los hombres.
<�La humildad de su esclava»
La segunda lección que resplandece en este «dechado» del alma con­
templativa es su humildad, que supera a la de todas las almas santas 75•
Por eso enseña el Vaticano II que la Virgen es «modelo de virtudes para
toda la comunidad de los elegidos» (LG 65).
El alma que profundiza en su propio conocimiento y se encuentra
con la «cuasi nada» de su ser, en ello encuentra también la razón para
humillarse y para reverenciar a Dios por la . sublimidad de su
grandeza 76• Y cuanto más reverencia a Dios manifiesta con ello que me­
jor lo conoce y por eso sabe también ser más humilde 77•
María, po:r su piedad de hija y Madre de Dios, lo reverencia y ama
más que todos los ángeles y hombres. Por eso también más y mejor que
ninguno de ellos lo conoce. De ahí que más que nadie se· humille en su
presencia y se proclame su esclava 78•
En esta humildad de la Virgen se fundamenta toda su extraordina­
ria grandeza. De manera que allí donde María se «conosció a sí misma
por sierva del universal Señor, de allí se djo a conooscer y de allí la co­
noscemos y tenemos por universal Señora de todo cuanto no es Dios» 79•
Y desde el momento mismo de la encarnación puede la Virgen pre­
sentársenos como «más gran Señora de lo que puede alcanzar todo en­
tendimiento humano y tan profundamente humilde que no hay quien la
haga par>> 80• Tal es su humildad y su grandeza.
El alma que quiere ascender por el monte Sión de la contemplación
tiene que tener siempre ante sus ojos el «dechado ejemplar>> de María. Y
no puede olvidar que «a la verdad del contemplativo pertenesce el co75
76
77
LAREDO, Subida, p. 247.
LAREDO, Subida, p. 79.
LAREDO, Subida, p. 247. También santa Teresa de Jesús en el Li"bro de la Vida
enseña la necesidad de la humildad para el alma contemplativa con estas palabras:
«Esta motita de poca humildad, aunque no parece nada, para querer aprovechar en la
contemplación hace mucho daño» (V. c. 22!, n. 9, p. 102). Y en el número 11 añade:
«todo este cimiento de la oración va fundado en humildad, y que mientras tnás se abaja
un alma en la oración más la sube Dios».
78 LAREDO, Subida, p. 247.
79 LAREDO, Subida, p. 159.
80
LAREDO, Subida, p. 184.
582
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
noscer su nada y acordarse de la palabra de mi suavísimo Gristo Jesús
que dice: sin mí ninguna cosa podéis hacer>> Qn 15,5)81• Por eso la Vir­
gen en el Magníficat proclama y reconoce agradecida la humildad de la
esclava del Señor en quien el Todopoderoso ha hecho cosas tan grandes
(Le 1,49).
«Fuente de gracia>>
Para el alma que quiere alcanzar la meta gozosa de la contempla­
ción es, pues, necesaria la mediación de la Virgen como «dechado
ejemplar>> al que debe conformarse. Y si esta intervención de causa
ejemplar seria de suyo suficiente para atestiguar la mediación de Maria
en el progreso del alma que escala las cumbres del monte Sión de la
contemplación, de la santídad, no es, sin embargo, bastante para La­
redo.
Nuestro místico franciscano es también claro y explícito proclaman­
do la intervención mediadora de Maria en favor de los hombres, a cuya
santificación ella coopera· y en ella directamente interviene. Por eso la
llama como con nombre propio «la Inventora de la gracia» 82, basándose
en el invenisti gratiarn (Le 1,30) del saludo del ángel.
Sólo puede comprenderse esta cooperación de Maria desde el miste­
rio de su divina Maternidad. Para explicarlo se sirve Laredo de un len­
guaje rico en metáforas de profundo contenido con las que intenta des­
velarnos el conocimiento de tanta grandeza. Voy a intentar resumir sus
enseñanzas.
La Encarnación es para Laredo un desbordamiento de gracia y
amor del Padre por el que el Verbo deja llena a Maria de esta gracia y
de integridad virginal 83.
«La· inmensa divinidad de nuestro amoroso Cristo» 84 es para el
hombre «fuente de agua viva» que salta hasta la vida eterna Qn 4, 14;
Apc 21,6). Pero en la Encarnación esta «fuente» está «cerrada y conteni­
da en el vientre virginal (de Maria), que es fuente en este intento, y sien­
do fuente es venero continente la fuente de aguas vivas que en ella es
contenida» 85•
Vale la pena detener la atención en estas palabras. Hay en ellas una
clara · distinción entre fuente y venero que es necesario precisar ade­
cuadamente.
8I
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83
84
85
LAREDO, Subida, p. 134.
LAREDO, Subüia, p. 184.
LAREDO, Subzºda, p. 152.
LAREDO, Subida, p. 163.
LAREDO, Subz"da, p. 163.
