Padres y maestros: ¿Participación o confrontación?

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Padres y maestros: ¿Participación o confrontación?
http://e-consulta.com/opinion/2013-11-11/padres-y-maestros-participacion-o-confrontacion
Martín López Calva
Lunes, Noviembre 11, 2013 - 07:09
En la visión tradicional de la educación escolar el papel de los padres de familia consistía en
depositar a sus hijos en manos de los maestros y confiarles de manera absoluta y acrítica su
educación, sin cuestionar los contenidos que les enseñaban ni los métodos con que lo hacían o
el clima de relaciones en que se desarrollaba el aprendizaje.
De manera que si los hijos se quejaban de la escuela o de los profesores, los padres de familia
apoyaban por lo general a la institución y al maestro e instaban a los niños y adolescentes a
obedecer y a seguir las normas e indicaciones escolares aunque los mismos padres no les vieran
mucha lógica o sentido.
Existen innumerables anécdotas en las generaciones de los que ahora son padres o abuelos
acerca de esta relación de sumisión a lo que los profesores dictaran e incluso de la petición
expresa de “corregir, regañar y castigar a los hijos para que aprendieran” si mostraban
cualquier síntoma de indisciplina o flojera ante las tareas que se les prescribían.
Este tipo de relación de autoridad en cadena, en la que los padres seguían al pie de la letra y sin
cuestionar lo que los profesores y la escuela indicaran y a su vez los hijos obedecían sin
protestar todo lo que los padres dijeran, respondía a un modelo de sociedad basada en el
principio de autoridad y en el ejercicio sin límites del poder y se explicaba también por el hecho
de que el nivel de escolaridad de los padres de familia no era muy alto al igual que sus
conocimientos acerca de la educación de los hijos, lo cual hacía que se concibiera el saber del
maestro como incuestionable.
El estatus social de los maestros era además muy alto y esta valoración social al rol del docente
reforzaba la relación de obediencia a sus orientaciones.
Es evidente que en estas últimas décadas estas condiciones sociales han cambiado
radicalmente: el estatus de los profesores ha venido decayendo progresivamente en nuestra
sociedad, el nivel de escolaridad de los padres se ha elevado sustancialmente hasta ponerlos
muchas veces por encima del nivel de estudios de los profesores de sus hijos, ha proliferado la
difusión y lectura de libros más o menos serios sobre la educación de los hijos y la sociedad ha
evolucionado hacia una cultura más horizontal y democrática en la que se alienta la
participación y la exigencia del respeto de los derechos en todas las actividades sociales.
Aunado a esto, la cultura de consumismo ha ido evolucionando hacia un empoderamiento del
consumidor que ve con naturalidad la posibilidad de reclamar cuando un bien o servicio
contratado no responde a lo que le fue ofrecido.
En el ámbito educativo está ya normado el hecho de que los padres de familia puedan levantar
quejas y hasta demandas por comportamientos inadecuados de los maestros y las escuelas
hacia sus hijos y en el ámbito de las instituciones privadas existe también la posibilidad de
demandas ante la Procuraduría federal del consumidor y otras instancias si el servicio educativo
contratado con una escuela no responde a las especificaciones que se ofrecen al momento de
inscribir a un estudiante.
El rompimiento de la relación de subordinación entre padres y maestros, entre padres y escuela
es sin duda un avance puesto que apunta hacia una relación de corresponsabilidad entre familia
y escuela, familia y docentes en la educación de los niños y adolescentes, además de poner los
medios para evitar la discrecionalidad y los abusos que sin duda existían y existen hoy de parte
de algunos profesores e instituciones escolares hacia los alumnos que se encuentran en
situación de desventaja ante el uso de lo que Pierre Bordieu llamó “la violencia simbólica” e
incluso como desgraciadamente se sigue dando aunque con muchísimo menor frecuencia que
antes, la violencia física.
Sin embargo este cambio en las relaciones entre familia y escuela tiene también riesgos que
pueden afectar seriamente la educación de los niños. El riesgo principal es el de la inversión de
esta relación de subordinación, llevando a que ahora sean los maestros y las escuelas las que
tengan que someterse a los dictados de los padres de familia.
Es cada vez más frecuente enterarnos de casos de padres y madres de familia que reclaman al
maestro y a la escuela ante cualquier intento de corrección o instrumentación de medidas de
disciplina mínima que consideran que “afectan” a sus hijos. Resultan también cada vez más
frecuentes los casos de padres que demandan a profesores y escuela ante la SEP por supuestos
actos de violencia hacia sus niños, que muchas veces son simples llamados de atención o
acciones que se orientan hacia el desarrollo de una necesaria tolerancia a la frustración en los
educandos o al cuidado de una convivencia escolar positiva.
El empoderamiento excesivo y acrítico de los padres de familia al amparo de reglamentos y
normas de la SEP y de protección de los derechos humanos combinado con una mala
interpretación acerca de la formación de los hijos para evitarles “traumas psicológicos” y de un
creciente sentimiento de culpa por no ocuparse de su formación de manera cercana y
constante por cuestiones de trabajo o de simple indiferencia que busca suplir la ausencia con
prepotencia disfrazada de defensa de derechos, puede llevar, está llevando en muchos casos a
que en lugar de la necesaria corresponsabilidad en la educación se genere una confrontación
entre padres y maestros o escuela que implica mensajes profundamente antipedagógicos para
los niños y puede tener consecuencias muy graves en su formación como futuros ciudadanos.
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