583
G. CALVO MORALEJO
Nuestro místico entiende por venero el rico caudal inagotable que
alimenta la fuente. En este sentido Cristo es el venero sobreabundante
de gracia, de cuya plenitud todos hemos recibido Qn 1, 16), que se nos
da por María; verdadera fuente de gracia y de piedad misericordiosa.
Así la plenitud de gracia redentora que de Cristo procede se nos entrega
por la fuente, que es María.
Pero a la vez la Virgen es venero, caudal propio, en el que, con los
merecimientos de Nuestra Seño:ra, está contenida la fuente de agua
viva. Y a la riqueza inconmensurable de esta fuente, que es Cristo, se
añade el pequeño caudal de la cooperación de María en su divina Ma­
ternidad, desde la Encarnación de Cristo hasta su Resurrección gloriosa.
Porque la infinita grandeza de Dios, que contó para redimirnos con la
pequeñez de la condición humana asumida en el seno de la Virgen,
también quiso contar con su voluntario consentimiento. Y hasta que
María no respondió sí a las palabras del ángel (Le 1, 38) no «era perfec­
tamente preñada de Dios y hombre verdadero»86• Y en ese momento, ya
en sus virginales entrañas se hizo distinta la sacratísima carne de nuestro
Remediador87, nuestro suavísimo Cristo.
Es ésta la cooperación de María «en forma enteramente impar a la
obra del Salvador... con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las
almas» (LG 61). La excelencia y dignidad, sin embargo, que de esta
Maternidad se deriva para la Virgen, no puede ser comparada con la de
su Hijo.
El vientre virginal de Maria, en el que Dios se encerró con sus in­
mensas grandezas durante nueve meses es, por eso «fuente de fecundi­
dad y ciudad letificada» 88• Solamente por la fe nos es comprensible tan
gran misterio y por ella podemos gozar «de tan gran sabiduría, tanta
bondad y potencia (de Dios)» 89, sin que podamos ahondar más en su co­
nocimiento, pues de ello somos incapaces. La fe en este misterio de la
Encarnación, en el que está presente María, santifica a cuantos perfec­
tamente lo creen90.
Prosigue explicando Laredo: «Toda la inmensidad (de Dios) supo y
quiso encerrarse y se encerró en la fuente pequeñita, a saber es en las
entrañas de la Virgen se encerró el Verbo divino y en ellas y de ellas
tomó la sagrada humanidad» 91• Y así el piélago de la divinidad «lo tiene
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todo cercado en la fuente purísima y felicísimo venero que es la Reina
virginal» 92 •
Tomando como punto de partida las palabras del Invitatorio d e la
Vigilia de Navidad, afirma Laredo esa activa participación de la Virgen
en orden a nuestra redención diciendo: «hoy esta fuente de las gracias
está tan Jlena y tan sobreabundante, que casi está para por cima de
todo el cielo brotar a nuestra Madre la Iglesia» 93• María es también
Madre de la Iglesia, que se hace presente entre los hombres con el naci­
miento de Cristo.
A esta Virgen, nuestra Madre, fuente perennansima de gracia, nos
invita la misma Iglesia para que acudamos a beber gratuitamente, sin ·
oro ni plata. En Ella encontramos la santísima humanidad del Verbo,
mediante la cual llegamos a la gloria venidera, «que hemos de alcanzar
por el medio de nuestra gratísirna agraciadora» 94 . Por eso es María
«fuente de piedad por quien Dios nos redime» 95 •
La misión maternal de María como Madre de Cristo y Madre de la
Iglesia lleva en si una verdadera causalidad eficiente, aunque secunda­
ria, en orden a la gracia en cuanto a la redención objetiva se refiere. Y
para la aplicación subjetiva de esa redención a los hombres la media­
ción de Nuestra Señora se hace siempre presente. Es la «misión salvado­
ra que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de
la salvación eterna» (LG 62).
Cristo Jesús, «Remediador» de los hombres y nuestro «remedio» 9 6 ,
también quiere favorecernos por los méritos de su Madre siempre Vir­
gen «para que con más pureza y limpieza de conciencia lleguemos a la
contemplación quieta, a la presencia de Dios, nuestro Padre y Señor
nuestro» 9 7 •
Por eso la liturgia nos enseña pedir al Señor que «así como preservó
de toda lástima o de toda mácula o mancilla de pecado a la Madre
siempre Virgen, por la muerte de su Hijo, antes de los siglos vista, así
por intercesión de la Virgen sin mancilla nos conceda nuestro Dios ir
limpios a su presencia» 98 .
Los méritos de la Virgen tienen también para el alma una media­
ción causal «de cooperación participada de la única fuente» (LG 62),
para que al alma alcance el remedio que Cristo le concede. Por eso lla•
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116, 157 , 185.
116 s.
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ma Laredo a María «el agraciado socorro con el cual merezcamos no­
sotros ser socorridos» 99 y alcanzar la vida venidera «por el medio de
nuestra gratísima agraciadora» 1 00 , ya que la salvación se consigue «por
los n1éritos de Cristo y inter�esión de la Virgen Sacratísima» 10 1 •
En la josefina, al explicar Laredo por qué a san José se le representa
al lado de la Virgen y de Jesús Niño , afirma que son «las armas», como
su escudo nobiliario que atestigua su grandeza y generosidad. Con esas
«armas» «Se reparó nuestra vida y se venció nuestra muerte. . . Con ellas
nos defendemos del mundo, con ellas tiene temor el demonio a quien es­
tas armas muy dentro de su ánimo trae» 102 •
Invocación a la Virgen
De cuando precede ha de seguirse en el alma contemplativa un pro­
fundo sentimiento de auténtica piedad y devoción hacia la «gran Señora
de todo cuanto no es Dios». Devoción, que si se manifiesta en la
imitación de los ejemplos de su vida, tiene que hacerse presente también
en la invocación fervorosa y confiada de su intercesión de Madre.
Cualquier contemplativo, dirá Laredo, tiene que tener «alguna par­
ticular señalada devoción de nuestra muy gran Señora y de la sagrada
cruz o de las llagas de Cristo» 1º3 • Esta devoción pondrá en sus labios el
rezo de algunas oraciones vocales diarias que al contemplativo le servi­
rán con gran eficacia para llegar a Jla oración mental y a la contempla­
ción, que la oración vocal facilita» 1 04 •
Y todo cristiano tiene que acudir confiado a pedir «f avor a nuestra
muy gran Señora» 1 05 , en la seguridad de que es «nuestra fortaleza» y
«puerta» por la que han entrado todos cuantos han ido a gozar de Dios.
«Todos han entrado por su medio y con su amparo» 106 .
Por eso nuestra Madre la Iglesia pone en labios de los predicadores
la invocación a la Virgen, pidiendo su maternal intervención y ayuda al
comienzo de las predicaciones. Se reconoce así «la propia inhabilidad
que de nuestra cosecha tenemos y la necesidad con que pedirnos y cuan99
10º
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LAREDO, Subida, p. 184.
LAREDO, Subida, p. 184.
LAREDO, Subi"da, p. 165.
LAREDO, josefina, p. 42.
LAREDO, Subi"da, p. 380.
LAREDO, Subi"da, p. 380.
LAREDO, Subi"da, p. 165.
LAREDO, Subida, p. 273.
PRESENCIA DE MARIA EN LA EXPERIENCIA MISTICA, EN FRAY BERNARDINO DE LAREDO
ta justicia hay para que por nuestros merecimientos debamos no ser
oidos» 107 • Por eso la invoca piadoso:
A ve María, de gracia excelente,
plena de bienes, contigo Dios es;
entre mujeres bendita y sapiente,
bendz"to es el fruto de tu santo vientre,
f¡risto jesús, tu Hijo que es.
Madre de Dz"os, Virgen María,
de los pecadores consuelo y gran bien;
ora pro nobis
de noche y de día;
que seamos juntos a la compañía
de todos los santos en la gloria. A m é n IOB.
A esta mediación de Maria, «consuelo y gran bien» de los pecadores,
tiene que acudir confiada el alma para alcanzar la gracia y la fortaleza
que necesita. Y también para saber guardarse de si misma y de su ma­
yor enemigo, el cuerpo. Para ello «pida favor a nuestra muy gran
Señora» 109 •
Y como la fe profunda de Laredo se hace seguridad en la palabra de
Cristo y respuesta de amor a su amor generoso, no duda que «por los
méritos de Cristo y intercesión de la Virgen Sacratistima» no llegará a al­
canzar la gloria bienaventurada.
Por eso cuando de balde el Señor le llama para que por el camino de
amor que es la oración vaya a su encuentro con Cristo y por Cristo a la
presencia amorosa del Padre, ora el místico franciscano: «invoco para
alcanzar lo que pido los altos merecimientos de la Madre· siempre Vir­
gen Maria» m . La Señora siempre está presente. Es Ella dechado y me­
diadora, nuestra f avorecedora y Madre.
Baste lo hasta ahora expuesto para conocer el pensamiento del gran
mistico franciscano sobre la presencia necesaria y la acción maternal de
Maria en el alma que quiere alcanzar por los caminos del espiritu la
meta señera del Monte Sión de la contemplación quieta y de la unión
inefable con Cristo bendito.
1º7
LAREDO, Subida, p. 184.
LAREDO, Subida, p. 184.
1º9 LAREDO, Subz"da, p. 165. Para el Seráfico Doctor san Buenaventura el alma tiene
«un enemigo amigo, un adversario íntimo y familiar que te devolvió mal por bien . . . , es
tu infeliz y mísera carne», Soliloquio, c. 1, n. 19 en Obras de san Buenaventura, BAC,
t. 4, Madrid, 1947, p. 199.
llO
LAREDO, Subida, p. 165.
lll
LAREDO, Subz"da, p. 59.
1º8
587
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